PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
Sagrada familia - C
1. UN ESPACIO SAGRADO
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA – CICLO C
Las tres lecturas de hoy son densas y hermosas: hablan de la
realidad humana más entrañable y esencial, la familia. Todos
hemos nacido en una familia. Más o menos estable, con
traumas y con amor, con unión y rupturas, la familia es la tierra
donde nuestra vida arraigó, y es la raíz de la que procedemos.
La Biblia nos exhorta a amar y honrar estas raíces,
especialmente a los padres. Los psicólogos dicen que la persona
no madura bien si su relación con los progenitores no es
sanada y reconciliada. Hoy nuestras sociedades envejecen y
vemos a muchísimos hijos que deben afrontar el deterioro físico
y mental de sus mayores. En muchos casos esto supone un
problema, una molestia, y los abuelos son aparcados, en casa o
en asilos donde esperan la muerte en soledad y no siempre son
tratados con dignidad. El Papa Francisco ha advertido muchas
veces sobre la cultura del descarte, para la cual los ancianos,
los impedidos, los que ya no son productivos, se convierten en
una carga de la que nadie quiere ocuparse. Las instituciones
asistenciales suplen de manera insuficiente la falta de
humanidad, tiempo y cariño de unas familias desintegradas,
donde cada cual persigue sus metas individuales sin ganas de
sacrificarse y dedicar tiempo a los más frágiles.
Todos envejeceremos, todos seremos dependientes y falibles
algún día. ¿Cómo aceptar esta vulnerabilidad? San Pablo en su
lectura nos da pistas valiosas. Revestíos de misericordia, de
bondad, de humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos. Bañad
vuestras relaciones de afecto y ternura. Tened paciencia.
Perdonad y dad todo el amor que desearíais. ¿Puede haber
mejor consejo? Si las familias adoptaran este vestido que indica
Pablo, cuántos problemas dejarían de serlo y se convertirían en
situaciones desafiantes, sí, pero también en oportunidades para
mostrar nuestro amor y reforzar los vínculos que nos unen.
Jesús mismo, siendo Dios, se sujetó a la vida familiar,
aceptando la autoridad de sus padres y dejándose educar por
ellos. Su escapada en el templo de Jerusalén es un atisbo de lo
que sería su misión futura, marcada por la audacia, la libertad y
el desapego de los lazos familiares. Pero, hasta que llegó su
hora, Jesús demostró que podía cultivar su fidelidad al Padre
del cielo sin dejar de amar y honrar a sus padres de la tierra.