Este artículo describe el contrabando que ocurría en la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII. Los "metedores" eran contrabandistas profesionales que transportaban mercancías de manera ilegal entre España y sus colonias en América para evadir impuestos, a menudo sobornando a funcionarios. Este contrabando proporcionaba productos necesarios a las colonias y transportaba plata de América a Europa. El contrabando era una práctica común y conocida, aunque la Corona intentaba controlarlo mediante impuest
2. Los metedores, contrabandistas en la Monarquía Hispánica
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3. En tiempos de Felipe III, los buques ingleses transportaban la plata
española al Ejército de Flandes, y también la llevaban hasta Londres,
donde sus banqueros proporcionaban letras de cambio con las que
adquirir productos de Holanda, el Báltico y Francia, que después se
revendían en Sevilla. Las telas, eran enviadas a América, con frecuencia
sin registrarlas como era debido y sin pagar aranceles. Lo esencial era
que se concedían a los extranjeros el derecho a establecerse como
naciones en territorio español, con cónsules y tribunales propios, para
resolver sus disputas internas. El resultado fue un sistema que
proporcionaba a las colonias españolas productos necesarios y, a
Europa occidental un caudal de plata que ya no se canalizaba a través
Los metedores, contrabandistas en
la Monarquía Hispánica
4. del régimen militar de la Monarquía Hispánica. El centro de este sistema
fue Sevilla y posteriormente Cádiz. Se permitía a los extranjeros actuar
como corredores y tenían legalmente el derecho a exportar sus
beneficios en plata a sus países de origen. Como las autoridades
españolas solían dejar pasar tres o cuatro días entre la llegada del
cargamento y su inscripción oficial, y como los tratados les prohibían
registrar las instalaciones de un mercader extranjero, era fácil evadir
impuestos.
Los Metedores de Cádiz.
De noche, los metedores o sea estafadores, dirigidos por jóvenes de
buenas familias y por tanto susceptibles de ser denunciados,
trasladaban sin más los productos y la plata a otros navíos anclados en
el puerto, en la bahía de Cádiz. Los jueces y oficiales de aduanas,
normalmente sobornados, eran propuestos por las propias naciones
que hacían contrabando con la plata española. Los metedores percibían
honorarios considerables, los guardas de aduanas eran sobornados y el
llamado Juez Conservador, que supervisaba el funcionamiento de todo
el sistema, recibía cuantiosos “donativos” procedentes de las
transacciones comerciales. Estos hombres, que solían ocupar altos
cargos en la Administración eran propuestos por las propias naciones
extranjeras a las que regulaban. La Corona conocía estas prácticas y
periódicamente imponía los llamados “indultos”, impuestos especiales
que, aplicados al conjunto de la comunidad comercial, que generaban
cientos de miles de pesos. Se “indultaba”, a veces, a los propios barcos
que llevaban el contrabando.
Los metedores eran contrabandistas profesionales de Cádiz y Sanlúcar
que transportaban mercancías por las flotas sin registrar y evadidas,
con el pretexto de arribadas forzosas o maliciosas. Este era el
contrabando interior; el exterior era despachar a la Indias mercancías
extranjeras desde su país de origen y venderlas directamente en
puertos indianos del Caribe, usando barcos y agentes comerciales
extranjeros.
Había diversas formas de defraudar los caudales: no registrándolos en
los puertos indianos, destruyendo el registro o descargándolos en
playas españolas o portuguesas con motivo de arribadas maliciosas, o
sea, simulando una tormenta, una avería, o sobornando a los
funcionarios de la aduana, usando los metedores a cambio de un
5. porcentaje o trasladando la mercancía defraudada a barcos extranjeros
apostados en las inmediaciones de la bahía de Cádiz. Aparte del
Consulado de Sevilla, existía otro en México capital (1592) y en Lima
(1613). Esto supuso un monopolio bilateral en el que el abastecimiento
de América lo realizaba el Consulado de Sevilla y quienes los absorbían
eran los consulados de México y de Lima por lo que las ferias se
celebraban a la llegada de las flotas; Veracruz en México, aunque en
realidad se realizaba en la capital de la Nueva España y posteriormente
en Jalapa, a medio camino entre Veracruz y México capital y, Nombre
de Dios, trasladándose posteriormente a Portobello, los dos en Panamá,
en el que las mercancías eran intercambiadas por productos
americanos, especialmente plata.
En agosto de 1801, se creó un curioso y peculiar impuesto; el Rey
Carlos IV creó La Cédula de Gracias al Sacar. Este impuesto iba
destinado particularmente a los españoles que vivían en los distintos
Virreinatos de América, incluidos los que habitaban en las Islas Filipinas.
La citada Cédula, permitía que un “pardo” (descendiente de esclavo
africano mezclado con europeo o amerindia o al revés) o un “quinterón”
(descendiente de blanco mezclado con descendiente de mulata o al
revés) y en posesión de determinados documentos, fuera en realidad
blanco, olvidándose para siempre su anterior casta. Era ésta una
dispensa que se podía comprar a cambio de una suma considerable y
que permitió a algunas personas adineradas de origen africano o mixto
acceder a cargos públicos, entrar en colegios profesionales, en la
universidad, incluso adquirir títulos nobiliarios. La citada Cédula
permitía a “pardos” y “quinterones” ser admitidos en una sociedad
rigurosamente jerarquizada en el orden político y social debido al
concepto de “limpieza de sangre” que imperaba en aquella época.
Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
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Bibliografía
CHAMORRO, Eduardo. La vida y la época de Felipe IV.
6. LOZÓN URUEÑA, Ignacio. Usos, costumbres y mentalidades en el siglo
XVII.
S. MALTBY, William. Auge y caída del imperio español.
LEÓN PORTILLA, Miguel. W. HELMS, Mary. MURRA, John.
HIDALGO, Jorge. H. ELLIOT, John. WATCHEL, Nathan, MACLEOD, Murdo
J. BRADING, D. A.
KAMEN, Henry. Brevísima historia de España.
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