1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, 18, noviembre 2007
Foto:Baharri
http://confidenciasdeungerente.blogspot.com
Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
Viendo un lobo a un cordero bebiendo en un
arroyo, imaginó un pretexto cualquiera a fin de
devorarle. Así, aun encontrándose más arriba, le
acusó de enturbiar el agua, impidiéndole beber.
Respondió el cordero que sólo bebía con la punta
de los labios y que, además, hallándose más
abajo, mal podía enturbiar el agua que corría
más arriba. Viéndose el lobo burlado, insistió:
-Pero el año pasado injuriaste a mi padre.
-¡En este tiempo, ni siquiera había nacido!-
contestó el cordero.
Entonces el lobo replicó:
-Tú te justificas muy bien; más no por eso dejaré
de devorarte.
(Esopo).
Cuando una persona, grupo o sociedad se
convierte en un lobo para otros, lo hace con la
perversidad y pautas señaladas por Esopo:
El atacante falsea la realidad actual e histórica,
mostrándose perjudicado y ofendido.
Se desestiman los argumentos del atacado y
cualquier prueba a su favor.
Se utiliza un lenguaje despectivo e hiriente,
deshumanizando a la persona, mediante
insultos, burlas y humillaciones.
Antes, durante y después se justifica la propia
agresividad como la única respuesta sensata;
apoyada en una sinrazón que repetida
firmemente acaba pareciendo lógica.
Para más INRI, esta argumentación no sólo se
explica abundantemente a observadores
neutrales, sino especialmente al agredido.
Se pasa de las palabras a los hechos, en una
escalada de creciente agresión, que busca la
ruina, expulsión o aniquilación del otro.
El injustificable-justificado maltrato puede
ejercerse desde una posición de poder o entre
iguales (mobbing empresarial, bullying escolar,
violencia doméstica, por ideales –políticos o
religiosos- y por intereses económicos). Se basa
en un razonamiento pretendidamente lógico, que
no es más que un mal disimulado deseo agresor;
mezcla de egoísmo, rapacidad, discriminación,
envida, ira, cinismo y crueldad.
El verdugo y sus secuaces se autovictimizan,
para justificar el ataque y construyen un universo
mental y social maniqueo, en el que se reservan
la etiqueta de “buenos”, comportándose entre sí
de acuerdo a palabras huecas referidas a nobles
ideales y elevados principios: dignidad, honor,
lealtad, justicia, etc. En cambio a la verdadera
víctima se la etiqueta como una representación
de todo lo reprobable y causa de todos los males,
cuya extinción resolverá sin duda el problema. Un
problema que sólo ellos perciben, generado por
mentes inflamadas de pensamiento único.
Estos abusos no han podido evitarse en 5.000
años de historia, por las justificaciones del
agresor que le impiden ver su propia indignidad y
por el autoengaño del agredido que cree poder
convencer a su oponente.
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