Louis Jean François Lagrenée. Erotismo y sensualidad. El erotismo en la Hist...
Memoria de la fiebre amarilla
1. DR. CECILIO VELÁZQUEZ
MEMORIA DE LA FIEBRE AMARILLA
SUFRIDA EN LIMA EL AÑO 1 8 6 8
EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR
ANTONIO COELLO RODRÍGUEZ
Universidad Nacional
Mayor de San Marcos
Universidad Nacional
Mayor de San Marcos
Fondo Editorial
2. DR. CECILIO VELÁZQUEZ
MEMORIA DE LA FIEBRE AMARILLA
SUFRIDA EN LIMA EL AÑO 1 8 6 8
EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR
ANTONIO COELLO RODRÍGUEZ
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Universidad Nacional Universidad Nacional
Mayor de San Marcos M a
/ o r d e S a n M a r c o s
Fondo Editorial
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A W J P I M A
4. ESTUDIO PRELIMINAR
Antonio Coello Rodríguez
Lima 1868 fue un año oscuro y tenebroso para los ciudadanos
limeños. Esto debido a la presencia de una epidemia
desconocida, que atacó a pobres y ricos, a militares y a civiles, e
incluso traspasó los muros de los vetustos conventos de clausura
limeños, donde vivían sus ermitaños habitantes: religiosos,
monjas, abadesas, frailes y demás hombres de fe. Pero este
miedo ocasionado por las constantes epidemias que azotaban
Lima, formaba parte de nuestra vida cotidiana, pues era un
"vecino mal querido, pero esperado a la vez". Tanto Lima, como
otras ciudades peruanas y americanas sufrieron constantemente
del ataque de epidemias y pestes, teniendo como factor común,
el desarrollarse en lugares donde imperaba el estado de
insalubridad general, donde las condiciones de higiene eran
patéticas y paupérrimas.1
Lima, "la ciudad jardín", por
1
Para el casa peruano, puede consultarse una excensa y amplia bibliografía
especializada, escrita por eminentes médicos que dieron su opinión,
tratamiento, diagnóstico trente a diversas pestes y epidemias, que asolaron
Lima y otras ciudades, entre las que podemos mencionar Núñez del
Pradol870, Copello 1870. Para el caso chileno, ocurrió igualmente en
1868 una fuerte epidemia de Fiebre amarilla. Mientras que para Argentina,
en 1871 se tiene noticias igualmente de la temible epidemia de Fiebre
amarilla, la cual aniquiló a un gran porcentaje de dicha nación.
5. ejemplo, se caracterizaba por ser una ciudad hedionda, por
presentar acumulación de basura por doquier, donde las
acequias servían para acumular grandes cantidades de
desperdicio, tanto orgánica como inorgánica, la cual llegaba a
podrirse, ocasionando males infecciosos a la población; más
aún, cuando el servicio de desagüe era obsoleto y la calidad del
agua no muy buena.2
En resumen, los servicios públicos de
Lima no eran muy recomendables, asi mientras la vetusta
ciudad seguía aumentando en su población, la calidad de vida
no era muy buena que digamos.
Existe una amplia bibliografía que analiza el estado de
salubridad e higiene de Lima en la segunda mitad del siglo
XIX.3
Estos problemas eran pan de todos los días para el
poblador común y corriente tal como puede leerse en los
medios de prensa de aquella época:
Muy amenazada está en la calle del Pacae con la acequia
que da al costado de la oficina del tren y que tuerce hacia
Belén. La tai acequia no es sino un cenagal infecto y sin
corriente que con sus efluvios deletéreos hace inevitable el
barrio.4
Las calles de Lima se ponen cada día más intransitables.
No es nuestro objeto señalar todos los inconvenientes que
presenten las calles de la capital, con su pésimo e infernal
empedrado, sus inmundas acequias, cuyas aguas se
desbordan constantemente y sus exhalaciones mefíticas:
esta crítica nos llevaría muy lejos, porque en rigor, no hay
calle en Lima, eso que se llama calle, no lo es, ni lo será
en mucho tiempo. En efecto las tituladas calles, son
2
Lossio 2003:25
3
H. 1860, Ramón 1999, Lossio 2003.
4
H Nacional, 22 de enero 1867-
hospitales coloniales,8
los que siempre estaban colmados de
pacientes y cada vez que había un nuevo brote de epidemia,
colapsaban, ocasionando un hacinamiento entre sus salas de
enfermos, lo que provocaba que los pacientes en vez de ir a
curarse, adquieran mayores enfermedades, debido al estado de
insalubridad y sobre poblamiento. Ante estos problemas, en la
Sociedad de Beneficencia de Lima se decidió hacer la
convocatoria para la construcción de un nuevo hospital, el cual
sería el moderno Hospital 2 de Mayo.
La Sociedad de Beneficencia de Lima, en 1868, era
presidida por el ciudadano Manuel Pardo, quien emprendió la
construcción del nuevo hospital, el 2 de Mayo. En esta nueva
edificación, participaría un profesional dedicado al arte
constructivo: el arquitecto Mateo Graziani quien junto a la
Facultad de Medicina, se encargarían de buscar la ubicación
propicia para el futuro hospital, que debía cumplir con los
requisitos médicos científicos de la época. Esta dupla ya venía
demostrando importantes logros en edificaciones en otras
partes del mundo, tal como lo fue en la Francia de fines del
siglo XVIII "este proceso de mediación entre el arquitecto y el
médico iba a llegar a su conclusión formal en otro proyecto
perfilado programáticamente por un doctor y delineado por un
arquitecto".9
Los preparativos para la edificación del nuevo hospital
se programaron con anticipación, pero la epidemia de la fiebre
amarilla de 1868 los aceleró por su alta mortalidad. La
epidemia ocasionó que la población limeña que presentaba un
8
HartLTerré 1963.
9
Vídkr 1987:98.
X
VIII
6. inadecuadas para los que transitan a pie, en carruaje y a
caballo y a duras penas, si los respetables gallinazos las
encuentran cómodas y confortables.5
La misma opinión era compartida por el propio estado, el cual,
en sus comunicaciones oficiales, indicaba el estado de suciedad
que imperaba en la capital limeña
Como el vecindario y particularmente los domésticos han
tenido costumbre de arrojar a la acequia interior toda
clase de basuras sin cuidarse de las obstrucciones, que
estas causaban diariamente en los puentes de la calle, la
medida adoptada ha ocasionado muchas dificultades y
molestias en los primeros meses de su realización.0
La epidemia de Fiebre amarilla, en particular, era
continuamente frecuente en Lima. Pese a ello, no se tomaban
medidas de prevención de parte de autoridades como las de la
Municipalidad de Lima ocasionando que ante una epidemia los
hospitales limeños colapsaran. Los hospitales eran regentados
por la Sociedad de Beneficencia de Lima que obtenía dinero
por el arriendo de sus fincas, donaciones de personas al
momento de morir o en vida, corridas de toros, venta del ramo
de loterías (huachos) y la administración del Cementerio
General de Lima; sin embargo, presentaba por temporadas
unas alicaídas arcas, que era el fiel reflejo de la república
peruana.7
De esta carencia de fondos, sufrían las consecuencias
los hospitales. Lima, aún mantenía en pie a los vetustos
5
Eí Nacional, 9 de abril de 1867.
6
Memoria de la Municipalidad de Lima, 21 de abril de 1869.
7
Rabí Chara 2006.
IX
total de 100,341 habitantes, disminuyera drásticamente, debido
a la muerte de casi 5,744 personas, es decir un 4.21%, para una
población que estaba acostumbrada a una mortalidad de casi
cerca del 1.52%.1 0
La Sociedad de Beneficencia de Lima, en
trabajo conjunto con la Facultad de Lima y con la asesoría del
arquitecto Mateo Graziani, emprendieron la construcción del
hospital, él mismo que seria solventado con las rentas y fondos
existentes de las cofradías.11
El futuro terreno estaría situado
entre las portadas de "Cocharcas" y "Barbones", en la zona
denominada "chacra de Manzanilla" ya que reunía las
condiciones higiénicas necesarias, de menor gasto y mayor
facilidad.12
La primera piedra se colocó el 14 de agosto de
1868, presidía la Sociedad de Beneficencia de Lima, Don
Manuel Pardo y era Presidente del Perú Don José Balta.
Una vez edificado totalmente el nuevo Hospital 2 de
Mayo, los antiguos hospitales coloniales (San Andrés, Santa
Ana y San Bartolomé), fueron considerados hospitales de dos
clases y pudieron prestar un mejor servicio. Mientras tanto la
fiebre amarilla que ya se extendía por toda Lima, ocasionó que
tanto la Sociedad de Beneficencia de Lima, la Facultad de
Medicina de San Femando y la Municipalidad de Lima, realicen
diversos trabajos de prevención, saneamiento y diagnóstico, para
poder combatir a la epidemia de fiebre amarilla. No es el caso,
de este texto, explicar el desarrollo secuencial de la fiebre
amarilla, pues la misma ya ha sido muy bien desarrollada y
1 0
Para mayores datos sobre la estadística que presentaba Lima, puede
consultarse la excelente Tesis de Maestría de Rotteiibarcher de Rojas 2013.
11
El Peruano, 2 de agosto de 1868.
12
El Peruano, 7 de agosto de 1868.
XI
7. explicada en otros trabajos.13
Muy brevemente diremos que la
Fiebre amarilla llegó al Perú, desde Guayaquil, lugar en el cual
reinaba epidémicamente; a continuación invade los puertos
norteños de Paita y Huanchaco para luego llegar al Callao y por
consiguiente Lima, ocasionando rápidamente su difusión a lo
largo y ancho de toda la costa peruana.1 4
Para 1868, Lima estaba dividida en cuatro cuarteles,1 5
hecho que fue aprovechado con fines médicos. En
coordinación directa entre la Prefectura, Municipalidad de
Lima, Facultad de Medicina de San Fernando y la Sociedad de
Beneficencia de Lima, se decidió colocar un equipo de
profesionales encargados de velar por la salud e higiene de cada
cuartel, los que coordinarían en las llamadas juntas de Sanidad,
1 3
Eyzaguirre 1908; Polo 1913; Arce 1919; Lastres 1940; Salinas 2000;
Rottenbarcher de Rojas 2013.
1 4
Gaceta Médica de Lima 1868.
1 5
El 1 Cuartel estaba representado por la Plaza Mayor y limitaba al
norte con el Rio Rímac, mientras que al noroeste, se topaba con lo que
actualmente seria la Plaza 2 de Mayo y la Plaza Monserrat. Al sur
limitaba con el 4 Cuartel y al este con el 2 Cuartel. El 2 Cuartel,
igualmente, tenía por límite el Río Rímac hacia el norte, mientras que
por el Oeste limitaba con el 1 Cuartel, en su lado Este con el 3 Cuartel
y tinalmente en su lado Sur, limitaba con 4 Cuartel. El 3 Cuartel
estaba ubicado hacia la zona Este de la ciudad, y se bailaba limitado en
su cara Norte por el Rio Rímac y hacia el Este, por la Portada de
Maravillas, mientras que en su cara Sur limitaba con la Muralla, en la
zona que boy sería la Avenida Grau y por último en su lado Oeste
limitaba tanto con el 4 Cuartel como con el 2 Cuartel. El 4 Cuartel
ubicado en la parte Sur de Lima, limitaba hacia el Norte con el Cuartel
1 y 2, mientras que al Este con el 3 Cuartel y finalmente en sus partes
Sur y Oeste limitaba con la Muralla. Finalmente el 5 Cuartel, vendría a
ser lo que actualmente es el Distrito del Rímac. Sobre su
implementación y características ver Ramón 1999.
XII
que estarían además integradas por destacados vecinos. En
cada cuartel se debía reportar una memoria o libreta, en
-donde se anotaría el inicio, desarrollo, medidas a tomar y
demás datos relacionados con la Fiebre amarilla, y remitidas
tanto a la Municipalidad de Lima, como a la Facultad de
Medicina de San Fernando.I ú
De aquellas libretas, existe en la
actualidad una, en el Archivo Histórico de la Municipalidad
de Lima, la cual se encuentra completa y presenta a manera de
bitácora, las causas, el desarrollo de la enfermedad, los
síntomas, diagnóstico, formas de contagio, uña gran cantidad
de recetas para combatir la Fiebre amarilla, muchas de ellas
remedios caseros y otros netamente científicos, las razas y
profesiones que han padecido la enfermedad. En lo
relacionado a la higiene pública y privada, nos presenta una
detallada descripción -de Lima y del Callao, con sus focos
infecciosos, nombrando callejones (de las cabezas) y calles
(Casa de Gallo, Beneficencia, Lima, Colón, Caigüitas, etc.) y
hasta los propios hospitales.
Precisamente la obra que presentamos, fue una libreta
escrita por el Doctor Cecilio Velázquez y Rentería. Natural de
la ciudad de Trujillo, inicio sus estudios en el entonces Colegio
de Medicina y Cirugía de la Independencia, como alumno
externo, posteriormente el 10 de enero de 1849 se graduó
como médico. Hacia 1855, ingresaba como Cirujano al
1 6
Ver Archivo y Museo Histórico de la Facultad de Medicina de San
Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Volumen 5 del
Copiador de Cartas, con techa junio de 1868 en donde el Señor Decano
de Medicina pide a la Honorable Municipalidad de Lima, las cinco
memorias de los médicos que trataron la Fiebre amarilla.
XIII
8. servicio del Ejercito Nacional, alcanzando el grado de Cirujano
Mayor. La vida profesional de Cecilio Velázquez fue muy
prolífica y siempre tuvo como meta aglutinar a los profesionales
médicos en una institución científica, cosa que la lograra en
agosto de 1854, al fundar la Sociedad de Medicina de Lima, la
primera asociación de médicos que tuvo el Perú.1 7
En la libreta
que redactó a costa de su propia vida y dinero decidió narrar
paso a paso, el proceso de contaminación, tratamiento,
diagnóstico y las probables curas a la fiebre amarilla, asimismo,
menciona las zonas insalubres de aquella Lima y de sus
alrededores, inclusive menciona el ambiente insalubre del
propio Puerto del Callao. Propone diversos remedios caseros,
así como las medidas a emplearse para que los mismos
pobladores las elaboren. De la misma manera opina en contra
de la mala costumbre de seguir velando a los muertos en las
1 7
Rabi Chara 2007:538; Arias Schereiber Pezet y Zanutelli Rosas
1979:37. Dicha asociación tuvo como órgano de piensa a la prestigiosa
revista la Gaceta Médica de Lima, la misma que fue una revista médico
periodística de gran alcance y se difundió por toda Latinoamérica y tuvo
corresponsales en Valparaíso, Guayaquil, Callao, Arequipa, Tacna, Piura,
entre otras; fue su Director Antonio Sánchez Almodóvar y congregó a los
médicos más ilustrados de aquella época, como José Casimiro Ulloa, José
Mariano Macedo, Manuel N. Corpancho, Mariano Arozemena Quezada.
El primer número de la Gaceta Médica de Lima, apareció el 15 de agosto
de 1858, esta era una publicación quincenal; en sus páginas se describía
el ambiente sanitario de Lima, se presentaba las estadísticas de los
enfermos ocurridos en los hospitales, temas de higiene, medicina legal y
jurisprudencia médica, asimismo se discutía sobre temas de actividad
política, así como de la vida cotidiana (verbi gracia, desventajas del uso de
la iluminación de gas, ventajas del baño diario, consejos sobre la
alimentación, cuidados y uso del corsé, etc.).
XIV
capillas, lo cual para él, es una de las muchas razones de la
presencia perenne y constante de estas epidemias.1 8
Creemos que el presente trabajo, contribuirá a entender
el estado de salubridad que atravesaba Lima y como a pesar de
aquella enfermedad siniestra, el estado peruano, pese a que carecía
de recursos, pudo hacer frente a la misma gracias al ímpetu de
estos héroes anónimos, como lo fue el caso del eminente
Médico Velázquez, quien expuso su propia vida sin importarle
para simplemente cumplir con su labor de apostolado médico.
Por último quisiera agradecer a los amigos profesionales,
por haberme permitido acceder a este valioso documento
histórico y el poder darlo a conocer, mis sinceros
agradecimientos a los historiadores Richard Chuhue y a Sandro
Covarrublas, actual Jefe del Archivo Histórico de la
Municipalidad de Lima. De la misma manera agradezco al
personal del Seminario de Historia Rural Andina, de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, quienes desde que
vieron este interesante documento, me animaron a publicarlo,
mi especial agradecimiento al Dr. Pablo Macera, fundador del
Seminario de Historia Rural Andina, a la Señora Yolanda
Candía, encargada de transcribir la memoria y por último, pero
no menos importante a su actual Director, Alex Loayza.
1 8
Una parte que no transcribimos, en la presente edición, son las cartas
de comunicación mantenidas entre el Dr. Velázquez y la Municipalidad
de Lima, pues consideramos que estas no repercuten en lo más mínimo
del texto. Podemos mencionar por ejemplo la carta en donde se entrega
dicha memoria a la Municipalidad de Lima, otra con la designación del
Doctor Velázquez, como médico encargado del Cuartel Segundo, otra en
donde el Municipio de Lima, "agradece los servicios patrióticos brindados
por el Dr. Velázquez, frente a la fuerte epidemia que azoló Lima".
XV
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XVII
11. Señor
Dos ocasiones han sido Lima y casi todo el Perú, presa por la
fiebre amarilla, sumiendo en el sepulcro millones de víctimas,
por falta en muchos lugares de los recursos y medios
oportunos, para combatir tan terrible mal.
De setiembre de 1852 en que se observaron algunos
casos a 1854, no terminó su venenoso poder en el mismo Lima
y los pueblos del interior, hasta mayo de 1855 en la capital, y
noviembre y diciembre del mismo año al otro lado de los
Andes.
Hoy que se ve casi terminada la epidemia, hace temer
mucho la duración y curso de la de 1854, por lo que puede
creerse que la enfermedad debe extenderse y tomar nuevos
creses en la primavera inmediata, viniendo a terminar en el
otoño de 1869.
No nos detendremos en probar esto, ni en que hoy {16
de julio) existen muchos enfermos del mal, habiendo hecho el
vómito negro algunas víctimas de 12 de junio a 5 del actual
julio, en que de trece auxiliados por el infrascrito, once han
sido víctimas en 10, 20 y 40 horas.
12. Entraremos de lleno en lo más importante de los
hechos y de gran curiosidad para todo lector, tratando de ser lo
más lacónico preciso en la conmemoración de las causas,
síntomas, tipo, formas, periodos; método curativo, término
de la enfermedad. Enfermedades consecutivas, convalecencia,
profilaxia, higiene privada y pública, Anatomía Patológica y el
competente formulario para asistir enfermos de fiebre amarilla
y dirigir su convalecencia.
Franqueza de sentimientos; deseos por el bien del país
y exactitud y precisión en la relación de los hechos, he allí
Señor lo que resaltará más en el transcurso del actual escrito
que ofrezco a la patria en su aniversario de 28 de julio de 1868.
Quizá le falte a esta memoria los contomos y recortes
de un tratado completo y acabado, porque ai compendiar tanto
los acontecimientos, no se puede pronunciar mucho, las formas
y accidentes, como debía suceder en la magnitud natural a que
están llamadas las cosas para ser satisfactoriamente emitidas y
representadas. Que las prescripciones del presente escrito
sirvan para salvar al que las observe, es lo que desea el
Doctor Cecilio Velázquez
4
Causas
De dos modos obran las causas de las enfermedades, o
introduciendo en nuestros órganos una modificación
insensible pero efectiva, que los dispone a contraer una
enfermedad; o modificándolos de un modo más o menos
rápido capaz de producir los males. Por esto la ciencia divide
las causas en predisponentes y determinantes.
Prescindiendo por ahora de otras muchas divisiones
del dominio de las escuelas y el lustre y honor de la ciencia,
manifestaremos que la acción de las causas predisponentes son
las más veces muy poco marcadas en el individuo, ejerciéndose
unas de por sí conforme las condiciones de hábito, profesión,
alimentación habitaciones, etc. Otras, según que estando
expuestos a las mismas condiciones e influencias atmosféricas o
higiénicas de los lugares, campamentos, poblaciones, aguas
detenidas, lodosas y que mantienen en descomposición, raíces
de vegetales o materias animales en maceración y putrefacción,
con la diferencia que, casi las emanaciones de sustancias
animales putrefactas, dan efluvios miasmáticos más absorbibles
que los palorosos y minerales. Parece una hipótesis; pero hay
filosóficamente hablando, razones muy poderosas para afirmar
5
13. que, las producciones son tanto más absorbióles, cuanto más
se aproximan en su origen y procedencia a la naturaleza y
modo del ser viviente que las absorbe.1
El veneno por ejemplo
de la serpiente de cascabel, las ponzoñas y otros productos
deletéreos y morbosos, se cuadran y aunan para sostener esta
aserción. Pero aún hay más. La transmisión de algunas
enfermedades y sus causas, como el producto morboso
transmisible llamado contagio, hace mayores estragos en
hombres cuya simplicidad de vida, tiene una gran parte en lo
bien constituidos, robustos y sanos de sus órganos. Parece muy
fácil poder explicar lo que llevamos dicho anteriormente si con
los últimos experimentos y observaciones de algunos médicos
sabios2
se viene por reconocer en una atmósfera contagiosa, la
existencia de vesículas o celdillas llenas de una materia
venenosa o mórbida latente, y de Los gases hidrogenados.
Admitidos pues ios hechos y sentados estos principios,
pasaremos a explicar a nuestro modo de ver el mecanismo de
las causas internas.
1
Citaremos el ejemplo de un animal vertebrado, aín cuando sea de
sangre blanca y tría.
' Véase las investigaciones sobre miasmas del Dr. Teófilo Eiselt (Austria).
En días anteriores se dio a luz en los [diarios] nacionales un pequeño
trabajo, sobre el estudio de los agentes empleados como desinfectantes,
hemostáticos, etc., traducido por el Señor Federico Torrico, cuya lectura
recomendamos lo suficiente, en apoyo de la teoría emitida.
6
Causas Internas Determinantes
"Las causas internas determinantes pueden formularse de este
modo. Absorbidas por la inspiración constante las vesículas
miasmáticas o de materia morbosa, no pueden menos que
saturar la sangre y todo el organismo del veneno que están
constituidas, y los resultados y estragos, serán tanto más
borrascosos y funestos, cuanto mayor haya sido la armónica,
franca y perfecta salud del individuo que resulta enfermo. Y
¿por qué? Porque sus órganos gozando de perfecta salud sufren
tal conmoción y trastorno con la presencia de causas deletéreas,
que destruyen y rompen el hilo de ía vida en el momento de
llegar a cierto punto de absorción atmosférica miasmática. Aun
corroboraremos más esta teoría, si se tienen en consideración
que los hombres que gozan de mejor salud, energía y armonía
en sus órganos, están más expuestos a las enfermedades agudas
y los contagios atmosféricos, como las afecciones epidémicas no
solo son agudas, sí que puede decirse agudísimas las más veces,
se viene por concluir como lo hemos asegurado antes.
Por otra parte también puede admitirse que las
vesículas o celdillas de materia morbosa y miasmática, no solo
deben mezclarse en el pulmón con la sangre. No parece que así
no más se verifica la infección y determine la enfermedad;
porque careciendo las vesículas del soplo de existencia y aureola
vital de que están acaudalados los venenos y ponzoñas en el
momento que los trasmite el ser que los posee; las vesículas de
infección necesitan un tiempo de madurez e incubación por el
individuo que las absorbe. La rapidez y desarrollo de los
efectos miasmáticos será tanto más segura y borrascosa, cuanto
7
14. mayor sea la armonía de las funciones de los órganos y el poder
de los elementos atmosféricos. Parece una utopía esta aserción;
pero los hechos la afianzan y prueban.
Hoy mismo muchos europeos avecindados en el puerto
de Tambo de Mora donde gravó la epidemia actual, emigraron
a las Islas de Chincha y a los pocos días, fueron asaltados por el
mal y muertos en horas y dos o tres días cuando más, no
trasmitiéndose la enfermedad a ninguno de los radicados largo
tiempo en dichas islas. Y ¿cómo podrá explicarse tales
resultados? Parece muy natural creer que por la misma
condición de energía orgánica, transportado el individuo a un
lugar de pura y vital atmósfera, sus órganos desempeñan con
mayor viveza y actividad sus funciones, y que los efluvios y
vesículas absorbidas en el lugar de la infección fueron
incubadas con mayor rapidez, aproximaron y precisaron el
funesto y mortal estallido.' La misma robustez y buena
constitución de los órganos y lo armónico de sus funciones, son
el peor enemigo para transportarse en cierto tiempo, de un
lugar epidemiado a otro muy sano. Asi se ha observado en la
epidemia de 1854 y en la de 1868, en todas las personas que no
solo han emigrado a las Islas de Chincha, pero que se fueron
más lejos: a la Sierra, al otro lado de los Andes, etc.
Puede notarse también (haciendo una pequeña
digresión), que la Fiebre amarilla en las Islas de Chincha no se
ha transmitido con la facilidad que en otros lugares. Si los
gases amoniacales del guano lo han impedido o el puro
ambiente del océano, el hecho es, que no ha sucedido lo
mismo en el Chorrillo en que lo amurallado del lugar por un
elevado monte, con calles estrechas y tortuosas y más que todo
8
un litoral inmundo y fétido, ha sido el lugar más fecundo para
el desarrollo del mal, haciendo estragos como la guerra y el
'fuego.
De consiguiente, la medicina como las demás ciencias,
cuyo desarrollo, marcha y progreso, está en la observación de
los acontecimientos cualquiera que friere el secreto mecanismo
del modo de obrar de las causas, no puede negar hoy, la
concurrencia de circunstancias idénticas en la topografía e
higiene pública del Callao, Lima, Chorrillos, Tambo de Mora y
otros lugares para no reconocer por causas pre dtsponentes
externas las corrientes de atmósfera cargada de materiales
deletéreos, producto de sustancias animales y vegetales en
descomposición.
Sabido es que los envenenamientos miasmáticos
forman la clase de las' pestes, de los Tifus, de las calenturas
intermitentes (tercianas, cuartanas, cotidianas, etc.), y de otras
muchas afecciones, cuyas verdaderas causas se han estudiado
muy poco o nada entre nosotros (viruelas, escarlata, sarampión,
etc., etc.). Pero contrayéndonos por ahora y penetrando
insensiblemente en la enmarañada teoría de los contagios y la
transmisibilidad de las afecciones epidémicas, es de absoluta
necesidad, despegar de antemano un problema vicioso, como
el planteado hasta hoy, sobre las enfermedades contagiosas y
transmisibles; más el hecho es innegable: Que hay una
condición mórbida latente con cierta índole de
transmisibilidad o contagio en los lugares y las personas que los
habitan, como el friego en las piedras, y que si en estas se
necesita del choque del acero para hacer perceptible la chispa y
el destello, en los habitantes también, se necesita de ciertas
9
15. condiciones inapreciables é imperceptibles hasta hoy en la
atmósfera, para que con la concurrencia de un individuo
exótico en quien existen ya los elementos de saturación
morbosa homogéneas a las causas dominantes del lugar, se
desprenda del cuerpo del transeúnte ese soplo de existencia y
vida que hasta el instante de su llegada, carecían las causas
generales del lugar. Es por decirlo en dos palabras el
conductor de los últimos elementos de existencia de la
enfermedad transmisible y como el sol esparce su luz, difunde
y él transmite hasta donde no hay objeto que lo impida su
poder e influencia morbosa. Sentados estos principios, parece
que las causas pre disponentes estando obrando
constantemente sobre el organismo de los vecinos sanos o
enfermos, en los últimos se agrava más la fuerza y energía de las
emanaciones que se desprenden de sus cuerpos, haciendo
transmisible la enfermedad con más precisión que antes. Así es
que, las enfermedades contagiosas, que reinan epidémicamente
en medio de la infección, las favorece esta sobremanera (la
infección), debiéndolo a ellas muy a menudo su carácter
transmisible.
De aquí surge también una dificultad más y es, la de
determinar la parte que le corresponde a los focos de infección,
y a lo que se llama contagio o materia transmisible de los
enfermos; porque nadie puede negar que, acumulados un gran
número de enfermos en un lugar, no hay un foco de infección
más temible ni enérgico que ese lugar o esa casa; por que las
emanaciones de los cuerpos morbosos, son robustecidas (si se
permite la expresión), por una aureola común de aliento y vida,
con la concurrencia de circunstancias atmosféricas y focos de
10
infección topográficos. Luego los lazaretos1
no solo son
inconducentes para impedir los progresos de una epidemia;
'pero aún puede asegurarse sin remordimientos ni
responsabilidad de ningún género: que los Lazaretos son malos
y funestos.
En medicina los hechos son la más vibrante teoría.
En 1854 la Ciudad de Genova fue presa de una epidemia y las
experiencias obtenidas en otros muchos lugares y tiempos, se
pusieron al frente, para impedir que se constituyeran
lazaretos. La casa del enfermo fue el mejor y verdadero
lazareto, donde acudía el municipio con todos los medios y
recursos de auxilio y curación. Los sirvientes de los
epidemiados, no se ponían en comunicación con el resto del
vecindario mientras no transcurrían 8 a 12 días. En los casos
de imposibilidad de asistencia familiar y cuando los enfermos
carecían de un local salubre, se les diseminaba a sotavento de
la ciudad, de modo tal, que las corrientes de atmósfera de las
habitaciones de los enfermos fueran a perderse en lugares
inhabitados.
Casi nos hemos separado algún tanto de nuestro
propósito; pero el deseo de no pasar por alto algo que dé una
idea de la gran cuestión contagio de cuyo delicado como
extenso trabajo, está ocupándose actualmente el Doctor Juan
3
Los Lazaretos no fueron en su origen fundados para curar en ellos
individuos enfermos de afecciones contagiosas, sino para alojar y detener
en ellos a las personas que procedían de lugares donde reinaba alguna
afección transmisible (contagiosa). Véase a esCe respecto en el gran
Diccionario de las Ciencias Médicas, el articulo Lazareto.
11
16. Copello,4
nos ha hecho emitir una que otra opinión sin
desenvolverla ni medianamente siquiera, por no permitirlo la
extensión del actual escrito, por lo que tomando de nuevo la
cuestión causas internas determinantes que no son en su
último análisis, más que una alteración incompleta químico
vital de la sangre producida por la saturación de vesículas
miasmáticas o morbosas externas y que han sufrido en el
organismo del individuo afecto el competente tiempo de
incubación para determinar los pródromos de la enfermedad.
4
El Dr. Juan Copello, autor de la nueva zoonomía, se ocupa hoy de la
teoría de los contagios. Cuestión muy enmarañada. Problema tan
vicioso, como el principio del espíritu y la materia; cuál de los dos fue
primero, allí está la resolución del problema.
En medicina pues la palabra contagio y las enfermedades
ti-an.smLsi.bles, ha producido controversia? muy dilatadas y abultados
libros aún cuando se han establecido distinciones, circunstancias y
condiciones en los hombres para ser ofendidos por el virus contagioso,
no son bastantes para autorizar la palabra contagio, ni creer en
enfermedades contagiosas como antes se creía. De consiguiente parece
más a propósito llamar a ciertas enfermedades transmisibles, porque para
la transmisibilidad se requieren circunstancias y condiciones personales y
la causa morbosa ambulante no impresiona a todos los hombres que toca
en su paso; luego se puede concluir, o que no hay tales enfermedades
contagios en rigurosa acepción, o que la palabra es impropia y deficiente
como hay ou-as muchas aún en las ciencias exactas.
Sin embargo, no por esto faltaremos al justo aprecio y mérito de los
hombres que consagran una parte de su vida para el trabajo y adelanto de
las ciencias; el Dr. Juan Copello al ocuparse de los contagios, ha tomado
por su mano una de las cuestiones de grande importancia y tono en la
medicina. Deseamos que desenmarañe la cuestión tanto como es preciso
al bien universal de la humanidad.
12
De consiguiente, sin extendernos más en cuestiones de suyo tan
extensas, como hipotéticas, pasaremos a los síntomas.
Síntomas
La enfermedad abre su escena con más o menos aparato.
Por lo general el individuo, se cree resfriado: malestar,
flojedad a los miembros superiores e inferiores, disgusto, deseo
de la cama, dolor de cintura, lomos y espaldas; cefalea (dolor de
cabeza) frontal y temporal (sienes), sed y sequedad de la boca;
algunas veces, calambres a los miembros inferiores o salto de
los superiores (susto), calor y calentura.
En otras ocasiones hay sentimiento de fatiga y ansiedad
al epigastrio (boca del-estómago) de un calor abrasador en la
parte, deseo de bebidas acidas, vómito y sudor espontáneo;
miembros inferiores fríos, pulso pequeño y profundo; graves
síntomas.
Hay casos que el aliento es glacial (frío), las facciones de
la cara muy pronunciadas, calor amoratado, bronceado,
ceniciento o apizarrado, delirio pasivo o furioso y cuando va
acompañado de aumento de fuerza muscular, muy pronto
viene la muerte. Algunos de 7 a 20 horas de invasión arrojan
por la boca (vómito) materiales negruzcos o de sangre venosa
(negra). En el primer caso dejan los materiales en el fondo de
la vasija estrías de sangre venosa (como estrellas o rayas). Los
enfermos que presentan este cuadro, suelen vivir de 50 a 70
horas; pero la muerte se aproxima cuando hay supresión de
orina, timpanitis (vientre elevado), aliento y sudores fríos,
13
17. gorgoteo intestinal (chillido y gruñimiento de tripas) y
postración de fuerzas. La piel (cutis) ligeramente amarilla al
principio, toma después de la vida un color anaranjado.
Recorriendo el cuadro de fenómenos, alteraciones y
síntomas de las fiebres tifoideas, se encuentran en la amarilla
que:
Faltan las petequias abdominales (manchitas en el
vientre como las picaduras de pulga), desde el segundo al
sétimo día.
La sudamina (vesículas llenas de un material ceroso
transparente como el que presenta la erisipela miliar llamada
comúnmente lamedura de araña), tampoco se ha presentado en
1364 enfermos auxiliados en el año de 1854 a 1855, ni en 391
auxiliados, de 21 de abril a 24 de junio del presente año de
1868.
La exaltación de las fuerzas musculares se ha observado
en 1868 con más frecuencia que en 1854 y 1855 llegando a tal
punto que generalmente ha habido que poner manecillas para
mantener fijos los enfermos en las camas.
El aspecto torpe y embotamiento moral y físico que
constituye el fenómeno de los envenenamientos miasmáticos,
falta con mucha frecuencia del primero al cuarto día de la
fiebre amarilla.
Solo en algunos casos, se ha presentado el temblor de
los miembros superiores; pero con mucha frecuencia el susto
de tendones y casi en ningún caso de convalecencia tanto de los
de 1854 como de la actual epidemia, se han visto las parálisis.
La carpología ni en la pasada 14 años ha, ni en la
presente, no la ha padecido enfermo alguno.
14
La voz y la palabra casi siempre sin alteración, menos
en los casos de aliento y sudores glaciales en que se apaga y se
"hace profunda.
La sensibilidad y sensaciones, se aumenta la una y se
pervierten las otras. El dolor a la frente o a las sienes, es un
síntoma dominante como lo es el dolor de los lomos, cintura y
a veces el de la boca del estómago, donde se experimenta un
sentimiento de aflicción, que arranca profundos y sentidos
suspiros, que muchas veces no sabe el paciente a que
atribuirlos.
La sensación de la sed y de calor al estómago, precisan
al enfermo a las bebidas frías y aciduladas.
La luz suele aveces incomodarlos mucho.
Suelen estar algunos enfermos muy apesadumbrados y
cuanto más llenos de' temor se hallan, tanto más segura e
inevitable es la muerte.
Las funciones intelectuales, se mantienen siempre las
mismas, menos en el delirio furioso, que precede 10 a 30 horas
a la muerte, lo mismo que, un sentimiento de temor,
inquietud y aflicción inexplicables.
El sueño se pierde un poco, muy particularmente en la
convalecencia. En algunos casos de vómito negro, se ha
observado el coma vigil (sueño en que los enfermos parecen
estar despiertos y se encuentran dormidos), y en otros que
han pasado los seis primeros días y que ha venido el luto
dentario y salida de sangre por las encías; lengua saburrosa
árida, balbuciente la palabra han llegado hasta el caro (sueño
imagen de la muerte).
15
18. El apetito es nulo hasta el segundo y tercer día de
mejoría, siendo muy pronunciada la sed.
Cuando hay vómitos, la lengua ofrece punta y bordes
rojos y algunas ocasiones, un espacio en su centro más o menos
prolongado y de la forma de una almendra cuya base se observa
hacia la punta del órgano, siendo del rojo de los bordes y
punta, pero seca y lustrosa. La dificultad de pasar alimentos
(disfagia) se ha observado muy rara vez lo mismo que
aborrecimiento a los líquidos (hidro-fobia),
Casi nunca hay diarreas ni al principio ni al medio de
la enfermedad; por el contrario suele haber supresión de orinas
y defecación.
La respiración se hace de un modo acelerado, en los
primeros días de invasión y entrecortada por suspiros
profundos. La respiración se hace irregular, el aliento frío y
aún dificultosa del cuarto al quinto día en que se presenta
inquietud, suspiros profundos, melancolía y cierto estado de
incertidumbre en el enfermo que no cree que moría; pero que
pronto sucumbe.
El hipo (singulto) no se ha observado ni en los
enfermos de 1854 ni en la actual.
La salivación se puede decir que se suprime y solo
aparecen esputos semejantes a la pulpa de las ciruelas pasas,
cuando se aproxima, el vómico de sangre negra o las epistaxis
(sangre por las narices).
El color de la sangre que sale por las narices, el ano,
vagina, boca o bordes de las encías y lengua, es negruzca
(venosa) con disminución de la fibrina y muy susceptible a
disolverse el coágulo blando, inconsistente y flácído que tarda
16
En los individuos en quienes se presenta la enfermedad
levemente (benigna), se nota cierto mador al cutis que con el
auxilio de baños de pies o botellas de agua caliente a los
mismos extremos, bebidas sudoríficas (7, 6, 10) y abrigo en
cama, se establece un copioso sudor, de un aroma semejante al
olor del cobre en frotación. También debe notarse, que
precede a la muerte un sudor pero generalmente los más
expiran con piel seca y árida expidiendo una aureola (vapor) de
impresión acre y de olor especial muy en particular el de la
cara. Este instante para mí es el supremo de transmísibilidad
de la enfermedad.
La afección suele hacer crisis y salvar el enfermo con
abundantes y sostenidos sudores, que les gastan las fuerzas y los
precisan a una convalecencia prolongada.
Las secreciones mucosas no se observan y cuando la
enfermedad termina por vómitos de sangre venosa (negruzca) se
advierten esputos de un amarillo sanguinolento o puramente
con estrías de sangre negruzca.
Las exhalaciones serosas no se han presentado en el
año actual, como en 1854 en que quedaron algunos
convalecientes con ascitis consecutivas.
Las secreciones gaseosas, se observan desde el principio
de la enfermedad en que se nota meteorismo ventral y suele
aumentarse del cuarto al quinto día.
Las exhalaciones sanguíneas se han observado, por los
oídos, fosas nasales (epistaxis), esputos, encías, bordes de la
lengua, velo del paladar, cara interna de los labios, etc. La
salida de la sangre por el ano y la vagina en algunas mujeres
europeas, ha precedido a la muerte 20 a 30 horas.
18
19. mucho tiempo en separarse del suero. Hay casos en que se
presenta en la sangre sacada de las venas del brazo, costra
'flogística, gruesa, resistente y caracterizando muy bien la costra
pleurítica. Todo esto se observa en la forma pictórica o
congestiva; pero como hemos dicho, en lo general la sangre es,
muy pobre en glóbulos y fácil de disolverse en su suero del que
tarda en separarse.
El pulso generalmente ofrece por minuto más de 95
pulsaciones; llenas, anchas y duras constituyen la forma
pletórica; blando, pequeño y profundo forma atáxica: otras en
fin, es pequeño intermitente, y algunas veces filiforme es mortal
y caracteriza la forma atáxica adinámica, lo mismo que cuando
es tembloroso.
Las orinas unas veces son claras transparentes y del
tercer al quinto día suelen ponerse oscuras, opacas y
sedimentosas (concluidas), entonces se presenta en algunos
tenesmo (pujo), ardor y dificultad en expelerla.
La saliva se disminuye y adquiere en unos cierto
amargor y tenacidad que se puede comparar al almidón cocido
y aguado (glutinosa); pero siempre del color natural.
Las secreciones biliosas sufren una disminución
probablemente en el hígado desde el momento, que se
aumenta la sensibilidad de este y el color amarillento que toma
la piel del enfermo durante la enfermedad, muy en particular
en las conjuntivas (el blanco de los ojos hay una membranita
por encima esclerótica y faz del individuo, siendo de un
amarillo rojo en los pómulos y los ojos. El color amarillo de la
cara y cuerpo, sube de tinte después de la vida en muchos
cadáveres.
17
Levantados los vejigatorios muy alcanforados, no
ofrecen nada de particular en la piel denudada. Verdad es que
"las más ocasiones no pegan, no dejando ni el rastro de los
sinapismos, lo que es muy frecuente y signo de una muerte
inevitable.
Al trazar rápidamente el cuadro de la fiebre amarilla, se
ha hecho mención del dolor frontal y temporal que aflige al
enfermo en los primeros días del mal, lo mismo que las
náuseas, vómitos de materiales salados, amargos y acres, dolor
de cintura, lomos, calambres, sentimiento de angustia y fatiga a
la boca del estómago, dificultad de sentarse por un estado de
atolondramiento a la cabeza, decaimiento de fuerzas, etc., todo
lo que puede mirarse como fenómenos simpáticos los unos, y
como epifenómenos los otros. Nos resta tratar de la marcha y
tipo del mal, de sus" diferentes formas, método curativo y
rastros anátomo-patológicos.
Marcha de la enfermedad
La marcha de este mal, sufre algunas variaciones según el tipo
el que es continuo unas ocasiones, otro continuo remitente e
intermitente en muy pocos casos.
Si la intermisión es causa de la condensación o
dilatación de una causa miasmática comprimida o dilatada por
la acción de la atmósfera, el hecho es que tanto en 1854, como
en 1868, la afección ha sido una neurosis ganglionar producida
19
20. por una causa miasmática5
primitiva e importado el último
soplo de desarrollo y efectividad.
Prescindiendo por el momento de las formas y la teoría
de sus causas, el mal se declara, por un sentimiento de malestar
y el cuadro de fenómenos ya descritos, al cual sigue calor. Si se
hace uso de la cama, baños de pies y bebidas sudoríficas (ó) y
5
En 1854 fueron muy grandes las lluvias en la quebrada de San Mateo,
cordillera de Yauli y Casapalca; sitio de donde toma origen el río que
surte a lima. De consiguiente, el caudal de agua se centuplicó y en su
corriente arrastró con inmensos muladares, del martinete, barranca
(calle), tajamar, etc., con los ceniceros y despojos de la exhumación de
cadáveres que con frecuencia hay en las márgenes del Rimac al frente del
Cementerio General, cada cuatro a seis meses en el año, consecuencia
precisa de lo estrecho de su planicie para la inhumación de cuerpos
proletarios y que se les encierra a treinta y cuarenta centímetros de
profundidad, etc. etc.
No parece que debe aducirse más para suponer la influencia que
tendría en el desarrollo de la epidemia de aquel entonces, los miasmas
que han debido arrojar la remoción de muladares tan antiguos y de restos
y despojos de los muertos que cada dos a cuatro años se exhuman por lo
poco extenso de los cuarteles del panteón, que se desocupan y ocupan
alternativamente cada seis meses.
(a) Casi en todas las inflamaciones y muy particularmente en la de
las membranas serosas, la sangre que se saca de las venas, ofrece suero y
cierto aspecto el coágulo, que parece hundido en la superficie superior
con costra blanquecina o amarillenta. En otras veces esta costra tiene el
aspecto de la crema y entonces el vulgo llama materiosa la sangre.
A la sangre que presenta estos caracteres y cierta resistencia del
coágulo se le llama por los médicos "Sangre ¿logística",
(b) Muchos han sido sangrados en la actual epidemia, en los casos de
forma congestiva y se asegura que los más han correspondido a la
resolución de los médicos. Sea de ello lo que fuere, los desgraciados
acontecimientos de 1854, no dieron por mi parte, lugar a poner en
práctica una medida tan arriesgada en la fiebre amarilla. Se encarga pues,
la mayor circunspección posible, para hacer uso de la sangría.
20
el mal es de un carácter benigno, el enfermo se restablece a la
salud en 30 a 40 horas, mediante sudores abundantes. El uso
*de una poción (7) que le haga al principio del mal (primero o
segundo dia) evacuar y vomitar cuatro o seis veces, salva
completamente en tres días, quedando en una convalecencia
poco larga, pero sí sujeto al uso de tisanas diaforéticas, buenos
caldos y alimentos carnosos, vino añejo y precauciones debidas.
Cuando la enfermedad es de un tipo continuo
remitente, es algo más laboriosa la curación y de riesgo el
enfermo.
En las mañanas y generalmente del segundo y tercer
día, declinan mucho los síntomas, muy en particular la cefalea y
calentura; pero de las 60 a 70 horas de enfermedad, se rehacen
de tal modo los fenómenos morbosos, que, con mucha
frecuencia hay necesidad de desplegar un régimen curativo
extenso, y sostenido que cohiba y conjure el mal. En tal caso
los periodos de incremento se presentan también marcados,
como el de estado el que se prolonga mucho con cara roja, ojos
inyectados, sofocación, pulso lleno y duro, viva sed y
desasosiego del enfermo, el mal es de una forma Pletórica o
Congestiva (8, 9, 10). En las otras formas es muy versátil (11) y
hay de emplear un régimen curativo (8, 9, 10, 11, 55, 57, 72,
73, 74, 75) varío y consecuente con los síntomas dominantes,
de la forma, del tipo y de la esencia del mal.
De todos modos si se examina detenidamente al
enfermo, se halla en el primer periodo, a más de los síntomas
ya descritos que dominan los siguientes:
Pródromos- Por lo general se presenta anorexia
(desgaño), debilidad y angustia al estómago, y cierta llenura;
21
21. dolor a ios lomos y cabeza, muy particularmente a la frente y
sienes, o a uno de los dos lugares indicados.
Periodo de invasión- Náuseas y vómitos, raciones de
materiales biliosos o blanquecinos, acres y salados; intolerancia
de la luz; elevación de vientre en algunos y en otros solo
borborigmos intestinales y diarreas muy pocas veces; pero
constantemente sed y calentura (fiebre). Si el vómito es
excesivo, se hace uso de la receta n° 72 y 73.
El enfermo tiene algunas veces cierto tinte amarillo a la
cara, las facciones pronunciadas y coloreados los pómulos y el
blanco de los ojos de un amarillo rojo (anaranjado). Cierto
entorpecimiento en sus facultades intelectuales, que hace sus
respuestas lentas indecisas y suspirosas en unos, y en otros
exaltadas vivas y rápidas. Las fuerzas sino son perdidas al
menos se han disminuido mucho. Hay falta de sueño, la piel es
ligeramente madorosa en unos y en otra seca. Al comprimir y
percutir el vientre, se nota meteorismo en el estómago o en los
intestinos delgados. También se observa chillido y crepitación
en algunos enfermos, en las fosas iliacas. La respiración es
angustiosa y entrecortada. El aliento suele ser frío o muy cálido
y urente.
Segundo Período- Los síntomas anteriores se agravan;
no se presenta más del tinte subido amarillento, faltan las
manchas petequiales y la sudamina, más la postración va en
aumento; los dientes se ponen en algunos fuliginosos, las encías
de un rojo púrpura y sangrienta; punta y bordes de la lengua
rojos, siendo el centro de un blanquecino amarillento o
aplomado; seco unas veces y a las pocas horas jugosa; dificultad
en la deglución, y el vientre suele estar flácído. También
22
ocurren deposiciones de una materia negruzca semejante a la
borra del vinagre o de un café conchudo (sedimentoso). La
'vejiga de la orina algunas ocasiones se eleva por la detención de
su recremento; de un aspecto espeso, sedimentoso y de rápida
corrupción. Nunca se hace involuntaria la orina, antes bien 30
o 50 horas antes de la muerte hay supresión. En más de once
casos de vómito de materiales como los descritos en las
deposiciones, el enfermo termina entre los dos a cinco
primeros días del mal, siendo tan rápida la vida en algunos, que
más de tres expiraron en cinco a siete horas, poniéndose los
enfermos tardos del oído, indiferentes a todo, sueño vigil y a
veces el coma.
La forma Pletórica o congestiva, es caracterizada por el
pulso ancho, duro y frecuente; dolor a uno de los costados del
tórax (pecho) o espaldas. Sofocación, sed, cara animada,
intenso dolor de cabeza y latidos a las sienes, zumbido de oídos y
tendencia a las epistaxis (sangre por las narices) abundantísimas
que ponen término a la vida del enfermo. Cuando se sangra (71,
7, 14, 28) hay costra flogística bien marcada; pero debe andarse
con mucha cautela con las emisiones sanguíneas; porque de un
momento a otro, asalta la adinamia completa y tras un
sentimiento y desconfianza inexplicable, angustia y desasosiego
la pálida muerte, sin llegar las más veces al quinto día y muy
raras ocasiones al octavo.
La Forma adinámica, es muy violenta y la caracteriza
profunda desconfianza, tristeza y temor a la muerte, postración
de fuerzas, epistaxis pasivas o evacuaciones negras por el ano o
por la boca. Generalmente muere el enfermo del tercer al
quinte día.
23
22. En la forma atáxico dinámico, predomina el delirio
furioso más o menos pronunciada la fuerza muscular,
calambres y convulsiones, que hay necesidad de atar a las camas
los pacientes, coincidiendo algunas veces el pulso lleno con las
amenazas, esfuerzos y gritos hasta caer en profundo sueño con
la cabeza hacia atrás. Los pies suelen estar fríos, la cabeza
ardiente, lo mismo que la frente y la nuca, las conjuntivas muy
inyectadas y contraídas las pupilas, cerrados los párpados al
levantarlos hay intolerancia de luz. Un cerco amoratado o
terroso circunda el globo ocular en la piel que lo cubre. Los
labios, los dientes y las encías ensangrentadas por una capa
plástica negruzca, la lengua en el centro de un verde profundo
(negruzco) sobre una capa de saburra tenaz, gruesa y amarillenta
que se extiende desde la punta hasta cerca de la boca.
En fin, el enfermo que sufre esta forma de la Fiebre
amarilla, sucumbe en una de las reacciones de furor y cuando
menos se espera del cuarto al sexto día.
Pronóstico
La Fiebre Amarilla forma violosa o meníngo gástrico de otros
autores, es una enfermedad generalmente grave y de mucho en
todo el litoral del Perú, haciéndose aún más terrible en los
pueblos del interior donde se carece de medios y auxilios de
Beneficencia, como instrucción en los moradores que habitan
cabanas muy estrechas y peor aseadas. El hacinamiento de
hombres y animales irracionales, en un mismo aposento, la
poca limpieza de los vestidos y el cuerpo de los hombres, como
24
las comidas de maíz, papas y otros granos y raíces con
preferencia a las sustancias gelatinosas (carnes), hacen muy
•poco resistentes a los serranos y en general a los indios para el
sufrimiento de las enfermedades tifoideas. En 1854, auxiliados
por el suscrito 1364 casos en la capital, la mortalidad al
principio de la epidemia (diciembre), subió a 15 y 17% los más
trasandinos, forasteros y europeos, bajando esta proporción
hasta el 5 y 7% en enero de 1855 y 4 y 6 en abril y mayo del
mismo año. En el interior del Perú particularmente en el
departamento del Cusco, Junín (Huancayo, Tarma, Sincos,
Sicaya, etc.), la mortalidad llegó a más de 4 %. Pueblos y
caseríos hubo en la provincia de Jauja y Huancayo que frieron
desolados, haciendo más estragos que las fiebres Tifoideas, cuya
mortalidad es con frecuencia de uno entre tres o cuatro
enfermos.
Los viejos (más de 50 años), las mujeres y los etíopes se
encuentran los dos primeros, muy rara vez, afectados del mal y
casi ninguno de los últimos. En 1854 en uno de los cuartos del
callejón de las cabezas por la calle de los camaroneros, cayó con
la epidemia un enorme negro leñador muriendo al tercer día del
mal con hemorragia por la boca y narices. En el Lazareto de
aquel tiempo murió un segundo. Parece que los hombres
fuertes y sanos acostumbrados a los alimentos nutritivos y
carnosos y a un ambiente puro y oxigenado, son de preferencia
la presa de tan terrible mal. Lo prueba la mortalidad de 1854 y
1855 y la del actual de 1868 en que los europeos, chilenos y
serranos y en general los forasteros han sido víctimas del mal en
treinta, cuarenta y ochenta horas cuando más. Los naturales de
Lima y- los que hace mucho tiempo domiciliados en la capital,
25
23. se hallan como se encontró Mítridates. Saturados por la mala
atmósfera de acequias, sin el caudal de agua competente,
cuantos mortuorios de las parroquias, la descuidada baja
policía, la colocación de los hospitales dentro de la ciudad
(intramuros), lo mal ventilado y desaseado del teatro y templos,
las misas de cuerpo presente, la inhumación de los muertos
proletarios a pequeña hondura en un cementerio estrechísimo,
la exhumación entre los tres años cuando más, etc. etc., hace que
la Fiebre amarilla, produzca tan funestos resultados no solo en
los vecinos de algún tiempo en Lima, atacando de preferencia
se puede decir a los extraños, en quienes el peligro y los riesgos
se aumenta, a proporción del poco tiempo de domicilio.
Diagnóstico
En todas las enfermedades hay síntomas comunes, y es muy
susceptible que en la fiebre amarilla aparezcan síntomas de otro
mal, y se tome este por aquella. Por ejemplo: en la forma
congestiva, el dolor a uno de los costados, la espalda o pecho
puede hacer concebir la existencia de una pleuresía,
acompañada de pulso Heno duro y fuerte.
Una fiebre producida por un embarazo gástrico, una
fiebre cerebral, la enteritis, etc., que se presentan con fenómenos
adinámicos, congestivos y generales, también son enfermedades
con las que puede equivocarse. La circunspección por una parte,
el genio epidémico por otra, y el atento examen y observación,
salvan ai médico de remordimientos tornando quizá a la vida y la
salud al enfermo más grave.
26
Método Curativo o Tratamiento
Todavía no se puede determinar exclusivamente cierto número
de medicamentos para la cura de la Fiebre amarilla. Parece que
la posición topográfica y aún la particular de los enfermos como
las condiciones personales, exigen un tratamiento especial.
En 1854 contra el sentir de los grandes observadores
en otros lugares, produjo los mejores resultados el uso del
tártaro emético (12). Al tratar un enfermo de aquella epidemia,
el juicio más racional en medio de las contradicciones e
mcertidumbre fue el de un envenenamiento, tal era el cuadro
de fenómenos más resaltantes, de consiguiente; desenvenenar a
los hombres a todo trance, fue el fin que se llenaba sin restos
de remordimiento. Promover pues las excreciones por ambas
vías, el sudor y el equilibrio de la vida (13 y 14), he allí el
método curativo del segundo al tercer día en los enfermos de
1854. A continuación el uso, por uno o dos días más de
bebidas diaforéticas, buenos caldos, vino, y últimamente el de
los subácidos vegetales (15 y 16) gomosos, pusieron término al
mal de más de mil epidemiados en aquel entonces.
Con frecuencia antes y después del uso del emético, los
enfermos se quejaban de un sentimiento de fatiga con dolor a
la boca del estómago, cefalea frontal y píes fríos. Aplicaciones
de éter y láudano (17, 49) (Nota b) al epigastrio, calmaron los
unos. Los enemas, emolientes o de oxtcrato (18) y los otros, los
sinapismos a las pantorriílas. Los saquillos de afrecho
alcanforado a los pies (19) y las botellas y baños de agua caliente
(pediluvios), restablecieron la calorificación y determinaron el
sudor abundante.
27
24. Cuando el enfermo había atravesado con el mal, más
de dos días, el uso del tártaro emético, no producía tan buenos
erectos como emetocatártico (13 y 6) y entonces a pequeñas
dosis y cada hora (13) producía abundantes sudores.
Posteriormente el uso de las tinturas de árnica (20), láudano
líquido (21), asociadas a las de vino, restablecieron las fuerzas
en unión de los enemas (22) catárticas al principio, y
posteriormente de caldos (23) animal y vegetal con quina o
pequeñas cantidades de quinina. El vino de Manzanilla en la
convalecencia, el oporto, el de Moquegua añejo, lea o Chincha,
con buenas carnes de vaca caldos, etc., desempeñaron los
mejores servicios.
En la epidemia de 1854, fueron muy pocos en los 1364
casos, los de hemorragias nasales y vómitos de sangre negra. El
mayor número espiró en el incremento de la enfermedad y con
una hidra que les desgarraba el estómago. El ganglio
semilunar parecía el asiento del mal, por el calor de la boca del
estómago, dolor, pulsaciones, angustia y otros fenómenos que
las mujeres atribuían a la subida de la madre.
En algunos casos surtió muy buenos efectos la
constante aplicación de la triaca diluida, con vinagre aromático,
el de los cuatro ladrones, o el amoniaco, opio y éter en alta
dosis (17). El uso de los anchos vejigatorios muy cargados de
alcanfor (24) Lavativas de triaca y vinagres ya descritos (25) o
con altas dosis de aceite y limón (jugo) cada dos horas, se
mitigaron y fueron curados muchísimos (26 y 50).
En otros casos 30 o 40 gotas de espíritu de amoniaco
aromático en tisanas (27) diaforéticas, o ayudas de oxicrato
(18). El espíritu, de ninderero también tuvo uno que otro
28
lugar al principio de la enfermedad de algunos, produciendo
sudores y felices resultados.
La forma congestiva se presentó en aquel entonces en
muchos individuos, con todos los caracteres de francas y
verdaderas pleuresías; pero dos que fueron sangrados
ofreciendo el primero como el segundo coágulo, coherencia,
retracción, espesa costra flogística y poco suero (Nota a) en la
sangre sacada del brazo opuesto al dolor, murieron casi
súbitamente en menos de 12 horas después de la segunda
sangría. Tan funesto resultado en la práctica, ocurrió a varios
facultativos de buen crédito y talentos. El uso de las
sanguijuelas a la margen del ano; el de los calomelanos por la
boca como drástico o alterante, fue funesto y desgraciado en
innumerables enfermos que la mano inglesa propinó.
Cuando el enfermo pasaba de los pródromos y primer
periodo, casi todos los medios se hicieron impotentes. Ni el
uso de la creosota, del cáprico,- el almizcle, alcanfor, quinina en
alta dosis, trementinas, etc., pudo dominar el mal.
Puede asegurarse sin remordimiento, que la creosota,
cáprico, calomelanos y alcanfor, más bien agravaron y
precipitaron los enfermos produciéndoles tal sentimiento de
exasperación, calor y dolor a la boca del estómago, que morían
abrasados interiormente.
El acetato de potas, el alcohol nítrico, la nieve y el sub
nitrato de bismuto, también se administraron, pero sin más
éxito que el de morir el paciente en la mayor tranquilidad.
En la epidemia de este año de 1868, se han presentado
muchos y repetidos casos de forma congestiva, y algunos
médicos han hecho uso de la sangría con el mejor éxito. La
29
25. forma adinámica y la ataxia, han dominado más, con una
forma remitente.
Al principio de la afección se ha hecho uso (28) de un
purgante y a continuación de la misma poción negra a
pequeñas dosis y muchas veces al día, asociada a bebidas
diaforéticas (14 y 29) y enemas (26) que contienen medicinas
antiespasmódicas. Si han predominado los síntomas nervios, se
les ha cohibido con los antiespasmódicos (30) asociados a
tisanas sudoríficas (6 y 31) y aromáticas a la vez. Los enemas
{22, 26, 32, 33, 34, 35 y 36) en esta ocasión como en la de
1854 y 1855 han desempeñado fastidioso como importante
papel, promoviendo a veces deyecciones, y otras como vía de
absorción de medicinas de todas formas, efectos y condiciones.
La quinina administrada (33, 34) en casos de vómito o mucha
sensibilidad al estómago, con punta y bordes rojos de la lengua,
las ayudas de sustancias nutritivas y corroborantes; las
antipútridas, etc., han correspondido satisfactoriamente. En
los niños y los jóvenes de menos de quince años, se ha hecho
uso de las soluciones de quinina (37, 38) asociadas al alcanfor y
almizcle por la absorción cutánea en los niños y por la
inyección anal, en los jóvenes. En los casos de congestión
cerebral bien marcada, ha producido en uno que otro caso,
felices resultados la aplicación de sanguijuelas =2±4±6 detrás de
las orejas, los laxantes repetidos (7, 14, 15, 28, 39) y a refractas
dosis; como los vejigatorios (24, 41) a las pantorrillas. En los
casos de vómito pertinaz que ha sido muy frecuente en las
mujeres, los jóvenes y los niños, los grandes sinapismos (41) al
estómago y a las pantorrillas por siete a doce minutos cada
cuatro o cinco horas en las primeras veinticuatro del vómito,
30
han prestado los mejores servicios y dado buenos resultados al
médico y los enfermos. Parece inútil advertir que, a un niño
'•no se le debe cubrir todo el vientre con un sinapismo pues
basta que sea de la extensión del estómago. Lo mismo debe
prevenirse en cuanto a los vejigatorios por el eminente peligro
de la absorción de las cantáridas, como del síntoma consecutivo
de la supresión, pujo y ardor de orina, lo que pueden impedirse
tales resultados, alcanforando (24) con alta dosis los
vejigatorios, pudiéndose atribuir en muchas ocasiones la
vesicación local a la gran cantidad de alcanfor puesto en
contacto en la parte. El signo de no pegar los vejigatorios y no
dejar ni coloración sobre el cutis, ha sido funesto y pocas veces
ha precedido 30 horas a la muerte.
En el primer y segundo periodo de la enfermedad, al
enfermo le devora calor y sed insaciable, con lengua saburrosa,
seca y árida, entonces el uso de los sub ácidos (15, 16) el citrato
de magnesio (29, 51) asociado a la valeriana (42, 15, 16) y la
quina acompañados de la nieve, ha producido buenos
resultados. Debe suponerse que a esta medicación, ha
precedido el uso de los eméticos catárticos (43) que ya tenemos
indicados. Las indicaciones consecutivas de que nos ocupamos,
han mitigado el calor, la sed, y aún la fiebre ofreciendo lugar
para el uso de la quinina (44) en unas ocasiones por la
ingestión (45, 46) y en otras por la inyección anal.
Las limonadas sulfúricas gomosas, solas o con nieve
sobre pequeñas dosis {15, 16) de quinina varias veces al día, de
cinco a siete horas, han salvado muchos hombres y niños, y en
otras ocasiones después de haber laxado (47, 7, 14) bastante los
intestinos, el alcohol nítrico en agua gomosa (48), ha
31
26. desarrollado un abundante sudor poniendo término al mal y
restableciendo al enfermo a una salud completa.
Forma Adinámica- No pasamos en revista esta forma,
porque la enfermedad es de suyo tal. De todos modos,
cualquiera que fuere la forma de fiebre amarilla, presente o que
vaya ofreciéndose, el médico jamás descuidará de simplificar lo
mayor posible el problema morboso, con el uso de los laxantes
(7, 28, 14) revulsivos (41, 52) sudoríficos, etc. etc.= El uso de los
amargos (53, 54) tónicos (44, 25) aromáticos (34, 55) cloruros
(54, 56) antisépticos (57, 60) vinos generosos y demás (20, 58,
59, 61, 23) han sido puesros en actividad, siguiendo las
prescripciones de la ciencia en enfermedades de esta forma y
género.
Forma atáxica dinámica- Este modo de ser de la
fiebre amarilla que no es más que la sucesión o alternativa de
su esencia con el predominio de fenómenos nerviosos, reclama
después de los medios curativos indicados al principio del mal,
la vigilancia discreción y actividad del médico y asistentes, para
llenar las indicaciones tan multiplicadas y variadas en
afecciones como las fiebres perniciosas de esta forma. El
médico tiene de ser algunas veces combatiente audaz y resuelto
para cuadrarse firme y hacer frente a un enemigo artero y
traidor, como a un montonero obstinado y terco.
La combinación pues en la forma atáxica dinámica de
fenómenos morbosos como la variedad de medicamentos, da el
triunfo mediante las combinaciones de anti febrífugos (45, 44,
46, 62) con los antiespasmódicos (63, 64, 65, 30) los antipútridos
(11, 60, 56, 80) el alcanfor (57) el almizcle, los laxantes (25, 33,
34, 37) la nieve (15, 16) los refrigerantes, soluciones de alcanfor
32
(33, 34, 38) muy concentradas y sostenidas en una parte (24, 66)
como revulsivos, etc., han podido salvar muchísimos individuos
-en la actual epidemia y la del 1854 y 1855.
Terminación del mal
La terminación de toda enfermedad, es la salud o la muerte
pero antes de llegar a estos extremos, la suelen reemplazar otros
estados morbosos que se llaman en medicina metástasis
(cambio de una enfermedad en otra), lo que entonces se mira
como una tercera entidad de la condición mórbida de la
enfermedad y del enfermo. En la fiebre de que nos ocupamos,
no se han presentado ni en 1854 terminaciones de este género,
y solo en el año actual y en 300 a 400 casos, un muchacho de 6
a 7 años de edad en el callejón de la venturosa, le vino un
absceso a la parte lateral interna del muslo cerca de la ingle, tan
extenso y abundante en pus, que puso término a la vida del
individuo en cuatro o cinco días más, siendo el catorceno de su
enfermedad consecutiva.
Ni las ascitis ni las parálisis, se han presentado en 1868
pasando los enfermos a una convalecencia prolongada y
fatigosa. La dispepsia (desgano de comer) y la tiricia han
ocurrido más en 1868 que en 1854 y 1855.
Las ascitis y anasarcas fueron más frecuentes en 1854
cediendo al uso de los ferruginosos, vinos y quina y de otras
sustancias amargas en los jóvenes de menos 20 años. Los
diuréticos, nitrato de potasa asociado a los amargos y el fierro,
también prestaron los mejores servicios y resultados en los
adultos.
33
27. Higiene Privada
El aseo de las camas y la ventilación libre de las habitaciones
como el no colocar las camas en los rincones ha sido la mayor
observancia y solo cuando se ha pronunciado el sudor, he
ordenado más que regular abrigo de cama y falta de corrientes
de aire en la pieza. Pasado el sudor, las puertas han sido
abiertas y minorada y restablecida con cama limpia la del
enfermo. En la habitación de éste, nunca se ha permitido más
habitantes que un asistente y su cama a la entrada del aire de la
habitación de modo que las corrientes de atmósfera que
purifican la pieza, no las reciba el asistente ni el sueño, ni en la
vigilia.
La acumulación de enfermos en una casa o habitación,
es la peor y más funesta de las prácticas; por esto es, que los
lazaretos se convierten en enérgicos focos de infección, cuya
aureola común de contagio, satura de veneno al más a
propósito o débil enfermo sucumbiéndolo pasmosamente en el
sueño eterno. El mejor preservativo para que no se propague
tan terrible mal es, la diseminación de los enfermos a sotavento
de las poblaciones, y la salida de las familias a los campos
inmediatos, de modo que no se acumulen muchos habitantes
en una pieza, ni muchas familias en un lugar como ha sucedido
hoy en la mal ventilada población del Chorrillo, cuyas calles
estrechísimas, cubiertas algunas ya de pisos altos, impiden las
corrientes de atmósfera, que podían mejorar el aire alterado de
un pueblo cuya baja policía, es, descuidada o puramente
poética y nominal. La topografía del Chorrillo tan encentrada
al pie del monte, que le guarece del mar, no deja otras
34
corrientes, que las del sudeste, encontrándose en ese rumbo el
gran lodazal de villa que cuando son arrastrados sus miasmas,
-producen fiebres intermitentes y muchas veces malignas en su
vecindario. La mala colocación del cementerio {panteón),
contribuye mucho a las enfermedades de carácter funesto y
transmisible que suelen desarrollarse en el Chorrillo, por los
meses de mayo y junio, octubre y noviembre de cada año.
Hoy mismo pueden citarse como términos de pruebas
los pocos o ningunos casos de Fiebre amarilla, en Surco,
Barranco, Miraflores, Magdalena y las chacras subyacentes Lima
y el Callao, entre los que no dejaremos en la obscuridad el
lugar de la Punta y el vecindario de Chucuito, lo mismo que el
inmejorable de Bellavista.
Convalecencia
La convalecencia que es un estado de debilidad sin dolor; de
bienestar y languidez en los enfermos que acaban de atravesar
un mal, en la Fiebre amarilla se prolonga por dos, tres y cinco
semanas, caracterizada por vértigos (vahídos) zumbido de oídos,
flojedad a las piernas, displasia, propensión a la ira, melancolía
acompañado de suspiros profundos, sueño interrumpido,
orinas muy amarillas, etc., sin más diferencia en los individuos,
que la intensidad con que fue herido el sujeto por el mal.
Una que otra vez, suele haber estreñimiento, también
se mantienen los convalecientes, con cierta frecuencia de pulso,
por más de siete y catorce días que con el uso de los Valerianos
de quina asociados al citrato (61) de fierro, olor valerianatos de
35
28. quinina (61) fierro disipan en compañía de los amargos,
aromáticos y buenos alimentos. En la gente proletaria, ha
producido muy buenos resultados las infusiones de quina y
valeriana (68) ya en bebidas ya en ayudas, por algunos días. La
caída de los cabellos, se presentó en mayor número de
convalecientes en 1854 y 1855 que en 1868 y las funciones
propias del sexo femenino, se restablecieron entonces con más
rapidez que en la actualidad. Sin embargo, en más de seis
casos, la aparición del fluido menstruo, ha puesto feliz término
a la fiebre amarilla.
No nos parece demás advertir, que si el médico y los
asistentes han sido felices en la curación de los enfermos,
deben ser muy circunspectos y contraídos en el periodo de la
convalecencia muy delicada por desgracia; pues no basta haber
salvado del furor de la enfermedad, sino también atravesar el
tiempo variable y nublado del restablecimiento total a la salud.
Las recibidas han sido generalmente mortales, y se omiten no
perdiendo de la memoria, que la enfermedad es esencialmente
venenosa, que ataca los órganos de la vida interior o
ganglionaria de preferencia, y que la mala ventilación, el
acumulo de individuos en una pieza o de muchas familias en
un lugar malsano o mal ventilado, malos alimentos descuido en
la falta de aseo y precauciones en vestidos muy ligeros o muy
pesados y espesos, exponen al frío de las mañanas los unos y a
la exaltación y decaimiento de las fuerzas los otros. Tales
resultados producen fiebres intermitentes muy particular
cuando se ha recibido el frío de la caída del sol o de la noche;
esto es cuando menos que si el mal se rehace y encarama,
devora al sujeto, como el fuego a una bola de algodón.
36
Necroscopia o Anatomía Patológica
'Los rastros que se encuentran después de la vida en los
cadáveres de fiebre amarilla son muy variados en los sólidos
como en los líquidos. Derrames de sangre en el seno
longitudinal superior del cerebro, trasudaciones cero
sanguinolentas en sus ventrículos, pronunciada inyección de las
meninges, reblandecimiento algunas veces de la masa cortical y
alba del encéfalo. En el punto que se une la médula oblongada
con el cerebelo, no se nota nada de particular.
Los pulmones en su estado normal lo mismo que las
pleuras. Los ventrículos del corazón, cargado el izquierdo o
arterial, de cantidades de sangre carbonosa, y el derecho en la
condición general cadavérica. Los tejidos de los órganos de esta
cavidad en su condición natural, no presentando el pulmón en
su vértice más diferencia, que el acumulo de sangre negruzca.
En el estómago se nota gran cantidad como en los
intestinos delgados y gruesos de sangre carbonosa o de una
materia negruzca en unos y en los aumento de jugos gástricos
mezclados de bilis o al menos de aspecto bilioso. La membrana
interna, no siempre reblandecida, pero sí inyectados más de lo
natural las arterias y venas coronarias. El omento en el estado
normal.
El hígado abultado, reblandecido y muy cargada la vena
porta en unos. Natural en color y consistencia, en otros. La
vejiga (de la hiél) biliaria muy cargada algunas veces de bilis de
un amarillo oscuro, verdoso y ligeramente sanguinolento, en
otros no ofrece ni aumento de volumen, ni alteración en la
consistencia de sus tejidos, lo mismo que el Bazo y el Páncreas.
37
29. Los intestinos delgados, rojos, amoratados y en la consistencia
normal las más veces; pero en otras reblandecida una gran parte
de la membrana interna. La ulceración propia de los intestinos
gruesos en las fiebres tifoideas, no se ha presentado en ningún
caso; pero sí el acumulo de materiales sanguinolentos o
negruzcos en los últimos intestinos gruesos y el recto.
La vejiga de la orina y los ríñones como sus uréteres en
estado sus tejidos de normalidad, no ofreciendo otra cosa
notable que el acumulo en la vejiga, de una orina espesa
amarillenta o ligeramente sanguinolenta.
La sangre, la bilis, la orina y demás secreciones
mórbidas, deben arrojar alguna luz en el análisis que a muchos
días practica un colega y que sus muchas ocupaciones no le han
dado lugar de dar una más extensa y circunstanciada razón de
las muchas necroscopias practicadas en el Lazareto de
Maravillas. Los datos actuales son recogidos de palabra por
médicos que se han ocupado de la disección de muertos de
Fiebre amarilla en la actual epidemia del 1868. En lo sucesivo
serán precisamente más extensas las observaciones que se
transmitan a este respecto.
Causas de las enfermedades e
Higiene Pública
Preciso es ocuparse de uno de los medios de prosperar de todos
los lugares del mundo; pero muy descuidados en las sesiones
sudamericanas que hablan la lengua española... Documento
palpitante del atraso de aquel entonces, como indiferencia de la
actualidad. La falta o mala higiene, es un enemigo sordo y
38
rastrero que impide no solo el crece (sic) material de las
poblaciones, sino que se opone al perfeccionamiento e
ilustración de los hombres siempre enfermos (valetudinarios),
macilentos, abyectos y cobardes para erigir la frente y progresar.
Sesenta a setenta por ciento de los que pueblan un
lugar, viven por su condición proletaria, muy distante de
guardar y sostener una mediana higiene que observará el
locatario acomodado. Por ejemplo: en todas las casas muy
avecindadas (de Lima), las habitaciones no exceden de cinco a
siete metros de fondo por tres a cuatro de frente con una altura
de cuatro cuando menos. En esta planicie y capacidad
atmosférica, obscuras quizá y peor ventiladas, se encuentran 4,
6 u 8 habitantes, que atraviesan las noches de todas las
estaciones a puerta cerrada por temor de los ladrones ... o ser
sorprendidos por una patrulla que busca desertores o
individuos para soldados.
No haremos mención de los focos de materias
descomponibles que cada cuarto contiene en todo un día y aún
mucha parte de la noche, resultado de tres a cuatro párvulos y
cinco a seis adultos. El aire viciado en proporción crecente por
el trabajo respiratorio, basta para dar origen a muchas
enfermedades de carácter atáxico y atáxico adinámico y pútrido.
Por estas razones una gran parte de agentes terapéuticos y
materiales médicos, consisten en un aire innovado y puro como
la constante limpieza y actividad higiénica; porque alejando los
focos de infección atmosférica, la enfermedad no solo se
modifica, sino que varía en muchas ocasiones de genio y forma
Sublato (sic) causas, tolitus efectus. Si se quita la causa cesa el
efecto..
39
30. Consecuente pues a tan poderosas razones, diremos si
los lugares donde se acumulan muchos individuos, son
malsanos y pueden desarrollar enfermedades funestas, mucho
más inconducentes a recobrar la salud, lo serán aquellos en que
se han acumulado un gran número de infectos por una
afección reinante en un lugar; porque el foco de
descomposición atmosférica en la casa de uno, dos, tres
enfermos, es como de igual número de individuos mientras que
en un lazareto por ejemplo es sostenida la causa deletéreas por
su propia concurrencia-
De aquí el corroborar lo que, hemos expuesto más
arriba, que el mejor de los medios para oponerse a la
propagación de una afección epidémica, es, la diseminación de
los individuos enfermos a sotavento de las poblaciones. Con
auxilios y recursos por los gobiernos para la asistencia de los
epidemiados, no se encuentra en los medios terapéuticos, la
infidencia que amargamente experimenta en la práctica de los
lazaretos el médico más contraído y decidido. Cuántas veces! se
comprime el pecho y vaga una lágrima de dolor y exasperación,
al ver que el mal se rehace con la voracidad del fuego, en el
enfermo que buenas esperanzas prometía? Del que parecía
salvo!
¿Y cómo explicar resultados tan inconsecuentes como
inesperados? Las causas ocasionales y determinantes, robustas
por el acumulo de individuos en un lugar; latentes por la
aproximación de los enfermos y palpitantes (si se permite la
expresión) por la común aureola de vida, asalta y devora al
individuo, que su débil condición de convalecencia,
desgraciadamente se hace idóneo para la absorción del
40
parroquias y el de los carros que conducen los cuerpos al
cementerio general. Ya se supone que las misas de cuerpo
presente son la peor y más anti salubre práctica que la vanidad
y el fanatismo aún conserva. En cuanto al poco aseo y
precauciones de los sepultureros, sepulturas, exhumaciones,
cajas y restos mortuorios, ya hemos dado una ligera idea del
descuido y funestas prácticas sostenidas aún, lo mismo que en
los templos, casas de hospedaje, teatros, colegios y demás
lugares de concurrencia. Lo mal ventilados de los templos y
teatros cuando hay muchas luces y concurrencia como el poco
aseo del pavimento, nos ofrecen muy buenos resultados a la
salud pública.
Las sustancias aromáticas con que se perfuman los
templos no hacen más que ocultar el veneno, inspirando
confianza a los concurrentes para sumirse en una atmósfera
dañina la que puede modificarse mediante la fumigación de
(69, 70) hipoclorito de soda que no fatiga a los concurrentes.
Si fuera posible dotar de más agua las acequias que
recorren por la pescadería, casa de gobierno; polvos azules,
Valladolid San Agustín, plaza de las comedias, etc., se habría
hecho un eminente servicio a la salud del vecindario.
Los hospitales reclaman grandes cuidados en sus
roperías y lavaderos, donde se acumulan las ropas de los
ingresantes y los colchones de los que salen o fallecen 30 a 40
horas de ventilación, sobre una azotea es, lo que generalmente
se emplea para los colchones, y cuando los forros o falta de aseo
lo exige; la lana que les constituye, la someten a una rápida y
mala loción que no pasa de seis a ocho horas de agua fría, en
un pozo estrecho.
42
31. elemento morboso. Sean cedillas, animálculos, vesículas o
efluvios, el hecho es, que tanto el año de 1854, como el de
"1868, la mortalidad de los lazaretos, jamás ha bajado del 70 a
80 por ciento. Marchar a un lazareto, es marchar a la
pendiente más escarpada y deleznable de donde la casualidad o
un hecho inesperado salva al que en ella se halló. Esto lo
prueba más la simple comparación de la mortalidad obtenida
en casas particulares; por infelices que se les suponga, no
excedieron del 10% ni el año de 1854 ni en el actual.
El mejor de los desinfectantes es, la buena policía que
garantice la vida y la propiedad, y la asistencia de los enfermos
desvalidos por médicos, asistentes y buenas medicinas y alimentos.
Mas: entre nosotros se ha mirado con indiferencia las
causas morbosas, las que circundan las poblaciones, como la
construcción de las casas y vías de tránsito, siendo en muchos
pueblos, bastante estrechas. Hoy queriendo contribuir a la
desinfección, se han blanqueado las paredes; los males de ojos
vendrán muy pronto y nada más se ha conseguido. La luz
dulce y apacible para los transeúntes, se consigue con el
coloreado de los planos verticales de un fondo grato que refleje
los rayos solares sin la intensidad que la cal.
La poca limpieza de las casas de vecindad proletaria, la
falta de agua en las acequias de lo interior del poblado, hace
que se desprenda por muchas calles vapores pestilentes y
mefíticos que aumentan al concluir el día y se hacen
insoportables en el transcurso de la noche.
Es preciso no olvidar que a la producción de tan
funestos vapores por el poco caudal de agua que corre por las
acequias, hay de sumar el que arroja el cuarto mortuorio de las
41
Las fundas casi nunca se lavan y permanecen sucias,
hasta que sus tramas no resisten más trabajo. El cuarto
-mortuorio, cajas, caballos y paños fúnebres de estos lugares
como el de las parroquias, es otro de los focos de infección.
Nada diremos de lo fétido de la ropa de cama, almohadas y
toallas, por lo muy mal lavados tanto las fundas como la lana
que encierran. Si a estas costumbres inconducentes a la salud
se tiene presente la situación de los hospitales en el centro del
poblado, vendremos por admirar la bondad del clima. Se dice
y se proyecta la construcción de un hospital general; pero
desgraciadamente se principia por elegir un lugar hondo y
malsano, entre los muros de la ciudad, despreciando la
ventilada y alta planicie del antiguo Convento de Barbones, o
el Jardín del frente. Área extensísima y que reúne, no solo
condiciones topográficas salubres, sí que también, se halla a un
paso de los mejores materiales de construcción. El sitio huerta
de la Cueva en el arrabal de los Naranjos y Cocharcas, se
encuentra sitiado por muladares, la ranchería de Cocharcas y
más que todo, la alta muralla de la ciudad; es bajo, hondo y
nada ofrece de salubre ni económico a la construcción de un
grande hospital.6
6
El terreno que se halla de la portada de Cocharcas a la de Barbones,
reúne a más de su grande extensión, la circunstancia de recibir
directamente los vientos que parten de la (sic) abra de la Isla de San
Lorenzo y el Morro de los Chorrillos. Cierto es que los vientos sureste,
son los dominantes para una gran parte del poblado de Lima y que los
que atraviesan por cocharcas pasan por toda la vecindad del presente del
Carmen, pero al tener los hospitales en el centro de la ciudad, mejor es a
la salud se les coloque entre los terrenos de manzanilla ya indicados.
43
32. Que pasen que pasen los antiguos tiempos; que el lugar
de asilo por distante que se halle al infeliz que lo reclama, se
haga accesible con una calesa en cada parroquia y el centro de
cada cuartel. El gobernador, el comisario, El médico del
cuartel, el agente de policía, el cura él ínter de la parroquia, e
allí los órganos de comunicación o la Junta de Sanidad del
Distrito, como al conductor de los enfermos al hospital general
Todo se allana.
La elección de los lugares para los hospitales no solo
influye en la salud de los pueblos, el estudio de las enfermedades
y la exactitud de la observación clínicas como la aplicación y
resultados de los medicamentos, se obtienen y recogen mejor
de los enfermos. Hoy tenemos un lazareto cuya colocación es
fatal y su construcción peor. Salones paralelos, a sotavento de
todas las huertas del Cercado y del tránsito de los carros
mortuorios, no parece que serán muy fructíferos los 85.000$
que importa ni de más duración que la de 12 años. Los
empleados del lazareto y del padre director para abajo, son la
presa de fiebres intermitentes, consecuencia de los aires de las
huertas del Cercado. Esto debe tenerse muy presente para no
incurrir en errores en la plantificación (sic) del nuevo. Yo
propondría que primero se construyeran modelos de madera de
uno a dos metros de longitud por uno y medio de latitud, sea
en la capital o en París como se solicita ya. Las urgencias y
necesidades, condiciones topográficas, clima y atmósfera, como
los hombres, interesados y verdaderos patriotas, no se
encuentran fuera del lugar que reclama la erección de una cosa.
En el país hay hombres que pueden reunir todos los medios y
circunstancias apetecibles, para presentar modelos de hospitales,
44
que a voluntad, de una concurrencia de honorables; quite,
ponga, modifique y dé las direcciones y formas, que le parezca y
pretendan en el nuevo hospital.
El sistema de los modelos para las grandes
construcciones, es el mejor de los medios descriptivos y
científicos. Las teorías son elásticas, etc.
Si se hubieran observado estos medios y recursos, no
tendría el Callao un hospital tan mal construido, circunvalado
de cieno, basuras y raíces podridas por los desagües de
miranaves y San Agustín; ni hoy tendríamos un lazareto como
el que hay a la puerta de Maravillas-
Al mencionar el Puerto del Callao, no se puede menos
que recordar, lo pantanoso de su área en las cuatro quintas
partes de su población, muy particularmente en el vecindario
que se extiende de la calle del Peligro para Pueblo Nuevo, Cruz
verde, casa de Gallos, Beneficencia, Camal, etc. y la que hay por
la calle de Lima, Colón, Condesa, y Jardín de Boza; las lagunas,
basureros y la práctica fatal de hacer la baja policía de
doscientos abrómicos cuando menos diariamente por la mar
brava (barlovento de la ciudad) unida al pestilente carro de
aguas puercas que atraviesa todo el día la población; dan
grandes y poderosos motivos para que una atmósfera fétida y
corrompida de millares de peces muertos en cierta época del
año, se introduzca en las casas estrechas, bajas y mal ventiladas
y produzca fiebres perniciosas transmisibles. El color pálido
anaranjado de los vecinos de las catguitas, beneficencia y demás
lugares ya mencionados, están gritando diariamente que debe
tomarse (diariamente) las medidas más conducentes a desecar
lugares, tan húmedos, impidiendo al mismo tiempo, que no se
extienda más la población por esos sitios tan bajos como
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33. malsanos. La remoción de los muladares que se. hallan dentro
del poblado y la canalización de las calles y lugares pantanosos,
son dos medidas que el Prefecto José Joaquín íncLán se
prometió muy decididamente y que debe llevarse al cabo lo
mismo que la vigilancia y limpieza de los fosos del Castillo de la
Independencia, que hoy ocurre un conflicto al desgraciado que
tiene la audacia de pasarlos. Los aires que de allí parten,
atraviesan por lo más selecto del comercio, población y calles
estrechas del Callao, y la fétida acequia descubierta de la calle
de Lima. De sus templos no diremos más que las misas de
cuerpo presente, conducen a la gloria al que dejó esos restos en
este mundo. El panteón es, lodoso, al metro y medio de
profundidad.
La práctica de enterrar a los muertos sobre sentados, es
una prueba más de la desgracia del pobre, que ni en el sepulcro
descansa. En el interior de la república, permanece aún la
repelente cosrumbre de inhumar dentro de los templos y solo
en Ayacucho, sorprende la buena costumbre de que los
hacendados tienen derecho para depositar sus cuerpos en las
capillas de sus haciendas. Estos panteones particulares, llenan
grandes objetos a la salud pública y satisfactorios consuelos de
reconocimiento y gratitud de los hijos y descendientes. Pero en
Lima no puede ser de otro modo, que, en una planicie
estrecha, a diez metros de distancia del gran caño que surte de
agua toda la población, se inhuman cuando menos, tres a
cuatro mil cada año, viéndose precisados a la exhumación,
entre los tres a cuatro años. Los resultados no hay para que
referirlos, ellos se desprenden, de la inhumación de muchos
cuerpos en una zanja de 20 a 30 centímetros de profundidad.
46
Los efectos deletéreos que esta práctica produce lo comprueba
las fiebres perniciosas, que sufren cada año los trabajadores de
da fábrica de pólvora y los habitantes de las inmediaciones del
Acho y Piedra Liza.
No nos cansaremos de insistir en que se pongan todos
los medios posibles para que los pueblos progresen y que la
buena higiene sea de los más preferentes recursos. En Lima
por ejemplo, circunvalado de muladares; tiene hoy el empleo y
consumo para su alumbrado del gas hidrógeno, perversamente
elaborado y peor purificado, de consiguiente, sin atender al
ruin material de ios tubos; que se escapa en todas las casas de
consumo y su tránsito a las boquillas públicas, es preciso hacer
saber, al pueblo, que es uno de los gases más mortíferos cuando
se absorbe. El gas hidrógeno carbonado cuando entta en
combustión después de ser bien elaborado y purificado, es muy
bueno e inocente, pero cuando corrientes de este gas se pierden
sin entrar en combustión, son dañinas y mortales: Algunos
millares de pies cúbicos se introducen diariamente en los
pulmones de los habitantes de la capital a cambio del dinero
que mensualmente exhibe cada vecino del modo más
problemático que inventar se puede por los nunca definidos ni
entendidos gasómetros y administradores del gas. Es de
urgente necesidad, que expliquen sus medidores que pongan
mejores tubos y que se purifique e investigue por una junta de
inteligentes, la fábrica del gas y demás cosas de elaboración, etc.
Tenemos también otros lugares que producen grandes
corrientes de gases mefíticos, por su poca limpieza como son los
hoteles, fondas, pulperías, curtiembres y jabonerías y
mantequerías, como corralones de caballos inmediatos a la
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34. plaza de abasto. La sofisticación de los vinagres, vinos, pan,
bizcochos, mantecas y todos los artículos de consumo incluso la
carne de animales enfermos, producen males funestos. No se
pretende atacar, al pulpero, camalero (sic), panadero, etc. lo
que hay de cuidar es, que no se vendan las cosas malas ni
adulteradas. Horripila la trastienda de una pulpería y
sorprende los agentes químicos de que se hace uso en las
pastelerías para fabricar esponjoso biscocho, como vino
burdeos en las fondas, vinagres, dulces, etc. La codicia ha
puesto en práctica los más detestables medios, que los alienta y
desarrolla a veces, la poca vigilancia de comisiones, juntas o
autoridades, que deben vigilar por su salud y la del pueblo. Lo
exige el patriotismo y la humanidad.
Hasta aquí hemos sido si se quiere prolijos y cansados;
pero cuando se pretende ponerse a la altura de todas las
capacidades, de modo que todos saquen provecho de lo escrito
y sucedido, nada es superfino ni tampoco se han llenado todas
las exigencias de los diferentes hombres. Deseo que mi trabajo,
sea comprendido y aplicado en bien de los hombres y los
pueblos. Resta solo dar un cuadro de los enfermos asistidos en
la presente epidemia y el competente formulario para la
asistencia de enfermos de fiebre Amarilla.
De trescientos noventa y tantos auxiliados hasta la
fecha, resultan, ciento dos mujeres, y doscientos noventaicinco
hombres. En esta edad, hombres y mujeres: De 80 años = uno.
De 60 = uno. De 58 - uno. De 57 = uno. De 50 = doce. De 45
a 50 = 23. De 30 a 40 - 94. De 20 a 30 = 130. De 12 a 20 =
65. De 7 a 12 = 42. De 2 a 7 años = 22; y de 46 días a 2 años =
5 párvulos. Las ocupaciones de los epidemiados son las
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siguientes. Dos hombres científicos. Literato = 1. Carpinteros =
8. Herreros = 3. Zapateros = 12. Albañiles = 7. Lapidarios = 2.
'Pintores = 3. Cocineros = 2. Pulperos = 6. Pasteleros = 3. Un
inválido. Talabartero = 1. Frutera = 1. Panaderos = 3.
Domador de caballo = 1. Cocheros = 4. Pulpera = 1. Pedagogo
= 1. Costureras = 25. Chicheras = 11. Lavanderas =
35.
Militares sueltos = 2. Cocineras = 6. Celadores = 17. Sirvientes
= 41. Mercachifle = 1. Sastres = 12. Jornaleros = 43.
Cargadores = 13. Peones de la baja policía = 14. Agricultores =
5. Sombrereros = 8. Cigarreros = 8. Sirvientas = 12. Arrieros =
3. Estudiantes =12. Aprendiz = 1. Carretero = 1. Empleados
del ferrocarril = 6. Sastres = 17. Placeras o vivanderas del
mercado = 12. Un portero del teatro; y un agente de pleitos o
tinterillo, llamado N. Petri, muerto en menos de 12 horas de
vómito negro.
Las variedades que han sufrido son las siguientes.
Blancos = 95. Indígenas o peruanos = 105. Cruce de indio y
blanco (mestizos) = 105. Cruce de blanco con negro = 24.
Cruce de negro con indio = 22. Etíopes puros = 1 2 . De otras
partes de Sudamérica, como por ejemplo de Chile han sido
enfermos = 21. Del Paraguay = 1. Del Imperio del Brasil = 4-
Del Indostán = 1. Del imperio Chino = 2. De Italia = 5.
La mortalidad sucedió así. Mujeres mestizas = Dos con
vómito negro y dos de la fiebre de 14 a 26 años. Cinco
peruanos, con sangre por las narices (epistaxis). Dos jóvenes
blancos de 10 a 11 años en sopor y coma. Cinco chilenos (dos
mujeres y tres hombres) de 28 a 40 años. Dos. hombres blancos
de 36. Un chino de 28. Un mestizo de 56 (Petri), que
asciende la mortalidad a 20 individuos, siendo el mayor
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35. número del 10 de junio al 23 del mismo, en que hubieron
muchos casos de vómito negro.
Los individuos que han salvado son los siguientes.
Blancos = 69. Mujeres blancas = 27. Cholos o indígenas = 42.
Mujeres = 7. Cruce de etíope y cauca = 16 hombres y mujeres 3.
Cruce de indio y negro = 18 hombres y 2 mujeres. Mestizos o
cruce de cauca y cholo = 61 hombres, y mujeres = 33. Etíopes
= 2. Del Imperio Celeste = 2. Chilenos = 3. Chilenas = 2.
Italianos = 3. Del Indostán = uno. Brasileros = 2. Paraguayo = 1.
Las visitas domiciliarias ascienden a 1983. La
diferencia que se observa entre 397 y 325 a que asciende los
que salvaron con los que fallecieron, pasaron al médico de los
correspondientes cuarteles unos, y otros al lazareto, de donde
probablemente saldrían. Sin embargo que luego que un
enfermo pasaba al lazareto no había motivo para llegar a la casa,
tenía el cuidado de hacerlo para1
saber el éxito de mi
desgraciado. Los resultados no siempre fueron satisfactorios.
Pasaremos a la última parte de la memoria que
comprende el formulario o prescripciones más usadas y de
mejor éxito en el tratamiento de tan terrible mal. Los pesos y
medidas van ajustados a la libra común de 16 onzas españolas y
los nombres más vulgares posible.
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Conclusiones
Por lo expuesto en el cuadro adjunto se vendrá por notar que
de 397 auxiliados por cuenta de la Honorable Municipalidad,
295 hombres fueron afectos y 102 mujeres; salvaron 325
individuos, siendo problemática la existencia de 172.
2o
Que de 10 a 11 años, solo han muerto dos jóvenes.
3 o
Que de 14 a 26 han muerto cuatro mujeres.
4 o
Que de 21 a 30 han muerto cinco indígenas.
5 o
Tres chilenos de 40 años, cuando más un chino de 28 y un
viejo mestizo de 56. Que la mortalidad ha tenido lugar más en
los indígenas que en los mestizos y Caucas.
6 o
Que los negros no mueren casi de Fiebre amarilla sino el
uno o dos por mil.
La epidemia se ha observado más en los indígenas y
mestizos que por su condición proletaria, son más susceptibles
de toda enfermedad.
Las mujeres en esta epidemia, han sufrido más, lo
mismo que los etíopes, que en la epidemia del año 1854 a
1855.
La mortalidad ha sido menos en 1868 que en 1854 y
1855, pues entonces no bajaría (término medio) de un doce
por ciento.
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