2. Cuando mi hijo Joel tenía doce años, fuimos a escalar a las Montañas del Gran Cañón. Es el cañón que más me gusta de todo el mundo. Cada vez que lo admiro me siento maravillado, y nunca me canso de verlo.
3. Admirar los más variados y maravillosos colores del sol en medio del cañón era como estar viendo una, 'fuga' (un tipo de composición musical). La Última noche de nuestra estadía, nos sentamos en un lugar bien alto desde donde se ve todo el cañón y comimos salchichas, queso y galletitas mirando el ocaso.
4. Joel giró hacia mí y mi amigo, y nos decía mientras señalaba el cañón: "¡No debe haber otro lugar en el mundo que refleje mejor la gloria de Dios!" ¡Ah! Esas fueron justamente las palabras que describieron la emoción que sentía en mi corazón. Y le respondí: "Sí, Joel!. Hay algo que refleja mejor que este cañón la gloria de Dios".
5. Pese a la actitud que adoptó para refutarme, le brillaron los ojos: "¿Cuál es ese lugar, papá? " Señalándolo a él, le dije: "Aquí, niño. Ni todo este cañón puede compararse contigo. Ningún cañón, río, montaña o mar puede reflejar la autoridad de Dios mejor que tu u otra persona".
6. Amigo, tú eres más majestuoso que el Gran Cañón. TÚ fuiste creado con las manos de Dios, y excluyendo a Jesucristo, tu eres el ser más maravilloso y bendito de Dios.
7. El considerarse uno de esta forma es ser humilde y maravillarse ante Dios, nuestro Creador. Mira al espejo y dí fuerte: "¡Te alabo Dios! TÚ me has creado tan grandiosa y maravillosamente. ¡Señor, soy una gran obra de arte de Tus manos!"