CLACSO acaba de lanzar una nueva publicación periódica. Se trata de MEGAFÓN. La batalla de las ideas, una contribución al debate amplio y plural sobre la coyuntura latinoamericana y los asuntos más relevantes de la agenda global. MEGAFÓN tendrá una periodicidad quincenal. El primer número está dedicado al análisis de las perspectivas políticas que se abren en Bolivia después del plebiscito.
1. MEGAFÓN
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Conselho Latino-americano de Ciências Sociais
En primer lugar, no existe polarización en la sociedad y la
imagen de “país dividido” es una figura retórica sin sustento. La
polarización ideológica se manifestó en el discurso de los actores
políticos que evitaron la deliberación argumentativa y optaron
por la descalificación del adversario. Las fuerzas opositoras es-
grimieron, de manera efímera, la consigna de “campaña ciuda-
dana” pero más temprano que tarde ingresaron al ruedo porque
ese campo disperso y fragmentado (“la oposición”) se convirtió
en una arena de disputa cuando los sondeos preliminares mos-
traron la supremacía del NO en la opinión pública urbana. La
competencia por abanderar el rechazo a Evo Morales definió su
comportamiento bajo el predominio de una radicalización dis-
cursiva. Esta tendencia se exacerbó en las redes sociales virtuales
debido al contenido de los mensajes cuya viralización fue mayor
mientras más denigrantes eran las palabras y las imágenes –so-
bre todo en los memes– dirigidas contra la figura presidencial.
Las campañas por el NO fueron más vigorosas en este ámbito y
se confundieron con el accionar de usuarios –algunos ficticios–
que elaboraron y difundieron un conjunto de prejuicios que des-
plazaron el tema de la consulta a denuncias sobre supuesta co-
rrupción gubernamental e inclusive, como tituló un sitio web:
“escándalo sexual”. Por primera vez, la agenda mediática fue
definida por Facebook y Twitter y los medios convencionales
se convirtieron en cajas de resonancia: inclusive en el día
de la votación, puesto que no existen restricciones al uso de
redes sociales. La polarización fue incentivada por algunos
promotores del NO en ese circuito comunicacional: redes so-
ciales virtuales, radios, canales televisivos y periódicos (en
un par de casos publicaron al filo del plazo una “encuesta
flash” de dudosa calidad que otorgaban al NO una amplia
victoria). Por su parte, el MAS impulsó una ficticia polari-
zación de carácter convencional porque enfocó su discur-
so en la intromisión norteamericana, el retorno del neoli-
beralismo y los partidos tradicionales, la guerra sucia de la
derecha y otros términos usuales. Esta estrategia pretendió
provocar un escenario de polarización política –favorable a
Evo Morales en el pasado– sin advertir que en esta contienda
no existía un adversario definido y que el votante no debía
elegir entre Evo y un oponente sino entre la posibilidad –o
no– de su permanencia en el poder por una década más. Una
curiosa figura: Evo versus Evo.
Sin embargo, el domingo fue un día normal, menos inten-
so que en jornadas de antaño, porque en la mayoría de los recin-
tos electorales no había emblemas ni vestimentas de color verde
–SI– ni de color rojo –NO–, y las reyertas entre contendientes
fue anecdótica. Entonces, la polarización fue escenificada en los
mass media y los smartphones e incentivada por los actores polí-
ticos, sin embargo no se encarnó en la población. Una población
que, en varias oportunidades, ha demostrado su autonomía de
acción en el ejercicio de su ciudadanía política. Esto es, una im-
portante porción del electorado no es cautivo de interpelaciones
REFERENDO CONSTITUCIONAL EN BOLIVIA:
NI POLARIZACIÓN NI DIVISIÓN
Fernando Mayorga*
NÚMERO1/1|FEBRERODE2016
* Profesor e investigador de la Universidad Mayor de San Simón, Bolivia.
Coordinador del Grupo de Trabajo de CLACSO “Ciudadanía, organizaciones
populares y representación política”.
El resultado del referendo que se realizó el pasado 21 de fe-
brero en torno a la reforma del Art. 168 de la Constitución
Política del Estado boliviano muestra un cuadro de perdedores
y ganadores relativos.
Las cadenas de televisión y los diarios convencionales
difundieron resultados obtenidos mediante “encuestas en boca
de urna” o “conteo rápido”. Resultados extraoficiales que da-
ban la ventaja al NO con una diferencia de 5% en un caso y 2%
en otro. Mientras los analistas mediáticos explicaban razones
y efectos de la votación apoyados en un generador de caracte-
res que reiteraba: “virtual victoria del NO”; los seguidores de
alcaldes y gobernadores opositores festejaban el triunfo en las
calles de algunas ciudades advirtiendo que los datos reales de-
bían, simplemente, confirmar lo que, todavía, era una sospecha
sujeta al margen de error y al recuento oficial. Los jefes de par-
tidos opositores con representación parlamentaria fueron más
severos y llamaron a “denunciar fraude” si las cifras finales del
recuento oficial no concordaban con los guarismos de las em-
presas encuestadoras.
El oficialismo, a través del vicepresidente Álvaro García
Linera, esgrimió el criterio de “empate técnico”. A pesar de que
utilizó un término equívoco –mencionó la posibilidad de una
“drástica modificación”– insistió en el carácter del referendo:
un voto define el resultado. La postura del MAS no era pesimis-
ta por disimulo, puesto que más del 10% de los recintos elec-
torales están en zonas rurales lejanas que no acceden al envío
de actas fotografiadas por carencias técnicas. Y es necesario
recordar que el comportamiento electoral en esas comunidades
otorgó al MAS una votación promedio de 75% en las elecciones
presidenciales de 2005, 2009 y 2014. A eso se sumaba el voto
en el exterior que, no obstante a que el ausentismo fue elevado,
podía incrementar la opción por el SI habida cuenta del apoyo
al MAS, sobre todo en Argentina que tiene el mayor número
de inscritos. Por esas razones el recuento electoral estaba bajo
la sombra de Alfred Hitchcock o, en clave de cultura andina,
podría dilucidarse leyendo hojas de coca. Entonces, lo aconse-
jable era esperar que el recuento oficial de votos transcurra sin
presiones y desdramatizar el escenario político porque el com-
portamiento electoral de la ciudadanía muestra que la modera-
ción y el equilibrio son los patrones dominantes de su conducta
política y que, al margen del desenlace de esta coyuntura, no
existen ganadores ni perdedores absolutos. Y ese es el punto de
partida de un balance cauto del proceso del referendo constitu-
cional realizado el 21 de febrero.
La batalla
de las ideas
N* 1/1 | Febrero 2016
2. ConsejoLatinoamericanodeCienciasSociales|CLACSO
partidistas y lo demostró en repetidas ocasiones, como en los
comicios subnacionales de marzo de 2015 –cinco meses después
de otorgar mayoría absoluta a Evo Morales– optó por elegir a
alcaldes y gobernadores opositores en las ciudades y regiones
más importantes del país.
Esta evaluación conduce a cuestionar la idea de “so-
ciedad dividida” como expresión de la polarización política
entre oficialismo y oposición. La concentración de votos por
el NO en las ciudades y el apoyo mayoritario al SI en zonas
rurales muestra una distribución territorial de las preferen-
cias electorales, pero es meramente una “división de la vo-
tación” porque el electorado debía optar entre dos opciones.
El apoyo de sectores populares a Evo Morales es constante,
así como el repudio de sectores urbanos de clase media y
alta. La victoria del SI en solamente tres de los nueve
departamentos (regiones) significa el desempeño elec-
toral más deficitario del MAS desde 2005. Sin embargo,
la leve diferencia en el resultado general del referendo
relativiza la idea de “división en la sociedad” puesto que
se trataba de una consulta para reforma constitucional
parcial y no de una elección presidencial, a pesar del ca-
rácter semi plebiscitario que asumió la contienda ante la
carencia de debate programático.
A partir de esta lectura, reitero la idea de partida de mi
análisis: la equilibrada distribución de preferencias electorales,
denota un cuadro de perdedores y ganadores relativos.
En primer lugar porque el MAS mantiene el apoyo de
la mitad del electorado aunque debe resolver una falla de sin-
cronía en la organización de sus campañas puesto que mantu-
vo la fortaleza de su red organizativa sindical/popular de base
territorial, no obstante careció de capacidad para adaptarse
a las nuevas condiciones discursivas impuestas por el uso de
redes sociales, algo que no puede desdeñar en el futuro si con-
sideramos que existe el doble de dispositivos de telefonía mó-
vil que electores registrados y que los usuarios mayoritarios
son jóvenes y viven bajo nuevos códigos discursivos y otra
estética comunicacional. Si el MAS no obtiene capacidad
para viralizar su discurso no romperá esa barrera que irá
creciendo hacia 2019. Encarar esa suerte de anacronismo es
un desafío crucial. Más aún si Evo Morales no será candidato
presidencial en 2019.
Respecto a los saldos negativos para el MAS sobresale
el deterioro de la imagen del presidente sometido a una so-
breexposición por la diversidad de críticas (desde la economía
hasta el respeto a la Constitución incluyendo su vida privada)
que enarbolaban los promotores del NO y que contrastaba con
la monotonía de la convocatoria del oficialismo: continuidad
del “proceso de cambio” bajo el mando presidencial de Evo
Morales como garantía de estabilidad política y social. Es evi-
dente que se ha desportillado la popularidad de Evo Morales
que, inclusive en las encuestas sobre el referendo, superaba el
65% de aprobación como presidente. Sin embargo, también es
evidente que no se ha debilitado el lazo carismático con sus
seguidores y ese capital político puede ser la base de la estra-
tegia del MAS con miras a las elecciones generales de 2019, ya
que Evo Morales elegirá a su sucesor como candidato presi-
dencial y propiciará que el éxito de su gestión gubernamental
sea el sustrato de la fortaleza de su partido, enfrentando un
contexto económico adverso. En una suerte de analogía con el
comportamiento de Lula en Brasil, Evo Morales puede optar
por convertirse en “guardián y reserva del proceso de cambio”
mientras fortalece su imagen global como líder indígena y su
fama como una figura política que transita en las fronteras de
lo formal e informal. Y, así, retornar como candidato en 2024
para anunciar la realización de la Agenda Patriótica del Bicen-
tenario 2025, el tema central de su campaña en el referendo del
domingo pasado.
Esta posibilidad depende de las estrategias de los ac-
tores políticos que configuran un nuevo campo opositor. La
votación por el NO fue una victoria que demuestra que la arti-
culación de posiciones contrarias al MAS puede dar una ma-
yoría inédita –casi la mitad del electorado– empero se trata
de una mayoría ficticia que se convirtió, un día después, en
un campo de disputa entre probables candidatos de variado
tinte cuyo amplio abanico se resume en los gobernadores de
La Paz y Santa Cruz: Félix Patzy proclama la recuperación de
la vertiente comunitaria indígena debilitada por la “traición”
del MAS y Rubén Costas esboza un discurso convencional de
liberalismo antiestatista y, en el pasado, promovió las autono-
mías departamentales como antípoda al proyecto de Estado
Plurinacional. No obstante, un hecho central de este proceso
electoral fue el surgimiento de dos novedades cuyo derrotero
es incierto. Por una parte, algunos segmentos de la ciudada-
nía hicieron un uso político de las redes sociales como mani-
festación del ejercicio de su acción autónoma; aunque no es
posible equiparar este desempeño con los casos emblemáticos
de “política viral” en Grecia, España, Egipto o México puede
traducirse en germen de nuevas modalidades de acción políti-
ca al margen de los partidos y fermento de liderazgos alterna-
tivos. Por otra parte, el “vacío” provocado por la desaparición
del Movimiento sin Miedo (MSM) –un partido de izquierda
que rompió con el MAS después de apoyar a Evo Morales du-
rante varios años y perdió su sigla en 2014– fue ocupado por
una agrupación informal de personajes políticos que estuvie-
ron en filas del MAS en diversos momentos o tienen un perfil
progresista. Tuvieron notable protagonismo en esta campaña
como agudos críticos del gobierno recuperando la idea de “re-
conducción del proceso de cambio” enarbolada por el MSM e
incluyendo la alternancia presidencial como elemento central
de su propuesta: “nueva oportunidad”, en alusión al NO. A es-
tas novedades deben enfrentarse los jefes de los partidos con
representación parlamentaria que, en la campaña en las redes
sociales, también fueron estigmatizados y rechazados como
alternativa al MAS. El juego está abierto.
23 de febrero de 2016
www.clacso.org/megafon
3. MEGAFÓN
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Conselho Latino-americano de Ciências Sociais
progresistas de la región. No por nada Bolivia fue vista como
uno de los procesos mas intensos de la región.
Quizás lo más difícil de procesar sea que la apelación a la
estabilidad y a la buena gestión debe a su vez recrear un rumbo de
cambio nuevo. Sumado al desgaste natural de 10 años de gobierno,
y pese a los buenos números de la economía -independientemente
del descenso del valor de los commodities-, los proyectos
más ambiciosos parecieron perder peso. Las dificultades del
salto industrial -entendibles en un país poco industrializado
ciertamente-, conviven con un extendido extractivismo, un frenó
drástico de la reforma agraria y un perfil de desarrollo muy atento
al crecimiento en términos de aumento del PBI, datos que no dejan
de estimular la paradójica virtud “integradora” de enriquecerse.
Las fisuras dentro del masismo, en la que no escasean los achaques
de corrupción y el clásico rentismo y clientelismo estatal, se
intensifican con la exclusión de las organizaciones indígenas y
una cerrazón clara del pluralismo y la participación ampliada.
Es en torno al proyecto político donde no escasean las fisuras, un
problema mayor al de la suerte de una figura.
Así las cosas, no habría que exagerar las consecuencias
malsanas de la derrota, sin contar que es el correlato de un
triunfo: tal es el arraigo de Evo Morales en el pueblo boliviano
que imaginó que podía prevalecer durante 20 años. Entre tanto
presidencialismo y peso de los liderazgos, no está mal que el
MAS se va arrojado a pensar en el recambio y en las causas de la
derrota, bien leído puede convertirse en un llamado de atención
para los años que vienen. En el nuevo escenario, cierto es que se
recrea la imagen de las dos bolivias que parecía sepultada desde
que en el año 2008 el masismo derrotó de manera fulminante a
la oposición, pero también que el MAS está obligado a reinventar
su narrativa, su práctica emancipatoria y el antagonismo que
supo ser el nervio de la movilización social, porque lo mejor del
proceso de cambio ha sido la Bolivia plebeya. Indudablemente la
Revolución Nacional del 52 marcó la impronta histórico-social
del país durante todo el siglo pasado, y aun hoy puede leerse
como continúa la escritura del “libro de abril”. De igual modo,
puede aventurarse que los cambios que la movilización social
reclamó en el ciclo político que despunta en el 2000, y que el
MAS en cierta medida representó, van a perdurar en el tiempo.
Sin embargo, aunque la oposición es muy heterogénea y se unió
en masa esta vez, es necesario evitar la letanía, sobre todo a la
vista de que una extrañeza de la historia pueda propiciar el peor
de los escenarios: la más plena restauración neoliberal que trae
consigo más de un signo en algunos países de Sudamérica.
23 de febrero de 2016
BOLIVIA: EL TIEMPO DE
LAS COSAS PEQUEÑAS
Bruno Fornillo*
NÚMERO1/2|FEBRERODE2016
* Investigador de la Universidad de Buenos Aires / CONICET, Argentina
Cuando en el año 1964 el golpe de estado del general Barrien-
tos cerraba el acontecimiento político más importante del si-
glo XX boliviano, la Revolución Nacional del 52, Sergio Almaraz
Paz no atribuía la asonada militar a la energía de la oposición.
Por el contrario, en su Réquiem para una república aseguraba
que el ciclo de transformaciones desatado por la revolución de
abril había ido sufriendo un larvado decaimiento interno, des-
ahuciándose hasta que le llegó “el tiempo de las cosas peque-
ñas”. Nada nos habilita, en rigor, a trazar semejanzas directas en
la historia, pero lo cierto es que esta imagen tan nítida convoca
a realizar una serie de apreciaciones sobre la causas íntimas de
la derrota del evismo en su intento de perdurar hasta 2025. En
principio, Evo Morales, pese a ser un dirigente con un olfato po-
lítico inigualable, no logró percibir que tenía que dejar de ser lo
que siempre fue, quizás lo más difícil: nunca dejó de ser el jefe, el
primus inter pares (no solo es el presidente de Bolivia desde hace
10 años, hace mucho más del sindicalismo campesino). Querer
ya nuevo mandato cuando el actual termina en 2019 sonaba a
una perpetuación conservadora, a una ambición desmedida, a
una anticipación confiada, a querer torcer una Constitución ges-
tada por las misma sociedad en movimiento (que encima lleva la
pluralidad en su núcleo). Insiste una pregunta sencilla: ¿Era po-
líticamente necesario que Evo Morales permanezca en cumbre
del Estado Plurinacional por tanto tiempo?
Sobre esta incomodidad inherente al acto mismo de
querer extender la concentración del poder se asentaron los
golpes últimos a la ética del gobierno: favoritismo en los
contratos con una empresa China gestionada localmente por
una eventual amante de Evo, corrupción en el Fondo Indígena,
un vicepresidente que en verdad no posee su licenciatura en
matemáticas, 6 muertos y 30 heridos tras extraños sucesos en la
alcaldía opositora del El Alto. En este sentido, el rechazo parece
haberse gestado naturalmente, en sus rasgos generales, en el
envés de uno de los mayores capitales con los que cuenta Evo
Morales, el de encarnar a un servidor intachable de Bolivia. Este
fracaso en la tentativa de permanecer llama a pensarlo como
una vuelta de tuerca más a las contrariedades que vienen
sufriendo los gobiernos progresistas en la región, ya que tras
la derrota de la oposición el gobierno nacional había sabido
hacer bien lo que otros no supieron. En efecto, el MAS no
solo timoneo la economía, también brindó una imagen
ética del núcleo dirigente, avanzó sobre el díscolo poder
judicial, logró una influencia aceptable sobre los medios
de comunicación, y no dejó de tener las credenciales para
demostrar una relación “orgánica” con las organizaciones
sociales, virtudes que no son tan comunes en otros gobiernos
La batalla
de las ideas
N* 1/2 | Febrero 2016