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1. Comentarios de “Las calaveras están por ahí, 2011
escondidas” de Gilbert Delgado
Apreciados amigos y colegas:
Les presento dos comentarios de destacados estudiosos de la Literatura: Nicolás Hidrogo Navarro
(Coordinador General de Conglomerado Cultural de Lambayeque) y Pedro Manay Saénz (“103
Técnicas para la creación de poesías”).
1. GILBERT DELGADO FERNÁNDEZ: EL EXORCIZADOR DEMIÚRGICO DE
FANTASMAS
A propósito del libro “Las calaveras están por allí, escondidas”
Por Nicolás Hidrogo Navarro
La naturaleza humana ha querido que siempre vivamos acompañados de nuestros muertos para
hacerle recordar a los vivos que ellos siguen allí y que nos aguardan.
La región Lambayeque es un brasero de historias y leyendas urbanas que se mimetizan o se elongan
de las pueblerinas. Y así como cada pueblo o villorrio muchik tiene sus santos patronos y sus
leyendas, tiene también sus fantasmas. El imaginario popular ha construido más fantasmas que
casas, parques y jardines. Y esos fantasmas tienen vida. Asustan o ayudan, se aparecen y se gastan
bromas con quien quieren. La fauna fantasmagórica es muy diversificada: mujeres duendes que
seducen a hombres incautos para hacerles el amor en hoteles de mala muerte o en parajes
inhóspitos. Duendes ensombrerados, barrigones y diminutos que corretean a las personas
inescrupulosas. Duendes enrazados que detienen a las bestias de carga en los puentes o parajes
solitarios. Duendes citadinos que entorpecen la labor de los guardianes o trabajadores de limpieza
madrugadores. Duendes que cortejan a los novios cuando estos están en l punto máximo de la faena
sexual, etc.
Geográficamente, la región Lambayeque está sentada sobre cientos de huacas, restos óseos de
gentiles, pirámides y templos extinguidos que generan una alta actividad duenderil e historias de
aparecidos. A la historia fáctica y oficial de los pueblos de Lambayeque no se las puede explicar sin
los mitos, leyendas, tradiciones y los duendes en sí. La historia oficial de Lambayeque está
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escondidas” de Gilbert Delgado
sincréticamente fusionada con hechos reales y ficcionales, con nombres y fechas reales y duendes
sin nombre y sin tiempo.
Cada lambayecano tiene su duende que lo persigue y que dormita en su corral, en su baño, en algún
rincón solitario y “pesado” de la casa. Eso da tanto combustibles y pie a infinidad de historias orales
que se encuentran escondidas y dispersas, aflorando en reuniones familiares o sociales.
Lambayeque, Chiclayo y Ferreñafe han logrado tener un cúmulo de historias de fantasmas que no
hay pueblo ni personas que no tengan sus temores a la medianoche al pasar por una calle solitaria,
al producirse un apagón o al pasar en consabidos sitios como casonas coloniales, colegios
centenarios, las capillas e iglesias, vetustas casonas abandonadas que no toleran inquilinos y los
corretean o echan literalmente, en apenas horas o días.
En este contexto de radioactividad espectrosensorial de eventos paranormales, irrumpe la pluma
exorcizante y la vivencialidad del “profesor fantasmagórico” a hechizar con sus relatos que en el
entorno de su experiencia de docente, logra encontrar y atar cabos que las cosas especiales que le
ocurren están socialmente compartidos telepáticamente en una red de perturbados personajes.
“Las calaveras están por allí, escondidas”, presenta un cuadro sibilino, construcciones endocéntricas
de historias relatadas en primera y tercera persona, aspecto estilístico que confieren a las historias
cualidades más verosímiles. Es más el hacer uso del recurso de los nombres de compañeros y centro
laborales conocidos, le dan a la historia la credibilidad de ser historias vivenciadas y apenas
retocadas con el lenguaje de la ficción. Estos relatos “Sólo una señal para creer”, “Los extremos se
tocan “A veces, los vivos asustan a los vivos” “Si me muero antes, te asusto” y “El cazador de
fantasmas” se licúan en el lindero de lo testimonial, lo anecdótico y hasta la forma de literatura oral,
con la gran diferencia de la excelsitud de su lenguaje arcano, lleno de códigos que explican y
constituyen el basamento teórico de lo narrado.
Son historias que pretenden dar cuenta de sucesos paranormales, intrincado de demasiadas
coincidencias y con muchos testigos de avistamientos de los fantasmas y sus hechos materialmente
probatorios y sin ninguna explicación racional ni lógica científica.
Sobre la atmósfera tétrica y sonambulesca de la historia, creada con gran realismo magistral, Gilbert
Delgado, le imprime su propia condición de actor-personaje /narrador omnisciente y va suceso a
suceso y día a día atando cabos e intercambiando informes de manera secuencial y sistémica con los
coprotagonistas de las historias. Al final de cada historia se llega a la gran conclusión: todos esos
hechos curiosos y raros de asustamientos, inexplicaciones de sucesos, dan cuenta de la existencia
inmaterial de seres que interfieren e intervienen con una convivencia inarmónica con los vivos, los
fantasmas.
El gran pretexto de la obra son las historias, trucadas o reales, ficcionadas o vivenciadas, en parte o
en todo, –al fin la licencia absoluta del creador libérrimo de construcciones estéticas literarias, lo
permite- es probar inferencial y elípticamente, la existencia de seres que pueblan esa otra
dimensión, en una frecuencia distinta, pero que por el arte del misterio a veces entran en la
atmósfera terrestre y colisionamos.
Prosa atrapante desde los títulos, misterio desconcertante y desenlaces descollantes, cada historia
del libro revela sus propios fantasmas, pero también la gran capacidad subyugadora de este
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demiúrgico literario que es Gilbert Delgado, profesor eufónico cazador de lectores juveniles y
eficaz exorcizador de fantasmas en la frecuencia pedagógica.
COLOFÓN
Gilbert Delgado Fernández, con fines promocionales me concedió diez ejemplares de sus
calaveradas, para el comentario respectivo, para los amigos de Conglomerado Cultural, prensa y
lectores empedernimos que me visitan para tertuliar hasta el amanecer. Su texto no solo me iba a
perturbar más mi estresada existencia, sino que misteriosamente Mery vio el libro y llevó a casa un
ejemplar sin que me dé cuenta. A media noche recibo una curiosa llamada de emergencia por el
radioadicionado: estaban reunidos –increíblemente hasta esa hora de la noche, Childre, Jomara y
Nadesha- y me lanzaron todos a coro una exigencia imperiosa, cada uno quería tener el libro a
primera hora del próximo día, para releerlo. Lo habían devorado en una lectura colectiva en ruedo y
suelo en apenas tres fervorosas horas. Desde, entonces, hace dos semanas las luces de todas las
habitaciones de la casa, desde las 6.30 p.m. permanecen prendidas hasta el alba y todos los rincones
están superpoblados de fantasmas y duendes chocarreros a los que debo apartar con la mano, como
quien se abre paso por el medio de un campo de trigo. Todos los días salen nuevos duendecillos
para susto de todos y ahora todos dormimos apiñados en una misma cama, hasta que se nos pase la
psicosis de este conturbador libro. Mi factura de luz eléctrica será elevada este mes, ya lo imagino.
Para efectos de comentario, decidí hacer una locura de las que estoy acostumbrado a hacer,
alborotando a mi familia. Un cráneo de un muerto milenario, obsequiado por el músico de rock duro
metálico, Paul Muro Lozada, después de una sesión de fotos que les hice a su grupo “Violencia”
hace unos cinco años atrás en el Cementerio El Ángel de Lambayeque, tuve que desenterrarlo del
corral anteanoche con ayuda de Childre y Jomara, después de los sustos y temores causados a mi
familia en el pasado. Lo hice para que me acompañe inspirativamente en mi mesa nocturna,
solitaria y aislada y con una vela prendida de sebo de iguana morropana, sobre el umbral de los
parietales, empecé el escrito, recordando mi condición de Ubicuos Malditos en mi etapa
universitaria y empedernido ouijero, terminé hecho un fantasma, bañado en una sopa de letras.
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2. FENÓMENOS PARANORMALES EN NUEVO LIBRO DE GILBERT DELGADO
Por Pedro Manay Sáenz
Un nuevo libro acaba de aparecer en la escena literaria lambayecana: LAS
CALAVERAS ESTÁN, POR AHÍ, ESCONDIDAS, del docente y escritor Gilbert Delgado
Fernández. Una prueba más de su indeclinable y fructífera pasión por la literatura. No se equivoca
el Lic. Nicolás Hidrogo Navarro cuando afirma que Lambayeque vive una efervescencia de
creación y publicación de libros. En su condición de promotor cultural y tenaz adalid de
“Conglomerado Cultural”, lo sabe mejor que nadie. Lo extraordinario del caso es que este boom de
publicaciones se siente y se vive en todo el país. Y si se logra que, al entusiasmo cuantitativo, se
sume la exigencia cualitativa, entonces, es evidente que asistimos a un período literario muy
significativo para Lambayeque y el Perú entero. Sin lugar a dudas, se trata de lo que venimos
denominando el “Efecto Vargas Llosa” o “Efecto post Nobel”. Por supuesto que quienes tienen la
médula y el ADN consagrados a la literatura, no necesitan de mayores o menores acicates para su
trabajo creativo. Empero, es innegable que la concesión del Nobel a Vargas Llosa, con la nunca
antes vista cobertura periodística a un evento de tal magnitud en nuestro país, ha contribuido en el
surgimiento de una nueva actitud ante la creación literaria. Vargas Llosa ha removido el
inconsciente colectivo peruano con respecto de qué significa ser escritor y cuál es el valor de la
literatura en la sociedad. Hay un después en nuestra Literatura a partir de aquella máxima
distinción. Un hecho que tendrán que reconocer tirios y troyanos. Y, la verdad de las cosas, ya era
tiempo que se enaltezca a la literatura peruana si se tiene en cuenta su innegable calidad en el
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contexto latinoamericano y mundial. Si alguien lo duda, que le baste con leer a Vallejo (que debió
ser nuestro primer Nobel), a Eguren, a Arguedas o a Mariátegui.
Este “Efecto post Nobel” tenía que notarse también en Chiclayo, tierra de poetas y
narradores de convicción. Gilbert Delgado pertenece a esa estirpe, la de los escritores que, por
médula y por ADN, están “benditamente condenados” (en oxímoron cabraliano) a la Literatura :
como lector, como docente y como creador. Y es que Delgado se ha propuesto hacerle la pelea a
todos los obstáculos que nos obligan a guardar el material creado, sin edición y presa del olvido,
para entrar con pie firme en la dinámica de la publicación. Por eso es que nos complace comentar su
ya tercer vástago literario. Y le instamos a que la prole siga aumentando, con la misma seriedad y
dedicación que le caracteriza.
Pero, entremos ya en materia, que la naturaleza del comentario exige abreviar rodeos y
espacio. Hay una realidad extraña, misteriosa, que nos sorprende y nos llena de incógnitas. La vida
no está hecha de normalidad y realidades típicas solamente. Hay una dimensión que está poblada de
sucesos anormales y atípicos -al menos, para la mente humana-. Eventos como la telequinesis, la
telepatía, la clarividencia o el desdoblamiento astral. En el terreno del misticismo cristiano, por
ejemplo, hay eventos sorprendentes que debieran difundirse con mayor énfasis como una manera de
demostrar que hay hechos fascinantes, merecedores de amplios estudios, en los misterios del
espíritu; sucesos como la ubicuidad, la levitación y la incorruptibilidad de los restos físicos de
ciertos santos. Oriente, de milenaria tradición espiritual, está igual o más aún, lleno de historias y
eventos que remecen el pensamiento occidental. Los sidhis o poderes yóguicos, el Mahasamadi de
Paramahansa Yogananda, por ejemplo (su fascinante Autobiografía de un yogui, contiene bastantes
hechos prodigiosos que desafían la racionalidad; basten dos referencias: Giri Bala, la santa que
vivía sin comer, y la aparición no física del venerable guru Sri Yukteswar, ante su discípulo
Yogananda). Estamos hablando de fenómenos que la ciencia no ha explorado lo suficiente; y que
todavía arroja la división de crédulos (Carl Jung, por ejemplo,) y escépticos (Carl Sagan, entre
otros), y polémica inacabable. No obstante, ¿qué persona no tendría algún suceso misterioso que
contar? Y, ¿no es Chiclayo y toda la región lambayecana tierra pródiga en historias de eventos
paranormales: aparecidos, huacas, creencias, tradiciones, leyendas, eventos inexplicables y etcétera?
Lo comentábamos hace poco con el poeta Jorge Fernández, el señor Walter Casaró y Gilbert mismo
(la noche que nos obsequió el libro que hoy comentamos). Fernández y Casaró empezaron a contar,
espontáneamente, historias impresionantes e insólitas sucedidas -y que suceden- aquí mismo, en
Chiclayo (y que podrían formar parte de Las calaveras II, si es que, más adelante, GD no resulta
sorprendiendo con la exploración de nueva temática).
Es a esa realidad insólita, intimidante, que se refiere el nuevo libro de GD. Y, aunque el
título puede esbozar una sonrisa en el lector, el contenido resulta inquietante, por decir lo menos. En
su anterior publicación, Los siete pecados capitales de la educación actual, GD exploró críticamente
el plano educativo. Hoy, sorprende con una temática de misterio; antigua es cierto, pero actualizada
en relatos de eventos paranormales acaecidos -por lo menos, ambientados- en nuestro querido
Chiclayo. Y si, en su penúltimo libro, aparecían las academias preuniversitarias como objeto de
necesaria crítica sociológica; en este nuevo libro, aparecen las mismas academias, pero como
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escenario de sucesos extraños. Aun cuando parece contener 4 relatos separados, LAS
CALAVERAS ESTÁN, POR AHÍ, ESCONDIDAS constituye, en realidad, uno solo -en el propio
decir del autor-, siendo el protagonista, un personaje innominado, el agente que lleva el hilo
conductor de los sucesos. Aparte de la introducción (nominada “Sólo una señal para creer”), los
capítulos tienen los siguientes títulos: “Polos iguales se repelen”, “A veces, los vivos asustan a los
vivos”, “Si me muero antes, te asusto” y “El cazador de fantasmas”. La prosa es cuidada y ceñida -
como es el estilo delgadiano-, escrupulosamente, a la lógica y a la propiedad idiomática. Delgado
no deja que las palabras lo desborden; ejerce un control bastante cartesiano de las mismas; que es, al
mismo tiempo, la dosificación de los demás elementos de la historia. Ese cuidado le otorga
consistencia a sus relatos.
Por partida doble, GD extiende la propuesta de dos mundos posibles; ya no sólo el de la
ficción literaria; sino además, el de una realidad que preferimos -o resistimos- no aceptar: el de los
fenómenos paranormales (no diré sobrenaturales, porque tales fenómenos son parte, también, de la
Naturaleza ; son intranaturales, si se me permite el neologismo), asociados a un cúmulo de
creencias y conocimientos largamente cuestionados por el saber científico oficial. La eficacia de lo
paranormal narrado estriba en que tiene un basamento real (literariamente, real). Está asociado no a
castillos góticos ni alquimistas medievales; sino a locaciones, tecnología, vivencias y demás
elementos propios de nuestro tiempo y de aquí mismo, de Chiclayo (academias, estadio, El Pozo
Azul, ubicado “más allá de Pomalca, cerca de Tumán”, “Paseo de las Musas”, celulares, e-mails,
Messenger, etc.). Y eso es lo que nos atrae más fácilmente y le concede a los hechos insólitos la
categoría de verosimilitud. Otro aspecto relevante es que, permanentemente, vemos conflictuada a
la razón y los sucesos atípicos. El protagonista se resiste, amparado en su racionalidad, a aceptar lo
ilógico (batalla misma del lector, aunque su posición es la de externo y temporal receptor de lo
narrado; no exento, por supuesto, de sus propios recuerdos y temores). Esa hábil y efectiva
contraposición que esgrime GD entre lo racional y los hechos anormales le da credibilidad literaria
al relato.
El objetivo de GD ha de ser mostrarnos una dimensión distinta de la realidad. Y lo hace
narrando sucesos contemporalizados en nuestro tiempo y lugar. ¿El efecto? Variable, según el
lector. Pero, el autor ha explayado su talento y sus saberes acerca del tema, tema poco frecuente en
la narrativa lambayecana (me viene a la memoria un cuento de Andrés Díaz Núñez -Viaje nocturno
de un escritor-, precisamente estudiado por GD, lo que indica su predilección por este tema). Parte
del interés que despierta el libro radica en el soporte informativo que extiende GD ante los hechos
sorprendentes que va narrando. Pero, además, el de mostrarse no sólo como testigo; sino además
como protagonista de los hechos. Pero, un protagonista sumamente atento con el lector, puesto que
le concede la explicación necesaria -incluso recurriendo a conceptos y datos de la ciencia-, de
manera tal que el relato aparece doblemente planteado: desde la ficción y desde la objetividad.
Es bastante táctico el inicio de cada capítulo. GD cumple el requisito exigido por
Cronwell Jara en un buen relato: el comienzo tiene que ser impactante y tiene que “enganchar” al
lector. Y engancha aun más a quienes ejercemos la docencia, puesto que son las aulas (en este caso,
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preuniversitarias) escenario de buena parte de los hechos y porque el protagonista es, precisamente,
docente (aunque con vocación por el misterio, a tal punto que es catalogado como “profesor
esotérico” o “profesor fantasmagórico”). Se nos ocurre, lejano émulo de Robert Langdon
(conocedor de la Simbología ) -y hasta nos evoca al valiente padre Andrew Kiernan, hombre de fe;
pero más, de razón, de “Estigmas”, impresionante película- en cuanto es agente fundamental en la
solución de los conflictos misteriosos, actuando, a veces, como “médico brujo”, cuya perspicacia
ayuda a resolver los conflictos presentados. Es el personaje héroe.
Sorprende el uso de nombres reales en los actantes (probablemente, todos). En “A
veces, los vivos asustan a los vivos” y en “Si me muero antes, te asusto”, aparece el dato racional,
histórico y el aporte del conocimiento esotérico (campos magnéticos, puertas dimensionales,
desdoblamiento astral, teletransportación, psicofonía, akasha, ideoplastia) y la no menos importante
tradición oral, para dar sustento al relato. En “El cazador de fantasmas”, GD realiza una interesante
exposición de ideas y asuntos esotéricos, evidenciando una larga relación con estos temas (sabemos
que, en años pretéritos, GD fue ávido lector de la colección esotérica ARIEL y que, en los tiempos
actuales, sigue indagando en textos clásicos como El Kibalión). Hace referencia de la oposición que
ya había presentado en El gesto de la Monalisa , concerniente a saber oficial vs. saber popular. Así
también, menciona datos bíblicos (los gigantes Nefilim, verbigracia), históricos, relaciona
mitologías (en el tema diluviano, por ejemplo), desliza un cierto agnosticismo, así como elabora una
digresión filosófica en torno a verdad y saber. Indica “fundamentos físicos” de los hechos
paranormales, a través de sus ilustres personajes, entre ellos, el enigmático periodista y paragnosta
Gerald E. Toldbig.
En los dos primeros capítulos, -a la manera de una fábula o de una hipótesis contrastada-
, el desenlace corrobora los títulos respectivos. No detallamos los sucesos centrales del libro para
dejar en suspenso al lector, y para animar a la lectura misma del libro. En las páginas finales, el
lector puede apreciar el “presunto poema inédito” -de Chocano (obtenido por Gerald E. Toldbig, de
los registros akásicos, mediante psicofonía), poema, por lo demás, de logrado tono chocanesco, y
las dos fotos de fantasmas, que el sagaz lector evaluará objetiva y libremente.
He aquí un libro inquietante y convincente, en el que Gilbert Delgado despliega sus
conocimientos y experiencias (¿reales?, ¿ficticias?) respecto de una realidad hacia la cual sugiere
una atención con actitud abierta y desprejuiciada; no exenta de racionalidad, por supuesto. No
sabemos si logre en los lectores ese cometido. Sí sabemos que éste, su tercer libro, merece atención
por méritos propios. Y que la fecha elegida para su presentación -31 de octubre- es fecha propicia
para historias y libros de esta peculiar índole.
Chiclayo, octubre de 2011.
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