1. Francisco
Para moverse en ese nido de cobras tendrá que remover
a presidentes de congregaciones (que en el Vaticano
equivalen a ministerios) y nombrar para dirigirlas a
prelados que por ahora viven fuera de Roma y son, por
tanto, virtualmente inmunes a la influencia de la “familia
curial”, que es quien de hecho ejerce el poder en la
Iglesia. Para modificar la estructura monárquica de la
Iglesia Francisco tendrá que repensar el estatuto de las
nunciaturas, valorar más a las conferencias episcopales y
al sínodo de los obispos y, quién sabe, crear nuevas
instituciones, tales como un colegio de laicos capaz de
representar a la Iglesia como Pueblo de Dios y no como
una sociedad clerical izada pretendidamente perfecta.
No sería raro que dentro de poco el nuevo papa
convocara su primer consistorio, elevando al
cardenalato a obispos y arzobispos de los cinco
continentes, y quizás incluyendo a sacerdotes y laicos,
los llamados “cardenales in pectore”, que no son de
conocimiento público.
2. Mujeres en el sacerdocio
Facilitar a las mujeres el acceso al sacerdocio implicaría modificar uno de los puntos
más anacrónicos de la ortodoxia católica, que todavía considera a la mujer
ontológicamente inferior al varón. Es la famosa pregunta en una clase de teología:
¿Puede un esclavo ser sacerdote? Sí, cuando sea libre, pues en cuanto hombre goza
de la plenitud humana. Pero la mujer, al ser inferior al varón, está excluida de ese
derecho, pues no tiene la plenitud humana.
Al nuevo papa se le presentan otros desafíos, como el diálogo interreligioso. En los
últimos pontificados Roma ha dado pasos significativos para mejorar las relaciones
del catolicismo con el judaísmo, yendo el papa a visitar el muro de las lamentaciones
en Jerusalén y eliminando la tacha de que los judíos fueron los asesinos de Jesús.
Pero ha retrocedido en relación con los musulmanes. En su visita a la universidad de
Regensburg, en Alemania, en el 2006, Benedicto 16 cometió la torpeza de citar una
historia del siglo 14, según la cual el emperador bizantino le pide a un persa que le
muestre “lo que Mahoma trajo de nuevo, y usted encontrará sólo cosas inhumanas,
como su orden de extender por la espada la fe que predicaba
3. La iglesia católica
La imagen de la Iglesia Católica está manchada hoy día por
escándalos sexuales y fraudes financieros. No esperemos del
nuevo papa actitudes demasiado valientes mientras Benedicto
16 le haga sombra en el área del Vaticano. Pero sería una
irresponsabilidad que el papa Francisco no abriera, al interior de
la Iglesia, un debate sobre la moral sexual.
En este tema son muchas las cuestiones que necesitan ser
profundizadas, comenzando por la selección de los candidatos al
sacerdocio. Ya hay una instrucción de Roma a los obispos para
que no sean aceptados jóvenes notoriamente afeminados, lo
cual me parece una discriminación incompatible con los valores
evangélicos. Equivale a impedir el ingreso a la carrera sacerdotal
de candidatos heterosexuales dotados de una masculinidad
digna de Don Juan.
.
4. Papa
El papa Francisco tendrá que optar entre los tres dones del Espíritu Santo ofrecidos a
los discípulos de Jesús: sacerdote, doctor o profeta. Siendo un sacerdote como Juan
Pablo 2°, tendremos una Iglesia orientada hacia sus propios intereses como
institución clerical, con laicos tratados como ovejas sumisas y con desconfianza frente
a los desafíos de la posmodernidad.
Al ser un doctor como Benedicto 16, el nuevo pontífice reforzaría una Iglesia más
maestra que madre, en la cual la preservación de la doctrina tradicional importaría
más que insertar a la Iglesia en los nuevos tiempos en que vivimos, incapaz de ser,
como san Pablo, “griego con los griegos y judío con los judíos”.
Asumiendo su munus (rol) profético, como Juan 23, el papa Francisco se empeñará en
una profunda reforma de la Iglesia, para que a través de ella resplandezca la palabra
y el testimonio de Jesús, en el cual Dios se hizo uno de nosotros.