1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, Nº 6, octubre 2006
Foto:Baharri
http://confidenciasdeungerente.blogspot.com
Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
¿Por qué una persona puede permanecer
décadas, trabajando en un puesto bien
retribuido, quejándose del mismo? ¿Por qué
sigue sufriendo y no se va a otro sitio? La
respuesta está en que, desde que empezamos
a trabajar, casi todos vamos sobrados de
temor e inseguridad: miedo a las dificultades y
baja confianza en nuestra capacidad para
superarlas. Nos encadena el miedo a fracasar
en una situación nueva y –peor aún- ignorar
para qué valemos realmente. Saber esto, nos
daría valor ante los retos.
Son pocos los que reflexionan seriamente
sobre la siguiente cuestión: ¿Valgo yo, para
esta actividad? En caso negativo, conviene
cambiar de profesión. En caso positivo,
conviene cambiar de pregunta: ¿Cómo puedo
hacer cada día mejor -y disfrutar de- aquello
para lo que valgo?
Para que eviten una importante trampa, al
inicio de su vida laboral, a mis alumnos de la
universidad les cuento “el chiste del loro”:
“Un pasajero, que viaja por primera vez en
una aerolínea, experimenta grandes deseos
de beber y comer en su vuelo intercontinental.
Con educación, pide viandas a las azafatas,
que están muy ocupadas y no le hacen caso.
Frustrado, tras muchos intentos fallidos de
llamar su atención, observa, cómo otro
cliente consigue todo lo que pide….y rápido.
Se trata de un loro viejo, que conoce
perfectamente a la tripulación. Es un loro
desagradable y gritón, que exaspera a las
azafatas, quienes sonríen forzadamente ante
sus insultos. Para que se calme, le colman de
atenciones.
Ante esto, el nuevo cliente decide ser muy
grosero y…¡eureka!, funciona. A él también le
hacen caso. Continúa haciendo más de lo
mismo; y entre el loro y él captan toda la
atención de todas las azafatas.
Finalmente, el capitán de la nave interviene y
ordena que arrojen fuera del avión a ambos
impresentables, que amenazan a la
seguridad aérea con su continuo escándalo.
Mientras caen al vacío, desde una altura de
6.000 pies, el loro le dice al otro:
- “Oye…tú sí que tienes valor….para no tener
alas”.
Mediante selección y formación, un líder ha
de desarrollar a sus colaboradores, de forma
que no acaben en tareas donde no disfruten,
se amarguen ellos y amarguen a otros. Será
difícil despedir a los que tienen las alas de la
antigüedad; pero los nuevos serán víctimas
de la contratación temporal, que no perjudica
a quien disfruta y aporta valor con su trabajo.
Ayudémosles a encontrar su talento, a
través de la rotación por diferentes tareas,
hasta encontrar la que mejor les encaje.
Además de disfrutar, confiarán en sí mismos.
Porque el secreto final es…creer en uno
mismo. Así como miedo y dudas se potencian
mutuamente, también lo hacen valor y
certidumbre.
VVaalliieennttee eess qquuiieenn ssaabbee qquuee nnoo ccoorrrree ppeelliiggrroo.