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124 AÑOS SIN EL SONIDO DE ESPANTA-PERROS
Queremos empezar el editorial de este año recordando la memoria de quien fue nuestro
presidente, Manuel Márquez Martín, que dedicó tanto tiempo a esta Asociación —vein-
ticinco años— desde su fundación, trabajando por ella en las diferentes juntas directivas. Tantos
años de dedicación por la Asociación, merece también un reconocimiento fuera de ella, pues
se comprometió por la ciudad de Badajoz desde la sociedad civil. DEP.
Poco a poco vamos cerrando el año 2020, que tristemente recordaremos quienes afortu-
nadamente lo podamos contar, y que pasará a los anales de la historia por las dramáticas
consecuencias que está provocando. El nuevo concepto de comportamiento social que ha
provocado esta pandemia, también ha afectado al desarrollo de las actividades de esta
Asociación, y durante un largo tiempo tendremos que olvidarnos de las actividades de masas
que realizábamos. Hemos tenido que reinventarnos con otras formas de mostrar el patrimo-
nio, como los microrrelatos en videos, cambiar el formato de las conferencias de Al Mossasa
y crear nuevas actividades de entretenimiento y difusión, como el concurso juvenil de dibujo,
que ha sido reconocido a nivel nacional por Hispania Nostra.
A pesar de todo, desde la Asociación hemos seguido trabajando y hemos presentando a
las diferentes administraciones proyectos para mejorar y poner en valor nuestro patrimonio. De
momento, ya anunció el Concejal de Turismo del Ayuntamiento, lo avanzado que se encuentra
la colocación de una réplica de la campana de Espanta-perros por la que tanto hemos traba-
jado, y que está pendiente de los informes que el Ayuntamiento debe presentar ante la Comi-
sión Provincial de Patrimonio de la Junta. Entre ellos, un informe histórico artístico. Curiosa esta
petición, pues en 1878 cuando los operarios del Ayuntamiento troceaban la campana, fueron
los miembros de la Comisión de Monumentos quienes paralizaron el dislate, aunque fue tarde
para evitar su destrucción. Presentaron un informe histórico artístico sobre la campana, que
elevan a la Academia de la Historia, demostrando la valía de la misma y el destrozo patrimo-
nial que estaba realizando el Ayuntamiento. Ahora, 142 años después, cuanto el Ayuntamiento
pretende enmendar aquella destrucción, la Comisión de Patrimonio en lugar de consultar sus
archivos, pide al Ayuntamiento que justifique lo ya justificado por la propia Comisión.
A parte de lo anecdótico que encierra esta noticia, probablemente por desconocimiento,
no se puede decir lo mismo del papel que están llevando a cabo nuestros representantes
políticos respecto a la decisión de darle contenido al viejo Hospital Provincial. Que a estas
alturas, y después de tantos años, no sepamos los ciudadanos el destino final de estos cientos
de metros cuadrados vacíos en el centro de la ciudad, denota una falta de planificación y
de ideas que es ciertamente desconcertante. En Cáceres, ante la misma situación del viejo
Hospital Virgen de la Montaña, en un “plis plas” se han puesto de acuerdo las distintas ad-
ministraciones para mantener las urgencias, el centro de salud e incorporar el conservatorio
y el archivo provincial. Visto lo visto, vamos a empezar a pensar que en Badajoz tenemos un
problema de personas o más bien de personajes públicos que tienen una peculiar forma de
administrar los Bienes Públicos.
2
EL REINO DE BADAJOZ
EN LAS TITULATURAS DIPLOMÁTICAS (SIGLOS XIII-XV)
Pedro J. Rodríguez Moscatel
Historiador
El peso de la tradición historiográfica ha
conferido en el imaginario colectivo que a
la hora de hablar del Reino de Badajoz sea alu-
sivo únicamente a hacerlo de la Taifa de Batal-
yaws. Pero, en realidad, hablar del Reino de Ba-
dajoz también puede suponer hacer referencia
a uno de los títulos regios que fueron utilizados
por los reyes de la Corona castellano-leonesa.
Sobre esta cuestión ya enfatizaba Alberto
González Rodríguez, cuando afirmaba: «Durante
cierto tiempo Badajoz ostentó también en época
cristiana la condición de reino»1
. Algo que tam-
bién recordó Gonzalo Martínez Díez: «Fernando
III, monarca de este conjunto territorial, unirá los
nombres de los nuevos reinos conquistados a los
antiguos títulos y así se presentará en los docu-
mentos solemnes como rey de Castilla y de Tole-
do, de León y de Galicia, de Córdoba, de Sevilla,
de Murcia, de Jaén, de Badajoz y de Baeza»2
.
Rey de León, de Galicia y de Badajoz.
Tras la conquista de Badajoz por Alfonso IX de
León (1230), se le otorgó a la ciudad un fuero, en
el que se establecería su condición realenga. De
vuelta, hacia el norte, ya empleaba el título de
«rey de Badajoz»3
. Algo que le confiere especial
significado «al añadir a la intitulación el Reino de
Badajoz», tal y como expresaba Manuel Lucas
Álvarez, «que justifica los éxitos de la última cam-
paña contra los musulmanes con la reconquista
de esta plaza, cabecera del reino de su mismo
nombre», y que supone un cambio con respecto
a la habitual intitulación de «rex Legiones et Ga-
llecie», con el empleo, a partir de entonces, de
documentos con la intitulación: «rex Legionis et
Badalocii» o «rex Legionis, Gallecie et Badalocii»4
.
Sin duda, un hecho que implica la importancia
que llegó a ostentar Badajoz, como para que Al-
fonso IX la incluyese entre los títulos de los reinos
de la Corona de León en los últimos documen-
tos que expidió su cancillería: «In nomine Domini
nostri Jesu Cristi. Catholicorum Regnum est loca
et personas religiosas diligere et venerari, iura sua
illis illaesa servare, et eas possessionibus ampliare.
Idcirco ego Alfonsus Dei gratia Rex, Legionis, Ga-
llaeciae et Badallotii…»5
.
Debido al poco tiempo transcurrido desde
la conquista de Badajoz hasta la muerte de Al-
fonso IX, se tiende a olvidar esta condición de
relevancia que ostentó Badajoz. De hecho, se
enfatiza aún más este olvido, con las constantes
referencias a aquella representación de Alfonso
IX que se encuentra en el primer tomo del cartu-
lario denominado «Tumbo A», en la que se iden-
tifica, de forma laudatoria, solamente con los
títulos de «…rex Legionesivm et Gallecie». Aun-
que debemos recordar que fue realizada con
anterioridad a la conquista de Badajoz6
.
El Reino de Badajoz desde Fernando III.
En un proceso todavía incipiente, en el que se
van conformando de forma paulatina las dife-
rentes titulaturas dentro del contexto de la deno-
minada «Reconquista», Fernando III (que unirá en
su persona ambas Coronas), se nombra rey de:
Castilla y Toledo (1217), tras la muerte de Alfon-
so IX añadirá los títulos de León y Galicia (1230),
incorporando al poco tiempo Badajoz y Baeza.
Posteriormente, se incluirán de forma sucesiva los
siguientes títulos: Córdoba (1236), Murcia (1243),
Jaén (1246) y Sevilla (1248)7
. Por eso, en un primer
momento, podremos encontrar la siguiente intitu-
lación: «…ego Ferrandus Dei gratia rex Castelle,
et Toleti, Legionis, et Galletie, Badalloz, et Bae-
cia…» (1231); hasta conformar la lista completa
de aquellos títulos donde figuraba reinar: en Cas-
tilla, en Toledo, en León, en Galicia, en Sevilla, en
Córdoba, en Murcia, en Jaén, en Badajoz y en
Baeza; añadiendo el Algarve con Alfonso X8
.
Con respecto al título de «rey de Badajoz»,
que utilizaba la cancillería a partir de 1230, algu-
nos autores han considerado que su utilización
es bastante infrecuente9
. Pero esa infrecuencia,
de la que hacen mención, reside en que el or-
denamiento de la intitulación inicial variaba,
subiendo o bajando con respecto a la segun-
da lista de reinos sin motivo aparente. De esta
forma, Badajoz, Baeza y el Algarve quedarían
relegadas o reservadas en la lista de reinos de
la suscripción real, con todos los títulos, mientras
que Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla se incorpo-
rarán al encabezamiento. Posteriormente, el Al-
garve aparecerá nuevamente en la lista inicial
y, de forma breve, también Badajoz. Además, el
orden con el cual se irían enunciando los reinos,
no siempre residía en su antigüedad con respec-
to a la conquista o incorporación de todas estas
antiguas taifas a la Corona (como ocurría con
Badajoz, Baeza, Córdoba o Sevilla). También, se
podían llegar a representar diferentes leyendas
a la hora de incluir todos sus dominios en el signo
3
rodado, apareciendo una excepcional y única
referencia en la que se incluye a Badajoz: «Sig-
num Ferrandi Regis Castelle et Toleti Legionis et
Gallecie Badallocio Baecie Cordube»10
.
Las validaciones que encontramos en los privi-
legios rodados presentan una nueva intitulación
en la suscripción real, ampliada con Badajoz y
Baeza en la mayoría de casos, y durante algún
tiempo también con el Algarve. Pero la mención
de los reinos de Badajoz y Baeza en la suscrip-
ción real y no en la intitulación inicial, acabará
por convertirse en una expresión habitual con los
diferentes monarcas11
. «Pese a que varios autores
mencionan esta particularidad ninguno da las ra-
zones para esta extraña discriminación», apunta
Gonzalo Crespí de Valldaura12
. No obstante, se
ha llegado a afirmar que no era un título de iure y
que su «extraña» inclusión fue solo por cuestiones
históricas como antiguo reino, sin dar más expli-
caciones a esta repetida expresión de dominio13
.
Con Alfonso X son significativas las referen-
cias que se siguen haciendo al Reino de Bada-
joz: «Y Nos sobredicho Rey Don Alfonso, por gran
sabor que habemos de facer bien y merced á
la ciudad de Badalloz, y porque es cabeza del
Reino…» (1258); denotando la significación y el
valor que en esa época se le confiere. Aunque
esta denominación de «cabeza del Reino» ha lle-
gado a ser tildada de figura retórica, argumen-
tando que el reino musulmán era solamente un
recuerdo y que el rey no se titulaba como tal14
.
Sin embargo, debemos recordar que sigue apa-
reciendo en la suscripción real, e incluso volvien-
do a la intitulación inicial, sin motivo aparente, en
los últimos años de su reinado: «(Crismón) Sepan
quantos este privilegio vieren e oyeren como nos,
don Alfonso por la gracia de Dios rey de Castie-
lla, de León, de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de
Córdova, de Murçia, de Jahén, de Badajoz, e del
Algarve, en uno con nuestros fijos el inffante don
Johan e el inffante don Jaymes…» (1284)15
.
Con respecto a los títulos con los que aparece
Alfonso X, es reseñable que a los contenidos en el
Espéculo, las Partidas añaden a la intitulación el
de rey del Algarve, mientras que el del Fuero Real
incluye a esa lista los de Badajoz y Baeza. Pero,
no serán los únicos ejemplos de Badajoz en una
intitulación, ya que también está presente en el
Libro conplido de los iudizios en las estrellas, en
el Liber Razielis o en el Códice Rico de las Can-
tigas de Santa María, evocando al reino como
si se tratase de un encabezamiento protocolario
(«Badajoz, que es reino muy antiguo»), así como
en el códice denominado el Libro de los Juegos,
cuando afirma en la intitulación del colofón:
«Este libro fue començado e acabado en la cib-
dat de Sevilla por mandado del muy noble Rey
don Alffonso fijo del muy noble rey don Ferrando
e de la Reyna doña Beatriz, Señor de Castiella
e de León, de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de
A. El Fuero Real de Alfonso X con Badajoz entre los títulos regios.
4
Córdova, de Murçia, de Jahén, de Badajoz e del
Algarve, en treynta e dos años que el rey sobredi-
cho regnó. En la Era de mill e trezientos e veynte e
un año»16
. Pero, sobre todo, cuando se refleja por
escrito en un codicilo del testamento de Alfonso
X, en el que también se intitula rey de Badajoz,
concediendo «los reinos de Sevilla y de Badajoz»
al infante don Juan en pago por su fidelidad17
.
Con respecto a su evolución, Miguel Ángel
Ladero Quesada afirmó que «las menciones a
un “reino de Badajoz” se extinguen después del
siglo XIII»18
, pero sin especificar en qué momen-
to posterior al siglo XIII se extinguen. Sin embar-
go, podemos comprobar que esas menciones
se prolongarán tanto en el siglo XIV como en el
siglo XV, como se refleja, por ejemplo, en este
privilegio rodado de Enrique IV (1462): «…é yo el
sobredicho Rey Don Enrique, regnante en uno
con la Reyna Doña Joana, mi muy cara, é muy
amada mugier, et con los Infantes D. Alfonso, et
Doña Isabel, mi mui caros, y mui amados herma-
nos, en Castiella, en Leon, en Toledo, en Gali-
zia, en Sevilla, en Córdoba, en Murcia, en Jaén,
en Baeza, en Badalloz, en Algesira, en Gibraltar,
en Vizcaya, en Molina, otorgo este Previllejo, et
confirmolo». En esta lista ya se incluyen otros rei-
nos conquistados como Algeciras (1344) o Gi-
braltar (1462), así como los señoríos jurisdiccio-
nales revertidos a la Corona, que a diferencia
de Badajoz y Baeza sí pervivirán en el tiempo19
.
La expresión de dominio de las intitulaciones
reales, que habían heredado los reyes de sus ante-
cesores, se remontaba a los mismos orígenes de la
«Reconquista», cuyos reinos no lo fueron en su es-
tricto sentido jurídico y político, ya que todos ellos
se consideraban unidos a la denominada Corona
de Castilla. Pero los títulos del encabezamiento ini-
cial serán los que finalmente pervivan en el tiempo,
ya que no volverán a aparecer las tradicionales
expresiones de dominio
de Badajoz y Baeza; cu-
yas menciones todavía
podían encontrarse en
la suscripción real de
algún privilegio rodado
durante el reinado de
los Reyes Católicos, con
quienes desaparecerá
este tipo documental20
.
Conclusión.
Llegados a este
punto, hemos compro-
bado que hay autores
que son conscientes
de que los reyes, al
adoptar los títulos de
las antiguas taifas que
fueron ganadas para
la Corona, habían lle-
gado a incorporar, aunque fuera durante algún
tiempo, a Badajoz entre sus títulos regios. Otros,
en cambio, considerarán que aquí no se produjo
una pervivencia efectiva del reino21
. Sin embar-
go, podemos afirmar que el Reino de Badajoz,
aunque no pervivió de la misma forma que lo hi-
cieron otros reinos como Sevilla, Córdoba o Jaén,
es indudable que sí llegó a ostentar, durante al-
gún tiempo, esa condición de reino nominal en
época cristiana.
Si la conocida «cuestión del Algarve», y su au-
sencia o inclusión en la intitulación inicial, me-
rece un trabajo pormenorizado, no lo es menos
el estudio y evolución de otras entidades como
Niebla, Baeza o la propia Badajoz. En definitiva,
un periodo convulso y complejo, en cuanto a
los intereses que podían existir en la frontera en
aquellas fechas, y especialmente en Badajoz.
Por ello, dejaremos abierto un futuro marco de
interpretación, que aclare algunas imprecisio-
nes, analice la evolución del Reino de Badajoz
con respecto a otros reinos, así como las vicisi-
tudes que pudieron llevarle a ser relegado sola-
mente a la lista de reinos de la suscripción real,
hasta finalmente desaparecer y quedar arrinco-
nado en el olvido historiográfico más absoluto.
1
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Historia de Badajoz, Badajoz, Universitas Editorial,
1999, p. 117. Tiene en cuenta la documentación consultada por Juan SOLANO
DE FIGUEROA (1610-1684) en su Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de
Badajoz. Mucho antes, Rodrigo DOSMA (1533-1599) ya mencionaba que Alfonso
X «se intitula regnante en Badalloz»: Discursos patrios de la real ciudad de Bada-
joz, Madrid: Imprenta Real, 1601, p. 27 v.
2
MARTÍNEZ DÍEZ, G.: El Condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la
leyenda, Vol. I, Valladolid, Marcial Pons, 2005, p. 13. En palabras del mismo autor:
«Precisamente será el derecho, creado y utilizado por los reyes, el instrumento
que forjará esa unidad política interna de la Corona de Castilla; sus monarcas
aunque intitulándose reyes de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Cór-
doba, de Murcia, de Jaén, de Sevilla, de Baeza, de Badajoz, del Algarve, de
Algeciras, y señores de Molina, de Vizcaya y de Lara, en realidad reinarán sobre
un reino único bastante homogeneizado jurídicamente…». “Panorámica jurídica
bajo-medieval en la Corona de Castilla”, en Boletín de la Institución Fernán Gon-
zález (Burgos), año 64, núm. 204, 1985, pp. 39-56 (cita: p. 39).
B. Privilegio rodado de Alfonso XI (1335), con Badajoz en la suscripción real.
5
3
GARCÍA TATO, I.: Las encomiendas gallegas de la Orden Militar de San Juan
de Jerusalén. Estudio y edición documental, Tomo I, Santiago de Compostela,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2004, pp. 161-162. GONZÁLEZ,
J.: Alfonso IX, Tomo I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1944, pp. 712-719 (docs. 615 al 622). PORRINAS GONZÁLEZ, D.: “Alfonso IX y la
desconocida conquista de Badajoz en 1230”, Sharia (Badajoz), año 15, núm. 71,
2012, pp. 10-14. TEJEDA VIZUETE, F. (dir.): La Catedral de Badajoz, 1255-2005, Ba-
dajoz, Tecnigraf Editores, 2007, pp. 106 y 108. Se recomienda la consulta de María
del Pilar CALZADO SOBRINO: Tumbo Menor de León (siglo XIII): Estudio Histórico,
Codicológico, Diplomático y Edición, Cuenca, Ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha, 2016, p. 344.
4
LUCAS ÁLVAREZ, M.: El reino de León en la Alta Edad Media. V: Las cancillerías
reales (1109-1230), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1993,
p. 549; y también: El Reino de León en la Alta Edad Media. I Cortes, Concilios
y Fueros. Núm. 48 de la Colección de «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa»,
dirigida por José María FERNÁNDEZ CATÓN y editada por el Centro de Estudios e
Investigación San Isidoro, León, 1988, p. 232.
5
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M.: Historia del Reino de Badajoz durante la dominación
musulmana, Colección de documentos para la historia de Badajoz y su alfoz, Di-
putación de Badajoz, 2005, pp. 288 y 377. Edición de Fernando Valdés Fernández
(1ª edición: 1905).
6
PERRÍN, R.: “La Miniatura en Galicia en la Baja Edad Media”, en María del Car-
men Lacarra Ducay (coord.), La miniatura y el grabado en la Baja Edad Media
en los archivos españoles, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2012, pp.
103-156 (especialmente: p. 109). RODRÍGUEZ PORTO, R. M.: “El Códice Calixtino y
el Tumbo A”, en VV. AA., Enciclopedia del Románico, Vol. II, A Coruña, 2013, pp.
1061-1078. El documento se encuentra en el Archivo-Biblioteca de la Catedral
de Santiago de Compostela.
7
MARTÍNEZ SOPENA, P. y RODRÍGUEZ LÓPEZ, A. (eds.): La construcción medieval
de la memoria regia, Universitat de València, 2011, p. 11. Baeza, que había sido
cabeza de la taifa de su mismo nombre, quedó despoblada en 1226 y se convirtió
en sede episcopal en 1229. «La primera vez que Fernando III utilizó los títulos de rey
de Castilla, Toledo, León, Galicia, Badajoz y Baeza fue en un diploma de 21 de
diciembre de 1230…». GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: Fernando III, el Santo, Sevilla, Funda-
ción José Manuel Lara, 2006, pp. 120 y 320. MARTÍNEZ LLORENTE, F.: “De armas del
rey a armas de la corona: el escudo heráldico de los reinos de León y Castilla”, en
Castilla y León. La Forja de una identidad, Monografías Universitarias, Diputación
Provincial de Soria, Cátedra Internacional Alfonso VIII, 2006, pp. 53 y 140. Mencio-
nar que de forma transitoria se incluye al final la expresión de dominio: «in Martos et
Ubeda», que caerá pronto en desuso (Úbeda, que aparecería junto a Martos, es
citada únicamente al año siguiente de su toma, que tuvo lugar en 1233). IDÁÑEZ
DE AGUILAR, A.F.: “Comarcas históricas en el Reino de Jaén”, en Boletín del Institu-
to de Estudios Giennenses (Jaén), núm. 162, fascículo 2, 1996, pp. 867-894 (p. 872).
Por otra parte, hay ejemplos en los que aparece Burgos como cabeza del Reino
de Castilla, reflejándose en la intitulación: «…en Burgos, en Toledo, en Legione, en
Galecia, en Badallocio, en Baecia…». AYLLÓN GUTIÉRREZ, C.: “Sobre los orígenes
medievales de la Roda: a propósito de una reciente reedición bibliográfica”, Al-
Basit Revista de estudios albacetenses (Albacete), nº 37, 1995, p. 39 (nota 8).
8
BURRIEL, A. M.: Memorias para la vida del Santo Rey Fernando III dadas á luz
con Apéndices y otras ilustraciones por Miguel de Manuel Rodríguez, Madrid: en
la imprenta de la viuda de Joaquín Ibarra, 1800, pp. 376 y 533 (la cita correspon-
de a la p. 376). MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M.: op. cit., pp. 392 y 418.
9
«La denominación como Reino de Badajoz, que según Solano de Figueroa o J.
González utilizaba la cancillería real a partir de 1230, nos parece bastante infrecuen-
te en los textos». GARCÍA OLIVA, M. D. y MARTÍN MARTÍN J. L.: Historia de Extremadu-
ra, Tomo II: Los tiempos medievales, Badajoz, Universitas Editorial, 1985, p. 278.
10
DE FRANCISCO OLMOS, J. M.: El Signo Rodado Regio en España. Origen, De-
sarrollo y Consolidación (Siglos XII-XV), Madrid, Real Academia Matritense de
Heráldica y Genealogía, 2017, p. 49. Este autor tiene en cuenta la obra de Julio
GONZÁLEZ: Reinado y diplomas de Fernando III, Tomo I, Córdoba, Monte de Pie-
dad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1980, documento nº 653.
11
BORRERO FERNÁNDEZ, M.: Sevilla, ciudad de privilegios: escritura y poder a
través del privilegio rodado, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Universidad de Sevi-
lla, Fundación el Monte, 1995, pp. 36, 37 y 583. LÓPEZ GARRIDO, J. L.: El privilegio
rodado de los Reyes Católicos, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura del Excm.
Ayuntamiento de Cádiz, 1992, p. 63. SÁNCHEZ BELDA, L.: “La Cancillería caste-
llana durante el reinado de Sancho IV (1284-1295)”, en Anuario de Historia del
Derecho Español (Madrid), núms. 21-22, 1951-1952, p. 203. SANZ FUENTES, M. J.:
“La confirmación de privilegios en la Baja Edad Media. Aportación a su estudio”,
Historia, Instituciones, Documentos (Sevilla), núm. 6, 1979, pp. 341-367.
12
CRESPÍ DE VALLDAURA, G.: “Privilegio rodado de Alfonso X concediendo mer-
cado semanal a Santa Cruz de Campezo (estudio paleográfico y diplomático)”,
Sancho el Sabio: revista de cultura e investigación vasca (Vitoria), núm. 14, 2001,
pp. 145-154 (cita: p. 150).
13
MACDONALD, R. A.: Texto Jurídico Atribuido Al Rey De Castilla Don Alfonso X,
Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990, p. 27. PAVÓN CASAR, F.: La
Imagen de la Realeza Bajomedieval Castellana en los Documentos Manuscritos
[tesis doctoral], Madrid, Universidad Complutense, 2009, p. 162.
14
DOMENÉ SÁNCHEZ, D.: op. cit., p. 106. La transcripción la toma de GONZÁLEZ,
T.: Colección de privilegios, Franquezas, Exenciones y Fueros… Tomo VI, Madrid,
1833, pp. 113-114. En su tiempo la citó y reprodujo parcialmente Solano de Figue-
roa, cuya expresión ha llegado a ser transcrita como «cabeza de reino» o «…del
reino». TEJEDA VIZUETE, F. (dir.): op. cit., p. 102.
15
Privilegio rodado de Alfonso X concediendo una serie de exenciones y privi-
legios al monasterio de San Clemente de Sevilla (10 de enero de 1284). Archivo
del Monasterio de San Clemente de Sevilla, Sec. I, Nº 60 (Badajoz, a diferencia
de Baeza, aparece tanto en la intitulación inicial como en la suscripción real).
Se puede consultar el documento y su transcripción en Mercedes BORRERO FER-
NÁNDEZ: op. cit., pp. 313-316. También se ha localizado otro privilegio dado en
Sevilla el 22 de diciembre de 1278, con Badajoz en la intitulación inicial, transcrito
por José RODRÍGUEZ MOLINA: “La Mesta de Jaén y sus conflictos con los agricul-
tores (1278-1359)”, en Cuadernos de Estudios Medievales y Ciencias y Técnicas
Historiográficas (Granada), núm. 1, 1973, pp. 77-79: «Don Alfonso, por la gracia
de Dios, rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallisia, de Sevilla, de Córdova,
de Murçia, de Jahén, de Baeça, de Badajoz, del Algarbe…».
16
CALAHORRA MARTÍNEZ, P.: “Las cantigas de loor de Santa María del rey Alfon-
so X El Sabio”, en Luis Prensa y Pedro Calahorra (coords.), VI Jornadas de Canto
Gregoriano, Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2001, pp. 15-50. FERNÁN-
DEZ FERNÁNDEZ, L.: “Libro de axedrez, dados e tablas. Ms. T-I-6. Real Biblioteca
del Monasterio de El Escorial. Estudio Codicológico”, en Libro de los juegos de
ajedrez, dados y tablas de Alfonso X el Sabio, Valencia, Scriptorium, 2010, pp.
69-116 (en lo concerniente a Badajoz: pp. 91-92). GÓMEZ REDONDO, F.: Historia
de la prosa medieval castellana. Vol. I: La creación del discurso prosístico: el
entramado cortesano, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 822-823. MARTÍNEZ DÍEZ, G.:
“Los Reinos de la Corona de Castilla”, en José Antonio Escudero (coord.), El rey:
historia de la monarquía, Vol. I, Barcelona, Planeta, 2008, p. 206. PAVÓN CASAR,
F.: op. cit., pp. 98, 122 y 162. PÉREZ MARTÍN, A.: «El Fuero Real y Murcia», Anuario de
Historia del Derecho Español (Madrid), núm. 54, 1984, pp. 55- 96 (especialmente:
pp. 60-61).
17
«Et mandamos al infante don Juan, nuestro fijo, los reinos de Sevilla e de Ba-
dajoz, con todas las villas, e los castillos, e las fortalezas, et con todos sus tér-
minos, et con todas sus tenencias segund diz en el privillejo que les nos damos
destos reinos sobredichos […] mandamos que D. Juan y que los que del vinieren
obedezcan siempre y conozcan á aquel que de derecho nos heredare por nos
Castilla y Leon, y los otros nuestros reinos» (1284). MANRESA SÁNCHEZ, J. M.: His-
toria legal de España: Desde la dominación goda, hasta nuestros días, Tomo I,
Madrid, Establecimiento Tipográfico Calle del Sordo, 1841, pp. 256-264 (cita: p.
259). Las disposiciones testamentarias de Alfonso X no tuvieron finalmente efecto
y los poderes políticos se mantuvieron en torno a Sancho IV. LADERO QUESADA,
M. A.: “La formación de la frontera de Portugal en los siglos XII y XIII y el tratado de
Alcañices (1297)”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), Tomo
194, núm. 3, 1997, pp. 425-482 (especialmente la p. 441).
18
LADERO QUESADA, M. A.: “Las regiones históricas y su articulación política en
la Corona de Castilla durante la Baja Edad Media”, En la España Medieval (Ma-
drid), núm. 15, 1992, pp. 213-248 (cita: p. 238).
19
LOPERRÁEZ CORVALÁN, J.: Colección diplomática citada en la Descripción
histórica del Obispado de Osma, Tomo III, Madrid: Imprenta Real, 1788, p. 305. Se
recomienda la consulta de Bonifacio PALACIOS MARTÍN: “Origen de la concien-
cia regional extremeña: el nombre y el concepto de Extremadura”, Alcántara:
Revista del Seminario de Estudios Cacereños (Cáceres), núm. 13-14, 1988, pp.
9-22 (en concreto: pp. 12-13); y también: Guillermo KURTZ SCHAEFER: “El Reino de
Badajoz mil años después”, en Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz,
Tomo X, imprime: Gráficas Diputación de Badajoz, Real Sociedad Económica Ex-
tremeña de Amigos del País de Badajoz, 2015, pp. 139-148 (corresponde al ciclo:
El Milenio del Reino de Badajoz, en la RSEEAP, el 31 de marzo de 2014).
20
Privilegio rodado de los Reyes Católicos confirmando el de Enrique IV. Confir-
matorio de la Carta de Población (Medina del Campo, 19 de Febrero de 1482).
Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Caja Nº 3, Exp. 24. En este privilegio ro-
dado de los Reyes Católicos (Isabel y Fernando), encontraremos los títulos ara-
goneses junto a los títulos castellano-leoneses ya mencionados con anterioridad,
en cuya lista de «Reinos y Señoríos» vemos ampliada con Baeza y Badajoz en la
suscripción real.
21
Según José Luis SÁNCHEZ BADIOLA: «No se dio aquí, en cambio, una pervivencia
efectiva del reino moro de Badajoz: a partir de Alfonso IX y Fernando III, figura entre
los lugares donde el monarca reina, pero no así entre los títulos regios, aun cuan-
do, en 1284, Alfonso X lega este reino, junto con el de Sevilla, al infante don Juan».
Símbolos de España y de sus Regiones y Autonomías, Madrid, Editorial Visión Libros,
2012, pp. 89, 289, 290 y 291 (cita: pp. 289-290). En cambio, Bonifacio PALACIOS MAR-
TÍN argumenta lo siguiente: «En cuanto al “Reino de Badajoz” hay que señalar que
este título fue muy usado por el último rey privativo de León, Alfonso IX y, aunque
menos, por Fernando III, tras la anexión de este reino. Pero su uso fue decayendo
con el paso del tiempo hasta quedar prácticamente reducido a los documentos
relacionados con la región […] Efectivamente esa denominación que, cuando era
llevada por los reyes leoneses, ocupaba un lugar sobresaliente entre sus títulos, se di-
luye en cambio entre los muchos que ostenta la nueva corona castellano-leonesa,
que empieza a abandonarlo poco a poco», op. cit., pp. 12-13. Algo similar a lo que
también recordó Fernando DÍAZ ESTEBAN: “El Reino Taifa de Badajoz”, en Apuntes
de Historia para la ciudad de Badajoz, Tomo II, Ponencias y comunicaciones, Mé-
rida, Editora Regional de Extremadura, 2002, pp. 121-126. Por otra parte, Rodolfo
ORANTOS MARTÍN que incluye el título de «Rey de Badajoz» dentro de los «Títulos de
Antigua Soberanía Real», considera que: «No se utilizó nunca el título de rey de Ba-
dajoz en recuperación de su taifa, a diferencia de otros reinos de Andalucía, salvo
por Alfonso X de Castilla y León que sí lo hizo entre 1949 y 1255», p. 34 (nota 71): “A
falta de Ley Orgánica, un reglamento de la Real Familia Española”, en Anuario de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Extremadura (Cáceres), núm. 33, 2017,
pp. 30, 32 y 34 (art. 7, en: Artículos Doctrinales – Derecho Público).
IMÁGENES:
A- Fuero Real del rey Alfonso X el Sabio [Manuscrito]. Biblioteca Nacional de Es-
paña (Madrid), Mss/7798. Acceso en línea a través de la Biblioteca Digital Hispá-
nica (p. 4): http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000070946 [20/03/2020].
En este denominado Fuero Real de España, también conocido como Libro del
Fuero de las Leyes o Fuero castellano, se hace constar rey de Badajoz, junto al
resto de sus títulos: «Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castiella, de Toledo,
de León, de Gallicia, de Sevilla, de Córduva, de Murcia, Jahen, de Badalloz, de
Baeza e del Algarve». Con respecto a su datación, ediciones y otras particulari-
dades, se puede consultar PÉREZ MARTÍN, A.: op. cit.
B- Privilegio rodado, confirmando el cambio de la heredad de Mejorada, en tér-
mino de Fita, por unas viñas en Valladolid, hecho entre el Monasterio de Sta. Mª la
Real (Valladolid) y Fernán Rodríguez, camarero del Infante D. Pedro [Manuscrito].
Fechado en Valladolid, 12 de octubre, era de 1373 (1335). Biblioteca Nacional
de España (Madrid), VITR/5/11. Acceso en línea a través de la Biblioteca Digital
Hispánica: http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000134753 [20/03/2020].
6
APROXIMACIÓN AL NÚMERO DE VÍCTIMAS DE BADAJOZ
CAPITAL EN LA GUERRA DE CUBA (2ª parte)
M. Antonio García Ramos. Militar (R)
Hace cuatro años, en el nº 74 de este bole-
tín se publicaba la primera parte de este
trabajo, donde se aportaba en su par de pági-
nas de extensión una serie de datos que iban
desde los hijos de la ciudad que fueron a la
guerra que a finales del siglo XIX tuvo lugar en
la Isla de Cuba, hasta su número de fallecidos.
Se estimaba la cifra en 82 muertos comproba-
dos documentalmente, pero como cita el título,
era una aproximación. Hoy, el fruto de la con-
tinuidad en las investigaciones permite subir a
99 soldados los fallecidos por diversas causas.
Pero el análisis de esos datos no es el objetivo de
esta nueva contribución, harían falta muchas
más páginas que las cuatro de que se dispone
para poder pormenorizar en detalle toda la ca-
suística y que nos permita extraer conclusiones
lo suficientemente fundamentadas para poder
asumir el horror de sus números y sobre todo, de
sus circunstancias.
En este nuevo artículo vamos a tratar, acaso
someramente, de los dos regimientos de infante-
ría que actualmente radican en Badajoz, Sabo-
ya nº 6 y Castilla nº 16 y del disuelto Baleares nº
41, (desde 1899 Regimiento Gravelinas). Durante
los años de la contienda ultramarina, Castilla y
Baleares tenían su guarnición en nuestra ciudad,
cuarteles de S. Francisco y S. Agustín respecti-
vamente, y el Saboya acuartelaba en Lega-
nés (Madrid). Los tres regimientos, al compartir
desde el 31 de agosto de 1893 la misma región
militar, la primera, y mismo cuerpo de ejército,
el primero, aglutinaban entre sus filas a muchos
jóvenes naturales de Badajoz capital.
El batallón expedicionario que cada regi-
miento organizó fue destacado a la zona de
operaciones en 1895 y repatriado a la Península
en enero de 1899, pero Baleares marchó en
junio del primer año, mientras que tanto Saboya
como Castilla fueron enviados en noviembre.
Recordemos que la guerra dio comienzo el 24
de febrero de este primer año. Por tanto, los dos
regimientos que actualmente forman parte del
organigrama de la Brigada Extremadura XI estu-
vieron 38 meses en la guerra, y el Baleares tres
años y 7 meses. Esta diferencia en el tiempo des-
tinado en la Isla se reflejará en las bajas habidas
entre los expedicionarios.
Siguiendo el orden de antigüedad desde su
fundación, comenzamos con el regimiento Sa-
boya nº 6:
Con un rápido vistazo podemos comprobar
que la fiebre amarilla fue la enfermedad que
hizo más estragos en aquellos hombres, o por
qué no decirlo en términos fisiológicos, en aque-
llos cuerpos inmaduros. No se conocía remedio
alguno para ese mal, ni qué lo transmitía. El his-
toriador norteamericano John Lawrence Tone la
define de la siguiente manera:
“La fiebre amarilla causaba muertes de una
agonía cruel, ya que las víctimas, entre gritos de-
lirantes que enloquecían a los médicos, sangra-
ban por la nariz, las encías, los oídos, el recto y
los genitales, y vomitaban una mezcla de sangre
con tejidos, una pulpa que parecía hecha de po-
sos de café [vómito negro]”…En la fase final, los
pacientes moribundos aullaban, echaban pestes
y había que atarlos a las camas del hospital mien-
tras la sangre fluía de cada uno de sus orificios
empapando sábanas, las paredes y el suelo”.
El hospital militar de Colón (Matanzas-Cuba)
fue testigo de la gran mortandad que en 1896
afectó a este regimiento y como en el resto de
unidades, el otoño fue el periodo más letal de
cada año.
De los cinco badajocenses fallecidos destina-
dos en el expedicionario de Saboya dos lo fue-
ron por fiebre amarilla y tres por enfermedades
de las llamadas comunes.
A continuación trataremos de Castilla nº 16:
Si los datos que se poseen no son incomple-
tos, este Regimiento tuvo 356 muertos, que tal
como podemos observar en
el gráfico adjunto, tres solda-
dos murieron de enfermedad
común durante el viaje de ida
a Cuba (dos en 1895 y uno en
1896), 18 lo fueron en combate
frente al enemigo, 152 víctimas
del vómito negro o fiebre ama-
rilla, 28 fallecieron en hospitales
militares de la Península y duran-
te el viaje de repatriación, más
186 de enfermedades comunes
o accidentes.
Sus peores años fueron 1896 y
7
1897. En cuanto a las provincias cubanas donde
existen más enterrados de Castilla son Pinar del
Río y La Habana.
Aproximadamente el veinticinco por ciento
de la fuerza enviada murieron por causas direc-
tas o indirectas de aquella injusta guerra. Las
indirectas son las producidas por mal nutrición,
falta de higiene y agotamiento, ya que la fiebre
amarilla se considera endémica del país y las de
acción de guerra son consecuencia lógica de
las acciones combativas. Estos datos analizados
con la mentalidad del siglo XXI, aparecen como
desorbitados, a pesar de que solo nos fijamos en
los fallecidos, si también hurgáramos en la situa-
ción en que quedaron los repatriados al final de
la contienda hispano-cubana-norteamericana,
se nos pondrían los pelos de punta, con escenas
de miseria rampante por las estaciones de fe-
rrocarril y en las plazas de los pueblos, de solda-
dos mendigando con una manta raída sobre los
hombros, alpargatas rotas y aspecto cadavé-
rico. Escenas que sin embargo, solo golpearon
la conciencia de algunas élites intelectuales, la
que se dio en llamar Generación del 98, ya que
el pueblo llano, sufrido, de pan con aceite, ce-
bolla, vino tinto y boina, los que no poseían las
1.500 pesetas que costaba salvar a un hijo de la
guerra, como en otras ocasiones, sumiso calló.
Y para terminar pasamos a analizar las bajas
habidas entre los expedicionarios del Baleares nº
41:
Como ya apuntábamos en párrafos anterio-
res, desde que en julio del primer año de guerra
llegan los componentes del Baleares a la pro-
vincia oriental de Santiago de
Cuba, foco inicial de la guerra
en 1895, hasta que seis meses
después desembarcan Saboya
y Castilla, ya llevaban los prime-
ros 101 muertos por fiebre amari-
lla. También la circunstancia de
que fuera verano y todo el oto-
ño, fechas ya indicadas más fa-
vorecedoras de la propagación
de la enfermedad debido a las
grandes lluvias, con incidencia
especial sobre personal no acli-
matado, hicieron que sus índices
de mortandad superaran am-
pliamente al de otras unidades expedicionarias.
De los 587 muertos entre los enviados desde
el cuartel de S. Agustín, de Badajoz, 15 fueron
oficiales, y de estos solamente uno murió de en-
fermedad común, mientras que soldados afec-
tados por este último tipo de padecimiento lo
fueron en número de 267, lo cual es un indicador
de la calidad de vida de unos y otros. Ya que
como hoy día se conoce, la fiebre amarilla la
transmite el mosquito aedes aegypti y no está
relacionado necesariamente con la pobreza de
alimentación e higiene como sí la anemia, ma-
rasmo, disentería y el cólera.
Resumiendo todo lo anterior, la incidencia de
la guerra en los tres batallones expedicionarios
tratados y que de alguna manera tuvieron o tie-
nen que ver con Badajoz ha sido enfocada des-
de puntos de vista diferentes, donde cualquiera
de ellos bastaría para llenar muchas páginas de
penas y miserias, fiel reflejo de aquella España y
que trascendería hasta bien entrado el siglo XX.
A duras penas y gracias a las nuevas tecnolo-
gías, se está reescribiendo aquella historia cuasi ol-
vidada, tratando de analizar bajo nuevos puntos
de vista en base al acceso a fuentes primarias y
a bibliografía y prensa digitalizada, de poner en
valor la abnegación y el sacrificio que hizo nuestra
nación, principalmente las clases humildes, en in-
tentar evitar lo inevitable una vez que Estados Uni-
dos tomó interés espurio en lo que para algunos
historiadores fue una guerra civil.
Para ampliar consultar la siguiente bibliografía:
Apuntes para la Historia Mi-
litar de Extremadura. ALVARO
MELENDEZ TEODORO. Ed. 4 ga-
tos. Badajoz 2008
De Extremadura a Cuba. Los
últimos conquistadores. MANUEL
ANTONIO GARCIA RAMOS. Ed.
Sueños de Tinta (Librerías abece-
dario). Badajoz 2013.
Participación de Castilla nº
16 en la Guerra de Cuba. MA-
NUEL ANTONIO GARCIA RA-
MOS. Editamás. Badajoz 2018.
8
CAROLINA CORONADO,
DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS DE SU NACIMIENTO
Isabel Mª Pérez González
Carolina Coronado nació en Almen-
dralejo en 1820, esto es, a comienzos
de una década oscura, de represiones polí-
ticas contra las cuales su padre, de tenden-
cia progresista, habría de reaccionar no sólo
con sus actitudes políticas, sino con el talan-
te de la educación dada a sus vástagos. Ese
conocimiento temprano de valores como la
libertad, la educación o el humanitarismo iba
muy pronto a cristalizar en un compromiso
con la dignidad humana que Carolina Co-
ronado acabaría mostrando con la pluma y
con la acción.
En ese sentido se comprende que durante
la primera Guerra Carlista aquella joven de
dieciocho años se ofreciera a bordar el em-
blema de los voluntarios liberales de Extrema-
dura. Un gesto público que podría parecer
impropio de una muchacha meditabunda
e introvertida como aparentaba ser la ado-
lescente Carolina. Y es que no era la timidez
lo que la mantenía ensimismada, sino una lu-
cha interior en la que se debatían el deber
de obediencia a los dictados sociales contra
el impulso acuciante de su curiosidad inte-
lectual y su vocación creadora. Porque en el
siglo XIX a la mujer se la consideraba como
un “ángel del hogar” destinado exclusiva-
mente a adornar con sus virtudes la felicidad
doméstica y transmitirlas especialmente a las
hijas, para lo cual no se veía necesaria una
educación integral y mucho menos una ac-
tuación pública. De ahí que las aspiraciones
de la joven extremeña, a contracorriente de
las costumbres no ya rurales sino de toda la
sociedad, provocaran en ella una lucha in-
terior de la que a veces su salud salió mal-
parada. No obstante, la hostilidad general
hacia el talento femenino no pudo vencer la
voluntad creadora de una joven que mien-
tras desarrollaba las tareas domésticas iba
componiendo unos poemas retenidos en la
memoria hasta poder escribirlos en la sole-
dad de la noche.
Muy pronto tales esfuerzos iban a verse re-
compensados gracias a la ayuda del drama-
turgo romántico Juan Eugenio Hartzenbusch
a quien escribió Carolina en demanda de
ayuda. Y en efecto, bajo la protección de
este prestigioso escritor y prologado por él
salió a la luz en diciembre de 1843 el primer li-
bro de Poemas de Carolina Coronado. El éxi-
to de la obra fue tan fulminante como la en-
trada de la poeta en la leyenda, porque en
enero de 1844 un diario madrileño difundió la
noticia de su muerte. El inmediato desmenti-
do de la supuesta fallecida, víctima en rea-
lidad de un ataque cataléptico, no impidió
que se creara en torno a ella un halo de mis-
terio y atractivo que habría de acompañarla
durante toda su vida. Misterio que ella culti-
vó desde muy joven, por ejemplo, al mante-
ner en secreto — un secreto que ha llegado
a nuestros días— la identidad de misterioso
amante “Alberto”, destinatario de la más pa-
sional y arrebatada poesía de la extremeña.
Así escribía:
Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.
Se dice que la imposibilidad de tales amo-
res sumió a la poeta en una de sus cíclicas
crisis nerviosas, lo que determinó que su fami-
lia la llevara a un balneario cerca de Madrid.
No importa aquí cuáles fueran las verdade-
9
ras razones de aquel viaje, lo que interesa es
que en la corte la poeta fue aclamada por
los más conspicuos escritores y artistas que
quisieron homenajearla al modo de la épo-
ca, esto es, coronándola en una sesión so-
lemne del Liceo. Era el año 1848, fecha en
la que ya Carolina Coronado era colabora-
dora de los periódicos más importantes de
Madrid y de toda la geografía española, y
no una colaboradora cualquiera. El caso es
que tras el éxito de su primer libro la joven
poeta comenzó a manifestar su compromiso
con la defensa de los derechos ciudadanos,
muy especialmente los derechos de la mu-
jer a la educación y la actividad literaria, ello
expresado con vehemencia y sin tapujos en
radicales poemas de denuncia:
Pero os digo, compañeras,
que la ley es sola de ellos,
que las hembras no se cuentan
ni hay nación para este sexo.
Hemos de reconocer la valentía de esta
joven provinciana que, no en vano, acabó
por convertirse en abanderada de la primera
nómina de escritoras españolas y musa, jun-
to a Gertrudis Gómez de Avellaneda, de sus
contemporáneos.
Por aquellos años la escritora alternó los
viajes —a Andalucía para veranear, pero
también para batallar con los editores de sus
próximos libros o aquél que la llevó como co-
rresponsal a la Exposición de Londres— con
largos periodos de estancia rural en Bótoa
y la finca Jarilla, donde escribió la nove-
la homónima Jarilla, considerada su mejor
obra narrativa; también su polémico artícu-
lo identificando a Safo y a Santa Teresa o
composiciones religiosas a un Dios panteísti-
co y humano en quien Carolina depositó su
exuberancia carnal, como en el poema de
corte místico “El amor de los amores”, quizá
su composición más antologada. En ella lee-
mos versos como estos:
Y ¿por qué de mi vista has de esconderte;
por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!
Si hemos de creer las noticias llegadas a
través de un álbum personal, el 14 de febre-
ro de 1852 Carolina Coronado fue presenta-
da a Horatio Justus Perry, que acababa de
renunciar a la Secretaría de la embajada de
los Estados Unidos para regresar a su patria.
No tardaría éste en deshacer sus planes, el
10 de abril de 1852 Carolina Coronado y Ho-
racio Perry se casaban en Gibraltar según la
liturgia protestante, ceremonia revalidada
ante la autoridad católica de París el 6 de
julio de 1852, año en que aparecería tam-
bién la segunda colección de Poemas de la
extremeña.
Desde ese momento Carolina Coronado
habría de convertirse en el más firme apoyo
a la carrera diplomática de Perry, en unos
años en los que las relaciones entre los Esta-
dos Unidos y España no eran muy amigables
a causa de las pretensiones americanas so-
bre la isla de Cuba. Son proverbiales las in-
tervenciones pacificadoras de la ya señora
Perry en los momentos más cruciales, como
la situación extremadamente crítica de
1854 en que un embajador filibustero recu-
rrió incluso hasta la conspiración para pro-
vocar un conflicto armado. La mediación
de Carolina Coronado sirvió para evitar la
guerra pretendida por los senadores del Sur,
quienes en su contrariedad provocaron el
cese del Secretario. Fue aquél el momen-
to en que Horacio Perry, ahora ciudadano
privado, se asoció con Samuel Morse, entre
otros inversores, para establecer una com-
pañía destinada a la instalación del telégra-
10
fo interoceánico. Para entonces, el salón
de los Perry Coronado se había convertido
en un celebrado punto de reunión para los
principales escritores, artistas, diplomáticos
y políticos de las más enconadas rivalida-
des y divergencias ideológicas, a la sombra
de la tolerancia y el respeto que imponía su
anfitriona.
Pero el sentido de la justicia que siempre
exhibió Carolina Coronado no podía perma-
necer pasivo sin luchar por la restitución del
honor de Perry, en entredicho tras su forza-
da dimisión. Sublevados sus característicos
redaños, la poeta acabaría demandando
al mismísimo presidente Lincoln la reposi-
ción de su esposo en la Secretaría, deman-
da que fue inmediatamente atendida. A las
alturas de la década de 1860, los valores
humanos y literarios de Carolina Coronado
habían empezado a difundirse en los Esta-
dos Unidos gracias a los escritos del emble-
mático poeta, editor y periodista, William C.
Bryant, prohombre de Nueva York —amigo
entrañable de Walt Whitman—, admirador
ferviente de la extremeña y traductor de Ja-
rilla y de algunas de sus poesías. Asimismo
el honorable Carl Schurtz, embajador esta-
dounidense en Madrid durante algún tiem-
po, resultaría un valedor de la señora Perry
ante los norteamericanos, como refleja en
las páginas de sus Memorias. Fueron aque-
llos también los años de agitación política
en los que Carolina Coronado habría de ser-
virse de su prestigio personal y su influencia
política y humana para librar de la muerte
a numerosos sublevados contra el gobierno
de Isabel II y sus tiranas corruptelas, entre
ellos se encontrarían Emilio Castelar, Martos,
Becerra o Carlos Rubio y un gran número de
ciudadanos anónimos.
Por otra parte, hemos de recordar aquí el
compromiso de Carolina Coronado con la
abolición de la esclavitud, manifiesto en ter-
tulias y publicaciones periódicas; un compro-
miso, por cierto, que habría de conducir a su
nombramiento como presidenta de la Aso-
ciación de mujeres abolicionistas de Madrid,
mano a mano con la eminente Concepción
Arenal. No extraña, pues, que con la eufo-
ria de la libertad tras la revolución Gloriosa
de 1868, la poeta participara en un mitin le-
yendo desde el estrado su conocido poe-
ma contra la esclavitud en Cuba con versos
como estos:
No, no es así: al mundo no se engaña.
Sonó la libertad. ¡Bendita sea!
Pero después de la triunfal pelea,
no puede haber esclavos en España.
¡O borras el baldón que horror inspira,
o esa tu libertad, pueblo, es mentira!
Pero la vida de los Perry Cornado, marcada
por la muerte tras la pérdida de su hijo Horacio
cuando todavía era un bebé, daría el vuelco
definitivo en 1973 al fallecer su primogénita en
plena adolescencia. Carolina fue presa enton-
ces de un derrumbamiento psíquico que de-
cidió el traslado de la familia a Lisboa, donde
Perry, abandonada definitivamente la diplo-
macia, se dedicó a los negocios del cable inte-
roceánico. Allí pasarían años de relativa calma
entre los palacios de Bessone y de Mitra, cerca
de Lisboa, donde volvieron a abrir sus salones a
distinguidos contertulios portugueses, españo-
les y estadounidenses. No obstante, Carolina
se sumió en duelo personal hasta el fin de sus
días, de manera que renunció a cualquier tipo
de halago u homenaje público. Tal ocurrió en
1889 cuando a instancias del erudito pacense
Nicolás Díaz y Pérez, sus paisanos se propusie-
ron coronarla con todos los honores. Fue cuan-
do respondió con aquel soneto que comienza:
Una corona no, dadme una rama
de la adelfa del Gévora querido,
y mi genio, si hay genio, habrá obtenido
un galardón más grato que la fama.
No mucho después, la competencia des-
leal de los monopolios empresariales acabaría
arruinando la empresa cablegráfica de Hora-
cio Perry, quien murió en un triste alejamiento
de la patria en 1891. Una larga supervivencia
de semi lucidez y pobreza habría de aguardar
a la anciana poeta a quien sólo le quedaba
su hija Matilde y el cadáver embalsamado de
su esposo. Moriría en Mitra el 15 de enero de
1911, aún casi en las manos la memoria de Bó-
toa que acababa de enviarle su sobrina Aida
Landa. Días después llegaban a la estación
del ferrocarril de Badajoz los restos de Horacio
Perry y Carolina Coronado. Desde allí partirían
hacia nuestro cementerio, acompañados en
multitud por una ciudadanía pacense emo-
cionada y silenciosa.
11
100 AÑOS DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BADAJOZ
C­armen Araya Iglesias
Onda Cero. 16 de Enero de 2020
Através de mi tesis doctoral: Ambiente Ar-
tístico Pacense 1900-1950, nos pudimos
acercar a los entresijos que esta pequeña ciu-
dad de provincias presentaba en el año 1900
con un total de 30.899 habitantes, gobernada
por una oligarquía y dominada por un campe-
sinado que emigraba del campo a la ciudad,
buscando un futuro mejor. Podemos seguir este
perfil sociológico a través de la novela de Fé-
lix Urubayen La ultima cigüeña, de 1921 que los
clasificaba en: Descendientes de los conquista-
dores, Hijos de los guerreros que luchan contra
los moriscos y Los imitadores de Godoy y demás
favoritos extremeños. Tampoco los viajeros nos
dejan un perfil muy alentador (opiniones de An-
tonio Ponz, José María Salaverria, Alfonso Caste-
lao, Gerald Brenan, Josep Pla o Michaner, reco-
gidas por M. Pecellín en 1985).
La prensa
Contaba la ciudad con 26 hojas periódicas:
Nuevo Diario, Diario de Badajoz, Correo de Ex-
tremadura, La Región Extremeña, La Coalición,
Noticiero Extremeño, La Libertad y el Hoy. Junto
a importantes Revistas: Archivo Extremeño, Re-
vista de Extremadura, y la Revista de Estudios Ex-
tremeños. Ya recogía el Correo de la Mañana
de 1914, la necesidad de un Museo para la ciu-
dad. Será la Diputación, dirigida por Sebastián
García Guerrero quien tome las riendas de todo
este proyecto. La radio no se hace presente
hasta 1933, por lo que la influencia de la prensa
escrita era muy determinante aún a pesar del
grado de analfabetismo de la población, su ni-
vel de pobreza, de salu-
bridad y el alto índice de
mortalidad infantil.
Las ideologías
En cuanto a su ideolo-
gía, la ciudad se debatía
entre el regionalismo de
perfil católico, el liberalis-
mo y un republicanismo
que la prensa tensaba
cada día. Con fuerza
irrumpían el krausismo y
la masonería. Entre las
Instituciones que susten-
taban estos deseos de
apertura estaban la Real
Sociedad Económica,
el Instituto General Téc-
nico, el Liceo de Artesa-
nos, la Escuela Normal,
La Escuela de Artes y Ofi-
cios y la Caja Badajoz.
Uno de los eventos de
mayor relevancia fue la
conmemoración del IV
Centenario del Descu-
brimiento, cuando la ciu-
dad fue consciente de
sus necesidades para la
modernización.
La literatura
Los escritores del momento fueron Rodríguez
Moñino, López Prudencio, Segura Otaño, Reyes
Huertas, Monterrey, Chamizo, Felipe Trigo, Ba-
rrantes y Díez Canedo.
Vista de una sala del museo en su ubicación original en el edificio de la Diputa-
ción Provincial en la década de 1920.
Foto Garrorena. Archivo Provincial.
12
Las enseñanzas artísticas
La Academia Municipal de Pintura y Dibujo
fue creada por Felipe Checa el 1 de Mayo de
1876, con un presupuesto de 1500 pesetas por
parte del Ayuntamiento. Contó inicialmente con
21 alumnos. En 1894 se fundó la Escuela de Artes
y Oficios, donde se acaba integrando la Aca-
demia de Municipal de Pintura, y que inició su
andadura el 11 de marzo con 31 alumnos. Co-
nocemos desde 1913 sus memorias. La primera
profesora fue Carmen Lucenqui, en 1927. La que
hoy conocemos es de 1959, desde el 17 de abril,
como Patronato en el actual Palacio de Godoy.
La Diputación Provincial y su mecenazgo
Se crearon las Becas de Estudio de artistas pen-
sionados, para realizar estudios en Badajoz, Ma-
drid y el Extranjero. Creó también la Academia
de Artes e Industrias en 1908 con Enrique Vázquez
como presidente y con un mayor impulso en 1926
con Sebastián García Guerrero. Ocupó el antiguo
Seminario de San Atón y el Colegio de Padres Pau-
les de la plaza de Minayo en 1928. De esta institu-
ción, surgen los Hogares Provinciales en 1942 con
su director Ildefonso Sánchez Redondo y el Con-
servatorio Provincial en 1927, dirigido por Bonifacio
Gil. Será la primera profesora D Manuela Arcas. Su
labor fue muy amplia a partir de 1930. Llego a te-
ner 311 alumnos. Se organizaron veladas y exposi-
ciones artísticas y musicales en 1940. Ocupó estas
salas del Seminario hasta 1981 que se trasladó al
Palacio actual de Duque de San Germán.
Los artistas que forman esta
primera generación reciben
una formación clásica, están
becados por la Diputación y al-
gunos consiguen salir al extran-
jero, como el propio Covarsí, a
Italia, París, Bélgica y Londres,
de lo cual dejo escrito sus Im-
presiones de Viaje. Su máxima
aspiración son las Exposiciones
Nacionales de Bellas Artes. A
nivel local las del Ateneo Pa-
cense o las del Centro de Es-
tudios Extremeños creado en
1927 al igual que su revista.
Los podíamos agrupar en cos-
tumbristas: Hermoso, Covarsí,
Pérez Jiménez. O como más
independientes Ángel Carras-
co Garrorena, Timoteo Pérez
Rubio, Antonio Juez, Ortega
Muñoz y Barjola. El lenguaje de
la crítica, estuvo presente en
la prensa, con nombres como
el de Rodríguez Moñino y so-
bre todo en la Exposición Ibe-
roamericana de Sevilla y Bar-
celona en 1929, que fue otro
hito histórico para la región y la ciudad; con un
fondo documental de imágenes de Covarsí y Ga-
rrorena que atesora el Archivo Provincial.
Los listados de becarios los conocemos des-
de 1903 con Hermoso, Pérez Jiménez con una
dotación de 3.000 pesetas, también a Pedro
Carrasco y Carolina Coronado con 1500 pese-
tas. Aunque sabemos que con anterioridad go-
zaron de ellas Felipe Checa, Nicolás Megía que
viajó a la Academia de España en Roma y José
Caballero. Oscilaban entre 3.000 pesetas al ex-
tranjero y 1.500 pesetas para estudios en Madrid.
El compromiso que adquirían con la Diputación
era donar sus obras y ese será el origen del fu-
turo Museo Provincial. Después de participar en
las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y ser
premiados. Con la creación del Patronato del
Museo en 1919, será este el que las adjudique,
presidido por Narciso Vázquez Lemus. En 1926,
se convierten en Oposiciones a Becas Artísticas.
Al crearse el Servicio de Cultura en 1946 , todo el
tema de becas, correrá con su expedición.
Nacimiento del Museo
Sabemos que desde 1912, la prensa local de
forma muy crítica lo reclama y también desde la
Escuela de Artes y Oficios su propio director de
esos años, José Rebollo. Siguiendo un esquema
cronológico, sería 1892 con los actos del IV Cen-
tenario, para continuar en el Nuevo Diario de
1908 y tomar impulso en 1913 con la aprobación
Sala del museo con obras del pintor Eugenio Hermoso
en la década de 1920.
Foto Garrorena. Archovo Provincial.
13
Del Real Decreto de 1913 para crear los Museos
Provinciales. La ciudad de Badajoz, contaba des-
de 1867 con la Comisión de Monumentos, apo-
yada por la Diputación y dirigida por Tomás Ro-
mero de Castilla, en sus instalaciones del Palacio
Provincial, con su propio Museo y Libro Inventario
de 1896. Este será el origen de los dos museos de
la ciudad. Ocupaban la planta baja hasta 1938
en que se traslada al edificio de la Galera y sur-
ge el Museo Arqueológico Provincial. Con estos
antecedentes no es difícil imaginar cómo nace
el Museo de Bellas Artes. La Diputa-
ción contaba con los fondos de los
artistas pensionados y con un pro-
tagonista cómo Adelardo Covarsí
que el 5 de Agosto de 1919, presen-
tó su Proyecto Memoria. Se le con-
cede un espacio que servía para
la Comisión Mixta de Reclutamien-
to. Se creó una Junta y Patronato
con Covarsí, Vázquez Lemus, Vaca,
Del Solar, Rincón, Tirso y Bardají. La
prensa Noticiero y Nuevo Diario,
dieron cuenta de su primera dota-
ción económica: Ayuntamiento,
250 pesetas, Diputación 3 salones
de su planta baja y el primer portero
Manuel Delgado Espada. El espacio
fue siempre un gran problema hasta
su traslado en 1979 al edificio de la
calle Meléndez Valdés 32 con sus 30
salas, desde 1982.
Se inauguró el 4 de enero de
1920 en la Sociedad Económica a
las 6 de la tarde, con discursos de
Covarsí y Vázquez Lemus. Todo
el acto podemos seguirlo en la
citada prensa y actas provincia-
les. El primer presupuesto fue de
1.000 pesetas mensuales. Su pri-
mera colección fue de 28 obras
que se ampliaron hasta 58 como
reza en su primer catálogo de 25
de Octubre de 1919. Podemos
seguir autores y obras (Caldera,
Pérez Comendador, Torre Isun-
za, Covarsí, Nicolás Megía, etc).
Tuvo su propio Boletín de difusión
y sus Memorias que nos han servi-
do para su historia desde el 28 de
Agosto de 1920. Sufrió varias re-
formas en 1934 y reaperturas así
como dotaciones económicas.
Nuevas ediciones de Catálogos
como el de 1934.
Valoración económica de
nuestros artistas: Según las Memo-
rias del Museo y las Actas de la
Diputación y del Ayuntamiento e
incluso de la propia prensa, la obra de Felipe Che-
ca en 1929, llegó a valorarse en 24.000 ptas. como
depósito en la Colección del Museo. En 1944 Her-
moso se valoraba en 30.000 ptas. y Covarsí en
25.000. Las mayores inversiones se hicieron entre
1920-1930 al crearse el Museo y entre 1945-1947
con la exaltación del régimen franquista.
Hoy con más de 2000 obras cumple sus feli-
ces 100 años y los desvelos de su creador Covar-
sí. Y todos y todas las personas que luchan y lo
mantienen vivo.
Década de 1930. El museo en su primera ubicación, actuales
dependencias de Tesorería del edificio de la Diputación Provincial.
Década de 1930. El museo en su primera ubicación, actuales
dependencias de Tesorería del edificio de la Diputación Provincial.
14
ANTOON VAN DEN WIJNGAERDE,
dibujante de ciudades españolas en el Renacimiento (*)
Javier Teijeiro Fuentes
Arquitecto
Un artista curioso, que sin lugar a dudas hu-
biera despejado muchas dudas sobre la si-
tuación urbanística y arquitectónica del Badajoz
de la época de Rodrigo Dosma del siglo XVI, fue
Antoon Van den Wijngaerde.
Siempre me hice esta pregunta: ¿Llegó Van
den Wijngaerde a dibujar una vista de la ciudad
de Badajoz en la década comprendida entre los
años 1561 y 1571?.Porque Antoon Van den Wijn-
gaerde (Antonio “de las Viñas” en su traducción y
apodo flamenco) estuvo como dibujante al servi-
cio de los monarcas españoles Carlos I y Felipe II.
Para realizar trabajos a este último, se instaló en la
Corte española entre estos años hasta 1571, año
de su muerte, y recibió el encargo real de realizar
hasta siete viajes por ciudades españolas entre
1561 y 1570.
Testimonio documentados existen de las inquie-
tudes del rey Felipe II por la Geografía y las Cien-
cias Sociales, demostrado en las relaciones topo-
gráficas de ciudades españolas con el objetivo de
obtener una descripción exhaustiva del territorio
español. Para cumplimiento de tal objetivo nada
mejor que encargar a un gran dibujante especia-
lizado en vistas panorámicas de ciudades el car-
tografiado urbano, arquitectónico y defensivo de
aquellas urbes más emblemáticas de la España
del siglo XVI. Para tal tarea, Van den Wijngaerde
fue acreditado por el rey Felipe II con una Real
Orden a través de la cual se exige se le asista al
dibujante en estancia y necesidades laborales en
aquellos lugares por donde pase con el fin de ejer-
cer correctamente su labor.
Quien mejor reconstruye los viajes realizados por
este dibujante en España es el historiador Ricahrd L.
Kagan (1). Desde 1561 hasta 1570, un primer viaje
en torno a la Corte de Madrid, un segundo al reino
de Aragón, un tercero desde Málaga a Melilla por
la costa de África, un cuarto viaje por la Mancha,
un quinto por Andalucía y Extremadura, un sexto
por Castilla la Vieja y un séptimo y último desde Me-
dina del Campo a Burgos.
De todos ellos, el más interesante para nosotros
fue el quinto viaje por tierras andaluzas y extreme-
ñas. En él, se documentarían los más importantes
núcleos habitacionales de la geografía extreme-
ña pero parece ser que no fue así, o si lo fue tal
documentación se perdió. Más bien, me decanto
por la hipótesis primera ya que la obra de este di-
Detalle del Monasterio de Guadalupe. COADE Badajoz.
15
bujante se ha conservado casi íntegramente has-
ta nuestros días. Lo cierto es que, sea como fuere,
los únicos dibujos realizados en Extremadura por
Wijngaerde se corresponden con dos magníficas
vistas: una de la ciudad de Mérida, realizada en
1567, en donde se representa la ciudad, el acue-
ducto romano y otras ruinas romanas parciales
del foro, teatro y anfiteatro y otra de la villa de
Guadalupe, datada también en 1567, en donde
se muestra la ciudad en el centro del dibujo y una
excepcional especificada orografía circundante,
así como otro dibujo del Monasterio de Guadalu-
pe en donde la ciudad aparece al fondo.
Quizás problemas económicos o de logística
impidieron a Antonio “de las Viñas” desviar la ruta
hacia la ciudad de Badajoz. Una ruta que en este
sexto viaje comenzó en Córdoba siguiendo por
las localidades de Úbeda, Torre Don Jimeno, Mar-
tos, Jaén, Granada, Antequera, Ojén, Gibraltar,
Tarifa, Zahara de los Atunes, Cádiz, Puerto de San-
ta María, Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barra-
meda, Carmona, Sevilla, Mérida y finalizando en
Guadalupe, desde donde partiría hacia la corte
madrileña. Lo cierto es que no se conoce si des-
de Mérida se desvió hacia Badajoz, a tan solo 40
millas, con el fin de documentar nuestra ciudad
que en los albores del siglo XVI se hallaba en un
momento de esplendor con una población que
superaba los 12.000 habitantes, en franca expan-
sión si la comparamos con la decreciente Mérida
en declive desde el siglo IX.
Y resulta extraño que no se produjese tal des-
vío hacia Badajoz, máxime cuando nos encontra-
mos en un momento histórico en el que Felipe II
podía intuir la anexión del reino de Portugal por su
parentesco directo con el rey de este país veci-
no, como ocurriría años más tarde, en 1580. A tal
efecto, si este dibujante estaba contratado direc-
tamente por el rey para cartografiar aquellas ciu-
dades españolas más importantes de la época
no debería haber desechado una ciudad como
Badajoz, fronteriza con Portugal, país que apenas
diez años más tarde formaría parte de la Corona
española. Recordemos que Felipe II hizo cuatro
viajes a Badajoz y que, en 1580, con motivo de
la cita anexión de Portugal prolongó su estancia
en la ciudad durante algunos meses dirigiendo la
guerra desde esta ciudad.
Es poco comprensible que el dibujante pasa-
se de largo sin documentar Badajoz, dada la im-
portancia en documentar el trazado amurallado
medieval descrito en aquellas fechas por Rodrigo
Dosma, casi un siglo anterior al dibujado por Pier
María Baldi acompañando en su viaje al aristócra-
ta Cosme de Médicis. Qué mejor gloria para el di-
bujante que intuir el valor defensivo de esta ciudad
de cara a su frontera con el país vecino.
Hubiera sido muy importante disponer del perfil
de algunos tramos amurallados de la ciudad del
cinquencento en donde sobresalieran aquellos
edificios rotulados con sus nombres, tal y como
era de rigor en las vistas confeccionadas por el di-
bujante renacentista al ser muy exhaustivo en sus
trabajos ya que no idealizaba las ciudades para
dotar a sus dibujos de una mayor belleza estética
sino que procuraba dar la información más real
del lugar con casi precisión fotográfica de fideli-
dad a la realidad.
Pero parece ser que este hecho no se produjo,
dejándonos sin una fuente documental de suma
importancia a futuros historiadores locales.
Terminaré este artículo lanzando un dato im-
portante sobre un hipotético paso por Badajoz,
quizás en otro viaje. Aunque no se halla documen-
tada su estancia en esta ciudad, existe probabili-
dad de que estuviese en ella ya que disponemos
de una vista de la ciudad de Lisboa ejecutada
por Van den Wijngaerde y que se halla recopila-
da en un catálogo-inventario realizado en 1686
por Bernabé de Ochoa. Pero en esa época en
la que los documentos eran copiados de unos
autores a otros, por necesidades estrictamente
militares, pudiera darse el caso de que tal vista
fuera una recreación de algún contemporáneo
suyo y no hubiera realizado tal viaje. O bien, que
el viaje se produjese pero no pasase por Badajoz,
ya que de haberlo hecho la vista panorámica de
esta ciudad se hubiera dibujado con seguridad.
Una oportunidad perdida para el estudio del
Badajoz del siglo XVI no contar con una imagen
de esta ciudad ejectada por aquel magnífico
dibujante, Antoon Van den Wijngaerde (Antonio
de “las Viñas”), aunque más que por dibujante él
mismo se definía con el oficio de pintor. Dibujante,
pintor, sin duda un personaje laborioso y culto que
hubiera contribuido al conocimiento histórico, ur-
banístico y arquitectónico de Badajoz, como así
lo hizo con otras villas y ciudades, si las casualida-
des y causalidades de la vida hubieran favoreci-
do su labor en Badajoz.
Badajoz a 15 de abril de 2020.
(*) Dedicado a la laboriosa tarea de Graca García, bibliote-
caria de la BNP (Biblioteca Nacional de Portugal) en Lisboa.
Bibliografía más común:
(1) KAGAN, RICHARD L. “Ciudades del siglo de Oro: las vis-
tas españolas de Antoon Van den Wijngaerden”. Ediciones
El Viso (edición inglesa revisada en 1989). Madrid. Año 1986.
GALERA i MONEGAL, MONSERRAT. “Antoon Van den Wijn-
gaerden, pintor de ciudades y de hechos de armas en la
Europa del Quinientos”. Institut Cartografic de Catalunyan
coedición con la Fundación Carlos de Amberes. Año 1998.
Agradecemos al COADE la colaboración prestada des-
de su biblioteca, en la persona de Mari Carmen Vázquez-
Figueroa Gómez-Tejedor, de las láminas expuestas en el ar-
tículo perteneciente al libro “Ciudades del siglo de Oro. Las
vistas españolas de Anton Van den Wyngaerde” de Richard
L. Kagan, referenciado en la bibliografía del artículo y que se
encuentra en la citada biblioteca.
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FELIPE TRIGO EN BADAJOZ
Víctor Guerrero Cabanillas
Felipe Trigo Sánchez nació en Villanueva
de la Serena el 13 de febrero de 1864, el
mismo año que Miguel de Unamuno, quien
habría de ser su amigo y su enemigo al mis-
mo tiempo. Su padre, Felipe Trigo Riesco,
Ayudante de Obras Públicas, era un alto em-
pleado de la Compañía de ferrocarriles de
capital francés que construía la línea férrea
entre Ciudad Real y Badajoz. Estaba casa-
do con Isabel Sánchez Mora. Por razones de
trabajo el matrimonio trasladó finalmente su
residencia a la ciudad de Badajoz en 1866,
estableciéndose en el domicilio paterno de
la calle Santa Lucía, 14. La tuberculosis pul-
monar y los trastornos psicótico-depresivos
harían estragos en el clan familiar. En ape-
nas una decena de años, murieron el padre,
después su hermana predilecta, Julia, con
quien había mantenido una estrecha vincu-
lación afectiva, su hermano Felix, médico, su
hermano José, farmacéutico, y finalmente
la madre, una madre no dadora de afectos,
bloqueada por una grave depresión, inca-
paz de ejercer las funciones de madre. Felipe
Trigo, en una breve secuencia melodramáti-
ca, pasó de ser miembro de una familia con
una economía doméstica muy desahogada
a otra a la que en un ínterin la mala fortuna
sumergió en la ruina económica.
Isabel fue una madre que siguió viva, por
así decirlo, pero que estaba psíquicamente
muerta a los ojos del pequeño hijo, un niño tris-
te, desvalido, inseguro y socialmente muy re-
traído, refugiado durante su infancia y prime-
ra juventud bajo el paraguas protector de la
familia y del grupo de iguales. Escritor muy au-
torreferencial, en varias de sus novelas, — Los
invencibles, Reveladoras, En camisa rosa, En la
carrera y alguna más— daría cuenta de esas
privaciones afectivas: no tener padres como
todos sus amigos, vivir «recogido por unos pa-
rientes», «tener más de triste y torturador y de
perverso que no de plácido y angélico en su
pasado».
La familia fue acogida en una casa lin-
dante con la Iglesia de la Concepción, en
la calle de San Juan, habitada por las tías
maternas del futuro escritor. Por los doblados
de la vivienda era fácil acceder a una par-
te de la cubierta de la iglesia, rematada por
una imponente cúpula. Desde la azotea veía
durante los veranos el vuelo acrobático de
los cernícalos, mientras rumiaba apenados
recuerdos, «unos tiempos excepcionales de
descuido, de estupidez, de incapacidad y
falta atención social para educar a los niños
[...] el mismo abandono idiota». En la acera
opuesta, abriría botica en 1873 Ramiro Esté-
vez Verdejo, miembro fundador del Colegio
de Farmacéuticos y miembro de número de
la Real Sociedad Económica de Amigos del
País de Badajoz, amigo y colaborador del
que llegaría a ser presidente de una prime-
ra asociación provincial de médicos, Narciso
Vázquez Lemus, socialista, iberista, masón y
republicano. Ambos redactaron un proyecto
de embellecimiento y saneamiento de la ciu-
Felipe Trigo. Autorretrato.
Legado de la doctora
Luisa Trigo y Seco de Herrera.MEIAC.
19
dad de Badajoz que contemplaba el derribo
de parte del amurallamiento de la ciudad,
basándose en que no se podía condenar
a un pueblo «a ser en la paz víctima de la
guerra». ¡Vaya argumento peregrino! El desa-
rrollo urbanístico propiciaría más agresiones
al patrimonio monumental de la ciudad que
todos los asedios juntos. En la actual calle de
Vicente Barrantes, junto al restaurante Los
Gabrieles, un hermano de Felipe Trigo abrió
una oficina de farmacia que sería de efímera
vida por su temprana muerte.
Badajoz, Argelez en la narrativa ficcional
de F. Trigo, que había sido inacabable esce-
nario de batallas y asedios que «ni le iban ni
le venían», era entonces una pequeña ciu-
dad fronteriza de unos 23.000 habitantes, pla-
za fuerte, algo cuartelera y cosmopolita, un
poco canalla, no tan atrasada como se de-
cía en ciertos cenáculos ni tan impermeable
a la libre circulación de las ideas y los gustos
sociales. Había cumplido con sus deberes de
secularización urbana, aunque para sorpre-
sa del joven Felipe Trigo, aún podían verse en
San Andrés, aquellos orondos prebendados
con gafas de montura de oro, que inmortalizó
Felipe Checa. Allí, en aquel recoleto paseo,
que había sido iglesia, pavimentado a la por-
tuguesa, nació precisamente Manuel Monte-
rrey, el autor de Mariposas azules, introductor
de la lírica modernista en Extremadura. Como
F. Trigo, sería etiquetado de pluma mediocre
y prolífica para ser despachado injustamente
al limbo del olvido.
Badajoz había dejado atrás su condición
de agro-villa ignorante y desabrida a la que
aludiera J. Cienfuegos en su Memorial de
ventoleras (1992). Argelez contaba con un
Gran Gimnasio, inaugurado en 1868, cen-
tro de cultura fitness, que aún hoy día sería
una muestra de modernidad. A pesar de las
recurrentes crisis económicas y de malestar
social, una dilatada agenda cultural de ac-
tos y celebraciones, música, artes escénicas,
conferencias, animaban la vida de los habi-
tantes de Badajoz.
Un busto de M. Monterrey estaría bien
contextualizado en la cercanía del de Caro-
lina Coronado en el parque de Castelar de
los acebos y las palmeras washingtonianas.
Allí acudía a diario el poeta modernista, ya
en su vejez achacosa. Recitaba lentamente
«Busco un rústico banco [...] / En él me sien-
to a descansar un
rato / y contemplar
tranquilo / el már-
mol de la ilustre Co-
ronado / Que copia
el lago en sus crista-
les limpios... / ¡Qué
lejano ese tiempo
/ y qué viejo me
miro...» Felipe Trigo
residió en Badajoz
desde 1866 has-
ta finales del 1881,
quince años que
cubrieron su infan-
cia y una parte de
su juventud. Gra-
cias a la mediación
del infortunado An-
tonio Franco, que
fuera director del
MEIAC, vino hasta
aquí su valioso le-
gado documental
y fotográfico. Todos
nos debemos sentir contentos, pues hemos
dado a Felipe Trigo la oportunidad de po-
der tener un gesto de gratitud con la ciudad
que le acogió.
Su vida cotidiana transcurrió en el Barrio
Alto de arquitectura ajustada a las exigencias
topográficas del cerro de la Muela. Conserva-
Felipe Trigo en su mesa de despacho.
Legado de la doctora Luisa Trigo y Seco de Herrera.MEIAC.
20
ba todavía las líneas de muralla, los bastiones
y contraescarpas que protegieron la plaza
durante siglos. Sobrevive la impronta urbanís-
tica musulmana de paisaje urbano hermético
de callejuelas enjutas a cubierto del solano,
más acomodada a las durezas del estío que
a las flaquezas del invierno.
Si la revolución de 1868 abrió un horizonte
de esperanzas a la población, bien pronto se
malogró. Tras seis años convulsos de protes-
tas callejeras, vuelta a empezar con la mis-
ma gobernación. La mentalidad aperturista
reformista se agostó ante las tesis del «orden
y progreso», que trajo una formidable involu-
ción educativa frente a la que la Institución
Libre de Enseñanza luchó inútilmente. Su in-
fancia anodina, sus juegos y relaciones con
otros niños, la asistencia a la escuela públi-
ca en manos de un idóneo, los consumos ini-
ciáticos de alcohol y tabaco en el seno del
grupo de iguales cuando era ya bachiller, las
ardides de su despertar sexual, sus camina-
tas por la carretera de Córdoba escoltada
por una soberbia hilada de álamos, toda su
biografía más personal está descrita en sus
novelas. Ninguna referencia, sin embargo,
al núcleo urbano originario de la Alcazaba.
Junto a cada acuartelamiento, una casa
de prostitutas. La de la Paca y, sobre todo,
la de la Jurrapa fueron muy famosas. La Ju-
rrapa, en un pequeño chamizo pegado a la
muralla, ofertaba su cartera de servicios: dos,
cuatro y seis reales, según estuviese vestida,
semidesnuda o desnuda.
Con el paso del tiempo fue afianzándose
en el tejido social de la ciudad una burgue-
sía liberal y progresista, notablemente secu-
larizada, muy activa, bastante alejada de las
influencias de la Iglesia. Se nutría de sectores,
aunque minoritarios, intelectualmente muy
cualificados, ligados a la docencia, la medi-
cina, farmacia u otras disciplinas científicas,
contando con el apoyo de una prensa muy
actual y activa que promovía incesantes de-
bates de ideas. La de enseñanza primaria no,
pero su etapa de formación en el Instituto de
Secundaria, nacido del plan Pidal por la me-
diación de la RSEEAP de Badajoz, fue muy
aleccionadora y provechosa. En su mente
dejó una huella indeleble que tiñó tanto sus
artículos de prensa, ensayos teóricos como
los textos puramente ficcionales. Fueron su
principales profesores Gregorio García de
Meneses, liberal, que impartía las materias
de Física y Química, Carlos Bootello del Cas-
tillo, republicano, ligado a la ILE, profesor de
Matemáticas, Manuel M. Saa Maldonado,
liberal, al frente de la cátedra de Retórica
y Poética, Carlo Soler Arqués, profesor de
Francés, un intelectual de ideas moderadas,
el krausista Tomás Romero de Castilla, su pro-
fesor de Ética, Psicología y Lógica, de quien
recibió una notable influencia que él mismo
reconocería públicamente, Anselmo Arenas
López, su profesor de Geografía e Historia,
masón y republicano, cofundador de El Dia-
rio de Badajoz y de El autonomista extreme-
ño. Siguiendo los pasos de su hermano Félix,
trasladó su residencia a Madrid en 1881 para
cursar los estudios de Medicina en la Universi-
dad Complutense.
Iniciaba un periodo de su vida en que le to-
caría pelear con unos cuantos fantasmas en
torno a las verdades y los valores de la época.
Sería un diálogo agitado y polémico con su
tiempo histórico, con las verdades y medias
verdades establecidas, con la tiranía de las
convenciones y los tabúes sociales. Deslum-
brado por el positivismo científico de H. Spen-
cer, llevó consigo una valiosa maleta peda-
gógica cargada con conocimientos sobre las
ciencias sociales, el discurso de la emergente
sociología de una sexualidad desligada de la
maternidad, las desigualdades entre hombre
y mujer según A. Bebel, traducido por Emi-
lia Pardo Bazán, y según C. Fourier también,
cuya famosa utopía sexual de las falanges
comunales sería secretamente ambicionada
por joven Felipe Trigo.
José Bergamín, en absoluto sospechoso de
parcialidad, diría refiriéndose a Felipe Trigo:
«mostró prontamente sus gustos por las lectu-
ras serias [...] enamorado de la Sociología lee
a Spencer y a Darwin; y tardaría muy poco
tiempo en abandonar las ideas morales y reli-
giosas propias de su entorno familiar». Toda su
vida no habría de ser más que un intermina-
ble peregrinaje en busca del hogar perdido
en su niñez de Villanueva de la Serena. Llevó
a cabo una revolución en el mundo del libro
y de la lectura. Fue un precursor de la socio-
logía de la sexualidad. Desgraciadamente se
granjeó una fama perversa de escritor por-
nográfico tenido como practicante de un
subgénero literario. Anatemizado por una so-
ciedad pacata e hipócrita acabó injustamen-
te en el olvido.
21
CÓLERA 1833/VERSUS CORONAVIRUS 2020
M. Pilar Rodríguez Flores
CEU. Dª en Historia, F. de Educación. UEX
El estudio de las epidemias presenta mu-
chas facetas dignas de ser analizadas
siendo la pérdida de vidas humanas su con-
notación más negativa, paralizando la vida
cotidiana en sus múltiples aspectos. La en-
fermedad y la muerte masiva, como ocurre
hoy, desequilibran los parámetros de la vida
social y arrastran a todos los demás. Desde
Oriente, a lo largo de la historia, otras pande-
mias asolaron a la humanidad… Peste Antoni-
na (s. II d.C.), Peste Bubónica y, en 1918, una
neumonía, mal denominada gripe española.
Tras las gravísimas consecuencias de la II Gue-
rra Mundial, hoy la humanidad se enfrenta a
una situación inédita, una neumonía covid19
(2019/2020), aparecida en Wuham (China),
pandemia mortal, infecciosa, contagiosa, vi-
rus darwiniano, cruel, y antisocial, que elimina
a mayores, discrimina por edad, y por ciertas
patologías respiratorias crónicas, insignifican-
te en niños, pero si posibles transmisores, de
expansión rapidísima con alto índice de fa-
llecimientos. La infección por el Sars-cov2 ha
revolucionado la humanidad debido a su ele-
vada contagiosidad, así como la descripción
de otros cuadros aparte de la enfermedad
respiratoria tan letal que produce. La forma
de abordar tal pandemia en nuestro país ac-
tualmente, sin saber los datos reales de pre-
valencia de la enfermedad debido a la falta
de realización de test masivos a la población,
nos dejan múltiples lagunas que en un futuro
probablemente nos ayudarán a comprender
la gravedad y sus nefastas consecuencias en
todos los niveles.
Taywan informa de su aparición en China
a finales del 2019, siendo su origen (hoy dudo-
so aún…) un mercado mayorista de la ciudad
de mariscos, pescados y animales vivos…,
identificado como agente causante del nue-
vo tipo de virus de la familia Coronaviridae,
denominado 2019-hCoV. La OMS a final de
enero/2020 declara la existencia de un brote
SARS-Cov2, y emergencia de Salud Pública.
“La salud de un pueblo es parte esencial de la buena administración” (S. XIX)
Parece ser (¿??) que la fuente de infección
es un reservorio de murciélago transmitido a
mamíferos que pasa después al hombre en
cadena silenciosa de transmisión de persona
a persona. Mediado el s. XX se desarrollaron
unas infecciones respiratorias coronavirus más
banales: Sars y Mers más agresivo.
China, potencia mercantilista/comunis-
ta, sociedad opaca, que practica medici-
na tradicional y descuida la higiene pública,
causa de muchas enfermedades, permitien-
do vender en sus mercados locales/húme-
dos alimentos sin control sanitario, animales
vivos… etc., ha sufrido un alto nº de (+), pre-
sumiblemente muy superiores a los oficiales, y
hoy exporta materiales sanitarios, a veces al
mejor postor, y, en muchos casos, sin verifica-
ción, por tanto, inutilizables, como se ha com-
probado en España desgraciadamente, en
las compras de marzo/abril, perdiéndose así
un tiempo imprescindible para salvar vidas.
Un mundo impotente observa con sorpresa
y pasividad este escenario no imaginando
su rapidísima expansión, pero Infectado Wu-
ham, se extiende por China y países vecinos,
llegando pronto a Europa, de manera bru-
tal a Italia, a España…, alcanzando todos
los continentes, especialmente América del
Norte y Sur…
Un mando único impone Estado de alarma
y Emergencia nacional el 14/III ante masivos
contagios del P. Vasco, Madrid y Barcelona,
asumiendo poderes especiales, un gobierno
de coalición centraliza todas las decisiones
sanitarias. Se reclama responsabilidad indi-
vidual imponiéndose higiene/aislamiento
social y/confinamiento, lo que provoca un
nuevo escenario de ciudades vacías/perso-
nas confinadas y una concepción esceno-
gráfica de la política en tv: un epidemiólogo,
un político y representantes de los C. y F. de
Seguridad del Estado, en un escenario vir-
tual, integrado el real por sanitarios, servicios
esenciales, etc., ayudando muy eficazmen-
te a la población, a la que se imponen fuer-
tes sanciones al incumplimiento del slogan:
“quédate en casa“, causa fundamental de
contener la pandemia. Los sanitarios viven si-
22
tuaciones dramáticas: muchos contagios, al-
gunos muy graves, insuficientes camas hospi-
talarias, UCIS, UVIS e instrumental… sufriendo
el país un alto índice de contagios/mortali-
dad en pocos días de marzo a mayo. Pare-
ce que llegamos tarde a su reconocimiento
oficial de la que la OMS advirtió, y que el virus
podría estar en el país desde enero/ febrero,
sin imaginar sus graves consecuencias. El ele-
vado número de ingresos, dejando en casa
a infectados/no graves, evitando colapsar
hospitales, mostró la impotencia por lo que
se hizo necesario la reconversión de hote-
les, estadios, P. de Congresos… en espacios
medicalizados y morgues, ante el gran nº de
infectados/fallecidos, asistiendo en directo a
la deshumanización de la muerte
El vibrión colérico (India 1817) aparece
en España en 1833 como enfermedad nue-
va que G. de Sámano define: “proceso in-
feccioso de graves lesiones intestinales con
pronóstico mortal, de curso muy rápido y
corto periodo de incubación” (1). Como
hoy el Covid19 produce en distintas socie-
dades/tiempos la misma vulnerabilidad ante
un enemigo mortal e invisible. Considerado
endémico/habitual de verano por los médi-
cos británicos, se denomina “cólera morbo
asiático”, siendo exportado por los soldados
ingleses. En lenta expansión de Or. a Occ.
llega a Europa en 1831, a América, a Áfri-
ca…, rotas las barreras tradicionales conver-
tido en pandemia, extendido en Portugal por
los soldados polacos, ayudando a D. Miguel
a recuperar el trono portugués. La nación es-
pañola se siente confiada como hoy, ante un
peligro que imaginan no llegaría, sin embar-
go, en julio/1833, contagiado Vigo, se toma
conciencia de la proximidad de la nueva en-
fermedad que se extiende por todo el globo.
El Ministerio de Fomento G. del Reino, legisla
prevenciones, que publica la Gaceta de Ma-
drid, desgranando las suyas Extremadura ins-
tauradas las Juntas de Sanidad. El Edicto 23/
febrero, la RO 3/marzo… etc. y sucesivas pre-
venciones no impidieron el contagio, pues
infectada Elvas, también Olivenza y Badajoz.
La Ilustración y R. Industrial prepararon el te-
rreno a la salud pública, pero fue necesaria la
fracasada Revolución Democrática de 1848,
en su victoria social, para que las causas de
la enfermedad dejasen de ser naturales para
ser sociales, convertida así la pobreza en po-
sible causa de enfermedad, y ocupando la
higiene publica un lugar relevante. Desman-
telado el A. Régimen se va conformando la
sanidad contemporánea con 1ª Ley de Sani-
dad (1855) paralela al desarrollo epidémico
de s. XIX, siguiendo la tradición europea re-
cogida en la Gaceta de Madrid. En Badajoz
Instrucciones, Dictámenes, Bandos, Oficios
de Sanidad… informan de la prevención a
los sobrecogidos vecinos a través del Diario y
Boletín Oficial de la ciudad: higiene (J. Show
en 1854 describe relación agua/cólera); ais-
lamientos, enterramientos fuera de las igle-
sias; síntomas y tratamientos, que resume una
popular coplilla:
“…mantenerenteramenteelespíritutranqui-
lo / pocos en un mismo cuarto / ventilarlo con
frecuencia / mantón en tu habitación / deja
tertulias cafés / villares, tabernas, sitios... y lue-
go confía siempre en Dios, sobretodo, Amén”
(2). Prevención de una sociedad precientífica
con demasiadas semejanzas a la tecnológica
actual en un contexto en el que los pobres “te-
nían mayor disposición al contagio y foco de
propagación” (3) pues el cma condicionó los
factores sociales, de unas sociedad en pará-
lisis del Estado, coincidiendo con la desapari-
ción de Fernando VII (29 sept 1833).
Figura 1
23
Badajoz, ciudad marginada excepto en la
guerra, sede de Capitanía General, bajo un
Gobernador Político/Militar al mando de tro-
pas en 7 cuarteles, un Arzobispo/Obispo al
frente de las 4 parroquias, de pobreza estruc-
tural, al igual que la provincia, donde hambre
y mortalidad eran dramáticas, necesitada de
beneficencia para socorrer a los muchos po-
bres de solemnidad, jornaleros y mendigos,
expulsados éstos de la ciudad, por miedo
al contagio, era, sin duda, terreno cultivado
para el cma. Su estructura urbana/sanitaria
integrada por 12 cuarteles con un profesor de
medicina, alcalde de barrio, farmacéuticos,
comisarios de sanidad, policías de barrio, mi-
licias urbanas, guardias de sanidad de puer-
ta…, 2 hospitales de S. Sebastián y Militar, y,
General del Castillo para coléricos, junto a los
lazaretos de Botoa y Carrión. Sociedad a la
que, como hoy, se impone una ingente nor-
mativa: “…las leyes sanitarias son tan rígidas
como necesarias y a su cumplimiento está
obligada toda persona, castigando al que
la contravenga “(3). Penalizaciones hoy con
un nuevo lenguaje social conformando un
particular modo de vida: aislamiento domés-
tico, distanciamiento social, confinamiento…
manteniendo la higiene, unida a guantes,
mascarillas ,test…, en principio escasos en un
mercado mundial agresivo, donde los sanita-
rios, verdaderos héroes, con turnos excesivos
de trabajo, y en muchos casos sin EPIS, que
suplen con sus elementales equipos, tendrá
graves consecuencias en nuestro país, el de
mayor nº de de sanitarios infectados/falleci-
dos (80.000/ 63 + ).
Hemos sobrevivido a una larga carrera
de desafíos, siendo las epidemias uno más,
acontecimientos súbitos, que originan muta-
ciones específicas, poniendo de manifiesto
la infraestructura preexistente: política, social,
económica… etc. Tiempos distintos/mismas
realidades marcan también hoy la vida co-
tidiana: crisis, hambre, miedo, impotencia,
aislamiento, decretos, control, ruina, muerte,
en algunos casos, convertida en estadística,
sin olvidar que al margen de la vida están las
historias personales. Un nuevo lenguaje inte-
resado desdibuja la realidad: inteligencia del
lenguaje, mentira estructural, distanciamien-
to, social, escalonamiento, inmunización co-
lectiva, ciberseguridad, geolocalización, dis-
torsión de datos, nueva normalidad…, difíciles
de interpretar por una sociedad en su mayoría
ejemplar. Sin desearlo, dada la simultaneidad
entre historia vivida y contada, somos prota-
gonistas de una sociedad en la que los mass
media, afirma JL San Pedro se han convertido
en medios de persuasión, donde la mentira
estructural parece que todo lo contamina,
plagados de “fake news”…, escondiendo a
veces la trágica realidad de los fallecidos,
muchos en soledad, números sin nombre, a
los que la sociedad respeta en silencio. Por el
contrario la (+) se inscribe en las 4 parroquias
de la ciudad que incluyen patología e indi-
caciones de edad, sexo, y condición social,
pero igualmente en 1833: ”Cuando llega a
nuestro país hubo preocupación médica y
despreocupación política sanitaria, de forma
que las medidas se darán cuando el cólera
amenaza directamente nuestras fronteras,
por lo que las consecuencias fueron fatales al
no poder librar el territorio y el instinto de con-
servación suplió a las autoridades, que siem-
pre llegaban tarde” (4) ante un desconocido
vibrión colérico, hasta el descubrimiento de
Pasteur en 1883.
Badajoz era una ciudad despoblada
(14.384 almas en 1831 más unos 5000 militares
no fijos), en la que 1.302 personas fallecieron
en 49 días, del 3 de septiembre al 21 de oc-
tubre, el (8,6%). Mortalidad catastrófica en la
que podemos analizar su distribución por sexo
siendo la (+) femenina superior a la masculi-
na, de caridad más pobres afectados, y la
edad adulta la más predispuesta a contraer
la enfermedad, y escasa la (+) infantil como
actualmente.
Una décima parte de su población sufrió
una (+) catastrófica en pocos días, justifican-
do aún más el despoblamiento del final del
Figura 2
24
siglo, situación que hoy se repite afectando
más a mayores. En 1833 la mortalidad a nivel
nacional no fue superior al (1%) de la pobla-
ción, siendo Badajoz la ciudad española con
el índice más alto, sin embargo fue escasa en
la provincia, donde será significativa en 1834,
como en Madrid, coincidiendo con la crisis
política. El General Rodil en las G. Carlistas, lo
expande al Norte desde los cuarteles extreme-
ños, sufriendo Extremadura otros brotes en el
siglo: 1835 /1836; 1850/1853/ 1854/1856/ 1859 y
1860/1865/1866/1884/1885/1890. Isabel II dará
prestaciones económicas a los facultativos
que ayudaron de forma altruista durante la
epidemia, y este año 2020 igualmente se ha
concedido el premio Princesa de Asturias de
la Concordia a los sanitarios españoles por su
heroísmo y generosidad, y la región la meda-
lla de Extremadura.
España hoy se ha enfrentado a la terrible
pandemia dictando la prevención cuando
la (+) ya era evidente (14/marzo). Higiene
y confinamiento cambian la vida cotidiana
de una ciudadanía atemorizada, pero que
ve la calle desde sus ventanas y balcones…
La (+) nacional ha sido significativa con ci-
fras muy elevadas, especialmente desde 17
marzo a 20 abril, siendo escasas las protec-
ciones, EPIS, algunas de alto precio acon-
sejando su uso a veces contradictorio… En
mayo comienza el descenso para ser en
junio una mortalidad muy escasa a nivel
nacional. Extremadura vive un calendario
similar pero una (+) significativa, superior en
Cáceres, especialmente de ancianos en re-
sidencias y sanitarios contagiados, frente a
Badajoz, donde estos datos han sido muy in-
feriores, habiendo fallecido 510 personas en
la región, comenzando en junio, finalmen-
te a desaparecer mortalidad y contagios.
Oficialmente se reconoce la confusión de
datos resultado de diversas fuentes que no
nos permiten hoy obtener conclusiones de-
finitivas, pero si podemos señalar la terrible
(+) nacional, de manera que el 2/junio asis-
timos a datos muy diferentes según diversas
fuentes de forma que los servicios funerarios
señalan (43.985 ), el Ministerio (28.000) y el
Instituto Carlos III informa de una discrepan-
cia de (15.876), por lo que hoy no podemos
aportar datos concluyentes…, que habrá,
sin duda, que realizar más adelante. No
podemos, sin embargo, dejar de señalar la
gran mortalidad especialmente de mayo-
res/sanitarios contagiados y fallecidos, la
más alta de Covid, dando lugar cada día al
agradecimiento vecinal del país en las ca-
lles con sus aplausos de las 8 e la tarde. Mor-
talidad catastrófica también en otros países
europeos, americanos etc., etc.
No todo era “coleromanía” provocada por
el miedo, no todo era oscuro, pues ciertas iró-
nicas caricaturas aparecen en la prensa de la
época como la que vemos
quitando cierto dramatismo a la situación. De
forma paralela aparecío una iniciativa veci-
nal tratando de cambiar el triste paisaje cada
día, desarrollando cierta vida social desde
balcones y ventanas,… junto al significativo y
extenso voluntariado, como en 1833, donde
muchos vecinos, religiosos, facultativos, traba-
jadores de hospital/hospicio…, ayudaron de
manera desinteresada, excediéndose en su
trabajo y recogiendo en las calles a los mu-
chos huérfanos abandonados.
Hoy la pandemia parece politizada y la
sanidad convertida en tema de seguridad
nacional: sectores industriales reconverti-
dos, incautados otros… y se reclama libertad
contra imposición cuando los estados toman
demasiado protagonismo, aparecien do re-
vueltas contra el confinamiento global como
vemos en EEUU…, que censura sus muchos
fallecidos. Una nueva normalidad, se impone
el 26/abril, desconfinamiento, protocolo de
horarios, —sin haber pasado test —, deses-
calada asimétrica, niveles, retomando acti-
Figura 3
25
vidades…, y manteniendo Barcelona y Ma-
drid más del 50 % de los casos aún a finales
de mayo. Comienza junio con esperanzas de
movilidad no sólo nacional…, pues Europa
dejó de ser espacio único y cada país mar-
có fronteras y tiempos, —como España agu-
dizó las autonómicas— dejando cicatrices
que ponen en peligro la UE, mostrando
la postpandemia también su vulnerabi-
lidad. De forma paralela asistimos a un
capitalismo en crisis, como señala J.C.
Cubeiro afirmando que el virus reseteó el
capitalismo, Japón al borde del colapso,
Europa, América…, el PIB marca datos
aterradores y la deuda pública españo-
la se desploma aumentado el paro es-
tando ante una recesión global. Siendo
la pobreza un problema de salud vemos
colas kilométricas recogiendo comida,
mayor pobreza infantil que afianza un
desierto cultural…, y hoy la compasión
sustituye a la beneficencia del s XIX, ya
reconocidas en 1833 las consecuencias
del aislamiento: “no sólo no nos librará
del cólera sino que nos conducirá a las
más espantosa miseria”(5). En definitiva,
antes y ahora el hambre es más temida
que la epidemia y nos plantea el proble-
ma de ¿vida o economía? con sus terribles
consecuencias. La tensión es mundial para
conseguir la vacuna, especialmente China/
EEUU en “carrera espacial”, hipoteca social
que incluye incluso ¿espionaje ¿ que dará
hegemonía a quién primero la consiga…, a
quién la haya capitalizado… o a quién más
la necesite…, creando su aparición grandes
diferencias y acentuará las desigualdades,
siendo sin duda un arma arrojadiza entre las
potencias…
Esperando ingenuamente que la post-pan-
demia traiga cambios positivos avanzando
ciencia y talento con un mismo objetivo…, se
mejoren los sistemas de salud, con retribucio-
nes justas y trabajos estables… pues debe es-
tar el “armario lleno para poder abrir en caso
de pandemia”, no olvidando nuestra vulnera-
bilidad, pues repetimos errores, como pronto
la II G. Mundial olvidó los desastres de la I Gue-
rra Mundial.
Los cambios se producirán en la vida co-
tidiana: horarios, aglomeraciones, tiendas,
bares, colegios/oficinas/tele trabajo, menos
jornadas presenciales… íncluso en el paisaje
urbano modificado para aislar personas y con-
tener epidemias… Más desarrollo del entorno
digital y revolución tecnológica (geolocaliza-
ción, app, robots…), facilitando el control no
sólo higiénico… y nuevos inventos prácticos
nos ayudarán y facilitaran la vida cotidiana…
para que el invierno 2020 no sea demasiado
oscuro, pues hemos perdido la primavera y
ganado la mascarilla.
FUENTES
Fig 1.- Grandville. Infectio,Ed. Roche, Basilea,
Suiza/
Fig. 2.- Rodríguez Flores, P., 1991. Morir en Bada-
joz. El cólera de 1833. S. de Publicaciones UEX.
Fig. 3.-Kunstbibliothek Preubischer keulturbe-
siitz, en H de la Medicina y de los médicos, JC
Sournia Jarpyo ed, 1998, BERLIN T.III,
Fig. 4.-El Mundo, 31 de mayo, salud, 59, las mas-
carillas los “must” de la nueva normalidad.
(1) M G de Sámano, V I: .M. Monografía His-
tórica del cma en España. Imp M. Alvarez,
Madrid.I.p.21.
(2) AMB, Leg .92,nº 21 (28 /febrero/1833.
(3) BO 13/oct/1833.
(4) BO 9/agosto/1833.
(5) S. G. Vazquez. Consideraciones sobre la
causa del cólera morbo y reseña histórica de
las epidemias que ha sufrido Badajoz. El Siglo
Médico, Año XIII, p 1866.
(+) Mortalidad / (cma) cólera morbo asiático.
Figura 4
Sharia Nº 79 Año 23 2020
Sharia Nº 79 Año 23 2020
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Sharia Nº 79 Año 23 2020

  • 1. 124 AÑOS SIN EL SONIDO DE ESPANTA-PERROS Queremos empezar el editorial de este año recordando la memoria de quien fue nuestro presidente, Manuel Márquez Martín, que dedicó tanto tiempo a esta Asociación —vein- ticinco años— desde su fundación, trabajando por ella en las diferentes juntas directivas. Tantos años de dedicación por la Asociación, merece también un reconocimiento fuera de ella, pues se comprometió por la ciudad de Badajoz desde la sociedad civil. DEP. Poco a poco vamos cerrando el año 2020, que tristemente recordaremos quienes afortu- nadamente lo podamos contar, y que pasará a los anales de la historia por las dramáticas consecuencias que está provocando. El nuevo concepto de comportamiento social que ha provocado esta pandemia, también ha afectado al desarrollo de las actividades de esta Asociación, y durante un largo tiempo tendremos que olvidarnos de las actividades de masas que realizábamos. Hemos tenido que reinventarnos con otras formas de mostrar el patrimo- nio, como los microrrelatos en videos, cambiar el formato de las conferencias de Al Mossasa y crear nuevas actividades de entretenimiento y difusión, como el concurso juvenil de dibujo, que ha sido reconocido a nivel nacional por Hispania Nostra. A pesar de todo, desde la Asociación hemos seguido trabajando y hemos presentando a las diferentes administraciones proyectos para mejorar y poner en valor nuestro patrimonio. De momento, ya anunció el Concejal de Turismo del Ayuntamiento, lo avanzado que se encuentra la colocación de una réplica de la campana de Espanta-perros por la que tanto hemos traba- jado, y que está pendiente de los informes que el Ayuntamiento debe presentar ante la Comi- sión Provincial de Patrimonio de la Junta. Entre ellos, un informe histórico artístico. Curiosa esta petición, pues en 1878 cuando los operarios del Ayuntamiento troceaban la campana, fueron los miembros de la Comisión de Monumentos quienes paralizaron el dislate, aunque fue tarde para evitar su destrucción. Presentaron un informe histórico artístico sobre la campana, que elevan a la Academia de la Historia, demostrando la valía de la misma y el destrozo patrimo- nial que estaba realizando el Ayuntamiento. Ahora, 142 años después, cuanto el Ayuntamiento pretende enmendar aquella destrucción, la Comisión de Patrimonio en lugar de consultar sus archivos, pide al Ayuntamiento que justifique lo ya justificado por la propia Comisión. A parte de lo anecdótico que encierra esta noticia, probablemente por desconocimiento, no se puede decir lo mismo del papel que están llevando a cabo nuestros representantes políticos respecto a la decisión de darle contenido al viejo Hospital Provincial. Que a estas alturas, y después de tantos años, no sepamos los ciudadanos el destino final de estos cientos de metros cuadrados vacíos en el centro de la ciudad, denota una falta de planificación y de ideas que es ciertamente desconcertante. En Cáceres, ante la misma situación del viejo Hospital Virgen de la Montaña, en un “plis plas” se han puesto de acuerdo las distintas ad- ministraciones para mantener las urgencias, el centro de salud e incorporar el conservatorio y el archivo provincial. Visto lo visto, vamos a empezar a pensar que en Badajoz tenemos un problema de personas o más bien de personajes públicos que tienen una peculiar forma de administrar los Bienes Públicos.
  • 2. 2 EL REINO DE BADAJOZ EN LAS TITULATURAS DIPLOMÁTICAS (SIGLOS XIII-XV) Pedro J. Rodríguez Moscatel Historiador El peso de la tradición historiográfica ha conferido en el imaginario colectivo que a la hora de hablar del Reino de Badajoz sea alu- sivo únicamente a hacerlo de la Taifa de Batal- yaws. Pero, en realidad, hablar del Reino de Ba- dajoz también puede suponer hacer referencia a uno de los títulos regios que fueron utilizados por los reyes de la Corona castellano-leonesa. Sobre esta cuestión ya enfatizaba Alberto González Rodríguez, cuando afirmaba: «Durante cierto tiempo Badajoz ostentó también en época cristiana la condición de reino»1 . Algo que tam- bién recordó Gonzalo Martínez Díez: «Fernando III, monarca de este conjunto territorial, unirá los nombres de los nuevos reinos conquistados a los antiguos títulos y así se presentará en los docu- mentos solemnes como rey de Castilla y de Tole- do, de León y de Galicia, de Córdoba, de Sevilla, de Murcia, de Jaén, de Badajoz y de Baeza»2 . Rey de León, de Galicia y de Badajoz. Tras la conquista de Badajoz por Alfonso IX de León (1230), se le otorgó a la ciudad un fuero, en el que se establecería su condición realenga. De vuelta, hacia el norte, ya empleaba el título de «rey de Badajoz»3 . Algo que le confiere especial significado «al añadir a la intitulación el Reino de Badajoz», tal y como expresaba Manuel Lucas Álvarez, «que justifica los éxitos de la última cam- paña contra los musulmanes con la reconquista de esta plaza, cabecera del reino de su mismo nombre», y que supone un cambio con respecto a la habitual intitulación de «rex Legiones et Ga- llecie», con el empleo, a partir de entonces, de documentos con la intitulación: «rex Legionis et Badalocii» o «rex Legionis, Gallecie et Badalocii»4 . Sin duda, un hecho que implica la importancia que llegó a ostentar Badajoz, como para que Al- fonso IX la incluyese entre los títulos de los reinos de la Corona de León en los últimos documen- tos que expidió su cancillería: «In nomine Domini nostri Jesu Cristi. Catholicorum Regnum est loca et personas religiosas diligere et venerari, iura sua illis illaesa servare, et eas possessionibus ampliare. Idcirco ego Alfonsus Dei gratia Rex, Legionis, Ga- llaeciae et Badallotii…»5 . Debido al poco tiempo transcurrido desde la conquista de Badajoz hasta la muerte de Al- fonso IX, se tiende a olvidar esta condición de relevancia que ostentó Badajoz. De hecho, se enfatiza aún más este olvido, con las constantes referencias a aquella representación de Alfonso IX que se encuentra en el primer tomo del cartu- lario denominado «Tumbo A», en la que se iden- tifica, de forma laudatoria, solamente con los títulos de «…rex Legionesivm et Gallecie». Aun- que debemos recordar que fue realizada con anterioridad a la conquista de Badajoz6 . El Reino de Badajoz desde Fernando III. En un proceso todavía incipiente, en el que se van conformando de forma paulatina las dife- rentes titulaturas dentro del contexto de la deno- minada «Reconquista», Fernando III (que unirá en su persona ambas Coronas), se nombra rey de: Castilla y Toledo (1217), tras la muerte de Alfon- so IX añadirá los títulos de León y Galicia (1230), incorporando al poco tiempo Badajoz y Baeza. Posteriormente, se incluirán de forma sucesiva los siguientes títulos: Córdoba (1236), Murcia (1243), Jaén (1246) y Sevilla (1248)7 . Por eso, en un primer momento, podremos encontrar la siguiente intitu- lación: «…ego Ferrandus Dei gratia rex Castelle, et Toleti, Legionis, et Galletie, Badalloz, et Bae- cia…» (1231); hasta conformar la lista completa de aquellos títulos donde figuraba reinar: en Cas- tilla, en Toledo, en León, en Galicia, en Sevilla, en Córdoba, en Murcia, en Jaén, en Badajoz y en Baeza; añadiendo el Algarve con Alfonso X8 . Con respecto al título de «rey de Badajoz», que utilizaba la cancillería a partir de 1230, algu- nos autores han considerado que su utilización es bastante infrecuente9 . Pero esa infrecuencia, de la que hacen mención, reside en que el or- denamiento de la intitulación inicial variaba, subiendo o bajando con respecto a la segun- da lista de reinos sin motivo aparente. De esta forma, Badajoz, Baeza y el Algarve quedarían relegadas o reservadas en la lista de reinos de la suscripción real, con todos los títulos, mientras que Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla se incorpo- rarán al encabezamiento. Posteriormente, el Al- garve aparecerá nuevamente en la lista inicial y, de forma breve, también Badajoz. Además, el orden con el cual se irían enunciando los reinos, no siempre residía en su antigüedad con respec- to a la conquista o incorporación de todas estas antiguas taifas a la Corona (como ocurría con Badajoz, Baeza, Córdoba o Sevilla). También, se podían llegar a representar diferentes leyendas a la hora de incluir todos sus dominios en el signo
  • 3. 3 rodado, apareciendo una excepcional y única referencia en la que se incluye a Badajoz: «Sig- num Ferrandi Regis Castelle et Toleti Legionis et Gallecie Badallocio Baecie Cordube»10 . Las validaciones que encontramos en los privi- legios rodados presentan una nueva intitulación en la suscripción real, ampliada con Badajoz y Baeza en la mayoría de casos, y durante algún tiempo también con el Algarve. Pero la mención de los reinos de Badajoz y Baeza en la suscrip- ción real y no en la intitulación inicial, acabará por convertirse en una expresión habitual con los diferentes monarcas11 . «Pese a que varios autores mencionan esta particularidad ninguno da las ra- zones para esta extraña discriminación», apunta Gonzalo Crespí de Valldaura12 . No obstante, se ha llegado a afirmar que no era un título de iure y que su «extraña» inclusión fue solo por cuestiones históricas como antiguo reino, sin dar más expli- caciones a esta repetida expresión de dominio13 . Con Alfonso X son significativas las referen- cias que se siguen haciendo al Reino de Bada- joz: «Y Nos sobredicho Rey Don Alfonso, por gran sabor que habemos de facer bien y merced á la ciudad de Badalloz, y porque es cabeza del Reino…» (1258); denotando la significación y el valor que en esa época se le confiere. Aunque esta denominación de «cabeza del Reino» ha lle- gado a ser tildada de figura retórica, argumen- tando que el reino musulmán era solamente un recuerdo y que el rey no se titulaba como tal14 . Sin embargo, debemos recordar que sigue apa- reciendo en la suscripción real, e incluso volvien- do a la intitulación inicial, sin motivo aparente, en los últimos años de su reinado: «(Crismón) Sepan quantos este privilegio vieren e oyeren como nos, don Alfonso por la gracia de Dios rey de Castie- lla, de León, de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén, de Badajoz, e del Algarve, en uno con nuestros fijos el inffante don Johan e el inffante don Jaymes…» (1284)15 . Con respecto a los títulos con los que aparece Alfonso X, es reseñable que a los contenidos en el Espéculo, las Partidas añaden a la intitulación el de rey del Algarve, mientras que el del Fuero Real incluye a esa lista los de Badajoz y Baeza. Pero, no serán los únicos ejemplos de Badajoz en una intitulación, ya que también está presente en el Libro conplido de los iudizios en las estrellas, en el Liber Razielis o en el Códice Rico de las Can- tigas de Santa María, evocando al reino como si se tratase de un encabezamiento protocolario («Badajoz, que es reino muy antiguo»), así como en el códice denominado el Libro de los Juegos, cuando afirma en la intitulación del colofón: «Este libro fue començado e acabado en la cib- dat de Sevilla por mandado del muy noble Rey don Alffonso fijo del muy noble rey don Ferrando e de la Reyna doña Beatriz, Señor de Castiella e de León, de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de A. El Fuero Real de Alfonso X con Badajoz entre los títulos regios.
  • 4. 4 Córdova, de Murçia, de Jahén, de Badajoz e del Algarve, en treynta e dos años que el rey sobredi- cho regnó. En la Era de mill e trezientos e veynte e un año»16 . Pero, sobre todo, cuando se refleja por escrito en un codicilo del testamento de Alfonso X, en el que también se intitula rey de Badajoz, concediendo «los reinos de Sevilla y de Badajoz» al infante don Juan en pago por su fidelidad17 . Con respecto a su evolución, Miguel Ángel Ladero Quesada afirmó que «las menciones a un “reino de Badajoz” se extinguen después del siglo XIII»18 , pero sin especificar en qué momen- to posterior al siglo XIII se extinguen. Sin embar- go, podemos comprobar que esas menciones se prolongarán tanto en el siglo XIV como en el siglo XV, como se refleja, por ejemplo, en este privilegio rodado de Enrique IV (1462): «…é yo el sobredicho Rey Don Enrique, regnante en uno con la Reyna Doña Joana, mi muy cara, é muy amada mugier, et con los Infantes D. Alfonso, et Doña Isabel, mi mui caros, y mui amados herma- nos, en Castiella, en Leon, en Toledo, en Gali- zia, en Sevilla, en Córdoba, en Murcia, en Jaén, en Baeza, en Badalloz, en Algesira, en Gibraltar, en Vizcaya, en Molina, otorgo este Previllejo, et confirmolo». En esta lista ya se incluyen otros rei- nos conquistados como Algeciras (1344) o Gi- braltar (1462), así como los señoríos jurisdiccio- nales revertidos a la Corona, que a diferencia de Badajoz y Baeza sí pervivirán en el tiempo19 . La expresión de dominio de las intitulaciones reales, que habían heredado los reyes de sus ante- cesores, se remontaba a los mismos orígenes de la «Reconquista», cuyos reinos no lo fueron en su es- tricto sentido jurídico y político, ya que todos ellos se consideraban unidos a la denominada Corona de Castilla. Pero los títulos del encabezamiento ini- cial serán los que finalmente pervivan en el tiempo, ya que no volverán a aparecer las tradicionales expresiones de dominio de Badajoz y Baeza; cu- yas menciones todavía podían encontrarse en la suscripción real de algún privilegio rodado durante el reinado de los Reyes Católicos, con quienes desaparecerá este tipo documental20 . Conclusión. Llegados a este punto, hemos compro- bado que hay autores que son conscientes de que los reyes, al adoptar los títulos de las antiguas taifas que fueron ganadas para la Corona, habían lle- gado a incorporar, aunque fuera durante algún tiempo, a Badajoz entre sus títulos regios. Otros, en cambio, considerarán que aquí no se produjo una pervivencia efectiva del reino21 . Sin embar- go, podemos afirmar que el Reino de Badajoz, aunque no pervivió de la misma forma que lo hi- cieron otros reinos como Sevilla, Córdoba o Jaén, es indudable que sí llegó a ostentar, durante al- gún tiempo, esa condición de reino nominal en época cristiana. Si la conocida «cuestión del Algarve», y su au- sencia o inclusión en la intitulación inicial, me- rece un trabajo pormenorizado, no lo es menos el estudio y evolución de otras entidades como Niebla, Baeza o la propia Badajoz. En definitiva, un periodo convulso y complejo, en cuanto a los intereses que podían existir en la frontera en aquellas fechas, y especialmente en Badajoz. Por ello, dejaremos abierto un futuro marco de interpretación, que aclare algunas imprecisio- nes, analice la evolución del Reino de Badajoz con respecto a otros reinos, así como las vicisi- tudes que pudieron llevarle a ser relegado sola- mente a la lista de reinos de la suscripción real, hasta finalmente desaparecer y quedar arrinco- nado en el olvido historiográfico más absoluto. 1 GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Historia de Badajoz, Badajoz, Universitas Editorial, 1999, p. 117. Tiene en cuenta la documentación consultada por Juan SOLANO DE FIGUEROA (1610-1684) en su Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz. Mucho antes, Rodrigo DOSMA (1533-1599) ya mencionaba que Alfonso X «se intitula regnante en Badalloz»: Discursos patrios de la real ciudad de Bada- joz, Madrid: Imprenta Real, 1601, p. 27 v. 2 MARTÍNEZ DÍEZ, G.: El Condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, Vol. I, Valladolid, Marcial Pons, 2005, p. 13. En palabras del mismo autor: «Precisamente será el derecho, creado y utilizado por los reyes, el instrumento que forjará esa unidad política interna de la Corona de Castilla; sus monarcas aunque intitulándose reyes de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Cór- doba, de Murcia, de Jaén, de Sevilla, de Baeza, de Badajoz, del Algarve, de Algeciras, y señores de Molina, de Vizcaya y de Lara, en realidad reinarán sobre un reino único bastante homogeneizado jurídicamente…». “Panorámica jurídica bajo-medieval en la Corona de Castilla”, en Boletín de la Institución Fernán Gon- zález (Burgos), año 64, núm. 204, 1985, pp. 39-56 (cita: p. 39). B. Privilegio rodado de Alfonso XI (1335), con Badajoz en la suscripción real.
  • 5. 5 3 GARCÍA TATO, I.: Las encomiendas gallegas de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. Estudio y edición documental, Tomo I, Santiago de Compostela, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2004, pp. 161-162. GONZÁLEZ, J.: Alfonso IX, Tomo I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1944, pp. 712-719 (docs. 615 al 622). PORRINAS GONZÁLEZ, D.: “Alfonso IX y la desconocida conquista de Badajoz en 1230”, Sharia (Badajoz), año 15, núm. 71, 2012, pp. 10-14. TEJEDA VIZUETE, F. (dir.): La Catedral de Badajoz, 1255-2005, Ba- dajoz, Tecnigraf Editores, 2007, pp. 106 y 108. Se recomienda la consulta de María del Pilar CALZADO SOBRINO: Tumbo Menor de León (siglo XIII): Estudio Histórico, Codicológico, Diplomático y Edición, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2016, p. 344. 4 LUCAS ÁLVAREZ, M.: El reino de León en la Alta Edad Media. V: Las cancillerías reales (1109-1230), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1993, p. 549; y también: El Reino de León en la Alta Edad Media. I Cortes, Concilios y Fueros. Núm. 48 de la Colección de «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», dirigida por José María FERNÁNDEZ CATÓN y editada por el Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1988, p. 232. 5 MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M.: Historia del Reino de Badajoz durante la dominación musulmana, Colección de documentos para la historia de Badajoz y su alfoz, Di- putación de Badajoz, 2005, pp. 288 y 377. Edición de Fernando Valdés Fernández (1ª edición: 1905). 6 PERRÍN, R.: “La Miniatura en Galicia en la Baja Edad Media”, en María del Car- men Lacarra Ducay (coord.), La miniatura y el grabado en la Baja Edad Media en los archivos españoles, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2012, pp. 103-156 (especialmente: p. 109). RODRÍGUEZ PORTO, R. M.: “El Códice Calixtino y el Tumbo A”, en VV. AA., Enciclopedia del Románico, Vol. II, A Coruña, 2013, pp. 1061-1078. El documento se encuentra en el Archivo-Biblioteca de la Catedral de Santiago de Compostela. 7 MARTÍNEZ SOPENA, P. y RODRÍGUEZ LÓPEZ, A. (eds.): La construcción medieval de la memoria regia, Universitat de València, 2011, p. 11. Baeza, que había sido cabeza de la taifa de su mismo nombre, quedó despoblada en 1226 y se convirtió en sede episcopal en 1229. «La primera vez que Fernando III utilizó los títulos de rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Badajoz y Baeza fue en un diploma de 21 de diciembre de 1230…». GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: Fernando III, el Santo, Sevilla, Funda- ción José Manuel Lara, 2006, pp. 120 y 320. MARTÍNEZ LLORENTE, F.: “De armas del rey a armas de la corona: el escudo heráldico de los reinos de León y Castilla”, en Castilla y León. La Forja de una identidad, Monografías Universitarias, Diputación Provincial de Soria, Cátedra Internacional Alfonso VIII, 2006, pp. 53 y 140. Mencio- nar que de forma transitoria se incluye al final la expresión de dominio: «in Martos et Ubeda», que caerá pronto en desuso (Úbeda, que aparecería junto a Martos, es citada únicamente al año siguiente de su toma, que tuvo lugar en 1233). IDÁÑEZ DE AGUILAR, A.F.: “Comarcas históricas en el Reino de Jaén”, en Boletín del Institu- to de Estudios Giennenses (Jaén), núm. 162, fascículo 2, 1996, pp. 867-894 (p. 872). Por otra parte, hay ejemplos en los que aparece Burgos como cabeza del Reino de Castilla, reflejándose en la intitulación: «…en Burgos, en Toledo, en Legione, en Galecia, en Badallocio, en Baecia…». AYLLÓN GUTIÉRREZ, C.: “Sobre los orígenes medievales de la Roda: a propósito de una reciente reedición bibliográfica”, Al- Basit Revista de estudios albacetenses (Albacete), nº 37, 1995, p. 39 (nota 8). 8 BURRIEL, A. M.: Memorias para la vida del Santo Rey Fernando III dadas á luz con Apéndices y otras ilustraciones por Miguel de Manuel Rodríguez, Madrid: en la imprenta de la viuda de Joaquín Ibarra, 1800, pp. 376 y 533 (la cita correspon- de a la p. 376). MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M.: op. cit., pp. 392 y 418. 9 «La denominación como Reino de Badajoz, que según Solano de Figueroa o J. González utilizaba la cancillería real a partir de 1230, nos parece bastante infrecuen- te en los textos». GARCÍA OLIVA, M. D. y MARTÍN MARTÍN J. L.: Historia de Extremadu- ra, Tomo II: Los tiempos medievales, Badajoz, Universitas Editorial, 1985, p. 278. 10 DE FRANCISCO OLMOS, J. M.: El Signo Rodado Regio en España. Origen, De- sarrollo y Consolidación (Siglos XII-XV), Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 2017, p. 49. Este autor tiene en cuenta la obra de Julio GONZÁLEZ: Reinado y diplomas de Fernando III, Tomo I, Córdoba, Monte de Pie- dad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1980, documento nº 653. 11 BORRERO FERNÁNDEZ, M.: Sevilla, ciudad de privilegios: escritura y poder a través del privilegio rodado, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Universidad de Sevi- lla, Fundación el Monte, 1995, pp. 36, 37 y 583. LÓPEZ GARRIDO, J. L.: El privilegio rodado de los Reyes Católicos, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura del Excm. Ayuntamiento de Cádiz, 1992, p. 63. SÁNCHEZ BELDA, L.: “La Cancillería caste- llana durante el reinado de Sancho IV (1284-1295)”, en Anuario de Historia del Derecho Español (Madrid), núms. 21-22, 1951-1952, p. 203. SANZ FUENTES, M. J.: “La confirmación de privilegios en la Baja Edad Media. Aportación a su estudio”, Historia, Instituciones, Documentos (Sevilla), núm. 6, 1979, pp. 341-367. 12 CRESPÍ DE VALLDAURA, G.: “Privilegio rodado de Alfonso X concediendo mer- cado semanal a Santa Cruz de Campezo (estudio paleográfico y diplomático)”, Sancho el Sabio: revista de cultura e investigación vasca (Vitoria), núm. 14, 2001, pp. 145-154 (cita: p. 150). 13 MACDONALD, R. A.: Texto Jurídico Atribuido Al Rey De Castilla Don Alfonso X, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990, p. 27. PAVÓN CASAR, F.: La Imagen de la Realeza Bajomedieval Castellana en los Documentos Manuscritos [tesis doctoral], Madrid, Universidad Complutense, 2009, p. 162. 14 DOMENÉ SÁNCHEZ, D.: op. cit., p. 106. La transcripción la toma de GONZÁLEZ, T.: Colección de privilegios, Franquezas, Exenciones y Fueros… Tomo VI, Madrid, 1833, pp. 113-114. En su tiempo la citó y reprodujo parcialmente Solano de Figue- roa, cuya expresión ha llegado a ser transcrita como «cabeza de reino» o «…del reino». TEJEDA VIZUETE, F. (dir.): op. cit., p. 102. 15 Privilegio rodado de Alfonso X concediendo una serie de exenciones y privi- legios al monasterio de San Clemente de Sevilla (10 de enero de 1284). Archivo del Monasterio de San Clemente de Sevilla, Sec. I, Nº 60 (Badajoz, a diferencia de Baeza, aparece tanto en la intitulación inicial como en la suscripción real). Se puede consultar el documento y su transcripción en Mercedes BORRERO FER- NÁNDEZ: op. cit., pp. 313-316. También se ha localizado otro privilegio dado en Sevilla el 22 de diciembre de 1278, con Badajoz en la intitulación inicial, transcrito por José RODRÍGUEZ MOLINA: “La Mesta de Jaén y sus conflictos con los agricul- tores (1278-1359)”, en Cuadernos de Estudios Medievales y Ciencias y Técnicas Historiográficas (Granada), núm. 1, 1973, pp. 77-79: «Don Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallisia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Jahén, de Baeça, de Badajoz, del Algarbe…». 16 CALAHORRA MARTÍNEZ, P.: “Las cantigas de loor de Santa María del rey Alfon- so X El Sabio”, en Luis Prensa y Pedro Calahorra (coords.), VI Jornadas de Canto Gregoriano, Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2001, pp. 15-50. FERNÁN- DEZ FERNÁNDEZ, L.: “Libro de axedrez, dados e tablas. Ms. T-I-6. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Estudio Codicológico”, en Libro de los juegos de ajedrez, dados y tablas de Alfonso X el Sabio, Valencia, Scriptorium, 2010, pp. 69-116 (en lo concerniente a Badajoz: pp. 91-92). GÓMEZ REDONDO, F.: Historia de la prosa medieval castellana. Vol. I: La creación del discurso prosístico: el entramado cortesano, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 822-823. MARTÍNEZ DÍEZ, G.: “Los Reinos de la Corona de Castilla”, en José Antonio Escudero (coord.), El rey: historia de la monarquía, Vol. I, Barcelona, Planeta, 2008, p. 206. PAVÓN CASAR, F.: op. cit., pp. 98, 122 y 162. PÉREZ MARTÍN, A.: «El Fuero Real y Murcia», Anuario de Historia del Derecho Español (Madrid), núm. 54, 1984, pp. 55- 96 (especialmente: pp. 60-61). 17 «Et mandamos al infante don Juan, nuestro fijo, los reinos de Sevilla e de Ba- dajoz, con todas las villas, e los castillos, e las fortalezas, et con todos sus tér- minos, et con todas sus tenencias segund diz en el privillejo que les nos damos destos reinos sobredichos […] mandamos que D. Juan y que los que del vinieren obedezcan siempre y conozcan á aquel que de derecho nos heredare por nos Castilla y Leon, y los otros nuestros reinos» (1284). MANRESA SÁNCHEZ, J. M.: His- toria legal de España: Desde la dominación goda, hasta nuestros días, Tomo I, Madrid, Establecimiento Tipográfico Calle del Sordo, 1841, pp. 256-264 (cita: p. 259). Las disposiciones testamentarias de Alfonso X no tuvieron finalmente efecto y los poderes políticos se mantuvieron en torno a Sancho IV. LADERO QUESADA, M. A.: “La formación de la frontera de Portugal en los siglos XII y XIII y el tratado de Alcañices (1297)”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), Tomo 194, núm. 3, 1997, pp. 425-482 (especialmente la p. 441). 18 LADERO QUESADA, M. A.: “Las regiones históricas y su articulación política en la Corona de Castilla durante la Baja Edad Media”, En la España Medieval (Ma- drid), núm. 15, 1992, pp. 213-248 (cita: p. 238). 19 LOPERRÁEZ CORVALÁN, J.: Colección diplomática citada en la Descripción histórica del Obispado de Osma, Tomo III, Madrid: Imprenta Real, 1788, p. 305. Se recomienda la consulta de Bonifacio PALACIOS MARTÍN: “Origen de la concien- cia regional extremeña: el nombre y el concepto de Extremadura”, Alcántara: Revista del Seminario de Estudios Cacereños (Cáceres), núm. 13-14, 1988, pp. 9-22 (en concreto: pp. 12-13); y también: Guillermo KURTZ SCHAEFER: “El Reino de Badajoz mil años después”, en Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz, Tomo X, imprime: Gráficas Diputación de Badajoz, Real Sociedad Económica Ex- tremeña de Amigos del País de Badajoz, 2015, pp. 139-148 (corresponde al ciclo: El Milenio del Reino de Badajoz, en la RSEEAP, el 31 de marzo de 2014). 20 Privilegio rodado de los Reyes Católicos confirmando el de Enrique IV. Confir- matorio de la Carta de Población (Medina del Campo, 19 de Febrero de 1482). Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Caja Nº 3, Exp. 24. En este privilegio ro- dado de los Reyes Católicos (Isabel y Fernando), encontraremos los títulos ara- goneses junto a los títulos castellano-leoneses ya mencionados con anterioridad, en cuya lista de «Reinos y Señoríos» vemos ampliada con Baeza y Badajoz en la suscripción real. 21 Según José Luis SÁNCHEZ BADIOLA: «No se dio aquí, en cambio, una pervivencia efectiva del reino moro de Badajoz: a partir de Alfonso IX y Fernando III, figura entre los lugares donde el monarca reina, pero no así entre los títulos regios, aun cuan- do, en 1284, Alfonso X lega este reino, junto con el de Sevilla, al infante don Juan». Símbolos de España y de sus Regiones y Autonomías, Madrid, Editorial Visión Libros, 2012, pp. 89, 289, 290 y 291 (cita: pp. 289-290). En cambio, Bonifacio PALACIOS MAR- TÍN argumenta lo siguiente: «En cuanto al “Reino de Badajoz” hay que señalar que este título fue muy usado por el último rey privativo de León, Alfonso IX y, aunque menos, por Fernando III, tras la anexión de este reino. Pero su uso fue decayendo con el paso del tiempo hasta quedar prácticamente reducido a los documentos relacionados con la región […] Efectivamente esa denominación que, cuando era llevada por los reyes leoneses, ocupaba un lugar sobresaliente entre sus títulos, se di- luye en cambio entre los muchos que ostenta la nueva corona castellano-leonesa, que empieza a abandonarlo poco a poco», op. cit., pp. 12-13. Algo similar a lo que también recordó Fernando DÍAZ ESTEBAN: “El Reino Taifa de Badajoz”, en Apuntes de Historia para la ciudad de Badajoz, Tomo II, Ponencias y comunicaciones, Mé- rida, Editora Regional de Extremadura, 2002, pp. 121-126. Por otra parte, Rodolfo ORANTOS MARTÍN que incluye el título de «Rey de Badajoz» dentro de los «Títulos de Antigua Soberanía Real», considera que: «No se utilizó nunca el título de rey de Ba- dajoz en recuperación de su taifa, a diferencia de otros reinos de Andalucía, salvo por Alfonso X de Castilla y León que sí lo hizo entre 1949 y 1255», p. 34 (nota 71): “A falta de Ley Orgánica, un reglamento de la Real Familia Española”, en Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Extremadura (Cáceres), núm. 33, 2017, pp. 30, 32 y 34 (art. 7, en: Artículos Doctrinales – Derecho Público). IMÁGENES: A- Fuero Real del rey Alfonso X el Sabio [Manuscrito]. Biblioteca Nacional de Es- paña (Madrid), Mss/7798. Acceso en línea a través de la Biblioteca Digital Hispá- nica (p. 4): http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000070946 [20/03/2020]. En este denominado Fuero Real de España, también conocido como Libro del Fuero de las Leyes o Fuero castellano, se hace constar rey de Badajoz, junto al resto de sus títulos: «Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallicia, de Sevilla, de Córduva, de Murcia, Jahen, de Badalloz, de Baeza e del Algarve». Con respecto a su datación, ediciones y otras particulari- dades, se puede consultar PÉREZ MARTÍN, A.: op. cit. B- Privilegio rodado, confirmando el cambio de la heredad de Mejorada, en tér- mino de Fita, por unas viñas en Valladolid, hecho entre el Monasterio de Sta. Mª la Real (Valladolid) y Fernán Rodríguez, camarero del Infante D. Pedro [Manuscrito]. Fechado en Valladolid, 12 de octubre, era de 1373 (1335). Biblioteca Nacional de España (Madrid), VITR/5/11. Acceso en línea a través de la Biblioteca Digital Hispánica: http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000134753 [20/03/2020].
  • 6. 6 APROXIMACIÓN AL NÚMERO DE VÍCTIMAS DE BADAJOZ CAPITAL EN LA GUERRA DE CUBA (2ª parte) M. Antonio García Ramos. Militar (R) Hace cuatro años, en el nº 74 de este bole- tín se publicaba la primera parte de este trabajo, donde se aportaba en su par de pági- nas de extensión una serie de datos que iban desde los hijos de la ciudad que fueron a la guerra que a finales del siglo XIX tuvo lugar en la Isla de Cuba, hasta su número de fallecidos. Se estimaba la cifra en 82 muertos comproba- dos documentalmente, pero como cita el título, era una aproximación. Hoy, el fruto de la con- tinuidad en las investigaciones permite subir a 99 soldados los fallecidos por diversas causas. Pero el análisis de esos datos no es el objetivo de esta nueva contribución, harían falta muchas más páginas que las cuatro de que se dispone para poder pormenorizar en detalle toda la ca- suística y que nos permita extraer conclusiones lo suficientemente fundamentadas para poder asumir el horror de sus números y sobre todo, de sus circunstancias. En este nuevo artículo vamos a tratar, acaso someramente, de los dos regimientos de infante- ría que actualmente radican en Badajoz, Sabo- ya nº 6 y Castilla nº 16 y del disuelto Baleares nº 41, (desde 1899 Regimiento Gravelinas). Durante los años de la contienda ultramarina, Castilla y Baleares tenían su guarnición en nuestra ciudad, cuarteles de S. Francisco y S. Agustín respecti- vamente, y el Saboya acuartelaba en Lega- nés (Madrid). Los tres regimientos, al compartir desde el 31 de agosto de 1893 la misma región militar, la primera, y mismo cuerpo de ejército, el primero, aglutinaban entre sus filas a muchos jóvenes naturales de Badajoz capital. El batallón expedicionario que cada regi- miento organizó fue destacado a la zona de operaciones en 1895 y repatriado a la Península en enero de 1899, pero Baleares marchó en junio del primer año, mientras que tanto Saboya como Castilla fueron enviados en noviembre. Recordemos que la guerra dio comienzo el 24 de febrero de este primer año. Por tanto, los dos regimientos que actualmente forman parte del organigrama de la Brigada Extremadura XI estu- vieron 38 meses en la guerra, y el Baleares tres años y 7 meses. Esta diferencia en el tiempo des- tinado en la Isla se reflejará en las bajas habidas entre los expedicionarios. Siguiendo el orden de antigüedad desde su fundación, comenzamos con el regimiento Sa- boya nº 6: Con un rápido vistazo podemos comprobar que la fiebre amarilla fue la enfermedad que hizo más estragos en aquellos hombres, o por qué no decirlo en términos fisiológicos, en aque- llos cuerpos inmaduros. No se conocía remedio alguno para ese mal, ni qué lo transmitía. El his- toriador norteamericano John Lawrence Tone la define de la siguiente manera: “La fiebre amarilla causaba muertes de una agonía cruel, ya que las víctimas, entre gritos de- lirantes que enloquecían a los médicos, sangra- ban por la nariz, las encías, los oídos, el recto y los genitales, y vomitaban una mezcla de sangre con tejidos, una pulpa que parecía hecha de po- sos de café [vómito negro]”…En la fase final, los pacientes moribundos aullaban, echaban pestes y había que atarlos a las camas del hospital mien- tras la sangre fluía de cada uno de sus orificios empapando sábanas, las paredes y el suelo”. El hospital militar de Colón (Matanzas-Cuba) fue testigo de la gran mortandad que en 1896 afectó a este regimiento y como en el resto de unidades, el otoño fue el periodo más letal de cada año. De los cinco badajocenses fallecidos destina- dos en el expedicionario de Saboya dos lo fue- ron por fiebre amarilla y tres por enfermedades de las llamadas comunes. A continuación trataremos de Castilla nº 16: Si los datos que se poseen no son incomple- tos, este Regimiento tuvo 356 muertos, que tal como podemos observar en el gráfico adjunto, tres solda- dos murieron de enfermedad común durante el viaje de ida a Cuba (dos en 1895 y uno en 1896), 18 lo fueron en combate frente al enemigo, 152 víctimas del vómito negro o fiebre ama- rilla, 28 fallecieron en hospitales militares de la Península y duran- te el viaje de repatriación, más 186 de enfermedades comunes o accidentes. Sus peores años fueron 1896 y
  • 7. 7 1897. En cuanto a las provincias cubanas donde existen más enterrados de Castilla son Pinar del Río y La Habana. Aproximadamente el veinticinco por ciento de la fuerza enviada murieron por causas direc- tas o indirectas de aquella injusta guerra. Las indirectas son las producidas por mal nutrición, falta de higiene y agotamiento, ya que la fiebre amarilla se considera endémica del país y las de acción de guerra son consecuencia lógica de las acciones combativas. Estos datos analizados con la mentalidad del siglo XXI, aparecen como desorbitados, a pesar de que solo nos fijamos en los fallecidos, si también hurgáramos en la situa- ción en que quedaron los repatriados al final de la contienda hispano-cubana-norteamericana, se nos pondrían los pelos de punta, con escenas de miseria rampante por las estaciones de fe- rrocarril y en las plazas de los pueblos, de solda- dos mendigando con una manta raída sobre los hombros, alpargatas rotas y aspecto cadavé- rico. Escenas que sin embargo, solo golpearon la conciencia de algunas élites intelectuales, la que se dio en llamar Generación del 98, ya que el pueblo llano, sufrido, de pan con aceite, ce- bolla, vino tinto y boina, los que no poseían las 1.500 pesetas que costaba salvar a un hijo de la guerra, como en otras ocasiones, sumiso calló. Y para terminar pasamos a analizar las bajas habidas entre los expedicionarios del Baleares nº 41: Como ya apuntábamos en párrafos anterio- res, desde que en julio del primer año de guerra llegan los componentes del Baleares a la pro- vincia oriental de Santiago de Cuba, foco inicial de la guerra en 1895, hasta que seis meses después desembarcan Saboya y Castilla, ya llevaban los prime- ros 101 muertos por fiebre amari- lla. También la circunstancia de que fuera verano y todo el oto- ño, fechas ya indicadas más fa- vorecedoras de la propagación de la enfermedad debido a las grandes lluvias, con incidencia especial sobre personal no acli- matado, hicieron que sus índices de mortandad superaran am- pliamente al de otras unidades expedicionarias. De los 587 muertos entre los enviados desde el cuartel de S. Agustín, de Badajoz, 15 fueron oficiales, y de estos solamente uno murió de en- fermedad común, mientras que soldados afec- tados por este último tipo de padecimiento lo fueron en número de 267, lo cual es un indicador de la calidad de vida de unos y otros. Ya que como hoy día se conoce, la fiebre amarilla la transmite el mosquito aedes aegypti y no está relacionado necesariamente con la pobreza de alimentación e higiene como sí la anemia, ma- rasmo, disentería y el cólera. Resumiendo todo lo anterior, la incidencia de la guerra en los tres batallones expedicionarios tratados y que de alguna manera tuvieron o tie- nen que ver con Badajoz ha sido enfocada des- de puntos de vista diferentes, donde cualquiera de ellos bastaría para llenar muchas páginas de penas y miserias, fiel reflejo de aquella España y que trascendería hasta bien entrado el siglo XX. A duras penas y gracias a las nuevas tecnolo- gías, se está reescribiendo aquella historia cuasi ol- vidada, tratando de analizar bajo nuevos puntos de vista en base al acceso a fuentes primarias y a bibliografía y prensa digitalizada, de poner en valor la abnegación y el sacrificio que hizo nuestra nación, principalmente las clases humildes, en in- tentar evitar lo inevitable una vez que Estados Uni- dos tomó interés espurio en lo que para algunos historiadores fue una guerra civil. Para ampliar consultar la siguiente bibliografía: Apuntes para la Historia Mi- litar de Extremadura. ALVARO MELENDEZ TEODORO. Ed. 4 ga- tos. Badajoz 2008 De Extremadura a Cuba. Los últimos conquistadores. MANUEL ANTONIO GARCIA RAMOS. Ed. Sueños de Tinta (Librerías abece- dario). Badajoz 2013. Participación de Castilla nº 16 en la Guerra de Cuba. MA- NUEL ANTONIO GARCIA RA- MOS. Editamás. Badajoz 2018.
  • 8. 8 CAROLINA CORONADO, DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS DE SU NACIMIENTO Isabel Mª Pérez González Carolina Coronado nació en Almen- dralejo en 1820, esto es, a comienzos de una década oscura, de represiones polí- ticas contra las cuales su padre, de tenden- cia progresista, habría de reaccionar no sólo con sus actitudes políticas, sino con el talan- te de la educación dada a sus vástagos. Ese conocimiento temprano de valores como la libertad, la educación o el humanitarismo iba muy pronto a cristalizar en un compromiso con la dignidad humana que Carolina Co- ronado acabaría mostrando con la pluma y con la acción. En ese sentido se comprende que durante la primera Guerra Carlista aquella joven de dieciocho años se ofreciera a bordar el em- blema de los voluntarios liberales de Extrema- dura. Un gesto público que podría parecer impropio de una muchacha meditabunda e introvertida como aparentaba ser la ado- lescente Carolina. Y es que no era la timidez lo que la mantenía ensimismada, sino una lu- cha interior en la que se debatían el deber de obediencia a los dictados sociales contra el impulso acuciante de su curiosidad inte- lectual y su vocación creadora. Porque en el siglo XIX a la mujer se la consideraba como un “ángel del hogar” destinado exclusiva- mente a adornar con sus virtudes la felicidad doméstica y transmitirlas especialmente a las hijas, para lo cual no se veía necesaria una educación integral y mucho menos una ac- tuación pública. De ahí que las aspiraciones de la joven extremeña, a contracorriente de las costumbres no ya rurales sino de toda la sociedad, provocaran en ella una lucha in- terior de la que a veces su salud salió mal- parada. No obstante, la hostilidad general hacia el talento femenino no pudo vencer la voluntad creadora de una joven que mien- tras desarrollaba las tareas domésticas iba componiendo unos poemas retenidos en la memoria hasta poder escribirlos en la sole- dad de la noche. Muy pronto tales esfuerzos iban a verse re- compensados gracias a la ayuda del drama- turgo romántico Juan Eugenio Hartzenbusch a quien escribió Carolina en demanda de ayuda. Y en efecto, bajo la protección de este prestigioso escritor y prologado por él salió a la luz en diciembre de 1843 el primer li- bro de Poemas de Carolina Coronado. El éxi- to de la obra fue tan fulminante como la en- trada de la poeta en la leyenda, porque en enero de 1844 un diario madrileño difundió la noticia de su muerte. El inmediato desmenti- do de la supuesta fallecida, víctima en rea- lidad de un ataque cataléptico, no impidió que se creara en torno a ella un halo de mis- terio y atractivo que habría de acompañarla durante toda su vida. Misterio que ella culti- vó desde muy joven, por ejemplo, al mante- ner en secreto — un secreto que ha llegado a nuestros días— la identidad de misterioso amante “Alberto”, destinatario de la más pa- sional y arrebatada poesía de la extremeña. Así escribía: Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras, y quisiera exhalar mi último aliento abrasada en el aire que respiras. Se dice que la imposibilidad de tales amo- res sumió a la poeta en una de sus cíclicas crisis nerviosas, lo que determinó que su fami- lia la llevara a un balneario cerca de Madrid. No importa aquí cuáles fueran las verdade-
  • 9. 9 ras razones de aquel viaje, lo que interesa es que en la corte la poeta fue aclamada por los más conspicuos escritores y artistas que quisieron homenajearla al modo de la épo- ca, esto es, coronándola en una sesión so- lemne del Liceo. Era el año 1848, fecha en la que ya Carolina Coronado era colabora- dora de los periódicos más importantes de Madrid y de toda la geografía española, y no una colaboradora cualquiera. El caso es que tras el éxito de su primer libro la joven poeta comenzó a manifestar su compromiso con la defensa de los derechos ciudadanos, muy especialmente los derechos de la mu- jer a la educación y la actividad literaria, ello expresado con vehemencia y sin tapujos en radicales poemas de denuncia: Pero os digo, compañeras, que la ley es sola de ellos, que las hembras no se cuentan ni hay nación para este sexo. Hemos de reconocer la valentía de esta joven provinciana que, no en vano, acabó por convertirse en abanderada de la primera nómina de escritoras españolas y musa, jun- to a Gertrudis Gómez de Avellaneda, de sus contemporáneos. Por aquellos años la escritora alternó los viajes —a Andalucía para veranear, pero también para batallar con los editores de sus próximos libros o aquél que la llevó como co- rresponsal a la Exposición de Londres— con largos periodos de estancia rural en Bótoa y la finca Jarilla, donde escribió la nove- la homónima Jarilla, considerada su mejor obra narrativa; también su polémico artícu- lo identificando a Safo y a Santa Teresa o composiciones religiosas a un Dios panteísti- co y humano en quien Carolina depositó su exuberancia carnal, como en el poema de corte místico “El amor de los amores”, quizá su composición más antologada. En ella lee- mos versos como estos: Y ¿por qué de mi vista has de esconderte; por qué no has de venir si yo te llamo? ¡Porque quiero mirarte, quiero verte y tengo que decirte que te amo! Si hemos de creer las noticias llegadas a través de un álbum personal, el 14 de febre- ro de 1852 Carolina Coronado fue presenta- da a Horatio Justus Perry, que acababa de renunciar a la Secretaría de la embajada de los Estados Unidos para regresar a su patria. No tardaría éste en deshacer sus planes, el 10 de abril de 1852 Carolina Coronado y Ho- racio Perry se casaban en Gibraltar según la liturgia protestante, ceremonia revalidada ante la autoridad católica de París el 6 de julio de 1852, año en que aparecería tam- bién la segunda colección de Poemas de la extremeña. Desde ese momento Carolina Coronado habría de convertirse en el más firme apoyo a la carrera diplomática de Perry, en unos años en los que las relaciones entre los Esta- dos Unidos y España no eran muy amigables a causa de las pretensiones americanas so- bre la isla de Cuba. Son proverbiales las in- tervenciones pacificadoras de la ya señora Perry en los momentos más cruciales, como la situación extremadamente crítica de 1854 en que un embajador filibustero recu- rrió incluso hasta la conspiración para pro- vocar un conflicto armado. La mediación de Carolina Coronado sirvió para evitar la guerra pretendida por los senadores del Sur, quienes en su contrariedad provocaron el cese del Secretario. Fue aquél el momen- to en que Horacio Perry, ahora ciudadano privado, se asoció con Samuel Morse, entre otros inversores, para establecer una com- pañía destinada a la instalación del telégra-
  • 10. 10 fo interoceánico. Para entonces, el salón de los Perry Coronado se había convertido en un celebrado punto de reunión para los principales escritores, artistas, diplomáticos y políticos de las más enconadas rivalida- des y divergencias ideológicas, a la sombra de la tolerancia y el respeto que imponía su anfitriona. Pero el sentido de la justicia que siempre exhibió Carolina Coronado no podía perma- necer pasivo sin luchar por la restitución del honor de Perry, en entredicho tras su forza- da dimisión. Sublevados sus característicos redaños, la poeta acabaría demandando al mismísimo presidente Lincoln la reposi- ción de su esposo en la Secretaría, deman- da que fue inmediatamente atendida. A las alturas de la década de 1860, los valores humanos y literarios de Carolina Coronado habían empezado a difundirse en los Esta- dos Unidos gracias a los escritos del emble- mático poeta, editor y periodista, William C. Bryant, prohombre de Nueva York —amigo entrañable de Walt Whitman—, admirador ferviente de la extremeña y traductor de Ja- rilla y de algunas de sus poesías. Asimismo el honorable Carl Schurtz, embajador esta- dounidense en Madrid durante algún tiem- po, resultaría un valedor de la señora Perry ante los norteamericanos, como refleja en las páginas de sus Memorias. Fueron aque- llos también los años de agitación política en los que Carolina Coronado habría de ser- virse de su prestigio personal y su influencia política y humana para librar de la muerte a numerosos sublevados contra el gobierno de Isabel II y sus tiranas corruptelas, entre ellos se encontrarían Emilio Castelar, Martos, Becerra o Carlos Rubio y un gran número de ciudadanos anónimos. Por otra parte, hemos de recordar aquí el compromiso de Carolina Coronado con la abolición de la esclavitud, manifiesto en ter- tulias y publicaciones periódicas; un compro- miso, por cierto, que habría de conducir a su nombramiento como presidenta de la Aso- ciación de mujeres abolicionistas de Madrid, mano a mano con la eminente Concepción Arenal. No extraña, pues, que con la eufo- ria de la libertad tras la revolución Gloriosa de 1868, la poeta participara en un mitin le- yendo desde el estrado su conocido poe- ma contra la esclavitud en Cuba con versos como estos: No, no es así: al mundo no se engaña. Sonó la libertad. ¡Bendita sea! Pero después de la triunfal pelea, no puede haber esclavos en España. ¡O borras el baldón que horror inspira, o esa tu libertad, pueblo, es mentira! Pero la vida de los Perry Cornado, marcada por la muerte tras la pérdida de su hijo Horacio cuando todavía era un bebé, daría el vuelco definitivo en 1973 al fallecer su primogénita en plena adolescencia. Carolina fue presa enton- ces de un derrumbamiento psíquico que de- cidió el traslado de la familia a Lisboa, donde Perry, abandonada definitivamente la diplo- macia, se dedicó a los negocios del cable inte- roceánico. Allí pasarían años de relativa calma entre los palacios de Bessone y de Mitra, cerca de Lisboa, donde volvieron a abrir sus salones a distinguidos contertulios portugueses, españo- les y estadounidenses. No obstante, Carolina se sumió en duelo personal hasta el fin de sus días, de manera que renunció a cualquier tipo de halago u homenaje público. Tal ocurrió en 1889 cuando a instancias del erudito pacense Nicolás Díaz y Pérez, sus paisanos se propusie- ron coronarla con todos los honores. Fue cuan- do respondió con aquel soneto que comienza: Una corona no, dadme una rama de la adelfa del Gévora querido, y mi genio, si hay genio, habrá obtenido un galardón más grato que la fama. No mucho después, la competencia des- leal de los monopolios empresariales acabaría arruinando la empresa cablegráfica de Hora- cio Perry, quien murió en un triste alejamiento de la patria en 1891. Una larga supervivencia de semi lucidez y pobreza habría de aguardar a la anciana poeta a quien sólo le quedaba su hija Matilde y el cadáver embalsamado de su esposo. Moriría en Mitra el 15 de enero de 1911, aún casi en las manos la memoria de Bó- toa que acababa de enviarle su sobrina Aida Landa. Días después llegaban a la estación del ferrocarril de Badajoz los restos de Horacio Perry y Carolina Coronado. Desde allí partirían hacia nuestro cementerio, acompañados en multitud por una ciudadanía pacense emo- cionada y silenciosa.
  • 11. 11 100 AÑOS DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BADAJOZ C­armen Araya Iglesias Onda Cero. 16 de Enero de 2020 Através de mi tesis doctoral: Ambiente Ar- tístico Pacense 1900-1950, nos pudimos acercar a los entresijos que esta pequeña ciu- dad de provincias presentaba en el año 1900 con un total de 30.899 habitantes, gobernada por una oligarquía y dominada por un campe- sinado que emigraba del campo a la ciudad, buscando un futuro mejor. Podemos seguir este perfil sociológico a través de la novela de Fé- lix Urubayen La ultima cigüeña, de 1921 que los clasificaba en: Descendientes de los conquista- dores, Hijos de los guerreros que luchan contra los moriscos y Los imitadores de Godoy y demás favoritos extremeños. Tampoco los viajeros nos dejan un perfil muy alentador (opiniones de An- tonio Ponz, José María Salaverria, Alfonso Caste- lao, Gerald Brenan, Josep Pla o Michaner, reco- gidas por M. Pecellín en 1985). La prensa Contaba la ciudad con 26 hojas periódicas: Nuevo Diario, Diario de Badajoz, Correo de Ex- tremadura, La Región Extremeña, La Coalición, Noticiero Extremeño, La Libertad y el Hoy. Junto a importantes Revistas: Archivo Extremeño, Re- vista de Extremadura, y la Revista de Estudios Ex- tremeños. Ya recogía el Correo de la Mañana de 1914, la necesidad de un Museo para la ciu- dad. Será la Diputación, dirigida por Sebastián García Guerrero quien tome las riendas de todo este proyecto. La radio no se hace presente hasta 1933, por lo que la influencia de la prensa escrita era muy determinante aún a pesar del grado de analfabetismo de la población, su ni- vel de pobreza, de salu- bridad y el alto índice de mortalidad infantil. Las ideologías En cuanto a su ideolo- gía, la ciudad se debatía entre el regionalismo de perfil católico, el liberalis- mo y un republicanismo que la prensa tensaba cada día. Con fuerza irrumpían el krausismo y la masonería. Entre las Instituciones que susten- taban estos deseos de apertura estaban la Real Sociedad Económica, el Instituto General Téc- nico, el Liceo de Artesa- nos, la Escuela Normal, La Escuela de Artes y Ofi- cios y la Caja Badajoz. Uno de los eventos de mayor relevancia fue la conmemoración del IV Centenario del Descu- brimiento, cuando la ciu- dad fue consciente de sus necesidades para la modernización. La literatura Los escritores del momento fueron Rodríguez Moñino, López Prudencio, Segura Otaño, Reyes Huertas, Monterrey, Chamizo, Felipe Trigo, Ba- rrantes y Díez Canedo. Vista de una sala del museo en su ubicación original en el edificio de la Diputa- ción Provincial en la década de 1920. Foto Garrorena. Archivo Provincial.
  • 12. 12 Las enseñanzas artísticas La Academia Municipal de Pintura y Dibujo fue creada por Felipe Checa el 1 de Mayo de 1876, con un presupuesto de 1500 pesetas por parte del Ayuntamiento. Contó inicialmente con 21 alumnos. En 1894 se fundó la Escuela de Artes y Oficios, donde se acaba integrando la Aca- demia de Municipal de Pintura, y que inició su andadura el 11 de marzo con 31 alumnos. Co- nocemos desde 1913 sus memorias. La primera profesora fue Carmen Lucenqui, en 1927. La que hoy conocemos es de 1959, desde el 17 de abril, como Patronato en el actual Palacio de Godoy. La Diputación Provincial y su mecenazgo Se crearon las Becas de Estudio de artistas pen- sionados, para realizar estudios en Badajoz, Ma- drid y el Extranjero. Creó también la Academia de Artes e Industrias en 1908 con Enrique Vázquez como presidente y con un mayor impulso en 1926 con Sebastián García Guerrero. Ocupó el antiguo Seminario de San Atón y el Colegio de Padres Pau- les de la plaza de Minayo en 1928. De esta institu- ción, surgen los Hogares Provinciales en 1942 con su director Ildefonso Sánchez Redondo y el Con- servatorio Provincial en 1927, dirigido por Bonifacio Gil. Será la primera profesora D Manuela Arcas. Su labor fue muy amplia a partir de 1930. Llego a te- ner 311 alumnos. Se organizaron veladas y exposi- ciones artísticas y musicales en 1940. Ocupó estas salas del Seminario hasta 1981 que se trasladó al Palacio actual de Duque de San Germán. Los artistas que forman esta primera generación reciben una formación clásica, están becados por la Diputación y al- gunos consiguen salir al extran- jero, como el propio Covarsí, a Italia, París, Bélgica y Londres, de lo cual dejo escrito sus Im- presiones de Viaje. Su máxima aspiración son las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. A nivel local las del Ateneo Pa- cense o las del Centro de Es- tudios Extremeños creado en 1927 al igual que su revista. Los podíamos agrupar en cos- tumbristas: Hermoso, Covarsí, Pérez Jiménez. O como más independientes Ángel Carras- co Garrorena, Timoteo Pérez Rubio, Antonio Juez, Ortega Muñoz y Barjola. El lenguaje de la crítica, estuvo presente en la prensa, con nombres como el de Rodríguez Moñino y so- bre todo en la Exposición Ibe- roamericana de Sevilla y Bar- celona en 1929, que fue otro hito histórico para la región y la ciudad; con un fondo documental de imágenes de Covarsí y Ga- rrorena que atesora el Archivo Provincial. Los listados de becarios los conocemos des- de 1903 con Hermoso, Pérez Jiménez con una dotación de 3.000 pesetas, también a Pedro Carrasco y Carolina Coronado con 1500 pese- tas. Aunque sabemos que con anterioridad go- zaron de ellas Felipe Checa, Nicolás Megía que viajó a la Academia de España en Roma y José Caballero. Oscilaban entre 3.000 pesetas al ex- tranjero y 1.500 pesetas para estudios en Madrid. El compromiso que adquirían con la Diputación era donar sus obras y ese será el origen del fu- turo Museo Provincial. Después de participar en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y ser premiados. Con la creación del Patronato del Museo en 1919, será este el que las adjudique, presidido por Narciso Vázquez Lemus. En 1926, se convierten en Oposiciones a Becas Artísticas. Al crearse el Servicio de Cultura en 1946 , todo el tema de becas, correrá con su expedición. Nacimiento del Museo Sabemos que desde 1912, la prensa local de forma muy crítica lo reclama y también desde la Escuela de Artes y Oficios su propio director de esos años, José Rebollo. Siguiendo un esquema cronológico, sería 1892 con los actos del IV Cen- tenario, para continuar en el Nuevo Diario de 1908 y tomar impulso en 1913 con la aprobación Sala del museo con obras del pintor Eugenio Hermoso en la década de 1920. Foto Garrorena. Archovo Provincial.
  • 13. 13 Del Real Decreto de 1913 para crear los Museos Provinciales. La ciudad de Badajoz, contaba des- de 1867 con la Comisión de Monumentos, apo- yada por la Diputación y dirigida por Tomás Ro- mero de Castilla, en sus instalaciones del Palacio Provincial, con su propio Museo y Libro Inventario de 1896. Este será el origen de los dos museos de la ciudad. Ocupaban la planta baja hasta 1938 en que se traslada al edificio de la Galera y sur- ge el Museo Arqueológico Provincial. Con estos antecedentes no es difícil imaginar cómo nace el Museo de Bellas Artes. La Diputa- ción contaba con los fondos de los artistas pensionados y con un pro- tagonista cómo Adelardo Covarsí que el 5 de Agosto de 1919, presen- tó su Proyecto Memoria. Se le con- cede un espacio que servía para la Comisión Mixta de Reclutamien- to. Se creó una Junta y Patronato con Covarsí, Vázquez Lemus, Vaca, Del Solar, Rincón, Tirso y Bardají. La prensa Noticiero y Nuevo Diario, dieron cuenta de su primera dota- ción económica: Ayuntamiento, 250 pesetas, Diputación 3 salones de su planta baja y el primer portero Manuel Delgado Espada. El espacio fue siempre un gran problema hasta su traslado en 1979 al edificio de la calle Meléndez Valdés 32 con sus 30 salas, desde 1982. Se inauguró el 4 de enero de 1920 en la Sociedad Económica a las 6 de la tarde, con discursos de Covarsí y Vázquez Lemus. Todo el acto podemos seguirlo en la citada prensa y actas provincia- les. El primer presupuesto fue de 1.000 pesetas mensuales. Su pri- mera colección fue de 28 obras que se ampliaron hasta 58 como reza en su primer catálogo de 25 de Octubre de 1919. Podemos seguir autores y obras (Caldera, Pérez Comendador, Torre Isun- za, Covarsí, Nicolás Megía, etc). Tuvo su propio Boletín de difusión y sus Memorias que nos han servi- do para su historia desde el 28 de Agosto de 1920. Sufrió varias re- formas en 1934 y reaperturas así como dotaciones económicas. Nuevas ediciones de Catálogos como el de 1934. Valoración económica de nuestros artistas: Según las Memo- rias del Museo y las Actas de la Diputación y del Ayuntamiento e incluso de la propia prensa, la obra de Felipe Che- ca en 1929, llegó a valorarse en 24.000 ptas. como depósito en la Colección del Museo. En 1944 Her- moso se valoraba en 30.000 ptas. y Covarsí en 25.000. Las mayores inversiones se hicieron entre 1920-1930 al crearse el Museo y entre 1945-1947 con la exaltación del régimen franquista. Hoy con más de 2000 obras cumple sus feli- ces 100 años y los desvelos de su creador Covar- sí. Y todos y todas las personas que luchan y lo mantienen vivo. Década de 1930. El museo en su primera ubicación, actuales dependencias de Tesorería del edificio de la Diputación Provincial. Década de 1930. El museo en su primera ubicación, actuales dependencias de Tesorería del edificio de la Diputación Provincial.
  • 14. 14 ANTOON VAN DEN WIJNGAERDE, dibujante de ciudades españolas en el Renacimiento (*) Javier Teijeiro Fuentes Arquitecto Un artista curioso, que sin lugar a dudas hu- biera despejado muchas dudas sobre la si- tuación urbanística y arquitectónica del Badajoz de la época de Rodrigo Dosma del siglo XVI, fue Antoon Van den Wijngaerde. Siempre me hice esta pregunta: ¿Llegó Van den Wijngaerde a dibujar una vista de la ciudad de Badajoz en la década comprendida entre los años 1561 y 1571?.Porque Antoon Van den Wijn- gaerde (Antonio “de las Viñas” en su traducción y apodo flamenco) estuvo como dibujante al servi- cio de los monarcas españoles Carlos I y Felipe II. Para realizar trabajos a este último, se instaló en la Corte española entre estos años hasta 1571, año de su muerte, y recibió el encargo real de realizar hasta siete viajes por ciudades españolas entre 1561 y 1570. Testimonio documentados existen de las inquie- tudes del rey Felipe II por la Geografía y las Cien- cias Sociales, demostrado en las relaciones topo- gráficas de ciudades españolas con el objetivo de obtener una descripción exhaustiva del territorio español. Para cumplimiento de tal objetivo nada mejor que encargar a un gran dibujante especia- lizado en vistas panorámicas de ciudades el car- tografiado urbano, arquitectónico y defensivo de aquellas urbes más emblemáticas de la España del siglo XVI. Para tal tarea, Van den Wijngaerde fue acreditado por el rey Felipe II con una Real Orden a través de la cual se exige se le asista al dibujante en estancia y necesidades laborales en aquellos lugares por donde pase con el fin de ejer- cer correctamente su labor. Quien mejor reconstruye los viajes realizados por este dibujante en España es el historiador Ricahrd L. Kagan (1). Desde 1561 hasta 1570, un primer viaje en torno a la Corte de Madrid, un segundo al reino de Aragón, un tercero desde Málaga a Melilla por la costa de África, un cuarto viaje por la Mancha, un quinto por Andalucía y Extremadura, un sexto por Castilla la Vieja y un séptimo y último desde Me- dina del Campo a Burgos. De todos ellos, el más interesante para nosotros fue el quinto viaje por tierras andaluzas y extreme- ñas. En él, se documentarían los más importantes núcleos habitacionales de la geografía extreme- ña pero parece ser que no fue así, o si lo fue tal documentación se perdió. Más bien, me decanto por la hipótesis primera ya que la obra de este di- Detalle del Monasterio de Guadalupe. COADE Badajoz.
  • 15. 15 bujante se ha conservado casi íntegramente has- ta nuestros días. Lo cierto es que, sea como fuere, los únicos dibujos realizados en Extremadura por Wijngaerde se corresponden con dos magníficas vistas: una de la ciudad de Mérida, realizada en 1567, en donde se representa la ciudad, el acue- ducto romano y otras ruinas romanas parciales del foro, teatro y anfiteatro y otra de la villa de Guadalupe, datada también en 1567, en donde se muestra la ciudad en el centro del dibujo y una excepcional especificada orografía circundante, así como otro dibujo del Monasterio de Guadalu- pe en donde la ciudad aparece al fondo. Quizás problemas económicos o de logística impidieron a Antonio “de las Viñas” desviar la ruta hacia la ciudad de Badajoz. Una ruta que en este sexto viaje comenzó en Córdoba siguiendo por las localidades de Úbeda, Torre Don Jimeno, Mar- tos, Jaén, Granada, Antequera, Ojén, Gibraltar, Tarifa, Zahara de los Atunes, Cádiz, Puerto de San- ta María, Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barra- meda, Carmona, Sevilla, Mérida y finalizando en Guadalupe, desde donde partiría hacia la corte madrileña. Lo cierto es que no se conoce si des- de Mérida se desvió hacia Badajoz, a tan solo 40 millas, con el fin de documentar nuestra ciudad que en los albores del siglo XVI se hallaba en un momento de esplendor con una población que superaba los 12.000 habitantes, en franca expan- sión si la comparamos con la decreciente Mérida en declive desde el siglo IX. Y resulta extraño que no se produjese tal des- vío hacia Badajoz, máxime cuando nos encontra- mos en un momento histórico en el que Felipe II podía intuir la anexión del reino de Portugal por su parentesco directo con el rey de este país veci- no, como ocurriría años más tarde, en 1580. A tal efecto, si este dibujante estaba contratado direc- tamente por el rey para cartografiar aquellas ciu- dades españolas más importantes de la época no debería haber desechado una ciudad como Badajoz, fronteriza con Portugal, país que apenas diez años más tarde formaría parte de la Corona española. Recordemos que Felipe II hizo cuatro viajes a Badajoz y que, en 1580, con motivo de la cita anexión de Portugal prolongó su estancia en la ciudad durante algunos meses dirigiendo la guerra desde esta ciudad. Es poco comprensible que el dibujante pasa- se de largo sin documentar Badajoz, dada la im- portancia en documentar el trazado amurallado medieval descrito en aquellas fechas por Rodrigo Dosma, casi un siglo anterior al dibujado por Pier María Baldi acompañando en su viaje al aristócra- ta Cosme de Médicis. Qué mejor gloria para el di- bujante que intuir el valor defensivo de esta ciudad de cara a su frontera con el país vecino. Hubiera sido muy importante disponer del perfil de algunos tramos amurallados de la ciudad del cinquencento en donde sobresalieran aquellos edificios rotulados con sus nombres, tal y como era de rigor en las vistas confeccionadas por el di- bujante renacentista al ser muy exhaustivo en sus trabajos ya que no idealizaba las ciudades para dotar a sus dibujos de una mayor belleza estética sino que procuraba dar la información más real del lugar con casi precisión fotográfica de fideli- dad a la realidad. Pero parece ser que este hecho no se produjo, dejándonos sin una fuente documental de suma importancia a futuros historiadores locales. Terminaré este artículo lanzando un dato im- portante sobre un hipotético paso por Badajoz, quizás en otro viaje. Aunque no se halla documen- tada su estancia en esta ciudad, existe probabili- dad de que estuviese en ella ya que disponemos de una vista de la ciudad de Lisboa ejecutada por Van den Wijngaerde y que se halla recopila- da en un catálogo-inventario realizado en 1686 por Bernabé de Ochoa. Pero en esa época en la que los documentos eran copiados de unos autores a otros, por necesidades estrictamente militares, pudiera darse el caso de que tal vista fuera una recreación de algún contemporáneo suyo y no hubiera realizado tal viaje. O bien, que el viaje se produjese pero no pasase por Badajoz, ya que de haberlo hecho la vista panorámica de esta ciudad se hubiera dibujado con seguridad. Una oportunidad perdida para el estudio del Badajoz del siglo XVI no contar con una imagen de esta ciudad ejectada por aquel magnífico dibujante, Antoon Van den Wijngaerde (Antonio de “las Viñas”), aunque más que por dibujante él mismo se definía con el oficio de pintor. Dibujante, pintor, sin duda un personaje laborioso y culto que hubiera contribuido al conocimiento histórico, ur- banístico y arquitectónico de Badajoz, como así lo hizo con otras villas y ciudades, si las casualida- des y causalidades de la vida hubieran favoreci- do su labor en Badajoz. Badajoz a 15 de abril de 2020. (*) Dedicado a la laboriosa tarea de Graca García, bibliote- caria de la BNP (Biblioteca Nacional de Portugal) en Lisboa. Bibliografía más común: (1) KAGAN, RICHARD L. “Ciudades del siglo de Oro: las vis- tas españolas de Antoon Van den Wijngaerden”. Ediciones El Viso (edición inglesa revisada en 1989). Madrid. Año 1986. GALERA i MONEGAL, MONSERRAT. “Antoon Van den Wijn- gaerden, pintor de ciudades y de hechos de armas en la Europa del Quinientos”. Institut Cartografic de Catalunyan coedición con la Fundación Carlos de Amberes. Año 1998. Agradecemos al COADE la colaboración prestada des- de su biblioteca, en la persona de Mari Carmen Vázquez- Figueroa Gómez-Tejedor, de las láminas expuestas en el ar- tículo perteneciente al libro “Ciudades del siglo de Oro. Las vistas españolas de Anton Van den Wyngaerde” de Richard L. Kagan, referenciado en la bibliografía del artículo y que se encuentra en la citada biblioteca.
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  • 17. 17
  • 18. 18 FELIPE TRIGO EN BADAJOZ Víctor Guerrero Cabanillas Felipe Trigo Sánchez nació en Villanueva de la Serena el 13 de febrero de 1864, el mismo año que Miguel de Unamuno, quien habría de ser su amigo y su enemigo al mis- mo tiempo. Su padre, Felipe Trigo Riesco, Ayudante de Obras Públicas, era un alto em- pleado de la Compañía de ferrocarriles de capital francés que construía la línea férrea entre Ciudad Real y Badajoz. Estaba casa- do con Isabel Sánchez Mora. Por razones de trabajo el matrimonio trasladó finalmente su residencia a la ciudad de Badajoz en 1866, estableciéndose en el domicilio paterno de la calle Santa Lucía, 14. La tuberculosis pul- monar y los trastornos psicótico-depresivos harían estragos en el clan familiar. En ape- nas una decena de años, murieron el padre, después su hermana predilecta, Julia, con quien había mantenido una estrecha vincu- lación afectiva, su hermano Felix, médico, su hermano José, farmacéutico, y finalmente la madre, una madre no dadora de afectos, bloqueada por una grave depresión, inca- paz de ejercer las funciones de madre. Felipe Trigo, en una breve secuencia melodramáti- ca, pasó de ser miembro de una familia con una economía doméstica muy desahogada a otra a la que en un ínterin la mala fortuna sumergió en la ruina económica. Isabel fue una madre que siguió viva, por así decirlo, pero que estaba psíquicamente muerta a los ojos del pequeño hijo, un niño tris- te, desvalido, inseguro y socialmente muy re- traído, refugiado durante su infancia y prime- ra juventud bajo el paraguas protector de la familia y del grupo de iguales. Escritor muy au- torreferencial, en varias de sus novelas, — Los invencibles, Reveladoras, En camisa rosa, En la carrera y alguna más— daría cuenta de esas privaciones afectivas: no tener padres como todos sus amigos, vivir «recogido por unos pa- rientes», «tener más de triste y torturador y de perverso que no de plácido y angélico en su pasado». La familia fue acogida en una casa lin- dante con la Iglesia de la Concepción, en la calle de San Juan, habitada por las tías maternas del futuro escritor. Por los doblados de la vivienda era fácil acceder a una par- te de la cubierta de la iglesia, rematada por una imponente cúpula. Desde la azotea veía durante los veranos el vuelo acrobático de los cernícalos, mientras rumiaba apenados recuerdos, «unos tiempos excepcionales de descuido, de estupidez, de incapacidad y falta atención social para educar a los niños [...] el mismo abandono idiota». En la acera opuesta, abriría botica en 1873 Ramiro Esté- vez Verdejo, miembro fundador del Colegio de Farmacéuticos y miembro de número de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz, amigo y colaborador del que llegaría a ser presidente de una prime- ra asociación provincial de médicos, Narciso Vázquez Lemus, socialista, iberista, masón y republicano. Ambos redactaron un proyecto de embellecimiento y saneamiento de la ciu- Felipe Trigo. Autorretrato. Legado de la doctora Luisa Trigo y Seco de Herrera.MEIAC.
  • 19. 19 dad de Badajoz que contemplaba el derribo de parte del amurallamiento de la ciudad, basándose en que no se podía condenar a un pueblo «a ser en la paz víctima de la guerra». ¡Vaya argumento peregrino! El desa- rrollo urbanístico propiciaría más agresiones al patrimonio monumental de la ciudad que todos los asedios juntos. En la actual calle de Vicente Barrantes, junto al restaurante Los Gabrieles, un hermano de Felipe Trigo abrió una oficina de farmacia que sería de efímera vida por su temprana muerte. Badajoz, Argelez en la narrativa ficcional de F. Trigo, que había sido inacabable esce- nario de batallas y asedios que «ni le iban ni le venían», era entonces una pequeña ciu- dad fronteriza de unos 23.000 habitantes, pla- za fuerte, algo cuartelera y cosmopolita, un poco canalla, no tan atrasada como se de- cía en ciertos cenáculos ni tan impermeable a la libre circulación de las ideas y los gustos sociales. Había cumplido con sus deberes de secularización urbana, aunque para sorpre- sa del joven Felipe Trigo, aún podían verse en San Andrés, aquellos orondos prebendados con gafas de montura de oro, que inmortalizó Felipe Checa. Allí, en aquel recoleto paseo, que había sido iglesia, pavimentado a la por- tuguesa, nació precisamente Manuel Monte- rrey, el autor de Mariposas azules, introductor de la lírica modernista en Extremadura. Como F. Trigo, sería etiquetado de pluma mediocre y prolífica para ser despachado injustamente al limbo del olvido. Badajoz había dejado atrás su condición de agro-villa ignorante y desabrida a la que aludiera J. Cienfuegos en su Memorial de ventoleras (1992). Argelez contaba con un Gran Gimnasio, inaugurado en 1868, cen- tro de cultura fitness, que aún hoy día sería una muestra de modernidad. A pesar de las recurrentes crisis económicas y de malestar social, una dilatada agenda cultural de ac- tos y celebraciones, música, artes escénicas, conferencias, animaban la vida de los habi- tantes de Badajoz. Un busto de M. Monterrey estaría bien contextualizado en la cercanía del de Caro- lina Coronado en el parque de Castelar de los acebos y las palmeras washingtonianas. Allí acudía a diario el poeta modernista, ya en su vejez achacosa. Recitaba lentamente «Busco un rústico banco [...] / En él me sien- to a descansar un rato / y contemplar tranquilo / el már- mol de la ilustre Co- ronado / Que copia el lago en sus crista- les limpios... / ¡Qué lejano ese tiempo / y qué viejo me miro...» Felipe Trigo residió en Badajoz desde 1866 has- ta finales del 1881, quince años que cubrieron su infan- cia y una parte de su juventud. Gra- cias a la mediación del infortunado An- tonio Franco, que fuera director del MEIAC, vino hasta aquí su valioso le- gado documental y fotográfico. Todos nos debemos sentir contentos, pues hemos dado a Felipe Trigo la oportunidad de po- der tener un gesto de gratitud con la ciudad que le acogió. Su vida cotidiana transcurrió en el Barrio Alto de arquitectura ajustada a las exigencias topográficas del cerro de la Muela. Conserva- Felipe Trigo en su mesa de despacho. Legado de la doctora Luisa Trigo y Seco de Herrera.MEIAC.
  • 20. 20 ba todavía las líneas de muralla, los bastiones y contraescarpas que protegieron la plaza durante siglos. Sobrevive la impronta urbanís- tica musulmana de paisaje urbano hermético de callejuelas enjutas a cubierto del solano, más acomodada a las durezas del estío que a las flaquezas del invierno. Si la revolución de 1868 abrió un horizonte de esperanzas a la población, bien pronto se malogró. Tras seis años convulsos de protes- tas callejeras, vuelta a empezar con la mis- ma gobernación. La mentalidad aperturista reformista se agostó ante las tesis del «orden y progreso», que trajo una formidable involu- ción educativa frente a la que la Institución Libre de Enseñanza luchó inútilmente. Su in- fancia anodina, sus juegos y relaciones con otros niños, la asistencia a la escuela públi- ca en manos de un idóneo, los consumos ini- ciáticos de alcohol y tabaco en el seno del grupo de iguales cuando era ya bachiller, las ardides de su despertar sexual, sus camina- tas por la carretera de Córdoba escoltada por una soberbia hilada de álamos, toda su biografía más personal está descrita en sus novelas. Ninguna referencia, sin embargo, al núcleo urbano originario de la Alcazaba. Junto a cada acuartelamiento, una casa de prostitutas. La de la Paca y, sobre todo, la de la Jurrapa fueron muy famosas. La Ju- rrapa, en un pequeño chamizo pegado a la muralla, ofertaba su cartera de servicios: dos, cuatro y seis reales, según estuviese vestida, semidesnuda o desnuda. Con el paso del tiempo fue afianzándose en el tejido social de la ciudad una burgue- sía liberal y progresista, notablemente secu- larizada, muy activa, bastante alejada de las influencias de la Iglesia. Se nutría de sectores, aunque minoritarios, intelectualmente muy cualificados, ligados a la docencia, la medi- cina, farmacia u otras disciplinas científicas, contando con el apoyo de una prensa muy actual y activa que promovía incesantes de- bates de ideas. La de enseñanza primaria no, pero su etapa de formación en el Instituto de Secundaria, nacido del plan Pidal por la me- diación de la RSEEAP de Badajoz, fue muy aleccionadora y provechosa. En su mente dejó una huella indeleble que tiñó tanto sus artículos de prensa, ensayos teóricos como los textos puramente ficcionales. Fueron su principales profesores Gregorio García de Meneses, liberal, que impartía las materias de Física y Química, Carlos Bootello del Cas- tillo, republicano, ligado a la ILE, profesor de Matemáticas, Manuel M. Saa Maldonado, liberal, al frente de la cátedra de Retórica y Poética, Carlo Soler Arqués, profesor de Francés, un intelectual de ideas moderadas, el krausista Tomás Romero de Castilla, su pro- fesor de Ética, Psicología y Lógica, de quien recibió una notable influencia que él mismo reconocería públicamente, Anselmo Arenas López, su profesor de Geografía e Historia, masón y republicano, cofundador de El Dia- rio de Badajoz y de El autonomista extreme- ño. Siguiendo los pasos de su hermano Félix, trasladó su residencia a Madrid en 1881 para cursar los estudios de Medicina en la Universi- dad Complutense. Iniciaba un periodo de su vida en que le to- caría pelear con unos cuantos fantasmas en torno a las verdades y los valores de la época. Sería un diálogo agitado y polémico con su tiempo histórico, con las verdades y medias verdades establecidas, con la tiranía de las convenciones y los tabúes sociales. Deslum- brado por el positivismo científico de H. Spen- cer, llevó consigo una valiosa maleta peda- gógica cargada con conocimientos sobre las ciencias sociales, el discurso de la emergente sociología de una sexualidad desligada de la maternidad, las desigualdades entre hombre y mujer según A. Bebel, traducido por Emi- lia Pardo Bazán, y según C. Fourier también, cuya famosa utopía sexual de las falanges comunales sería secretamente ambicionada por joven Felipe Trigo. José Bergamín, en absoluto sospechoso de parcialidad, diría refiriéndose a Felipe Trigo: «mostró prontamente sus gustos por las lectu- ras serias [...] enamorado de la Sociología lee a Spencer y a Darwin; y tardaría muy poco tiempo en abandonar las ideas morales y reli- giosas propias de su entorno familiar». Toda su vida no habría de ser más que un intermina- ble peregrinaje en busca del hogar perdido en su niñez de Villanueva de la Serena. Llevó a cabo una revolución en el mundo del libro y de la lectura. Fue un precursor de la socio- logía de la sexualidad. Desgraciadamente se granjeó una fama perversa de escritor por- nográfico tenido como practicante de un subgénero literario. Anatemizado por una so- ciedad pacata e hipócrita acabó injustamen- te en el olvido.
  • 21. 21 CÓLERA 1833/VERSUS CORONAVIRUS 2020 M. Pilar Rodríguez Flores CEU. Dª en Historia, F. de Educación. UEX El estudio de las epidemias presenta mu- chas facetas dignas de ser analizadas siendo la pérdida de vidas humanas su con- notación más negativa, paralizando la vida cotidiana en sus múltiples aspectos. La en- fermedad y la muerte masiva, como ocurre hoy, desequilibran los parámetros de la vida social y arrastran a todos los demás. Desde Oriente, a lo largo de la historia, otras pande- mias asolaron a la humanidad… Peste Antoni- na (s. II d.C.), Peste Bubónica y, en 1918, una neumonía, mal denominada gripe española. Tras las gravísimas consecuencias de la II Gue- rra Mundial, hoy la humanidad se enfrenta a una situación inédita, una neumonía covid19 (2019/2020), aparecida en Wuham (China), pandemia mortal, infecciosa, contagiosa, vi- rus darwiniano, cruel, y antisocial, que elimina a mayores, discrimina por edad, y por ciertas patologías respiratorias crónicas, insignifican- te en niños, pero si posibles transmisores, de expansión rapidísima con alto índice de fa- llecimientos. La infección por el Sars-cov2 ha revolucionado la humanidad debido a su ele- vada contagiosidad, así como la descripción de otros cuadros aparte de la enfermedad respiratoria tan letal que produce. La forma de abordar tal pandemia en nuestro país ac- tualmente, sin saber los datos reales de pre- valencia de la enfermedad debido a la falta de realización de test masivos a la población, nos dejan múltiples lagunas que en un futuro probablemente nos ayudarán a comprender la gravedad y sus nefastas consecuencias en todos los niveles. Taywan informa de su aparición en China a finales del 2019, siendo su origen (hoy dudo- so aún…) un mercado mayorista de la ciudad de mariscos, pescados y animales vivos…, identificado como agente causante del nue- vo tipo de virus de la familia Coronaviridae, denominado 2019-hCoV. La OMS a final de enero/2020 declara la existencia de un brote SARS-Cov2, y emergencia de Salud Pública. “La salud de un pueblo es parte esencial de la buena administración” (S. XIX) Parece ser (¿??) que la fuente de infección es un reservorio de murciélago transmitido a mamíferos que pasa después al hombre en cadena silenciosa de transmisión de persona a persona. Mediado el s. XX se desarrollaron unas infecciones respiratorias coronavirus más banales: Sars y Mers más agresivo. China, potencia mercantilista/comunis- ta, sociedad opaca, que practica medici- na tradicional y descuida la higiene pública, causa de muchas enfermedades, permitien- do vender en sus mercados locales/húme- dos alimentos sin control sanitario, animales vivos… etc., ha sufrido un alto nº de (+), pre- sumiblemente muy superiores a los oficiales, y hoy exporta materiales sanitarios, a veces al mejor postor, y, en muchos casos, sin verifica- ción, por tanto, inutilizables, como se ha com- probado en España desgraciadamente, en las compras de marzo/abril, perdiéndose así un tiempo imprescindible para salvar vidas. Un mundo impotente observa con sorpresa y pasividad este escenario no imaginando su rapidísima expansión, pero Infectado Wu- ham, se extiende por China y países vecinos, llegando pronto a Europa, de manera bru- tal a Italia, a España…, alcanzando todos los continentes, especialmente América del Norte y Sur… Un mando único impone Estado de alarma y Emergencia nacional el 14/III ante masivos contagios del P. Vasco, Madrid y Barcelona, asumiendo poderes especiales, un gobierno de coalición centraliza todas las decisiones sanitarias. Se reclama responsabilidad indi- vidual imponiéndose higiene/aislamiento social y/confinamiento, lo que provoca un nuevo escenario de ciudades vacías/perso- nas confinadas y una concepción esceno- gráfica de la política en tv: un epidemiólogo, un político y representantes de los C. y F. de Seguridad del Estado, en un escenario vir- tual, integrado el real por sanitarios, servicios esenciales, etc., ayudando muy eficazmen- te a la población, a la que se imponen fuer- tes sanciones al incumplimiento del slogan: “quédate en casa“, causa fundamental de contener la pandemia. Los sanitarios viven si-
  • 22. 22 tuaciones dramáticas: muchos contagios, al- gunos muy graves, insuficientes camas hospi- talarias, UCIS, UVIS e instrumental… sufriendo el país un alto índice de contagios/mortali- dad en pocos días de marzo a mayo. Pare- ce que llegamos tarde a su reconocimiento oficial de la que la OMS advirtió, y que el virus podría estar en el país desde enero/ febrero, sin imaginar sus graves consecuencias. El ele- vado número de ingresos, dejando en casa a infectados/no graves, evitando colapsar hospitales, mostró la impotencia por lo que se hizo necesario la reconversión de hote- les, estadios, P. de Congresos… en espacios medicalizados y morgues, ante el gran nº de infectados/fallecidos, asistiendo en directo a la deshumanización de la muerte El vibrión colérico (India 1817) aparece en España en 1833 como enfermedad nue- va que G. de Sámano define: “proceso in- feccioso de graves lesiones intestinales con pronóstico mortal, de curso muy rápido y corto periodo de incubación” (1). Como hoy el Covid19 produce en distintas socie- dades/tiempos la misma vulnerabilidad ante un enemigo mortal e invisible. Considerado endémico/habitual de verano por los médi- cos británicos, se denomina “cólera morbo asiático”, siendo exportado por los soldados ingleses. En lenta expansión de Or. a Occ. llega a Europa en 1831, a América, a Áfri- ca…, rotas las barreras tradicionales conver- tido en pandemia, extendido en Portugal por los soldados polacos, ayudando a D. Miguel a recuperar el trono portugués. La nación es- pañola se siente confiada como hoy, ante un peligro que imaginan no llegaría, sin embar- go, en julio/1833, contagiado Vigo, se toma conciencia de la proximidad de la nueva en- fermedad que se extiende por todo el globo. El Ministerio de Fomento G. del Reino, legisla prevenciones, que publica la Gaceta de Ma- drid, desgranando las suyas Extremadura ins- tauradas las Juntas de Sanidad. El Edicto 23/ febrero, la RO 3/marzo… etc. y sucesivas pre- venciones no impidieron el contagio, pues infectada Elvas, también Olivenza y Badajoz. La Ilustración y R. Industrial prepararon el te- rreno a la salud pública, pero fue necesaria la fracasada Revolución Democrática de 1848, en su victoria social, para que las causas de la enfermedad dejasen de ser naturales para ser sociales, convertida así la pobreza en po- sible causa de enfermedad, y ocupando la higiene publica un lugar relevante. Desman- telado el A. Régimen se va conformando la sanidad contemporánea con 1ª Ley de Sani- dad (1855) paralela al desarrollo epidémico de s. XIX, siguiendo la tradición europea re- cogida en la Gaceta de Madrid. En Badajoz Instrucciones, Dictámenes, Bandos, Oficios de Sanidad… informan de la prevención a los sobrecogidos vecinos a través del Diario y Boletín Oficial de la ciudad: higiene (J. Show en 1854 describe relación agua/cólera); ais- lamientos, enterramientos fuera de las igle- sias; síntomas y tratamientos, que resume una popular coplilla: “…mantenerenteramenteelespíritutranqui- lo / pocos en un mismo cuarto / ventilarlo con frecuencia / mantón en tu habitación / deja tertulias cafés / villares, tabernas, sitios... y lue- go confía siempre en Dios, sobretodo, Amén” (2). Prevención de una sociedad precientífica con demasiadas semejanzas a la tecnológica actual en un contexto en el que los pobres “te- nían mayor disposición al contagio y foco de propagación” (3) pues el cma condicionó los factores sociales, de unas sociedad en pará- lisis del Estado, coincidiendo con la desapari- ción de Fernando VII (29 sept 1833). Figura 1
  • 23. 23 Badajoz, ciudad marginada excepto en la guerra, sede de Capitanía General, bajo un Gobernador Político/Militar al mando de tro- pas en 7 cuarteles, un Arzobispo/Obispo al frente de las 4 parroquias, de pobreza estruc- tural, al igual que la provincia, donde hambre y mortalidad eran dramáticas, necesitada de beneficencia para socorrer a los muchos po- bres de solemnidad, jornaleros y mendigos, expulsados éstos de la ciudad, por miedo al contagio, era, sin duda, terreno cultivado para el cma. Su estructura urbana/sanitaria integrada por 12 cuarteles con un profesor de medicina, alcalde de barrio, farmacéuticos, comisarios de sanidad, policías de barrio, mi- licias urbanas, guardias de sanidad de puer- ta…, 2 hospitales de S. Sebastián y Militar, y, General del Castillo para coléricos, junto a los lazaretos de Botoa y Carrión. Sociedad a la que, como hoy, se impone una ingente nor- mativa: “…las leyes sanitarias son tan rígidas como necesarias y a su cumplimiento está obligada toda persona, castigando al que la contravenga “(3). Penalizaciones hoy con un nuevo lenguaje social conformando un particular modo de vida: aislamiento domés- tico, distanciamiento social, confinamiento… manteniendo la higiene, unida a guantes, mascarillas ,test…, en principio escasos en un mercado mundial agresivo, donde los sanita- rios, verdaderos héroes, con turnos excesivos de trabajo, y en muchos casos sin EPIS, que suplen con sus elementales equipos, tendrá graves consecuencias en nuestro país, el de mayor nº de de sanitarios infectados/falleci- dos (80.000/ 63 + ). Hemos sobrevivido a una larga carrera de desafíos, siendo las epidemias uno más, acontecimientos súbitos, que originan muta- ciones específicas, poniendo de manifiesto la infraestructura preexistente: política, social, económica… etc. Tiempos distintos/mismas realidades marcan también hoy la vida co- tidiana: crisis, hambre, miedo, impotencia, aislamiento, decretos, control, ruina, muerte, en algunos casos, convertida en estadística, sin olvidar que al margen de la vida están las historias personales. Un nuevo lenguaje inte- resado desdibuja la realidad: inteligencia del lenguaje, mentira estructural, distanciamien- to, social, escalonamiento, inmunización co- lectiva, ciberseguridad, geolocalización, dis- torsión de datos, nueva normalidad…, difíciles de interpretar por una sociedad en su mayoría ejemplar. Sin desearlo, dada la simultaneidad entre historia vivida y contada, somos prota- gonistas de una sociedad en la que los mass media, afirma JL San Pedro se han convertido en medios de persuasión, donde la mentira estructural parece que todo lo contamina, plagados de “fake news”…, escondiendo a veces la trágica realidad de los fallecidos, muchos en soledad, números sin nombre, a los que la sociedad respeta en silencio. Por el contrario la (+) se inscribe en las 4 parroquias de la ciudad que incluyen patología e indi- caciones de edad, sexo, y condición social, pero igualmente en 1833: ”Cuando llega a nuestro país hubo preocupación médica y despreocupación política sanitaria, de forma que las medidas se darán cuando el cólera amenaza directamente nuestras fronteras, por lo que las consecuencias fueron fatales al no poder librar el territorio y el instinto de con- servación suplió a las autoridades, que siem- pre llegaban tarde” (4) ante un desconocido vibrión colérico, hasta el descubrimiento de Pasteur en 1883. Badajoz era una ciudad despoblada (14.384 almas en 1831 más unos 5000 militares no fijos), en la que 1.302 personas fallecieron en 49 días, del 3 de septiembre al 21 de oc- tubre, el (8,6%). Mortalidad catastrófica en la que podemos analizar su distribución por sexo siendo la (+) femenina superior a la masculi- na, de caridad más pobres afectados, y la edad adulta la más predispuesta a contraer la enfermedad, y escasa la (+) infantil como actualmente. Una décima parte de su población sufrió una (+) catastrófica en pocos días, justifican- do aún más el despoblamiento del final del Figura 2
  • 24. 24 siglo, situación que hoy se repite afectando más a mayores. En 1833 la mortalidad a nivel nacional no fue superior al (1%) de la pobla- ción, siendo Badajoz la ciudad española con el índice más alto, sin embargo fue escasa en la provincia, donde será significativa en 1834, como en Madrid, coincidiendo con la crisis política. El General Rodil en las G. Carlistas, lo expande al Norte desde los cuarteles extreme- ños, sufriendo Extremadura otros brotes en el siglo: 1835 /1836; 1850/1853/ 1854/1856/ 1859 y 1860/1865/1866/1884/1885/1890. Isabel II dará prestaciones económicas a los facultativos que ayudaron de forma altruista durante la epidemia, y este año 2020 igualmente se ha concedido el premio Princesa de Asturias de la Concordia a los sanitarios españoles por su heroísmo y generosidad, y la región la meda- lla de Extremadura. España hoy se ha enfrentado a la terrible pandemia dictando la prevención cuando la (+) ya era evidente (14/marzo). Higiene y confinamiento cambian la vida cotidiana de una ciudadanía atemorizada, pero que ve la calle desde sus ventanas y balcones… La (+) nacional ha sido significativa con ci- fras muy elevadas, especialmente desde 17 marzo a 20 abril, siendo escasas las protec- ciones, EPIS, algunas de alto precio acon- sejando su uso a veces contradictorio… En mayo comienza el descenso para ser en junio una mortalidad muy escasa a nivel nacional. Extremadura vive un calendario similar pero una (+) significativa, superior en Cáceres, especialmente de ancianos en re- sidencias y sanitarios contagiados, frente a Badajoz, donde estos datos han sido muy in- feriores, habiendo fallecido 510 personas en la región, comenzando en junio, finalmen- te a desaparecer mortalidad y contagios. Oficialmente se reconoce la confusión de datos resultado de diversas fuentes que no nos permiten hoy obtener conclusiones de- finitivas, pero si podemos señalar la terrible (+) nacional, de manera que el 2/junio asis- timos a datos muy diferentes según diversas fuentes de forma que los servicios funerarios señalan (43.985 ), el Ministerio (28.000) y el Instituto Carlos III informa de una discrepan- cia de (15.876), por lo que hoy no podemos aportar datos concluyentes…, que habrá, sin duda, que realizar más adelante. No podemos, sin embargo, dejar de señalar la gran mortalidad especialmente de mayo- res/sanitarios contagiados y fallecidos, la más alta de Covid, dando lugar cada día al agradecimiento vecinal del país en las ca- lles con sus aplausos de las 8 e la tarde. Mor- talidad catastrófica también en otros países europeos, americanos etc., etc. No todo era “coleromanía” provocada por el miedo, no todo era oscuro, pues ciertas iró- nicas caricaturas aparecen en la prensa de la época como la que vemos quitando cierto dramatismo a la situación. De forma paralela aparecío una iniciativa veci- nal tratando de cambiar el triste paisaje cada día, desarrollando cierta vida social desde balcones y ventanas,… junto al significativo y extenso voluntariado, como en 1833, donde muchos vecinos, religiosos, facultativos, traba- jadores de hospital/hospicio…, ayudaron de manera desinteresada, excediéndose en su trabajo y recogiendo en las calles a los mu- chos huérfanos abandonados. Hoy la pandemia parece politizada y la sanidad convertida en tema de seguridad nacional: sectores industriales reconverti- dos, incautados otros… y se reclama libertad contra imposición cuando los estados toman demasiado protagonismo, aparecien do re- vueltas contra el confinamiento global como vemos en EEUU…, que censura sus muchos fallecidos. Una nueva normalidad, se impone el 26/abril, desconfinamiento, protocolo de horarios, —sin haber pasado test —, deses- calada asimétrica, niveles, retomando acti- Figura 3
  • 25. 25 vidades…, y manteniendo Barcelona y Ma- drid más del 50 % de los casos aún a finales de mayo. Comienza junio con esperanzas de movilidad no sólo nacional…, pues Europa dejó de ser espacio único y cada país mar- có fronteras y tiempos, —como España agu- dizó las autonómicas— dejando cicatrices que ponen en peligro la UE, mostrando la postpandemia también su vulnerabi- lidad. De forma paralela asistimos a un capitalismo en crisis, como señala J.C. Cubeiro afirmando que el virus reseteó el capitalismo, Japón al borde del colapso, Europa, América…, el PIB marca datos aterradores y la deuda pública españo- la se desploma aumentado el paro es- tando ante una recesión global. Siendo la pobreza un problema de salud vemos colas kilométricas recogiendo comida, mayor pobreza infantil que afianza un desierto cultural…, y hoy la compasión sustituye a la beneficencia del s XIX, ya reconocidas en 1833 las consecuencias del aislamiento: “no sólo no nos librará del cólera sino que nos conducirá a las más espantosa miseria”(5). En definitiva, antes y ahora el hambre es más temida que la epidemia y nos plantea el proble- ma de ¿vida o economía? con sus terribles consecuencias. La tensión es mundial para conseguir la vacuna, especialmente China/ EEUU en “carrera espacial”, hipoteca social que incluye incluso ¿espionaje ¿ que dará hegemonía a quién primero la consiga…, a quién la haya capitalizado… o a quién más la necesite…, creando su aparición grandes diferencias y acentuará las desigualdades, siendo sin duda un arma arrojadiza entre las potencias… Esperando ingenuamente que la post-pan- demia traiga cambios positivos avanzando ciencia y talento con un mismo objetivo…, se mejoren los sistemas de salud, con retribucio- nes justas y trabajos estables… pues debe es- tar el “armario lleno para poder abrir en caso de pandemia”, no olvidando nuestra vulnera- bilidad, pues repetimos errores, como pronto la II G. Mundial olvidó los desastres de la I Gue- rra Mundial. Los cambios se producirán en la vida co- tidiana: horarios, aglomeraciones, tiendas, bares, colegios/oficinas/tele trabajo, menos jornadas presenciales… íncluso en el paisaje urbano modificado para aislar personas y con- tener epidemias… Más desarrollo del entorno digital y revolución tecnológica (geolocaliza- ción, app, robots…), facilitando el control no sólo higiénico… y nuevos inventos prácticos nos ayudarán y facilitaran la vida cotidiana… para que el invierno 2020 no sea demasiado oscuro, pues hemos perdido la primavera y ganado la mascarilla. FUENTES Fig 1.- Grandville. Infectio,Ed. Roche, Basilea, Suiza/ Fig. 2.- Rodríguez Flores, P., 1991. Morir en Bada- joz. El cólera de 1833. S. de Publicaciones UEX. Fig. 3.-Kunstbibliothek Preubischer keulturbe- siitz, en H de la Medicina y de los médicos, JC Sournia Jarpyo ed, 1998, BERLIN T.III, Fig. 4.-El Mundo, 31 de mayo, salud, 59, las mas- carillas los “must” de la nueva normalidad. (1) M G de Sámano, V I: .M. Monografía His- tórica del cma en España. Imp M. Alvarez, Madrid.I.p.21. (2) AMB, Leg .92,nº 21 (28 /febrero/1833. (3) BO 13/oct/1833. (4) BO 9/agosto/1833. (5) S. G. Vazquez. Consideraciones sobre la causa del cólera morbo y reseña histórica de las epidemias que ha sufrido Badajoz. El Siglo Médico, Año XIII, p 1866. (+) Mortalidad / (cma) cólera morbo asiático. Figura 4