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UN CRISTO ADULTO EN NAVIDAD1
Los evangelios de Mateo y Lucas comienzan con narraciones de la concepción y
nacimiento de Jesús (llamadas "los relatos de la infancia"). Se diferencian
notablemente en esto de los otros dos evangelios que no nos dicen nada de los
orígenes familiares de Jesús; en realidad, Marcos ni siquiera menciona a José,
mientras que Juan nunca llama a la madre de Jesús por su nombre. Los relatos de
la infancia de Mateo y Lucas aunque nada parecidos entre sí, han provisto el
material básico para la fiesta de Navidad, tan cara a los cristianos. ¿Cómo pode-
mos evaluarlos?
La Iglesia católica romana, a la que a menudo se considera penosamente
conservadora en sus posiciones oficiales, ha promulgado un documento
notablemente avanzado sobre la historicidad general de los evangelios. A través de
su órgano oficial para la enseñanza bíblica2. Roma ha insistido que se debe hablar de
los evangelios como históricos en el sentido de que cuatro narraciones
del ministerio de Jesús vieron su origen en palabras y hechos de Jesús mismo. Sin
embargo, la declaración señala que esas palabras y hechos fueron notablemente
adaptados desde el tiempo del ministerio de Jesús hasta el momento en que fueron
escritos en los evangelios3. Por ejemplo, hubo un período transmisión oral en que los
apóstoles predican lo que Jesús había dicho y hecho; pero fundieron en sus relatos
una perspectiva post-resurrección de su divinidad; una perspectiva que no tenían
cuando él vivía4. Después, cuando los evangelistas los pusieron por escrito5, reali-
zaron una selección, síntesis y explicación de los relatos que les había llegado
la predicación apostólica, con el resultado que las narraciones finales de los
evangelios no son necesariamente transcripciones literales de lo que Jesús dijo e hizo.
Como afirmaba el documento romano: "La verdad histórica no es afectada por el
hecho de que los evangelistas narran las palabras y hechos del Señor en un orden
1 R. E. Brown - H. c. E. Calabia, Un Cristo adulto en Navidad : ensayos sobre los tres relatos bíblicos de Navidad
(Mateo 2 y Lucas 2), Buenos Aires 1994, 9-23.
2 Me refiero a la Pontificia Comisión Bíblica que publicó una instrucción sobre La verdad histórica de
los Evangelios en 1964. Una traducción completa al inglés acompañada por un comentario fue
ofrecida por J. A. F1TZMYER, Theological Studies25 (1964). 5-408. Las partes más destacables de la
Instrucción aparecen un apéndice de mi libro Biblical Reflections on Crises Facing Church (Nueva
York, Paulist, 1975).
3 La Instrucción distingue "tres etapas en la tradición por la que la vida y doctrina de Jesús han llegado
hasta nosotros". La etapa uno, el ministerio de Jesús, ciertamente pertenece al primer tercio del siglo
primero d.C. (circa 28-30). La etapa dos, el periodo de la predicación apostólica puede ubicarse hacia
el segundo tercio del siglo (ca. 30-65), dado que los apóstoles más conocidos habían muerto hacia
mediados de los años sesenta. La tercera etapa, el período de la escritura de los evangelios. puede
fecharse razonablemente en el último tercio del siglo (Marcos probablemente hacia el final de los años
sesenta: Mateo y Lucas hacia los setenta u ochenta: y Juan hacia fines de los años ochenta o en los
noventa)
4 La Instrucción (VIII) dice que la divinidad de Jesús fue percibida después de que él resucitó de entre
los muertos.
5 El documento distingue entre los apóstoles que predicaron y los autores sagrados que compusieron
los evangelios de lo que habían oído en esa predicación. Esto corresponde a la actitud académica
general actual sobre que ninguno de los evangelios fue escrito por testigos oculares del ministerio de
Jesús. Una posición anterior, reflejada en los decretos de la Comisión Bíblica de principios del siglo
veinte, indicando que Mateo y Juan fueron escritos por esos apóstoles (algo que los evangelios mismos
nunca señalan) ha sido casi universalmente abandonada, como se reconoció tácitamente en 1955 por
el Secretario de la Comisión, quien dio a los católicos "libertad completa" con respecto a esos decretos
anteriores.
2
distinto y expresan sus dichos no de modo literal, sino en otras palabras, aunque
preservando su sentido".
Desafortunadamente, la mayoría de los católicos romanos, incluyendo a muchos
clérigos, catequistas y agentes de pastoral, no conocen esta posición oficial de su
Iglesia sobre los evangelios, de manera que aún se sienten incómodos si alguien
expresa que una sección en particular que trata sobre el ministerio de Jesús no es
historia literal. En consecuencia, antes de que un católico inicie un estudio serio de
los relatos de la infancia, debería familiarizarse con el enfoque de la Pontificia
Comisión Bíblica sobre los evangelios en general. Uno nunca podrá comprender
las narraciones de la infancia sin estar primero convencido de que, en el curso de
la transmisión desde Jesús a los evangelistas, todo el material de los evangelios ha
sido matizado por la fe y la experiencia de la Iglesia en el primer siglo.
La siguiente etapa de aproximación a estos relatos es reconocer que la Instrucción
de la Pontificia Comisión Bíblica no cubre los relatos de la infancia6, dado que
trata solamente de lo que Jesús hizo y dijo durante su ministerio; hechos y palabras
de los que sus apóstoles fueron testigos, y que luego transmitieron. (Nadie siquiera
ha insinuado que testigos apostólicos como Pedro y Juan estuviesen presentes en
los sucesos de Belén). Si se desea estudiar el material de la infancia, uno debe
extender aún más la amplitud de criterio de la Comisión sobre su historicidad. Por
eso afirmo que para mucha gente los relatos del nacimiento y la infancia de Jesús
constituyen "la última frontera" a cruzar para comprender válidamente lo que
significa un enfoque crítico y científico moderno del Nuevo Testamento. En esta
corta colección de artículos tomados de la revista Worship me gustaría hacer que
esa frontera no se convierta en un obstáculo insuperable.
Una forma de ayudar a "cruzar la frontera" es familiarizando a los lectores con los
intentos previos en esa dirección; porque en cierto sentido hay que reformular en
la propia mente las preguntas que se han presentado desde hace mucho sobre los
relatos de la infancia. Son preguntas básicas, y no hay forma de evadirlas.
Aun con el riesgo de simplificar en exceso, debería decir que la investigación
académica sobre los relatos de la infancia ha pasado por dos etapas, y ha entrado
en una tercera. La primera etapa fue el reconocimiento de la importancia de la
distinción que ya hemos mencionado; es decir, que el material de la infancia tiene
un origen diferente del que se refiere al ministerio de Jesús. Nuestro conocimiento
de la sustancia del ministerio viene del testimonio apostólico; pero no sabemos
qué testimonio, si hay alguno, sustenta una historia como la de los magos y la
estrella. Hubo una tendencia a hablar del testimonio familiar (de José y María) como
sustrato de estos relatos; pero esto no pasó de ser una mera suposición.
Y esa suposición se hizo más y más difícil de sostener a medida que la investigación
progresaba a una segunda etapa, que involucraba el análisis crítico de estas
narraciones tomadas por separado del resto de los evangelios. Estaba el hecho
6 La Comisión estaba consciente de esto, porque después de 1964 hubo un movimiento destinado a
publicar una segunda declaración sobre los relatos de la infancia. Este intento fue abandonado
después de una consulta a los expertos: probablemente porque los cardenales que componían la
Comisión advirtieron las enormes dificultades que implica pronunciarse sobre la historicidad de los
relatos de la infancia.
3
llamativo que Mateo y Lucas narran historias muy diferentes del nacimiento e
infancia de Jesús, historias que concuerdan en muy pocos detalles7, y prácticamente
se contradicen en otros aspectos8. Una complicación más es la imposibilidad de
confirmar algunos de los hechos asombrosos que debieron haber llamado la atención
pública; por ejemplo, una estrella que se mueve por los cielos de un modo
totalmente irregular, pero que no dejó registro astronómico alguno9 Las dudas
resultantes sobre la historicidad se agravaron cuando se reconoció que "estos
relatos recuerdan las historias del Antiguo Testamento de un modo que no tiene
comparación con el resto de los evangelios. Parecen haber sido concebidos
meditando sobre los temas del Antiguo Testamento de un proceso al que frecuen-
temente se llamaba midrash (y no siempre con una comprensión real del midrash).
Si los ensayos de este librito hubieran sido escritos durante esa segunda etapa de la
investigación académica, llevarían títulos como "¿Existieron los Magos?". "¿Existió
la estrella?". "¿Hubo realmente un censo?". "¿Se aparecieron los ángeles a los
pastores?".
Pero ahora estamos ingresando a una tercera y mucho más positiva etapa de la
investigación. Sin descuidar los problemas históricos revelados por la segunda
etapa, los estudiosos han volcado su atención a la teología de los relatos de la
infancia. Cualquiera sea su origen o historicidad10, ¿por qué Mateo y Lucas
incluyeron esos relatos en sus evangelios? ¿De qué manera cada relato de la
infancia concuerda con la teología propia de cada evangelista? ¿De qué manera
las narraciones de la infancia presentan la buena noticia de la salvación, para ser
así auténtica y literalmente "evangelio"? Tales preguntas representan mi
verdadero interés en estos ensayos, como traté de indicar en dos de los títulos, que
hablan de "importancia" y "significado". Su respuesta puede tener un papel en la
proclamación a la comunidad cristiana.
Pasemos ahora al primero de los interrogantes: ¿Por qué Marcos y Lucas
consideran adecuadas esas narraciones para incluirlas en sus evangelios? Cuando
aún no se aplicaba la llamada "critica textual" a los escritos bíblicos, esa pregunta
7 Aunque son detalles muy importantes. como el nacimiento en Belén y la concepción Virginal.
8 La discrepancia más notoria se da entre Mateo, que narra una huida a Egipto frente a la persecución
de Herodes, y la narración lucana de un pacifico regreso a Nazaret a través de Jerusalén, sin la más
mínima referencia a Herodes. Una lectura perceptiva muestra que Mateo piensa que el hogar de María
y José estaba en Belén (2,11), dado que debe explicar por qué, cuando regresaron de Egipto, fueron a
Nazaret en lugar de a Belén (2,22 -23). En cambio, para Lucas, ellos provenían de Nazaret.
9 Hay también afirmaciones históricas inverificables (y hasta improbables), como la matanza de los
niños en Belén ordenada por Herodes, y el censo universal del Imperio Romano bajo Augusto
(¡afectando el reino de Herodes!). Se han realizado muchos intentos ingeniosos para "probar" estos
supuestos hechos, pero no son satisfactorios a mi parecer. Por ejemplo. hubo una llamativa
conjunción de planetas en el año 7-6 aC. y el cometa Halley apareció en el 12-11 aC. Pero Mateo
describe una estrella; de hecho, una estrella que viene a detenerse sobre el lugar en que estaba Jesús.
Si uno quiere recurrir a la astronomía para explicar Mateo 2, uno debiera reconocer la dirección
probable del patrón de pensamiento antiguo. Después de que la gente empezó a creer en Jesús
resucitado como el Hijo de Dios, deben de haber comenzado a buscar en retrospectiva un fenómeno
astronómico al cual asociar el nacimiento de tal figura; y el resultado pudo ser una combinación de
vagos recuerdos de algunos de fenómenos de este tipo acaecidos en el período del 12 al 6 aC. con la
imaginería vetero-testamentaria de la estrella davídica (véase más abajo).
10 En Jesús el Mesías dedico la atención necesaria a los problemas de la historicidad, pero
deliberadamente coloco tales cuestiones al final, para no perturbar el foco central del trabajo.
4
no se hubiera realizado: se veía a los evangelios como biografías de Jesús, y -
naturalmente- se consideraba de mero sentido común el haber incluido material
sobre el nacimiento de Jesús. Pero ahora sanemos que los evangelios no son
primordialmente biográficos en sus orígenes, sino que surgen de una predicación
apostólica en la que se conservaron los dichos y hechos de Jesús considerados
más importantes para la salvación.
La predicación más primitiva se relacionaba con la acción salvífica por
excelencia: la muerte y resurrección de Jesús; y por ello los relatos de la pasión
son la parte más antigua de la tradición evangélica. Al relato de la pasión (en un
proceso que cronológicamente se dio en retroceso) terminaron juntándose
colecciones de dichos y curaciones, precisamente porque fue a la luz de la
resurrección que se descubrió la verdadera importancia salvífica de esas
memorias del ministerio de Jesús. Es digno de mención que el evangelista más
antiguo, Marcos, llamó al bautismo de Jesús "el principio del evangelio de Jesús
el Cristo": el comienzo del evangelio se correspondía con el comienzo de la
predicación del reino. Es claro que Marcos no tenía interés en la biografía; de
hecho, nada nos dice de los orígenes de Jesús11.
Después de descartar la necesidad de totalidad biográfica como el motivo principal,
tenemos que preguntamos entonces por qué Mateo y Lucas trasladaron el comienzo
del evangelio de Jesucristo desde el bautismo a su concepción. La respuesta está en la
significación cristológica que vieron en la concepción y el nacimiento. Para ellos, no
fue el bautismo, sino la concepción y el nacimiento los momentos en que Dios reveló
quién era Jesús. Quisiera repasar brevemente el desarrollo cronológicamente
invertido de la comprensión de este "momento cristológico" en el primer siglo. En la
predicación antigua el momento en que Dios revelaba la identidad cristológica de
Jesús era en la resurrección-exaltación12: "Este Jesús a quien Dios elevó... Dios lo
hizo Señor y Mesías, este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron" (Hech 2,32.36;
también 5,31). Se nos dice en Hech 13,33 que al elevar a Jesús de entre los muertos,
Dios cumplió su palabra dada en el salmo 2,7: "Tú eres mi hijo; yo te he engendrado
hoy". Como lo establece la formulación del credo citada por Pablo en Romanos 1,4:
por la resurrección de entre los muertos, Jesús fue constituido Hijo de Dios por obra
del Espíritu de santidad (el Espíritu Santo). Ese enfoque del momento cristológico en
la resurrección concordaba con la primera etapa de la formación del evangelio que,
como ya lo mencioné, se centraba en la muerte y resurrección de Jesús.
A medida que se le iba prestando más atención al ministerio de Jesús y su
proclamación del reino en Galilea, mediante palabras y obras prodigiosas, el énfasis
puesto sobre la resurrección como el momento en que Jesús fue "hecho Señor" y
"engendrado" o "constituido" Hijo de Dios empezó a parecer inadecuado. No hacía
11 Marcos no muestra aprecio alguno por la familia natural de Jesús: la reemplaza sin vacilar por una
verdadera familia que consiste de sus discípulos (3,31-35, especialmente cuando se lo lee después de
3,19-21 en que "los suyos piensan que Jesús es un lunático). De manera que la idea reciente de M.
Miguens no menciona a José porque quiere que sus lectores sepan que Jesús fue concebido
virginalmente es muy poco plausible; véase la nota 59 más abajo.
12 Una cristología aún más primitiva, que sólo ha dejado débiles huellas en el Nuevo Testamento, podría haber
considerado la parusía como el momento cristológico: Jesús se convertiría en el Mesías, el Hijo del Hombre, a su
regreso. Se trata de una interpretación posible de Hech 30,20-21.
5
justicia a la continuidad entre el Jesús del ministerio y el Señor resucitado. La percep-
ción cristiana del misterio de Jesús iluminó el hecho que él ya era Señor y Mesías
durante su vida, de manera que la resurrección fue como la revelación de una
filiación divina que ya existía. De manera que, ya en el primer evangelio escrito,
Marcos, el momento cristológico se trasladó desde la resurrección al bautismo, en que
Jesús es nombrado Hijo de Dios, por la revelación divina. El Espíritu Santo, que en la
primera experiencia cristiana fue vinculado al Jesús resucitado, ahora desciende sobre
él en el bautismo, y permanece con él durante su ministerio13.
Pero este desarrollo de la comprensión cristiana14 todavía dejaba sin resolver el
problema sobre si el bautismo era el momento en que Jesús se convirtió en Hijo de
Dios. ¿La voz de lo alto estaba adoptando a Jesús? Se evita tal malentendido
mediante la fijación de los relatos de la infancia en Mateo y Lucas, relatos que
establecen que Jesús fue el Hijo de Dios durante toda su vida terrena, desde el
momento de su concepción, mediante el Espíritu Santo. La declaración divina de la
filiación, primitivamente vinculada a la resurrección, y luego al bautismo,
finalmente se relaciona mediante el ángel15 a la concepción virginal de Jesús en el
vientre de María16. Esta declaración revela que el niño es el Mesías, “el rey de los
Judíos” (Mt 2,2), “un salvador que es Mesías y Señor” (Lc 2,11). De manera que la
historia de la concepción de Jesús no es simplemente un ítem más de la biografía
popular; es el vehículo de la buena nueva de la salvación; en resumen, es evangelio. La
reflexión sobre cómo sucedió esto ayudará a comprender por qué he titulado esta
introducción "Un Cristo adulto nuevamente en Navidad17. Este ha sido el proceso
interpretativo de ir incorporando percepiones posteriores a los relatos del
nacimiento, y estas percepciones involucran a un Jesús adulto que había ya muerto y
resucitado.
Tanto en Mateo como en Lucas, el primer capítulo del evangelio narra la historia de
la concepción de Jesús con la revelación concomitante de quién es él. Los artículos
que siguen en este librito tratan del segundo capítulo de cada evangelio: el relato
navideño del nacimiento en Belén del niño que María ha concebido. ¿Por qué esto
también es evangelio? La respuesta a esta pregunta está en las consecuencias históricas
de la revelación de la buena noticia de la salvación; una revelación que, como
13 Los temas presentados en una formulación del credo como la de Rom 1,4 aparecen en forma de
relato en Mc 1,10- 11 y en Lc 3,22; 3,14 (constitución como Hijo; Espíritu Santo, poder). El texto
occidental de Lc 3,22 ("Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy") aplican al bautismo el mismo
texto sálmico que Hech 13,33 aplica a la resurrección.
14 Debo reafirmar que se trata de un desarrollo en la comprensión de una realidad ya existente. Esta
postura es muy distinta de la tesis liberal de que los cristianos crearon una cristología ex nihilo
haciendo de Jesús el Hijo de Dios. Véase el repaso de la moderna investigación bíblico cristológica
que constituye el capítulo 2 de mi libro Biblical Reflecüons on Crlses Faclng the Church (nota 1
más arriba).
15 La clásica imagen del Antiguo Testamento para el Dios revelante.
16 A la luz de Romanos l ,4 (y la nota 12 más arriba), nótese la fraseología de la revelación divina en
Lc l,35: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso. el niño que nacerá será llamado santo, el Hijo de Dios".
17 Nota del traductor: En el original, este capítulo se titula "On Putting an Adult Christ Back into
Chrístmas" (bastardillas nuestras). Esto es un juego de palabras con la expresión back, que para
traducir al castellano debe dividirse en dos construcciones equivalentes: "Poner un Cristo adulto
nuevamente en Navidad", y algo así como: "Retrocediendo hasta encontrar el Cristo adulto en
Navidad". El texto aclara ambas interpretaciones, y el por qué del título.
6
hemos visto, en un tiempo estuvo vinculada a la resurrección. Después de ésta, los
apóstoles salieron a proclamar la buena noticia, primero a los judíos y después a los
gentiles. Esta proclamación obtuvo dos respuestas: algunos creyeron y adoraron al
Señor Jesús exaltado; otros rechazaron el mensaje y a los predicadores. Los
evangelistas, al observar la vida de Jesús comprendiéndola en perspectiva post-
resurreccional, descubrieron la misma secuencia tras el bautismo de Jesús (que se
había convertido en un primer momento de la revelación de quién era él). Jesús
proclamó la buena noticia del reino a través de Galilea y esto encontró dos
respuestas: algunos se le acercaron y se convirtieron en sus discípulos; otros lo
rechazaron y llegaron a odiarlo. Y así, cuando los evangelistas compusieron sus
relatos de la concepción de Jesús, vinculando la revelación de su identidad a ese
momento de su vida, tendieron a repetir la secuencia. En el segundo capítulo de
cada relato de la infancia, escuchamos cómo la buena noticia fue proclamada a
otros, y cómo esa proclamación encontró dos respuestas. Veamos ahora el modo en
que esta secuencia es narrada en cada evangelio, con la esperanza de que en
nuestras propias vidas el reconocimiento de que hay un mensaje adulto sobre
Cristo en Navidad, nos llevará a proclamar a otros esa revelación, para que ellos
también respondan en la fe.
Brown, R. E. - Calabia, H. c. E., Un Cristo adulto en Navidad : ensayos sobre los tres relatos bíblicos de
Navidad (Mateo 2 y Lucas 2), Buenos Aires 1994.

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Un cristo adulto en navidad

  • 1. 1 UN CRISTO ADULTO EN NAVIDAD1 Los evangelios de Mateo y Lucas comienzan con narraciones de la concepción y nacimiento de Jesús (llamadas "los relatos de la infancia"). Se diferencian notablemente en esto de los otros dos evangelios que no nos dicen nada de los orígenes familiares de Jesús; en realidad, Marcos ni siquiera menciona a José, mientras que Juan nunca llama a la madre de Jesús por su nombre. Los relatos de la infancia de Mateo y Lucas aunque nada parecidos entre sí, han provisto el material básico para la fiesta de Navidad, tan cara a los cristianos. ¿Cómo pode- mos evaluarlos? La Iglesia católica romana, a la que a menudo se considera penosamente conservadora en sus posiciones oficiales, ha promulgado un documento notablemente avanzado sobre la historicidad general de los evangelios. A través de su órgano oficial para la enseñanza bíblica2. Roma ha insistido que se debe hablar de los evangelios como históricos en el sentido de que cuatro narraciones del ministerio de Jesús vieron su origen en palabras y hechos de Jesús mismo. Sin embargo, la declaración señala que esas palabras y hechos fueron notablemente adaptados desde el tiempo del ministerio de Jesús hasta el momento en que fueron escritos en los evangelios3. Por ejemplo, hubo un período transmisión oral en que los apóstoles predican lo que Jesús había dicho y hecho; pero fundieron en sus relatos una perspectiva post-resurrección de su divinidad; una perspectiva que no tenían cuando él vivía4. Después, cuando los evangelistas los pusieron por escrito5, reali- zaron una selección, síntesis y explicación de los relatos que les había llegado la predicación apostólica, con el resultado que las narraciones finales de los evangelios no son necesariamente transcripciones literales de lo que Jesús dijo e hizo. Como afirmaba el documento romano: "La verdad histórica no es afectada por el hecho de que los evangelistas narran las palabras y hechos del Señor en un orden 1 R. E. Brown - H. c. E. Calabia, Un Cristo adulto en Navidad : ensayos sobre los tres relatos bíblicos de Navidad (Mateo 2 y Lucas 2), Buenos Aires 1994, 9-23. 2 Me refiero a la Pontificia Comisión Bíblica que publicó una instrucción sobre La verdad histórica de los Evangelios en 1964. Una traducción completa al inglés acompañada por un comentario fue ofrecida por J. A. F1TZMYER, Theological Studies25 (1964). 5-408. Las partes más destacables de la Instrucción aparecen un apéndice de mi libro Biblical Reflections on Crises Facing Church (Nueva York, Paulist, 1975). 3 La Instrucción distingue "tres etapas en la tradición por la que la vida y doctrina de Jesús han llegado hasta nosotros". La etapa uno, el ministerio de Jesús, ciertamente pertenece al primer tercio del siglo primero d.C. (circa 28-30). La etapa dos, el periodo de la predicación apostólica puede ubicarse hacia el segundo tercio del siglo (ca. 30-65), dado que los apóstoles más conocidos habían muerto hacia mediados de los años sesenta. La tercera etapa, el período de la escritura de los evangelios. puede fecharse razonablemente en el último tercio del siglo (Marcos probablemente hacia el final de los años sesenta: Mateo y Lucas hacia los setenta u ochenta: y Juan hacia fines de los años ochenta o en los noventa) 4 La Instrucción (VIII) dice que la divinidad de Jesús fue percibida después de que él resucitó de entre los muertos. 5 El documento distingue entre los apóstoles que predicaron y los autores sagrados que compusieron los evangelios de lo que habían oído en esa predicación. Esto corresponde a la actitud académica general actual sobre que ninguno de los evangelios fue escrito por testigos oculares del ministerio de Jesús. Una posición anterior, reflejada en los decretos de la Comisión Bíblica de principios del siglo veinte, indicando que Mateo y Juan fueron escritos por esos apóstoles (algo que los evangelios mismos nunca señalan) ha sido casi universalmente abandonada, como se reconoció tácitamente en 1955 por el Secretario de la Comisión, quien dio a los católicos "libertad completa" con respecto a esos decretos anteriores.
  • 2. 2 distinto y expresan sus dichos no de modo literal, sino en otras palabras, aunque preservando su sentido". Desafortunadamente, la mayoría de los católicos romanos, incluyendo a muchos clérigos, catequistas y agentes de pastoral, no conocen esta posición oficial de su Iglesia sobre los evangelios, de manera que aún se sienten incómodos si alguien expresa que una sección en particular que trata sobre el ministerio de Jesús no es historia literal. En consecuencia, antes de que un católico inicie un estudio serio de los relatos de la infancia, debería familiarizarse con el enfoque de la Pontificia Comisión Bíblica sobre los evangelios en general. Uno nunca podrá comprender las narraciones de la infancia sin estar primero convencido de que, en el curso de la transmisión desde Jesús a los evangelistas, todo el material de los evangelios ha sido matizado por la fe y la experiencia de la Iglesia en el primer siglo. La siguiente etapa de aproximación a estos relatos es reconocer que la Instrucción de la Pontificia Comisión Bíblica no cubre los relatos de la infancia6, dado que trata solamente de lo que Jesús hizo y dijo durante su ministerio; hechos y palabras de los que sus apóstoles fueron testigos, y que luego transmitieron. (Nadie siquiera ha insinuado que testigos apostólicos como Pedro y Juan estuviesen presentes en los sucesos de Belén). Si se desea estudiar el material de la infancia, uno debe extender aún más la amplitud de criterio de la Comisión sobre su historicidad. Por eso afirmo que para mucha gente los relatos del nacimiento y la infancia de Jesús constituyen "la última frontera" a cruzar para comprender válidamente lo que significa un enfoque crítico y científico moderno del Nuevo Testamento. En esta corta colección de artículos tomados de la revista Worship me gustaría hacer que esa frontera no se convierta en un obstáculo insuperable. Una forma de ayudar a "cruzar la frontera" es familiarizando a los lectores con los intentos previos en esa dirección; porque en cierto sentido hay que reformular en la propia mente las preguntas que se han presentado desde hace mucho sobre los relatos de la infancia. Son preguntas básicas, y no hay forma de evadirlas. Aun con el riesgo de simplificar en exceso, debería decir que la investigación académica sobre los relatos de la infancia ha pasado por dos etapas, y ha entrado en una tercera. La primera etapa fue el reconocimiento de la importancia de la distinción que ya hemos mencionado; es decir, que el material de la infancia tiene un origen diferente del que se refiere al ministerio de Jesús. Nuestro conocimiento de la sustancia del ministerio viene del testimonio apostólico; pero no sabemos qué testimonio, si hay alguno, sustenta una historia como la de los magos y la estrella. Hubo una tendencia a hablar del testimonio familiar (de José y María) como sustrato de estos relatos; pero esto no pasó de ser una mera suposición. Y esa suposición se hizo más y más difícil de sostener a medida que la investigación progresaba a una segunda etapa, que involucraba el análisis crítico de estas narraciones tomadas por separado del resto de los evangelios. Estaba el hecho 6 La Comisión estaba consciente de esto, porque después de 1964 hubo un movimiento destinado a publicar una segunda declaración sobre los relatos de la infancia. Este intento fue abandonado después de una consulta a los expertos: probablemente porque los cardenales que componían la Comisión advirtieron las enormes dificultades que implica pronunciarse sobre la historicidad de los relatos de la infancia.
  • 3. 3 llamativo que Mateo y Lucas narran historias muy diferentes del nacimiento e infancia de Jesús, historias que concuerdan en muy pocos detalles7, y prácticamente se contradicen en otros aspectos8. Una complicación más es la imposibilidad de confirmar algunos de los hechos asombrosos que debieron haber llamado la atención pública; por ejemplo, una estrella que se mueve por los cielos de un modo totalmente irregular, pero que no dejó registro astronómico alguno9 Las dudas resultantes sobre la historicidad se agravaron cuando se reconoció que "estos relatos recuerdan las historias del Antiguo Testamento de un modo que no tiene comparación con el resto de los evangelios. Parecen haber sido concebidos meditando sobre los temas del Antiguo Testamento de un proceso al que frecuen- temente se llamaba midrash (y no siempre con una comprensión real del midrash). Si los ensayos de este librito hubieran sido escritos durante esa segunda etapa de la investigación académica, llevarían títulos como "¿Existieron los Magos?". "¿Existió la estrella?". "¿Hubo realmente un censo?". "¿Se aparecieron los ángeles a los pastores?". Pero ahora estamos ingresando a una tercera y mucho más positiva etapa de la investigación. Sin descuidar los problemas históricos revelados por la segunda etapa, los estudiosos han volcado su atención a la teología de los relatos de la infancia. Cualquiera sea su origen o historicidad10, ¿por qué Mateo y Lucas incluyeron esos relatos en sus evangelios? ¿De qué manera cada relato de la infancia concuerda con la teología propia de cada evangelista? ¿De qué manera las narraciones de la infancia presentan la buena noticia de la salvación, para ser así auténtica y literalmente "evangelio"? Tales preguntas representan mi verdadero interés en estos ensayos, como traté de indicar en dos de los títulos, que hablan de "importancia" y "significado". Su respuesta puede tener un papel en la proclamación a la comunidad cristiana. Pasemos ahora al primero de los interrogantes: ¿Por qué Marcos y Lucas consideran adecuadas esas narraciones para incluirlas en sus evangelios? Cuando aún no se aplicaba la llamada "critica textual" a los escritos bíblicos, esa pregunta 7 Aunque son detalles muy importantes. como el nacimiento en Belén y la concepción Virginal. 8 La discrepancia más notoria se da entre Mateo, que narra una huida a Egipto frente a la persecución de Herodes, y la narración lucana de un pacifico regreso a Nazaret a través de Jerusalén, sin la más mínima referencia a Herodes. Una lectura perceptiva muestra que Mateo piensa que el hogar de María y José estaba en Belén (2,11), dado que debe explicar por qué, cuando regresaron de Egipto, fueron a Nazaret en lugar de a Belén (2,22 -23). En cambio, para Lucas, ellos provenían de Nazaret. 9 Hay también afirmaciones históricas inverificables (y hasta improbables), como la matanza de los niños en Belén ordenada por Herodes, y el censo universal del Imperio Romano bajo Augusto (¡afectando el reino de Herodes!). Se han realizado muchos intentos ingeniosos para "probar" estos supuestos hechos, pero no son satisfactorios a mi parecer. Por ejemplo. hubo una llamativa conjunción de planetas en el año 7-6 aC. y el cometa Halley apareció en el 12-11 aC. Pero Mateo describe una estrella; de hecho, una estrella que viene a detenerse sobre el lugar en que estaba Jesús. Si uno quiere recurrir a la astronomía para explicar Mateo 2, uno debiera reconocer la dirección probable del patrón de pensamiento antiguo. Después de que la gente empezó a creer en Jesús resucitado como el Hijo de Dios, deben de haber comenzado a buscar en retrospectiva un fenómeno astronómico al cual asociar el nacimiento de tal figura; y el resultado pudo ser una combinación de vagos recuerdos de algunos de fenómenos de este tipo acaecidos en el período del 12 al 6 aC. con la imaginería vetero-testamentaria de la estrella davídica (véase más abajo). 10 En Jesús el Mesías dedico la atención necesaria a los problemas de la historicidad, pero deliberadamente coloco tales cuestiones al final, para no perturbar el foco central del trabajo.
  • 4. 4 no se hubiera realizado: se veía a los evangelios como biografías de Jesús, y - naturalmente- se consideraba de mero sentido común el haber incluido material sobre el nacimiento de Jesús. Pero ahora sanemos que los evangelios no son primordialmente biográficos en sus orígenes, sino que surgen de una predicación apostólica en la que se conservaron los dichos y hechos de Jesús considerados más importantes para la salvación. La predicación más primitiva se relacionaba con la acción salvífica por excelencia: la muerte y resurrección de Jesús; y por ello los relatos de la pasión son la parte más antigua de la tradición evangélica. Al relato de la pasión (en un proceso que cronológicamente se dio en retroceso) terminaron juntándose colecciones de dichos y curaciones, precisamente porque fue a la luz de la resurrección que se descubrió la verdadera importancia salvífica de esas memorias del ministerio de Jesús. Es digno de mención que el evangelista más antiguo, Marcos, llamó al bautismo de Jesús "el principio del evangelio de Jesús el Cristo": el comienzo del evangelio se correspondía con el comienzo de la predicación del reino. Es claro que Marcos no tenía interés en la biografía; de hecho, nada nos dice de los orígenes de Jesús11. Después de descartar la necesidad de totalidad biográfica como el motivo principal, tenemos que preguntamos entonces por qué Mateo y Lucas trasladaron el comienzo del evangelio de Jesucristo desde el bautismo a su concepción. La respuesta está en la significación cristológica que vieron en la concepción y el nacimiento. Para ellos, no fue el bautismo, sino la concepción y el nacimiento los momentos en que Dios reveló quién era Jesús. Quisiera repasar brevemente el desarrollo cronológicamente invertido de la comprensión de este "momento cristológico" en el primer siglo. En la predicación antigua el momento en que Dios revelaba la identidad cristológica de Jesús era en la resurrección-exaltación12: "Este Jesús a quien Dios elevó... Dios lo hizo Señor y Mesías, este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron" (Hech 2,32.36; también 5,31). Se nos dice en Hech 13,33 que al elevar a Jesús de entre los muertos, Dios cumplió su palabra dada en el salmo 2,7: "Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy". Como lo establece la formulación del credo citada por Pablo en Romanos 1,4: por la resurrección de entre los muertos, Jesús fue constituido Hijo de Dios por obra del Espíritu de santidad (el Espíritu Santo). Ese enfoque del momento cristológico en la resurrección concordaba con la primera etapa de la formación del evangelio que, como ya lo mencioné, se centraba en la muerte y resurrección de Jesús. A medida que se le iba prestando más atención al ministerio de Jesús y su proclamación del reino en Galilea, mediante palabras y obras prodigiosas, el énfasis puesto sobre la resurrección como el momento en que Jesús fue "hecho Señor" y "engendrado" o "constituido" Hijo de Dios empezó a parecer inadecuado. No hacía 11 Marcos no muestra aprecio alguno por la familia natural de Jesús: la reemplaza sin vacilar por una verdadera familia que consiste de sus discípulos (3,31-35, especialmente cuando se lo lee después de 3,19-21 en que "los suyos piensan que Jesús es un lunático). De manera que la idea reciente de M. Miguens no menciona a José porque quiere que sus lectores sepan que Jesús fue concebido virginalmente es muy poco plausible; véase la nota 59 más abajo. 12 Una cristología aún más primitiva, que sólo ha dejado débiles huellas en el Nuevo Testamento, podría haber considerado la parusía como el momento cristológico: Jesús se convertiría en el Mesías, el Hijo del Hombre, a su regreso. Se trata de una interpretación posible de Hech 30,20-21.
  • 5. 5 justicia a la continuidad entre el Jesús del ministerio y el Señor resucitado. La percep- ción cristiana del misterio de Jesús iluminó el hecho que él ya era Señor y Mesías durante su vida, de manera que la resurrección fue como la revelación de una filiación divina que ya existía. De manera que, ya en el primer evangelio escrito, Marcos, el momento cristológico se trasladó desde la resurrección al bautismo, en que Jesús es nombrado Hijo de Dios, por la revelación divina. El Espíritu Santo, que en la primera experiencia cristiana fue vinculado al Jesús resucitado, ahora desciende sobre él en el bautismo, y permanece con él durante su ministerio13. Pero este desarrollo de la comprensión cristiana14 todavía dejaba sin resolver el problema sobre si el bautismo era el momento en que Jesús se convirtió en Hijo de Dios. ¿La voz de lo alto estaba adoptando a Jesús? Se evita tal malentendido mediante la fijación de los relatos de la infancia en Mateo y Lucas, relatos que establecen que Jesús fue el Hijo de Dios durante toda su vida terrena, desde el momento de su concepción, mediante el Espíritu Santo. La declaración divina de la filiación, primitivamente vinculada a la resurrección, y luego al bautismo, finalmente se relaciona mediante el ángel15 a la concepción virginal de Jesús en el vientre de María16. Esta declaración revela que el niño es el Mesías, “el rey de los Judíos” (Mt 2,2), “un salvador que es Mesías y Señor” (Lc 2,11). De manera que la historia de la concepción de Jesús no es simplemente un ítem más de la biografía popular; es el vehículo de la buena nueva de la salvación; en resumen, es evangelio. La reflexión sobre cómo sucedió esto ayudará a comprender por qué he titulado esta introducción "Un Cristo adulto nuevamente en Navidad17. Este ha sido el proceso interpretativo de ir incorporando percepiones posteriores a los relatos del nacimiento, y estas percepciones involucran a un Jesús adulto que había ya muerto y resucitado. Tanto en Mateo como en Lucas, el primer capítulo del evangelio narra la historia de la concepción de Jesús con la revelación concomitante de quién es él. Los artículos que siguen en este librito tratan del segundo capítulo de cada evangelio: el relato navideño del nacimiento en Belén del niño que María ha concebido. ¿Por qué esto también es evangelio? La respuesta a esta pregunta está en las consecuencias históricas de la revelación de la buena noticia de la salvación; una revelación que, como 13 Los temas presentados en una formulación del credo como la de Rom 1,4 aparecen en forma de relato en Mc 1,10- 11 y en Lc 3,22; 3,14 (constitución como Hijo; Espíritu Santo, poder). El texto occidental de Lc 3,22 ("Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy") aplican al bautismo el mismo texto sálmico que Hech 13,33 aplica a la resurrección. 14 Debo reafirmar que se trata de un desarrollo en la comprensión de una realidad ya existente. Esta postura es muy distinta de la tesis liberal de que los cristianos crearon una cristología ex nihilo haciendo de Jesús el Hijo de Dios. Véase el repaso de la moderna investigación bíblico cristológica que constituye el capítulo 2 de mi libro Biblical Reflecüons on Crlses Faclng the Church (nota 1 más arriba). 15 La clásica imagen del Antiguo Testamento para el Dios revelante. 16 A la luz de Romanos l ,4 (y la nota 12 más arriba), nótese la fraseología de la revelación divina en Lc l,35: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso. el niño que nacerá será llamado santo, el Hijo de Dios". 17 Nota del traductor: En el original, este capítulo se titula "On Putting an Adult Christ Back into Chrístmas" (bastardillas nuestras). Esto es un juego de palabras con la expresión back, que para traducir al castellano debe dividirse en dos construcciones equivalentes: "Poner un Cristo adulto nuevamente en Navidad", y algo así como: "Retrocediendo hasta encontrar el Cristo adulto en Navidad". El texto aclara ambas interpretaciones, y el por qué del título.
  • 6. 6 hemos visto, en un tiempo estuvo vinculada a la resurrección. Después de ésta, los apóstoles salieron a proclamar la buena noticia, primero a los judíos y después a los gentiles. Esta proclamación obtuvo dos respuestas: algunos creyeron y adoraron al Señor Jesús exaltado; otros rechazaron el mensaje y a los predicadores. Los evangelistas, al observar la vida de Jesús comprendiéndola en perspectiva post- resurreccional, descubrieron la misma secuencia tras el bautismo de Jesús (que se había convertido en un primer momento de la revelación de quién era él). Jesús proclamó la buena noticia del reino a través de Galilea y esto encontró dos respuestas: algunos se le acercaron y se convirtieron en sus discípulos; otros lo rechazaron y llegaron a odiarlo. Y así, cuando los evangelistas compusieron sus relatos de la concepción de Jesús, vinculando la revelación de su identidad a ese momento de su vida, tendieron a repetir la secuencia. En el segundo capítulo de cada relato de la infancia, escuchamos cómo la buena noticia fue proclamada a otros, y cómo esa proclamación encontró dos respuestas. Veamos ahora el modo en que esta secuencia es narrada en cada evangelio, con la esperanza de que en nuestras propias vidas el reconocimiento de que hay un mensaje adulto sobre Cristo en Navidad, nos llevará a proclamar a otros esa revelación, para que ellos también respondan en la fe. Brown, R. E. - Calabia, H. c. E., Un Cristo adulto en Navidad : ensayos sobre los tres relatos bíblicos de Navidad (Mateo 2 y Lucas 2), Buenos Aires 1994.