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El discurso
1. EL DISCURSO1
Concepto y tema. Es el conjunto de ideas o pensamientos, lógicos, coherentes y elegantes que sobre un
determinado tema o asunto se expone ante un auditorio.
El tema es el contenido de discurso y está constituido por el conjunto de conceptos, conocimientos, ideas,
pensamientos y argumentos sobre determinado asunto, que pueden exponerse en la oportunidad
propicia; sin embargo, como bien advierte Carlos Alberto Loprete: “Conviene distinguir esta disponibilidad
de la charlatanería del ignorante o audaz, capaces de aceptar irresponsablemente cualquier compromiso
oratorio”
Estructura: la estructura del discurso clásico comprende seis partes:
a) Exordio. Llamado también preámbulo, corresponde a la primera parte, en la cual el orador se
pone en contacto con el público, al cual prepara, ganándose su adhesión y simpatía, para el
desarrollo de su exposición.
b) Proposición. El orador enuncia o presenta el tema en forma general o por partes.
c) Refutación. (Opcional) Consiste en la enumeración, examen y rebatimiento de los argumentos en
contra de lo que va a sostener.
d) Propugnación. Se presentan las propias ideas o propuestas, así como las pruebas o argumentos
que las sustentas (hechos, razones, evidencias).
e) Peroración. También llamada recapitulación, es el resumen de todo lo dicho, con sus respectivas
conclusiones.
f) Exhortación. Es la parte final, en la que se apela a la emotividad del público, cuya adhesión o
convencimiento se invoca.
Por su carácter práctico y polémico, es bastante aplicable en la oratoria política, sindical y religiosa En
su forma más simple y directa, las partes indicadas se pueden reducir a tres:
Introducción. Corresponde al exordio o preámbulo.
Cuerpo. Desarrollo del contenido: argumento y tesis del tema anunciado en la
introducción.
Conclusión. Síntesis del discurso, incidiendo en los aspectos más importantes del tema.
El orador experimentado no descuida la captación del público al comienzo ni al final del discurso,
porque las frases pronunciadas en tales etapas tienen a grabarse mejor en la conciencia del público. Por
eso las expresiones de afecto, así con las cláusulas enérgicas y rotundas impresionan favorablemente en
el público.
EL ORADOR
Como autor, es el artista del discurso; por tanto, debe tener no sólo un claro dominio del tema que
desarrolla, sino también del lenguaje.
1
“Los senderos del lenguaje”, Saniel Lozano Alvarado. Edición Páginas Libres. Perú.
2. Cualidades. Desde los clásicos, como Cicerón y Quintiliano, se considera que el orador debe reunir
cualidades de tres clases: físicas, intelectuales y morales.
a) Cualidades físicas: se refieren al aspecto corporal: rostro, voz y dicción. En lo físico hay atributos
que no dependen de la persona, por ejemplo, en lo que respecta al porte y rostro. Por eso, como
bien señala Carlos Alberto Loprete: “En la vida real no debe considerarse como un obstáculo para
el ejercicio de la elocuencia el aspecto físico, salvo algunos defectos realmente incompatibles,
como la mudez, o ciertos vicios insuperables de la voz y pronunciamiento o malformaciones
corporales muy exageradas” (pp. 22 y 23). Por lo demás, la historia señala que eximios oradores,
como Demóstenes –tartamudo-, Mirabeau y Dantón –de rostro muy feo- triunfaron
extraordinariamente en la plaza pública.
En general, pues las cualidades físicas se refieren al buen estado de salud, así como a la
pronunciación, entonación, vocalización y modulación de la voz.
También se relaciona con la presentación personal sobria y decente, lo cual es signo de respeto
por el público y también por el motivo de la exposición.
b) Cualidades intelectuales y afectivas. Se refieren a la inteligencia, imaginación y memoria.
Inteligencia. No se refiere a la posesión de una inteligencia excepcional, sino al sentido
común para juzgar la realidad y el discurrir de la vida; a la capacidad para discriminar con
claridad los distintos problemas y asuntos, para analizarlos y relacionarlos con la
naturaleza de los hechos y cosas.
Imaginación. Permite al orador concebir, recrear y expresar la realidad bajo nuevas
formas, hasta entonces ignoradas u ocultas para el público.
Memoria. Permite al orador concebir, recrear y expresar la realidad bajo nuevas formas,
hasta entonces ignoradas y ocultas para el público.
Originalidad. El orador debe resaltar su identidad e individualidad como portador de sus
propias ideas, sin copia ni plagio.
Capacidad de análisis y síntesis, para referirse a los elementos de una totalidad y fijarse
en los detalles, así como para presentar panoramas de conjunto, por la integración de las
diversas partes de un asunto.
Cultura general específica. El orador debe tener un profundo dominio del tema que
expone, pero también una cultura amplia, en cuyo contexto pueda tener sentido lo que
expone.
Sensibilidad. Junto a las cualidades intelectuales, es importante la sensibilidad, pues no
sólo se trata de exponer un tema, sino también conmover y despertar la emotividad e
identificación del público, cuya simpatía sede procurar.
c) Cualidades morales. El orador debe cuidar su conducta ética, a fin de que lo que él expone no
sea censurado por su incompatibilidad con el comportamiento. La deshonestidad, la falacia, la
demagogia, etc. Descalifican al orador. Por eso, en general, se debe tener en cuenta los siguientes
aspectos:
Sinceridad. Coherencia entre la palabra y los actos; decir lo que realmente se siente, sin
adular, sin tratar de congraciarse con alguien, aunque no se esté convencido de lo que se
dice.
Honestidad. La oratoria debe utilizarse para fines positivos y edificantes; no para
manipulación, el utilitarismo o la demagogia.
3. Sencillez, no como signo de rebajamiento y de desconfianza en las propias posibilidades
personales, sino alejado de la soberbia, vanidad autosuficiencia y petulancia.
Optimismo. Tendencia natural a ver y juzgar los hechos en sus aspectos positivos; no
como frustración o fracaso.
Buenos modales. Observar las normas de educación, cortesía, respeto, moderación,
propios de cada ambiente o circunstancia.
1.2 Oradores en la historia
a) En la oratoria política. En Grecia antigua, Demóstenes se hizo famoso por sus “Filípicas”,
discursos contra Filipo, rey de Macedonia, a quien desenmascaró y frustró en sus propósitos
imperialistas contra las confiadas y divididas repúblicas griegas.
En Roma, Marco Tulio Cicerón, en sus notables “Catalinarias” combatió en el senado al traidor
Catalina, que conspiraba contra la estabilidad de la república.
Durante la revolución francesa brillaron: Camilo Desmoulins, Maximiliano Robespierre y sobre
todo, Dantón y Mirabeau.
En España, durante la primera república, destacó Emilio Castelar.
b) En la oratoria cívica y patriótico-militar son notables los nombres de: Napoleón Bonaparte,
cuyas arengas más importantes son las que dirigió a sus tropas al pie de las pirámides egipcias;
Simón Bolívar, autor de varias célebres arengas a las tropas libertarias de América; José Martí,
uno de los más destacados patriotas revolucionarios de Cuba.
c) En la oratoria sagrada. E#n el siglo IV, de apogeo de esta clase de oratoria destacaron: San
Anastasio, San Gregorio y Juan Crisóstomo, en la iglesia griega; y San Hilario, San Jerónimo y San
Agustín, en la iglesia latina.
Durante la Edad de Oro de la literatura española sobresalieron Fray Luis de León y Fray Luis de
Granada. En el siglo XVIII, en Francia, las figuras más importantes fueron Jaques Benigne Bussuet
y Francois Fenelón.
d) En la oratoria forense. Demóstenes en la antigüedad griega pronunció el célebre discurso “La
Corona”, de alto valor político y jurídico. En el foro romano descolló Cicerón, que asumió la
defensa de Milón y pronunció las “Verrinas”, o acusaciones contra el procónsul Verres. También
fueron importantes Catón de Utica y Marco Antonio.
En España han sido brillantes oradores: Gaspar Melchor de Jovellanos, Meléndez Valdez y
Jiménez de Asúa.