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ARTE ROMÁNICO. ESCULTURA Y PINTURA MONUMENTALES
OBRAS: Portada de Moissac (tímpano). Pórtico de la Gloria. Pantocrátor de San Clemente
de Tahull
http://www.youtube.com/watch?v=ylx-gdFLyLc&feature=player_detailpage
http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=ylx-gdFLyLc
CARACTERÍSTICAS GENERALES
El arte Románico es un arte esencialmente arquitectónico, y las artes figurativas, sean la
pintura o la escultura, la vidriera o el mosaico, no pueden concebirse aisladas del hecho
arquitectónico y, menos aún, fuera del ámbito de la iglesia.
El marco arquitectónico tiene dos espacios privilegiados para el desarrollo iconográfico: la
portada para la escultura y el ábside para la pintura. Además de estos lugares, la escultura
invade los capiteles de las iglesias y los claustros, las pilas bautismales y también los
sarcófagos; tenemos, asimismo, notables muestras de escultura exenta, generalmente de
madera, con imágenes de Cristo crucificado, la Virgen con el Niño o
descendimientos.
Por lo que respecta a la pintura, también puede cubrir, aunque son
excepciones los casos conservados, las bóvedas y los muros de la
nave; la pintura sobre tabla se utiliza, sobre todo, para los frontales y
laterales de los altares. La otra gran manifestación de la pintura
románica es la miniatura.
El arte románico es esencialmente religioso, cargado de simbolismo y
con una clara finalidad didáctica, ya que todas las imágenes
escultóricas y pictóricas (una auténtica Biblia en piedra, como tantas
veces se ha repetido) debían mostrar las verdades esenciales de la fe,
el contenido de las Sagradas Escrituras y constituir un recordatorio
constante de la lucha entre el Bien y el Mal a unos hombres y mujeres sin acceso a la palabra
escrita.
El arte románico vuelve la espalda a la Naturaleza y hasta la época del gótico no percibe en
ella el reflejo de la majestad todopoderosa de Dios. Frente al arte clásico que tuvo siempre
como objetivo la mímesis (imitación de la Naturaleza), el arte románico es un arte
antinaturalista que no quiere representar la realidad como la perciben nuestros sentidos,
sino el mundo sobrenatural que escapa precisamente a ellos. Por ello existe una clara
despreocupación por las correctas proporciones (las figuras se alargan desmesuradamente o
se deforman si es preciso) y la belleza de las formas.
En pintura, por ejemplo, no se representa el volumen real de los cuerpos, ni su existencia
material en el espacio, un espacio que no supera la bidimensionalidad. Incluso el color y la
luz tienen un valor simbólico y se rigen por unas leyes propias, ajenas a la Naturaleza. Este
antinaturalismo se une a un fuerte esquematismo que lleva a la selección de los elementos
esenciales para conseguir mayor claridad expositiva y mayor facilidad de lectura. Es también
un arte fuertemente expresivo, expresividad que será muchas veces potenciada mediante la
deformación intencional de las figuras.
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Además de estas características, tanto la escultura como la pintura tendrán otros rasgos
en común:
o La adaptación al marco arquitectónico. Los objetos y personajes que componen las
escenas se acomodan al lugar que ocupan, sea la forma de los capiteles, de las
columnas o las arquivoltas, aunque ello suponga su deformación. Se trata de
aprovechar al máximo el espacio prescindiendo de la belleza formal en aras al
mensaje que debían proyectar los relieves. La talla y el modelado suelen ser toscos,
con una fuerte carga de hieratismo y frontalidad. Las composiciones carecen de
perspectiva y no existe una lógica espacial. En definitiva se trata de representaciones
ajenas a la realidad pero cargadas de emotividad; imágenes tópicas y estereotipadas
que no debemos entender como el fruto de una ausencia de técnica, sino de su
propia concepción y funcionalidad: el cometido del escultor es evocar las verdades de
la fe, no representarlas. En este sentido, estamos un arte conceptual y expresivo, que
sin renunciar al naturalismo no se preocupa por representar la realidad.
o El “horror vacui” (horror al vacío) que tiende a dejar el menor espacio vacío.
o El sistema de proporción jerárquica. Las figuras presentan distinto tamaño, no
debido al deseo de sugerir la profundidad espacial y por tanto la disminución del
tamaño en la distancia, sino a la mayor o menor importancia de la imagen
representada, especialmente en el caso de la figura de Cristo.
LOS TEMAS
https://youtu.be/NeDPHS-V_d0
https://youtu.be/DG5NcV0Q4Jc
Los temas de las artes figurativas en el románico son extraordinariamente variados, pero por
encima de todo nos encontramos con una temática religiosa.
Entre las imágenes más complejas se encuentra la representación de Cristo en Majestad
(la Maiestas Domini), según la visión que San Juan recoge en el Apocalipsis acerca de la
Segunda Venida de Cristo para juzgar a los hombres. Cristo aparece sentado en un trono,
como Dios omnipotente o Pantocrátor. Vestido con suntuosos ropajes, como un rey, bendice
con su mano derecha, en un gesto a veces también amenazador, mientras que con la mano
izquierda sostiene el Libro de la Vida. Su figura está enmarcada por la mandorla o almendra
mística (representa el halo que emana de las figuras sagradas).
La frontalidad, el hieratismo, el gesto grandilocuente y autoritario de su mano derecha y
la imagen desmesuradamente grande de Cristo, eje de la composición, reflejan a la
perfección la imagen de lo absoluto. En ocasiones aparecen junto a su figura las letras alfa y
omega, primera y última letras del alfabeto griego, para simbolizar que Cristo es principio y
fin de todas las cosas. A ambos lados está representado el Tetramorfos, símbolo de los
cuatro evangelistas: hombre o ángel (San Mateo), buey (San Lucas), león (San Marcos) y
águila (San Juan).
También aparecen los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, una especie de senado celeste
con atributos regios. Magníficos ejemplos de este tipo de representación los tenemos en San
Pedro de Moissac, en Francia, y en España en el Pórtico de la Gloria o el ábside de San
Clemente de Tahull.
La imagen de la Divinidad se verá también reflejada a través de otras representaciones como
la Dextera Domini (la diestra de Dios) en un gesto de bendición, simbolizando el inmenso
poder de Dios; el Agnus Dei (Cordero de Dios); el Espíritu Santo, representado mediante la
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paloma y el Crismón, o anagrama de Cristo, formado con las dos primeras letras
entrelazadas (la X, ji y la P, ro) del nombre de Cristo en griego, que significa el “Ungido”.
Además de estas imágenes que simbolizan la divinidad de Cristo, también existen
numerosas representaciones de su existencia como hombre.
La representación de la Virgen María, mediadora entre los hombres y Dios, es otro de
los temas más frecuentes, tanto en escultura como en pintura. Es una representación en la
que, siguiendo el modelo bizantino, la Virgen aparece como trono para su Hijo.
Los santos son otro de los temas frecuentes en el arte románico. La angustia del
hombre medieval ante lo sobrenatural hacía necesaria la existencia de los santos como
modelo a imitar y ejemplo para los demás mortales. Ellos se habían enfrentado a las
tentaciones del Mal y lo habían vencido. Se representan momentos importantes de las vidas
de los santos: su conversión, los prodigios realizados durante su vida, las tentaciones (su
enfrentamiento con el mal), escenas de su martirio y muerte y de su glorificación.
También se representan con frecuencia ángeles, fuerzas espirituales que colaboran con
los hombres en la lucha contra el pecado, nos protegen o anuncian la voluntad de Dios.
Junto a estos temas claramente religiosos encontramos una variada iconografía
profana, aunque no debemos olvidar nunca que la mayoría de las veces estos temas
profanos tienen también un significado religioso. La representación del hombre como ser
individualizado e histórico es ignorada en el románico y solo aparece cuando tiene un papel
en el desarrollo de las escenas sagradas. El ser humano está totalmente sometido a la
voluntad divina y en constante deuda con el Creador. Son numerosas las escenas de la vida
cotidiana: el mundo de los juglares, luchas entre caballeros, los trabajos de los meses del
año…que constituyen un magnífico documento histórico.
De enorme interés es el riquísimo bestiario medieval que abarca desde la representación
de los animales domésticos hasta los seres fantásticos y monstruosos (híbridos de varios
animales). Es un mundo fantástico que encierra un claro simbolismo al representar la lucha
entre el Bien y el Mal. Los seres monstruosos simbolizan las fuerzas del mal y del pecado y se
enfrentan a los hombres en luchas terribles, en las que los hombres vencen a los monstruos
o bien éstos los devoran con infinita crueldad. Muchas de estas representaciones proceden
de Oriente y entre ellas podemos destacar:
o Las arpías tienen la apariencia de perras aladas con zarpas o buitres con cabeza
de mujer. Personifican todos los vicios.
o Las sirenas, con forma de pájaro o pez, que con su canto dulcísimo atraían a los
caminantes para devorarlos. Simbolizan las tentaciones con que nos encontramos a
lo largo de la vida y que pueden impedir la evolución del espíritu.
o El grifo, con cuerpo de león y cabeza de águila. Su carácter es benéfico. Aparecen
junto al árbol de la vida. El paisaje y la flora no llegaron a adquirir relevancia en las
representaciones del románico y se recurrió a determinadas convenciones en su
representación. El Sol y la Luna aparecen con frecuencia como símbolos de la luz y las
tinieblas, respectivamente.
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LA ESCULTURA
La escultura monumental aparece a fines del siglo XI cuando el
desarrollo arquitectónico del románico estaba ya muy
avanzado. La encontramos en forma de:
o relieve, como parte esencial de la
decoración arquitectónica,
o pero también en forma de escultura exenta, sobre todo
en las representaciones de Cristo crucificado y de la
Virgen con el Niño.
EL RELIEVE. Se concentra en algunas zonas del edificio
románico, concretamente en las portadas y en los capiteles, donde se despliegan los grandes
programas escultóricos.
A) En las portadas la decoración está en el tímpano, las arquivoltas, el dintel, las jambas y
el parteluz.
http://www.youtube.com/watch?v=u-WdXLxkPCU&feature=player_detailpage
En éstas se imponen las normas que definen el estilo: adaptación
formal al marco arquitectónico; contenido religioso; soluciones
plásticas características, tendentes al expresionismo muy poco
naturalista.
Dentro de ellas cabe distribuir tres zonas:
- el Tímpano, donde se localizan habitualmente las
representaciones más importantes: Cristo en Majestad y los cuatro
Tetramorfos (San Mateo-Hombre; Marcos- León; Lucas-Buey; San Juan-Águila.); los veinticuatro
ancianos (símbolo de la virtud de los hombres premiada con larga vida, se representan los 12
apóstoles más los 12 patriarcas de Jerusalén); el tema de la Ascensión; el Juicio Final; el Cordero
apocalíptico (según el Apocalipsis, el cordero es el símbolo de la inocencia y víctima habitual de
sacrificios, por lo que se convierte en un perfecto símbolo de Cristo); o el Crismón Trinitario, síntesis
del misterio de la Santísima Trinidad, y formado por una rueda en la que se inscriben las letras
griegas X y P, inicales de Iesus Xristos.
- En las arquivoltas suelen situarse los veinticuatro ancianos; temas del bestiario románico o
historiados; escenas del Antiguo y Nuevo testamento o simple decoración vegetal o geométrica.
- En jambas y capiteles, también temas historiados del Antiguo testamento; vidas del Santo al que
está dedicado el templo, etc.
En todos los casos estas imágenes están marcadas por una impronta estética basada en un arte de
símbolos, fuertemente expresivo y antinaturalista, que modela las imágenes deformándolas, sin
representación de volumen real, sin canon de proporcionalidad, y definidas por su rigidez y ausencia
de movimiento. Insistiendo siempre en su simplicidad para su mejor
entendimiento, y en su intensa carga espiritual, que les aleja de una
representación del mundo real.
B) En los capiteles los temas pueden ser figurativos (escenas
del Antiguo y Nuevo Testamento, representaciones del
bestiario medieval…) o bien de tipo vegetal o geométrico. Sus
características ya explicadas en los rasgos generales de las artes
figurativas son: el antinaturalismo, la adaptación al marco
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arquitectónico que altera sus proporciones, el sistema de proporciones jerárquico según la
importancia de la figura representada, el horror vacui que supone el máximo
aprovechamiento del espacio, la despreocupación por la representación del espacio,
la simplificación de las escenas para una mejor comprensión del tema y el esquematismo
que reduce lo representado a sus rasgos esenciales.
LA ESCULTURA EXENTA (de bulto redondo). Los dos temas más
representados serán la imagen de Cristo crucificado y la Virgen con el
Niño, realizados preferentemente en madera policromada.
La representación de Cristo crucificado es la de un Cristo (de cuatro
clavos) triunfante sobre la cruz, sin expresión alguna de dolor o
sufrimiento, un Cristo sereno, hierático cuya disposición sobre la cruz
es perfectamente simétrica, una representación alejada de la
dolorosa imagen que encontraremos en el arte gótico. Buen ejemplo
de estas imágenes de Cristo crucificado lo tenemos en la Majestad Batlló.
http://www.youtube.com/watch?
v=AotsHC7f6Mk&feature=player_detailpage
Por lo que se refiere a la imagen de la Virgen, ésta aparece como trono del
Salvador, que se sienta en su regazo, y mediadora entre los hombres y Dios.
Hierática y ausente, la Virgen románica es una imagen muy alejada de las
imágenes góticas, que establecen una relación maternal de ternura y afecto
con su hijo, como corresponde a la nueva religiosidad más cercana a lo
humano que impregna todas las manifestaciones artísticas del gótico. Estas
características las podemos ver en la imagen la Virgen de Ger.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=Tnqy9qDURoU
ACTIVIDAD: buscar información sobre los temas que se representan en cada una de las siguientes
portadas.
Sta. Magdalena de Vézelay Santa Fe de Conques
Saint-Sernin de Toulouse
Catedral de Jaca
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VÍDEOS (ESCULTURA Y PINTURA ROMÁNICA)
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=GINZd7K_5q0
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=0EYbjq5Ggrg
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=JaZYDdsShzU
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=NT235JiSbow
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=ETAyp_pc5Hs
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=H3nW2pZGbEM
Portada del Cordero. San
Isidoro de León
Portada del Perdón. San Isidoro de León
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LA PINTURA
Al igual que la escultura, la pintura aparece subordinada al marco
arquitectónico, contribuyendo a crear en el interior de las iglesias un
ambiente espiritualmente sobrecogedor.
Encontramos sobre todo pintura mural, realizada preferentemente al
fresco, en las bóvedas, ábsides y muros de las iglesias, aunque también
en menor proporción pintura sobre tabla que se destina
principalmente a los frontales o antipendios (tablas que cubren las
partes frontal y lateral de la mesa de altar y que constituyen un
claro precedente de los retablos). Hay también un gran desarrollo de la
miniatura: biblias, evangeliarios…
Las características formales de las representaciones pictóricas, explicadas ya en
las consideraciones generales sobre las artes figurativas, son el antinaturalismo y la
tendencia a la esquematización.
Los fondos son monocromos o se resuelven mediante franjas horizontales de diferentes
colores con una representación muy esquemática de los elementos de la realidad o
algún elemento arquitectónico.
Las figuras están delimitadas por gruesos trazos negros y se utilizan colores vivos, planos y
sin mezclas, nada acordes con los colores reales. La armonía cromática que se quiere lograr
es independiente de su relación con lo real. Una intensa luminosidad brota de las figuras,
pero no es una luz exterior, sino una luz espiritual que proviene del interior.
No existe tampoco preocupación alguna por la representación de la profundidad espacial, la
perspectiva o el volumen.
El hieratismo y la frontalidad son rasgos que definen la representación de las figuras, que se
alejan totalmente del canon clásico y se deforman o estilizan para adaptarse al marco
arquitectónico.
Domina, como en la escultura, el principio de la frontalidad, sobre todo para las figuras
importantes: Cristo, la Virgen, un emperador o rey, algún santo o apóstol, etc.
Esto se hacía así por dos cosas: primero el pintor demostraba así su respeto hacia la figura
que representaba y, con ello, obliga a los espectadores a un respeto similar. En segundo
lugar, porque la visión frontal es la más noble cuando lo que se busca es impresionar, que el
fiel vea, con toda nitidez, la idea religiosa que subyace bajo la figura.
Por eso el pintor románico prescinde de lo accesorio, el paisaje, que si lo hay, es muy
estilizado, los marcos arquitectónicos que no existen, etc. Se pretende pintar una idea lo
más clara y sencilla posible.
En la composición de las escenas se concede una gran importancia a la simetría.
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Ejemplos de pintura al fresco: San Clemente y Santa María de Tahul, San Isidoro de León…
Pintura sobre tabla: servía para
decorar el altar con plafones rectangulares de madera. La pieza más
importante, que se colocaba delante del altar, recibe el nombre de
antipendio o frontal. También podía decorarse los costados de la mesa.
En las iglesias más ricas eran metálicos (bronce) y en ocasiones se confeccionaba con oro y
piedras de orfebrería. En las iglesias parroquiales y rurales, más pobres, se utilizaba la
madera como base, preparándola con una capa de yeso antes de pintarla al temple de
huevo. Estas son precisamente las que nos han llegado en España.
En las tablas se repetían los temas de la pintura mural y
cumplían, por tanto, la misma función de adoctrinamiento
religioso. El espacio rectangular se dividía en diversos
compartimentos: en el centro la figura principal objeto de
culto y en torno a ella otros personajes o escenas. El marco
se decoraba con formas vegetales y geométricas. Los
modelos más comunes eran:
• El Pantocrátor dentro de la mandorla, y los
apóstoles en filas superpuestas como el de la Seo de
Urgell (1150).
• La Virgen y las escenas de su vida, como el frontal
de Santa María de Aviá, nos acercan a la
iconografía gótica y a fechas cercanas al siglo XIII.
Se representa a la Virgen con el niño en la tabla
central, la Anunciación y la llegada de los Magos de
Oriente en la izquierda y el nacimiento y la
presentación del niño en la derecha.
PORTADA OESTE DE SAN PEDRO DE MOISSAC. 1100 - 1130. LANGUEDOC, FRANCIA.
http://www.youtube.com/watch?v=zJ-CJIUw3Ys&feature=player_detailpage
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La ilustración presenta una vista de la portada oeste de la abadía de San
Pedro de Moissac (siglo XII, relieve tallado en piedra) un modelo de
gran portada francesa claramente ordenada, que representa la
“Parousía” o segunda venida de Dios para juzgar a los vivos y a los
muertos, según la visión del Apocalipsis de San Juan.
Iconográficamente, preside la portada un inmenso tímpano (de
5'68 m. de diámetro) en el que destaca la figura del Pantocrátor o
Cristo en Majestad. Tema recurrente en las portadas románicas y que
se completa con la visión descrita en su Apocalipsis por San Juan. Por
ello, Cristo asume esa imagen autoritaria tan característica, pensada
para inspirar temor entre los fieles, y por eso también aparecen
representados los 24 ancianos y los cuatro Evangelistas,
simbolizados en los tetramorfos. Tetramorfos y serafines cobijan al
Pantocrátor a modo de mandorla. Sostienen pergaminos de papel,
aludiendo al Juicio Final. El Pantocrátor, por su parte, se asienta
sobre un mar de cristal. En cuanto a los veinticuatro ancianos ocupan
el resto del espacio, el de la franja inferior bajo el mar de cristal.
Están dispuestos simétricamente en sucesivos registros, tratando de
transmitir la idea de que rodean a Cristo.
En cuanto a los Cuatro
tetramorfos es curiosa la
diferente calidad en la
representación de los distintos
símbolos: el Ángel de San
Mateo y el buey de San Lucas
están resueltos con naturalidad
y acierto porque no eran
imágenes extrañas a la hora de
encontrar modelos para su
realización. Pero no ocurre lo
mismo con el águila de San
Juan y el león de San Marcos,
en los que está claro que sus
autores en su vida habían visto
ni uno ni otro animal. El águila
está cubierta de escamas y más parece un armadillo y el león nos recuerda un anfibio.
En el parteluz también se desarrolla un programa escultórico caracterizado por su estricta
adaptación al marco arquitectónico. La jamba del parteluz presenta festones a modo de olas, con
"mordeduras" o picos en sus laterales a los que se adaptan perfectamente las imágenes de Jeremías
a un lado y San Pedro al otro. En el caso del primero, la adaptación al marco resulta un paradigma del
estilo románico: su cabeza se acopla a uno de los festones; la cadera se apoya en otra; sus rodillas
cruzadas en otra, y los pies en la inferior. Todo lo cual obliga a un alargamiento del canon muy
desproporcionado, pero indicativo de esta norma tan característica de la escultura románica, en este
caso además alcanzando en su solución una indudable belleza.
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También en esta misma zona del parteluz observamos tres parejas de leones
rampantes, dispuestos transversalmente, que sujetan el dintel. Algunos expertos
los relacionan con Cristo pero también podrían aludir a un símbolo del mal.
Se representa la segunda venida de Dios al mundo, como juez, el Juicio Final. Se ha
utilizado el recurso expresivo de distintos tipos de relieve en la misma composición:
mediorrelieve en las figuras de Cristo en majestad, coronado como rey del universo
y vencedor de la muerte, con un nimbo crucífero alrededor de su cabeza,
destacando sobre la “mandorla” o almendra mística y sentado en un trono, como
un emperador bizantino o como el señor feudal se sentaba para juzgar a sus
vasallos.
Destaca el gran tamaño de la figura divina, en el centro, con multitud de pliegues
que tienden a hacer más abstracta la imagen. Son pliegues anchos, sinuosos y vigorosos de la túnica y
del manto. Es la representación de Dios, omnipotente, infinito, separado del hombre por la
eternidad, que con la mano derecha bendice o marca el misterio de la Trinidad y con la izquierda
sostiene el “Libro de la Vida”, centro y eje de la representación.
En tamaño mediano, pero más cercano a las medidas divinas, han sido esculpidos el Tetramorfos y
los dos serafines que cierran este grupo.
De proporciones reducidas, y en bandas o registros paralelos, los veinticuatro ancianos que están en
la gloria con Dios, separados por las olas del mar de cristal, según el texto citado, todos con la mirada
puesta en el centro, en Dios, aunque estén en posiciones forzadas y antinaturales, como la figura del
registro inferior de la derecha con las piernas abiertas y los pies vueltos en señal de movimiento.
Hay un carácter expresivo en esta obra. Dios, el Tetramorfos y los serafines tienden hacia la
geometrización, hacia la abstracción con los medios descritos. Es la representación del mundo
celestial. Más realistas son las figuras de los veinticuatro ancianos, también coronados, que han
alcanzado la gloria pero, al fin y a la postre, humanos y de pequeño tamaño. Entre la divinidad y la
humanidad se abre un abismo.
No interesan demasiado los detalles del acabado, ni las proporciones de las figuras, ni la
belleza de éstas. La finalidad de la escultura es fundamentalmente didáctica pero también
representativa. En la sociedad feudal, establecida por Dios, cada uno tiene su lugar y su
importancia. Es una sociedad altamente jerarquizada, como los personajes que aparecen en
este conjunto escultórico; de ahí los distintos tamaños. Pero también se representa y
transmite la ideología de los grupos dominantes y privilegiados, el clero y la nobleza. Dios ha
hecho el mundo y lo ha hecho así. Hay que respetar el orden establecido por el creador. El
que ose rebelarse contra él, será castigado por el señor feudal en la tierra y por el Señor en
la hora del juicio.
En el tímpano se halla la representación del Bien, y a éste le conviene la parte superior, como el
cielo. En el parteluz, en la parte inferior, figuras de leones amenazantes, el mundo del Mal que tienta
al hombre y contra el cual tiene que luchar en este mundo para ganar la vida eterna, siguiendo las
enseñanzas evangélicas y los ejemplos de vida de los santos, en esta ocasión colocados a ambos
lados de los accesos al templo (Jeremías y S. Pablo).
A los relieves de la portada se les concedía una gran importancia, como a las pinturas del ábside, ya
que todos los fieles fijaban su vista en ellos al entrar en la casa de Dios. Es un lugar, pues, privilegiado
para la escultura. La portada cierra la iglesia románica y la separa del resto de la ciudad. A la iglesia se
va a pensar en la otra vida después de la muerte: el hombre pecador ante Dios todopoderoso en
toda su pequeñez. Es una obra importantísima de la escultura francesa y que tendrá gran influencia.
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EL PÓRTICO DE LA GLORIA. SANTIAGO DE COMPOSTELA. Segunda mitad del Siglo XII. MAESTRO
MATEO (1168-1188)
http://www.youtube.com/watch?v=bORruYIoAaU&feature=player_detailpage
Santiago de Compostela era el final de la ruta de todo peregrino que hacía el Camino desde todos los
confines de Europa. “La peregrinación era el lazo principal entre la España de la Reconquista y los
pueblos de Europa que así comenzaron a comunicarnos sus ideas y sus artes”.
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Las leyendas hablan de las apariciones del Santo a Carlomagno para que “siguiera el Camino que
señalan las estrellas”. La Vía Láctea es conocida en Francia como “Camino de
Santiago”, y Compostela es el Campo de la Estrella, donde está la tumba del apóstol
Santiago.
La Guía del Peregrino de Santiago de Compostela, contenida en el Libro V del Códice
Calixtiniano, nos cuenta cómo los peregrinos llegaban ante el nartex de la Catedral y
miraban con sus emocionados ojos la grandiosidad del Pórtico de la Gloria.
El Pórtico de la Gloria, obra del Maestro Mateo (segunda mitad del siglo XII) se
presenta con tres portadas:
- la central doble que las laterales y que se corresponde con la nave central. Es la
única que tiene tímpano, sustentado por una columna fasciculada, el parteluz con el
árbol de Jesé o árbol genealógico de Cristo, en el que se sitúan los reyes David y
Salomón como sus regios ascendentes y
sobre el que se encuentra sedente
Santiago el Mayor, patrón de la Iglesia,
dando así simbólica bienvenida con una
cartela en la mano izquierda que dice:
“misit me dominus” (el Señor me ha
enviado).En el tímpano se representa la
Segunda Venida de Cristo al mundo tal
como aparece relatada en el Apocalipsis de
San Juan. El Cristo en Majestad, de mayor
tamaño que el resto de las figuras, es el eje
de la composición. Sentado en el trono, no
aparece, sin embargo, como una figura amenazante, como Cristo Juez, sino mostrando su lado más
humano, con las manos levantadas enseñando sus llagas y la herida de su costado, como alusión a su
muerte redentora.
A ambos lados se encuentran los cuatro evangelistas con sus símbolos (el tetramorfos): en la parte
inferior los evangelistas cuyos símbolos son mamíferos (San Lucas con el toro y San Marcos con el
león) y en la superior los alados (San Juan con el águila y San Mateo que lleva un cofre sobre sus
rodillas, ya que era recaudador de impuestos).
En el resto del espacio del tímpano se disponen las demás figuras de acuerdo con la ley de adaptación
al marco arquitectónico, característica de las artes figurativas en el románico.
En la parte inferior están los ángeles portadores de los instrumentos de la Pasión: a un lado, los que
llevan la columna donde lo azotaron, la cruz y la corona de espinas y al otro, los portadores de los
cuatro clavos, la lanza, la jarra que representa el lavado de manos de Poncio Pilatos, el pergamino
que alude a la sentencia de muerte y otro pergamino donde seguramente se leía INRI.
En la parte superior están los elegidos y en la arquivolta que enmarca la composición se alinean en
sentido radial los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, con barba y coronados, que tocan
instrumentos musicales, encarados de dos en dos, dialogando entre ellos y representados con
extraordinario naturalismo. Los instrumentos son una magnífica reproducción de instrumentos
musicales de cuerda de la Edad Media (arpas, laúdes, salterios, un organistrum...).
- Las portadas laterales, siguiendo la descripción de V. Geese, al no tener tímpano desarrollan su
programa plástico en tres arquivoltas cada una. Según distintas interpretaciones, a la izquierda
aparece Jesucristo entre los elegidos o los judíos y, a la derecha, los condenados o gentiles. Para unos
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la composición consiste en la representación del Juicio Final y para otros es el triunfo del Redentor
sobre la muerte y el pecado.
En las dieciséis estatuas de las jambas que ocupan el lugar
del fuste de las columnas queda patente hasta qué punto
se anuncia en esta portada un cambio de época: el
nacimiento de un nuevo estilo en el que la comunicación y
la humanidad quedan patentes con la amplia sonrisa del
imberbe Daniel dialogando con el resto de los profetas
mayores: Isaías, Jeremías y Ezequiel. En las jambas de la
derecha, y también rompiendo el hieratismo y la falta de
comunicación propias del románico, encontramos a San
Pedro, San Pablo y a Santiago el Mayor vuelto hacia San
Juan, imberbe como Daniel, en actitud dialogante.
El primero de abril de 1118, se colocaron los dinteles del pórtico de la gloria, en 1168 con una
donación de 100 maravedíes de oro, Fernando II de León le encarga al
maestro Mateo las obras de la Catedral y el 21 de abril de 1211 era
consagrado solemnemente por el Arzobispo Pedro Muñoz. Este
prelado obtuvo el honor de enterrarse a los pies de la estatua del
apóstol en el parteluz del Pórtico de la Gloria junto a la figura
arrodillada que la tradición ha identificado como el propio Maestro
Mateo.
Frente a estas estatuas, otras correspondientes a los pilares
exteriores del Pórtico, representan a Judith y a las Sibilas. Más
arriba de esta zona de figuras se levantan los arcos de las
puertas. Todo el Pórtico está cubierto con bóveda de crucería.
La iconografía del templo quedaría incompleta si no mencionáramos
la interpretación que Weisbach hace sobre la idea del pecado y del
infierno representado por animales y monstruos que queda dominado por el mundo divino. La base
del parteluz la compone una figura humana barbada en cuyos brazos se enroscan dos monstruos de
gigantes y abiertas fauces. En rededor de las basas de los pilares hay una corona de criaturas
demoniacas de animales salvajes: osos, dragones alados, a modo de grifos, seres híbridos con brazos
humanos, rostros de demonios grotescos que abren con expresión burlona sus bocas con potentes
colmillos y, entre ellos, un hombre barbado con expresión dolorosa: el hombre terrenal prisionero
del pecado.
La creatividad fantástica del maestro Mateo es impresionante. El maestro Mateo pudo estar
influenciado por los pórticos borgoñones como Vezélay, también se encuentra similitud entre el
árbol genealógico de Cristo de Senlis con el del Santiago, así como los veinticuatro ancianos del
Apocalipsis de las arquivoltas con los del Pórtico de Moissac... Pero lo novedoso de sus
planteamientos es que apuntaban a direcciones, como sugiere Yarza, no sólo tradicionales francesas
sino más novedosas y creativas que se podrían calificar como estilo protogótico.
En España, Santiago influyó en la puerta de la Catedral de Orense, llamada del paraíso, en el Cristo
bendiciendo de la Catedral de Lugo, en el friso de Carrión, en las estatuas de la Cámara Santa de
Oviedo y, posiblemente, en las de San Vicente de Ávila.
14. 1616
EL PANTOCRÁTOR DE SAN CLEMENTE DE TAHULL. S. XII
MUSEO NACIONAL DE ARTE DE CATALUÑA, BARCELONA
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http://www.youtube.com/watch?v=cF2LigTUPqI&feature=player_detailpage
Iglesia de San Clemente.
Tahull, Vall de Boí, (Lérida).
Las pinturas originales
fueron trasladadas en 1913
al actual Museo Nacional de
Arte de Cataluña, en
Barcelona, conservándose en
su localización inicial una copia de las mismas.
Pintura románica. Obra pictórica realizada sobre una bóveda de cuarto de esfera en el
ábside de la iglesia de San Clemente. Pintura realizada al fresco, sobre muro.
DESCRIPCIÓN GENERAL. Las
pinturas que analizamos se
encuentran divididas en dos
franjas horizontales de
distinto tamaño, separadas
por una banda con textos.
En la franja superior, que se
corresponde con el cascarón
o zona curvada en vertical de
la bóveda, figura en posición
central un Pantocrátor o
Cristo en Majestad. Se halla
sentado, apoyado sobre una
franja curvada decorada con
motivos vegetales. Lo rodea
una mandorla decorada con
perlas, en cuya parte superior
apoya su cabeza y un nimbo de color blanco. Viste una túnica de color gris, a la que se
sobrepone un manto de tono azulado. Su rostro, alargado y muy simétrico, presenta una
mirada penetrante. Este Cristo Juez alza su brazo derecho en actitud de bendecir, mientras
su mano izquierda sostiene un libro abierto en el que puede leerse la frase "EGO SUM LUX
MUNDI" (yo soy la luz del mundo) escrita en letras capitales latinas. Además, muestra sus
pies desnudos, sobresaliendo de la mandorla y apoyados en una media esfera. A izquierda y
derecha de su figura aparecen las letras griegas alfa y omega.
El rostro, ordenado en los trazos principales según una perfecta simetría axial, es enmarcado
por cabellos largos; destaca el dibujo de los ojos impresionantes, centrados en medio de los
párpados. La nariz divide su cara con el fuerte trazo de dos paralelas que se van
ensanchándose para marcar las cejas. Los bigotes caídos enmarcan sus curvos labios,
dirigiendo la atención hacia las formas de la barba que reproducen las ondas del cabello. Y
todo el rostro resalta sobre el blanco de su nimbo cruciforme.
15. 1616
Rodean al Pantocrátor, en la misma franja, cuatro ángeles que portan los símbolos de los
cuatro evangelios. El que figura en la zona superior izquierda porta un libro (ya que el propio
ángel es el símbolo del evangelio de San Mateo). Bajo él, otro ángel se acompaña de un león
(San Marcos). El esquema se repite en la zona derecha, con las representaciones de un
águila (San Juan) y de un toro alado (San Lucas). La composición se remata, en los extremos,
con la presencia de sendos serafines, dotados de seis alas, en cuatro de las cuales se
observan representaciones de ojos.
Todo este sector de la bóveda presenta un fondo de tres colores dispuestos en vertical. De
abajo a arriba: azul, amarillo y negro. Las figuras situadas en el sector de fondo azul
aparecen enmarcadas por círculos.
En la franja inferior se hallan
representadas seis figuras
separadas en dos grupos de
tres por el arco que permite
la iluminación interior del
ábside. A nuestra izquierda se
encuentran Santo Tomás,
San Bartolomé y la Virgen. A
la derecha figuran San Juan,
Santiago y San Felipe, cuya representación está prácticamente perdida. Sus nombres
aparecen indicados en la banda que separa esta zona de la superior. Todas las figuras se
sitúan bajo arcos rebajados sostenidos por columnas con capiteles con decoración vegetal.
María porta un cáliz, mientras los apóstoles llevan libros que muestran al espectador.
En general las figuras aparecen contorneadas por líneas negras, a modo de siluetas
dibujadas. Los trazos son bastante acusados y los colores están bien definidos. En toda la
composición es evidente un interés por la simetría, establecida a partir del eje vertical de la
bóveda y del arco del ábside. Además, tanto en el Pantocrátor como en las figuras del
registro inferior se observa clara frontalidad en las representaciones, que no existe en
cambio en los ángeles y símbolos del Tetramorfos. El hieratismo es, sin embargo, rasgo
común a todas estas obras, que se caracterizan también por presentar una representación
plana, con ausencia total de perspectiva.
La simbología del ábside de Tahull es bien evidente. Constituye una representación gráfica
de un pasaje del Apocalipsis de San Juan, en el que describe la visión de Cristo entronizado
rodeado por el Tetramorfos, que acabará simbolizando la obra de los cuatro evangelistas. Así
pues, nos encontramos ante un tema de hondas raíces en la iconografía cristiana: la
Maiestas Domini o Cristo en Majestad, que representa a Jesús todopoderoso en actitud de
bendecir al mundo (que se halla a sus pies) pero cuyo rostro (serio y sereno al mismo
tiempo) denota también la concepción de Dios-juez de las obras humanas. Como las letras
griegas acreditan, él es principio y fin de todas las cosas; la luz del mundo, en definitiva,
según reza la frase en latín. Debe, por tanto, el hombre seguir este mensaje divino, que le
garantiza su salvación eterna.
Por otra parte, la disposición del conjunto pictórico en dos franjas horizontales viene a
simbolizar la presencia de dos ámbitos paralelos: en el superior se representa el Cielo, en
torno a Cristo; en el inferior se nos muestra a la Iglesia, mediante las figuras de María y los
apóstoles.
16. 1616
La iglesia de San Clemente de Tahull fue consagrada en el año 1123, según consta en una
inscripción conservada en una de las columnas del templo. En esta época, las tierras del
Valle de Bohí, donde se asienta Tahull, pertenecientes al condado de Ribagorza, habían sido
anexionadas por el reino de Aragón, gobernado en estos años por Alfonso I el Batallador
(1104-1134). Nos hallamos ante una sociedad eminentemente rural, en la que imperan los
vínculos de dependencia personal basados en la existencia de señoríos jurisdiccionales,
estructura propia del sistema feudal.
Pese a tratarse de una zona montañosa, toda esta área pirenaica debió tener una densidad
de población nada despreciable como manifiesta la construcción de numerosos templos en
diversas localidades de la zona durante el mismo periodo.
En estas pinturas del ábside de san Clemente de Tahull son evidentes diversas influencias,
entre las que ha de destacarse la pervivencia de la tradición bizantina, quizás heredada a
través de obras realizadas en Italia. Precisamente, se ha llegado a plantear que ésta es la
procedencia del artista de Tahull, quien debía conocer también las tendencias que se venían
desarrollando en la miniatura mozárabe hispánica, de la que debió tomar los rasgos
naturalistas que apreciamos en algunas de las representaciones.
Durante siglos las obras del Románico han estado olvidadas. Ni tan siquiera la época gótica
aceptó aquellas figuras inmóviles, rígidas... se pensó que era fruto de gentes primitivas.
En el Renacimiento y Barroco no tiene ninguna virtud. En el paso del s. XIX al XX cambia, la
abstracción es respuesta del hombre a una realidad exterior que le es hostil. No hay que
confundir, sin embargo, algunos aspectos del arte contemporáneo con los del arte románico,
porque se parte de premisas diferentes. Sin embargo, convergen en algunos aspectos
formales, pero sus significados son muy distintos. La abstracción, la no-figuración de nuestro
siglo no es ni ornamentación, ni magia, ni religión. El arte románico estuvo al servicio de la
Iglesia y como consecuencia de ello, también del sistema feudal impuesto a las gentes de la
época.
La pintura del arte románico es mural, cubre el interior de las iglesias con una triple función,
al igual que el resto de artes figurativas: didáctica que enseña e informa al pueblo,
analfabeto en su inmensa mayoría, moralizante que pretende catequizar a dicho pueblo y
ornamental que decora el edificio.