1. EL GATITO PERIQUITO
El gatito Periquito… ¿Cómo describir a un ser tan tierno y pequeño?
El gatito Periquito vivía en los arrabales de una ciudad que era como la mayoría de
ciudades de hoy día.
Sus padres eran el Gato Oscuro y la Gata Clarita, que tenían una difícil convivencia, ya que
trabajaban mucho todo el día.
Oscuro era el responsable de repartir la comida de los contenedores que podían comer
los gatos de las tres calles: la calle Larga, la calle Limpia y la calle Corta.
El trabajo de Papá Oscuro ocupaba bastantes horas del día, pues éste debía vigilar cada
vez que algún vecino del barrio dejaba la basura en el contenedor y esto ocurría en cualquier
momento del día o de la noche. Si Oscuro no vigilaba, ¡cualquier otro gato desconocido
podría llevarse la comida!
En fin, que Oscuro no tenía tiempo para compartir con Clarita las tareas de la gatera,
donde reinaba el mayor de los desórdenes y, cuando volvía a casa después de un largo día
de trabajo apenas tenía fuerzas para dar un par de lametones a Clarita y a Periquito.
Clarita, por su parte, trabajaba como enfermera en los muros ruinosos de una casa del
barrio, donde, junto a otras gatas, curaban a los gatos heridos durante la búsqueda de
comida en los contenedores, ya que los vecinos de la ciudad no separaban los diferentes
tipos de residuos, encontrándose luego los gatos con latas y trozos de vidrio que les
provocaban cortes, arañazos y rotura de uñas.
De este modo, como Periquito tenía poco tiempo para estar con sus padres, veía
demasiadas horas la tele y era más travieso de lo normal; pues sólo quería llamar la atención
de sus padres, que parecían estar demasiado preocupados por su trabajo…
Periquito iba desde que era muy pequeñito al colegio de su barrio, que se llamaba
Gatulandia.
La maestra de Periquito se llamaba Romy. Era una gata romana muy limpia y elegante,
pero sobre todo era muy paciente con sus alumnos, los gatitos, y sus padres.
La señorita Romy explicaba a los padres cómo conseguir que sus gatitos fueran buenos y
cumplidores de unas normas básicas de convivencia, pues de no ser así, cuando se
convirtieran en gatos adultos serían rechazados.
2. Oscuro y Clarita escuchaban atentamente todo lo que les decía la maestra Romy, pero
con la falta de tiempo debido al trabajo, lo único que conseguían era sobreproteger a
Periquito, con lo cual, probablemente acabaría por ocurrir lo que la señora Romy temía.
El gatito Periquito seguía creciendo día a día, mientras sus padres se negaban a que
aprendiera cosas tan importantes para un gato como cazar ratones, asignatura básica en el
colegio de Gatulandia, por miedo a que se le quebraran sus uñitas.
Tampoco querían que diesen grandes saltos, por temor a que se torciese una pata…
¡Ni siquiera le dejaban bufar (fu-fu-fuuuu) porque lo consideraban una ordinariez!
En fin… Periquito era el hazmerreír de todos sus compañeros del cole, que eran fuertes y
traviesos, a los que no les importaba llenarse de manchas y cuyos miauuu miauuuu eran
cada vez más perfectos, lo cual llenaba de alegría y orgullo a sus Papás y Mamás.
Al final del curso se celebraba en Gatulandia la fiesta del cole. Ese día acudieron los
padres de Periquito, donde pudieron comprobar cómo su querido y amado hijo sufría ante
las burlas de sus compañeros.
En ese momento, Oscuro y Clarita comprendieron que debían dejar a su cachorrillo
comportarse como el gatito que era y, a partir de entonces Periquito pudo saltar, estirarse,
maullar, ronronear, afilarse las uñas,… ¡incluso lamerse el pelo! Hasta se apuntó a clases
especiales para cazar ratones, asignatura fundamental si quería ser un gato adulto con
posibilidades de futuro.
Y así fue como Periquito se convirtió en un simpático gatito, fuerte, valiente, juguetón y lo
más importante: FELIZ.
AUTORA:
ANA LUQUE RUIZ