1. ¿Cómo se definiría a un pensador eficaz? Como alguien que tiene confianza en
lo que piensa. No porque confía en que está en lo cierto o en que vaya a encontrar
respuesta a sus problemas, sino en que puede enfocar deliberadamente y a voluntad
en la dirección que desee. Como alguien que controla su
pensamiento en lugar de vagar de idea en idea, de emoción en
emoción. Un pensador eficaz tiene claro lo que se propone:
define sus objetivos y se decide a conseguirlos. Tiene un
enfoque claro y una visión amplia de la situación al mismo
tiempo. Prefiere la sabiduría a la inteligencia. Disfruta del acto
de pensar aunque no sea particularmente exitoso. Es confiado y
decidido, pero también humilde.
Comprende que cualquier enfoque no es más que uno entre
muchos..., la mayor parte de los cuales no se le han ocurrido nunca. Es eficaz y se
mueve hacia delante. Su pensamiento es robusto y también práctico cuando es
necesario. No se contenta con revolcarse en la sobre intelectualización, con
fastidiar a los tontos o con los estremecimientos de la indecisión. Al terminar de
pensar es capaz de discernir exactamente cuáles han sido sus progresos. Aunque no
haya obtenido una respuesta satisfactoria, aprende a apreciar
lo que ha logrado... aunque sólo sea la comprensión de que se
necesita pensar mucho más (y dónde debe estar el enfoque).
El pensador trata el pensamiento como una habilidad que
merece la pena practicar y observar. Es capaz de pensar en el
pensamiento en general y en su pensamiento en particular. Es
objetivo y advierte en qué falla su pensamiento. Se da cuenta,
es consciente de lo que hay que hacer aunque él no pueda
hacerlo.
Supervisa el pensamiento de los otros: no para descubrir
fallos, sino como un cartógrafo podría estudiar el terreno. Es
constructivo más que crítico, y sabe que el objeto del pensamiento es lograr una
comprensión, decisión o línea de acción mejores, no le interesa probar que es más
listo que nadie. Aprecia una idea como podría apreciar una hermosa flor, sin
importarle en qué jardín esté creciendo.
Considera la arrogancia como el peor pecado de la inteligencia. Probablemente, sea
demasiado perfecto e ideal como para existir. No carece de emociones. Pero ve el
propósito del pensamiento como si fuera el resultado de la experiencia, lo que le
permite aprovechar sus emociones de una manera más fructífera.
DE BONO, Edward. Aprender a Pensar. GECH