Este documento resume una clase de antropología filosófica sobre el matrimonio y la familia como instituciones sociales. En 3 oraciones o menos:
La clase analiza el matrimonio y la familia desde una perspectiva biológica y cultural, explicando que si bien existen aspectos biológicos como la monogamia, la familia humana se define por la norma cultural del incesto. También discute cómo el matrimonio involucra tanto el enamoramiento y la voluntad como una institución regulada socialmente para asegurar la reprodu
1. DIRECCIÓN GENERAL DE PREGRADO
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CURSO DE ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
PROFESOR: AUGUSTO MERINO
PRIMER SEMESTRE 2010
SEGUNDA UNIDAD
Clase 8: Matrimonio y familia: Instituciones sociales.
- Es frecuente en la actualidad que se considere a la familia y al matrimonio como
algo que pertenece estrictamente al ámbito de lo privado, o sea, que concierne solamente a
dos particulares, que son los interesados, debiendo la sociedad otorgarles el máximo de
libertad y mantenerse todo lo posible al margen.
- en esta clase analizaremos estos y otros problemas relacionados.
1. El primer entorno del hombre: la familia
- veíamos en clases anteriores que en el ser humano los instintos son inmensamente
más “plásticos” o menos rígidos que en los animales, siendo esta deficiencia remediada por
la libertad y la autodeterminación humanas en el modo de actuar.
- esta indeterminación se ve también en el aspecto morfológico: el ser
humano está menos “equipado” o “asegurado” que los animales, carece de instrumentos u
órganos especializados de ataque, o de defensa, etc.
- se dice, por ello, que el ser humano es un “animal deficitario” , y su
supervivencia en la tierra no se explica por la generación de una enorme cantidad de
embriones (como, p.ej. los peces) sino porque, no obstante producir pocas crías, éstas
tienen una capacidad de aprendizaje inconmensurablemente mayor que las demás especies
vivas.
- la posibilidad de aprendizaje y entrenamiento adecuado es, pues, vital para la
especie humana, y tiene en ella una duración mucho más larga que en el resto de las
especies:
- tal aprendizaje está asegurado por la dedicación que dan las madres a su
prole; y esta actividad materna explica que, dividiéndose las funciones, sean los padres
quienes se dedican a la procura de alimento y a la protección del grupo.
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- el aprendizaje es, además, de carácter social y colectivo, porque
aunque comienza en el núcleo constituido por ambos progenitores, se prolonga en la
sociedad, como vimos en otras clases.
- por otra parte, en un sistema así de reproducción es necesario que los machos no
compitan por las hembras indiscriminadamente, sino que se relacionan sólo con una: de
otro modo, la competencia debilitaría la defensa del grupo por ellos o la posibilidad de
encontrar alimento (p. ej., la caza requiere de la colaboración de los machos).
- he aquí un soporte biológico de la monogamia.
- vemos, pues, ya aquí, en el nivel biológico, o sea, el de lo necesario para la
reproducción de la especie, un primer esbozo de lo que es la familia humana: una madre
dedicada a la alimentación y cuidado de la prole, y un padre relacionado con una sola
madre y dedicado a la procura del alimento y la protección del grupo.
- ya avanzamos también, en la clase anterior, algunas ideas relacionadas a
propósito de la masculinidad y la feminidad.
- pero la familia humana no puede explicarse sólo por los aspectos biológicos que
estamos reseñando:
- lo humano es más que lo meramente biológico u orgánico.
- y es en la norma que prohibe el incesto donde encontramos la intervención
humana que, añadida al sustrato biológico, da origen a la familia humana:
- los animales no tienen comportamientos que eviten el incesto, el cual para
ellos no existe.
- en cambio en todas las sociedades humanas de todos los tiempos, los antropólogos
culturales han comprobado la existencia de la norma anti-incesto.
- según Malinowski, uno de los clásicos de la antropología cultural, la
prohibición del incesto es clave en la constitución de la familia –y más todavía: en la de
toda sociedad humana- “porque es la norma que distribuye las funciones entre padre-
madre, entre progenitores-prole y entre hermanos-hermanas, asegurando el orden social
mediante la consistencia de dichas funciones, y asegurando la continuidad social a través de
una secuencia ordenada de generaciones, de tal modo que sin dicho orden ninguna sociedad
humana sería pensable. En otros términos: la unidad básica de la sociedad humana es la
familia, y la prohibición del incesto es la norma que constituye a la familia humana en
cuanto tal”.
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- así, pues, al sustrato biológico, que por sí solo no puede dar origen sino a una
familia biológica pero no específicamente humana, se añade la realidad cultural –es decir,
ya propiamente humana- de una norma que regula la sexualidad y crea un ordenamiento en
la sociedad, dotando a ésta de un carácter de que carecen las sociedades animales.
- de este modo, la regulación de los aspectos estructurales o básicos de la familia no
es algo que dependa de la sola voluntad o acuerdo de sus componentes, sino que interesa a
toda la sociedad humana y depende de ella.
2. Matrimonio, amor y voluntad
- hemos visto que, desde el punto de vista puramente biológico, la referencia de un
macho a una sola hembra, el evitamiento del conflicto entre los machos en relación al
apareamiento con las hembras y la colaboración entre los machos para lograr alimentos
suficientes y la seguridad del grupo, es vital para la reproducción de las especies que, como
la humana, tienen pocas crías y necesitan dedicar largo tiempo a su entrenamiento y
aprendizaje.
- en la clase 6ª, al referirnos a la fenomenología del enamoramiento y del
amor en los seres humanos, vimos cómo en el enamoramiento el impulso amoroso es
siempre hacia una sola persona y se lo vivencia como “para siempre”:
- no se puede estar verdaderamente enamorado de varias personas al
mismo tiempo y en el mismo grado, ni se lo puede estar por un lapso con fecha de
vencimiento: el enamorado siente que es “esa” persona singular y sólo ella la que es vital
para sí mismo, y porque es vital, lo es mientras dure la propia vida.
- vimos también cómo, ya en el plano de lo propiamente humano, una
vez singularizada por el enamoramiento la persona cuya plenitud veo como inseparable de
la mía, ha de intervenir la voluntad humana, facultad propia sólo del hombre, para que el
compromiso con la plenificación de la otra persona adquiera un carácter propiamente
humano:
- el hombre, que es el único ser viviente que, por ser libre, es
capaz de comprometerse y “dar su palabra”, asume la responsabilidad de buscar la plenitud
de esa persona que lo tiene enamorado; plenitud de la cual depende la propia
autorrealización –como ya sabemos, ésta no es nunca posible en la soledad-.
- en otras palabras, esa complementación de dos personas, que
se vislumbra como ideal o proyecto en el enamoramiento, no puede realizarse sino gracias a
una acción voluntaria, porque, como veíamos en la clase 6ª, el sentimiento se debilita, la
sensibilidad se embota:
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- tal como a uno “le pasa” que se enamora, indepedientemente
de que uno lo quiera o no, así también aquello que el enamoramiento promete, la plenitud y
la felicidad, no puede lograrse sin que uno lo quiera efectiva y eficazmente, obrando con
voluntad e inteligencia.
- ahora bien, no hay duda de que el sentimiento que llamamos
“enamoramiento” ayuda a la voluntad, una vez que ésta ha tomado la decisión libre de
querer, tal como en cualquier tarea que uno emprende, ayuda sentir ilusión por lo que se
está haciendo:
- hay que notar que en muchos matrimonios el enamoramiento
perdura por casi toda la vida, y eso hace más fácil mantener en el tiempo la decisión de la
voluntad;
- puede ocurrir, sin embargo, que el enamoramiento vaya
desapareciendo, incluso por razones fisiológicas, y es entonces cuando la voluntad de
querer, o aun de “querer-querer”, es irreemplazable (del mismo modo que, debilitada la
ilusión, uno requiere de fuerza de voluntad para cumplir con el deber):
- cuando falta esa voluntad, peligra el matrimonio,
aunque el vínculo conyugal que sirve a éste de base y que nace del compromiso irrevocable
que asumieron los cónyuges libremente, sigue existiendo.
- esto apunta a una realidad fundamental de la vida humana en
general y de la conyugal, en particular:
- la felicidad que se espera del amor (o de cualquier
otra cosa) es lo que los antiguos llamaban un “bien arduo”, tema al cual nos referimos en la
clase 6ª.
- y para alcanzar este bien arduo es necesario vencer
obstáculos:
- por ejemplo, la compatibilización de la
sexualidad, de la afectividad, y toda una serie de aspectos que integran la personalidad de
cada uno (la sensibilidad, los gustos, los intereses, el temperamento), como también otros
aspectos de carácter socio-cultural (los usos, las costumbres, las aspiraciones religiosas, las
creencias morales, la situación social, la situación económica, etc.):
- cuando se logra esa perfecta
compatibilidad se suele descubrir que lo que se ha encontrado es muy superior a lo que uno
esperaba o se imaginaba incluso en el estado de enamoramiento:
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- la unidad ya no se da sólo en el
plano del conocimiento y de los sentimientos y como resultado de una actividad actual, sino
que está en el plano más profundo de lo inconsciente, aunque sin perder su relación con lo
voluntario:
- suele ocurrir entonces que ya
no sólo “se siente” que “uno no puede vivir sin el otro” sino que, efectivamente, la muerte
de uno desarticula a tal punto la identidad misma del otro, que éste también se muere
prontamente.
3. El matrimonio, institución social
- veamos ahora, más de cerca, esta unión conyugal o matrimonio, a la que puede
conducir el enamoramiento.
- el matrimonio es una institución social, no un simple acuerdo o contrato
entre particulares, aunque la expresión “institución” da la idea –equivocada- de que se trata
de algo inventado o creado enteramente por los seres humanos, ya que en realidad hay en él
aspectos “naturales”, es decir, que escapan a la voluntad de las partes (veíamos algo de esto
al hablar del comportamiento humano y en especial del sustrato biológico de la familia).
- es cierto que la mutua donación del uso del cuerpo en lo relativo a
lo sexual, se da voluntariamente entre dos personas particulares:
- efectivamente, a diferencia de lo que ocurre en otros tipos de
amor (amistad, etc.), en el amor conyugal (eros) lo que se dan uno al otro es lo
“conyugable” de cada uno de ellos, es decir, su masculinidad y su femineidad.
- hay que tener presente que la sola donación todavía
no explica todo: para que haya matrimonio, esa donación tiene que ser objeto de una clara
manifestación de la voluntad de darse mutuamente con exclusividad y a perpetuidad.
- pero también es cierto que como la familia, que nace de esta
donación, interesa máximamente a la sociedad, ésta no puede ser ajena a lo que ocurre en
esa donación entre particulares, la cual no es simplemente “privada”.
- esta donación tiende, entre otras cosas, a la procreación, que
interesa máximamente a la especie y a la sociedad:
- la sociedad no puede, pues, mantenerse al margen de
lo que sucede en la constitución y líneas generales del matrimonio:
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- y por eso es que, en todas las sociedades humanas, en
todos los tiempos y lugares, el matrimonio ha sido reglamentado en sus líneas esenciales
por la colectividad como algo de importancia pública.
- pero, el matrimonio, además de su función fundacional de la
familia y reguladora de la reproducción, tiene como finalidad la mutua ayuda, que pone en
acción la mutua complementariedad de la feminidad y la masculinidad (como vimos en la
clase 7ª), ayuda que se requiere para siempre y hasta hasta la muerte:
- este “para siempre” surge claramente, como lo vimos, en el
enamoramiento, y como se advierte también si uno analiza el fenómeno, tan elocuente en
este aspecto, de los celos:
- el enamoramiento, primero, y el amor que de él
surge, después, no son concebibles como algo transitorio o pasajero, o como algo que no
aspira a prolongarse en el tiempo, ni tampoco como algo compartible con un tercero –si
fuera compartible, los celos no existirían-.
- ahora bien, esa prolongación en el tiempo se produce
por decisión de la voluntad, la que ha declarado que quiere que esa prolongación se dé
incluso en aquellos casos en que el atractivo sensible ha terminado:
- las fórmulas usuales dicen “en salud y
enfermedad, en riqueza y en pobreza…” etc.
- mejor sería, claro, que la atracción no se
debilitara jamás, porque ella contribuye a la permanencia en el tiempo de la relación.
- pero si se debilita o incluso termina, puede
que ya no estemos en presencia de un comportamiento “espontáneo” por parte de los
cónyuges; pero lo espontáneo no es lo mismo que lo “natural”:
- en el hombre, a diferencia de los
animales, lo “natural” incluye, como hemos visto en la Primera Unidad, el ejercicio de la
razón y de la voluntad.
- por eso es que, en el verdadero amor
conyugal, marido y mujer tienen la voluntad de obligarse a esa mutua donación, incluso si
la atracción sensible se debilita: “yo sólo para ti, tú sólo para mí”, convirtiendo este pacto
en materia de la virtud de la justicia: “dar a cada uno lo suyo”:
- en este sentido, un cónyuge “debe”
amor al otro, como lo exige el pacto celebrado entre ellos; es una verdadera deuda; pero es
el simple resultado de quererse tanto que uno “se obliga a querer”, para que no pueda
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ocurrir que ese amor le falte al otro; no se quiere dejar el amor entregado a los puros
estados de ánimo (“te querré mientras tenga ganas, y cuando se me acaben, dejaré de
quererte”).
- al mismo que tiempo que la
prolongación en el tiempo, podemos entender, con lo dicho, la aspiración a la exclusividad
que tiene el amor conyugal: uno para una, y una para uno; no uno para varias, ni una para
varios:
- a la luz de esto uno puede entender cuánta injusticia puede advertirse en el
caso de la poligamia, en que lo que, por aspiración íntima debía ser exclusivo, es
compartido por varios.
- de lo dicho se desprenden las características
propias del matrimonio, que lo diferencian de otros tipos de uniones (pasajeras, pagadas,
etc.):
- la unidad (uno con una)
- la indisolubilidad (para siempre)
- la ordenación a la procreación y a la
mutua ayuda, por el carácter sexual que tiene la donación.
- veamos cada uno de estos rasgos más en particular:
- primero, la unidad:
- ya hemos dicho suficiente sobre esto como para
entenderlo: el enamoramiento, que es el comienzo del amor, es siempre respecto de “una”
persona, a la cual se quiere poseer con exclusividad, y a la cual se quiere pertenecer con
igual exclusividad:
- la etnología confirma esto a menudo, puesto que en
las sociedades más antiguas impera en general la monogamia: el Código de Hammurabi,
por ejemplo, la recopilación legal más antigua que se conoce, establece la monogamia en el
matrimonio, y hay indicios suficientes para estimar que, incluso en las sociedades más
primitivas, la monogamia es la condición originaria:
- la poligamia (poliandria –varios hombres y
una mujer- o la poliginia –un hombre y varias mujeres.), la promiscuidad sexual, etc., son
fenómenos no originarios sino derivados, que ocurren en períodos históricos más tardíos, a
menudo en coincidencia con cierta relajación de las costumbres.
- segundo, la indisolubilidad:
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- hay prácticamente consenso en todas partes en que el
vínculo matrimonial no puede romperse por el mero capricho de las partes, por cuanto el
matrimonio tiene repercusiones no sólo privadas sino también sociales:
- incluso las legislaciones divorcistas permiten en
general la disolución del vínculo por causales precisas y no por la mera espontaneidad de
los esposos.
- para entender esto hay que advertir que la
indisolubilidad del matrimonio es consecuencia del rasgo de unidad, recién visto: de hecho,
no es más que la unidad proyectada en el tiempo. Si la entrega entre marido y mujer es
plena y total –como lo exige el amor conyugal-, debe ser también permanente. La entrega
no sería total –aunque se afirme con los labios-, si no es para toda la vida. La “totalidad de
la entrega” exige la “totalidad en el tiempo”. ¿Cómo se puede amar totalmente si no es
“para siempre”?
- recordemos al respecto los celos, que nos revelan
tanto respecto de la naturaleza del amor conyugal.
- tercero, la ordenación a la procreación –que responde a la
esencia misma del amor, como veíamos en Platón (“afán de engendrar en la belleza”), ya
que el amor conyugal o amor “eros” aspira a la fecundidad-; y también ordenación a la
ayuda mutua, que en su aspecto más global y elevado consiste, como ya hemos dicho, en
procurar que el otro llegue a la plenitud humana.
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