Este documento narra la última noche de unas vacaciones familiares en Nueva York. La pareja decide ir a tomar algo a un bar después de cenar. Entran a un restaurante pero son dirigidos a un bar contiguo llamado Cornerstone Tavern, donde son atendidos de manera amable. Disfrutan viendo un partido de básquet y bebiendo cervezas, aceptando cada vez que les ofrecen otra. La atención del personal hace que se sientan cómodos. Antes de irse, les regalan un souvenir y se despiden diciendo
1. “…Do You want another Beer…”
Última noche de uno de los viajes más fascinantes que pudimos realizar con la familia.
Última noche en una Ciudad única en esta tierra como New York. Estoy sentado delante del
teclado y no sé por dónde empezar a contarte de este maravilloso lugar pero me quedo tranquilo
porque tengo varios relatos de vendedores, en esta hermosa Ciudad. Por este motivo, las
referencias hacia la Gran Manzana, “The Big Apple”, serán solamente de la zona donde ocurre esta
anécdota.
Como te dije, mi querido lector, nos encontrábamos en la última noche de las vacaciones
de la familia del año 2014. Pagadas desde hacía tiempo, con esfuerzo, mucho esfuerzo. Llegamos
sobre final de Diciembre para pasar el Año nuevo en el corazón de Manhattan, sobre la Calle N° 46
entre Calle 7 y Calle 8. Luego, comenzado el año, nos fuimos tres días a Washington y como
premio de regreso a New York en tren, acordamos nos regalaríamos dos días en un Hotel de la
Calle N° 50 casi en ángulo con la Avenida N° 3, el hermoso Kimberley. Lo habíamos conocido por
mis suegros que nos habían invitado unos años antes con todos los gastos pagos. Este Hotel es de
esos pequeños gustos que luego de tanto trabajar y políticos mediante que te dejen tranquilo
algún tiempo, se puede disfrutar. Cenamos en un boliche económico de la cuadra, nos quedamos
un rato en la habitación con los chicos y después de mirarnos con la flaca decidimos ir a tomar
algo. Fiel a su estilo, me dijo “mirá que voy así nomás”, asentí con mi cabeza. Moría por una
cerveza negra irlandesa, por una Guinness…
Además por lo que te decía antes es inevitable disfrutar cada segundo pensando en que tal
vez no exista otra ocasión para viajar a New York. No porque no me guste sino porque no pueda,
hoy año 2018, escucho decir a algunos imbéciles que no es sano para el país que todos puedan
viajar, que el de recursos más bajos aun ahorrando no debería poder hacerlo porque
descompensa y hay fuga de capitales como si la regla de Pareto no se aplicara a este punto y el
80% de lo que se fuga no correspondiera al 20% o menos en este caso, que está acostumbrado a
hacerlo como un estilo de vida. Dejensé de joder y basta de la política de exclusión…
Volviendo…Nos subimos al ascensor y la primera opción era ir al Bar del último piso. Tocamos el
botón y en el camino paramos tres veces. En la primera escala subió una pareja similar a nosotros
pero empilchados, ni siquiera mejor, empilchados; ya había diferencia. En la segunda parada, dos
parejas más jóvenes, divinos todos, que nos miraban cariñosamente por nuestra informalidad
pero sin cuestionar nada. En la tercera apareció el crack de toda la cancha con tres dinamitas que
no sé cómo hice para no recibir un recto al mentón por parte de mi compañera. Todos muy
divertidos, viviendo cada uno en extrema felicidad llegamos al último piso, donde al abrirse la
puerta, estalló la música y se nos invitó a entrar. Pegamos una mirada, nos volvieron a invitar así
que no estábamos desubicados pero agradecimos la invitación y bajamos al Lobby.
Ahí nos empezamos a reír y comenzamos a disfrutar una noche mágica en mi recuerdo.
Por todo, porque estaba con ella y por la anécdota que viviría poco tiempo después.
2. Salimos hacia la Avenida N° 3 y luego giramos a la izquierda por esta, hacia la Calle N° 51.
Ahí entramos en una farmacia, pero ojo no te confundas en este lugar podés comprar desde
comida hasta remedios y lo más probable es que al lado de los maquillajes encuentres la heladera
con cervezas de todo tipo y lugar. Así que nos pasamos un rato ahí mirando y comprando con los
ojos. El tiempo se te pasa volando y soy una persona que disfruta muchísimo observando y
maravillándose con las cosas que ocurren a su alrededor. Y vaya que este lugar es para que se te
gasten los ojos.
Ante mi insistencia con el bendito Bar, nos juramentamos caminar una sola cuadra más e ingresar
en el primer Pub que se nos cruzara. En realidad yo tuve que jurar ya que suelo ser
frecuentemente cuestionado, reprimido y condenado por hacer caminar en exceso a la gente. A mí
me gusta que le voy a hacer. Pero bueno la promesa estaba hecha y comenzamos a caminar por la
calle N° 51 hacía el Río Este, “East River”. Te aseguro que es como estar en una película ni más ni
menos.
Antes de llegar a la Avenida N° 2, pasamos por un Bar más bien Restaurante, como ya
habíamos comido no lo miramos con mucho cariño pero al ver una barra dentro del salón, más
precisamente en la zona central, entramos. Las mesas estaban llenas de personas comiendo y
tomando a más no poder pero en el concepto criollo, que lo tenemos incorporado, si entras a un
lugar donde las mesas están dispuestas para comer y solo querés tomar algo, sabés que te van a
maltratar. ¿O no lo pasaste en Buenos Aires…?, de entrar a un boliche, aún con mesas libres pero
donde el mozo te trata con desprecio si te tiene que levantar el plato lleno de polvo que está
durmiendo desde las diez de la mañana que lo acomodaron. Solo por pensar que si tomás algo vas
a gastar menos, ese pensamiento no me lo cambia nadie.
Nos sentaron en la barra porque lo pedimos pero al saber que queríamos tomar algo se acercó
otro empleado y nos dijo: “Hi guys, for drinking, came with me please”. Le hicimos señas de la
bebida ordenada y nos dio a entender que no nos preocupáramos. Nos hizo pasar por una puerta
con cortinas desde el salón en que estábamos para adentrarnos en el Bar contiguo, el
“CornerstoneTavern”, el cual que se abrió ante nuestros ojos para que nosotros nos rindiéramos
ante él.
La persona que nos acompañó, nos invitó a sentarnos en la barra mientras una de las chicas
“Barwomen” (porque era una dama y quiero dejarlo claro) nos sonreía y disponía las bebidas que
habíamos ordenado hace unos instantes. Allí todos estaban tomando algo, si bien también había
quien tenía algún bocadillo delante de él. Nos miramos y creo que ambos pensamos que
estábamos en el paraíso, todo era perfecto. Bien atendidos desde el inicio, bien indagados de
nuestra necesidad, comenzamos a disfrutar en mi caso de una Guinness y en el caso de la flaca de
una Samuel Adams también tirada.
Quien dice que no podés consumir, aún más que quien come…?, bueno muchachos del
norte del Continente cuéntenselo a los históricos mosaicos de la reina del Plata porque acá abajo
del mapamundi no lo saben. No todos, no hay que ser injusto pero la mayoría no sabe del tema.
3. En los televisores estaban pasando un partido de básquet para el infarto, los Cleveland
Cavalliers de Lebron James se iban de suplementario en suplementario antes de ganarle a los
Brooklyn Nets. Tres alargues, así que imagínate lo que era el Bar. Explotaba de gritos típicos de
películas, movimientos ampulosos de los brazos y acumulación de botellas por doquier. Los vasos
salían de las choperas, hermosas y con manijas de todos los estilos y a colores, como papelitos en
el Monumental en la final del Mundial 78. Un espectáculo maravilloso. Todo en un correcto orden
dentro del desorden.
Mientras tanto nuestra primera pinta había bajado rápidamente…
Nuestra Barttender (ahora sí), se acerca y me pregunta amablemente como voy a pagar.
Me doy vuelta y le digo a la flaca, “nos quieren echar”…, ¿tomamos otra...? Estaba dentro de lo
previsto tener una segunda ingesta liquida así que le pedimos, “otra ronda cantinero” jajaja y le
comenté en ese momento que iba a abonar con tarjeta de Crédito. Inmediatamente me la pidió
junto con mi ID, el documento. Mientras se lo estaba dando, miré a mi derecha, para que salga de
nuevo el criollo de vuelta y le diga a mi mujer, “nos quieren chorear”. Explotamos de la risa.
Inmediatamente me advirtió que parase con la persecuta…La tarjeta quedó en una repisa donde
estaban las de los demás clientes, alineadas, y con los tickets de cada uno de los pedidos que se
iban acumulando debajo de ellas. Así hasta que nos fuimos, ningún problema, todo excelente.
El lugar era hermoso, una barra inmensa, larga. Los parroquianos estaban dispuestos a lo
largo de esta y también, en una hipotética segunda fila, otros parados donde había algún grupo
de amigos. No era muy ancho el salón, más bien alargado y las mesas que se encontraban
dispuestas también se hallaban ocupadas. Música variada, fuerte y movida por momentos un
poco más relajada en otros pero siempre manteniendo al público, “pum para arriba” como diría
Marcelo Tinelli. Las Barttender efusivas y en permanente contacto con sus clientes.
En una de esas pasadas frente a nuestros vasos y al observar que el mío ya estaba tocando
fondo, automáticamente me invitó a tomar otro con un ademán. Miré nuevamente hacia mi
derecha y recibí un gesto de aprobación similar al de la Reina Gorgo al Rey Leónidas durante la
visita del mensajero persa en la película “300”. Era el último día y el machote pedía permiso,
¿suerte que me lo dio no…? Al demorarme tanto del otro lado de la barra me miraron fijamente y
con una sonrisa me dijeron…
- Do you want another beer…?
El grito me salió de adentro, yo calculo que como el grito de gol de mi queridísimo amigo y primo
adquirido en mis primeras nupcias, con gran amor, Mauro. Ese que le reventó la garganta, cuando
el Tanque Pavone le metió de emboquillada a los Bosteros en la cancha de Vélez la segunda pepa
para que el Pincha, Estudiantes de La Plata fuera campeón en el año 2006.
- Yyyyyyeeeeeeessssss !!!
Como se lo debo haber dicho que se rió fuerte, se contagió de mi euforia, en realidad ella la había
generado con su SEGUIMIENTO AL CLIENTE, y a los pocos segundos ya tenía mi cerveza en la
4. mano. Mariana pasó por lo mismo, porque cuando su vaso pedía oxigeno inmediatamente recibió
la ayuda necesaria.
Estuvimos un rato más en el Bar, no me hagas ni me obligues por favor a contarte cuantas
veces más respondimos con un “yes” al, “Do You want another Beer” porque no quiero que nos
tildes, mi querido lector o vendedor, de borrachos. Sí, puedo afirmarte que no tuve que levantar la
cabeza mil veces para que el mozo me atienda, para pedir o para pagar. En el lugar estaban
preocupados en que tuviéramos siempre servicio, y no es porque me quisieran emborrachar, ahí si
te haces el pícaro o la bebida te pega para el otro lado terminas en cana y bien multado.
Solo se ocuparon de VENDER MAS, haciéndonos sentir cómodos y tomándose los segundos,
porque no eran más que eso, segundos, necesarios para hacer bien su trabajo. Nos levantamos,
agradecimos moviendo las dos manos de derecha a izquierda en señal de basta y con una gran
sonrisa de felicidad, ante una nueva invitación para seguir bebiendo en ese hermoso lugar. Más
allá de eso, las personas que nos atendieron nos hicieron sentir aún mejor, nos regalaron un vaso
muy pequeño como souvenir y nos dejaron la última frase de despedida, para ellos no, pero para
nosotros sí, aunque no lo quisiéramos.
- ¡¡¡Good bye guys, see you tomorrow…!!!