Este documento presenta el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Se explica que el Principio y Fundamento es que el hombre fue creado por Dios para alabarlo, reverenciarlo y servirlo, y así salvar su alma. Luego, se detalla que el hombre fue creado por el único Dios verdadero a su imagen y semejanza, y que su fin último es Dios. Finalmente, se enfatiza la importancia de la salvación eterna del alma para el hombre.
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
El hombre creado para alabar, servir y salvar su alma ante Dios
1. 1
Primera semana: el fin es confundirme “por mis tantos pecados” [74].
“Reformar lo deformado”, decía el Siervo de Dios P. Pio Lanteri,
refiriéndose al fin de la 1ª semana, o sea, reformar lo que está en nuestra
vida deformado por apartarnos del Principio y Fundamento, o sea, por
apartarnos de Dios.
Principio y fundamento.
Fin del hombre.
1ª parte.
E 059.
“Se llama Principio porque como en tal están encerradas todas las
conclusiones que después se van especificando y declarando. Se llama
Fundamento porque carga sobre él todo el edificio de la vida espiritual”
1
.
En esta primera serie de Ejercicios queremos hacer manifiesta esta verdad.
Aquí nos presenta San Ignacio, en positivo, lo esencial que
corresponde a la gran ley de la santidad.
I. Los preámbulos son cinco:
1º. Ponerse en la presencia de Dios, "alzando el
entendimiento arriba, considerando como Dios nuestro Señor me mira,…"
[cfr. 74], [75], [130] y [239].
2º. Pedir realizar todo ad maiorem Dei gloriam = para la
mayor gloria de Dios; tiene una importancia capital para alcanzar el fin de la
meditación: “La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor,
para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente
ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad” [46]. Esta oración
debe estar siempre al comienzo de toda meditación o contemplación “Ante
todas contemplaciones o meditaciones, se deben hacer siempre la oración
preparatoria sin mudarse y los dos preámbulos ya dichos2
, algunas veces
mudándose, según la materia que corresponde (o sea, según el fin de cada
semana. Calveras)” [49]. (Esto se realiza en cada una de las meditaciones,
contemplaciones, exámenes, etc. con son alrededor de 200 en Ejercicios de
mes y alrededor de 90 veces en Ejercicios por Internet y es una
actualización viva del Principio y Fundamento. Asimismo, la impostación
1
P. Luis de la Palma, Obras completas, BAC 1967, 852.
2
Se refiere a la composición de lugar y a la petición.
2. 2
del examen particular y del general, sólo se pueden hacer bien dentro de la
atmósfera del Principio y Fundamento).
3º. Traer a consideración la historia y los episodios que
deben contemplarse. [102]. Aquí es el texto ha considerar: <El hombre es
criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y
mediante esto salvar su ánima> [23].
4º. Hacer la composición de lugar trayendo a la memoria
las circunstancias que componen la historia, ver el lugar, los movimientos,
los gestos, etc., "ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo donde
se halla la cosa que quiero contemplar" [47], [102] y [105]. Aquí puede ser
verme sobre un precipicio colgado de una soga ha punto de cortarse.
5º Pedir a Dios que nos conceda obtener los frutos y
gracias propias de la meditación que se va a realizar. Es la petición y el fin
de cada ejercicio. Aquí será pedir comprender más ese radiante sol de verdad
que es el Principio y Fundamento.
II. El cuerpo tiene tres puntos:
1º. Dice San Ignacio: “El hombre es creado…” por Dios
[23].
Nos preguntamos, primero, ¿de cuál Dios habla? Habla del Dios que
creó el cielo y la tierra, del que se manifestó en la zarza ardiendo como “El
que es”, o sea, “YAHVE” (Ex 3, 14), que se encarnó en Jesucristo llevando
a plenitud la Revelación de Dios, el Único Dios vivo y verdadero por
Quien se vive.
En segundo lugar nos preguntamos, ¿de cuál hombre habla? Habla
del hombre creado por Dios a “su imagen y semejanza” (Gen 1,26). Como
expresó Juan Pablo II en el sonoro clarinazo Urbi et Orbi, cuando la
Navidad de 1978: «Dirijo este mensaje a cada uno de los hombres; al
hombre en su humanidad. Navidad es la fiesta del hombre. Nace el
hombre. Uno de los millares de millones de hombres que han nacido,
nacen y nacerán en la tierra. Un hombre, un elemento que entra en la
composición de la gran estadística. No casualmente Jesús vino al mundo
en el período del censo, cuando un emperador romano quería
saber cuántos súbditos contaba su país. El hombre, objeto de cálculo,
considerado bajo la categoría de la cantidad; uno entre millares de
millones. Y al mismo tiempo, uno, único, irrepetible. Si celebramos con
3. 3
tanta solemnidad el nacimiento de Jesús, lo hacemos para dar testimonio
de que todo hombre es alguien, único, irrepetible. Si es verdad que
nuestras estadísticas humanas, las catalogaciones humanas, los humanos
sistemas políticos, económicos y sociales, las simples posibilidades
humanas no son capaces de asegurar al hombre el que pueda nacer, existir
y obrar como único e irrepetible, todo eso se lo asegura Dios. Por Él y
ante Él, el hombre es único e irrepetible; alguien eternamente ideado y
eternamente elegido; alguien llamado y denominado por su propio
nombre»3
. Alguien eternamente amado.
2º. “…para alabar, hacer reverencia y servir a Dios
nuestro Señor…”.
Así como el origen del hombre es Dios, así su fin último es el mismo
Dios, que lo creó. Y así como “el hombre se dispone al fin, así se dispone a
las otras cosas”4
.
Cuando el hombre comprende y vive que Dios es su último fin, hacia
Él ordena todas las cosas de su vida. Cuando pone su fin en otras cosas –
“todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne [placeres
desordenados], concupiscencia de los ojos [desordenado afecto a las
riquezas] y orgullo de la vida [amor desordenado al poder, a los honores, a
la ‘gloriola’], no viene del Padre, sino que procede del mundo” (1 Jn 2,16)-.
Si el ser humano no pone su corazón en Dios, “el primer servido” como
decía Santa Juana de Arco, pondrá su corazón en el placer, en el tener y en
el poder. Necesaria y fatalmente. Esto lo vemos hasta el cansancio en estos
tiempos que corren en nuestras sociedades donde muchos son esclavos de
los flagelos del hedonismo (“el placer es el fin supremo de su vida”.
DRAE), el consumismo (“Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o
consumir bienes, no siempre necesarios”. DRAE) y el permisivismo (los
que consideran que tiene poder para hacer lo que quieran).
Más aún, hay fuertes corrientes ideológicas en el mundo actual que
empujan a esa triple esclavitud. Juan Pablo II señala: “Ricoeur ha
calificado a Freud, Marx y Nietzsche como “maestros de la sospecha”5
3
Mensaje de Navidad, 25 de diciembre de 1978.
4
Cfr. Santo Tomás,… “Sicut homo disponitur ad finem, sicut de omnibus”.
5
“Le philosope formé à l'école de Descartes sail que les choses sont douteuses, que'elles ne sont pas telles
qu'elles apparaissent; mais il ne doute pas que la conscience ne soit telle qu'elle apparait à elle-même...;
depuis Marx, Niezsche et Freud nous en doutons. Après le doute sur la chose, nous sommes entrés dans le
doute sur la conscience.
Mais, ces trois maîtres du soupçon ne sont pas trois maîtres de scepticisme; ce sont assurément trois
grands “destructeurs”. /.../
A partir de'eux, la compréhension est une herméneutique: chercher le sens, désormais, ce n'est plus
épeler la conscience du sens, mais en déchiffrer les expressions. Ce qu'il faudrait donc confronter, c'est
non seulement un triple soupçon, mais une triple ruse. /.../
4. 4
(maitres du soupçon), teniendo presente el conjunto de sistemas que cada
uno de ellos representa y quizá, sobre todo, la base oculta y la orientación
de cada uno de ellos al entender e interpretar el humanum mismo… los
cuales han ejercido y ejercen gran influjo en el modo de pensar y valorar de
los hombres de nuestro tiempo, parece que, en definitiva, también juzgan y
acusan al “corazón” del hombre. Aún más, parece que lo juzgan y acusan a
causa de lo que en el lenguaje bíblico, sobre todo de San Juan, se llama
concupiscencia, la triple concupiscencia.
[…] En la hermenéutica nietzschiana el juicio y la acusación al
corazón humano corresponden, en cierto sentido, a lo que en el lenguaje
bíblico se llama “soberbia [u orgullo] de la vida”; en la hermenéutica
marxista, a lo que se llama “concupiscencia de los ojos”; en la
hermenéutica freudiana, en cambio, a lo que se llama “concupiscencia de la
carne”.
[…] Las palabras de Cristo, según Mateo 5, 27-28, son tales que, aun
manifestando toda la realidad del deseo y de la concupiscencia, no
permiten que se haga de esta concupiscencia el criterio absoluto de la
antropología y de la ética, o sea, el núcleo mismo de la hermenéutica del
hombre. En la Biblia, la triple concupiscencia no constituye el criterio
fundamental y tal vez único y absoluto de la antropología y de la ética,
aunque sea indudablemente un coeficiente importante para comprender al
hombre, sus acciones y su valor moral”6
.
3º. “…y mediante esto salvar su alma…” [21].
Y aquí lo más importante para el hombre: ¡Su salvación eterna! Dijo
nuestro Señor con palabras memorables: “No temáis a los que matan el
cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede
llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos
gorriones por un céntimo? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el
consentimiento de vuestro Padre…El que encuentre su vida, la perderá; y
el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10, 28-29.39). “Pues ¿de
qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O
¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mt 16,26).
Puede meditarse:
La sublime e inenarrable Majestad de Dios.
Du même coup se découvre une parenté plus profonde encore entre Marx, Freud et Niezsche. Tous trois
commencent par le soupçon concernant les illusions de la conscience et continuent par la ruse du
déchiffrage...” (Paul Ricoeur, Le conflit des interprétations, París 1969 (Seuil, págs. 149-150).
6
Catequesis del Papa en la audiencia general del miércoles, El hombre está llamado al amor, 29 de
octubre de 1980. Cfr. Carlos Miguel Buela, Las Servidoras, ed. Del Verbo Encarnado 2004, 330-331.
5. 5
Nunca debemos olvidar la grandeza y majestad de Dios7
:
¿Quién más noble que Dios? Algunos se ufanan de tener un linaje de
trescientos o mil años, Él existe desde toda la eternidad.
¿Quién más grande que Dios? Es infinito. No hay otro como Él: "No
hay otro dios, fuera de mí... no hay otro fuera de mí" (Is 45, 21).
¿Quién más hermoso que Dios? Toda hermosura ante Él es fealdad.
¿Quién más perfecto que Dios? Es infinito en toda perfección.
¿Quién más espiritual que Dios? "Dios es espíritu" (Jn 4, 24).
¿Quién con más ternura que Dios? "Cual la ternura de un padre para
con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen"(Sal 103, 13; cfr.
Neh 9, 31; Sal 51, 3; Lam 3,22).
¿Quién más libre que Dios? "Porque el Señor es el Espíritu, y donde
está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Cor 3, 17).
¿Quién más paciente que Dios? "Más tú, Dios nuestro, eres bueno y
verdadero, paciente y que con misericordia gobiernas el universo" (Sb 15,
1).
¿Quién más poderoso que Dios? Puede todo lo que quiere.
¿Quién más bueno que Dios? "Sólo Dios es bueno" (Lc 18, 19).
¿Quién más rico que Dios? Todo lo posee.
¿Quién más magnánimo que Dios? Hace todo con sublime grandeza.
¿Quién más amable que Dios? Sólo pensar en Él nos hace felices.
¿Quién más fiel que Dios? Es "el Dios verdadero, el Dios fiel que
guarda la alianza y el amor por mil generaciones..." (Dt 7, 9).
¿Quién más misericordioso que Dios? Se compadece de nuestras
miserias. "Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve
blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán" (Is
1, 18).
¿Quién más sabio que Dios? Sabe absolutamente todo. Sabe el número
de gotas de agua que tiene la lluvia, y el número de granos de arena que tiene
el mar. Nadie fue su consejero: "¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y
de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables
sus caminos! En efecto, ¿quién conoció el pensamiento de Señor? O ¿quién
fue su consejero? O ¿quién le dio primero que tenga derecho a la
recompensa?" (Rm 11, 33-34).
¿Quién más providente que Dios? Todo lo dispone para bien de los que
lo aman.
¿Quién más agradecido que Dios? No deja a nadie sin recompensa.
¿Quién más justo que Dios? "Es Dios de la lealtad, no de perfidia, es
justo y recto" (Dt 32, 4). " Yahveh, Dios de Israel, justo eres..." (Esd 9, 15).
7
Nos inspiramos en el sermón 35 de San Alfonso María de Ligorio sobre "El amor a Dios", Ed. B.A.C.,
t.II, pág. 754-755.
6. 6
¿Quién más puro que Dios? "Ni los cielos son puros a sus ojos" (Job
15, 15).
¿Quién más generoso que Dios? No se deja ganar en generosidad por
nadie.
¿Quién más trascendente que Dios? "¿A dónde iré yo lejos de tu
espíritu, a dónde de tu rostro podré huir? Si hasta los cielos subo, allí estás
tú, si en el sheol me acuesto, allí te encuentras. Si tomo las alas de la aurora,
si voy a parar a lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu
diestra me aprehende. Aunque diga: « ¡Me cubra al menos la tiniebla, y la
noche sea en torno a mí un ceñidor, ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti,
y la noche es luminosa como el día" (Sl 139, 7-12).
¿Quién más amante que Dios? Simplemente miremos la cruz. "Grita
la cruz, gritan las llagas, cuán verdaderamente nos amó" dice San
Bernardo8
. Él es Amor.
¿Quién es más que Dios? "Contestó Moisés a Dios: «Si voy a los
israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros";
cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?». Dijo
Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los israelitas:
"Yo soy" me ha enviado a vosotros.» Siguió Dios diciendo a Moisés: «Así
dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros.
Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en
generación» (Ex 3, 13-15). Es el mismo Ser subsistente: "El que es".
¿Quién cómo Dios? "¡Oh Dios!, ¿quién como tú?" (Sl 71, 19).
¿Quién más personal que Dios? Es Padre, es Hijo, es Espíritu Santo.
Con fe y con humildad debemos acercarnos a los misterios de la fe que
exceden nuestras fuerzas. Por eso el Señor alabó a los humildes: "Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre,
pues tal ha sido tu beneplácito"(Mt 11, 25-26). Y por eso la Virgen clamó en
su himno: "(Dios) Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son
soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y
exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los
ricos sin nada"(Lc 1, 51-53).
Sólo Dios es Dios, o mejor aún, sólo Él es9
.
O se puede meditar:
8
"Clamat crux, clamat vulnus, quod ipse vere dilexit".
9
cfr. [245].
7. 7
Filosofía del más allá
Será de positiva utilidad hacer algunas consideraciones
filosóficas sobre el más allá a base de lo que la razón humana puede por sí
misma descubrir sin ayuda de las luces de la fe. Al fin y al cabo hay —
como no podía menos de ser así— una perfecta armonía entre la razón y la
fe, ya que ambas son como dos haces de luz que se desprenden e irradian
del único foco de eterna verdad, que es la sabiduría misma de Dios. No hay
ni puede haber el menor choque o contradicción entre las luces de la fe y
las de la verdadera y auténtica razón natural. La fe sobrepasa a la razón,
pero no la contradice; ambas proceden de Dios, en el que no cabe
contradicción.
Nos parece que el punto fundamental que conviene examinar a la luz de
la simple razón natural, como prenotando filosófico a la teología del más
allá, es uno: la inmortalidad del alma.
He aquí lo que vamos a estudiar en las seis tandas de Ejercicios
Espirituales que estimamos realizar10
.
C A P I T U L O I
La inmortalidad del alma11
De todo el largo y admirable tratado filosófico del alma12
sólo la
cuestión de su inmortalidad interesa destacar en una filosofía del más allá;
pero es imposible hablar de la inmortalidad del alma con precisión y
claridad sin haber establecido antes algunas nociones previas sobre su
existencia, naturaleza y principales propiedades. Vamos, pues, a darlas con
la máxima brevedad a que nos vemos forzados por la índole de nuestra
obra.
I. EXISTENCIA Y NATURALEZA DEL ALMA
En esta primera sección vamos a recoger la existencia del alma, su uni-
dad, sustancialidad, simplicidad y espiritualidad. En la siguiente demos-
traremos su inmortalidad.
Existencia del alma
La mera existencia del alma es una verdad inconcusa, de evidencia
absoluta para todo el que sepa discurrir un poco. Ante la propia conciencia
aparece la existencia del alma con mayor certeza todavía que la de nuestro
mismo cuerpo y de las cosas materiales que nos rodean. En absoluto sería
10
Seguimos principalmente a Antonio Royo Marín, OP., Teología de la Salvación, BAC 1997, 157-173.
11
Idem. 157-159.
12
Cf Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, 65-90; De Anima.
8. 8
posible que el cuerpo y las cosas exteriores fuesen simples ilusiones del
alma, pero es imposible que la existencia del alma sea una quimera de
nuestra imaginación.
En efecto: es un hecho de evidencia primaria e inmediata que pensamos;
esto es, que tenemos ideas universales, que prescinden en absoluto del
tiempo y del espacio. Tenemos, por ejemplo, las ideas universales de
bondad, verdad, belleza, amor, justicia, honradez, gratitud, etc., etc., que
nada absolutamente tienen que ver con la materia. No son grandes ni
pequeñas, cuadradas ni redondas, azules ni amarillas, dulces ni amargas.
No las hemos visto jamás con los ojos, ni oído con los oídos, ni tocado con
las manos. No transcurren ni desaparecen como las flores, los animales o
los hombres. Son cosas permanentes, universales, que no dependen de la
materia ni pueden proceder de ella, puesto que la rebasan infinitamente.
Luego hay en nosotros un principio de donde proceden tales pensamientos,
que de ninguna manera puede ser el cuerpo, el cerebro o cualquier otra cosa
material, puesto que lo más no puede proceder de lo menos, ni el espíritu
de la materia. Luego ese principio es espiritual, distinto completamente del
cuerpo e inmensamente superior a él, puesto que es capaz de producir
aquellos pensamientos que trascienden infinitamente al mundo de lo
material y corpóreo. Ahora bien: ese principio espiritual del que proceden
nuestros propios pensamientos es cabalmente lo que designamos con el
nombre de alma humana. La existencia del alma no puede negarse a menos
de haber perdido por completo el simple sentido común13
.
Unidad del alma
Dada la complejidad de las actividades del hombre, que pertenecen a
planos diferentes en especie—pensar, sentir, crecer y desarrollarse, etc.—,
cabe preguntar si tenemos una o varias almas que sean principio vital de
esas operaciones tan distintas. ¿Tenemos una sola alma espiritual o por
ventura tres: intelectiva, sensitiva y vegetativa?
La unidad del alma humana es un hecho indudable de experiencia
íntima. Tenemos clara y perfecta conciencia de que somos nosotros
mismos, nuestro propio yo, quien piensa, siente y se va desarrollando con la
edad. Si tuviéramos tres almas separadas e independientes, cada una de
ellas acusaría los actos a ella correspondientes, pero ignoraría los actos de
las demás; con lo cual el hombre que piensa no se daría cuenta de que es el
mismo que siente o que se desarrolla. Lejos de poseer la unidad de
conciencia que ahora apreciamos claramente, habría en nosotros una
13
Podríamos llegar al mismo resultado examinando nuestros movimientos apetitivos hacia la felicidad, el
bien, etc., que trascienden también al mundo corporal y sensible. Por el examen de las ideas universales
llegamos a la existencia del entendimiento espiritual; por el de aquellos movimientos afectivos hacia el
bien universal llegamos a la existencia de la voluntad racional. Cualquiera de los dos procedimientos
conduce con certeza absoluta a la existencia del alma a través de sus facultades intelectiva y volitiva.
9. 9
extraña disociación que haría de nosotros un ser triple, no uno. Ni se
resuelve la dificultad diciendo que esas tres almas distintas podrían
comunicarse entre sí sus propias impresiones, pues entonces tendríamos
perfecta conciencia de esa comunicación como procedente de tres
principios distintos, en contra del testimonio clarísimo dé nuestra
conciencia, que nos dice que nuestro yo no es. más que uno solo. Es
forzoso concluir—como dice Santo Tomás—que «en el hombre no hay
más que una sola alma intelectiva, que contiene virtualmente el alma
sensitiva y nutritiva, realizando ella sola lo que estas formas inferiores
realizan en los animales y en las plantas» 14
.
Más materia:
Valor del alma.
El alma vale más que el mundo.
“¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su
alma?”¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? (Mt 16,26).
I. Grandeza natural del alma
Si consideramos todo el conjunto de los seres corporales y visibles, con
sus propiedades y consecuencias, y, por otro lado, el alma ciertamente que
el alma sola vale más que todo el mundo.
a) El alma da valor a la materia. Sin alma no tendría razón de ser ni la
materia ni el mundo.
Dios creó el mundo “para comunicarle su bondad” y para que el hombre
– por medio de su alma – a través de las creaturas pudiese llegar al
Creador.
“Pues lo creado fue sometido a la vanidad, no de grado, sino por razón
de quien lo sometió, con la esperanza de que también lo creado será
liberado de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad
de la gloria de los hijos de Dios” (Ro 8,20-21).
b) El mundo pasa; el alma es inmortal. Por eso “vanidad de vanidades y
todo es vanidad” (Ecle 1,2).
¡Vanidad los cetros!
¡Vanidad los honores!
¡Vanidad las riquezas!
¡Vanidad el talento!
14
Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 1,76, 4; cf. ibid., a. 3.
10. 10
¡Vanidad los placeres!
¡Vanidad los caprichos!
¡Vanidad la vida!
¡Vanidad todo el mundo!
Las grandezas son como el viento. Pasan.
Los placeres como sombra. Se hunden.
La vida sensiblera. Mera apariencia.
Los aplausos. Se terminan.
Los poderosos. Desaparecen.
Sólo el alma inmortal permanece y tiene frente a sí un destino eterno.
c) Un alma cuesta mucho a Dios. Las cosas se estiman y valúan por lo
que cuestan.
El mundo costó a Dios una palabra, una orden: “Alaben el nombre de
Yahvé, porque a su orden fueron creados” (Sl 148,5).
Un alma, en cambio, le costó la vida, y toda su sangre. Por eso: “Habéis
sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo” (1Co
6,20).
d) Enseña el «Catecismo de la Iglesia Católica» (363) que: Alma – en la
Sagrada Escritura – designa a menudo:
- La vida humana;
- Toda la persona humana;
- Lo que hay de más íntimo en el hombre;
- De más valor en él;
- Aquello por lo que es particularmente imagen de Dios;
- Significa el principio espiritual en el hombre.
e) Cristo no quiso arrodillarse ante el demonio cuando éste
le ofreció el mundo entero y todas sus glorias. Pero, sin embargo, en la
última Cena cuando – como dice San Juan (13,2) “el diablo ya se había
apoderado del corazón de Judas” se arrodilló ante él para lavarle los pies.
La figura con la que el demonio tentó a Cristo era de hombre no de
demonio. Judas en quien ahora está el demonio, también es hombre.
¿Cómo se arrodilla Cristo ante un hombre dentro del cual está el demonio,
11. 11
y no lo hizo antes ante el demonio cuando le ofreció todos los reinos del
mundo?
Por el valor de un alma, que vale más que todo el mundo.
II. Grandeza sobrenatural del alma
a) A la grandeza natural del alma debe añadirse la grandeza
sobrenatural del alma, por la que el alma es como divinizada.
b) Dios mostró a Sta. María Magdalena de Pazzi un alma. Y por ocho
días quedo fuera de sí, arrebatada del asombro y admiración que le había
producido aquella vista.
c) Dios se entregó por ella:
- Fue rescatada: “considerando que habéis sido rescatados de
vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y
oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin
defecto ni mancha” (1Pe 1,18-19).
- Es tal, el precio que dio Dios por un alma que puesta en una parte el
alma y de la otra el precio, parece que vale tanto el alma como Dios
(Vieyra).
- Por salvarla Dios se encarnó, vivió, padeció, murió.
- El mundo tilda a los santos de exagerados, imprudentes y locos, sin
embargo, son los únicos que se dieron cuenta del valor y grandeza de su
alma y de la de los prójimos…
Y esto está expresado muy propia y bellísimamente por Santo
Tomás: «El bien sobrenatural de un solo individuo es mayor que el bien
natural de todo el universo»15
. Por esta única y sola razón –aunque hay
muchas más- la civilización cristiana es, de hecho, la más excelsa que se
pueda dar en este mundo.
San Pedro «alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las
almas» (1 Pe 1,9); San Pablo «me desgastaré totalmente por vuestras
almas» (2 Co 12,15); el pseudo Dionisio llamaba «divina...la más divina de
todas las dignidades, a la dignidad sacerdotal», porque se dedica a la
salvación de las almas; San Francisco Javier en Travancor (India) bautizó
15
S. Th., I-II, 113, 9, ad 2.
12. 12
más de 10.000 en un mes16
; Don Bosco: «Dadme almas y quédate con lo
demás»; Don Orione: «¡Almas, almas, almas!».
Sabían el valor de las almas y se dedicaban con todo a salvarlas, es
“la obra más divina entre las divinas”17
.
Nunca olvidemos que el mismísimo Jesucristo nos dice: “¿De qué le
vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”.
III. El coloquio:
Pedir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, la gracia de conocer –de
manera sapiencial, fruitiva e íntimamente- las verdades encerradas en el
Principio y fundamento, ley de la santidad cristiana, como ser:
1. El origen del hombre es divino: ¡Dios nos creó!;
2. Nuestro último fin es: ¡Dios!; de ahí, que la gran ley de la
santidad es unirnos a Dios, por la fe, la esperanza y la caridad.
3. El negocio más grande de nuestra vida: ¡Salvar el alma, ya que
salvada el alma se salva todo y perdida el alma se pierde todo!
IV. El examen de la meditación:
Dónde se debe analizar cómo se ha realizado la meditación o
contemplación, con el propósito firme de mejorar para el próximo ejercicio:
“5ª adición. Después de acabado el ejercicio, por espacio de un cuarto de
hora18
, o sentado, o paseándome, miraré como me ha ido en la
contemplación o meditación; y si mal, miraré la causa donde procede, y así
mirada arrepentirme, para me enmendar adelante; y si bien, dando gracias a
Dios nuestro Señor; y haré otra vez de la misma manera [77]”.
16
Cartas y escritos de San Francisco Javier, BAC 1996, 165.
17
Pseudo Dionisio, De Eccles. Hier., c.3 y passim.
18
En Ejercicios de mes u otros.