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313
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 5, 1999, 313-327.
Judith Butler y la
formación
melancólica del
sujeto
Patricia Romano
Universidad Autónoma de
Chapingo
Con este trabajo se busca recuperar los componentes centrales de
la teoría de Judith Butler respecto a la formación del sujeto que
aparece en The Psychic Life of Power.1
En esta teoría la autora
considera y destaca la importancia de la dimensión psíquica del
poder social en la formación del sujeto. La propuesta más sobre-
saliente, sin duda, es la introducción y el análisis de esa dimen-
sión por medio de la noción de identificación melancólica, y su
argumentación en cuanto a que ésta es el fundamento en la deli-
mitación de los espacios interno y externo. Esta propuesta puede
ser considerada como un acercamiento teórico para entender el
funcionamiento del poder social en la construcción de la identi-
dad.
Nuestro texto se organiza en cuatro secciones: Primero se
expone la trayectoria de la autora y se ubica su obra; en segundo
lugar se explican los argumentos más destacados en la teoría de
la formación del sujeto, poniendo énfasis en el carácter de la in-
corporación melancólica; después se detalla su relectura de
Foucault y Althusser con relación a los efectos psíquicos del po-
der y los efectos formativos de la prohibición, por considerarlos
un apoyo para su argumentación sobre la incorporación melan-
cólica; por último, se considera el alcance que esta autora atribu-
ye a la identificación melancólica en la formación del género.
1
Judith Butler, The Psychic Life of Power: Theories in Subjection, Stanford, Calif.,
Stanford University Press, 1977.
314 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
Judith Butler fue profesora de humanidades en la Universi-
dad Johns Hopkins. Actualmente es profesora de Literatura com-
parada y retórica en la Universidad de California en Berkeley. La
obra de Butler puede circunscribirse al campo de las teorías so-
ciopsicológicas que abordan las diferencias de género desde una
perspectiva fenomenológica. En este ámbito, ella se ha converti-
do en una de las autoras más importantes; sus trabajos teóricos
sobre poder, género, sexualidad e identidad, han sido amplia-
mente difundidos y hoy día se encuentra encabezando las pro-
puestas teóricas sobre homosexualidad (queer theory). Uno de
los esfuerzos más importantes de esta autora radica en su intento
por establecer los puentes entre la teoría del poder, fundamental-
mente en términos de Foucault, y la teoría psicoanalítica. El libro
más difundido de Butler es sin duda Gender Trouble,2
en el que
plantea por primera vez sus ideas en torno a la representatividad
del género. Siguiendo esta línea, más tarde publica Bodies that
Matter,3
y finalmente, el libro que ahora se analiza. Butler cuenta
por lo menos con otras cuatro publicaciones importantes, pero
desde mi punto de vista las referidas establecen un continuo en
sus concepciones acerca del poder, el género y la identidad.
The Psychic Life of Power, al igual que sus otros trabajos, es
un libro con un nivel de argumentación teórica elevado, tiene
que ser leído detenidamente, una y otra vez, para aclarar concep-
tos. No obstante, es también un libro que anima a la reflexión
con propuestas que no necesariamente se circunscriben a la iden-
tidad de género, sino que permite incorporar en la lectura la cons-
titución de la identidad en sentido amplio. En este libro Butler
combina teoría social, filosofía y psicoanálisis, y su trabajo puede
ser considerado como una reflexión filosófica o como un trabajo
netamente teórico; sin embargo, ella lleva sus ideas a situaciones
concretas tales como la prostitución, la homosexualidad, el tra-
vestismo, entre otras, para esclarecer sus puntos de vista.
Con la intención de efectuar un análisis crítico de la suje-
ción, Butler desarrolla la teoría sobre la formación del sujeto,
que incluye el dominio psíquico y una explicación de los meca-
nismos con los cuales el sujeto es formado en sumisión. Ella pre-
tende demostrar la manera en que el poder social produce for-
mas de reflexividad, al mismo tiempo que limita las formas de
2
Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Nueva
York, Routledge, 1990.
3
Judith Butler, Bodies that Matter: On the Discursive limits of “Sex”, Nueva York,
Routledge, 1993.
315
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
sociabilidad. En esta tarea la autora establece los puentes concep-
tuales entre Hegel, Nietzsche, Freud, Foucault y Althusser, en lo
que se refiere a la producción y regulación del sujeto. La autora
identifica un paralelo entre la “inevitabilidad”4
del cuerpo en el
pensamiento de Hegel, la del instinto en Freud, y de la voluntad
en Nietzsche, y sugiere que los tres clásicos circunscriben un tipo
de inversión dialéctica que se centra en la imposibilidad de una
supresión reflexiva total o final de lo que podría llamarse “el
cuerpo”. Además sostiene que Hegel asume tácitamente la suje-
ción como un apego de autonegación, que en términos operati-
vos es similar a la noción freudiana de inversión libidinal. Es de-
cir, en Hegel los imperativos éticos autoimpuestos buscan instituir
la negación o el sacrificio de la vida corporal, pero el cuerpo es al
mismo tiempo conservado por esos imperativos, ya que no pue-
de haber una negación total –equivaldría a la muerte–; el miedo a
la muerte sería el origen de tales imperativos; por medio del sa-
crificio corporal el sujeto se apega a su propio cuerpo. De la
misma manera, en el pensamiento de Freud la libido no es com-
pletamente negada por medio de la represión, sino que aquélla es
conservada gracias a ésta. También, asegura que la preocupación
de Foucault sobre las implicaciones de la sujeción (la formación
simultánea y la regulación del sujeto) aparece, de alguna manera,
en la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel, en particular, res-
pecto a la explicación de Hegel sobre la liberación del esclavo en
diferentes formas de autocondena ética, que buscan instituir la
negación o el sacrificio corporales.5
Un aspecto sobresaliente en este trabajo es que el poder no
se concibe como “internalizado” por un sujeto, sino que el sujeto
es generado como un efecto ambivalente del poder, que se hace
presente por medio de la operación de la conciencia. En este
sentido, Butler desafía las propuestas de que el sujeto aparece
como “domesticado” por adelantado, fatalmente ligado a las con-
diciones del poder social que le son impuestas, o a aquellas en
que los juicios políticos llevan a considerar la agencia del sujeto
siempre en oposición al poder. En la teoría de la formación del
sujeto de esta autora, los efectos del poder social aparecen como
estructuras dinámicas y productivas que inician al sujeto, sostie-
4
La autora utiliza el término ineluctabilidad; su sinónimo parece más comprensi-
ble.
5
Georg W. F. Hegel (1806), Phenomenology of Spirit, Oxford, Oxford University
Press, 1977.
316 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
nen su agencia, y pueden oponerse y transformar las condiciones
que las generan.
Sobre la formación del sujeto
El punto de partida de esta teoría es la noción de poder de
Foucault, en la que el sujeto surge como un efecto ambivalente
del poder: lo subordina y lo produce. En la teoría de Butler, el
sujeto no sólo depende del poder para su existencia, sino que
éste constituye la condición misma de su reflexividad –entendida
como formación y funcionamiento de la conciencia–. Butler jus-
tifica ampliamente el carácter tropológico de su análisis, es decir,
se apoya en una figura del lenguaje o tropos de producción que
“vuelve sobre sí misma”. Una forma de denominar tal figura es la
conciencia. En el proceso de formación de la conciencia, el suje-
to se inaugura mediante una sumisión primaria al poder, que con-
siste en una dependencia sobre un discurso que inicia y sostiene
su agencia.
Para la autora, la formulación foucaultiana adquiere una
valencia psicoanalítica en el momento que se considera que nin-
gún sujeto surge sin un apego pasional hacia aquellos de quienes
depende. El sujeto se forma en subordinación debido a la depen-
dencia primaria del infante, y esa misma subordinación le pro-
porciona la condición de posibilidad continuada de su existencia.
Para que el sujeto surja, este apego tiene que establecerse y ser
negado. El sujeto busca desentrañarse, adquirir el sentido del “Yo”,
por medio de la negación de ese apego; su búsqueda marca la
agencia de un deseo que apunta hacia su disolución, y el sujeto se
coloca como barrera ante ese deseo. Este sujeto vuelto contra sí
mismo aparece como la condición de su persistencia. En este sen-
tido, el sujeto se construye en ambivalencia, pues al oponerse a la
subordinación, reitera su sujeción, pero al mismo tiempo el suje-
to se apropia de la sujeción; esta apropiación constituye el instru-
mento de su devenir y de su agencia.
En esta formulación Butler reconoce una paradoja tempo-
ral que también se asocia con el sitio de donde emerge el sujeto.
Ella asegura que ningún individuo deviene en sujeto sin haber
sido sometido (experimentado subjetivación) en sentido foucaul-
tiano, es decir, sin haber sido producido discursivamente. De tal
manera que el sujeto surge como una consecuencia del lenguaje,
y por ende debe ser designado como una categoría lingüística,
317
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
una posición, una estructura en formación, que es inaugurada
por medio de una inversión en el horizonte del poder. Este hori-
zonte aparece bajo dos modalidades temporales: el poder que es
siempre anterior al sujeto, que está fuera y opera desde el princi-
pio; y el poder que es el efecto deseado del sujeto. No existe
transición alguna entre ambas modalidades, lo que ocurre es un
encubrimiento en que el poder aparece como si perteneciera ex-
clusivamente al sujeto; ello implica que las condiciones de poder
asumen una forma presente y futura, en tanto la apariencia del
poder cambia de la condición para la formación del sujeto, a los
efectos deseados del sujeto. El poder asume este carácter presen-
te gracias a la inversión de su dirección, que rompe con el poder
anterior y se disimula como una agencia autoinaugurante. Pero
para que las condiciones de poder persistan, tienen que ser reite-
radas, y el sujeto es el sitio de esa reiteración. La reiteración del
poder vuelve temporales las condiciones de subordinación, y
muestra que éstas son estructuras temporalizadas, activas y pro-
ductivas. El poder es rearticulado por el sujeto, hecho nuevamen-
te, una y otra vez.
Al igual que Foucault, Butler vincula la dimensión formati-
va y productiva (es decir, proclama al sujeto y lo produce por
medio de la subjetivación) del poder con los regímenes discipli-
narios y reglamentarios. Sostiene que si la formación del sujeto
se lleva a cabo de acuerdo con los requisitos del poder reglamen-
tario, específicamente la incorporación de normas, el proceso por
el cual éstas son incorporadas crea la distinción entre la vida inte-
rior y la vida exterior, cuya frontera es instalada mediante la re-
gulación misma del sujeto, pues el poder social crea modalidades
de reflexividad, al mismo tiempo que limita las formas de socia-
bilidad. No puede ser de otra manera, porque la producción del
sujeto y la operación psíquica de la norma derivan de las condi-
ciones de poder que le preceden: son la consecuencia de un ape-
go pasional a la sujeción, de una subordinación primaria a un
discurso, que lo convierten en un ser vulnerable por su deseo de
continuidad, de existir. La sujeción explota este deseo, donde la
existencia siempre es conferida desde algún otro lugar, y marca
la vulnerabilidad hacia el Otro para poder existir. Para explicar
el proceso de incorporación de la norma, Butler, siguiendo a Freud,
distingue dos tipos de prohibiciones: la represión y la exclusión.
La elaboración de la esfera interna del sujeto puede ser
entendida como el efecto de una prohibición internalizada, re-
presión, que hace volver “la pulsión” (anhelo o deseo) sobre sí
318 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
misma. Este retroceso se convierte en la condición de la forma-
ción del sujeto y produce el hábito psíquico de autocondena, que
se consolida con el tiempo como conciencia, siendo ésta el medio
por el cual un sujeto deviene en objeto para sí mismo, reflejándo-
se, estableciéndose como reflejado y reflexivo. La “vuelta” o “re-
troceso” del deseo, que culmina en reflexividad, produce otro
orden de deseo: el deseo por ese circuito, deseo por la reflexivi-
dad, y en última instancia, por la sujeción. Pero Butler distingue
otro tipo de prohibición que marca los límites de reflexión, es la
exclusión. A diferencia de la represión, en la que el deseo pudo
haber existido separado de su prohibición, la exclusión presupo-
ne que el deseo es rigurosamente eliminado, constituyendo al
sujeto mediante un tipo de pérdida anticipada: una melancolía
constitutiva.
La melancolía implica la doble negación de un apego, pues
al mismo tiempo que es apartada, se la integra en la formación de
la conciencia. Es una esfera de apego que no se produce explíci-
tamente como un objeto de discurso, pero estructura las formas
que cualquier apego puede asumir, porque no solamente sitúa
objetos, sino que los regula y normaliza por medio de esa coloca-
ción. Esto explica que en el psicoanálisis “el carácter del ego”
aparezca como la sedimentación de objetos amados y perdidos,
el remanente de una aflicción irresuelta. En principio, parecería
que la aflicción se resuelve mediante una ruptura con el apego y
la construcción de uno nuevo. Empero, no hay una ruptura final,
sino más bien una incorporación de ese apego como identifica-
ción, es decir, el objeto continúa recorriendo el ego como una de
las identificaciones que lo constituyen. En ese sentido, la identifi-
cación melancólica conserva al objeto como parte del ego, trans-
firiendo su condición de externo a interno; en la internalización,
la pérdida es parte del mecanismo de su rechazo. De acuerdo con
esta propuesta, los funcionamientos del poder social pueden ser
leídos en la delimitación del campo de los objetos que son exclui-
dos, pues en tanto que exclusión, la sanción social funciona para
producir ciertos tipos de objetos y para excluir otros del campo
de la producción social.
Más aún, la incorporación melancólica aparece en la utili-
zación de las figuras del lenguaje empleadas para explicar la psi-
que. Butler sostiene que en la explicación de la formación de la
psique surge la figura de “la vuelta” como un tropo (figura del
lenguaje) constitutivo del discurso psíquico, en el que la articula-
ción del espacio psíquico, figurado como interno, depende de la
319
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
“vuelta” melancólica: “La vuelta del objeto al ego que produce el
ego y sustituye al objeto” (Freud). Esa vuelta del objeto al ego es
el movimiento que hace posible su distinción, es decir que la vuelta
produce la división entre el ego y el objeto, los mundos interno y
externo. Por tanto, la melancolía inicia una frontera variable en-
tre lo psíquico y lo social, que distribuye y regula la esfera psíqui-
ca con relación a las normas prevalecientes de regulación social.
Entre Foucault y Althusser
En su explicación sobre la manera en que el poder reglamentario
produce y mantiene a los sujetos en subordinación, y explota su
demanda por continuidad, visibilidad y lugar, destaca la lectura
que Butler efectúa de Foucault y de Althusser. Con ambos auto-
res subraya la importancia de la dimensión psíquica, así como los
efectos formativos de la prohibición en la producción y regula-
ción del sujeto, y reafirma la utilidad de la incorporación melan-
cólica. Por una parte, muestra que el sujeto en el pensamiento
foucaultiano no es lo mismo que el cuerpo del que surge, y hace
énfasis en su carácter incompleto. El sujeto permanece como tal
sólo por medio de la reiteración de sí mismo; una repetición (ite-
rabilidad) en la que el sujeto busca coherencia en categorías so-
ciales que son rearticuladas y resignificadas por él mismo. De
acuerdo con su exposición, esta iterabilidad abre posibilidades
para oponerse y transformar los términos sociales que lo gene-
ran. Por otro lado, con la teoría de la interpelación ejemplifica
los efectos psíquicos de la norma. A continuación se exponen los
puntos más importantes en ambos casos.
Es necesario recordar aquí que, de acuerdo con Butler, la
noción de subjetivación en el pensamiento de Foucault se refiere
a la producción discursiva de identidades, y que en ese sentido el
término conlleva una paradoja, pues implica el devenir del sujeto
y el proceso de sujeción. Butler explica que para Foucault, el
proceso de subjetivación se lleva a cabo básicamente por medio
del cuerpo, pero sostiene que la subjetivación no puede explicar-
se sin dar cuenta de los efectos formativos o generativos de la
restricción o prohibición. De hecho, indica que la formación del
sujeto no puede ser pensada sin recurrir a un juego habilitante de
restricciones que lo fundan. Siguiendo esta línea, Butler discute
los alcances de la conocida frase foucaultiana “el alma, la prisión
del cuerpo”. Desde su punto de vista, la resistencia que Foucault
320 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
atribuye a los discursos normalizadores debe atribuirse a la psi-
que, que incluye el inconsciente. Según Butler, la explicación
foucaultiana de que los discursos encarcelan al cuerpo en el alma,
presupone reducir la noción de la psique a las operaciones de un
marco externo e ideal normalizador; como si recibiera unilate-
ralmente el efecto de lo simbólico, en el sentido lacaniano. No
obstante, Butler anota que Foucault, por una parte, en Historia
de la Sexualidad6
sugiere que hay una “interioridad” del cuerpo
que existe antes de la invasión del poder. Pero por otra parte, en
Vigilar y Castigar7
parece que la “interioridad”, el alma, es toma-
da como un instrumento del poder, con la cual el cuerpo es for-
mado y cultivado. En el segundo caso, Butler anota que Foucault
aborda la formación del sujeto efectuada, en alguna medida, por
medio de la subordinación del cuerpo y aun de su destrucción; el
sujeto toma el lugar del cuerpo y actúa como el alma que enmar-
ca y forma al cuerpo en cautiverio. Según la autora, el alma exte-
rior puede ser entendida como la sublimación del cuerpo, y el
cuerpo debe ser entendido como aquello que no sólo constituye
al sujeto en su estado disociado y sublimado, sino que excede o
resiste cualquier esfuerzo de sublimación. En cuanto a la resis-
tencia, Butler recuerda que ésta aparece en el pensamiento de
Foucault, por una parte, en el curso de la subjetivación que exce-
de los objetivos normalizadores, y por otra, en la convergencia
con otros regímenes discursivos. Sin embargo, allí la subjetiva-
ción alcanza sus límites y su poder habilitante; esto es así porque
el sujeto no está consolidado, siempre se encuentra en proceso de
producción, es producido repetidamente. En esta repetición del
sujeto, los términos que lo forman y lo enmarcan movilizan un
discurso inverso en contra del régimen de normalización que los
genera, y corren el riesgo de ser reformulados. Butler acota, em-
pero, que los discursos no sólo constituyen el dominio de lo “de-
cible”, sino que están ligados por medio de la producción a una
exterioridad constitutiva: lo indecible, lo insignificable.
Para explicar cómo se rompe la producción disciplinaria
del sujeto, Butler recurre a Althusser y sostiene con él que el
esfuerzo representativo (performative) de nombrar, sólo puede
intentar conferir existencia a su destinatario, pues siempre existe
la posibilidad de un desconocimiento; y subraya el uso althusse-
6
Michel Foucault, Historia de la sexualidad, volumen 1: La voluntad de saber,
Madrid, Siglo XXI, 1987.
7
Michel Foucault, Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión, México, Siglo XXI,
1988.
321
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
riano de Lacan, quien se centra en la función de lo imaginario
como la posibilidad permanente de desconocimiento, esto es, la
inconmensurabilidad entre una demanda simbólica y la inestabi-
lidad de su apropiación. Si el nombre interpelado busca lograr la
identidad a la que se refiere, empieza como un proceso represen-
tativo (performative) que, no obstante, es desviado en el imagina-
rio. En esta línea, la autora continúa interrogando a Foucault, y
advierte que aunque en Vigilar y Castigar Foucault presume la
eficacia de la demanda simbólica, de su capacidad representativa
(performative) para construir al sujeto que nombra, en la Histo-
ria de la Sexualidad existen tanto un rechazo a “un solo lugar de
sublevación”, así como una afirmación de las múltiples posibili-
dades de resistencia habilitadas por el poder mismo. Butler mani-
fiesta que a diferencia de Lacan, quien restringe la noción del
poder social al dominio simbólico y delega la resistencia al imagi-
nario, Foucault reelabora lo simbólico como relaciones de poder
y entiende la resistencia como uno de sus efectos, pues la concep-
ción de Foucault se desplaza desde un discurso jurídico hacia otro
sobre el poder, que es el campo de las relaciones productivas,
reglamentarias y contestatarias.
En este sentido, para Foucault lo simbólico produce la po-
sibilidad de sus propias subversiones como efectos no anticipa-
dos de las interpelaciones simbólicas. Lo simbólico no sólo con-
siste en la reiterada elaboración de normas o demandas
interpelativas, pues el poder en el pensamiento de Foucault es
formativo o productivo, maleable, múltiple, expansivo y conflic-
tivo. Así, el discurso no constituye a un sujeto unilateralmente, o
más bien sí lo hace; simultáneamente, también constituye la con-
dición para su deconstitución. Aquello a lo que se confiere exis-
tencia por medio de la demanda interpelativa, es mucho más que
un “sujeto”, porque el “sujeto” no está fijo en un lugar, permane-
ce como tal a través de la reiteración o rearticulación de sí mismo
como sujeto, y esta dependencia en la repetición constituye su
carácter siempre incompleto. Esta iterabilidad se convierte en el
no-lugar de la subversión, la posibilidad de una repersonificación
de la norma subjetivante que puede redirigir su normatividad.
Para Foucault, entonces, el aparato disciplinario produce sujetos;
pero como una consecuencia de esa producción, trae al discurso
las condiciones para subvertirlo.
Con Althusser, Butler se centra en la teoría de la interpela-
ción que aparece en el ensayo “Ideología y Aparatos Ideológicos
del Estado”, y advierte explícitamente que esta teoría es releída y
322 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
discutida en conjunto con las metáforas y los ejemplos que usa el
autor.8
Desde su punto de vista, la teoría de la interpelación es
una forma de explicar al sujeto como consecuencia del lenguaje y
siempre dentro de sus términos. Sostiene que en el ejemplo de
interpelación de Althusser, el acto de “voltear” del sujeto ante un
llamado no parece estar determinado unilateralmente, o exhaus-
tivamente, ni por la ley ni por el destinatario. El “voltear” puede
ser entendido como un movimiento anticipado hacia la identidad
por medio de la autoadscripción de la culpa, como una “vuelta
en contra de sí mismo” que constituye el movimiento de la con-
ciencia. La aceptación de los términos por los que uno es llamado
se debe a que, anterior a cualquier posibilidad de entendimiento
crítico, preexiste una apertura, o vulnerabilidad a la ley; una com-
plicidad pasional sin la cual ningún sujeto puede existir. Según
Butler la teoría de la interpelación puede situar la vulnerabilidad
de la subjetivación en esa vuelta hacia y en contra de la ley, por-
que presupone una doctrina no elaborada sobre la conciencia,
una “vuelta sobre sí mismo”, que trae consigo la disposición de
aceptar la culpa para adquirir una porción de identidad. La posi-
bilidad de formación del sujeto depende de una búsqueda apasio-
nada por el reconocimiento, que es inseparable de la culpa. Debe
entenderse, entonces, que la autorrestricción es anterior al sujeto
y se encuentra vinculada con la posibilidad del habla, pues la
interpelación social está estructurada por el poder de nombrar, y
el nombrar hace que los sujetos existan. El nombre aparece como
la condición anterior y esencial a la formación del sujeto y mues-
tra que hay una cierta disposición a ser subyugado por la interpe-
lación, una disposición que sugiere que ya se encuentra implica-
do en los términos de la autoridad, a los que subsecuentemente
cede, o que ha cedido antes de voltear y que la vuelta es un signo
de una sumisión inevitable. En esta sumisión el sujeto es estable-
cido como un sujeto colocado en el lenguaje.
Butler explica que el surgimiento de la conciencia (conoci-
miento), según Althusser, se relaciona con el proceso de adquisi-
ción de habilidades que tienen que ser aprendidas para luego ser
reproducidas. La autora afirma que en el pensamiento althusse-
riano las habilidades lingüísticas son fundamentales para la for-
mación del sujeto, y constituyen las reglas y actividades observa-
das. Las habilidades en general, pero las lingüísticas en particular,
8
Louis Althusser, “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Louis Althus-
ser, La filosofía como arma de la revolución, México, Siglo XXI, 1986.
323
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
tienen que ser dominadas y dominables; su dominio aparece como
un tipo de sumisión. Entre más sea dominada una práctica, ma-
yor será la sumisión. De tal modo que sumisión y dominio se
llevan a cabo simultáneamente. Por lo tanto, aquello anterior al
sujeto que puede explicar su formación, es la reproducción de las
habilidades sociales, la reproducción de la sujeción. Aquí la re-
producción central es la del sujeto, y se lleva a cabo con relación
al lenguaje y a la formación de la conciencia. Realizar tareas “cons-
cientemente” significa realizarlas una y otra vez para reproducir
esas habilidades, y al reproducirlas, adquirir dominio.
Desde esa perspectiva, la autora insiste en que el dominio
de un juego de habilidades debe ser interpretado como una abso-
lución de uno mismo; este dominio lo defiende a uno contra una
acusación; es la declaración de inocencia del acusado. Asegura
que desde el pensamiento de Althusser, convertirse en un “suje-
to” implica haber sido presumido culpable, entonces tratado y
declarado inocente. Debido a que esta declaración es incesante-
mente producida, convertirse en un “sujeto” significa estar en el
proceso de absolverse uno mismo de la acusación de culpa. Pero
como esta culpa condiciona al sujeto, constituye la prehistoria de
la sujeción a la ley por la cual el sujeto es producido. La actua-
ción (performance) del sujeto no está simplemente en concor-
dancia con la reproducción de las habilidades sociales, porque no
existe sujeto anterior a su realización; realizar tareas laboriosa-
mente introduce al sujeto a su condición como ser social. Hay
culpa y entonces se realiza una práctica repetitiva por medio de
la cual se adquieren las habilidades, y sólo entonces se adquiere
el lugar gramatical dentro de lo social como sujeto. Dominar un
juego de habilidades significa reproducirlas en y como una activi-
dad propia. Esto implica incluir reglas en el curso de acción, y
reproducir esas reglas en rituales personificados de acción.
La dimensión psíquica es inseparable de la repetición ritual
de los actos, pues la noción misma de ritual implica traducir creen-
cia y práctica como inseparables. Pero inherente a cualquier ac-
tuación existe una compulsión de “absolverse uno mismo”, y
entonces, anterior a cualquier actuación, preexiste una ansiedad
y un conocimiento que deviene articulado y animado sólo sobre
la ocasión de la reprimenda.
Con esta explicación Butler reitera la importancia que Al-
thusser atribuye a la dimensión psíquica, y afirma que la contri-
bución distintiva de este autor es la de socavar el dualismo onto-
lógico presupuesto por la distinción marxista convencional, entre
324 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
la base material y la superestructura ideológica. La constitución
del sujeto es material en la medida en que se lleva a cabo median-
te rituales, y éstos materializan “las ideas del sujeto”. Lo que se
denomina subjetividad, entendida como la experiencia vivida e
imaginaria del sujeto, es en sí misma derivada de los rituales ma-
teriales por los que el sujeto es constituido.
No obstante, Butler asevera que Althusser fracasa al no
poder dar cuenta de un “remanente de interioridad” que no se
toca en la interpelación: el amor. El amor está más allá de la
interpelación porque es generado por una ley inmaterial (lo sim-
bólico) sobre y por encima de las leyes rituales que gobiernan las
diferencias prácticas de amor. El Otro que surge aquí es de orden
simbólico, y como tal se pierde, se introyecta, se convierte en la
condición inmaterial del sujeto, inaugura la repetición específica
de lo simbólico, la fantasía de un retroceso que nunca puede ser
completado. A medida que la introyección primaria es un acto de
amor, éste es reiterado, y por ende es ritual. Althusser supone un
apego pasional a la ley, pero el amor no está más allá de la inter-
pelación. La interpelación no tiene éxito, no por ser una forma
estructural de prohibición, sino por su inhabilidad para determi-
nar el campo constitutivo de lo humano. Si la conciencia es una
forma que toma el apego pasional a la existencia, entonces la
falla de la interpelación debe ser encontrada en el apego pasional
que le permite funcionar: en la identificación melancólica.
Formación melancólica del género
Finalmente, Butler lleva sus propuestas teóricas a un análisis so-
bre la formación del género, con el que reafirma sus puntos de
vista acerca de la incorporación melancólica de la norma. Sostie-
ne que en la cultura occidental existe una matriz heterosexual
que penetra en la construcción del género, que incluso se en-
cuentra en la explicación de Freud sobre el complejo de Edipo.
Esta matriz es una construcción exagerada y rígida de la relación
entre género y sexualidad en la cual las posiciones de “masculi-
no” y “femenino” son establecidas, en parte, por medio de prohi-
biciones que demandan la pérdida de ciertos apegos sexuales, y
que exigen además que esas pérdidas no sean declaradas ni sufri-
das. Esto implica que la heterosexualidad se adquiere, en cierto
grado, mediante prohibiciones que toman como uno de sus obje-
tos el apego homosexual, forzando con ello la pérdida de esos
325
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
apegos. Siguiendo la línea psicoanalítica, Butler explica que en la
formación del ego esta pérdida es conservada como una identifi-
cación rechazada, en la que los objetos homosexuales quedan
excluidos desde el principio. En esta identificación no hay reco-
nocimiento o discurso con el cual la pérdida pueda ser nombrada
o sufrida. La heterosexualidad se naturaliza a sí misma subrayan-
do la alteridad de la homosexualidad, y por tanto, la identidad
heterosexual se consigue por medio de una incorporación me-
lancólica del amor que rechaza. Es decir, se trata de una identi-
dad basada en el rechazo a declarar un apego, y por ende, el
rechazo a sufrir.
Más aún: cuando la prohibición contra la homosexualidad
es culturalmente penetrante, la pérdida es precipitada mediante
una prohibición que se repite, y ritualiza en toda la cultura: una
cultura de la melancolía de género en la que el logro hetero-
sexual es reforzado con el rechazo. Butler establece que en esta
concepción el género se entiende como aquello que permanece
inarticulado en la sexualidad, pues sólo de esta manera es posible
entender cómo el deseo homosexual deviene una fuente de cul-
pa. La melancolía está marcada por la experiencia de la autocon-
dena, en la que la culpa surge como la vuelta del apego homo-
sexual al ego. Si la pérdida se convierte en una escena renovada
de conflicto, y si la agresión que sigue a la aflicción no puede ser
articulada o externada, entonces rebota en el ego mismo, en la
forma de superego. En este sentido, la melancolía aparece como
el rechazo de la pena y como la incorporación de una pérdida.
Así, la prohibición de la homosexualidad anticipa el proceso de
la pena y estimula una identificación melancólica que vuelve el
deseo homosexual sobre sí mismo; es la acción de la autoconde-
na y la culpa. La homosexualidad no es abolida, sino conservada
en su prohibición.
Por lo tanto, según esta autora, es posible leer en la melan-
colía el funcionamiento del género, debido a que en ésta el mun-
do aparece como contingentemente organizado mediante ciertos
tipos de exclusión. Asegura que cualquier forma rígida de géne-
ro, sea heterosexual u homosexual, origina formas de melanco-
lía. Ello ocurre porque el género es representativo (performati-
ve), es decir, la actuación de género produce retrospectivamente
la ilusión de que hay un núcleo interior al género (el efecto de
una esencia o atribución verdadera o permanente); pero el géne-
ro se produce como una repetición ritualizada de convenciones
socialmente obligadas, y puede ser entendido como “la actua-
326 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto
ción” de una aflicción no resuelta. Butler apoya su argumento al
explicar que en el travestismo, la constitución “normal” del gé-
nero representado está compuesta por un juego de apegos recha-
zados; de identificaciones que constituyen el dominio de lo “no
representable”.
Consideraciones finales
El interminable “volver sobre sí mismo” y la incorporación me-
lancólica de la norma en la teoría de Butler sobre la formación
del sujeto, también aparece como parte constitutiva de su expli-
cación; constituye un esfuerzo de “re” presentar, a partir de figu-
ras del lenguaje, la diferenciación de los espacios “interno” y “ex-
terno”. Su trabajo es un ejemplo claro de ese “volver sobre sí
mismo” que imprime un carácter dinámico a las categorías socia-
les. Es necesario destacar que la sumisión del sujeto a un discurso
que tiene el poder de formarlo y regularlo por medio de la impo-
sición de categorías del lenguaje, no presupone una determina-
ción lingüística anterior al sujeto; recuérdese que el sujeto es una
estructura en formación. En este sentido, quizás habría que insis-
tir en la noción de iterabilidad, tanto de las categorías como del
sujeto.
En la teoría de la formación del sujeto hay individualidad,
pero en cada caso no es del todo particular; las categorías del
lenguaje con las que el sujeto se coloca en el mundo social están
dadas de antemano, pero son reformuladas y el sujeto reformula
su existencia por medio de las mismas. Además, la alteridad que
produce al ego mediante la incorporación melancólica de la nor-
ma, y que aparece en los actos de autocensura de la conciencia,
no permanece estable a través del tiempo. El otro, incorporado
por medio de la prohibición, incluye ideales y conceptos que for-
man parte de la reflexividad del sujeto.
En este sentido, Butler deja una puerta abierta para encon-
trar otras identificaciones melancólicas en la constitución de la
identidad, que no se restringen a la construcción del género, como
por ejemplo la identidad nacional, o bien, siguiendo la línea de la
autora respecto a las identificaciones melancólicas de género, aque-
llas asociadas con las representaciones de hogar y de trabajo. Tanto
el hogar como el trabajo se encuentran objetivados en el lengua-
je, y el hogar encuentra una posible referencia empírica en “la
casa”. Además, en el hogar y en el trabajo se reproducen las habi-
327
Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327
lidades y, por ende, la reflexividad de los sujetos; y el mundo
aparece, también, como organizado entre ambas esferas.
¿Qué formas de identificación melancólica yacen bajo la
construcción de ambas? ¿Cómo reproducen y representan los
sujetos esta dualidad? ¿Qué identificaciones melancólicas les son
subyacentes? ¿Es posible identificar señales de cambio a partir de
la representatividad (performativity) de los sujetos?
Considero que Butler reintroduce la importancia de la des-
cripción hermenéutica, y abre las puertas a un acercamiento me-
todológico que incluye la dimensión psíquica, por medio del fun-
cionamiento psíquico de la norma, como una forma de dilucidar
los funcionamientos del poder social.
328 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto

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La formación melancólica del sujeto según Judith Butler

  • 1. 313 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 5, 1999, 313-327. Judith Butler y la formación melancólica del sujeto Patricia Romano Universidad Autónoma de Chapingo Con este trabajo se busca recuperar los componentes centrales de la teoría de Judith Butler respecto a la formación del sujeto que aparece en The Psychic Life of Power.1 En esta teoría la autora considera y destaca la importancia de la dimensión psíquica del poder social en la formación del sujeto. La propuesta más sobre- saliente, sin duda, es la introducción y el análisis de esa dimen- sión por medio de la noción de identificación melancólica, y su argumentación en cuanto a que ésta es el fundamento en la deli- mitación de los espacios interno y externo. Esta propuesta puede ser considerada como un acercamiento teórico para entender el funcionamiento del poder social en la construcción de la identi- dad. Nuestro texto se organiza en cuatro secciones: Primero se expone la trayectoria de la autora y se ubica su obra; en segundo lugar se explican los argumentos más destacados en la teoría de la formación del sujeto, poniendo énfasis en el carácter de la in- corporación melancólica; después se detalla su relectura de Foucault y Althusser con relación a los efectos psíquicos del po- der y los efectos formativos de la prohibición, por considerarlos un apoyo para su argumentación sobre la incorporación melan- cólica; por último, se considera el alcance que esta autora atribu- ye a la identificación melancólica en la formación del género. 1 Judith Butler, The Psychic Life of Power: Theories in Subjection, Stanford, Calif., Stanford University Press, 1977.
  • 2. 314 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto Judith Butler fue profesora de humanidades en la Universi- dad Johns Hopkins. Actualmente es profesora de Literatura com- parada y retórica en la Universidad de California en Berkeley. La obra de Butler puede circunscribirse al campo de las teorías so- ciopsicológicas que abordan las diferencias de género desde una perspectiva fenomenológica. En este ámbito, ella se ha converti- do en una de las autoras más importantes; sus trabajos teóricos sobre poder, género, sexualidad e identidad, han sido amplia- mente difundidos y hoy día se encuentra encabezando las pro- puestas teóricas sobre homosexualidad (queer theory). Uno de los esfuerzos más importantes de esta autora radica en su intento por establecer los puentes entre la teoría del poder, fundamental- mente en términos de Foucault, y la teoría psicoanalítica. El libro más difundido de Butler es sin duda Gender Trouble,2 en el que plantea por primera vez sus ideas en torno a la representatividad del género. Siguiendo esta línea, más tarde publica Bodies that Matter,3 y finalmente, el libro que ahora se analiza. Butler cuenta por lo menos con otras cuatro publicaciones importantes, pero desde mi punto de vista las referidas establecen un continuo en sus concepciones acerca del poder, el género y la identidad. The Psychic Life of Power, al igual que sus otros trabajos, es un libro con un nivel de argumentación teórica elevado, tiene que ser leído detenidamente, una y otra vez, para aclarar concep- tos. No obstante, es también un libro que anima a la reflexión con propuestas que no necesariamente se circunscriben a la iden- tidad de género, sino que permite incorporar en la lectura la cons- titución de la identidad en sentido amplio. En este libro Butler combina teoría social, filosofía y psicoanálisis, y su trabajo puede ser considerado como una reflexión filosófica o como un trabajo netamente teórico; sin embargo, ella lleva sus ideas a situaciones concretas tales como la prostitución, la homosexualidad, el tra- vestismo, entre otras, para esclarecer sus puntos de vista. Con la intención de efectuar un análisis crítico de la suje- ción, Butler desarrolla la teoría sobre la formación del sujeto, que incluye el dominio psíquico y una explicación de los meca- nismos con los cuales el sujeto es formado en sumisión. Ella pre- tende demostrar la manera en que el poder social produce for- mas de reflexividad, al mismo tiempo que limita las formas de 2 Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Nueva York, Routledge, 1990. 3 Judith Butler, Bodies that Matter: On the Discursive limits of “Sex”, Nueva York, Routledge, 1993.
  • 3. 315 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 sociabilidad. En esta tarea la autora establece los puentes concep- tuales entre Hegel, Nietzsche, Freud, Foucault y Althusser, en lo que se refiere a la producción y regulación del sujeto. La autora identifica un paralelo entre la “inevitabilidad”4 del cuerpo en el pensamiento de Hegel, la del instinto en Freud, y de la voluntad en Nietzsche, y sugiere que los tres clásicos circunscriben un tipo de inversión dialéctica que se centra en la imposibilidad de una supresión reflexiva total o final de lo que podría llamarse “el cuerpo”. Además sostiene que Hegel asume tácitamente la suje- ción como un apego de autonegación, que en términos operati- vos es similar a la noción freudiana de inversión libidinal. Es de- cir, en Hegel los imperativos éticos autoimpuestos buscan instituir la negación o el sacrificio de la vida corporal, pero el cuerpo es al mismo tiempo conservado por esos imperativos, ya que no pue- de haber una negación total –equivaldría a la muerte–; el miedo a la muerte sería el origen de tales imperativos; por medio del sa- crificio corporal el sujeto se apega a su propio cuerpo. De la misma manera, en el pensamiento de Freud la libido no es com- pletamente negada por medio de la represión, sino que aquélla es conservada gracias a ésta. También, asegura que la preocupación de Foucault sobre las implicaciones de la sujeción (la formación simultánea y la regulación del sujeto) aparece, de alguna manera, en la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel, en particular, res- pecto a la explicación de Hegel sobre la liberación del esclavo en diferentes formas de autocondena ética, que buscan instituir la negación o el sacrificio corporales.5 Un aspecto sobresaliente en este trabajo es que el poder no se concibe como “internalizado” por un sujeto, sino que el sujeto es generado como un efecto ambivalente del poder, que se hace presente por medio de la operación de la conciencia. En este sentido, Butler desafía las propuestas de que el sujeto aparece como “domesticado” por adelantado, fatalmente ligado a las con- diciones del poder social que le son impuestas, o a aquellas en que los juicios políticos llevan a considerar la agencia del sujeto siempre en oposición al poder. En la teoría de la formación del sujeto de esta autora, los efectos del poder social aparecen como estructuras dinámicas y productivas que inician al sujeto, sostie- 4 La autora utiliza el término ineluctabilidad; su sinónimo parece más comprensi- ble. 5 Georg W. F. Hegel (1806), Phenomenology of Spirit, Oxford, Oxford University Press, 1977.
  • 4. 316 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto nen su agencia, y pueden oponerse y transformar las condiciones que las generan. Sobre la formación del sujeto El punto de partida de esta teoría es la noción de poder de Foucault, en la que el sujeto surge como un efecto ambivalente del poder: lo subordina y lo produce. En la teoría de Butler, el sujeto no sólo depende del poder para su existencia, sino que éste constituye la condición misma de su reflexividad –entendida como formación y funcionamiento de la conciencia–. Butler jus- tifica ampliamente el carácter tropológico de su análisis, es decir, se apoya en una figura del lenguaje o tropos de producción que “vuelve sobre sí misma”. Una forma de denominar tal figura es la conciencia. En el proceso de formación de la conciencia, el suje- to se inaugura mediante una sumisión primaria al poder, que con- siste en una dependencia sobre un discurso que inicia y sostiene su agencia. Para la autora, la formulación foucaultiana adquiere una valencia psicoanalítica en el momento que se considera que nin- gún sujeto surge sin un apego pasional hacia aquellos de quienes depende. El sujeto se forma en subordinación debido a la depen- dencia primaria del infante, y esa misma subordinación le pro- porciona la condición de posibilidad continuada de su existencia. Para que el sujeto surja, este apego tiene que establecerse y ser negado. El sujeto busca desentrañarse, adquirir el sentido del “Yo”, por medio de la negación de ese apego; su búsqueda marca la agencia de un deseo que apunta hacia su disolución, y el sujeto se coloca como barrera ante ese deseo. Este sujeto vuelto contra sí mismo aparece como la condición de su persistencia. En este sen- tido, el sujeto se construye en ambivalencia, pues al oponerse a la subordinación, reitera su sujeción, pero al mismo tiempo el suje- to se apropia de la sujeción; esta apropiación constituye el instru- mento de su devenir y de su agencia. En esta formulación Butler reconoce una paradoja tempo- ral que también se asocia con el sitio de donde emerge el sujeto. Ella asegura que ningún individuo deviene en sujeto sin haber sido sometido (experimentado subjetivación) en sentido foucaul- tiano, es decir, sin haber sido producido discursivamente. De tal manera que el sujeto surge como una consecuencia del lenguaje, y por ende debe ser designado como una categoría lingüística,
  • 5. 317 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 una posición, una estructura en formación, que es inaugurada por medio de una inversión en el horizonte del poder. Este hori- zonte aparece bajo dos modalidades temporales: el poder que es siempre anterior al sujeto, que está fuera y opera desde el princi- pio; y el poder que es el efecto deseado del sujeto. No existe transición alguna entre ambas modalidades, lo que ocurre es un encubrimiento en que el poder aparece como si perteneciera ex- clusivamente al sujeto; ello implica que las condiciones de poder asumen una forma presente y futura, en tanto la apariencia del poder cambia de la condición para la formación del sujeto, a los efectos deseados del sujeto. El poder asume este carácter presen- te gracias a la inversión de su dirección, que rompe con el poder anterior y se disimula como una agencia autoinaugurante. Pero para que las condiciones de poder persistan, tienen que ser reite- radas, y el sujeto es el sitio de esa reiteración. La reiteración del poder vuelve temporales las condiciones de subordinación, y muestra que éstas son estructuras temporalizadas, activas y pro- ductivas. El poder es rearticulado por el sujeto, hecho nuevamen- te, una y otra vez. Al igual que Foucault, Butler vincula la dimensión formati- va y productiva (es decir, proclama al sujeto y lo produce por medio de la subjetivación) del poder con los regímenes discipli- narios y reglamentarios. Sostiene que si la formación del sujeto se lleva a cabo de acuerdo con los requisitos del poder reglamen- tario, específicamente la incorporación de normas, el proceso por el cual éstas son incorporadas crea la distinción entre la vida inte- rior y la vida exterior, cuya frontera es instalada mediante la re- gulación misma del sujeto, pues el poder social crea modalidades de reflexividad, al mismo tiempo que limita las formas de socia- bilidad. No puede ser de otra manera, porque la producción del sujeto y la operación psíquica de la norma derivan de las condi- ciones de poder que le preceden: son la consecuencia de un ape- go pasional a la sujeción, de una subordinación primaria a un discurso, que lo convierten en un ser vulnerable por su deseo de continuidad, de existir. La sujeción explota este deseo, donde la existencia siempre es conferida desde algún otro lugar, y marca la vulnerabilidad hacia el Otro para poder existir. Para explicar el proceso de incorporación de la norma, Butler, siguiendo a Freud, distingue dos tipos de prohibiciones: la represión y la exclusión. La elaboración de la esfera interna del sujeto puede ser entendida como el efecto de una prohibición internalizada, re- presión, que hace volver “la pulsión” (anhelo o deseo) sobre sí
  • 6. 318 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto misma. Este retroceso se convierte en la condición de la forma- ción del sujeto y produce el hábito psíquico de autocondena, que se consolida con el tiempo como conciencia, siendo ésta el medio por el cual un sujeto deviene en objeto para sí mismo, reflejándo- se, estableciéndose como reflejado y reflexivo. La “vuelta” o “re- troceso” del deseo, que culmina en reflexividad, produce otro orden de deseo: el deseo por ese circuito, deseo por la reflexivi- dad, y en última instancia, por la sujeción. Pero Butler distingue otro tipo de prohibición que marca los límites de reflexión, es la exclusión. A diferencia de la represión, en la que el deseo pudo haber existido separado de su prohibición, la exclusión presupo- ne que el deseo es rigurosamente eliminado, constituyendo al sujeto mediante un tipo de pérdida anticipada: una melancolía constitutiva. La melancolía implica la doble negación de un apego, pues al mismo tiempo que es apartada, se la integra en la formación de la conciencia. Es una esfera de apego que no se produce explíci- tamente como un objeto de discurso, pero estructura las formas que cualquier apego puede asumir, porque no solamente sitúa objetos, sino que los regula y normaliza por medio de esa coloca- ción. Esto explica que en el psicoanálisis “el carácter del ego” aparezca como la sedimentación de objetos amados y perdidos, el remanente de una aflicción irresuelta. En principio, parecería que la aflicción se resuelve mediante una ruptura con el apego y la construcción de uno nuevo. Empero, no hay una ruptura final, sino más bien una incorporación de ese apego como identifica- ción, es decir, el objeto continúa recorriendo el ego como una de las identificaciones que lo constituyen. En ese sentido, la identifi- cación melancólica conserva al objeto como parte del ego, trans- firiendo su condición de externo a interno; en la internalización, la pérdida es parte del mecanismo de su rechazo. De acuerdo con esta propuesta, los funcionamientos del poder social pueden ser leídos en la delimitación del campo de los objetos que son exclui- dos, pues en tanto que exclusión, la sanción social funciona para producir ciertos tipos de objetos y para excluir otros del campo de la producción social. Más aún, la incorporación melancólica aparece en la utili- zación de las figuras del lenguaje empleadas para explicar la psi- que. Butler sostiene que en la explicación de la formación de la psique surge la figura de “la vuelta” como un tropo (figura del lenguaje) constitutivo del discurso psíquico, en el que la articula- ción del espacio psíquico, figurado como interno, depende de la
  • 7. 319 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 “vuelta” melancólica: “La vuelta del objeto al ego que produce el ego y sustituye al objeto” (Freud). Esa vuelta del objeto al ego es el movimiento que hace posible su distinción, es decir que la vuelta produce la división entre el ego y el objeto, los mundos interno y externo. Por tanto, la melancolía inicia una frontera variable en- tre lo psíquico y lo social, que distribuye y regula la esfera psíqui- ca con relación a las normas prevalecientes de regulación social. Entre Foucault y Althusser En su explicación sobre la manera en que el poder reglamentario produce y mantiene a los sujetos en subordinación, y explota su demanda por continuidad, visibilidad y lugar, destaca la lectura que Butler efectúa de Foucault y de Althusser. Con ambos auto- res subraya la importancia de la dimensión psíquica, así como los efectos formativos de la prohibición en la producción y regula- ción del sujeto, y reafirma la utilidad de la incorporación melan- cólica. Por una parte, muestra que el sujeto en el pensamiento foucaultiano no es lo mismo que el cuerpo del que surge, y hace énfasis en su carácter incompleto. El sujeto permanece como tal sólo por medio de la reiteración de sí mismo; una repetición (ite- rabilidad) en la que el sujeto busca coherencia en categorías so- ciales que son rearticuladas y resignificadas por él mismo. De acuerdo con su exposición, esta iterabilidad abre posibilidades para oponerse y transformar los términos sociales que lo gene- ran. Por otro lado, con la teoría de la interpelación ejemplifica los efectos psíquicos de la norma. A continuación se exponen los puntos más importantes en ambos casos. Es necesario recordar aquí que, de acuerdo con Butler, la noción de subjetivación en el pensamiento de Foucault se refiere a la producción discursiva de identidades, y que en ese sentido el término conlleva una paradoja, pues implica el devenir del sujeto y el proceso de sujeción. Butler explica que para Foucault, el proceso de subjetivación se lleva a cabo básicamente por medio del cuerpo, pero sostiene que la subjetivación no puede explicar- se sin dar cuenta de los efectos formativos o generativos de la restricción o prohibición. De hecho, indica que la formación del sujeto no puede ser pensada sin recurrir a un juego habilitante de restricciones que lo fundan. Siguiendo esta línea, Butler discute los alcances de la conocida frase foucaultiana “el alma, la prisión del cuerpo”. Desde su punto de vista, la resistencia que Foucault
  • 8. 320 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto atribuye a los discursos normalizadores debe atribuirse a la psi- que, que incluye el inconsciente. Según Butler, la explicación foucaultiana de que los discursos encarcelan al cuerpo en el alma, presupone reducir la noción de la psique a las operaciones de un marco externo e ideal normalizador; como si recibiera unilate- ralmente el efecto de lo simbólico, en el sentido lacaniano. No obstante, Butler anota que Foucault, por una parte, en Historia de la Sexualidad6 sugiere que hay una “interioridad” del cuerpo que existe antes de la invasión del poder. Pero por otra parte, en Vigilar y Castigar7 parece que la “interioridad”, el alma, es toma- da como un instrumento del poder, con la cual el cuerpo es for- mado y cultivado. En el segundo caso, Butler anota que Foucault aborda la formación del sujeto efectuada, en alguna medida, por medio de la subordinación del cuerpo y aun de su destrucción; el sujeto toma el lugar del cuerpo y actúa como el alma que enmar- ca y forma al cuerpo en cautiverio. Según la autora, el alma exte- rior puede ser entendida como la sublimación del cuerpo, y el cuerpo debe ser entendido como aquello que no sólo constituye al sujeto en su estado disociado y sublimado, sino que excede o resiste cualquier esfuerzo de sublimación. En cuanto a la resis- tencia, Butler recuerda que ésta aparece en el pensamiento de Foucault, por una parte, en el curso de la subjetivación que exce- de los objetivos normalizadores, y por otra, en la convergencia con otros regímenes discursivos. Sin embargo, allí la subjetiva- ción alcanza sus límites y su poder habilitante; esto es así porque el sujeto no está consolidado, siempre se encuentra en proceso de producción, es producido repetidamente. En esta repetición del sujeto, los términos que lo forman y lo enmarcan movilizan un discurso inverso en contra del régimen de normalización que los genera, y corren el riesgo de ser reformulados. Butler acota, em- pero, que los discursos no sólo constituyen el dominio de lo “de- cible”, sino que están ligados por medio de la producción a una exterioridad constitutiva: lo indecible, lo insignificable. Para explicar cómo se rompe la producción disciplinaria del sujeto, Butler recurre a Althusser y sostiene con él que el esfuerzo representativo (performative) de nombrar, sólo puede intentar conferir existencia a su destinatario, pues siempre existe la posibilidad de un desconocimiento; y subraya el uso althusse- 6 Michel Foucault, Historia de la sexualidad, volumen 1: La voluntad de saber, Madrid, Siglo XXI, 1987. 7 Michel Foucault, Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión, México, Siglo XXI, 1988.
  • 9. 321 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 riano de Lacan, quien se centra en la función de lo imaginario como la posibilidad permanente de desconocimiento, esto es, la inconmensurabilidad entre una demanda simbólica y la inestabi- lidad de su apropiación. Si el nombre interpelado busca lograr la identidad a la que se refiere, empieza como un proceso represen- tativo (performative) que, no obstante, es desviado en el imagina- rio. En esta línea, la autora continúa interrogando a Foucault, y advierte que aunque en Vigilar y Castigar Foucault presume la eficacia de la demanda simbólica, de su capacidad representativa (performative) para construir al sujeto que nombra, en la Histo- ria de la Sexualidad existen tanto un rechazo a “un solo lugar de sublevación”, así como una afirmación de las múltiples posibili- dades de resistencia habilitadas por el poder mismo. Butler mani- fiesta que a diferencia de Lacan, quien restringe la noción del poder social al dominio simbólico y delega la resistencia al imagi- nario, Foucault reelabora lo simbólico como relaciones de poder y entiende la resistencia como uno de sus efectos, pues la concep- ción de Foucault se desplaza desde un discurso jurídico hacia otro sobre el poder, que es el campo de las relaciones productivas, reglamentarias y contestatarias. En este sentido, para Foucault lo simbólico produce la po- sibilidad de sus propias subversiones como efectos no anticipa- dos de las interpelaciones simbólicas. Lo simbólico no sólo con- siste en la reiterada elaboración de normas o demandas interpelativas, pues el poder en el pensamiento de Foucault es formativo o productivo, maleable, múltiple, expansivo y conflic- tivo. Así, el discurso no constituye a un sujeto unilateralmente, o más bien sí lo hace; simultáneamente, también constituye la con- dición para su deconstitución. Aquello a lo que se confiere exis- tencia por medio de la demanda interpelativa, es mucho más que un “sujeto”, porque el “sujeto” no está fijo en un lugar, permane- ce como tal a través de la reiteración o rearticulación de sí mismo como sujeto, y esta dependencia en la repetición constituye su carácter siempre incompleto. Esta iterabilidad se convierte en el no-lugar de la subversión, la posibilidad de una repersonificación de la norma subjetivante que puede redirigir su normatividad. Para Foucault, entonces, el aparato disciplinario produce sujetos; pero como una consecuencia de esa producción, trae al discurso las condiciones para subvertirlo. Con Althusser, Butler se centra en la teoría de la interpela- ción que aparece en el ensayo “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, y advierte explícitamente que esta teoría es releída y
  • 10. 322 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto discutida en conjunto con las metáforas y los ejemplos que usa el autor.8 Desde su punto de vista, la teoría de la interpelación es una forma de explicar al sujeto como consecuencia del lenguaje y siempre dentro de sus términos. Sostiene que en el ejemplo de interpelación de Althusser, el acto de “voltear” del sujeto ante un llamado no parece estar determinado unilateralmente, o exhaus- tivamente, ni por la ley ni por el destinatario. El “voltear” puede ser entendido como un movimiento anticipado hacia la identidad por medio de la autoadscripción de la culpa, como una “vuelta en contra de sí mismo” que constituye el movimiento de la con- ciencia. La aceptación de los términos por los que uno es llamado se debe a que, anterior a cualquier posibilidad de entendimiento crítico, preexiste una apertura, o vulnerabilidad a la ley; una com- plicidad pasional sin la cual ningún sujeto puede existir. Según Butler la teoría de la interpelación puede situar la vulnerabilidad de la subjetivación en esa vuelta hacia y en contra de la ley, por- que presupone una doctrina no elaborada sobre la conciencia, una “vuelta sobre sí mismo”, que trae consigo la disposición de aceptar la culpa para adquirir una porción de identidad. La posi- bilidad de formación del sujeto depende de una búsqueda apasio- nada por el reconocimiento, que es inseparable de la culpa. Debe entenderse, entonces, que la autorrestricción es anterior al sujeto y se encuentra vinculada con la posibilidad del habla, pues la interpelación social está estructurada por el poder de nombrar, y el nombrar hace que los sujetos existan. El nombre aparece como la condición anterior y esencial a la formación del sujeto y mues- tra que hay una cierta disposición a ser subyugado por la interpe- lación, una disposición que sugiere que ya se encuentra implica- do en los términos de la autoridad, a los que subsecuentemente cede, o que ha cedido antes de voltear y que la vuelta es un signo de una sumisión inevitable. En esta sumisión el sujeto es estable- cido como un sujeto colocado en el lenguaje. Butler explica que el surgimiento de la conciencia (conoci- miento), según Althusser, se relaciona con el proceso de adquisi- ción de habilidades que tienen que ser aprendidas para luego ser reproducidas. La autora afirma que en el pensamiento althusse- riano las habilidades lingüísticas son fundamentales para la for- mación del sujeto, y constituyen las reglas y actividades observa- das. Las habilidades en general, pero las lingüísticas en particular, 8 Louis Althusser, “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Louis Althus- ser, La filosofía como arma de la revolución, México, Siglo XXI, 1986.
  • 11. 323 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 tienen que ser dominadas y dominables; su dominio aparece como un tipo de sumisión. Entre más sea dominada una práctica, ma- yor será la sumisión. De tal modo que sumisión y dominio se llevan a cabo simultáneamente. Por lo tanto, aquello anterior al sujeto que puede explicar su formación, es la reproducción de las habilidades sociales, la reproducción de la sujeción. Aquí la re- producción central es la del sujeto, y se lleva a cabo con relación al lenguaje y a la formación de la conciencia. Realizar tareas “cons- cientemente” significa realizarlas una y otra vez para reproducir esas habilidades, y al reproducirlas, adquirir dominio. Desde esa perspectiva, la autora insiste en que el dominio de un juego de habilidades debe ser interpretado como una abso- lución de uno mismo; este dominio lo defiende a uno contra una acusación; es la declaración de inocencia del acusado. Asegura que desde el pensamiento de Althusser, convertirse en un “suje- to” implica haber sido presumido culpable, entonces tratado y declarado inocente. Debido a que esta declaración es incesante- mente producida, convertirse en un “sujeto” significa estar en el proceso de absolverse uno mismo de la acusación de culpa. Pero como esta culpa condiciona al sujeto, constituye la prehistoria de la sujeción a la ley por la cual el sujeto es producido. La actua- ción (performance) del sujeto no está simplemente en concor- dancia con la reproducción de las habilidades sociales, porque no existe sujeto anterior a su realización; realizar tareas laboriosa- mente introduce al sujeto a su condición como ser social. Hay culpa y entonces se realiza una práctica repetitiva por medio de la cual se adquieren las habilidades, y sólo entonces se adquiere el lugar gramatical dentro de lo social como sujeto. Dominar un juego de habilidades significa reproducirlas en y como una activi- dad propia. Esto implica incluir reglas en el curso de acción, y reproducir esas reglas en rituales personificados de acción. La dimensión psíquica es inseparable de la repetición ritual de los actos, pues la noción misma de ritual implica traducir creen- cia y práctica como inseparables. Pero inherente a cualquier ac- tuación existe una compulsión de “absolverse uno mismo”, y entonces, anterior a cualquier actuación, preexiste una ansiedad y un conocimiento que deviene articulado y animado sólo sobre la ocasión de la reprimenda. Con esta explicación Butler reitera la importancia que Al- thusser atribuye a la dimensión psíquica, y afirma que la contri- bución distintiva de este autor es la de socavar el dualismo onto- lógico presupuesto por la distinción marxista convencional, entre
  • 12. 324 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto la base material y la superestructura ideológica. La constitución del sujeto es material en la medida en que se lleva a cabo median- te rituales, y éstos materializan “las ideas del sujeto”. Lo que se denomina subjetividad, entendida como la experiencia vivida e imaginaria del sujeto, es en sí misma derivada de los rituales ma- teriales por los que el sujeto es constituido. No obstante, Butler asevera que Althusser fracasa al no poder dar cuenta de un “remanente de interioridad” que no se toca en la interpelación: el amor. El amor está más allá de la interpelación porque es generado por una ley inmaterial (lo sim- bólico) sobre y por encima de las leyes rituales que gobiernan las diferencias prácticas de amor. El Otro que surge aquí es de orden simbólico, y como tal se pierde, se introyecta, se convierte en la condición inmaterial del sujeto, inaugura la repetición específica de lo simbólico, la fantasía de un retroceso que nunca puede ser completado. A medida que la introyección primaria es un acto de amor, éste es reiterado, y por ende es ritual. Althusser supone un apego pasional a la ley, pero el amor no está más allá de la inter- pelación. La interpelación no tiene éxito, no por ser una forma estructural de prohibición, sino por su inhabilidad para determi- nar el campo constitutivo de lo humano. Si la conciencia es una forma que toma el apego pasional a la existencia, entonces la falla de la interpelación debe ser encontrada en el apego pasional que le permite funcionar: en la identificación melancólica. Formación melancólica del género Finalmente, Butler lleva sus propuestas teóricas a un análisis so- bre la formación del género, con el que reafirma sus puntos de vista acerca de la incorporación melancólica de la norma. Sostie- ne que en la cultura occidental existe una matriz heterosexual que penetra en la construcción del género, que incluso se en- cuentra en la explicación de Freud sobre el complejo de Edipo. Esta matriz es una construcción exagerada y rígida de la relación entre género y sexualidad en la cual las posiciones de “masculi- no” y “femenino” son establecidas, en parte, por medio de prohi- biciones que demandan la pérdida de ciertos apegos sexuales, y que exigen además que esas pérdidas no sean declaradas ni sufri- das. Esto implica que la heterosexualidad se adquiere, en cierto grado, mediante prohibiciones que toman como uno de sus obje- tos el apego homosexual, forzando con ello la pérdida de esos
  • 13. 325 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 apegos. Siguiendo la línea psicoanalítica, Butler explica que en la formación del ego esta pérdida es conservada como una identifi- cación rechazada, en la que los objetos homosexuales quedan excluidos desde el principio. En esta identificación no hay reco- nocimiento o discurso con el cual la pérdida pueda ser nombrada o sufrida. La heterosexualidad se naturaliza a sí misma subrayan- do la alteridad de la homosexualidad, y por tanto, la identidad heterosexual se consigue por medio de una incorporación me- lancólica del amor que rechaza. Es decir, se trata de una identi- dad basada en el rechazo a declarar un apego, y por ende, el rechazo a sufrir. Más aún: cuando la prohibición contra la homosexualidad es culturalmente penetrante, la pérdida es precipitada mediante una prohibición que se repite, y ritualiza en toda la cultura: una cultura de la melancolía de género en la que el logro hetero- sexual es reforzado con el rechazo. Butler establece que en esta concepción el género se entiende como aquello que permanece inarticulado en la sexualidad, pues sólo de esta manera es posible entender cómo el deseo homosexual deviene una fuente de cul- pa. La melancolía está marcada por la experiencia de la autocon- dena, en la que la culpa surge como la vuelta del apego homo- sexual al ego. Si la pérdida se convierte en una escena renovada de conflicto, y si la agresión que sigue a la aflicción no puede ser articulada o externada, entonces rebota en el ego mismo, en la forma de superego. En este sentido, la melancolía aparece como el rechazo de la pena y como la incorporación de una pérdida. Así, la prohibición de la homosexualidad anticipa el proceso de la pena y estimula una identificación melancólica que vuelve el deseo homosexual sobre sí mismo; es la acción de la autoconde- na y la culpa. La homosexualidad no es abolida, sino conservada en su prohibición. Por lo tanto, según esta autora, es posible leer en la melan- colía el funcionamiento del género, debido a que en ésta el mun- do aparece como contingentemente organizado mediante ciertos tipos de exclusión. Asegura que cualquier forma rígida de géne- ro, sea heterosexual u homosexual, origina formas de melanco- lía. Ello ocurre porque el género es representativo (performati- ve), es decir, la actuación de género produce retrospectivamente la ilusión de que hay un núcleo interior al género (el efecto de una esencia o atribución verdadera o permanente); pero el géne- ro se produce como una repetición ritualizada de convenciones socialmente obligadas, y puede ser entendido como “la actua-
  • 14. 326 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto ción” de una aflicción no resuelta. Butler apoya su argumento al explicar que en el travestismo, la constitución “normal” del gé- nero representado está compuesta por un juego de apegos recha- zados; de identificaciones que constituyen el dominio de lo “no representable”. Consideraciones finales El interminable “volver sobre sí mismo” y la incorporación me- lancólica de la norma en la teoría de Butler sobre la formación del sujeto, también aparece como parte constitutiva de su expli- cación; constituye un esfuerzo de “re” presentar, a partir de figu- ras del lenguaje, la diferenciación de los espacios “interno” y “ex- terno”. Su trabajo es un ejemplo claro de ese “volver sobre sí mismo” que imprime un carácter dinámico a las categorías socia- les. Es necesario destacar que la sumisión del sujeto a un discurso que tiene el poder de formarlo y regularlo por medio de la impo- sición de categorías del lenguaje, no presupone una determina- ción lingüística anterior al sujeto; recuérdese que el sujeto es una estructura en formación. En este sentido, quizás habría que insis- tir en la noción de iterabilidad, tanto de las categorías como del sujeto. En la teoría de la formación del sujeto hay individualidad, pero en cada caso no es del todo particular; las categorías del lenguaje con las que el sujeto se coloca en el mundo social están dadas de antemano, pero son reformuladas y el sujeto reformula su existencia por medio de las mismas. Además, la alteridad que produce al ego mediante la incorporación melancólica de la nor- ma, y que aparece en los actos de autocensura de la conciencia, no permanece estable a través del tiempo. El otro, incorporado por medio de la prohibición, incluye ideales y conceptos que for- man parte de la reflexividad del sujeto. En este sentido, Butler deja una puerta abierta para encon- trar otras identificaciones melancólicas en la constitución de la identidad, que no se restringen a la construcción del género, como por ejemplo la identidad nacional, o bien, siguiendo la línea de la autora respecto a las identificaciones melancólicas de género, aque- llas asociadas con las representaciones de hogar y de trabajo. Tanto el hogar como el trabajo se encuentran objetivados en el lengua- je, y el hogar encuentra una posible referencia empírica en “la casa”. Además, en el hogar y en el trabajo se reproducen las habi-
  • 15. 327 Economía, Sociedad y Territorio, vol. II, núm. 6, 1999, 313-327 lidades y, por ende, la reflexividad de los sujetos; y el mundo aparece, también, como organizado entre ambas esferas. ¿Qué formas de identificación melancólica yacen bajo la construcción de ambas? ¿Cómo reproducen y representan los sujetos esta dualidad? ¿Qué identificaciones melancólicas les son subyacentes? ¿Es posible identificar señales de cambio a partir de la representatividad (performativity) de los sujetos? Considero que Butler reintroduce la importancia de la des- cripción hermenéutica, y abre las puertas a un acercamiento me- todológico que incluye la dimensión psíquica, por medio del fun- cionamiento psíquico de la norma, como una forma de dilucidar los funcionamientos del poder social.
  • 16. 328 Romano, P.: Judith Butler y la formación melancólica del sujeto