El inventor gallego que revolucionó la aritmética con su calculadora en Nueva York
1. La aritmética y los principios
INDICE
Contenido
La aritmética y los principios ......................................................................................................... 1
INTRODUCCION ........................................................................................................................ 2
ORIGEN ..................................................................................................................................... 3
BIOGRAFIA ................................................................................................................................ 4
HISTORIA ................................................................................................................................... 5
MEMORIAS ................................................................................................................................ 6
2. INTRODUCCION
Hay aún varios testigos vivos de los
primeros años de Ramón Silvestre Verea
García en Curantes, la aldea de A
Estrada (Pontevedra) donde nació en
1833. Pero aunque su talle diga cosas,
los carvallos no hablan. Así que nada ni
nadie puede evocar al niño aquel que
zangolotearía entre olores inconfundibles
a musgo, bosta e incienso. En general
las aldeas gallegas olían al paraíso o el
infierno, según momentos y tramos. Lo
que singularizó la infancia de Verea
respecto a otros niños fue que se crio al
amparo de una sacristía. El clérigo
Francisco de Porto le educó como un
padre aunque en la historia figure como
tío. Tal vez, ya saben… Su biógrafo,
Olimpio Arca, no aventura maldades y
constata la verdad documental: Ramón
nació el 11 de diciembre de 1833 como
hijo legítimo de Florentina García y Juan
Verea.
3. ORIGEN
El origen explicará algunos aspectos del subyugante Verea adulto, un tipo tan luminoso
que lo mismo patenta una calculadora que escribe novelas o que monta un periódico que
sale adelante sin publicidad y con independencia. El Progreso, la revista quincenal que
dirigió casi una década en Estados Unidos, se presentaba así: “Único periódico en
castellano que ha subsistido en Nueva York sin anuncios, sin subvención y sin
degradantes adulaciones a los gobernantes y poderosos. Independiente en política,
librepensador en todo”.
Entre Curantes y Nueva York discurrieron un sinfín de escalas, peripecias y ocupaciones.
A pesar de nacer en una pequeña comunidad rural, Verea tuvo acceso al conocimiento, un
lujo vedado a la mayoría de los niños de entonces de Galicia, donde, según el investigador
Antón Costa, imperaba uno de los sistemas educativos más retrasados de Europa. Le
salvó la tutela del tío religioso, que le abrió un singular pórtico de la gloria: una biblioteca a
su disposición. “Debía de ser el único sitio de la aldea donde había libros”, subraya Olimpio
Arca, que en su libro Ramón Verea. Inventor, xornalista, estradense presume que asistiría
también a la escuela de primeras letras de Curantes.
Inventó la máquina por orgullo. Luego la patentó en 1878 y se
desentendió. No le interesaba el dinero
4. BIOGRAFIA
A los 13 años, Ramón se fue a estudiar a Santiago, eslabón ineludible hacia el destino
delineado por su familia: el sacerdocio. Permaneció en el seminario seis años hasta que,
pese a su brillante expediente, perdió la beca. Con el tiempo vería el hecho como “una
liberación” y afianzaría su anticlericalismo. En 1855, recuerda su biógrafo, embarcó hacia
Cuba, la primera escala de una vida de movimiento perpetuo, que le llevará también a
Nueva York, Guatemala y Buenos Aires, donde falleció sin descendencia y tan pobre que
su cadáver fue recogido por la asistencia pública en 1899.
En Cuba trabajó de maestro, estudió inglés, escribió sus primeras novelas, descubrió el
periodismo e inventó una máquina para doblar periódicos. Su talento bicéfalo explotará a
partir de 1875 en Nueva York, donde funda la imprenta El Polígloto, crea una “agencia
industrial para la compra de maquinaria y efectos de moderna invención”, patenta su
calculadora y dirige El Cronista y El Progreso, que se difundirá en una veintena de países.
Y todo aquello, alineado, demuestra que aquel superdotado para la tecnología capaz de
sacarse artilugios inexistentes de la manga se movía por principios, acaso por
fanfarronería en alguna ocasión, y jamás por ambiciones materiales. El propio inventor
enumeraba en un artículo en 1881 sus móviles: “1) un poco de amor propio; 2) mucho de
amor nacional, el deseo de probar que en genio inventivo un español puede dejar atrás a
las eminencias de las naciones más cultas; 3) el afán innato de contribuir con algo al
adelanto de la ciencia; y 4) y último, un entretenimiento conforme a mis gustos e
inclinaciones”.
5. HISTORIA
Su calculadora de hierro y acero y color amarillo de 26 kilos fue la primera en realizar las
cuatro operaciones aritméticas (dividía y multiplicaba números de hasta nueve dígitos).
Después de inventarla y patentarla en 1878, se desentendió del asunto. No le interesaba el
dinero, solo quería demostrar en Nueva York, el corazón de aquella gran nación que
estaban construyendo emigrantes de todas partes, que su capacidad de innovación estaba
a la altura de la estadounidense. Verea, uno más de los emigrantes gallegos que salieron
a buscar vidas nuevas en el XIX, logró perfeccionar las máquinas con las que habían
pugnado Schickard, Pascal o Leibnitz varios siglos atrás. Su prototipo, la Verea Direct
Multiplier, se conserva actualmente en la sede central de IBM, en Estados Unidos.
“Cuando creó su máquina, Nueva York estaba en el auge de las grandes transacciones. La
patente podría haberle dado mucho dinero, pero no quiso”, señala Olimpio Arca. Poco
sabíamos de Verea pese a todo lo que deberíamos saber de él. Al margen de la biografía
de Arca, han rastreado su trayectoria Ana María Varela-Lago en su tesis para la
Universidad de California Conquerors, immigrants, exiles: The Spanish diaspora in the
United States, y mucho antes José Pérez Morris escribió en Cuba la primera biografía del
personaje. Ni siquiera en su aldea se conservaba rastro de su memoria hasta la
publicación de la investigación de Olimpio Arca y la colocación de un busto, junto a la
iglesia, que recuerda a aquel librepensador, comprometido, aventurero y singular
renacentista del siglo XIX.
“El hombre hace unas leyes para sí y otras para la mujer”,
denunció en un artículo de 1884
6. MEMORIAS
Una mira a Ramón Verea y parece un Bécquer sin melancolía. Una le lee y parece Mary
Wollstonecraft, que reivindicó para las mujeres excentricidades como la educación. He
aquí lo que voceaba Verea desde su tribuna en 1884: “El hombre hace unas leyes para sí
y otras para la mujer. Se queja del despotismo de los gobernantes y él es un tirano para su
compañera. Quiere que el mundo progrese y no da a sus hijas, que mañana serán madres,
más que una educación superficial... Mientras el hombre se considere el amo de la mujer,
mientras le niegue la igualdad civil, mientras no la mida con la misma vara que a sí mismo,
no podrá decir con verdad que ha dado un paso en la senda del verdadero progreso”.
Creyó Verea en valores que hoy resultan universales y que en su época se consideraban
utopías. La igualdad entre hombres y mujeres, la abolición de la esclavitud o la libertad de
expresión. En marzo de 1888 se defendía así de una campaña contra él y su publicación:
“Aquí no se trata solo de difamar a la humilde personalidad del que suscribe, el objeto
principal es matar El Progreso, porque estorba, porque dice las verdades, porque descubre
los agios y porque no se vende ni respeta ladrones, cualquiera que sea el grado que
ocupen en la escala social”. En ese mismo artículo confesaba sus “delitos”: “El de defender
la razón contra el fanatismo; el de defender a los chinos, los negros, los indios y todos los
oprimidos que nada podían darme, contra los opresores que son fuertes y poderosos y de
los que puede obtenerse oro y favor”.