1. 7 actitudes de María para
imitar hoy y siempre como líder
2. María se sobrecoge ante la visita del ángel pero puede recibir y comprender el mensaje que él le
comunica por el profundo silencio que llena su interior. Ella está acostumbrada a meditar las
palabras del Señor, está acostumbrada al lenguaje Divino y lo capta con profundo recogimiento.
Aprendamos de María a tener ese silencio interior que nos fortalece como lideres y nos permita
estar en sintonía con El Señor aún en medio de nuestras actividades cotidianas.
SILENCIO EN
SU INTERIOR
3. María escucha reverentemente al ángel. No está
pensando en ella misma, ni en lo que tiene que
hacer, ni en qué cosas va a tener que dejar para
ser la Madre de Jesús. Ella se dispone, escucha, se
deja tocar por las palabras y las medita en su
corazón. Aprendamos de María a escuchar a Dios
en el silencio y en medio de las circunstancias
concretas de nuestra vida, y pidámosle que nos
ayude a mantener nuestro corazón abierto a su
palabra, ya que el líder debe estar abierto a
demás.
ESCUCHAATENTA
4. María después de escuchar acoge. Las
palabras dan fruto en su interior, no pasan
como el viento sino que se quedan y echan
raíces en su corazón. Aprendamos de María a
vivir una acogida humilde del Plan de Dios en
nuestra vida. Que ella nos enseñe a aceptar
con amor los designios Divinos y a no querer
otra para nuestra vida.
ACOGIDAGENEROSA
5. Esta actitud es la que lleva a María a preguntarse
sobre el sentido profundo de las palabras del
Mensajero de Dios en el momento de la
Anunciación: “¿Cómo será esto, puesto que no
conozco varón?”. Y su pregunta no es fruto de la
duda, sino fruto de un anhelo de mayor luz para
poder descubrir la profundidad del su misión. En
ella esta el deseo de responder con mayor
fidelidad y generosidad. Aprendamos de María a
tener un corazón inquieto que no descanse hasta
dar gloria a Dios con nuestra vida. El líder es
abierto y no descansa y vive en función de los
demás.
BÚSQUEDA
6. María se muestra totalmente disponible
para hacer lo que Dios le pide. Esta
actitud es la de un corazón que se ha
educado en decir sí en cada cosa
pequeña, un corazón que se ha
educado en pensar primero en los
demás que en sí mismo. Aprendamos de
María a tener esa apertura, esa
generosidad sin medida que se entrega
por completo y por amor a Dios y a los
demás. Ese es el líder.
DISPONIBILIDAD
AL PLAN DE DIOS
7. María ha meditado desde pequeña las promesas
hechas por Dios al pueblo de Israel. Ella las conoce y
sabe que Él siempre ha sido fiel a pesar de la debilidad
del pueblo. Su confianza no es ciega, está basada en
las acciones de Dios. Ella ha dejado que Él sea el
centro de su vida, se ha abierto a su amor. En ella están
representados los anhelos y las luchas de un pueblo
que aunque frágil ha creído en Dios. Aprendamos de
María a confiar en que Dios siempre cumple sus
promesas y que con nosotros no va a hacer una
excepción porque Él es infinitamente Bueno y fiel.
CONFIANZA EN DIOS
Y EN SUS PROMESAS
8. María no se achica frente a la misión
excepcionalmente grande que le anuncia
el ángel. Tiene miedo sí, pero se lanza con
valentía a cumplir el Plan de Dios. Aunque
sea una niña, ella confía profundamente en
la gracia de Dios que agiganta sus
pequeños esfuerzos y es capaz de
reconocer el valor de su sí, el valor que Dios
le da a la entrega libre de nuestra
humanidad. Aprendamos de María a confiar
en que Dios puede hacer cosas grandes
con nuestra pequeñez cuando se la
entregamos totalmente.
VALENTIA
9. Discípula de su hijo que es el Hijo
Cuando algún líder latinoamericano se acerca a saludar al Papa Francisco este le
regala el documento de Aparecida. La idea es que lo lean para que sepan en qué anda
concretamente la Iglesia Católica. Así que nos atrevemos ahora a citar una frase de ese
documento tan apreciado por nuestro Sumo Pontífice:
“La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir trinitario de “hijos en el
Hijo” nos es dada en la Virgen María quien, por su fe (cf. Lc 1, 45) y obediencia a la
voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra y de
las acciones de Jesús (cf. Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta del Señor.” (DA 266)
Aquí tenemos las tres características esenciales que hacen de la Virgen la perfecta
discípula y líder de Jesús.
10. 1.- La fe
El saludo de su prima Isabel al verla entrar a su casa
hace referencia al motor interno de María: “Feliz de ti por
haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de
parte del Señor” (Lc 1,45). La fe nace de una experiencia
personal de encuentro con el Dios Vivo. Y a partir de ese
momento todo comienza a girar detrás del único que es
importante e imprescindible. Cree en Dios quién lo
conoce como Padre Providente que camina junto a
nosotros y no nos abandona. Cree en Dios quién sabe
que todo lo puede esperar de Él.
11. 2.- La obediencia
Pero no basta creer en Dios, hay que creerle a Dios.
Es decir, hay que saber escuchar su Palabra y
ponerla en práctica. Es la actitud de María luego
de esa experiencia divina fundante: “María dijo
entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se
cumpla en mí lo que has dicho»” (Lc 1,38). En ese
momento la persona se estremece y decide
orientar su vida de acuerdo a la Palabra Divina.
Obedecer significa escuchar, no como oyente
olvidadizo, sino como quién se toma en serio al que
está más allá de todo lo humano.
12. 3.- La meditación
La fe tiene que ser alimentada por la memoria
del corazón. María no entendía muchas cosas
que le pasaban, pero como eran signos de Dios
que le hablaba, entonces “conservaba estas
cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19.51).
En algunas espiritualidades católicas la
meditación era entendida, sobre todo, como un
ejercicio de la inteligencia que “repasaba” los
contenidos de la fe (exagero un poquito). En la
onda “New Age” de nuestro mundo
contemporáneo la meditación es entendida
simplemente como un vaciamiento interior para
entrar en la armonía interior. Ni uno ni otro. La
meditación, tal como la practicaba María, era
un entrar en el corazón a través de la memoria
de la Palabra de Dios para crecer en la
intimidad divina que ayuda a iluminar la vida de
cada día. Por eso la verdadera meditación nos
lleva a la conversión diaria.
13. La peregrina y líder de la fe
Continúa diciendo el documento de Aparecida sobre María:
“Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la fe como madre de Cristo y
luego de los discípulos, sin que le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda
constante del proyecto del Padre.” (DA 266)
Una peregrinación es marchar, como pueblo, hacia un Santuario. Peregrinar
supone ponerse en movimiento, caminar paso a paso con la esperanza de llegar
a la meta.
De María podemos decir que fue discípula en cuanto se dejaba enseñar
por el Señor. Pero el verdadero discípulo es el que peregrina, es decir,
quién vive su fe cada día caminando hacia el Cielo prometido. Así todo
verdadero discípulo es por esencia peregrino de la Vida. En María ese
peregrinar la fue configurando de acuerdo a las circunstancias que le
tocaba vivir. Descubramos algunos rasgos de su peregrinar en la fe.
14. 1.- Esposa y madre
Vivió en Nazaret cerca de treinta años. Allí atendía el hogar que había formado con José y cuidaba
a su hijo. Después de que se les perdiera el niño en el Templo, se dice de él que volvieron a Nazareth
y vivía sujeto a ellos y “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y
de los hombres” (Lc 2,52). Así resume la santificación de María: hacer la voluntad de Dios en lo
diario, en lo sencillo y humilde, allí donde el Señor le pidió que germinara. Peregrinar en la fe
significa animarse a vivir lo cotidiano con sabor de eternidad.
2.- Mujer solidaria
La peregrinación de la fe significa estar atento a las necesidades del que está junto a mí. Dos actitudes de la
Virgen nos acerca el Evangelio. La primera, luego de enterarse por la voz del ángel que su prima Isabel está
embarazada… no se quedó con la simple noticia. Al contrario: “en aquellos días, María partió y fue sin demora a
un pueblo de la montaña de Judá… María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa” (Lc
1, 39.56). Esos tres meses fueron para ayudar a su pariente, ya anciana, en el tiempo previo al parto.
El otro, del cual ya sabemos cómo termina la historia, comienza con la mirada atenta de una mujer que se
preocupa por lo que le pasa al otro: “Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba
allí… Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos
que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les
diga». (Jn 2, 1-5)
15. 3.- No le es ajeno el dolor
Peregrinar en la fe significa también aceptar que el misterio del dolor y la muerte están presentes en
nuestra vida. Con su bebé en brazos, el Anciano Simeón le había profetizado: “a ti misma una espada
te atravesará el corazón” (Lc 2,35). Esa espada comenzó a tocarla al quedar viuda de José. Pero fue
muy profunda al tener que vivir lo que ninguna madre desea: “junto a la cruz de Jesús, estaba su
madre” (Jn 19,25). María nos enseña a comprender el misterio del dolor y de la muerte a la luz de la fe,
de la voluntad de Dios. Y, sobre todo, nos ayuda a vivirlo desde la certeza de la resurrección.
4.- La hija mayor de la Iglesia
Antes de despedirse Jesús le dice a la pequeña comunidad católica que había congregado que: “Recibirán la
fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y
hasta los confines de la tierra… Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro,
Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de
Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la
madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hch 1, 8.13-14
En el Cenáculo, a los cincuenta días de la resurrección, el Hijo Glorificado y el Padre envían al Espíritu Santo
haciendo nacer a la Iglesia. María también estaba allí, enseñándonos que para cumplir la voluntad de Dios y ser
peregrina de la Fe necesitamos de esa comunidad querida por Jesús.
17. “Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se alegra en Dios
mi Salvador…”Lucas 1, 46-47.
“Monseñor Builes fue un enamorado de la Santísima Virgen. Su amor
era el de un hijo que guarda para con su Madre las mejores ternuras
de su corazón; el de un místico que hace de la presencia amorosa
de María en su vida una necesidad constante. Fue un amor tierno,
intenso y delicado que bebió en el seno de su madre, quien lo
consagró a la Santísima Virgen desde antes de nacer, y que lo
acompañó desde la primera infancia hasta la muerte…”
En el Triduo a Nuestra Señora de las Misericordias así le canta a
María, Monseñor Builes: “Desde mi tierna infancia, te amé, Madre
querida; quiero toda mi vida quemarme en este amor; quererte,
Madre, ansío con fuegos de ternura; con alma limpia y pura servir a
tu Señor”. T.E.87.
18. “…Como voy a quedarme mudo si es Ella mi Madre y Madre de mis
sacerdotes, de mis javieres, de mis teresitas activas y contemplativas, de mis
diocesanos tan protegidos por Ella, tan Madre, tan dulce, tan tierna? Cómo
voy a quedarme mudo si Ella es una sola cosa con Jesús, un solo pensamiento
con el Padre, un solo fuego con el Espíritu Santo”…T.E. 87.
“…Bienaventurada, Madre mía, porque creíste y se cumplieron en Ti todas las
maravillas que te dijo el Señor. Quiero Madre mía cantar contigo tu Magníficat,
pues miembro soy del Cuerpo místico y la misericordia del Señor me ha
colmado” T.E. 91.
“…María es nuestra madre, pero no en un sentido figurado, sino real y
verdadero… OH madre mía querida, yo me lleno de admiración y se
conmueve mi ser hasta las entrañas…” T.E. 94.
“…Así, María colocada en los linderos de la divinidad, participa tanto de esa
misma divinidad, aunque es criatura humana, que parece perderse entre las
lumbres que rodean a la Trinidad Beatísima” T.E.
19. “Qué sentimientos experimentaría tu alma, Madre mía, cuando teniendo en
tus brazos la futura Víctima sangrienta del Calvario, la ofreciste al Padre, para
la redención del mundo, para la iluminación de las naciones y para la gloria
de tu pueblo” Alocución.
“…Concédeme la gracia de acabar mis días en el venturoso oficio de difundir
la luz y el fuego, y ayúdame, Señora, a propagar el reino de tu Hijo por todo el
mundo”. Alocución.
“¡Oh María!, Madre mía querida, por qué no me concedes el privilegio de
acompañarte yo también y servirte con todo mi cariño filial en este tu primer
viaje misionero…? Llévame, Madre mía: aprenderé de Ti a salvar las almas…”
Alocución.
“María…inmaculada, porque el ángel la llamó gracia a plena; inmaculada
porte así lo definió el Papa; inmaculada porque por una redención
preventiva, la Augusta Trinidad no permitió que su hija, esposa y madre fuera
contaminada con la mancha original” Alocución.
20. “Pedid a María, hijas mías, que forme a Jesús en vuestro corazón,
comunicándoos sus incomparables virtudes” T.E.
“…Que haga habitar siempre en vuestra alma a Cristo por la fe y por el
amor… Que haga verter sobre nosotras la gracia divina para que seáis
más y más semejantes a su Hijo”.
“Hermanas: a Jesús por María ya que todo nos vino de Jesús por María.
Cristo en efecto ha querido que todas las gracias nos vengan por María,
quien además de Medianera es Tesorera…” T.E.97.
“Digamos a María con la Iglesia: De todos los peligros líbranos siempre.
“Alcánzanos todos los bienes”. Haznos santos y llévanos a gozar de la
eterna gloria con Jesús y contigo” T.E. 97.