2. Quisiera agradecer una vez más en público, el maravilloso trato que esta Universidad de
Guadalajara ha dispensado a mi persona, a mi esposa Socorro y a mis hijos. Y comienzo:
Distinguidos colegas del presídium:
Rector General de la Universidad de Guadalajara: Mtro. Itzcóatl Tonatiuh Bravo
Padilla, Vicerrector Ejecutivo de la Universidad de Guadalajara: Dr. Miguel Ángel
Navarro Navarro, Secretario General de la Universidad de Guadalajara: Mtro. José
Alfredo Peña Ramos, Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios: José
Alberto Galarza Villaseñor. Señoras y señores.
¿Yo, corazón de León? ¡Valiente cosa! Los únicos corazones de León de quienes me
han llegado la noticia en mi vida son: Ricardo I Rey de Inglaterra quien expuso su
vida y su reino en un intento de rescatar Jerusalén de las manos de lo impíos y los que
han salido de esta Universidad de Guadalajara: Javier Sicilia, Raúl Vera, José Narro,
Alejandro Solalinde, Carmen Aristegui y José Mujica. Yo nunca me he distinguido
por lo valiente, que digamos... aunque es necesario, y ustedes lo harán, reconocer que
se requiere un poco de valor, aunque sea un poquito para usar el saco que me puse
hoy... pero yo nunca le he tenido miedo a los colores: miren mis calcetines y mis zapatos.
Tal vez también necesite valor para dejar México a los treinta años para irme con mi
esposa Socorro y tres hijos a Estados Unidos a la Universidad de Iowa por la tercera
parte del sueldo que yo ganaba en la agencia de publicidad Norteamericana Young
& Rubicam con tal de tener más tiempo para desarrollar mi vocación y mi pasión
que era la de escribir. Tal vez necesite otro poco para irme, dos años después, de
Estados Unidos a Europa con toda mi familia a cuestas para cumplir el sueño que
siempre había tenido que era conocer el viejo continente y aprender idiomas. Fue así
que vivimos catorce años en Londres, en un barrio clase media baja, con un contrato
provisional de tres meses sin garantía de ser renovado, o sea renovable cuatro veces
al año durante toda mi estancia allí. Más valor necesité para irme a Radio France en
París y enfrentarme a las autoridades francesas que no quería dejar entrar a mi
esposa Socorro al país, calificandola de inmigrante no deseada a pesar de que yo ya
tenía un contrato con RFI Radio France International. Tal vez también necesite otro
poco de valor para regresar, a los casi sesenta años, a un México inestable. Esto fue
posible, como ustedes lo saben, gracias a la Universidad de Guadalajara.
Quizás, también he necesitado valor para superar las múltiples enfermedades que he
tenido a lo largo de mi vida, a los veintisiete años superé un cáncer de testículo dere-
cho, me he enfrentado a otros cánceres, uno de vejiga y otro de próstata. A los
cincuenta años se me rasgó el corazón, paradójicamente me salvó un coágulo de
15cm de largo, 8 en su parte más ancha y 3 en su parte más gruesa. Después de eso
me han puesto dos stents, uno en la pierna izquierda y otro en la arteria coronaria
izquierda y me han operado de dos lipomas y dos obstrucciones intestinales. Hoy me
3. recupero de una serie de infartos al cerebro que me dejaron como secuela la pérdida
del habla y serios problemas locomotores... ustedes dirán si no he necesitado un poco
de valor para sobreponerme a todas estas calamidades.
Supongo yo que la fuerza para luchar contra este enfermizo destino salió de mi
pasión por las letras. Desde el primer cáncer en que los doctores dijeron: -Señor del
Paso, es mejor que arregle usted sus papeles porque no sabemos lo que puede pasar-
le-. En ese entonces un amigo mío que ya falleció, el poeta Francisco Cervantes, me
llevó al hospital, donde me recuperaba, un libro cuyo título se juzgó poco conveni-
ente "La tumba sin sosiego" ("The Unquiet Grave") del crítico de literatura inglés
Cyril Connolly quien tenía una brillante columna semanal en un diario británico que
firmaba, por cierto, con el pseudónimo de Palinurus. Connolly decía -y de esto hace
ya 70 años- que había demasiados libros en el mundo y que por ello cada nuevo
autor debería proponerse hacer una obra maestra. Yo luché muchísimos años por
hacer de mis libros, si no unas obras maestras, cuando menos pequeños microcosmos
independientes y creo que lo logré.
Hace dos años y medio como consecuencia de mi último infarto al cerebro perdí la
capacidad del habla, no me era posible articular bien las palabras, nadie me entendía
me era imposible comunicarme, tras una larga e intensiva terapia lingüística, gracias
a mi terapeuta Celia Rodríguez me obligue a leer en voz alta toda "Noticias del Impe-
rio" en sesiones de dos horas a la semana, me tardé dos años, mismos que se cumplieron
hace dos semanas, resultó paradójico y muy hermoso que yo le diera mi voz a este
libro y que este, 28 años después, me la devolviera .
Si bien no es la misma voz que tuve de los 18 a los 78 años, es de todas maneras mi
voz, y es con ella que me presento hoy antes ustedes para hablar de mis pequeñas
luchas, y sin embargo, quien soy yo para hablar de luchas, mis enfermedades actuales
son las de cualquier hombre de ochenta años que se enfrenta a la vejez. Quién soy yo
para hablar de valentía y valor, si nunca me ha faltado comida en mi plato, ni techo
sobre mi cabeza. Lucha, la de los más de 50 millones de mexicanos que viven en
la pobreza; coraje, el de los estudiantes que manifiestan su inconformidad; valentía,
la de los periodistas que denuncian las injusticias; valor, el de los padres de los más
de 25 mil desaparecidos.
Hoy nuestro país necesita de una lucha socialmente coordinada que reconozca que
México se fue a la barranca y que es absolutamente indispensable sacarlo de allí, y
que el buey o los bueyes que lo empujaron se queden atrapados y se asfixien con su
propia ineptitud y propia irresponsabilidad. Para eso debemos tener el valor de no
callarnos nunca ante las injusticias que cometen nuestros gobernantes.
Muchas gracias. ¡Arriba corazón de León!