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contempla a otras intervenciones públicas y privadas que pueden tener
tanta o mayor trascendencia territorial.
DEPARTAMENTO DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Profesor Antonio Rojas Basualto-NM4
Año académico 2013

EL ORDENAMIENTO Y PLANIFICACIÓN TERRITORIAL EN CHILE:
ELEMENTOS PARA SU DISCUSIÓN
INTRODUCCION
El ordenamiento territorial es un concepto que en los ámbitos políticos,
científicos y técnico-profesionales es ampliamente utilizado al referirse
especialmente a las dificultades que genera la aplicación del actual
modelo de desarrollo en cuanto a hacer compatibles las distintas
actividades humanas, y éstas con el medio natural, incorporándolo
también al analizar la heterogeneidad en los niveles de integración y
crecimiento de los distintos territorios que conforman el país. Por tanto,
su utilización aborda no solamente aspectos físicos del territorio, sino
que también involucra aspectos económicos y sociales.
En Chile, esto es palpable en las discusiones, estudios y análisis, por
ejemplo, en la asincronía de la expansión de la metrópoli respecto del
desarrollo de infraestructuras de transporte y de comunicaciones; la
improvisación con que se aborda el tema de las basuras, la
vulnerabilidad en aumento de las zonas litorales, la escasa protección de
las cuencas y los recursos hídricos, los niveles de calidad de vida de las
áreas urbanas, la integración y desarrollo de zonas postergadas del
territorio, entre otros.
Lo anterior, efectivamente, tiene relación con lo que científicamente se
ha llamado la ordenación del territorio, pero, al parecer, aún carecemos
como país de un cuerpo disciplinario integrado a la realidad territorial
chilena, tal como el existente en Europa en su Carta Europea de
Ordenamiento del Territorio (1983), cuyo objetivo es la utilización
racional del mismo.
Las discusiones parecen, en general, presentar cierta distancia de una
concepción precisa, ya que, como es común, los “expertos” generan
definiciones amoldadas a su quehacer particular. Sin embargo, un hecho
queda de manifiesto, cual es la asociación directa que se hace del
ordenamiento territorial con el desarrollo de los instrumentos chilenos
de planificación territorial, especialmente urbanos, y escasamente se

RESUMEN
El presente artículo aborda algunos aspectos del tratamiento que se ha
dado al ordenamiento territorial en Chile. Resume algunas definiciones y
entrega ciertos elementos que permitan superar las distorsiones
subyacentes en las discusiones públicas de la materia.
Asimismo, aborda las dificultades que nuestra organización política y
administrativa presenta en materia de intervenciones territoriales,
analizando al proceso de descentralización como una respuesta a estas
dificultades. Por último se entregan algunas ideas a considerar en una
acción futura
ALGUNA DEFINICIONES
El nivel de la discusión actual del tema conlleva necesariamente al
desarrollo de aportaciones conceptuales que han enmarcado al
ordenamiento territorial en márgenes no bien precisos.
Como lo expresan Pujadas y Font (1998), “la ordenación del territorio es
una disciplina bastante nueva y con unos contenidos no muy bien
acotados, no tanto debido a su juventud como a las diferentes
interpretaciones que ha recibido, y que continúa recibiendo”.
Estos mismos autores rescatan la definición hecha por la Carta Europea
de Ordenación del Territorio, donde se define al ordenamiento territorial
como “la expresión espacial de las políticas económicas, sociales,
culturales y ecológicas de la sociedad. Es, a la vez, una disciplina
científica, una técnica administrativa y una política concebida como un
enfoque interdisciplinario y global, cuyo objetivo es un desarrollo
equilibrado de las regiones y la organización física del espacio según un
concepto rector”.
Otra definición (Márquez, 1997), dice que la acción de ordenar el
territorio se refiere al proceso organizado institucionalmente de
planificar y regular sus funciones, utilizaciones y su organización
espacial.
Asimismo, señala que en definitiva la tarea es resolver los conflictos por
el uso del espacio, teniendo presentes las capacidades y limitaciones del
sistema natural.
Como mencionamos en el apartado introductorio, en Chile el concepto
ordenamiento del territorio ha estado y se ha institucionalizado en el

1
ámbito público desde nuestra perspectiva negativamente en los
instrumentos de planificación territorial urbanos. Una muestra de ello es
el documento
Ordenamiento Territorial en Chile (1993) del ministerio encargado de las
políticas habitacionales y del desarrollo urbano. El documento en
cuestión presenta bajo ese título la planificación urbana en Chile, las
normas y políticas que rigen la materia y resume cada uno de los
distintos instrumentos de planificación urbana existentes en el país en
sus distintas escalas.
Este documento no define el objetivo del denominado ordenamiento
territorial en Chile, no lo conceptualiza, ni tampoco considera las
intervenciones y aportes que actores distintos al ministerio propiamente
tal y a las municipalidades pueden y efectivamente ejercen en el
territorio.
Como lo señalan autores europeos, es necesario destacar el carácter
horizontal de la ordenación del territorio, con un enfoque
interdisciplinario y sistémico-integral que supere la acción fragmentada
e incompleta de los enfoques estrictamente sectoriales.
Lo anterior reviste gran importancia para revaluar la manera como
hemos enfrentado el tema en Chile. Las características del documento
mencionado anteriormente son la antítesis de un enfoque
interdisciplinario y sistémico integral, carente de definiciones y
principios orientadores.
Entre muchos aspectos, otro elemento que no ha permitido generar el
alma del ordenamiento territorial en Chile es la falta de integración
entre la comunidad científica y los actores políticos responsables de las
decisiones, porque, al parecer, no hemos logrado transar y reconocer
que tenemos responsabilidades distintas, pero concatenadas.
No podremos lograr el desarrollo sustentable de nuestro territorio sin
conocer los conceptos y criterios básicos ordenadores, ni tampoco si las
decisiones técnico-políticas de intervención están ajenas a estos
criterios. Es necesario reconocer y relevar la existencia en materia de
ordenamiento territorial, que tiene dos componentes generales, uno de
carácter doctrinal en donde estén los principios que como sociedad nos
damos para ocupar nuestro territorio, y otro de carácter ejecutivo y
práctico.

Un ordenamiento y una planificación.

El ordenamiento territorial correspondería a la articulación
disciplinaria orientada a establecer el cuerpo conceptual, los parámetros
y criterio que permitan compatibilizar y hacer sustentable el desarrollo
de las actividades humanas, y de éstas con el medio natural. Por lo
tanto, es una acción con una alta cuota de responsabilidad de la
comunidad científica.
La definición de objetivos y su aplicación a través de planes y
estrategias, es el ámbito propio de la planificación territorial, acción
por tanto de carácter técnico-político, en donde los actores públicos,
específicamente el Estado, son en gran parte responsables.
LA ESTRUCTURA POLITICOINSTITUCIONAL DE CHILE Y SUS
DIFICULTADES DE INTERVENCION TERRITORIAL
La institucionalidad que interviene en el territorio es amplia. Organos
nacionales, regionales, locales, centralizados y autónomos, todos con
mayor o menor nivel de intervención, complejizan el panorama para el
desarrollo de una política integrada, planes coherentes e instrumentos
efectivos
Chile presenta una estructura de organismos administrativos complejos,
muchos con competencias territoriales. No obstante los esfuerzos
institucionales realizados para disminuir las deficiencias del sistema,
subsisten insuficiencias jurídicas y reglamentarias, duplicidades y
competencia entre órganos del Estado y escasos mecanismos de
resolución de conflictos interinstitucionales.
Por otra parte, nos encontramos con dificultades de tipo ideológico,
algunas que ven cualquier intervención pública en la materia como
distorsiones a la libre iniciativa, como medidas anticuadas, propias de
economías centralistas. En el otro escenario, la no regulación extrema
es vista como una imposición del mercado y por tanto sólo buscadora de
rentabilidad despreciando el bien común. En realidad, ninguno de estos
extremos es valedero en su totalidad. La intervención pública en el
territorio es necesaria, por cuanto pretende generar los espacios que
permitan el desarrollo e iniciativa privada en un escenario con reglas
claras, que potencie sus iniciativas, pero que vele por el bien común y
proteja el medio ambiente.
Actualmente las dificultades que presenta el desarrollo territorial las
hemos enfrentado desde una perspectiva parcial y centralizada. Se han
institucionalizado comisiones, entre otras como las siguientes:
– Borde Costero
– Zonas Extremas

2
–
–
–
–
–
–
–
–

Desarrollo Urbano
Gestión de Áreas Metropolitanas
Infraestructura
Áreas Rurales
Desarrollo e Integración Social
Desarrollo Productivo
Fronteras Interiores
Desarrollo Turístico

Estas y otras acciones contemplan en su plan de trabajo diversas
intervenciones territoriales, las cuales, en determinadas circunstancias,
pueden carecer de la coherencia y coordinación necesarias para un
desarrollo territorial orgánico y sustentable, aunque su composición sea
de carácter intersectorial.
Últimamente, también ha salido a la luz un nuevo concepto asociado al
objetivo de planificar de forma general el crecimiento de las ciudades.
Es el denominado “Plan de Desarrollo de Reordenamiento Territorial” del
Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Este plan al parecer sólo centra su
acción sobre la estructuración de sistemas urbanos que mitiguen el
crecimiento de las grandes ciudades del país.
Esto último, que a la luz de los antecedentes no tendría una amplia
legitimidad pública, revalida la opinión de que la materia se aborda con
alguna precipitación, disminuyendo la capacidad conductora que el
ministerio en cuestión debería presentar.
LA DESCENTRALIZACION Y EL ORDENAMIENTO TERRITORIAL
El ordenamiento territorial forma parte del mejoramiento de la calidad
de vida de las personas, y por tanto éstas deben ser parte activa en el
proceso.
El ordenamiento territorial debe ser una tendencia y una disciplina
voluntariamente aceptadas, y no dependen ni de una planificación
autoritaria ni de un programa impuesto (Lajudie, Delfaud y Lacour,
1979)3 . Lo anterior fortalece la necesidad de que una política nacional
de ordenamiento territorial deba ser concebida por el gobierno, pero con
una participación activa de las regiones, comunas y la ciudadanía en
general.
Para esto se requiere seguir profundizando la descentralización en Chile.
En esta década hemos logrado grandes avances como fueron la
democratización de los municipios, la institucionalización de los
gobiernos regionales, el incremento constante de los recursos hacia

estos niveles y la pronta duplicación de la inversión pública de decisión
regional.
Pero es necesario seguir avanzando. La descentralización ha creado una
superficie mucho más amplia del Estado con la sociedad, reactivando
instituciones o niveles que generan espacios de participación ciudadana
y múltiples ángulos de intervención de los sectores sociales organizados.
En cierto sentido, el Estado se horizontaliza y abre posibilidades de
contacto con los ciudadanos, lo cual el centralismo no permite.
MIDEPLAN (1992) define a la descentralización como “el objetivo de
devolver a la sociedad civil el adecuado y necesario poder de decisión
acerca de aquellos asuntos comunes y cotidianos que los afectan en
diversos niveles territoriales”...
La definición de qué tipo de territorio queremos y cuál es la proyección
que le daremos en el tiempo, es claramente una decisión de quienes
habitan cada porción del país.
En este tipo de decisiones se han logrado importantes avances con la
reforma a la ley de municipalidades, la ley de gobierno y administración
regional y en cierta medida con la ley de bases del medio ambiente.
De hecho, los gobiernos regionales y municipalidades son actores en el
proceso de planificación territorial, pero aún subsiste la aplicación de
normativas centralistas que ponen en jaque las atribuciones que estos
entes poseen. Una muestra de ello son los aún no ponderados efectos
del artículo
50 de la ley general de urbanismo y construcciones, y las decisiones
escasamente participativas del Ministerio de Vivienda y Urbanismo y de
otros ministerios.
Como Estado unitario, requerimos de una política nacional con
definiciones claras que enmarquen los procedimientos para adecuar y
proyectar el territorio en busca del bien común. Pero es necesario
legitimar a los entes regionales y comunales como los responsables de
la articulación entre el sector público, el privado y la ciudadanía en
general, a la hora de realizar las definiciones precisas en cuanto al
desarrollo de potencialidades, integración física, socioeconómica, y
respecto a los usos del territorio.
ALGUNAS IDEAS FINALES
Una política efectiva que logre un territorio articulado requiere sentar a
una mesa de discusión a los actores político-institucionales, académicos,
técnicos y sociales. Tal vez no debemos seguir discutiendo
conceptualmente tratando de aparecer con la panacea del desarrollo de

3
nuestro territorio, sino que podemos actuar en función de las siguientes
ideas.
a) Debemos asumir nuestros errores y comenzar un proceso de
aprendizaje respecto a la evolución de nuestro territorio. Debemos
anticipar y afrontar los desafíos que éste nos plantea en sus distintos
ámbitos, ya que es previsible la cantidad de conflictos ambientales,
económicos y sociales del próximo siglo.
Un elemento relevante de tener en cuenta es que no necesariamente el
crecimiento asegura desarrollo, ya que, por el contrario, éste por sí solo
ha generado en el mundo grandes catástrofes y conflictos que nosotros
aún podemos impedir.
b) El desarrollo en todo ámbito se basa en la anticipación, por lo cual es
necesario determinar nuestras potencialidades territoriales y no gastar
recursos en priorizados problemas, crear institucionalidad, realizar
diagnóstico tras diagnóstico y anunciar plan tras plan, lo que sólo crea
un círculo vicioso y que genera frustración en la ciudadanía.
c) El desarrollo de nuestras potencialidades llevará progresivamente al
desarrollo, generado en un escenario de toma de conciencia colectiva de
nuestras dificultades. Necesitamos nuevos actores en este trabajo, por
lo cual es necesario que las regiones, provincias, comunas,
universidades y grupos ciudadanos en general participen.
Son ellos los usuarios del territorio, y quienes diariamente viven su
problemática. No podemos seguir con la actitud centralista, paternalista
y sectorial. Lo anterior fortalece la necesidad de tener un sistema
ordenador y de planificación territorial en un entorno de cambio, con
nuevos instrumentos, nuevos actores, actividades y objetivos. La
experiencia pasada es buena de tener en cuenta, pero la proyección de
nuestra sociedad al próximo siglo requiere de definiciones y
modalidades de intervención ad hoc.
Para superar algunas de las dificultades que enfrentamos en materia
territorial proponemos como inicio algunas ideas:
1. Convocar al mundo político, académico e institucional al desarrollo de
las definiciones que respecto a nuestro territorio debemos plasmar en
una
política
nacional,
que
abarque
aspectos
económicos,
sociodemográficos y medioambientales.
2. Entregar la conducción de este proceso a un órgano con mayor peso
político y legitimidad frente a los demás ministerios, servicios y órganos
del Estado.
3. Integrar las distintas temáticas mencionadas (borde costero, medio
ambiente, zonas extremas, desarrollo urbano, áreas rurales, fronteras

interiores, desarrollo turístico, etc.) a las definiciones de la política antes
mencionadas
4. Fortalecer la capacidad y legitimidad de los entes regionales y locales,
como articuladores y gestores de las intervenciones y planificación de
sus territorios, lo que implica aumentar el traspaso de competencias y
funciones desde el nivel central a los órganos regionales.
5. Diseñar mecanismos y modalidades innovadoras y participativas para
el ordenamiento y planificación territorial. Esto significa por un lado
integrar y fortalecer los instrumentos actuales (Pladecos, Planes
Reguladores, Estrategias Regionales, etc.).
Revista de Geografía Norte Grande, 25: 49-53 (194989)
NELSON BUSTOS ARANCIBIA2
Geógrafo y Licenciado en Geografía
Pontificia Universidad Católica de Chile
PLANIFICACIÓN TERRITORIAL: CONCEPTOS Y EJEMPLOS
Se entiende el ordenamiento territorial como la acción pública destinada
a armonizar las demandas de uso territorial del sector público y privado
en un contexto de utilización racional y sustentable (G. Werner, F.
Bemmerlein-Lux y F. Arenas, 1994).
Así, la acción de ordenar el territorio se refiere al proceso organizado
institucionalmente de planificar y regular las funciones, utilizaciones y
estructuras del territorio y su organización espacial.
La escala de esta planificación territorial puede desplazarse desde lo
local a lo nacional, pasando por lo comunal, intercomunal y lo regional.
Sin embargo, cualquiera sea la escala de trabajo, el objetivo último será
optimizar la estructuración y utilización territorial del espacio en función
a los usos sociales, económicos, recreacionales y ambientales posibles
de realizar en é1. En definitiva, la tarea es resolver los conflictos por el
uso del espacio, teniendo presentes las capacidades y limitaciones del
sistema natural.
Características del ordenamiento territorial en Chile.

4
Es claro que la planificación y el ordenamiento territorial en Chile, tanto
urbano como rural, están siendo sobrepasados por la dinámica del
mercado, en especial en las áreas urbanas (González y Márquez, 1995).
El desarrollo de los asentamientos humanos durante este siglo se ha
caracterizado por grandes corrientes migratorias a las ciudades, lo que
ha constituido un desafío permanente para las autoridades
gubernamentales frente a la premisa de un equilibrado desarrollo
territorial.
Frente a ello, la gestión territorial pública, a través de su acción directa
o indirecta, aparece comprometida fundamentalmente con metas
cuantitativas, dada la gran urgencia de resolver
problemas básicos como la vivienda, la infraestructura sanitaria y vial,
descuidando considerablemente la construcción de espacios públicos de
recreación, equipamiento, servicios y de una estructura espacial
adecuada, sin considerar en general los problemas de concentración
espacial y utilización racional del recurso suelo.
Respecto al ordenamiento territorial de las ciudades, Chile ha contado
desde sus orígenes con un estilo de planificación urbana basado
principalmente en la zonificación, con un sesgo marcadamente físico, de
carácter más bien prohibitivo y desarrollado con un gran nivel de
detalle. Esta forma, que tuvo éxito en épocas anteriores a la
consolidación de un mercado urbano, hoy se ve sobrepasada por la gran
dinámica que ha adquirido actualmente el mercado urbano en Chile
(donde las transacciones urbanas de propiedades constituyen hoy un
mercado muy activo, transformándose en un sector importante de
negocios). Así, la planificación territorial del país, especialmente la
urbana, ha sido ejercida como una actividad alternativa y más bien
opuesta al mercado, otorgando a las grandes inversiones en obras
físicas del Estado el rol de fuerza principal del desarrollo urbano.
Además, en el caso de la planificación de los espacios rurales esta es
casi inexistente, teniendo el Estado un rol bastante reducido en la
orientación adecuada del uso de los territorios localizados fuera de las
áreas urbanas.
Estas características de la planificación territorial aplicada en el país han
conducido
a
resultados
paradójicos:
ciudades
que
crecen
expansivamente sin orden formal, considerables espacios deteriorados,
socavando su patrimonio arquitectónico y agravando los problemas de
eficiencia urbana y calidad de vida de sus habitantes, especialmente en
las ciudades de mayor tamaño y constituyéndose, en los últimos años,
también en problemas de ciudades intermedias y de pequeñas

localidades. Ello también ha tenido un importante impacto sobre las
áreas rurales del país, donde se ha producido un creciente proceso de
pérdida de suelo agrícola de alta calidad debido al cambio hacia usos
urbanos. En este contexto se debe tener presente que las políticas
macroeconómicas y las demás políticas públicas tienen un fuerte
impacto en el desarrollo de las ciudades y la ocupación de las áreas
rurales que no se han considerado debidamente. Además, dada la
estructura extremadamente sectorial de la administración pública
chilena, no existe una instancia que evalúe los impactos que generan las
distintas políticas públicas en el territorio, lo que puede acarrear
consecuencias irreversibles, especialmente en el largo plazo.

5
Es claro que la planificación y el ordenamiento territorial en Chile, tanto
urbano como rural, están siendo sobrepasados por la dinámica del
mercado, en especial en las áreas urbanas (González y Márquez, 1995).
El desarrollo de los asentamientos humanos durante este siglo se ha
caracterizado por grandes corrientes migratorias a las ciudades, lo que
ha constituido un desafío permanente para las autoridades
gubernamentales frente a la premisa de un equilibrado desarrollo
territorial.
Frente a ello, la gestión territorial pública, a través de su acción directa
o indirecta, aparece comprometida fundamentalmente con metas
cuantitativas, dada la gran urgencia de resolver
problemas básicos como la vivienda, la infraestructura sanitaria y vial,
descuidando considerablemente la construcción de espacios públicos de
recreación, equipamiento, servicios y de una estructura espacial
adecuada, sin considerar en general los problemas de concentración
espacial y utilización racional del recurso suelo.
Respecto al ordenamiento territorial de las ciudades, Chile ha contado
desde sus orígenes con un estilo de planificación urbana basado
principalmente en la zonificación, con un sesgo marcadamente físico, de
carácter más bien prohibitivo y desarrollado con un gran nivel de
detalle. Esta forma, que tuvo éxito en épocas anteriores a la
consolidación de un mercado urbano, hoy se ve sobrepasada por la gran
dinámica que ha adquirido actualmente el mercado urbano en Chile
(donde las transacciones urbanas de propiedades constituyen hoy un
mercado muy activo, transformándose en un sector importante de
negocios). Así, la planificación territorial del país, especialmente la
urbana, ha sido ejercida como una actividad alternativa y más bien
opuesta al mercado, otorgando a las grandes inversiones en obras
físicas del Estado el rol de fuerza principal del desarrollo urbano.
Además, en el caso de la planificación de los espacios rurales esta es
casi inexistente, teniendo el Estado un rol bastante reducido en la
orientación adecuada del uso de los territorios localizados fuera de las
áreas urbanas.
Estas características de la planificación territorial aplicada en el país han
conducido
a
resultados
paradójicos:
ciudades
que
crecen
expansivamente sin orden formal, considerables espacios deteriorados,
socavando su patrimonio arquitectónico y agravando los problemas de
eficiencia urbana y calidad de vida de sus habitantes, especialmente en
las ciudades de mayor tamaño y constituyéndose, en los últimos años,
también en problemas de ciudades intermedias y de pequeñas

localidades. Ello también ha tenido un importante impacto sobre las
áreas rurales del país, donde se ha producido un creciente proceso de
pérdida de suelo agrícola de alta calidad debido al cambio hacia usos
urbanos. En este contexto se debe tener presente que las políticas
macroeconómicas y las demás políticas públicas tienen un fuerte
impacto en el desarrollo de las ciudades y la ocupación de las áreas
rurales que no se han considerado debidamente. Además, dada la
estructura extremadamente sectorial de la administración pública
chilena, no existe una instancia que evalúe los impactos que generan las
distintas políticas públicas en el territorio, lo que puede acarrear
consecuencias irreversibles, especialmente en el largo plazo.

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El ordenamiento y planificación territorial en chile

  • 1. contempla a otras intervenciones públicas y privadas que pueden tener tanta o mayor trascendencia territorial. DEPARTAMENTO DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Profesor Antonio Rojas Basualto-NM4 Año académico 2013 EL ORDENAMIENTO Y PLANIFICACIÓN TERRITORIAL EN CHILE: ELEMENTOS PARA SU DISCUSIÓN INTRODUCCION El ordenamiento territorial es un concepto que en los ámbitos políticos, científicos y técnico-profesionales es ampliamente utilizado al referirse especialmente a las dificultades que genera la aplicación del actual modelo de desarrollo en cuanto a hacer compatibles las distintas actividades humanas, y éstas con el medio natural, incorporándolo también al analizar la heterogeneidad en los niveles de integración y crecimiento de los distintos territorios que conforman el país. Por tanto, su utilización aborda no solamente aspectos físicos del territorio, sino que también involucra aspectos económicos y sociales. En Chile, esto es palpable en las discusiones, estudios y análisis, por ejemplo, en la asincronía de la expansión de la metrópoli respecto del desarrollo de infraestructuras de transporte y de comunicaciones; la improvisación con que se aborda el tema de las basuras, la vulnerabilidad en aumento de las zonas litorales, la escasa protección de las cuencas y los recursos hídricos, los niveles de calidad de vida de las áreas urbanas, la integración y desarrollo de zonas postergadas del territorio, entre otros. Lo anterior, efectivamente, tiene relación con lo que científicamente se ha llamado la ordenación del territorio, pero, al parecer, aún carecemos como país de un cuerpo disciplinario integrado a la realidad territorial chilena, tal como el existente en Europa en su Carta Europea de Ordenamiento del Territorio (1983), cuyo objetivo es la utilización racional del mismo. Las discusiones parecen, en general, presentar cierta distancia de una concepción precisa, ya que, como es común, los “expertos” generan definiciones amoldadas a su quehacer particular. Sin embargo, un hecho queda de manifiesto, cual es la asociación directa que se hace del ordenamiento territorial con el desarrollo de los instrumentos chilenos de planificación territorial, especialmente urbanos, y escasamente se RESUMEN El presente artículo aborda algunos aspectos del tratamiento que se ha dado al ordenamiento territorial en Chile. Resume algunas definiciones y entrega ciertos elementos que permitan superar las distorsiones subyacentes en las discusiones públicas de la materia. Asimismo, aborda las dificultades que nuestra organización política y administrativa presenta en materia de intervenciones territoriales, analizando al proceso de descentralización como una respuesta a estas dificultades. Por último se entregan algunas ideas a considerar en una acción futura ALGUNA DEFINICIONES El nivel de la discusión actual del tema conlleva necesariamente al desarrollo de aportaciones conceptuales que han enmarcado al ordenamiento territorial en márgenes no bien precisos. Como lo expresan Pujadas y Font (1998), “la ordenación del territorio es una disciplina bastante nueva y con unos contenidos no muy bien acotados, no tanto debido a su juventud como a las diferentes interpretaciones que ha recibido, y que continúa recibiendo”. Estos mismos autores rescatan la definición hecha por la Carta Europea de Ordenación del Territorio, donde se define al ordenamiento territorial como “la expresión espacial de las políticas económicas, sociales, culturales y ecológicas de la sociedad. Es, a la vez, una disciplina científica, una técnica administrativa y una política concebida como un enfoque interdisciplinario y global, cuyo objetivo es un desarrollo equilibrado de las regiones y la organización física del espacio según un concepto rector”. Otra definición (Márquez, 1997), dice que la acción de ordenar el territorio se refiere al proceso organizado institucionalmente de planificar y regular sus funciones, utilizaciones y su organización espacial. Asimismo, señala que en definitiva la tarea es resolver los conflictos por el uso del espacio, teniendo presentes las capacidades y limitaciones del sistema natural. Como mencionamos en el apartado introductorio, en Chile el concepto ordenamiento del territorio ha estado y se ha institucionalizado en el 1
  • 2. ámbito público desde nuestra perspectiva negativamente en los instrumentos de planificación territorial urbanos. Una muestra de ello es el documento Ordenamiento Territorial en Chile (1993) del ministerio encargado de las políticas habitacionales y del desarrollo urbano. El documento en cuestión presenta bajo ese título la planificación urbana en Chile, las normas y políticas que rigen la materia y resume cada uno de los distintos instrumentos de planificación urbana existentes en el país en sus distintas escalas. Este documento no define el objetivo del denominado ordenamiento territorial en Chile, no lo conceptualiza, ni tampoco considera las intervenciones y aportes que actores distintos al ministerio propiamente tal y a las municipalidades pueden y efectivamente ejercen en el territorio. Como lo señalan autores europeos, es necesario destacar el carácter horizontal de la ordenación del territorio, con un enfoque interdisciplinario y sistémico-integral que supere la acción fragmentada e incompleta de los enfoques estrictamente sectoriales. Lo anterior reviste gran importancia para revaluar la manera como hemos enfrentado el tema en Chile. Las características del documento mencionado anteriormente son la antítesis de un enfoque interdisciplinario y sistémico integral, carente de definiciones y principios orientadores. Entre muchos aspectos, otro elemento que no ha permitido generar el alma del ordenamiento territorial en Chile es la falta de integración entre la comunidad científica y los actores políticos responsables de las decisiones, porque, al parecer, no hemos logrado transar y reconocer que tenemos responsabilidades distintas, pero concatenadas. No podremos lograr el desarrollo sustentable de nuestro territorio sin conocer los conceptos y criterios básicos ordenadores, ni tampoco si las decisiones técnico-políticas de intervención están ajenas a estos criterios. Es necesario reconocer y relevar la existencia en materia de ordenamiento territorial, que tiene dos componentes generales, uno de carácter doctrinal en donde estén los principios que como sociedad nos damos para ocupar nuestro territorio, y otro de carácter ejecutivo y práctico. Un ordenamiento y una planificación. El ordenamiento territorial correspondería a la articulación disciplinaria orientada a establecer el cuerpo conceptual, los parámetros y criterio que permitan compatibilizar y hacer sustentable el desarrollo de las actividades humanas, y de éstas con el medio natural. Por lo tanto, es una acción con una alta cuota de responsabilidad de la comunidad científica. La definición de objetivos y su aplicación a través de planes y estrategias, es el ámbito propio de la planificación territorial, acción por tanto de carácter técnico-político, en donde los actores públicos, específicamente el Estado, son en gran parte responsables. LA ESTRUCTURA POLITICOINSTITUCIONAL DE CHILE Y SUS DIFICULTADES DE INTERVENCION TERRITORIAL La institucionalidad que interviene en el territorio es amplia. Organos nacionales, regionales, locales, centralizados y autónomos, todos con mayor o menor nivel de intervención, complejizan el panorama para el desarrollo de una política integrada, planes coherentes e instrumentos efectivos Chile presenta una estructura de organismos administrativos complejos, muchos con competencias territoriales. No obstante los esfuerzos institucionales realizados para disminuir las deficiencias del sistema, subsisten insuficiencias jurídicas y reglamentarias, duplicidades y competencia entre órganos del Estado y escasos mecanismos de resolución de conflictos interinstitucionales. Por otra parte, nos encontramos con dificultades de tipo ideológico, algunas que ven cualquier intervención pública en la materia como distorsiones a la libre iniciativa, como medidas anticuadas, propias de economías centralistas. En el otro escenario, la no regulación extrema es vista como una imposición del mercado y por tanto sólo buscadora de rentabilidad despreciando el bien común. En realidad, ninguno de estos extremos es valedero en su totalidad. La intervención pública en el territorio es necesaria, por cuanto pretende generar los espacios que permitan el desarrollo e iniciativa privada en un escenario con reglas claras, que potencie sus iniciativas, pero que vele por el bien común y proteja el medio ambiente. Actualmente las dificultades que presenta el desarrollo territorial las hemos enfrentado desde una perspectiva parcial y centralizada. Se han institucionalizado comisiones, entre otras como las siguientes: – Borde Costero – Zonas Extremas 2
  • 3. – – – – – – – – Desarrollo Urbano Gestión de Áreas Metropolitanas Infraestructura Áreas Rurales Desarrollo e Integración Social Desarrollo Productivo Fronteras Interiores Desarrollo Turístico Estas y otras acciones contemplan en su plan de trabajo diversas intervenciones territoriales, las cuales, en determinadas circunstancias, pueden carecer de la coherencia y coordinación necesarias para un desarrollo territorial orgánico y sustentable, aunque su composición sea de carácter intersectorial. Últimamente, también ha salido a la luz un nuevo concepto asociado al objetivo de planificar de forma general el crecimiento de las ciudades. Es el denominado “Plan de Desarrollo de Reordenamiento Territorial” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Este plan al parecer sólo centra su acción sobre la estructuración de sistemas urbanos que mitiguen el crecimiento de las grandes ciudades del país. Esto último, que a la luz de los antecedentes no tendría una amplia legitimidad pública, revalida la opinión de que la materia se aborda con alguna precipitación, disminuyendo la capacidad conductora que el ministerio en cuestión debería presentar. LA DESCENTRALIZACION Y EL ORDENAMIENTO TERRITORIAL El ordenamiento territorial forma parte del mejoramiento de la calidad de vida de las personas, y por tanto éstas deben ser parte activa en el proceso. El ordenamiento territorial debe ser una tendencia y una disciplina voluntariamente aceptadas, y no dependen ni de una planificación autoritaria ni de un programa impuesto (Lajudie, Delfaud y Lacour, 1979)3 . Lo anterior fortalece la necesidad de que una política nacional de ordenamiento territorial deba ser concebida por el gobierno, pero con una participación activa de las regiones, comunas y la ciudadanía en general. Para esto se requiere seguir profundizando la descentralización en Chile. En esta década hemos logrado grandes avances como fueron la democratización de los municipios, la institucionalización de los gobiernos regionales, el incremento constante de los recursos hacia estos niveles y la pronta duplicación de la inversión pública de decisión regional. Pero es necesario seguir avanzando. La descentralización ha creado una superficie mucho más amplia del Estado con la sociedad, reactivando instituciones o niveles que generan espacios de participación ciudadana y múltiples ángulos de intervención de los sectores sociales organizados. En cierto sentido, el Estado se horizontaliza y abre posibilidades de contacto con los ciudadanos, lo cual el centralismo no permite. MIDEPLAN (1992) define a la descentralización como “el objetivo de devolver a la sociedad civil el adecuado y necesario poder de decisión acerca de aquellos asuntos comunes y cotidianos que los afectan en diversos niveles territoriales”... La definición de qué tipo de territorio queremos y cuál es la proyección que le daremos en el tiempo, es claramente una decisión de quienes habitan cada porción del país. En este tipo de decisiones se han logrado importantes avances con la reforma a la ley de municipalidades, la ley de gobierno y administración regional y en cierta medida con la ley de bases del medio ambiente. De hecho, los gobiernos regionales y municipalidades son actores en el proceso de planificación territorial, pero aún subsiste la aplicación de normativas centralistas que ponen en jaque las atribuciones que estos entes poseen. Una muestra de ello son los aún no ponderados efectos del artículo 50 de la ley general de urbanismo y construcciones, y las decisiones escasamente participativas del Ministerio de Vivienda y Urbanismo y de otros ministerios. Como Estado unitario, requerimos de una política nacional con definiciones claras que enmarquen los procedimientos para adecuar y proyectar el territorio en busca del bien común. Pero es necesario legitimar a los entes regionales y comunales como los responsables de la articulación entre el sector público, el privado y la ciudadanía en general, a la hora de realizar las definiciones precisas en cuanto al desarrollo de potencialidades, integración física, socioeconómica, y respecto a los usos del territorio. ALGUNAS IDEAS FINALES Una política efectiva que logre un territorio articulado requiere sentar a una mesa de discusión a los actores político-institucionales, académicos, técnicos y sociales. Tal vez no debemos seguir discutiendo conceptualmente tratando de aparecer con la panacea del desarrollo de 3
  • 4. nuestro territorio, sino que podemos actuar en función de las siguientes ideas. a) Debemos asumir nuestros errores y comenzar un proceso de aprendizaje respecto a la evolución de nuestro territorio. Debemos anticipar y afrontar los desafíos que éste nos plantea en sus distintos ámbitos, ya que es previsible la cantidad de conflictos ambientales, económicos y sociales del próximo siglo. Un elemento relevante de tener en cuenta es que no necesariamente el crecimiento asegura desarrollo, ya que, por el contrario, éste por sí solo ha generado en el mundo grandes catástrofes y conflictos que nosotros aún podemos impedir. b) El desarrollo en todo ámbito se basa en la anticipación, por lo cual es necesario determinar nuestras potencialidades territoriales y no gastar recursos en priorizados problemas, crear institucionalidad, realizar diagnóstico tras diagnóstico y anunciar plan tras plan, lo que sólo crea un círculo vicioso y que genera frustración en la ciudadanía. c) El desarrollo de nuestras potencialidades llevará progresivamente al desarrollo, generado en un escenario de toma de conciencia colectiva de nuestras dificultades. Necesitamos nuevos actores en este trabajo, por lo cual es necesario que las regiones, provincias, comunas, universidades y grupos ciudadanos en general participen. Son ellos los usuarios del territorio, y quienes diariamente viven su problemática. No podemos seguir con la actitud centralista, paternalista y sectorial. Lo anterior fortalece la necesidad de tener un sistema ordenador y de planificación territorial en un entorno de cambio, con nuevos instrumentos, nuevos actores, actividades y objetivos. La experiencia pasada es buena de tener en cuenta, pero la proyección de nuestra sociedad al próximo siglo requiere de definiciones y modalidades de intervención ad hoc. Para superar algunas de las dificultades que enfrentamos en materia territorial proponemos como inicio algunas ideas: 1. Convocar al mundo político, académico e institucional al desarrollo de las definiciones que respecto a nuestro territorio debemos plasmar en una política nacional, que abarque aspectos económicos, sociodemográficos y medioambientales. 2. Entregar la conducción de este proceso a un órgano con mayor peso político y legitimidad frente a los demás ministerios, servicios y órganos del Estado. 3. Integrar las distintas temáticas mencionadas (borde costero, medio ambiente, zonas extremas, desarrollo urbano, áreas rurales, fronteras interiores, desarrollo turístico, etc.) a las definiciones de la política antes mencionadas 4. Fortalecer la capacidad y legitimidad de los entes regionales y locales, como articuladores y gestores de las intervenciones y planificación de sus territorios, lo que implica aumentar el traspaso de competencias y funciones desde el nivel central a los órganos regionales. 5. Diseñar mecanismos y modalidades innovadoras y participativas para el ordenamiento y planificación territorial. Esto significa por un lado integrar y fortalecer los instrumentos actuales (Pladecos, Planes Reguladores, Estrategias Regionales, etc.). Revista de Geografía Norte Grande, 25: 49-53 (194989) NELSON BUSTOS ARANCIBIA2 Geógrafo y Licenciado en Geografía Pontificia Universidad Católica de Chile PLANIFICACIÓN TERRITORIAL: CONCEPTOS Y EJEMPLOS Se entiende el ordenamiento territorial como la acción pública destinada a armonizar las demandas de uso territorial del sector público y privado en un contexto de utilización racional y sustentable (G. Werner, F. Bemmerlein-Lux y F. Arenas, 1994). Así, la acción de ordenar el territorio se refiere al proceso organizado institucionalmente de planificar y regular las funciones, utilizaciones y estructuras del territorio y su organización espacial. La escala de esta planificación territorial puede desplazarse desde lo local a lo nacional, pasando por lo comunal, intercomunal y lo regional. Sin embargo, cualquiera sea la escala de trabajo, el objetivo último será optimizar la estructuración y utilización territorial del espacio en función a los usos sociales, económicos, recreacionales y ambientales posibles de realizar en é1. En definitiva, la tarea es resolver los conflictos por el uso del espacio, teniendo presentes las capacidades y limitaciones del sistema natural. Características del ordenamiento territorial en Chile. 4
  • 5. Es claro que la planificación y el ordenamiento territorial en Chile, tanto urbano como rural, están siendo sobrepasados por la dinámica del mercado, en especial en las áreas urbanas (González y Márquez, 1995). El desarrollo de los asentamientos humanos durante este siglo se ha caracterizado por grandes corrientes migratorias a las ciudades, lo que ha constituido un desafío permanente para las autoridades gubernamentales frente a la premisa de un equilibrado desarrollo territorial. Frente a ello, la gestión territorial pública, a través de su acción directa o indirecta, aparece comprometida fundamentalmente con metas cuantitativas, dada la gran urgencia de resolver problemas básicos como la vivienda, la infraestructura sanitaria y vial, descuidando considerablemente la construcción de espacios públicos de recreación, equipamiento, servicios y de una estructura espacial adecuada, sin considerar en general los problemas de concentración espacial y utilización racional del recurso suelo. Respecto al ordenamiento territorial de las ciudades, Chile ha contado desde sus orígenes con un estilo de planificación urbana basado principalmente en la zonificación, con un sesgo marcadamente físico, de carácter más bien prohibitivo y desarrollado con un gran nivel de detalle. Esta forma, que tuvo éxito en épocas anteriores a la consolidación de un mercado urbano, hoy se ve sobrepasada por la gran dinámica que ha adquirido actualmente el mercado urbano en Chile (donde las transacciones urbanas de propiedades constituyen hoy un mercado muy activo, transformándose en un sector importante de negocios). Así, la planificación territorial del país, especialmente la urbana, ha sido ejercida como una actividad alternativa y más bien opuesta al mercado, otorgando a las grandes inversiones en obras físicas del Estado el rol de fuerza principal del desarrollo urbano. Además, en el caso de la planificación de los espacios rurales esta es casi inexistente, teniendo el Estado un rol bastante reducido en la orientación adecuada del uso de los territorios localizados fuera de las áreas urbanas. Estas características de la planificación territorial aplicada en el país han conducido a resultados paradójicos: ciudades que crecen expansivamente sin orden formal, considerables espacios deteriorados, socavando su patrimonio arquitectónico y agravando los problemas de eficiencia urbana y calidad de vida de sus habitantes, especialmente en las ciudades de mayor tamaño y constituyéndose, en los últimos años, también en problemas de ciudades intermedias y de pequeñas localidades. Ello también ha tenido un importante impacto sobre las áreas rurales del país, donde se ha producido un creciente proceso de pérdida de suelo agrícola de alta calidad debido al cambio hacia usos urbanos. En este contexto se debe tener presente que las políticas macroeconómicas y las demás políticas públicas tienen un fuerte impacto en el desarrollo de las ciudades y la ocupación de las áreas rurales que no se han considerado debidamente. Además, dada la estructura extremadamente sectorial de la administración pública chilena, no existe una instancia que evalúe los impactos que generan las distintas políticas públicas en el territorio, lo que puede acarrear consecuencias irreversibles, especialmente en el largo plazo. 5
  • 6. Es claro que la planificación y el ordenamiento territorial en Chile, tanto urbano como rural, están siendo sobrepasados por la dinámica del mercado, en especial en las áreas urbanas (González y Márquez, 1995). El desarrollo de los asentamientos humanos durante este siglo se ha caracterizado por grandes corrientes migratorias a las ciudades, lo que ha constituido un desafío permanente para las autoridades gubernamentales frente a la premisa de un equilibrado desarrollo territorial. Frente a ello, la gestión territorial pública, a través de su acción directa o indirecta, aparece comprometida fundamentalmente con metas cuantitativas, dada la gran urgencia de resolver problemas básicos como la vivienda, la infraestructura sanitaria y vial, descuidando considerablemente la construcción de espacios públicos de recreación, equipamiento, servicios y de una estructura espacial adecuada, sin considerar en general los problemas de concentración espacial y utilización racional del recurso suelo. Respecto al ordenamiento territorial de las ciudades, Chile ha contado desde sus orígenes con un estilo de planificación urbana basado principalmente en la zonificación, con un sesgo marcadamente físico, de carácter más bien prohibitivo y desarrollado con un gran nivel de detalle. Esta forma, que tuvo éxito en épocas anteriores a la consolidación de un mercado urbano, hoy se ve sobrepasada por la gran dinámica que ha adquirido actualmente el mercado urbano en Chile (donde las transacciones urbanas de propiedades constituyen hoy un mercado muy activo, transformándose en un sector importante de negocios). Así, la planificación territorial del país, especialmente la urbana, ha sido ejercida como una actividad alternativa y más bien opuesta al mercado, otorgando a las grandes inversiones en obras físicas del Estado el rol de fuerza principal del desarrollo urbano. Además, en el caso de la planificación de los espacios rurales esta es casi inexistente, teniendo el Estado un rol bastante reducido en la orientación adecuada del uso de los territorios localizados fuera de las áreas urbanas. Estas características de la planificación territorial aplicada en el país han conducido a resultados paradójicos: ciudades que crecen expansivamente sin orden formal, considerables espacios deteriorados, socavando su patrimonio arquitectónico y agravando los problemas de eficiencia urbana y calidad de vida de sus habitantes, especialmente en las ciudades de mayor tamaño y constituyéndose, en los últimos años, también en problemas de ciudades intermedias y de pequeñas localidades. Ello también ha tenido un importante impacto sobre las áreas rurales del país, donde se ha producido un creciente proceso de pérdida de suelo agrícola de alta calidad debido al cambio hacia usos urbanos. En este contexto se debe tener presente que las políticas macroeconómicas y las demás políticas públicas tienen un fuerte impacto en el desarrollo de las ciudades y la ocupación de las áreas rurales que no se han considerado debidamente. Además, dada la estructura extremadamente sectorial de la administración pública chilena, no existe una instancia que evalúe los impactos que generan las distintas políticas públicas en el territorio, lo que puede acarrear consecuencias irreversibles, especialmente en el largo plazo. 5