Reseña descriptiva goria bernal- guia de escritura
Relatoria de montaigne gonzalo rubiano y bladimir lamo (2) si
1. Dos ensayos sobre la educación de Miguel de Montaigne
Sobre los maestros y De la educación de los hijos
Gonzalo E. Rubiano A. y Bladimir Lamo
Pontificia Universidad Javeriana
Nota del autor
Gonzalo E. Rubiano A. & Bladimir Lamo, Cátedra “Problemas educativos III”,
Facultad de Educación, Pontificia Universidad Javeriana.
Gonzalo E. Rubiano A. se encuentra actualmente en el Departamento de Música
de la Fundación Gimnasio Los Portales, Bogotá.
Bladimir Lamo se encuentra actualmente en el IED Cultura Popular. Área
Tecnología de Informática.
La correspondencia en relación con esta relatoría debe dirigirse a:
Dirección electrónica: gonzalorubiano@gmail.com & b_lamo@hotmail.com
2. Sobre los maestros.
Para Montaigne, el objetivo de la educación debería ser la de formar hombres
buenos, con sólidos fundamentos en la virtud, como era la educación de los
persas, que se desarrollaba en 3 fases: la primera, dedicada a formar un cuerpo
sano y hermoso; la segunda, continuaba con la instrucción de montar caballo y
caza; y la tercera, finalizaba con la educación de cuatro maestros, que
representaban la sabiduría, justicia, moderación y valentía (Melo, 2008 p. 44).
Las dos cosas más importante en la formación de los estudiantes, es el ejemplo
del maestro y sus conocimientos, nada se debe imponer sino que por convicción
interna, el estudiante disfrute el aprendizaje, porque es muy difícil que el
estudiante aprenda mediante sermones y discursos, mientras que no se apropie
del saber y solo lo recite y se luzca con él.
En los planteamientos o propuestas de Montaigne, cita otros autores como
Rabelais, Erasmo y Juan Luis Vives donde anticipan algunas de sus ideas, pero
todos rechazan de forma contundente la educación escolástica que se empleaba
en la universidad de París, tildada por ellos como el refugio del saber inútil y el
rechazo a castigos violentos.
Montaigne, desde niño buscó dignificar la profesión del maestro, ya que este era
ridiculizado generalmente en las comedias y buscaba que el maestro fuera un
mediador entre la clase vulgar y las personas destacadas, aunque eran las
mismas personas destacadas quienes más los despreciaban, ya que en la cultura
romana la palabra escolar era considerada como insulto y desprecio. Montaigne
admiraba a los filósofos porque rechazaban la vida pública, sus vidas eran
alejadas de lo común y sus discursos eran altivos y fuera de moda. Ellos no
estaban interesados en ser reyes y en algunas oportunidades rechazaron estas
dignidades como Heráclito lo hizo en el pueblo de los efesios. Los pueblos
guerreristas o belicosos son las más burdos e ignorantes.
“El estudio de las ciencias debilita y ablanda el ánimo en vez de endurecerlo y
fortificarlo” (Melo et al., p. 49). Esta idea la refuerza cuando afirma que llenamos
3. la memoria de saber pero no lo entendemos, de ahí parte a diferenciar entre un
erudito y un sabio: se dice que el sabio lo es con la sabiduría propia y el erudito lo
hace con la sabiduría ajena. El estudiante debe llenar el alma y no inflarla, esto
ocurre cuando el estudiante es vanidoso y presuntuoso y puede llegar a ser inhábil
para el trabajo, conoce la teoría, pero tiene que esperar a que otra persona la
ponga en práctica y surge una sátira más que pregunta y es, ¿Para qué sirve la
ciencia a quien no tiene inteligencia?
Para cerrar la relatoría del capítulo sobre los maestros, se resalta la afirmación de
Montaigne quien dice que “nuestros maestros van recogiendo la ciencia en los
libros, y apenas la pone en la punta de sus labios, para descargarla y lanzarla al
viento.”
De la educación de los hijos:
El segundo ensayo sobre la educación, fue dirigido por Montaigne a la señora
Diana de Foix, Condesa de Gurson. En este texto, el autor realiza una serie de
recomendaciones y advertencias, en temas como la educación, las ciencias, las
virtudes humanas, el cuerpo y el alma, principalmente.
Según Montaigne, la dificultad mayor y más importante de la ciencia humana
reside en la acertada educación y cultivo de los niños. Considera que el deber del
adulto, es encaminarlos por los mejores y más provechosos caminos, sin hacer
caso a las costumbres y tradiciones instituidas en su medio. Enfatiza que la
educación de los hijos no debe estar a cargo de los padres, ya que para hacer
hombres de bien, es necesario castigar sus faltas y realizar ciertos ejercicios que
los padres no harían. De aquí yace la importancia de que el maestro le muestre a
su discípulo las cosas, “haciéndoselas gustar, escoger y discernir por si mismo, a
veces mostrándole el camino y a veces dejándole en libertad de buscarlo” (Melo et
al., p, 62).
El autor considera que el propósito de la educación es el entendimiento, y para
alcanzarlo, se deben eliminar las prácticas recitativas de lecciones y textos en
4. donde solo se ejercita la memoria. Considera que, más que enseñar historias, se
debe enseñar a juzgar los hechos; más que preguntar la lección, se debe dar
sentido y sustancia a la misma; más que acumular información innecesaria, se
debe poder aplicar los conocimientos en diferentes contextos y situaciones; y más
que formar en ciencias, geometría o retórica, se debe formar la sabiduría y el
juicio, de otro modo, “el discípulo será solo un asno cargado de libros” (Melo et
al., p 132).
Montaigne considera que la enseñanza debe hacerse con dulzura y debe buscar
despertar el gusto y apetito por el estudio en el estudiante. Esta debe hacerse sin
obligaciones de tiempo ni lugar y debe establecer los temas de utilidad para la
formación para el estudiante. Recomienda la lectura de biografías de grandes
hombres de la humanidad como ejemplo de vida y estar bien informado de todo lo
que pasa en el entorno.
La finalidad de todo buen docente, es hacer alumnos mejores y más prudentes,
que puedan hablar bien y juzgar bien. Se le encomienda al profesor conocer las
capacidades de sus estudiantes para ajustar el ritmo de sus enseñanzas (Melo et
al., p 63) y por medio de su ingenio, fomentar sus apetitos y mantener su
disciplina.
Se considera que la formación no solo debe ser para el alma, sino también para el
cuerpo. El cuerpo, cuando aún es flexible, se debe acostumbrar a todos los
hábitos, costumbres, condiciones y situaciones posibles, con el propósito de
desarrollar todas sus habilidades. El aspecto físico de la persona debe ser
moldeado al mismo tiempo que el alma, ya que todo debe dirigirse a la formación
de un mismo ser: el hombre.
Finalmente, se observa que es de sabios reconocer el error y enmendar lo dicho
para evitar la testarudez y el gusto por discutir. Para Montaigne, las palabras
tienen gran valor, ya que la conciencia y la virtud brillan en ellas. La razón,
sinceridad y buen juicio, deben guiar cada conversación, eligiendo los argumentos
de forma apropiada y breve, buscando siempre la modestia y el silencio.
5. REFERENCIA
Melo, J. (2008). Dos ensayos sobre la educación/Miguel de Montaigne (1ª. ed.).
Medellín, Colombia: Fondo Editorial universidad EAFIT.