1. 1
Una
narración
a
través
del
lenguaje
de
los
signos
RELIEVE DEL DESCENDIMIENTO
Benedetto Antelami (activo entre 1178 y 1200)
1178
Mármol
Catedral de Parma
Escultura románica
La
iconografía
del
Descendimiento
de
Cristo
de
la
cruz
se
encuadra
en
las
escenas
pasionales
que
llegaron
a
constituir
un
género
propio
desde
la
Edad
Media
para
resaltar
la
naturaleza
humana
de
Jesús,
y
por
tanto
el
valor
de
su
sacrificio,
justificando
con
su
muerte
el
sentido
liberador
de
su
resurrección.
2. 2
El
primer
referente
iconográfico
de
este
episodio
pasional
fue
apuntado
por
el
historiador
francés
Émile
Mâle
en
su
"Histoire
genérale
de
l'art",
donde
considera
que
el
tema
tiene
su
origen
en
el
arte
bizantino
del
siglo
X,
en
expresiones
artísticas
herederas
del
arte
paleocristiano
en
cuyas
escenas
aparecen
personajes
muy
simplificados,
básicamente
reducidos
a
José
de
Arimatea
sujetando
el
cuerpo
de
Cristo,
Nicodemo
ocupado
en
extraer
los
clavos
y
la
presencia
de
la
Virgen
y
San
Juan
a
los
lados
de
la
cruz,
siempre
como
libre
interpretación
del
llamado
Evangelio
apócrifo
de
Nicodemo,
también
conocido
como
Actas
de
Pilatos.
3. 3
Tampoco
fueron
ajenas
a
la
consolidación
de
tan
simple
esquema
iconográfico
las
homilías
de
Jorge
de
Nicomedia,
tan
divulgadas
en
la
segunda
mitad
del
siglo
IX,
en
las
que
explicaba
cómo
en
las
palabras
pronunciadas
por
Cristo
desde
la
cruz
confiaba
a
María
a
su
discípulo
Juan,
convirtiéndole
de
este
modo
en
madre
y
señora.
Estas
recreaciones
devocionales,
alejadas
de
cualquier
precisión
histórica,
tuvieron
su
repercusión
en
la
configuración
plástica
de
las
escenas
del
Calvario
y
del
Descendimiento.
4. 4
La
escena
del
Descendimiento,
en
su
estricto
sentido,
aparece
por
vez
primera
en
una
miniatura
del
Codex
Egberti
(Códice
de
Egberto)
o
Salterio
de
Tréveris
que
se
guarda
en
la
Biblioteca
de
Tréveris
(Alemania),
una
obra
de
capital
importancia
entre
las
producciones
del
arte
otoniano
en
la
que
aparecen
cincuenta
y
una
iluminaciones
realizadas
entre
los
años
970
y
980
por
el
conocido
como
Maestro
del
Registrum
Gregorii,
un
monje
así
denominado
por
haber
ilustrado
también
una
colección
de
cartas
del
papa
Gregorio
el
Grande,
que
incluyen
la
primera
representación
secuencial
de
diversos
episodios
de
la
vida
de
Cristo,
entre
ellas
el
Descendimiento,
escena
en
la
que
solamente
figuran
José
de
Arimatea
y
Nicodemo
liberando
a
Cristo
de
la
cruz.
Este
Salterio
fue
elaborado
en
el
scriptorium
del
monasterio
de
Reichenau,
en
el
lago
Constanza,
y
destinado
a
Egberto,
obispo
de
la
ciudad
de
Tréveris.
5. 5
Es
a
partir
del
siglo
XI
cuando
comienzan
a
incorporarse
al
Descendimiento
las
figuras
de
la
Virgen
y
San
Juan,
reforzando
con
su
presencia
el
sentido
dramático
de
la
escena.
Así
aparecen
en
unos
grupos
escultóricos
arquetípicos
de
los
cuales
los
más
antiguos
se
localizaron
en
Bélgica
y
Francia,
entre
ellos
la
denominada
Curva
Crux
de
Lovaina,
el
más
antiguo
grupo
escultórico
del
Descendimiento
conocido,
realizado
hacia
la
mitad
del
siglo
XI
en
el
ambiente
renano-‐
mosano.
Seguirían
otros
grupos
franceses
realizados
en
el
segundo
cuarto
del
siglo
XII
y
otros
algo
más
tardíos
elaborados
en
España,
destacando
el
Descendimiento
del
claustro
del
monasterio
de
Silos
(Burgos)
y
la
importante
serie
de
descendimientos
pirenaicos
realizados
a
partir
de
los
años
finales
del
siglo
XII.
6. 6
En
este
contexto
es
cuando
Benedetto
Antelami
realiza
en
1178
su
genial
creación
para
la
catedral
de
Parma,
un
extraordinario
altorrelieve
marmóreo
que
supone
la
cumbre
del
arte
románico
y
forma
parte
de
la
antología
de
la
mejor
escultura
europea.
Este
Descendimiento
es
el
único
panel
superviviente
de
la
magna
obra
de
Antelami
para
la
galería
del
coro
catedralicio,
actualmente
ubicado
en
la
parte
derecha
del
transepto
de
la
catedral,
en
un
contexto
muy
distinto
al
original,
expuesto
con
criterios
museísticos
como
la
más
antigua
representación
italiana
del
tema
de
la
"Deposizione".
Se
trata
de
un
relieve
de
disposición
longitudinal,
con
las
figuras
apoyadas
ordenadamente
sobre
una
cornisa
y
enmarcado
por
una
orla
decorada
con
motivos
de
racimos
vegetales,
de
inspiración
clásica,
ejecutados
de
acuerdo
a
la
técnica
oriental
del
nielado,
al
modo
de
la
tradición
bizantina.
Se
completa
con
un
alero
ornamentado
con
rosetas
y
tallos
entrelazados.
La
escena
está
estructurada
con
maestría
en
tres
partes
y
presenta
el
7. 7
momento
en
que
Cristo
es
desclavado
de
la
cruz
en
presencia
de
distintos
personajes.
Su
figura,
al
contrario
de
los
estereotipados
crucifijos
románicos,
mayestáticos,
serenos
e
indoloros,
intenta
expresar
la
cara
más
humana
del
sufrimiento
a
través
de
la
expresión
del
rostro,
toda
una
aportación
de
Antelami.
Su
cuerpo
es
recogido
por
José
de
Arimatea,
mientras
la
Virgen,
acompañada
por
un
San
Juan
de
gesto
resignado,
recoge
con
delicadeza
la
mano
derecha
de
su
Hijo
y
con
la
ayuda
de
un
ángel
la
coloca
junto
a
su
mejilla
en
un
gesto
entre
amatorio
y
doloroso.
Al
otro
lado
Nicodemo,
encaramado
en
una
escalera
de
apoyo
incomprensible,
se
afana
en
desclavar
la
mano
izquierda.
La
disposición
de
estas
figuras
guarda
relación
con
los
abundantes
grupos
leñosos
catalanes
e
italianos.
Pero
la
escena
creada
por
Benedetto
Antelami
va
más
allá,
pues
el
escultor
incluye
otros
pasajes
simbólicos
que
tratan
de
resaltar
el
triunfo
de
Cristo
justamente
en
el
momento
más
dramático
de
su
existencia,
el
momento
que
sigue
a
la
confirmación
de
su
muerte
física,
cuando
todo
es
desolación
entre
sus
seres
cercanos.
Una
de
las
principales
innovaciones
son
dos
personajes
que
ocupan
un
espacio
muy
significativo
bajo
los
brazos
de
la
cruz.
El
que
está
colocado
a
la
derecha
de
Cristo
es
una
personificación
simbólica
de
la
Iglesia
triunfante,
fácilmente
identificable
por
portar
en
su
mano
un
cáliz,
símbolo
de
la
sangre
de
Cristo
y
de
su
sacrificio,
al
tiempo
que
enarbola
un
estandarte
que
ondea
al
viento
con
el
signo
de
la
cruz.
En
el
lado
opuesto
se
personifica
a
la
Sinagoga,
obligada
por
un
ángel
a
doblegar
su
cabeza
en
señal
de
reconocimiento,
al
tiempo
que
insinúa
abatimiento,
efecto
reforzado
por
el
estandarte
fracturado
que
porta.
Las
dos
figuras
proclaman
el
efecto
redentor
de
Cristo
con
su
muerte
y
el
nacimiento
de
una
Nueva
Ley,
en
definitiva,
el
triunfo
del
cristianismo
sobre
el
judaísmo.
El
relieve
de
Antelami
incluye
otras
dos
escenas
que
no
tienen
correspondencia
temporal
con
el
momento
del
Descendimiento,
una
8. 8
secuencialmente
anterior
y
otra
posterior.
A
la
derecha
del
relieve,
según
la
posición
del
espectador,
aparece
un
grupo
de
diez
soldados
romanos,
con
cuatro
de
ellos
sedentes
en
primer
plano
que
reparten
a
suertes
la
túnica
de
Jesús
después
de
ser
crucificado,
un
pasaje
citado
someramente
en
los
Evangelios,
siendo
Juan
el
que
añade
ciertos
pormenores,
como
que
los
soldados
hicieron
cuatro
partes
de
las
vestiduras
y
decidieron
no
rasgar
la
túnica
por
estar
tejida
de
una
sola
pieza
y
sin
costuras,
por
lo
que
decidieron
echarla
a
suertes.
La
túnica
es
visible
en
primer
plano,
mientras
que,
de
forma
desconocida
para
la
época,
los
soldados
se
disponen
en
dos
planos
superpuestos
logrando
un
efecto
de
profundidad
poco
habitual
en
los
escultores
románicos,
algo
que
constituye
el
primer
ensayo
espacial
de
la
escultura
italiana.
En
lo
alto
de
este
espacio
aparece
la
figura
de
la
Luna
personificada
en
una
cabeza
femenina
inscrita
en
un
medallón
y
con
su
correspondiente
inscripción.
Simboliza
la
Noche
o
las
tinieblas
que
envolvieron
el
mundo
en
el
momento
de
la
muerte
de
Jesús.
Al
lado
contrario
aparece
una
escena
temporalmente
posterior:
la
presencia
de
las
Tres
Marías
ante
el
sepulcro
de
Cristo.
Las
santas
mujeres
están
representadas
en
forma
de
cortejo,
aludiendo
al
pasaje
en
que
fueron
informadas
por
un
ángel
de
que
el
sepulcro
se
encontraba
vacío,
convirtiéndose
así
en
los
primeros
testigos
de
la
Resurrección.
La
idea
queda
remarcada
con
la
colocación
sobre
ellas
de
un
medallón
en
el
que
aparece
personificado
el
Sol,
símbolo
de
luz
y
vida.
De
esta
forma
tal
sutil
el
escultor
no
sólo
logra
fundir
en
las
figuraciones
los
pasajes
de
la
crucifixión,
muerte
y
resurrección,
sino
también
inculcar
al
relieve
un
contenido
teológico
como
exaltación
de
la
nueva
ley
cristiana.
Estilísticamente
el
conjunto
presenta
una
acumulación
formal
de
distinta
procedencia.
Tanto
las
alegorías
del
Sol
y
de
la
Luna,
como
los
roleos
decorativos
de
la
orla
y
las
rosetas
del
alero
superior
entroncan
tanto
con
el
arte
clásico
romano
como
con
la
tradición
bizantina,
mientras
que
las
figuraciones
de
las
tres
escenas
desarollan
formas
9. 9
derivadas
del
románico
provenzal,
especialmente
relacionadas
con
aquellas
de
la
abadía
de
Saint-‐Gilles-‐du-‐Gard,
sin
que
falten
reminiscencias
de
los
sarcófagos
paleocristianos
en
la
concepción
del
relieve.
Sin
embargo,
Benedetto
Antelami,
que
deja
firmada
su
obra
en
la
inscripción
del
fondo,
logra
abrir
una
vía
en
la
abstracción
del
universo
neoplatónico
románico,
intangible
y
sobrenatural,
mostrando
un
esfuerzo
por
canalizar
el
interés
hacia
el
mundo
terrenal
y
sensible,
un
deseo,
en
último
término,
por
mostrar
la
esencia
de
la
naturaleza
humana.