Crítica literaria a través del pensamiento de Carl Gustav Jung
1. Crítica literaria a través del pensamiento de
Carl Gustav Jung
Fátima Huertas Yuste
Lda. en Filología Inglesa y
Filología Francesa
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2. Fátima Huertas Yuste
CRÍTICA LITERARIA A TRAVÉS DEL PENSAMIENTO DE
CARL GUSTAV JUNG
La propuesta del siguiente comentario crítico versará sobre la influencia
del pensamiento del médico suizo Carl Gustav Jung en el campo de la crítica
literaria. El nacimiento del Psicoanálisis con Sigmund Freud también supuso el
nacimiento de nuevas vertientes en la interpretación de textos literarios.
Muchas novelas de principios del siglo XX rompieron con el relato cronológico
y de narrador omnisciente casi siempre de los estilos realista y naturalista
desarrollados sobre todo en Francia –Balzac, Flaubert, Stendhal, Zola- y en
España –Galdós, Clarín-. Occidente se embarcaba en el Capitalismo; los
intereses económicos y la dinámica de la compra-venta incrementaba
progresivamente el valor funcional de los objetos del mercado. De ahí que
nuevos autores como Joyce, Woolf o Proust potenciasen el relato de
introspección hacia las zonas más oscuras y ambiguas del ser humano. Era, por
qué no, una reacción implícita frente a los excesos del Positivismo del siglo XIX,
y el reflejo de una complejidad psicológica propia del hombre que era imposible
reducir en leyes de una mera lógica formal.
Por eso, a raíz de los estudios de Freud, toda una nueva vertiente de
crítica literaria comienza a desarrollarse. Novelas como A la recherche du temps
perdu de Proust comenzaron a interpretarse según el Psicoanálisis textual o
textanalyse. En Francia destacarán los trabajos de Charles Baudouin y de Charles
Mauron en el campo de la psicocrítica, y más tarde, a partir de la teoría de
Jacques Lacan, los de la crítica de orientación lacaniana, que sigue en sintonía
con las primeras interpretaciones literarias influenciadas por el Psicoanálisis de
Freud.
El pensamiento de Jung, al principio influenciado sobremanera por
Freud, lo que le convierte en embajador del psicoanálisis en Suiza, pero más
tarde en ruptura con él, también deja huella en la crítica literaria. Ésta va a tener
en cuenta conceptos como el proceso de individuación, la función trascendente, los
arquetipos de la sombra, el animus y el anima, el Sí-mismo y el inconsciente colectivo
para analizar obras de la literatura contemporánea. En este comentario primero
comentaremos estas nociones, y después propondremos un análisis literario
basado en la perspectiva jungiana. Vamos a tomar como ejemplos dos novelas
de Hermann Hesse –Siddhartha (1922) y El lobo estepario (1927)- donde se hacen
explícitos algunos de los presupuestos claves de Jung.
Fátima Huertas Yuste
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3. En primer lugar, la noción de proceso de individuación, bastante tardía
por ir forjándose a lo largo de años de observaciones a pacientes y de estudio de
obras religiosas, filosóficas y literarias, viene a significar el destino personal que
conduce al ser humano hacia la máxima singularidad, ya que le permite ser
individuo indiviso. Se trata de un proceso de singularización psicológica que
conlleva dolor y dificultad según las disposiciones psíquicas del individuo y su
entorno sociocultural. La superación de las divisiones o contradicciones en que
se debate la psique a lo largo de la vida dará lugar a la armonía interior gracias
a la cual uno llega a ser radicalmente diferente a los demás porque ha llegado a
ser en la mayor medida uno mismo.
Para que el citado proceso vaya realizándose, es necesario que haya un
diálogo entre la consciencia y el inconsciente. Jung afirma que la condición que
hace posible esa comunicación es la llamada función trascendente. Con esta
denominación se refiere a la actividad que hace posible la interacción de los dos
niveles de la vida psíquica. Viene a ser una función psíquica que podrá operar
sólo si el individuo es consciente de que su ejercicio es necesario para avanzar
en el proceso de individuación. Aunque sus efectos se manifiesten por ejemplo
en los sueños, es vital tener presente la interacción, ya que lo inconsciente según
el autor nunca será controlable del todo, y lo consciente nunca será totalmente
autónomo.
Pero además, esos contenidos psíquicos de la esfera del inconsciente, en
el caso de que lleguen a la consciencia, pueden despertar en muchos casos el
rechazo del individuo por enfrentarse a sus propios valores y a la idea que de sí
mismo se ha forjado. Para Jung el inconsciente es el sustrato profundo de la
consciencia, y su noción recuerda en cierto modo a la freudiana –el inconsciente
como conjunto de todo lo reprimido y negado-. Lo rechazado emerge del
interior, aunque estas emergencias pueden estar provocadas por vivencias
experimentadas por el sujeto. Es entonces cuando aparece la noción de los
arquetipos, definidos como las disposiciones psíquicas innatas en todo ser
humano que organizan ciertas imágenes, las cuales simbolizan contenidos
específicos del inconsciente, de manera que lo que el individuo percibe en los
sueños, en las alucinaciones, y lo que algunos plasman en las creaciones
artísticas no son los arquetipos mismos, sino imágenes arquetípicas.
El primer arquetipo es la sombra, que significa la existencia de una parte
de nosotros mismos que no está presente en la consciencia porque su nivel de
humanidad o dignidad es inferior a lo que nos resulta aceptable, y por eso se
tiende a no reconocer esa parte como nuestra. En la medida en que tiene que
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4. ver con lo inconsciente, con lo pulsional, despierta el rechazo –“ese no soy yo”-,
lo que por otra parte predispone a convertirla en diana de nuestras
proyecciones, es decir, que se tiende a proyectar fuera de uno mismo, viéndolos
como ajenos, rasgos de la propia personalidad. La sombra representa así el
lugar donde se manifiestan nuestros aspectos más negativos.
El segundo y tercer arquetipos son el anima y el animus. El anima
representa el componente femenino de la psique viril, y el animus el
componente masculino de la psique de la mujer. Ambos arquetipos son
denominados con el término griego syzygia, pareja. La convicción de Jung sobre
la radical bisexualidad de los seres humanos tiene que ver sobre todo con su
psiquismo y con las capacidades psicoafectivas. Ciertas características psíquicas
que tradicionalmente se atribuyen a la mujer –sensibilidad, intuición, ternura-
estarían también presentes en el varón, aun cuando en segundo plano. Del
mismo modo, rasgos psicológicos más típicamente viriles –racionalidad,
tenacidad- formarían parte de la psique femenina. Su reconocimiento e
integración producen un enriquecimiento personal que forma parte
indispensable del proceso de individuación.
El descubrimiento de la actividad de las imágenes arquetípicas,
entendido como reconocimiento de algo que ya existía, pero que permanecía
oculto, es básico para que se potencie la interacción entre el “yo” que se cree ser
y el “yo” profundo. El proceso de individuación, a medida que progresa el
desvelamiento de que junto al yo consciente existe algo más rico y
problemático, motor de todas las actividades, permitirá avanzar hacia el
desvelamiento del Sí-mismo, de ese estrato más profundo que el yo, más
originario y englobador que procurará la armonía del sujeto en la medida en
que no sufra las divisiones o contradicciones de su mundo psíquico. Es una
especie de vertido del inconsciente sobre la consciencia para equilibrar la
dinámica psíquica del sujeto.
En último lugar, lo que Jung entiende por inconsciente colectivo, noción
que supuso una piedra de escándalo para Freud y sus seguidores, es la
existencia de unas disposiciones psíquicas propias de todo ser humano, con las
que un recién nacido llega al mundo. Jung no se limita a indagar en las
vivencias subjetivas de sus pacientes, sino que se remite también a un
inconsciente histórico. A esas referencias históricas que ponen de manifiesto
que, en el dominio de lo psicológico, la “mentalidad mágica” propia de las
culturas “primitivas” y las potencialidades creativas de la psique, han sido en
cierto modo amputadas por una civilización occidental que ha hecho de la
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5. racionalidad un valor máximo. Jung critica en efecto los abusos de una
inteligencia científica y positivista que impone el estudio unilateral y dogmático
de la realidad. Pero hace crítica constructiva al manifestar que, sin rechazar los
logros de esa inteligencia científica, hay que recuperar otros conocimientos,
como el de la existencia de un mundo psíquico en interacción con el físico. De
ahí que defienda los presupuestos de la Naturphilosophie del periodo romántico
iniciada por Schelling. La necesidad de replantear la humanidad de los
orígenes, intuida como experiencia de la existencia de un mundo psíquico y de
un mundo físico complementarios. De ahí también que hable de la “mentalidad
mágica” de los pueblos “primitivos” para referirse a esa interacción.
En resumen, el inconsciente colectivo da cuenta de unos rasgos comunes
psíquicos perceptibles como existentes en todos los sujetos, de la misma manera
que hay unos rasgos comunes físicos y fisiológicos. Y de cómo esos rasgos
psíquicos pueden reconocerse o aislarse a lo largo de la evolución histórica.
Terminamos este comentario con la siguiente propuesta de
interpretación literaria: en El lobo estepario se observa una clara dualidad de
fuerzas en lucha y crisis en la personalidad del protagonista, Harry Haller, que
se llama a sí mismo “lobo estepario”. El narrador nos presenta a un individuo
en el que se contradicen dos naturalezas, una humana y otra lobuna. Hay una
lucha de contrarios ciertamente violenta en su interior psicológico, como se ve
en esta cita:
Ahora bien, a nuestro lobo estepario le ocurría, como a todos los
seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente
unas veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo,
el hombre en su interior estaba siempre en acecho, observando,
enjuiciando y criticando, y en las épocas en que era hombre, hacía el
lobo otro tanto. Por ejemplo, cuando Harry en su calidad de hombre
tenía un bello pensamiento, o experimentaba una sensación noble y
delicada, o ejecutaba una de las llamadas buenas acciones, entonces el
lobo que llevaba dentro enseñaba los dientes, se reía y le mostraba con
sangriento sarcasmo cuán ridícula le resultaba toda esta distinguida
farsa a un lobo de la estepa, a un lobo que en su corazón tenía
perfecta conciencia de lo que le estaba bien, que era trotar solitario
por las estepas, beber a ratos sangre o cazar una loba, y desde el
punto de vista del lobo toda acción humana tenía entonces que
resultar horriblemente cómica y absurda, estúpida y vana. Pero
exactamente
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lo mismo ocurría cuando Harry se sentía lobo y obraba como al,
cuando le enseñaba los dientes a los demás, cuando respiraba un odio
terrible hacia todos los hombres y sus maneras y costumbres
mentidas y desnaturalizadas. Entonces era cuando se ponía en acecho
en él precisamente la parte de hombre que llevaba, lo llamaba animal
y bestia, y le echaba a perder y le corrompía toda la satisfacción en su
esencia de lobo, simple, salvaje y llena de salud.1
El arquetipo de la sombra es simbolizado por la proyección psicológica
del lobo en Harry Haller. Todo rasgo pasional y animal está recogido en esa
imagen, que es violentamente censurada por ese supuesto yo que Harry Haller
cree ser o la misma sociedad le hace creer ser de forma implícita. En la siguiente
cita se podría ver la influencia de los condicionantes externos sobre la dinámica
psicológica del protagonista. Una de las causas de su dramática controversia,
un factor que dificulta el proceso de individuación y que pretende acallar el
inconsciente colectivo.
No dejaría de ser posible, por ejemplo, que este hombre, en su niñez,
hubiera sido acaso fiero e indómito y desordenado, que sus educadores
hubiesen tratado de matar en él a la bestia y precisamente por eso
hubieran hecho arraigar en su imaginación la idea de que, en efecto,
era realmente una bestia,…2
La desesperación de Harry Haller va aumentando hasta el punto de
plantearse el suicidio. Pero la aparición de Armanda va a suponer para él el
reconocimiento de su mundo quebrado, y el inicio de su proceso de
individuación. Armanda simboliza la función trascendente, lo que hace propicio
el descubrimiento de la actividad del inconsciente, y el esfuerzo conciliador de
las fuerzas antagonistas. A partir de aquí, la novela presenta los pasos que inicia
Haller hacia la intuición de su Sí-mismo. El final de la narración marca la
continuidad de seguir sufriendo para superar el problema de la dualidad.
Por otra parte, en Siddhartha, el tema central de la novela es similar al de
El lobo estepario, aunque con otro tratamiento y otro entorno social –la India en
tiempos de Buda (entre los siglos V y VI a. de C.), y la Alemania de la posguerra
1. Hermann Hesse, El lobo estepario, Alianza Editorial, 2002. Pág. 50.
2. Ibidem, Págs. 49-50.
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7. de la Gran Guerra respectivamente-. Lo que destaca en Siddhartha es
precisamente el camino de búsqueda del Sí-mismo a través de estadios
diferentes: el joven Siddhartha primero se marcha a vivir con los ascetas en los
bosques para desasirse de él mismo, después reconoce que no puede negarse
aspectos de la vida ordinaria y se marcha a la ciudad, a vivir como hombre
urbano, descubre el amor femenino y se hace rico, disfruta de todo tipo de
placeres, y vuelve a encontrarse en tensión, en una tensión inversa a la de su
juventud ascética. Así decide vivir a la merced de la vida al lado de un río como
barquero. Si es verdad que esta vez no aparecen imágenes arquetípicas como en
la novela anterior, sí que se pueden juzgar esos estados de la vida del
protagonista como pasos graduales en su proceso de individuación. Y en este caso,
la novela sí ofrece al final el resultado de ese largo y a veces penoso proceso: la
vida sencilla al lado del río propicia que Siddhartha, gracias a la conciliación de
sus divisiones pasadas pero presentes en su dinámica psicológica, logre llegar a
su Sí-mismo. La siguiente cita nos sirve para ilustrar esta conclusión:
… vio todos estos rostros y figuras anudados en mil relaciones
recíprocas, ayudándose unos a otros, amándose, odiándose,
destruyéndose, volviendo a procrearse; cada cual empeñado en querer
morir, cada cual dando un testimonio apasionado y doloroso de su
caducidad; pero ninguno moría, todos se transformaban solamente,
renacían sin cesar e iban adquiriendo siempre un rostro nuevo, sin
que entre los sucesivos rostros viniera a interponerse un resquicio de
tiempo; y todos estos rostros y figuras yacían, fluían, se multiplicaba,
flotaban aisladamente y volvían a confluir; y sobre todos ellos se
cernía algo muy sutil, impalpable y, sin embargo, existente, algo así
como una tenue capa de cristal o de hielo, como una piel
transparente, una corteza, un molde o una máscara de agua; y esta
máscara le sonreía y era el rostro sonriente de Siddhartha que él,
Govinda, estaba rozando con sus labios en aquel mismo momento. Y
esta sonrisa de la máscara, según le pareció a Govinda, esta sonrisa
de la unidad sobre el fluir de las formas, esta sonrisa de la
simultaneidad sobre los millares de nacimientos y de muertes, esta
sonrisa de Siddhartha era exactamente la misma sonrisa de Gotaza
Buda: perenne, tranquila, fina, impenetrable, quizá bondadosa,
burlona acaso, sabia, múltiple; la misma sonrisa que él había
contemplado centenares de veces con profundo respeto. Así –y esto
Govinda lo sabía-, así sonríen los seres perfectos.1
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1.Hermann Hesse, Siddhartha, ed. de Bolsillo, Barcelona, 2003. Págs. 209-210.
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8. Para concluir decir que la obra literaria de Hermann Hesse permite este
tipo de interpretaciones debido a su peculiar simbolismo. De hecho, Narciso y
Goldmundo (1930) y El juego de abalorios (1943) son cada vez más cercanas a las
orientaciones del psicoanálisis de Jung, con el que compartía sus convicciones.
BIBLIOGRAFÍA
HESSE, Hermann (2002) El lobo estepario, Editorial Alianza, Madrid.
(2003) Siddhartha, Ediciones de Bolsillo, Barcelona.
JIMÉNEZ MORENO, Luis (1997) Jung, Colección Filósofos y Textos, ediciones del
Orto, Madrid.
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