Realitat o fake news? – Què causa el canvi climàtic? - Modificacions dels pat...
Frost vs nixon
1. Frost vs nixon
El legendario periodista británico David Frost, cuya muerte fue anunciada
el domingo, es recordado por su estilo único a la hora de entrevistar a las
grandes figuras de la política internacional.
Durante la entrevista, cada uno reveló sus inseguridades, su personalidad y sus inesperadas
reservas de dignidad, para llegar por fin a una asombrosa exhibición de sinceridad.
Frost: ¿Tiene la impresión de haber obstruido la justicia o de haber conspirado
para encubrir un delito u obstruir la justicia?
Nixon: con seguridad afirma: No. Creo que está demostrado todo lo contrario, que
lejos de obstruir a la justicia, colaboré activamente en su actuación. Cuando Pat
Grey del FBI me telefoneó, el 6 de julio, le dije: Pat llegue hasta donde sea con su
investigación. Eso no es lo que llamaría obstrucción de la justicia.
Frost: Bien. Es muy posible. Pero dos semanas y media antes del 6 de julio, usted
intentaba desesperadamente obstaculizar e impedir la investigación.
Nixon: ya con cara de asustado Bah… No hay ninguna prueba de ninguna clase
de que yo…
Frost: Pero si no existe prueba alguna es porque 18 minutos de su conversación
con Bob Haldeman de aquel mes de junio, quedaron misteriosamente borrados.
2. Nixon: Aquello fue un descuido desafortunado resulta irónica la expresión
‘descuido desafortunado’ a tenor lo que está a punto de suceder. Y Bob Haldeman
jefe de Gabinete de Nixon era un hombre muy riguroso y concienzudo tomando
notas. Sus notas están ahí, para quien quiera revisarlas.
Frost: Verá hemos encontrado algo mucho mejor que esas notas, una
conversación con Charles Colson, que según creo no se ha publicado.
Nixon: No… ¿No, no se ha publicado, dice usted?
Frost: (con seguridad) No, pero una de mis investigadores la encontró en
Washington, donde está disponible para cualquiera que consulte los archivos.
Nixon: (asustado e impactado) Ah, bueno, solo quería saber si nosotros la
habíamos visto.
Frost: Más que verla señor Presidente. Usted pronunció esas palabras. A ver,
usted siempre ha sostenido que se enteró de la intrusión el asalto a la sede del
Partido Demócrata en el edificio Watergate, la madrugada del 17 de junio de 1972
el 23 de junio o sea, 6 días después del asalto
Nixon: Sí.
Frost: Pero esta transcripción de una grabación de tres días antes nos dice con
claridad que eso es falso. En ella usted le dice a Colson: “Toda esta investigación
se desvanecerá, a no ser que alguno de los siete [los cinco asaltantes miembros
de la CIA más los dos miembros del Comité de Reelección de Nixon que los
contrataron] empiece a hablar. Ese es el problema”.
Nixon: Bueno… ¿A qué nos referimos cuando decimos que alguno de los siete
empiece a hablar? […] Voy a tener que pedirle que se detenga, cita palabras mías
fuera de contexto y sin ningún orden, y además añadiré que he participado en
estas 4 entrevistas sin una sola nota delante
Frost: Porque es su vida señor Presidente. Dígame, ¿de verdad usted espera que
creamos que no tenia conocimiento de eso?
Nixon: Oiga, ya he declarado todo lo que sabía al respecto. Aquello lo llevaban
Haldeman [jefe de personal] y Ehrlichman [asesor personal de Nixon], yo no sabía
nada. De acuerdo, bien. Usted tiene su opinión y yo he dado mi punto de vista.
Ahora sigamos, sigamos…
3. Frost: Un momento, si Haldeman y Ehrlichman [conocidos como ‘los alemanes’,
por sus apellidos, o ‘el muro de Berlín’ por como protegían a Nixon] eran realmente
los responsables, cuando más tarde lo descubrió, ¿por qué no aviso a la policía y
exigió que los arrestaran? ¿No es eso una forma de encubrimiento?
Nixon: (un poco exaltado) Tal vez debería haberlo hecho, quizás sí. Quizá debía
llamar a los federales a mi despacho y decirles, eh, ahí están estos hombres,
llévalos ante el juez, tómales las huellas y mételos entre rejas. No es mi forma de
actuar. Esos hombres… Conocía a sus familias, los conocía desde que eran unos
niños, pero políticamente la presión que tenía yo para que los entregara se hizo
insoportable, así que lo hice, en primer lugar, corte un brazo, y después corté el
otro…, y no soy un buen carnicero. Yo siempre he mantenido que lo que ellos
hacían, lo que hacíamos todos no era un delito. Oiga, cuando se es presidente, en
ocasiones uno tiene que hacer muchas cosas que no siempre son en el sentido
estricto de la palabra, legales, pero uno las hace porque redundan en el interés
general de la nación.
Frost: (sorprendido) Espere, solo para ver si le he entendido bien. ¿Está usted
diciendo que en ciertas situaciones el presidente puede decidir que algo conviene
a la nación y entonces hacer algo ilegal?
Nixon: (enérgico) Lo que digo es que si el presidente lo hace es porque no es
ilegal.
Frost: (asombrado) Eh… ¿Perdone?
Nixon: (con una actitud orgullosa) Eso es lo que creo. Pero soy consciente de que
nadie más comparte esa opinión.
Frost:(toma la posición de acercarse más) Bien. En ese caso, ¿va usted a aceptar,
para que quede claro de una vez por todas, que formó parte de un encubrimiento y
que sí que infringió la ley?
Nixon: (Silencio. Suspiro largo.) Aah…
Asesor de Frost: Ya le tenemos.
Frost utiliza esa conversación olvidada con Colson para documentar que Nixon
estaba por lo menos al corriente del asunto del Watergate, pero para poco más. De
hecho, su estrategia se limita a poner en duda lo que dice el ex
presidente: Dígame, ¿de verdad usted espera que creamos que no tenía
4. conocimiento de eso? A mi entender, sin embargo, era posible ir mucho más allá
de la censura política —lo veremos dentro de un momento—, y alcanzar la
descalificación personal, algo que habría definitivamente incapacitado a Nixon para
soltar esa confesión final almibarada que si bien le condena como político a la vez
le redime como persona. Muy propio de la moral cristiana, con su falsa contrición,
sin otro dolor de los pecados que el haber perdido la presidencia, sin propósito de
enmienda, sin otra penitencia que esa confesión pública por televisión, lo que
persigue Nixon es la absolución de la audiencia, conmovida ante ese primer plano
del político supuestamente acorralado y hundido que recita sus pecados a 100.000
dólares la hora, que vendrían a ser como un millón de ahora o quizás más.
Veamos el momento, tal como lo presenta Howard:
Frost: Señor Presidente, hablábamos de los errores que cometió, verdad. Y quería
saber si hablaría usted de algo más que de errores, una palabra que parece
insuficiente para que la gente llegue a entenderlo.
Nixon: Usted con que palabra lo expresaría.
Frost: (da un suspiro tira sus apunte al piso)¡Válgame Dios! De acuerdo. Creo que
hay tres cosas que a la gente le gustaría escucharle decir; una: probablemente
hubo algo más que errores, hubo mala intención, y sí, también pudo haber un
delito; en segundo lugar, abusé del poder que tenía como presidente; y, por último,
sometí al puedo norteamericano a dos años de martirio innecesario, y por ello me
disculpo.
Nixon (asustado y con la mirada baja) Nooo…
Frost: Sé lo difícil que resulta para cualquiera, sobre todo para usted.
Nixon: (congojado) Gracias.
Frost: Pero creo que el pueblo necesita escucharlo. Y estoy seguro de que a no
ser que usted lo exprese, la duda le va a estar persiguiendo al pueblo se supone,
no a él el resto de su vida.
Nixon (congojado y con mirada baja) Bien, es cierto, cometí errores, errores
terribles, incluso algunos de ellos no eran dignos de un presidente; otros no
lograban alcanzar los niveles de excelencia con los que siempre había soñado de
joven, pero si se acuerda usted, era una época difícil: de pronto me vi atrapado
peleando en cinco frentes, contra unos medios partidistas, una cámara del
congreso partidista, una comisión Ervin partidista… Pero, sí, debo admitir que
hubo momentos en que no estuve a la altura de mi responsabilidad y estuve
5. involucrado en un encubrimiento como usted lo llama, y de todos aquellos errores
me arrepiento profundamente. ¡Nadie se hace una idea de lo que supone renunciar
a la presidencia, aunque si lo que pretende es que me ponga de rodillas, e implore,
no, nunca! Insisto en que fueron errores dictados por el corazón, no por la cabeza,
pero yo cometí esos errores y no culpo a nadie por ellos. Yo mismo fui el que se
derribó. Les entregué una espada y ellos me la ensartaron y me la retorcieron con
fruición. Imagino que de haber estado en su lugar hubiera hecho lo mismo.
Frost: ¿Y el pueblo americano?
Nixon: (con tristeza) Los defraudé a todos. Defraudé a mis amigos, defraudé a mi
país, y lo peor de todo, defraudé a nuestro sistema de gobierno. Y los sueños de
todos aquellos jóvenes que deberían aspirar a estar en nuestro gobierno y que
ahora piensan que todo está muy corrompido y cosas así. Sí, defraudé al pueblo
norteamericano, y voy a tener que llevar esa tremenda carga conmigo durante el
resto de mi vida. Mi vida política ha acabado.