2. “La política existe para garantizar un
mínimo de confianza. La ley (...) crea
un marco de fiabilidad en lo imprevisible.
También las costumbres hacen eso; y por
ello la política y las constituciones son tanto
más necesarias cuanto menos
podemos fiarnos de las costumbres, y así lo
son particularmente en épocas de
ampliación del mundo, en el que el
choque de las costumbres y las
moralidades
arroja sobre todas ellas el cariz de lo
relativo.”2
3. Sólo en la medida en que se reconozca el potencial
político y transformador que implica el hecho de
que cada persona asuma su co-responsabilidad de
lo que acontece en la esfera de los asuntos
humanos o, dicho con otras palabras, que se
reconozca el poder que tiene la pluralidad humana
en tanto ciudadanía, será posible hacer de la tierra
un mundo para vivir, del desierto un oasis.
4. “la »buena vida«, como Aristóteles califica a la del
ciudadano, no era simplemente mejor, más libre de
cuidados o más noble que la ordinaria, sino de una
calidad diferente por completo.”3