1. Análisis Narrativo en las Ciencias Sociales
Juan Carlos Gorlier*
Hasta el llamado “giro narrativo” en las ciencias sociales y humanas, hace unas
dos décadas, los estudios narrativos estuvieron principalmente confinados a los
ámbitos de la lingüística y la crítica literaria. A partir de ese giro, comienzan a
desdibujarse las fronteras que separan las distintas disciplinas y el estudio de las
narrativas se ha convertido en un campo interdisciplinario fecundo. Pero
también persiste, en la historia, la sociología, la psicología y la ciencia política, la
tendencia a mantener distintas formas de separación disciplinaria. En la ficción,
en la vida cotidiana y en la producción científica, ¿no nos encontramos acaso
siempre con “alguien diciéndole a otro que algo ocurrió”? Sin embargo y a
diferencia de la literatura, ¿no debemos en las ciencias sociales “desconfiar de la
narración”? Más aún, ¿no deberíamos incluso desconfiar del carácter puramente
“ficticio” de las producciones literarias? Precisamente, una de las estrategias del
curso es sostener la tensión entre la confianza y la desconfianza, abordando la
narración como un modo de ser, de conocer y de hacer y trabajando en tres
registros que se implican y complementan: el teórico, el epistemológico y el
metodológico.
I. Acto de habla, juegos del lenguaje, nombrar bautismal
La difusión a otras disciplinas de conceptos acuñados en la teoría literaria
es incomprensible sin la incorporación de algunas contribuciones acuñadas por
las teorías de la performatividad, que reclaman reformular profundamente las
ideas heredadas respecto del lenguaje. Conviene indicar que la palabra
“performance”, y sus derivados, es un anglicismo, que podría traducirse al
castellano como “realización”, “desempeño”, “rendimiento” y “representación
teatral”. Los análisis performativos abordan el lenguaje como una forma de
acción. El núcleo de este análisis reside en el supuesto según el cual al proferir
palabras, se hace algo –se describe un hecho, se da una orden, se expresa un
deseo, etc.– en el acto mismo de decirlo. Hay tres nociones que constituyen los
pilares centrales de este marco de análisis: el “acto de habla”, los “juegos de
lenguaje”, y el “nombrar bautismal”. Entre otras cosas, estas nociones permiten
explorar las relaciones y las diferencias entre tres registros: el registro semántico
sintáctico de “lo correcto”, el registro epistemológico de “lo verdadero”, y el
registro de “lo apropiado”, referido a las convenciones que rigen en un modo de
vida sedimentado. ¿Podría entonces conjeturarse que para decir y hacer algo
realmente nuevo es necesario violentar las reglas que prescriben lo que es
correcto, verdadero y apropiado?
Bibliografía básica: Austin, 1962; Wittgenstein, 1958; Kripke, 1980.
2. II. Narración histórica, narrativización y anacronismo
Conviene distinguir entre el texto histórico que “narra” y el texto histórico que
“narrativiza” . El primero usa la narración como una manera de escribir sobre
eventos históricos y aún cuando el narrador adopte en algunos casos la forma
impersonal, es siempre clara la presencia de alguien que narra los eventos. Por
su parte, el relato que narrativiza presenta los hechos como si hablaran por sí
mismos, sin que sea necesario un narrador porque la realidad histórica misma se
desenvolvería, objetivamente, como un relato. ¿Qué es entonces lo que mueve
al deseo de narrativizar? Las teorías lingüísticas y narratológicas modernas son
inconcebibles sin el impulso subversivo de la ciencia moderna, que empuja al
pensamiento, pero también a la imaginación, a vaciar el mundo de lo que la
superstición, la tradición, la religión o el poder político pretenden imprimirles,
aunque esa tarea nunca pueda realmente llegar a consumarse. Sin embargo, es
frecuente que “el método científico” se desvincule de ese impulso o se vuelva
directamente contra él. Tal lo que ocurre con la ciencia histórica normal que, al
simular que los hechos pueden “hablar por sí mismos”, se desentiende del
análisis que las marcas que el lenguaje, la narración y la subjetividad dejan
inevitablemente en ellos. En su uso corriente, “anacronismo” refiere al error,
intencional o no, de atribuir a una época algo que le pertenece a otra, anterior o
posterior a aquélla. Sin embargo, acudimos al pasado para intentar dar sentido
al presente y atendemos al presente para vislumbrar el sentido del pasado. Para
decirlo con las palabras de Walter Benjamin “articular el pasado históricamente
no significa reconocerlo como ‘lo que realmente fue’, significa capturarlo en la
memoria tal como resplandece en un momento de peligro”.
Bibliografía básica: White, 1981 y 2006; Bruner, 1998; Benjamin, 1968b.
III. Comunidades narrativas
La aparición de innovaciones teóricas suele estar asociada a la irrupción de
nuevas praxis. En la actualidad, las praxis asociadas al multiculturalismo y las
políticas de la diferencia suministran un estímulo significativo para emprender la
reelaboración teórico crítica de la noción de “comunidad”. La comunidad no
tiene una existencia concreta, sino que es “algo” que pasa en y a través de los
sujetos que forman parte de ella. Lo que une o mejor, lo que entrelaza, a los
sujetos en una comunidad no son las determinaciones socio demográficas, ni las
características orgánico anatómicas, ni las orientaciones sexuales, sino la
existencia de prácticas narrativas. Esas prácticas se desenvuelven a través de
relatos que suministran respuestas a preguntas existenciales. Desde la
perspectiva narrativa, la “identidad” puede analizarse como el despliegue de un
repertorio de relatos interiorizados, que muestran una organización
3. relativamente unificada y jerárquica. Esto supone una reformulación profunda
de esa noción. Entendida desde una perspectiva narrativo performativa, la
identidad personal sólo es posible en aquellos contextos que cuentan con los
recursos requeridos para forjarla. Los sujetos no existen encapsulados y los
relatos que despliegan su identidad anidan en otros relatos que los preceden.
Las preguntas pueden ser muy abiertas y las respuestas muy particulares, pero
siempre van a llevar las huellas de los contenidos y las formas que poseen los
relatos que circulan en dichos contextos. Esto permite conjeturar que los relatos
personales siempre se presentan como variaciones dentro de un repertorio
narraciones grupales ya disponibles.
Bibliografía básica: Gorlier, 2004 y 2005; MacIntyre, 1981; Rappaport, 1993;
Gubrium y Holstein, 1998.
VI. La construcción de la memoria y el afecto
La psicología como “ciencia normal”, en el sentido de Kuhn, aborda la memoria
como una facultad cognitiva, como conocimiento depositado en la mente e
implementado con el cerebro. En contraste con esta concepción, el abordaje
narrativo propone el recordar y el olvidar como actividades significantes. La
memoria no existe fuera de la actividad de memorizar y todo recuerdo ocupa el
lugar de otro. Desde esta perspectiva, recuperar la memoria de algo que se
había olvidado es ponerle nombre, olvidando genuinamente algo que se
experimentó, para recordar genuinamente algo que no se experimentó. Una de
las premisas fundacionales de la tradición narrativa es que la vida humana se
modela a través de relatos. Abordar el análisis de las emociones desde esa
premisa presenta singulares desafíos. Tomemos el ejemplo de una persona
presa de una emoción intensa que dice “no voy a llorar” para luego experimentar
cómo sus palabras resultan quebradas por su propio llanto. Desde la perspectiva
del análisis narrativo de las emociones tal persona, más que quedar apresada
por una emoción visceral, es reclutada por un personaje, dentro de una trama
narrativa, que llora de determinada manera y que al hacerlo le dice algo a
alguien.
Bibliografía básica: Kihlstrom, 2003; Sturken, 1998; Sarbin, 2001.
V. El colectivo disidente
Hay un grupo de autores contemporáneos (principalmente Alain Badiou, Ernesto
Laclau y Jacques Ranciére) cuyas contribuciones, a pesar de ser heterogéneas,
coinciden en problematizar las bases teórico epistemológicas de la ciencia política
y sus objetos paradigmáticos: los partidos, el estado y los mecanismos de
4. representación. Sin embargo, el principal estímulo no proviene de la
confrontación epistemológica con esa ciencia, sino del estímulo proveniente de
“la nueva forma de hacer política” que irrumpiera a fines de los sesenta, en
algunos países de Europa occidental, pero también un poco más tarde en
América latina, con la aparición de infinidad de pequeños colectivos. Aunque sus
formas de organización y acción estén desformadas por obstáculos externos y
desfiguraciones internas, esos colectivos producen destellos fugaces de la praxis
que constituye el núcleo de la nueva forma de hacer política. La política, en el
sentido sustantivo del término, está inextricablemente ligada a la constitución de
nuevas subjetividades. Esta constitución no puede ocurrir dentro del orden
social y político establecido. El acto de declarar la existencia de un colectivo
disidente se realiza a distancia de los sindicatos, los partidos y el estado, en
tanto instituciones del orden establecido, pues con esas instituciones no hay
nada en común. Sin embargo, el colectivo disidente, es un nosotros igualitario
que no excluye a nadie; la única condición es que la persona esté dispuesta a
despojarse de lo que el orden establecido ha impreso en ella. Como parte de tal
proceso, los sujetos intervienen en la vida cotidiana, intentando sacar las
consecuencias de las verdades que han vislumbrado en el seno del colectivo.
Raramente se plantean antagonismos entre subjetividades, pero la inercia del
orden establecido suele corporizarse en grupos que tratan de cooptar o eliminar
la disidencia. Con todo, para el nosotros/as el mayor desafío no está en el
enfrentamiento con esos grupos, sino en las dificultades de crear una
organización que promueva el disenso interno y, en definitiva, la singularidad de
los sujetos que lo componen.
Bibliografía básica: Badiou, 1988, 2005 y 2006; Rancière, 2004; Laclau, 2005.
* Ph. D. en Sociología (Universidad de Massachusetts); Maestría en Trabajo
Social Clínico (Boston University); Licenciado en Filosofía (Universidad del
Salvador - Buenos Aires). Autor y co-autor de tres libros y diversos artículos.
Investigador en el Mauricio Gastón INstitute (Universidad de Massachussets) y
Trabajador Social Clínico en el North Suffolk Counseling Services (Chelsea,
Massachussets).
Bibliografía básica
Los/as asistentes al seminario podrán disponer de una selección de textos con
fragmentos traducidos al castellano de los textos fuentes, preparada por el profesor.
Austin, J. (1962). How to do things with words. Cambridge: Harvard
University Press.
Badiou, A. (1988). L’être et l’évenément. Paris: Seuil.
(2005). El siglo. Buenos Aires: Manantial.
5. (2006). Logiques des mondes. L’être et l’évenément, 2. Paris: Seuil.
Benjamin, W. (1968a). The storyteller. En Illuminations. New York:
Schoken Books: 83-109.
(1968b). Theses on the philosophy of history. En
Illuminations. New York: Schoken Books: 253-264
Blanchot, Maurice (1984). La communauté inavouable. Paris: Minuit.
Bruner, J. (1998). What is a narrative fact.? Annals of the American
Academy of Political and Social Science, 560: 17-27.
Gorlier, Juan (2004). Comunidades narrativas. El impacto de la praxis
feminista sobre la teoría social. La Plata, Argentina: Ediciones Al
Margen.
(2005). Construcción social, identidad, narración. La Plata,
Argentina: Editorial Al Margen. Capítulo 4.
Gubrium, J. y Holstein, J. (1998). Narrative practice and the coherence of
personal stories, The Sociological Quarterly, 39(1): 163-187.
Kihlstrom, J. (2003). Memory, autobiography, history.
http://ist-socrates.berkeley.edu/~kihlstrm/rmpa00.htm
Kripke, S. (1980). Naming and necessity. Cambridge, MA: Harvard
University Press.
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MacIntyre, Alasdair (1981). After virtue: a study in moral theory. Notre
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Rancière, J. (2004). Comments and responses, Theory & Event, 6(4).
Rappaport, J. (1993). Narrative studies, personal stories, and identity
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(2006). Historical discourse and literary writing. En Kuisma Korkonen
(ed.), Tropes for the past. Hayden White and the history / literature
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Wittgenstein, L. (1958). Philosophical investigations. New York: Macmillan.