2. Los padres de Jesús solían ir
cada año a Jerusalén por las
fiestas de Pascua. Cuando
Jesús cumplió doce años,
subieron a la fiesta según la
costumbre y, cuando terminó,
se volvieron; pero el niño
Jesús se quedó en
Jerusalén, sin que lo
supieran sus padres.
Lc 2, 41-45.
3. La familia de Nazaret
es un ejemplo para
todas las familias del
mundo.
La familia es el primer
espacio donde la
persona crece, se
desarrolla y se educa.
4. En ella los niños se ejercitan en la
convivencia, aprenden a escuchar, adquieren
sus valores y conocen la importancia de la
comprensión y la solidaridad.
5. Hoy vemos cómo la
institución familiar es
cuestionada.
Se habla de la crisis de
la familia.
Los gobiernos, con
diversas leyes,
pretenden cambiar el
concepto de familia
equiparándola a otras
realidades humanas
distintas.
6. En cambio, diversos
estudios realizados
muestran que, para la
inmensa mayoría de las
personas, la familia es
importante y crucial en
sus vidas.
Hoy, en medio de la
crisis, la familia se
convierte en el único
soporte para muchas
personas.
7. Por otra parte, vemos
cómo crecen la violencia:
doméstica, en la calle,
en las aulas.
Se incrementan las
adicciones destructivas y
se da una enorme
desorientación en los
jóvenes.
Todo esto es fruto de la
inestabilidad familiar.
8. Deberíamos ser
conscientes del beneficio
social que aporta una
familia sólida y unida,
donde se cultiva el
respeto, el diálogo y la
comprensión.
La familia es pilar y
agente de cohesión
social.
9. Los niños se alimentan
del amor de sus padres.
Una relación de pareja
armoniosa, llena de
afecto, es un inmenso
caudal de valores para
los hijos.
Les permitirá crecer y, un
día, emprender su propio
camino.
10. Pero los padres han de
tener claro que los hijos,
antes que suyos, son de
Dios. Como Ana, la
madre de Samuel, y
como María comprendió,
los hijos no son meros
frutos de una unión
biológica, sino que la vida
de Dios fluye en ellos:
son fruto de la historia y
de la humanidad.
11. Llegado el momento, los padres han de propiciar
que sus hijos vuelen y lleven a cabo sus propios
proyectos, aunque sean muy diferentes a lo que
ellos soñaron o desearon. La separación es dura
y padres e hijos han de estar preparados para
dar este salto.
12. Si en la familia ha habido
respeto, amor y diálogo,
la separación será
menos traumática y
podrá superarse.
La relación entre
padres e hijos entrará
en una nueva
dimensión de libertad y
amistad.
13. Además de la familia de sangre, tenemos otra gran
familia espiritual: la Iglesia.
La comunidad cristiana nos llama y pide nuestra
entrega y dedicación. Nos pide una parte de nuestro
tiempo y esfuerzos.
Y también nos pide amor, diálogo y comprensión.
14. La familia espiritual está
unida por algo más
fuerte que los vínculos
de sangre: es Jesús
quien une a todos los
cristianos.
Se trata de una familia
sin territorios, pero con
un gran corazón.
15. Aprendamos de la familia de Nazaret. Cada uno de
sus miembros nos da un magnífico ejemplo, tanto
para vivir en la familia carnal como en la Iglesia.
16. María nos enseña su
entrega decidida, su
apertura a Dios, su
confianza, su valor.
Es la mujer que da su
vida para que Dios haga
posible lo que parecía
imposible.
Es la que da sus
entrañas para que la
divinidad entre en el
mundo.
17. José nos enseña la
humildad y la discreción.
Es el hombre que vive
siempre atento, siempre
velando por el bien y la
seguridad de su familia.
Es el hombre que
también se fía de Dios
en sus noches oscuras y
se pone en camino, con
perseverancia y fe.
18. Jesús, nuestro mejor
maestro, vivió como
tantos otros niños y
jóvenes. Obediente a
sus padres, no descuidó
su gran familia espiritual
ni renunció a su
vocación. Por encima de
sus padres terrenales,
fue consciente de que
su Padre era Dios.
19. El deber familiar no fue un obstáculo para que
Jesús viviera plenamente su filiación divina y se
lanzara a construir esta otra gran familia de la que
todos formamos parte: la Iglesia.