1. Orígenes. www.todoabanicos.com
El origen de este artefacto tan común y
especial a la vez es incierto y se pierde en el
tiempo. Se podría afirmar que se halla en
épocas prehistóricas, cuando el hombre
descubre el fuego y para avivar las brasas
recurre a agitar el aire con cualquier objeto a
modo de abanico.
Suposiciones a parte, tenemos conocimiento
de que los abanicos fueron empleados por
egipcios, babilónicos, persas, griegos y
romanos, gracias a la aparición de este
instrumento en las representaciones
artísticas de estos pueblos.
De Egipto, la representación más antigua que
se conoce está en la cabeza de una maza
ceremonial que se encuentra en el Asmolean
Museum de Oxford. Perteneció a Narmer,
que en torno al año 3000 a.C. unificó por
primera vez el Alto y Bajo Egipto, y
representa un cortejo real en el que aparecen
dos esclavos con abanicos.
Los abanicos egipcios eran de gran tamaño,
fijos, de forma semicircular, de plumas y de
largos mangos. Su función era doble: por un
lado servían para dar aire y, por otro,
espantaban los insectos.
Con el paso del tiempo el abanico se fue
convirtiendo en un objeto ornamental
indicativo de poder.
Otras representaciones egipcias en las que
aparecen abanicos las encontramos en las
tumbas de Beni-Hasan, de la XII dinastía
(1791-1796 a.C.), en los bajos relieves del
Rameseo (dinastía XIX) y en los frescos de
Medinet-Habu (dinastía XX).
Griegos y romanos utilizaron abanicos, y
prueba de ello son las citas literarias de
diversos autores clásicos. Así, por ejemplo,
Eurípides en su tragedia Helena habla de un
eunuco que abanica a la mujer de Menelao
mientras duerme, con el objeto de que los
insectos no molesten su sueño; citando
también este instrumento Menandro en su
Eunuco, y Plauto, Marcial, Ovidio, Tibulo e
Propercio en sus obras. Los griegos tenían
abanicos de varias clases: el miosoba, el ripis
y el psigma; constituyendo para las mujeres
2. atenienses el cetro de hermosura.
Por su parte, los romanos lo denominaban
flabelo, recibiendo el nombre de muscaria los
que se utilizaban para espantar las moscas.
En China la tradición del abanico es
milenaria, remontándose a tiempos del
emperador Hsien Yuan, alredor del año 2697
a. C. Una leyenda atribuye su invención a la
hija del mandarín Kan-Si, quien durante un
baile de máscaras y para mitigar el calor,
agitó su antifaz muy cerca de la cara para
darse aire, realizando esta operación con
mucha rapidez para no dejar ver su rostro a
los hombres presentes, gesto que fue imitado
por otras mujeres que asistían al evento.
Algunos autores afirman que la constancia
arqueológica más temprana se remonta al
siglo VIII antes de Cristo para el abanico fijo
en China y al siglo IX (877 después de
Cristo) para el abanico plegable en Japón."
En Occidente, durante la Edad Media, el
abanico o "flabelum" pasa a formar parte de
la liturgia cristiana, empleándose en la
consagración para proteger la Eucaristía de
los insectos y refrescar al celebrante.
Después del siglo.XIV el flabelo cae en
desuso en la iglesia romana (reservándose
solamente para misas solemnes y
procesiones papales hasta su desaparición
definitiva después del Concilio Vaticano II),
pero se conservó en las iglesias griegas y
armenias donde recibe el nombre de
"rhipidion".
El abanico era también conocido por incas y
aztecas, pues entre los presentes de
Moctezuma a Hernán Cortés figuraban seis
abanicos de plumas.
En España, las primeras referencias del
abanico aparecen en la Crónica de Pedro IV
de Aragón (siglo XIV), en la que se cita como
oficio de los nobles que acompañaban al rey
"el que lleva el abanico". Hay también
referencia de este utensilio en los inventarios
de bienes del pintor Bartolomé Abella (1429),
en el del Príncipe de Viana y el de la Reina
Dª Juana (Juana la Loca), este último
realizado en 1565. Conviene decir que estos
abanicos eran rígidos y de forma
redondeada, empleándose generalmente
3. como materiales la palma (en el caso de
Abella), la paja, la seda y las plumas de
pavón.
Entre los presentes de Colón a Isabel la
Católica al regreso de su primer viaje a
América, figura un abanico de plumas,
material en el que también estaban
realizados los cinco encargados por
Germana de Foix (segunda mujer de
Fernando el Católico) en 1514.
El abanico, además de convertirse en un elemento indispensable en la indumentaria
de una época, se constituye en un instrumento de comunicación ideal en un momento
en el que la libertad de expresión de las mujeres estaba totalmente restringida.
Cuando las damas del siglo XIX y principios del XX iban a los bailes eran
acompañadas por su madre o por una señorita de compañía, con el fin de que éstas
velasen por su comportamiento. Las señoritas de compañía eran muy celosas en el
desempeño de la labor que se les encomendaba por lo que las jóvenes tuvieron que
inventarse un medio para poder comunicarse con sus pretendientes y pasar
desapercibidas.
Este objeto se convirtió en un auténtico parapeto de todo un repertorio que iba desde
las sonrisas ingenuas, hasta auténticas declaraciones de enamorados .
Existían diferentes lenguajes del abanico pero todos ellos utilizaban como regla común
la colocación del objeto en cuatro direcciones con cinco posiciones distintas en cada
una de las cuatro. Con ese sistema se iban representando las letras del alfabeto.
Pero además de esa regla general, había ciertos gestos con significado ya
conocido por todo el mundo, como pueden ser:
Sostener el abanico con la mano derecha
delante del rostro: sígame.
Sostenerlo con la mano izquierda delante del
rostro: busco conocimiento.
Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que
me dejes en paz.
Dejarlo deslizar sobre la frente: has
cambiado.
Moverlo con la mano izquierda: nos
observan.
Cambiarlo a la mano derecha: eres un osado.
Arrojarlo con la mano: te odio.
4. Moverlo con la mano derecha: quiero a otro.
Dejarlo deslizar sobre la mejilla: te quiero.
Presentarlo cerrado: ¿me quieres?
Dejarlo deslizar sobre los ojos: vete, por
favor.
Tocar con el dedo el borde: quiero hablar
contigo.
Apoyarlo sobre la mejilla derecha: sí.
Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: no.
Abrirlo y cerrarlo: eres cruel.
Dejarlo colgando: seguiremos siendo amigos.
Abanicarse despacio: estoy casada.
Abanicarse deprisa: estoy prometida.
Apoyar el abanico en los labios: bésame.
Abrirlo despacio: espérame.
Abrirlo con la mano izquierda: ven y habla
conmigo.
Golpearlo, cerrado, sobre la mano izquierda:
escríbeme.
Semicerrado en la derecha y sobre la
izquierda: no puedo.
Abierto, tapando la boca: estoy sola