Desarrollo y Aplicación de la Administración por Valores
Enemigo magisterial
1. El peor enemigo de los buenos profesores son sus
propios compañeros
El peor enemigo de los buenos profesores son sus propios compañeros. Ellos son
los que les ponen trabas y zancadillas para formar grupos de trabajo, poner en
marcha mejoras e innovaciones, coordinar las actuaciones en cada curso y en el
centro en su conjunto. Son ellos los que cuestionan y critican de manera
encubierta o incluso abiertamente las iniciativas que quieren emprender.
Esgrimiendo todo tipo de causas y razones buscan, dice Débora Kozak (una
maestra con una larga trayectoria), desesperanzar a todo aquel que quiera
hacer algo diferente y, si es joven, explican su comportamiento atribuyéndolo a la
corta trayectoria en el sistema y rematan con la frase: “en unos años se te va a
pasar”, como si quien trajera las nuevas ideas portara una enfermedad transitoria
que se irá diluyendo con el paso del tiempo.
La oposición que ejercen este tipo de profesores propicia que cuando las
iniciativas para mejorar la actividad docente y/o el aprendizaje de los
estudiantes, finalmente logran llevarse a cabo, sean experiencias en general de
carácter individual o aisladas.
El trabajo colaborativo, en equipo, entre los profesores de los centros educativos
es poco frecuente, no porque no haya en cada centro profesores dispuestos a
trabajar de esta manera, sino porque tienen compañeros que se niegan en rotundo
aduciendo una inadecuada interpretación de su “libertad de cátedra” u otro
tipo de excusas: no se puede, para qué, así no se hace, que lo hagan otros, nada
sirve, etc.
Esto conduce a que en muchos centros los profesores realicen su trabajo de
manera individual, en soledad. Es común que no exista “ambiente de trabajo”
entre ellos, o que este sea irrespirable.
Esto también hace que los esfuerzos y las energías de los buenos profesores
pierdan eficiencia y eficacia. Y que bastantes de ellos tengan que realizar, a su
vez, tremendos esfuerzos psicológicos para acudir a sus centros, que finalmente
se traducen en depresiones y en el síndrome del “profesor quemado”.
No es extraño comprobar que cada comienzo de curso se produzca una situación
paradójica: muchos estudiantes desean que éste comience para encontrarse con
sus compañeros, mientras que son numerosos los profesores que lo que más les
acongoja es justamente encontrarse con los suyos.
Los profesores de los centros donde estas situaciones son habituales harían un
gran servicio a nuestro sistema educativo, y a ellos mismos, si superaran el
espíritu corporativo que les impide enfrentarse, pronunciarse o incluso denunciar
las malas prácticas presentes en sus centros. Mientras su silencio siga amparando
las actitudes, formas y actuaciones de los compañeros que dificultan o impiden
2. introducir los cambios y las mejoras que nuestro sistema educativo necesita
urgentemente, poco se podrá hacer. Es necesario romper con el hermetismo
presente en los claustros de profesores.
Entiéndase esta reflexión como un mensaje de ánimo y apoyo a esos
magníficos profesores que hay en nuestro sistema educativo, y que día a día
se esfuerzan por mejorar en un entorno como el que se acaba de describir, no es
un cuestionamiento o un ataque a la profesión docente, todo lo contrario, es una
reivindicación de la misma. Tampoco con esta reflexión se pretende que se
olviden las consecuencias de unos recortes mal intencionados en educación. Pero
estos no pueden seguir siendo la excusa para el inmovilismo.
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Tomado de: https://fracasoacademico.wordpress.com/profesorado/el-peor-enemigo-de-los-buenos-
profesores-son-sus-propios-companeros/