2. Todos los
años en este
2º domingo
de Pascua nos
presenta la
Iglesia
la aparición de Jesús el domingo de
resurrección y el siguiente domingo.
3. Por eso el
DOMINGO es el
día de la
celebración y de
la alegría
cristiana, porque
en domingo
4. A san Juan, que es
quien escribe el
evangelio de este
día, parece que se le
quedó esto bien
grabado, de modo
que anciano, cuando
escribía el
Apocalipsis, seguía
celebrando el
domingo, como día
importante. Así nos
dice hoy, ciclo C, la
2ª lectura:
5. Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación,
en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado
en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de
Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí
en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía:
"Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete
Iglesias de Asia. "Me volví a ver quién me hablaba, y, al
volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos
una figura humana, vestida de larga túnica, con un
cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus
pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y
dijo: "No temas: Yo soy el primero y el Último, yo soy el
que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de
los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.
Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo
que ha de suceder más tarde."
6. La Iglesia dejó el
domingo como día
dedicado al Señor.
porque resucitó el día
siguiente del sábado,
el primer día de la
semana. En este
tiempo de resurrección
cantamos aleluya, que
significa “bendición a
Dios”.
Él quiere que vivamos como seres resucitados a
la vida de la gracia.
7. Hoy en el evangelio (Jn 20, 19-31) se nos dice
que Jesús se apareció a los apóstoles en el
atardecer del domingo.
8. Estaban “con las
puertas cerradas por
miedo a los judíos”.
Cerradas las puertas
externas y las
puertas internas de la
fe y de la esperanza.
9. Para esa hora de la tarde
ya las mujeres les habían
dicho que Jesús había
resucitado. San Juan
había ido al sepulcro con
Pedro y “había creído”. Y
especialmente a san
Pedro se le había
aparecido el Señor. Y
según cuenta san Lucas,
para entonces habían
vuelto los dos de Emaús.
10. Sin
embargo la
muerte de
Jesús les
había
herido
demasiado
en el
corazón.
Ellos habían dejado todo por seguir al Maestro y en Él
habían puesto toda su ilusión. Ahora se veían
desorientados: ¿Qué iban a hacer ahora cuando todo se
había terminado? Y estaban acobardados ante la posible
reacción de las autoridades.
11. Jesús se
presenta en
medio de
ellos y les
dice: “La
paz sea con
vosotros”.
La necesitaban verdaderamente. La paz es como la
tarjeta de visita de Jesucristo. Todos la necesitamos, en
lo individual y en lo colectivo. Es estar en equilibrio con
Dios, nosotros y los demás. Eso es lo que significaba la
palabra empleada por Jesús: SCHALOM.
20. El enemigo principal de la
paz es el egoísmo. Quien
tiene paz verdadera trabaja
por la paz. Para ello hace
falta mucho amor. Eso es lo
que Jesús demostró a
raudales en ese momento.
Ante los apóstoles hundidos
por la tristeza, la
incertidumbre, el
remordimiento y la cobardía
Jesús demuestra su gran
misericordia.
21. Por eso este domingo también
se llama
Un domingo 2º de Pascua se
apareció Jesús de la misericordia
a santa Faustina.
Desde el año 2000 el papa
Juan Pablo II quiso que se
nombrase así en toda la
Iglesia.
22. Y Jesús les muestra
las llagas de las
manos y el costado.
Las llagas eran un
signo de autenticidad.
A su vista, la alegría
que habían
experimentado ante la
“paz” envuelta un
poco en
incertidumbre, ahora
se hace más real y
viva.
23. Pero las llagas de Jesús, además de ser “trofeo de
combate”, son muestra del amor infinito de Jesús. Por
eso en ese momento en que muestra su amor y
misericordia les da a los apóstoles un regalo (el regalo
de Pascua), el mejor regalo que les podía dar:
El
Espíritu
Santo.
24. Lo muestra
con un soplido,
algo que le
sale de dentro.
Un día mejor preparados, en Pentecostés, lo recibirían
más plenamente. Ahora lo reciben según sus
disposiciones; pero pueden comprender que la paz y la
alegría no es algo extraño, venido de fuera, sino algo
divino que se incrusta en su corazón.
25. Jesús no
viene como
quien
condena, sino
como quien
perdona y
salva.
La paz es también perdón. Sienten el perdón de Jesús;
pero ahora les da el encargo de propagar el perdón. Les
da el poder de perdonar los pecados. Dios es el que
perdona, pero ellos serán los agentes de la misericordia
de Dios.
26. Pero Tomás, uno de los
apóstoles, no estaba con
ellos cuando vino Jesús.
No sabemos porqué faltó:
quizá tenía asuntos
pendientes en la familia.
Tampoco sabemos
cuándo retornó.
Seguramente tardó varios
días, ya que los viajes
eran lentos.
Probablemente llegaría el
viernes, antes del sábado,
que era fiesta entre los
judíos.
27. El hecho es que no se había enterado del gran suceso
durante esos días. Era muy sensible, quizá terco, pero
una vez dijo que estaba dispuesto a morir con Jesús. La
desilusión se le había aumentado durante esos días.
Una vez que
llegó, los
compañeros,
alegres, le
decían “Hemos
visto al Señor”.
33. Jesús actuó
con mucha
misericordia
con Tomás.
No le recriminó, sabía que Tomás tenía un gran corazón
y, si no quería creer era por un gran amor a Jesús,
aunque no del todo bien entendido. Jesús le presentó
sus llagas, signo de evidencia y signo de amor.
34. Y santo Tomás
pronunció
quizá la fórmula
más grandiosa
de fe que hay
en el Nuevo
Testamento:
“Señor mío y
Dios mÍo”.
35. Estamos en el año
de la fe. Nosotros,
sin haber visto y
palpado, podemos
ser dichosos, como
termina diciendo
Jesús, porque
podemos proclamar
nuestra fe.
36. La fe se proclama
sobre todo por las
obras. Necesitamos
ser transformados en
Cristo para que
podamos ser testigos
de la resurrección del
Señor. Que los demás
puedan constatar
nuestras
convicciones
profundas y nuestra
entrega generosa.
37. La principal prueba de la
resurrección del Señor
ante la sociedad fue el
cambio de vida en los
discípulos del Señor.
Cuando los demás se
convenzan que somos
auténticos, humildes,
compasivos, generosos,
serviciales…, entonces
podrán proclamar la
misericordia de Dios.
38. En este año de la
fe, terminamos
proclamando como
santo Tomás: