La época de Porfirio Díaz en la presidencia de México, ha sido abordada por un sinnúmero de plumas. Historiadores, sociólogos y políticos han intentado descifrar algunos aspectos de dicho periodo. Para ello han corrido regueros de tinta. Las opiniones vertidas son de lo más disímiles, por ende, hay infinidad de supuestos. El propósito es noble, preservar la memoria histórica de nuestro país y revisar con nuevas miras el Porfirismo, periodo por lo regular satanizado y poco explicado.
Porfirio Díaz y la entrevista que propició la Revolución Mexicana
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Porfirio Díaz y la
entrevista que propició
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Mexicana
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4. La época de Porfirio Díaz en la presidencia de México, ha sido abordada
por un sinnúmero de plumas. Historiadores, sociólogos y políticos han
intentado descifrar algunos aspectos de dicho periodo. Para ello han
corrido regueros de tinta. Las opiniones vertidas son de lo más
disímiles, por ende, hay infinidad de supuestos. El propósito es noble,
preservar la memoria histórica de nuestro país y revisar con nuevas
miras el Porfirismo, periodo por lo regular satanizado y poco explicado.
Al despuntar el siglo XX, las condiciones sociales, económicas y
políticas del país habían cambiado radicalmente, la prosperidad
porfiriana quedó trunca. Graves problemas hicieron su aparición. No
Porfirio Díaz y la entrevista que
propició la Revolución Mexicana
5. solo las demandas de los trabajadores, sino también las esgrimidas por
la propia clase media. El tema de la participación política fue cotidiano.
Para agravar la situación los periódicos se politizaron cada vez más.
El presidente Díaz fue visto como el artífice del gobierno y la estabilidad
del país, su voluntad era ley no escrita, a tal grado que todo se disponía
desde su despacho en Palacio Nacional, pero los largos años de paz
estaban acercándose a su fin. Desde 1904 la estructura política estaba
seriamente dañada. Una generación ávida de cambio esperaba una
señal para tomar la dirección del país, este fue el marco de la entrevista
Díaz-Creelman. El relevo generación sería el detonante de la Revolución
Mexicana.
La era de Porfirio Díaz
El triunfo de la revolución de Tuxtepec fue importante para las
aspiraciones políticas del propio general Díaz y de su grupo, ya que
coincidió con la ruptura de Sebastián Lerdo de Tejada, -presidente
electo en ese momento- con José María Iglesias, presidente de la
Suprema Corte de Justicia. De esta manera el gobierno quedó dividido
entre los partidarios de ambos grupos, lo que facilitó a Porfirio Díaz
vencer a cada facción por separado.
¿Qué hizo Díaz para alzarse con la victoria? Desde su exilio en Estados
Unidos, pactó alianzas con algunos gobernadores mexicanos,
obteniendo así el apoyo de generales, caciques, profesionales e
intelectuales. Atrajo también a personas que deseaban reformas
radicales para modernizar a México. Como instrumento de cambio, Díaz
y los suyos buscaron el capital extranjero para solventar los gastos
generados por el levantamiento y pagar puntualmente a sus tropas.
Una vez que el Plan de Tuxtepec triunfó, los personajes agrupados en
torno a Díaz, como Trinidad García de la Cadena, Donato Guerra, Manuel
N. Méndez, Felipe Berriozábal, Ramón Corral y otros más formaron un
grupo sólido que compartirían, durante largos años, intereses políticos.
Porfirio Díaz, tenía el camino libre para cumplir con su anhelo. La
revolución triunfo. Faltaba hacer gobierno. En 1877 decidió convocar a
elecciones y con esto renovar los Supremos Poderes. Una vez
realizadas, resultó electo para el periodo que terminaría en 1880. En
este su primer periodo presidencial, se planteó como meta la
6. conformación de un estado nacional que estuviese regido por las
necesidades de la federación (centro) y no por las exigencias
regionales.
Poca política y mucha administración. He aquí el lema que identifica al
periodo y que fue la pauta que siguieron muchos funcionarios
federales, estatales y municipales, esperando consolidar un poder
central fuerte. El Ejecutivo decidiría los destinos del país.
La nación necesitaba pacificarse. El gobierno tenía que actuar con
decisión para dotar a la sociedad de paz pública y terminar con
interminables pronunciamientos militares. Para ello, el gobierno empleo
una y otra vez al ejército. Cualquier intento de levantamiento o motín
era aplacado con la fuerza de las armas. La señal era clara: el país
necesitaba una imagen que lo hiciera atractivo para la inversión
extranjera.
La estabilidad nacional fue la prioridad de Díaz. Para lograrla, aplicó una
política de concesiones y represión. Durante este tiempo, mantuvo
muchas libertades políticas que habían existido ya bajo el gobierno de
Juárez. Además, ejecutó otra acción política importante: la decisión de
mantener su palabra y no postularse para un segundo periodo. Esto
satisfizo a los “intrusos,” tanto de la élite como de las clases medias,
porque pensaron que tendrían la oportunidad de participar en el
siguiente mandato y por consiguiente, no consideraron la posibilidad de
organizar la “tradicional” revolución. En efecto, como dice Friedrich
Katz: “Uno de los mayores éxitos de Porfirio Díaz fue la capacidad de su
régimen para controlar a las clases medias tradicionalmente rebeldes y
amotinadas de México, que incluían a los burócratas del gobierno, a los
mercaderes, a los intelectuales, a los empleados a los artesanos y
similares.” .
Díaz dejó la Presidencia y el Ejecutivo fue ocupado por el oficialista
Manuel González, uno de sus generales más allegados. Periodo
presidencial que solamente preparó el retorno de Díaz a la Presidencia
de la República. Para lo cual se modificó la Constitución para hacer
válida la reelección presidencial por una sola ocasión. Porfirio Díaz
volvió a tomar las riendas del país en 1884 sólo para dejarlas con la
revolución maderista de 1911.
A partir de 1884 el gobierno de Díaz se consolidó gracias a la férrea
7. política de control que involucraba a jefes políticos, caciques,
gobernadores, el gabinete y partidos, en suma, la amplia gama de
individuos que en busca del poder pretendieron asumir compromisos y
alianzas para detentarlo y perpetuarse en él.
Díaz se valió de complejos mecanismos para mantener la paz pública.
Como señala Enrique Krauze: “divide y vencerás”, “domesticación del
poder Legislativo”, política de conciliación con la Iglesia, “doma de los
intelectuales”, represión o pacificación; tales metas parecían imposible;
sin embargo, los operadores del sistema político porfirista como
Limantour, Romero Rubio y otros lo llevaron a efecto. En este proceso
se mantuvo como común denominador la figura todopoderosa de
Porfirio Díaz, quien marcaba el rumbo a seguir, siempre con el propósito
de contrarrestar, mediante alianzas y contrapesos el ascendente
político de algunos personajes públicos, regionales o municipales.
Díaz llegó a ser vital para los grupos políticos de todas latitudes,
dejando en claro la “evolución de formas caudillistas con rasgos
oligárquicos modernizantes hacia expresiones muy depuradas y
estables de estatismo orgánico.”
Con los “científicos” la manera de gobernar encontró nuevos elementos
para garantizar la permanencia en el poder y cumplir con el desarrollo
económico y erigir la idea de progreso como el estandarte del régimen.
8. “Mientras que la política seguía siendo un privilegio de estrechas
camarillas nacionales y locales, los científicos prosperaban; sin
embargo, a medida que el asunto de la sucesión empezó a agitar el
ámbito político de la nación, y nuevos movimientos irrumpieron en la
escena política, los científicos sucumbían.”
El camino estaba trazado, Díaz marcó el rumbo para la búsqueda de
una sociedad sólida, por lo menos tuvo entre sus manos un bosquejo
sencillo de nación. El presidente se erigió como el único árbitro entre
los distintos personajes que pretendían conseguir el favor del poder, en
el gabinete o en los gobiernos estatales. La decisión final era, sin lugar
a dudas asunto exclusivo del general Díaz.
No solo los políticos, en esta era de disciplina y de centralismo, sino
también industriales, hombres de negocios, intelectuales y demás,
quienes tenían que mostrar, a los ojos de aquel único elector, los
arrestos suficientes para ser considerados dentro de la política y los
negocios del sistema porfirista. La autoridad de Porfirio Díaz y la de su
gobierno de corte moderno se apoyaban sobre una imponente pirámide
de clientelas, típicas de la sociedad antigua, ─ y muy efectiva en este
caso ─, en la que el jefe de Estado actúa como la unión o la articulación
entre dos sociedades antagónicas.
Lo esencial del sistema político de Díaz, era, el entendimiento entre
cabezas: Díaz y los antiguos militares, Díaz y los caudillos, Díaz y los
gobernadores, Díaz y la jerarquía eclesiástica. El deseo de paz con el
que la nación Sergio de casi cincuenta años de disensiones internas y
de dos guerras con potencias extranjeras, crearon el ambiente
adecuado para que se pudiera construir este primer sistema político
mexicano.
9. Clase política
Con la Revolución de Tuxtepec llegaron a los principales puestos
públicos no solo los hombres más connotados de dicho movimiento
armado, sino también paulatinamente el régimen recluto lo más selecto
de las facciones vencidas, de tal manera la hueste porfirista cambió el
traje de campaña por la política, poniendo sus ideales de gobierno al
servicio de las necesidades más apremiantes del país. La primera de
ellas sería la pacificación.
Los porfiristas ganaron el poder, que luego solo tuvieron que
consolidar. Gran parte de este proceso quedó asegurado en tanto los
tuxtepecanos ocuparon los puestos importantes. Se forjó una alianza
política omnímoda. Díaz y los suyos construyeron, al igual al Juárez, un
aparato político nacional para monopolizar el poder. En gran parte
porque los políticos que sirvieron a Díaz se alinearon a las nuevas reglas
del juego. Al respecto, Alan Kingth menciona:
El poder político durante el Porfiriato estaba concentrado en una
pequeña camarilla en torno al dictador. Los primeros rivales
presidenciales González, Dublán, Pacheco, Romero Rubio fueron
vencidos y para la década de 1890 la dictadura personal de Díaz no solo
se encontraba establecida, sino que había sido concebida claramente
para quedar así.
10. Los políticos porfiristas encargados de la aplicación de las medidas de
gobierno tuvieron presente que la única autoridad del régimen capaz de
dirimir los grandes conflictos nacionales era Porfirio Díaz. Todos
necesitaban a Porfirio Díaz para dirimir sus diferencias y permanecer en
el poder. La longevidad de la carrera política de Díaz, fue sin duda
resultado de su poderoso aparato político.
Díaz fue el primer dirigente mexicano que estuvo en capacidad, y tuvo
la voluntad de diseñar y poner en marcha una política con éxito, que
aprovechara las naturales contradicciones entre los imperialismos
norteamericano y europeo en México. En efecto, pasada la etapa de
consolidación de su gobierno y ya instalado en el proceso de reelección
sistemática, Díaz llevo a cabo una política de acercamiento con Europa
que resultó fructífera, al menos para los intereses que el que él
representaba y promovía. A fines del siglo XIX, Europa en general, e
Inglaterra en particular, era la principal fuente de capital y tecnología en
el orbe. México se convirtió en uno de los principales escenarios de la
rivalidad europeo-estadounidense en América Latina.
El presidente Díaz buscó y estableció una muy buena relación personal
con el principal capitalista inglés que llegó a México: el contratista
Weetman Pearson. Tan buena resultó esa relación, que Pearson hizo
socio suyo al hijo de Díaz: al coronel Porfirio Díaz (Porfirito), en su
empresa petrolera “El Águila.” Los banqueros y textileros franceses
volvieron a ser bien aceptados y los españoles, que no traían capital,
pero sí muchas ganas de trabajar y que constituían la colonia extranjera
más numerosa, sintieron que por fin había en México el ambiente de
paz y respeto al extranjero que necesitaban para desarrollar a plenitud
sus actividades.
Para Díaz, la presencia europea en la minería, los ferrocarriles, la
industria textil y química, la Banca, la agricultura y el comercio, fue el
contrapeso indispensable a la creciente e inevitable influencia
norteamericana.
En 1910, la inversión de Estados Unidos en México era la más
importante de entre las extranjeras, pero el conjunto de Europa la
balanceaba. Evidentemente el comercio exterior estaba mucho más
centrado con Estados Unidos, pues hacia allá iban los ferrocarriles,
pero el que se efectuaba con Europa no era nada desdeñable y había
11. que fomentarlo. Pese a ello Paul Garner, asienta que: “Irónicamente, los
años anteriores a 1910 puede verse, por lo tanto, como un periodo en
que el régimen se volvió victima de su propio éxito económico”
Díaz fue el modelo de estadista del siglo XIX, tuvo el tacto y la mano
firme para marcar el rumbo de un país necesitado de guía. Dominó
durante muchos años la escena política. Pero los hilos del poder se le
fueron gastando. Los triunfos internos y las conquistas en los mercados
internacionales, así como la imagen de un país idóneo para la inversión,
se vinieron abajo. La factura de su forma de gobernar sería cobrada en
algo impensado. Poco de los analistas y miembros del cuerpo
diplomático acreditado en México, hubiera pensado en el estallamiento
de lo que sería conocido como la Revolución Mexicana.
La entrevista
La situación con los norteamericanos estaba tensa. La recesión
económica de 1907 había puesto en alerta a los hombres de negocios
en Wall Street. Ese mismo año el campo y la economía mexicana
experimentaron una dinámica distinta, el efecto de los problemas
económicos de los norteamericanos se dejaba sentir. La oportunidad
de hacer declaración para una segunda invasión de inversiones estaba
latente. Hacía falta escuchar al héroe del 2 de abril.
Díaz aceptó dar una entrevista al periodista James Creelman, que se
publicó en marzo de 1908 en la Pearson´s Magazine, el entrevistador
contó con el apoyo de Enrique Creel, gobernador de Chihuahua, para
ello viajó más de cuatro mil millas desde Nueva York, para conocer al
encargado de los destinos del México moderno. Considerado por
muchos como un hábil conductor con un aire de mando y dignidad.
Debido a su contenido la entrevista fue traducida y publicada en los
periódicos de la ciudad de México entre los que destacó El Imparcial.
Aunque dirigida principalmente al público norteamericano, la entrevista
Creelman puede leerse como la evaluación abierta, incluso honesta, de
las preocupaciones y la filosofía del régimen. Por ejemplo, Díaz declaró
que la democracia, ciertamente el único sistema valido, pero que, en
vista de las circunstancias extraordinarias, las reelecciones en esa
lógica habían sido necesarias. Con días el país había cambiado, se
venció a la adversidad y era tiempo de volver a intentar retomar el
camino de las instituciones.
12. En esta entrevista, crucial para paliar los problemas económicos, el
presidente argumento lo que creyó más oportuno. Las opiniones fueron
reveladoras. De las cuales se destacarán algunas. Por ejemplo, sobre el
tema de la democracia anunció que: "Es un error suponer que el
porvenir de la democracia de Méjico se haya puesto en peligro por la
continua y larga permanencia de un Presidente en el poder", más
adelante asentó que: “el ya largo periodo de la Presidencia no ha
corrompido mis ideales políticos, sino antes bien, he logrado
convencerme más y más de que la democracia es el único principio de
Gobierno, justo y verdadero.”
Durante la entrevista el presidente se sinceró. Manifestó que “cuando
un hombre ha ocupado un puesto, investido de poder por largo tiempo,
puede llegar a persuadirse de que aquel puesto es de su propiedad
particular, y está bien que un pueblo libre se ponga en guardia contra
tales tendencias de ambición personal”. Lo cual no sería el caso de
México y su presidente. El país tenía las condiciones necesarias para
conseguir un sistema de gobierno de corte moderno. Díaz recordó
como llegó al poder, en donde las condiciones habían sido muy
diferentes. El país estaba divido y en constante guerra. La época actual,
la suya, el siglo XX era, sin lugar a dudas, la de la Paz.
La revelación más importante de la entrevista, como lo marca Paul
Garner, fue la relacionada en que dejaría el cargo antes de la siguiente
13. elección, dejando así el camino libre el camino para otro candidato,
incluso dando la bienvenida al desarrollo de instituciones democráticas
y de partidos políticos y por consiguiente a la libre elección de su
sucesor. Lo dicho por Díaz fue lo siguiente: “He esperado con paciencia
el día en que la República de México esté preparada para escoger y
cambiar sus gobernantes en cada periodo sin peligro de guerras, ni
daño al crédito y al progreso nacionales. Creo que ese día ha llegado..."
Una de las observaciones de Creelman, puso el dedo en la yaga. El
periodista manifestó: ¿Pero usted no tiene partido de oposición en la
República? señor Presidente, y ¿cómo pueden progresar las
instituciones cuando no hay oposición que refrene al partido que está
en el poder? Díaz contraatacó, sentenció que: “Tengo firme resolución
de separarme del poder al expirar mi periodo, cuando cumpla ochenta
años de edad, sin tener en cuenta lo que mis amigos y sostenedores
opinen, y no volveré a ejercer la Presidencia." Con esta aseveración
atrajo las miradas de propios y extraños, a tal grado, que es una frase
de uso cotidiano en el discurso historiográfico. Sin embargo, con ella
cimbró la estructura política que cuidadosamente había construido. Era
la terminación de la Bella Época mexicana. Posiblemente era un aviso
de que era necesario el relevo de generaciones.
Los tiempos estaban convulsos. La frase de Díaz: "Mi país ha
depositado en mí su confianza y ha sido bondadoso conmigo; mis
amigos han alabado mis méritos y han callado mis defectos;” parecían
cosa del pasado. Las exigencias sociales darían al traste con 30 años
de orden porfiriano y sus defectos pasarían a ser la leyenda negra del
periodo.
Conclusión
Al retomar las causas de la Revolución Mexicana, se asienta que fue el
resultado de crisis parciales acumuladas y vinculadas entre sí en el
campo de las relaciones políticas y del desarrollo económico, así como
de las influencias extranjeras en México. Lo que también es cierto que
el detonante de este movimiento fueron los años de 1904 a 1910, años
particularmente complicados, en donde las figuras como Díaz,
Bernardo Reyes, Corral Madero, jugaron sus cartas para alzarse con sus
metas políticas.
En esta encrucijada el país tenía que elegir, ver al pasado glorioso y
14. carente de visión social, o apostar a otro candidato y con ello cambiar
de generación. La situación se complico, las ideas expuestas en la
entrevista Díaz-Creelman, dio pauta a todo género de suposiciones. En
el camino Díaz tuvo que rectificar. Se lanzó por enésima vez a la
reelección. El país se conmocionó. Por ello la crisis del sistema político
del Porfiriato empieza con la cuestión: ¿Después de Díaz Qué?
En 1908, el presidente Díaz concedió una entrevista al corresponsal
norteamericano, James Creelman, en la que dio a conocer su resolución
de separarse del poder y manifestó su beneplácito por la formación de
partidos políticos. Cuando Madero tuvo noticias de ello inició la tarea de
escribir su libro La sucesión presidencial de 1910, el cual salió a la luz
en enero de 1909. En él expuso su pensamiento político, basado en el
principio de “Sufragio efectivo. No reelección”.
Como consecuencia de la publicación de la entrevista, la actividad
política en todo México se incremento exponencialmente durante 1908.
Importantes intelectuales, comenzaron a publicar, Manuel Calero,
Querido Moreho, Francisco Sentíes. Además, se fundó el Partido
Democrático dirigido por el propio Calero y Benito Juárez Maza. Sin
contar con la publicación de sendos libros La sucesión presidencial en
1910 de Francisco I. Madero y Los grandes problemas Nacionales, de
Andrés Molina Enríquez. El libro de Madero tuvo un mayor impacto en el
15. debate político nacional, en donde destacaba la falta de libertades
políticas en aras de la paz y el progreso material.
La crisis política fue resultado de la prolongada resistencia de Díaz a
nombrar un sucesor. La confusión resultante de ello, dio pie a la lucha
revolucionaria. Dicha confusión fue dada por las aspiraciones políticas
del general Bernardo Reyes, quien pretendía obtener la nominación
para la vicepresidencia. Los científicos la anularon.
En lugar de restaurar la estabilidad, la decisión de Díaz alteró más la
situación política. Evidenció el grado en que el presidente había perdido
la brújula política y la habilidad de antaño para evaluar la situación
nacional. A pesar de su proverbial fortaleza, no era un secreto que
estaba envejeciendo y con ello sus capacidades.
Finalmente, puede ser irónico que el impacto de la entrevista Creelman
haya causado el efecto que Díaz siempre quiso evitar, la entrevista
alteró la paz política que el régimen había mantenido a lo largo de casi
tres décadas o, utilizado una de las metáforas favoritas de Díaz:
“alboroto a la caballada”.
Autor: Fernando Leyva Martínez para revistadehistoria.es
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Bibliografía
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Friedrich Katz, De Díaz a Madero, México, Era, 2004, p. 45.
Paul Garner, Porfirio Díaz, del héroe al dictador, México, Planeta, 2003,
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José Yves Limantour, Apuntes, sobre mi vida pública, México, (S/E) p.
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