Taller 1 Reflexión Docente Colectivo Presencial_2024 _20 de marzo.pptx
Tema 1. ciencia, tecnología y sociedad
1. Agua, Energía y Alimentación:
Factores clave relacionados por la tecnología
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TEMA 1. CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
ÍNDICE DE CONTENIDOS
1. Ciencia, tecnología y sociedad
1.1.La imagen establecida de la tecnología
1.2.La reacción contra la imagen establecida
1.3.Una nueva imagen de la tecnología
1.4.Tecnología apropiada
2. Agua, Energía y Alimentación:
Factores clave relacionados por la tecnología
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1. CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
En este tema se va a analizar la evolución de las ideas de ciencia y tecnología, así como de su
relación con la sociedad. Se diferenciará lo que se va a denominar imagen establecida de la
tecnología de la nueva imagen de la tecnología. La primera considera a la tecnología neutral
frente a valores y consideraciones sociales y da pie a posturas tecnocráticas en la relación entre
sociedad y tecnología. Por el contrario, la nueva imagen de la tecnología considera a la tecnología
como un producto social, ligada a valores y creencias, y, por tanto, condicionada socialmente.
Esta última visión de la tecnología es la que se asume a lo largo de todo el módulo ya que es la
más apropiada para enfrentar acciones de desarrollo. Es cada vez más aceptada en la sociedad,
aunque en muchos ámbitos sigue siendo minoritaria.
1.1. La imagen establecida de la Tecnología
La imagen más extendida de la tecnología es la que la concibe como “ciencia aplicada”. Hubo
un tiempo en que esto no fue así, y aunque los técnicos no tenían una base científica completa,
eso no les impedía hacer su trabajo. Es el caso de los ingenieros que levantaron las grandiosas
obras públicas romanas, los técnicos que proporcionaron el “fuego griego” al ejército bizantino o
los ingenieros renacentistas que construyeron puertos, canales y “viajes de agua” en la Europa
del XVI. Ninguno de estos técnicos tuvo una formación científica sistemática y de hecho aplicaron
procedimientos o fórmulas empíricas que no podrían haber justificado ni fundamentado
teóricamente.
A lo largo del XIX los ingenieros comienzan a recibir una formación matemática y científica
sistemática. Tal vez esto esté relacionado con el hecho de que a partir de ese período también
muchos ingenieros contribuyen al desarrollo de la ciencia (Carnot, Fourier, Edison), algo que
hasta entonces no había sido frecuente.
Hoy en día el primer escalón de la formación de un técnico es siempre la adquisición de una base
matemática y científica que necesitará para desenvolverse en su área tecnológica. Puede haber
teorías científicas que, en un momento dado, no sean objeto de desarrollo tecnológico, pero no
se concibe que una tecnología carezca de base científica. Es decir: puede haber teoría sin
tecnología, pero no tecnología sin teoría.
Aún hoy pueden encontrarse algunos rastros de la época “precientífica” de la técnica: la teoría
en la que se sigue basando el diseño de motores o la construcción de centrales eléctricas recibe
todavía el apelativo de Mecánica Racional, para distinguirla de la Mecánica Empírica o anterior a
Newton. Y el prólogo de un conocido manual de Resistencia de Materiales (Timoshenko) comienza
así: “En la actualidad hay un cambio decidido en la actitud de los proyectistas hacia la aplicación
de los métodos analíticos en la solución de los problemas de ingeniería. Ya no se basa el proyecto
principalmente en fórmulas empíricas”. Está fechado en 1930.
3. Agua, Energía y Alimentación:
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La imagen establecida de la ciencia
Si la tecnología es ciencia aplicada, será preciso estudiar las características de la ciencia para
determinar a partir de éstas las de la tecnología. En la imagen más establecida en nuestra
sociedad el atributo fundamental de la ciencia es que busca y encuentra la verdad. Así, se aceptan
de forma general las siguientes proposiciones:
• El método científico es absolutamente objetivo, libre de toda
interferencia subjetiva.
• La ciencia es un proceso acumulativo, en el que el conocimiento
se va incorporando sobre la base previa, y que se desarrolla
con una lógica interna propia.
• Combinando datos y lógica, la ciencia obtiene teorías universalmente válidas.
• Por todo lo anterior, el conocimiento científico es valorativamente neutral. Dado que
emplea un método objetivo y aplica sistemáticamente la lógica, los resultados no pueden
tener calificación ética.
• Pero, no obstante, lo anterior, se considera que el desarrollo de la ciencia es bueno para
la humanidad, recibiendo una calificación ética general positiva.
La tecnología hereda las características de la ciencia
Tomando como base las características de la ciencia, se conceden a la tecnología atributos
análogos:
• La objetividad le confiere autonomía.
• Es también acumulativa y lineal, sin alternativas de evolución.
• Es aplicable universalmente, ya que se basa en conocimiento objetivo.
• Es neutral, igual que la ciencia.
• Pero, como en el caso de la ciencia, se considera que el desarrollo
tecnológico es bueno para la humanidad.
De aquí se derivan notables propiedades sociales de la tecnología:
• Como es autónoma, sólo los expertos tienen capacidad para determinar la dirección del
avance tecnológico.
• Este avance se regirá por sus propias reglas internas, que 5 determinarán las alternativas
de desarrollo.
• Como es universal, la tecnología puede aplicarse en cualquier entorno (y así, por ejemplo,
su transferencia directa siempre será posible, y tendrá como único obstáculo la
financiación).
• Al ser neutral, los cambios que produzca la tecnología serán en parte inevitables (es decir,
deberán considerarse tan neutrales como la propia tecnología), y en parte exógenos
(dependerán de cómo se use).
• Se da por hecha esta cadena de implicaciones:
Mejor Ciencia → Mejor Tecnología → Mejor Economía → Mejor Sociedad
4. Agua, Energía y Alimentación:
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Historia y alcance de esta concepción: la tecnocracia
La imagen establecida hoy por hoy de la ciencia y la tecnología parte del Racionalismo del XVII y
la Ilustración del XVIII. En el XIX, la Revolución Industrial la asienta en el imaginario popular, y
el Positivismo la fija en el ámbito académico. En el siglo XX, hasta la Segunda Guerra Mundial,
este enfoque es aceptado sin discusión. Y llega hasta nuestros días, impregnando la educación,
la divulgación científica, las políticas tecnológicas y la imagen popular de la ciencia y la tecnología.
Algunos lemas que han sido y siguen siendo empleados con naturalidad pueden ilustrar hasta
qué punto la imagen establecida se ha aceptado públicamente. La Feria Mundial celebrada en
Chicago (Estados Unidos) en 1930 fue un gran escaparate para las novedades técnicas de la
pujante industria estadounidense, y constituyó un acontecimiento popular por la masiva afluencia
de público que, al acceder al recinto ferial, pasó bajo un gran rótulo donde podía leerse: “La
ciencia descubre, la técnica aplica, el hombre se adapta”. Más recientemente, hacia el
final de la década de 1990, la multinacional finlandesa de la electrónica Nokia adoptó como lema
publicitario el siguiente: “Freedom through technology” (“A la libertad por la tecnología”).
La concepción establecida de la ciencia y la tecnología es la base de la ideología tecnocrática y
las posturas cientifistas. Una forma sencilla de caracterizar la tecnocracia es a través de las
nociones de problema cerrado y problema abierto, introducidas por el filósofo austriaco Ludwig
Wittgenstein. Un problema cerrado es un problema científico o técnico habitual, cuya respuesta
sólo añade información a nuestro conocimiento del mundo. Por ejemplo, ¿puede este coche
alcanzar los 120 km/h? Aunque ahora no sepamos la respuesta, sabemos que con los datos
adecuados (peso y perfil del vehículo, motorización, estado de los neumáticos, etc.) y con la
teoría adecuada (la mecánica clásica) podríamos obtenerla. La solución a los problemas cerrados
consiste en aplicar un método para descubrir la respuesta.
Por el contrario, un problema abierto es aquel cuya solución consiste en decidir la respuesta
aplicando unos valores. No se trata de descubrir nada, aunque sin duda el conocimiento fáctico
puede ser de utilidad, sino de utilizar los valores para adoptar una determinada postura (p.ej.,
¿debemos construir esta autopista?). En este caso no hay ecuaciones que aplicar. Será, sin duda,
interesante conocer y considerar ciertos datos, como el número de habitantes de las ciudades
conectadas y de la región entre ambas, tiempos estimados de viaje, posibles aglomeraciones de
tráfico, inversiones necesarias, costes de mantenimiento, etc. Pero otros elementos de la decisión
apelarán a los valores: la apuesta por el transporte individual o el colectivo; por la carretera o el
ferrocarril; el valor ecológico, paisajístico o de otro tipo de las áreas afectadas por la autopista; etc.
La actitud cientifista/tecnocrática afirma que todos los problemas abiertos o bien pueden
reducirse a problemas cerrados, o bien deben ser descartados como "pseudoproblemas"
originados por el desconocimiento, la superstición o posturas radicales y contraculturales. Esa
actitud también supone que los problemas cerrados sólo pueden resolverlos los "expertos". Esto
equivale a llevar a la práctica el postulado de los filósofos racionalistas según el cual la discusión
debía ser sustituida por el cálculo, e incluso, dar un paso más al afirmar que no todo el mundo
puede calcular, sino solamente los expertos, que se convierten así en los únicos que conocen los
métodos que resuelven los problemas.
5. Agua, Energía y Alimentación:
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1.2. La reacción contra la imagen establecida
Desde mediados del s. XX, hay una fuerte reacción a la imagen establecida de la ciencia y la tecnología.
A partir de la década de 1960 se produce una vigorosa crítica en el ámbito académico, desde la
filosofía, la historia y la sociología de la ciencia. Ya al final de la Segunda Guerra Mundial y con fuerza
creciente también desde los años 60, se produce en paralelo una reacción desde diversos sectores
sociales, que poco a poco va llegando a algunos políticos e instituciones del estado.
La reacción académica
Desde los años 60 del siglo XX, se asiste desde la filosofía de la ciencia a una profunda crítica al
paradigma positivista. Éstos son algunos de los principales argumentos:
• La fragilidad del conocimiento inductivo: Esta crítica parte del supuesto
de que un número finito de observaciones no puede servir de base para
afirmaciones de carácter general; esto reviste de provisionalidad cualquier
juicio obtenido por inducción desde la experiencia, porque ésta siempre será
limitada.
• Fallos en las redes de creencias: En refuerzo del argumento anterior, se indica que
las hipótesis no comparecen ante el tribunal de la experiencia de una en una, sino en
relación con otras muchas, en forma de redes de creencias, en las cuales puede haber
fallos. Un ejemplo de esto puede darlo la física de finales del siglo XIX, en la cual la
hipótesis del “éter” sustentaba a otras muchas hipótesis, todas las cuales cayeron cuando
los experimentos de Michelson y Morley (entre otros) ampliaron el campo de experiencia
considerado y dieron al traste con toda la construcción.
• La carga teórica de la observación: Lo que percibimos depende tanto de las
impresiones sensibles como del conocimiento previo, las expectativas, los prejuicios y el
estado del observador. Los datos no son anteriores a cualquier consideración teórica. Hay
más bien una simbiosis entre teoría y datos. La teoría determina lo que puede medirse u
observarse como datos, cuáles son relevantes, cómo se procesan e interpretan, y cómo se
usan para confirmar o rechazar partes de la teoría. Esto afecta a la comparación entre
teorías, que puede llegar a hacerse imposible. El caso de la medicina occidental y la
medicina china puede considerarse como un ejemplo extremo de estas dificultades.
• Infradeterminación: Este argumento afirma que
en general siempre es posible desarrollar un número
indefinido de teorías que sean compatibles con los
datos, pero ofrezcan explicaciones causales
incompatibles entre sí. La visión establecida de la
ciencia afirma que en estos casos (típicos en las
controversias científicas) serán las virtudes cognitivas
como la simplicidad o el poder predictivo las que ayudarán a realizar la clausura racional
de la infradeterminación. Pero es precisamente en esas virtudes en las que se revela la
intervención de factores culturales, históricos o sociales, lo cual no hace sino reforzar este
argumento.
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Toda la argumentación anterior desemboca en la afirmación de la relatividad de los modelos de
justificación de las teorías: dadas una época, una sociedad y una disciplina, puede haber
buenas razones para preferir unas teorías científicas a otras. La clausura racional de las
teorías, afectadas por la fragilidad de las redes de conocimientos, la carga teórica de la
observación y la infradeterminación, se realiza por negociación y consenso entre las personas
que hacen la ciencia. En ese proceso intervienen factores que no son epistémicos (los
relacionados con el conocimiento objetivo), sino sociales, culturales, políticos e históricos.
Todo esto lleva a abandonar la noción de ciencia como método de resolución de problemas
totalmente objetivo, acumulativo, neutro, etc. La ciencia construye un mundo conceptual (y a
veces físico) de entre los varios mundos posibles, y que ese mundo se consolide depende de que
las personas relevantes se convenzan de ello tras la correspondiente negociación. Todo esto lo
argumentó Thomas S. Khun en torno al concepto de paradigma científico en su ensayo La
estructura de las revoluciones científicas.
Lo anterior no significa abrazar un relativismo absoluto. La ciencia proporciona del mundo una
imagen convencional, pero no arbitraria. Las cosas son interpretables de diversas maneras,
pero no de cualquier manera. No decidimos cuáles son los hechos del mundo, aunque sí
asumamos o alcancemos un consenso acerca de cómo describirlos y manipularlos dados ciertos
presupuestos y fines extracientíficos (es decir, exteriores a la ciencia según la concepción
establecida de la misma, de ahí la cursiva; para la visión crítica de la ciencia los presupuestos y
fines a los que se hace referencia no están fuera de la ciencia, por lo que en realidad no se les
puede llamar extracientíficos).
La relevancia de este cambio de concepción radica en que los hechos blandos producto de la
investigación científica suelen ser la base para tomar decisiones duras sobre asuntos
de interés general y con amplias repercusiones sociales. Sin embargo, científicos,
tecnólogos y políticos suelen omitir tales limitaciones en la presentación pública de sus trabajos.
La indeterminación, cuando ya no puede obviarse, es presentada como incertidumbre, que se
resolverá presumiblemente mejorando métodos o invirtiendo más en investigación. Esta forma
de actuar también se aplicaba tradicionalmente a las intervenciones de cooperación al
desarrollo (fuesen o no de base tecnológica), lo que caracterizó la cooperación internacional
hasta la década de los 70. Incluso en la actualidad, no es extraño encontrar este tipo de
planteamientos.
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La reacción social
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial se asiste, sobre todo en
las sociedades occidentales, al fin del tecno-optimismo que había
dominado la etapa histórica anterior.
El lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki
en 1945 despierta las conciencias de muchos científicos y técnicos,
que comienzan un debate sobre la responsabilidad ética de sus
profesiones. La publicación del Manifiesto de Einstein y Russell en
1955 supuso un verdadero punto de inflexión. Por otro lado, desde
finales de los 50 se van encadenando una serie de accidentes y
situaciones anómalas de muchos sistemas tecnológicos que causan
una alarma cada vez mayor en las opiniones públicas de muchos
países: primeras explosiones en centrales nucleares (en Inglaterra o
en la Unión Soviética, como en las centrales Mayak y Chernobyl, en
1957 y 1986, respectivamente), terribles efectos secundarios en
medicamentos (talidomida, 1961), primeras mareas negras (sur de
Inglaterra, 1967), fallos en la seguridad en el transporte (San
Francisco –Estados Unidos–, 1972), grandes catástrofes en
industrias químicas (Bhopal –India–, 1984), etc.
En torno a muchos de estos episodios emerge la capacidad de los
técnicos para emitir alertas tempranas sobre los riesgos
asociados a los sistemas tecnológicos, y la contradicción ética en
la que podrían incurrir si por proteger los intereses o la imagen de sus
empresas, renuncian a dar esas alertas. Se produce un gran interés por
la ética en el seno de las asociaciones de científicos e ingenieros.
En 1972 tres ingenieros del Bay Area Rapid Transit de San Francisco (Estados Unidos) fueron
despedidos por criticar la seguridad del sistema automático de control de trenes. Siete meses
después, un tren chocó en una estación y hubo cinco heridos. Por primera vez, las asociaciones
de ingenieros defendieron el derecho a dar la voz de alerta (whistle-blowing), aunque se
perjudique a las empresas. En 1978 Institute of Electric and Electronic Engineers (IEEE),
la mayor asociación de ingenieros del mundo concedió a los tres ingenieros despedidos el primer
Premio IEEE, por “servicio destacado al interés público”.
El auge de la preocupación ecológica es otro de los movimientos sociales
que, en paralelo con los otros, va cambiando la imagen pública de la Tecnología,
resaltando muchas veces la contradicción con la protección de la naturaleza. La
publicación del libro Silent Spring (Rachel Carson, 1962) desencadena una
avalancha de publicaciones sobre la degradación del medio ambiente, que llegan
al gran público. Un año antes se había fundado el World Wildlife Fund (WWF) y
en 1969 Greenpeace. Las campañas de estas organizaciones no sólo abarcan
cuestiones sectoriales (como la protección de especies amenazadas), sino
problemas globales relacionados con los sistemas tecnológicos: alarma por la
capa de ozono (1985), calentamiento global (Cumbre de Río, 1992), etc.
Chernobyl
Miniserie de TV
Coproducción
de HBO y Sky
2019
Atacar al
diablo
Documental
Netflix
2014
Era medianoche
en Bhopal
Novela
D. Lapierre, J. Moro
2001
Para saber más sobre
algunos de estos accidentes
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La reacción administrativa
En respuesta a la presión social, que manifiesta el temor a una tecnología sin
control, las universidades y los gobiernos crean diversas agencias: Program on
Technology and Society en la Universidad de Harvard (1964), Environmental
Protection Agency, de Estad os Un idos (1969), Office of Technology
Assessment, de Estados Unidos (1972), Comité para las Implicaciones Sociales
de la Ingeniería del IEEE (1972), Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (PNUMA, 1972), Nuclear Regulatory Commission (1975).
Hay dos hechos significativos en esta relación de creación de instituciones. Por un lado, la mayor
parte se crean en los Estados Unidos. Esto puede explicarse por ser en este país donde se
originan la mayor parte de los desarrollos científicos y tecnológicos, pero también por la vitalidad
del activismo estadounidense, tanto académico como social. Esto nos lleva, no obstante, a la
segunda observación: las iniciativas se producen en los años 60 y 70, y en paralelo con otros
movimientos sociales como los de afirmación de los derechos civiles de los negros, el feminismo
o las protestas contra la guerra de Vietnam.
En los años 80 y 90 el ambiente político en los Estados Unidos y en el resto del mundo cambió
radicalmente, dando paso a una ola de conservadurismo y al predominio de lo que se ha dado
en llamar tendencias neoliberales. En este sentido, durante esos años no hay tantos logros que
reseñar en el avance por el control social de la tecnología, y los que hay tienen el impulso de la
ONU y, generalmente, la oposición de Estados Unidos y otros países: Protocolo de Montreal contra
los CFCs (1987), Protocolo de Kyoto contra el Calentamiento Global (1998), Cumbres de la Tierra
(1992, 2002), etc.
A pesar de esa desaceleración de las últimas décadas, hoy en día, en los países
industrializados están generalizados mecanismos administrativos (como agencias de
Medio Ambiente u oficinas de Evaluación Social de la Tecnología) que teóricamente permiten la
participación social en lo relativo al desarrollo tecnológico. Sin embargo, ocurre lo mismo que con
mecanismos análogos en otros campos: los ciudadanos tienen la impresión de que su capacidad
real para influir en las grandes políticas es irrelevante frente a la que tienen los poderes
económicos.
Aun así, en los últimos años se han producido iniciativas que muestran la existencia de tímidos
canales de participación ciudadana en este campo. Un ejemplo es la lucha contra los excesos de
las patentes (aplicadas a seres vivos, medicamentos, software, etc.) Pero se trata de iniciativas
no institucionalizadas, que no son permanentes, que sólo se han centrado en sectores muy
específicos y que realmente son más campañas de presión pública que verdaderos mecanismos
de control social de la tecnología. Tanto los cauces institucionales como la presión directa se
están mostrando como medios necesarios para llevar a la práctica una concepción distinta, no
tecnocrática, de la tecnología.
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1.3. Una nueva imagen de la Tecnología
Poco a poco, y como consecuencia de las críticas académicas y sociales que ha recibido la
concepción tradicional de la tecnología, se han ido configurando una nueva imagen de esta, que
es la que se asumirá a lo largo de todo este módulo.
La tecnología como hecho cultural
Cada vez más, se entiende que la tecnología es una práctica social en la que confluyen aspectos
técnicos, culturales y organizativos. El término tecnología debe, pues, ser distinguido del de
técnica. Este último comprende los conocimientos, herramientas, máquinas y sistemas técnicos,
a los que se dedican en primera instancia las personas que reciben una formación específica (las
diversas ingenierías, medicina, arquitectura, farmacia…) La tecnología es la técnica que se genera
y aplica en una determinada organización social sumida en una cultura concreta.
La tecnología influye en la sociedad y la sociedad influye en la tecnología. La tecnología
produce cambios en las sociedades que las usan: en las relaciones entre las personas, en el
acceso a recursos, etc. Por otro lado, diferentes sociedades, con distintas necesidades, recursos,
prioridades, valores, etc. generan y usan tecnologías diferentes. La relación se da en las dos
direcciones y ambas se ven modificadas la una por la otra. Relacionadas con este
planteamiento, han aparecido ideas y concepciones sobre lo que se ha denominado tecnología
apropiada de la que se hablará en el apartado 1.4.
Algunos autores, enfatizando los aspectos sociales sobre los técnicos, han llegado a caracterizar
a las tecnologías como formas de organización social. En ese sentido, la cuestión de la
participación social en los desarrollos tecnológicos es parte de la democratización de la sociedad.
Y en la transferencia de tecnología deben tenerse en cuenta los impactos sobre la sociedad
destinataria, algo que resultaba invisible para la concepción tradicional. En general, en cualquier
innovación tecnológica o intervención ambiental debe tenerse en cuenta que se actuará no sobre
sistemas ideales, sino sobre sociedades reales. El conocimiento de primera mano de los
habitantes “no expertos” puede ser de utilidad para anticipar impactos negativos.
Tecnología y política
De hecho, en la concepción de la tecnología que se asume en este módulo, no cabe hablar de
“impactos secundarios”. Todos los resultados de la aplicación de una tecnología deben
considerarse parte de esta. Esto hará que se tengan en cuenta desde el principio y que la
evaluación ética y social no tenga lugar al final del proceso, cuando ya es difícil corregir los
errores. Solamente así se logra que no se vea a las consideraciones sociales como un “contrapeso
humanístico” de la tecnología, y que la ética tecnológica no degenere en una “ética de crisis”.
Antes bien, debe considerarse una ética completa con varios niveles de actuación que se resumen
en la tabla.
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Tabla 1. Niveles de actuación de una ética completa de la tecnología
Ética técnica Ética profesional Ética social
Problemas Técnicos Morales Políticos y filosóficos
Preguntas ¿Cómo?
¿Debo?
¿Puedo?
¿Por qué?
¿Para qué?
Participantes Ingenieros
Gestores
Ingenieros
Abogados
Políticos
Ciudadanos
El papel de las personas técnicas también debe ser reconsiderado. El técnico no se limita a “aplicar
el conocimiento científico para generar soluciones prácticas”. Tiene un imperativo moral inherente
a su trabajo: debe ser responsable de sus actos, y de las consecuencias de estos en la sociedad.
Hacer tecnología es también hacer filosofía y política: diseñando tecnología se contribuye a
diseñar y mejorar sociedades.
1.4. Tecnología apropiada
En el apartado 1.3 se ha adelantado que dentro del movimiento que durante las últimas décadas
ha ido dando lugar a una nueva concepción de la tecnología, se han desarrollado planteamientos
en torno a lo que se ha denominado tecnología apropiada. El concepto de tecnología apropiada es
muy común en las intervenciones de cooperación al desarrollo. Ha evolucionado mucho desde su
origen y ahora es poco habitual encontrar propuestas que asuman los planteamientos originales.
Sin embargo, de todo aquello quedan algunas ideas que son aceptadas hoy por importantes
sectores de la cooperación al desarrollo (no todos) y que han demostrado en la práctica ser muy
válidas a la hora de plantearse una intervención de desarrollo con base tecnológica.
La idea de la tecnología apropiada surgió en la década de los 60 dentro de aquella reacción social
(apartado 1.2), y como respuesta a los fracasos de proyectos en los países en desarrollo. Durante
esa década y la de los 70, la idea se enriquece. Los planteamientos que están en la base son
aquellos mencionados en el apartado 1.3, de la influencia de la tecnología en configurar las
relaciones humanas de la sociedad en la que se usa. En palabras de Reddy:
“Cuando en condiciones favorables las tecnologías consiguen implantarse en un
nuevo medio, tienden a reproducir las estructuras socioculturales en las que dichas
tecnologías se gestaron” (Reddy, 1978, citado en Salas 2002).
Se unen planteamientos, unos más inclinados hacia los aspectos medioambientales (la tecnología
moderna degrada el medio ambiente) y otros hacia los políticos (la tecnología actual impone
relaciones humanas alienantes). Así, se habla de que la tecnología apropiada (a veces llamada
tecnología alternativa, blanda o baja) es aquella que responde adecuadamente a las necesidades
sociales y ecológicas de las personas, que es descentralizada y a pequeña escala, manejable, que
emplea fuentes renovables de energía, que es de bajo coste, que fomenta el empleo, basada en
la comunidad y en relaciones humanas no-autoritarias y no-jerárquicas, que libera a las personas
de cargas alienantes, permitiéndolas ser más creativas y participar en la comunidad,
profundizando así la democracia.
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Las tecnologías modernas son de tal nivel de complejidad que requieren de una elite de
especialistas que alejan las decisiones sobre la tecnología (que no olvidemos que son decisiones
políticas) de los ciudadanos. En contraposición, la tecnología alternativa es aquella que pueden
realizar todas las personas, sin necesidad de especialistas, con el fin de que los usuarios se
apropien de la tecnología, en un afán de democratizar el conocimiento. En definitiva, se plantea
una tecnología alternativa para construir, a partir de ella, una sociedad alternativa.
La tecnología apropiada recibió críticas de representar una actitud retrógrada, antitecnológica y
antiprogesista. También de que es prácticamente imposible poder cumplir todas sus
características, de que no hay una correlación entre baja tecnología y baja alineación, e incluso,
de que no se aborda a fondo la cuestión de las tecnologías de producción, donde es aún más
difícil poder cumplir todas las características de la tecnología apropiada.
En la actualidad apenas se asumen los planteamientos sobre la tecnología apropiada de los años
60 y 70. Sin embargo, como herencia de aquella reflexión, cada vez más sectores de la
cooperación al desarrollo asumen que en los proyectos de desarrollo las tecnologías que
quieran estar verdaderamente al servicio del desarrollo humano deben cumplir un
conjunto de características que se podrían resumir en:
• Satisfacer las necesidades humanas básicas. Tener calidad técnica.
• Liberar a las personas de tareas duras, de riesgo o rutinarias.
• Contar con la participación creativa de la comunidad destinataria.
• Buscar la apropiación local de la tecnología.
• Buscar la autonomía tecnológica local sin caer en el autarquismo tecnológico.
• Hacer el mayor uso posible de los recursos locales de conocimiento, humanos, sociales,
económicos y tecnológicos.
• Promover y reforzar el papel de las organizaciones locales.
• Asegurar la compatibilidad con la cultura local.
• Tener un impacto medioambiental bajo.
Una idea es muy importante: no existen tecnologías apropiadas per sé. Una tecnología podrá
ser apropiada en un lugar y momento, pero no en otros lugares o momentos. Quizás, de todos
los aspectos comentados los más importantes sean contar con la participación de los destinatarios
(darles el derecho a tomar las decisiones que afectará sus vidas) y buscar ante todo la apropiación
local (es decir, la capacidad de que los destinatarios puedan en el futuro mantener y, sobre todo,
modificar la tecnología en función de sus necesidades).
Instalación de panel solar fotovoltaico
para la producción de energía
renovable en Kenia
(Fuente: EFE)