cortes de luz abril 2024 en la provincia de tungurahua
Dictadura franquista
1.
2. Toda guerra civil comporta un alto grado de violencia
política entre los civiles y la española no fue una
excepción. De hecho, la violencia ya se había
apoderado de la vida política española antes de la
guerra y durante ella no hizo más que incrementarse. Los
estudios más rigurosos cifran en alrededor de 400.000 las
muertes violentas producidas durante la Guerra Civil,
repartidas a partes iguales entre ambos bandos.
El final de la guerra no acabó con la represión, ni abrió
paso a la reconciliación, ni tampoco supuso el fin de la
militarización de los juicios políticos. Al seguir en vigor el
estado de guerra hasta 1948, se mantuvieron los
tribunales militares y las fuerzas de seguridad continuaron
sometidas a disciplina militar. Los Tribunales Militares solían
ventilar alrededor de 15 casos a la hora, sin garantías
procesales y presumiendo la culpabilidad del acusado.
3. Con anterioridad al fin de la guerra, el gobierno nacionalista de Salamanca
declaró fuera de la ley todos los partidos, asociaciones y sindicatos que habían
apoyado al gobierno republicano. De igual forma, se impuso una estricta
censura de prensa, se prohibió toda manifestación de la diversidad cultural y
lingüística del estado y se persiguió cualquier tipo de disidencia política, religiosa
o ideológica. Una vez finalizada la guerra esta legislación fue completada con
la Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939 y la Ley de Represión
de la Masonería y Comunismo de marzo de 1940, que extendían su jurisdicción a
todas las formas de colaboración con el bando republicano de forma
retroactiva hasta el 1 de octubre de 1934. Sin embargo, a pesar de la laxitud de
ambas normas, la persecución fue selectiva, apuntando a los principales
responsables de las organizaciones e instituciones republicanas.
La dureza de la represión fue amortiguándose con el paso del tiempo. A finales
de 1939 la población reclusa ascendía a 270.719 personas; a finales de 1945 la
cifra había descendido a unos 40.000, de los cuales menos de la mitad podían
considerarse como presos políticos. Las ejecuciones por motivos políticos, que se
calculan en unas 28.000 durante la posguerra, se convirtieron en un fenómeno
excepcional a partir de 1945.
4. Para escapar de la represión muchos de los que se habían comprometido con
la causa republicana tomaron la vía del exilio. Sabemos que salieron del país
unas 180.000 personas durante los últimos meses de la guerra, aunque la cifra
total de exiliados pudo ser mayor. Los 140.000 exiliados que llegaron a Francia
después de la campaña de Cataluña fueron agrupados en campos de
concentración, donde se les trató más como prisioneros que como refugiados.
Los exiliados que emigraron a México, en cambio, fueron recibidos
hospitalariamente por el presidente Lázaro Cárdenas. En cualquier caso, el
anhelo de todo exiliado era volver a España y aunque no hubo ninguna
política de reconciliación por parte del régimen franquista, la mayoría de ellos
lo hicieron en los primeros años de la década de los cuarenta, de forma
discreta y sin ser objeto de represalias.
La represión no se limitó a la persecución política sino que se extendió a la
imposición de un nuevo orden de corte fascista. Para ello, las nuevas
autoridades se empeñaron en borrar todo recuerdo del paso de la República
y llenaron las calles de los símbolos de los vencedores: las hoces, martillos y las
banderas tricolores fueron sustituidas por yugos, flechas y águilas imperiales.
Las plazas y calles más importantes de cada ciudad se dedicaron a Franco,
José Antonio y los héroes locales del bando nacionalista.El nombre del
Caudillo se pintó en las paredes de los edificios públicos de toda España y su
imagen se reprodujo en sellos, monedas y fotografías colocadas en todas las
oficinas públicas. Se impusieron nuevos hábitos siguiendo un estricto código
moral de corte tradicional. La prohibición del uso en público del catalán,
vasco y gallego fue acompañada por la campaña Habla la lengua del
imperio, que pretendía extender al ámbito privado la obligación del uso del
castellano.
5. La guerra continuó determinando la vida cotidiana de los
españoles. Todas las familias habían perdido algún ser querido
durante la contienda, conocían alguna víctima de la represión
o habían padecido la violencia política de uno u otro bando.
Algunas ciudades y pueblos eran la viva imagen de la
destrucción; durante la guerra fueron destruidas alrededor de
250.000 viviendas y buena parte de las comunicaciones más
importantes.
Los alimentos no sólo eran escasos sino de ínfima calidad. Con
la finalidad de garantizar el suministro de productos de primera
necesidad se implantó la cartilla de racionamiento, aunque se
reveló claramente insuficiente. Los que disfrutaban de una
buena situación económica recurrieron al mercado negro
aunque no era necesario ser rico para saltarse el racionamiento;
cualquier pariente o amigo en el Ejército, la Administración o la
Falange tenía acceso a productos al margen de la cartilla.
Durante 10 años los españoles tuvieron que padecer las
penurias del racionamiento, mientras unos pocos acumulaban
grandes fortunas gracias al estraperlo.
6. El primer gobierno de la posguerra se constituyó el 8 de agosto
de 1939. Franco, que ya acumulaba la Jefatura del Estado y
del Gobierno, eligió cuidadosamente a sus ministros entre las
distintas familias del bando nacionalista: monárquicos,
falangistas y militares.
Desde el principio Franco adoptó una actitud neutral en las
rencillas internas del régimen. No quiso identificarse con
ninguna de las familias y su propia indefinición ideológica le
permitió arbitrar entre ellas. Aunque escogía a sus ministros por
su lealtad personal, siempre pretendió respetar un cierto
equilibrio.
7. El aislamiento internacional
El final de la Guerra Mundial volvió a poner a prueba la capacidad de resistencia de
Franco. Aunque desde 1943 España mantuvo una actitud neutral en el conflicto,
siempre quedaron claras sus preferencias por el Eje. La implicación italiana y alemana
en la Guerra Civil española en favor del bando nacionalista, las frustradas
negociaciones con Hitler y la apariencia fascista del régimen fueron motivos suficientes
para que los aliados considerasen a España como un sistema afín al de los países
derrotados. Por ello, España fue condenada por la ONU por su origen, naturaleza,
estructura y comportamiento en general, excluida del Plan Marshall y aislada por los
países occidentales. Sólo la Argentina de Perón desafió el acuerdo de la ONU. La
negativa de España a reconocer el estado de Israel le valió la simpatía de los estados
árabes, con los que España decía tener unos tradicionales lazos de amistad según la
propaganda oficial. Precisamente fue el rey Abdulah de Jordania el primer Jefe de
Estado que visitó España desde 1936.
La respuesta de Franco a la presión internacional fue la defensa numantina de su
régimen: "A nosotros no nos arrebata nadie la victoria". Fue entonces cuando Franco
desplegó su disparatada teoría de la conspiración masónica y comunista a escala
mundial contra España. La estrategia funcionó y el 9 de diciembre de 1946 más de
medio millón de personas aclamaron a Franco en la Plaza de Oriente de Madrid.
8. En estas circunstancias, la oposición democrática en el exilio albergó
ciertas esperanzas de dar por finalizado un período que ellos
consideraban meramente transitorio. La opción monárquica
representada por don Juan de Borbón se convirtió en la alternativa más
viable. Por una parte, Franco nunca había renegado de su fidelidad a
la monarquía, lo que podía hacer suponer una cierta predisposición al
diálogo. Por otra, la decantación de don Juan hacia posturas
claramente democráticas en el Manifiesto de Lausana podría haber
disipado los recelos de otras fuerzas políticas de oposición al
franquismo; de hecho, emisarios de don Juan mantuvieron relaciones
con el PSOE, aunque se concluyeron sin acuerdo. El acoso internacional
al régimen franquista dio falsas esperanzas a los comunistas y
anarquistas, que reanudaron sus operaciones guerrilleras en los años
1946-47. La operaciones de los maquis en el campo fueron controladas
por un Ejército que disfrutaba de amplias prerrogativas, ya que
continuaba en vigor el estado de guerra. En 1948 los comunistas
tomaron el acuerdo de disolver la guerrilla; desde 1944 habían tenido
unas 4.000 bajas frente a las 500 de la Guardia Civil.
Sin embargo, Franco supo resistir la presión exterior e incluso decidió dar
forma institucional al régimen, lo que implícitamente reflejaba una
voluntad de permanencia en el poder, mediante el Fuero de los
Españoles y la Ley de Sucesión. Es lo que Franco denominó, con fuertes
dosis de cinismo, "vestir traje democrático". Sin embargo, la democracia
orgánica que Franco decía haber instaurado no era más que una
dictadura personal basada en la máxima de Carrero: orden, unidad y
aguantar.
9. El fin de la guerra mundial no sirvió para aligerar la penuria
económica que padecían los españoles. El ostracismo al que se vio
sometida España le privó de participar en los proyectos de
reconstrucción europea promovidos por los Estados Unidos. La
economía española se vio forzosamente impelida hacia la
autarquía, sin ayudas externas para reactivar la producción
agrícola e industrial. El Estado asumió la dirección de la economía,
pero sus fondos eran tan exiguos que el proceso de recuperación
resultó extraordinariamente lento si lo comparamos con lo sucedido
en el resto de Europa.
10. La economía española se hizo rural, rompiendo la tendencia
migratoria a las ciudades. La razón de esta vuelta al campo se
debió a las dificultades de abastecimiento de los núcleos urbanos. A
pesar de esto, la política económica del gobierno se centró en
grandes proyectos industriales de escasa eficacia.
En los años cuarenta se constituyeron las principales empresas que
configuraron el holding público del INI: Iberia (1943), ENASA (1946) y
SEAT (1949). Se nacionalizó el transporte por ferrocarril (RENFE) y se
dio prioridad a la inversión en siderurgia, carbón e hidroeléctricas. La
industrialización se convirtió en la prioridad del régimen que, en su
distribución de recursos financieros, preterió a la agricultura a pesar
de ser el sector más importante de la economía española. No hubo
capital suficiente para acometer el plan de modernización,
tecnificación e irrigación del campo español que siguió
padeciendo su tradicional retraso. La falta de inversión y la larga
sequía de los años cuarenta provocaron la carestía de alimentos y
el régimen se vio obligado a comprarlos en los mercados extranjeros
dispuestos a vender. La Argentina de Perón decidió romper el
aislamiento internacional y se convirtió en la mayor proveedora de
alimentos y materias primas de España. Sin embargo, el suministro
de alimentos a la población a través de las cartillas de
racionamiento no alcanzó los mínimos razonables, nutriendo el
rentable negocio del mercado negro.
11. En 1951 se produjeron las primeras manifestaciones de
descontento social de la posguerra. Del 1 al 6 de marzo
los barceloneses boicotearon a los tranvías en protesta
por la elevación del precio de los billetes. También en
Barcelona, País Vasco y Madrid se registraron las
primeras huelgas contra la elevación del coste de vida,
muy por encima de las alzas salariales.
Al final de la década de los cuarenta Franco había
superado todos los desafíos que se le habían planteado
al iniciarla. La Falange había sido domesticada según
sus necesidades, las conspiraciones de militares
monárquicos habían sido abortadas y el régimen podía
felicitarse del considerable grado de aceptación
popular demostrado en el referéndum de 1947. La
economía tendía, aunque lentamente, a la
recuperación, y España era uno más de los países
europeos sometido a los rigores del racionamiento.
12. Además, la actitud internacional respecto a España empezó a
variar con el inicio de la guerra fría. Desde la manifestación de
adhesión al Caudillo en la Plaza de Oriente en diciembre de
1946, las cancillerías europeas habían empezado a valorar el
ostracismo a Franco como un error político que favorecía más la
cohesión interna en torno al general que su debilidad. Los
gobiernos occidentales empezaron a ver en Franco una baza
segura contra el comunismo en un momento en el que se temía
la expansión soviética en Europa. Ya en 1943 Franco había
declarado ante el Consejo Nacional del Movimiento que en el
anticomunismo estaba la clave de nuestra política y los hechos
habían confirmado sus argumentos.
En 1948 Francia reabrió sus fronteras y en 1950 la ONU canceló
la proscripción al régimen español. España, que había quedado
al margen del Plan Marshall, fue objeto de la generosidad
norteamericana con un crédito de 62,5 millones de dólares. Sin
embargo, la reorientación cosmética del régimen y la guerra
fría no fueron condiciones suficientes para considerar a España
un aliado lo suficientemente respetable como para ser invitado
a participar en la OTAN.