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CUANDO LA TIERRA NOS INDIQUE EL FIN DE LA ERA NUCEAR:
¿ESTAREMOS A TIEMPO DE DESACTIVAR LA BOMBA ATÓMICA MUNDIAL QUE YA
HEMOS PUESTO EN FUNCIONAMIENTO? *
Hacer referencia a la ENERGÍA NUCLEAR implica definir previamente la óptica
de análisis desde la cual se planteará el objeto de estudio. Es decir que por un lado,
podrán observarse los impactos medioambientales (a la par de los efectos sanitarios y
sociales) ocasionados por una catástrofe de estos avances tecnológicos permitidos,
cuando el hombre pierde el control sobre las herramientas que él mismo ha creado;
mientras que por otro lado, la referencia podrá situarse en los intereses económicos y
geoestratégicos que rondan al Tratado de No Proliferación Nuclear.
La diferencia entre ambos extremos consiste básicamente en el uso (civil o
militar) que se pretenda dar a este tipo de energía no renovable.
Para analizar el primer supuesto tomaremos el CASO DE JAPÓN, potencia
tecnológica de punta, que se satisface con dominar el proceso

técnico

de

enriquecimiento de uranio hasta los niveles permitidos para usos civiles, y se detiene
en el umbral de lo nuclear-militar (que implica un mayor grado de refinamiento y
permite producir cabezas nucleares), permaneciendo bajo tutela y garantía de
seguridad nuclear estadounidense. A su vez, como objeto empírico de conocimiento,
analizaremos la CATÁSTROFE DE LA CENTRAL ATÓMICA DE FUKUSHIMA y los
diferentes impactos globales que pueden ocasionar desastres de tal magnitud.
En el segundo supuesto, la referencia está puesta en las CRISIS NUCLEARES DE
IRÁN Y COREA DEL NORTE, capítulos de la “gran estrategia imperial” siguiendo la
alusión que hace el gran lingüista, filósofo y analista político estadounidense, Noam
Chomsky, las que conducen a Occidente a categorizar a estos Estados bajo el rótulo
de terroristas y como la principal amenaza a la paz mundial, por ende y bajo esa
categoría se justifica la actuación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas “para
mantener o reestablecer la paz y la seguridad internacionales” tal como lo habilita el
Artículo 39 del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Ello se contempla como
parte de la estrategia de seguridad nacional de la administración del establishment.
Haciendo alusión a las potencialidades dañinas de cualquiera de los dos casos
señalados, el Profesor ut supra citado Noam Chomsky sostuvo en una entrevista
realizada por la Revista Digital Salon.com hace ya un año, en Enero de 2013 1, que es
1*Por María Eugenia Perez Cubero. Abogada, Escribana, Maestranda en Derecho Ambiental
(Universidad de Limoges, Francia) Carrera de especialización en Derecho Ambiental y tutela del
patrimonio cultural (UNL, Santa Fe, Argentina), Asistente de investigación CIJS (UNC, Córdoba,

1
la primera vez en la historia que la especie humana ha desarrollado la capacidad de
destrucción masiva. Ello es así desde 1945. Ahora finalmente se está reconociendo
que hay procesos más a largo plazo, como la destrucción ambiental, que nos
conducen en la misma dirección (…). Hay procesos en marcha e instituciones justo en
el lugar, como los sistemas de armas nucleares, que podrían conducir a una seria
destrucción, o tal vez a la terminación de una existencia organizada. Afirmó de este
modo que nos enfrentamos a la posibilidad de una guerra global, conflictos armados
nucleares y desastres ambientales.
“For the first time in the history of the human species, we
have clearly developed the capacity to destroy ourselves.
That’s been true since 1945. It’s now being finally
recognized that there are more long-term processes like
environmental destruction leading in the same direction,
maybe not to total destruction, but at least to the
destruction of the capacity for a decent existence.
And there are other dangers like pandemics, which have to
do with globalization and interaction. So there are
processes underway and institutions right in place, like
nuclear weapons systems, which could lead to a serious
blow to, or maybe the termination of, an organized
existence.”
Señaló a continuación, como dato alentador, aquellas sociedades donde hay una
mayor influencia de la población indígena, lo que conlleva a que se tomen posiciones
más firmes para proteger al medio ambiente, y focaliza en los casos de Ecuador y
Bolivia donde se proyectan constitucionalmente los derechos de la naturaleza.
“In fact, all over the world —Australia, India, South America
— there are battles going on, sometimes wars. In India, it’s
a major war over direct environmental destruction, with
tribal societies trying to resist resource extraction operations
that are extremely harmful locally, but also in their general
consequences. In societies where indigenous populations
have an influence, many are taking a strong stand. The
strongest of any country with regard to global warming is in
Bolivia, which has an indigenous majority and constitutional
requirements that protect the “rights of nature.” Ecuador,
which also has a large indigenous population, is the only oil
exporter I know of where the government is seeking aid to
help keep that oil in the ground, instead of producing and
exporting it — and the ground is where it ought to be.”
Argentina), Pasante de investigación FICES (UNSL, Villa Mercedes, San Luis, Argentina).
Contacto: eugenia.perezcubero@gmail.com/ CEL: (+54) 2657 580448.
C.V. http://www.linkedin.com/pub/maria-eugenia-perez-cubero/70/466/41b
Se recomienda acceder a la entrevista completa, en idioma inglés, mediante el siguiente link:
http://www.salon.com/2013/06/04/noam_chomsky_america_is_accelerating_the_apocalypse_
partner/

2
En las últimas oraciones de este extracto el autor parece reseñar la propuesta
del Presidente de Ecuador, Rafael Correa, en cuanto a buscar la ayuda y
corresponsabilidad internacional para mitigar los efectos nocivos del cambio climático.
Se trató de la iniciativa más conocida como el proyecto Yasuní ITT de conservar las
reservas de petróleo del Parque Nacional Yasuní de la Amazonia Ecuatoriana bajo
tierra, en lugar de producirlo y exportarlo, a cambio de la constitución de un
fideicomiso internacional. Como no se llegó a recaudar el porcentaje exigido por el
gobierno de ese país se dio luz verde a la actividad de extracción minera e
hidrocarburífera.
Para comenzar con el supuesto señalado en primer término, si bien se irán
entrelazando ambas ideas, resulta interesante acudir a un párrafo que explica
claramente la situación extraído de uno de los ejemplares del Diario Le Monde
Diplomatique de Septiembre de 2011, luego de ocurrido el desastre.
“Hay ciudades que tardan miles de años en levantarse y
tan sólo segundos en desaparecer. O lo que es casi lo
mismo: en convertirse en pueblos fantasma, zonas
radiactivas completamente excluidas de cualquier mapa o
guía turística. La ciudad ucraniana de Chernobyl se unió a
este club el 26 de abril de 1986. Y no está sola: nadie se
olvida de la isla estadounidense Three Mile Island (y del
incidente nuclear de 1979). Y el 11 DE MARZO DE 2011 se
sumó un nuevo integrante, un nuevo pueblo condenado:
FUKUSHIMA, hasta entonces una localidad de 300 mil
habitantes ubicada 200 kilómetros al noreste de Tokio,
conocida por su increíble producción de seda y, desde su
fundación en 1907, cargaba con un nombre que no hacía
más que tentar a la historia (créase o no: “Fukushima” en
japonés significa “isla de la buena fortuna”)”. (KUKSO
Federico, Energía Nuclear, El mundo debate, el país
duerme, Edición 147, Septiembre 2011).
¿Debemos hablar de error humano? ¿Errores de diseño y planificación
territorial? ¿Tecnología fuera de control? ¿O posibilidad de aniquilación total propiciada
por la naturaleza? La cuestión dicta que un terremoto de 9 grados en la escala Richter
dejó sin electricidad a esta región de Japón y un posterior tsunami dañó los
generadores diesel que son los que brindan energía eléctrica en caso de emergencia.
Las imágenes que se transmitían eran desesperantes, explosiones que se podían ver
en vivo por internet, nubes blancas que escapaban y se dispersaban por las partículas

3
del aire de los edificios donde se situaban los reactores nucleares, e informes de
radiación que comenzaron a circular, eran algunas de sus consecuencias inmediatas.
Tanto el desastre de Chernobyl como el de Fukushima despertaron las mismas
pesadillas y sueños de destrucción: EL MIEDO A LA TECNOLOGÍA FUERA DE
CONTROL. La equiparación entre ambos desastres no es aleatoria, sino que lo ocurrido
en Japón fue clasificado de nivel 7, o sea el más alto en la escala internacional de los
incidentes nucleares (INES), comparable al de Chernobyl, por sus “efectos radiactivos
considerables en la salud de las personas y en el medio ambiente”.
Así, ante la presencia de casos de destrucción masiva e inminente de nuestro
entorno,

el

interrogante

se

posa

en

torno

a

¿cuál

es

el

principio

de

responsabilidad de la especie humana frente al poder de que dispone
actualmente,

cuándo

se

enfrenta

ante

supuestos

susceptibles

de

ser

clasificados como de suicidio colectivo? Utilizamos en la pregunta conceptos del
pensador alemán Hans Jonas, quien escribió sobre ello en 1975 ante el peligro real de
extinción de la especie humana que se manifestó a partir de los ataques nucleares
ordenados por Harry Truman, presidente de Estados Unidos, contra Japón el 6 y el 9
de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaky respectivamente, como símbolo de
finalización de la Segunda Guerra Mundial y configurando la victoria de los Aliados.
Son esos mismos países (Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido) que, en sus
estatutos de potencias más avanzadas en la materia, deciden a comienzos de los años
`50 fomentar una limitación a la carrera armamentista, una especie de confinamiento
diplomático de control estatal sobre las armas atómicas dando origen a la idea del
Tratado de No Proliferación Nuclear (en adelante TNP).
En un primer momento se crea en 1956 en el marco de la Organización de
Naciones Unidas (ONU), el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Luego
su accionar se hace indispensable ante la firma de un tratado vinculante que el
organismo se encargaría de hacer respetar. Se trata de un instrumento con valor legal
universal consistente en el TNP firmado el 1º de Julio de 1968 por 43 Estados
(incluyendo en ese momento a Corea del Norte, que se retiró del mismo en el año
2003). Sólo tres estados no firmaron el acuerdo, hablamos de Israel, India y Pakistán.
Por su parte, Corea del Sur y Japón constituyen países signatarios tardíos (1975 y
1976). Y por último Irán fue un país signatario, razón por la cual Estados Unidos lo
acusó de violar compromisos asumidos.
Luego de esta digresión que patentiza las vinculaciones entre los dos aspectos
(o los dos usos) del desarrollo de la energía nuclear que, más bien por cuestiones

4
metodológicas, preferimos diferenciar; retornamos a la primera cuestión, haciéndose
necesario destacar algunos puntos relevantes para entender el contexto en el que se
inscribe e inserta la citada catástrofe socio-ambiental.
La industria nuclear, curiosamente, se hallaba viviendo su época más idílica con
decenas de construcciones de centrales atómicas previstas en innumerables países.
Las RAZONES QUE LO JUSTIFICABAN eran esencialmente dos. Primero, porque la
perspectiva del “agotamiento del petróleo” antes de finales de este siglo, y el
crecimiento exponencial de la demanda energética por parte de los “gigantes
emergentes”, países del BRIC, (Brasil, Rusia, China e India) la convertían en la
ENERGÍA DE SUSTITUCIÓN POR EXCELENCIA. Y segundo, porque la toma de
conciencia colectiva ante los peligros del cambio climático, causado por los gases de
efecto invernadero, conducía paradójicamente a optar también por una ENERGÍA
NUCLEAR CONSIDERADA COMO “LIMPIA” NO GENERADORA DE CO2.
Ello es interesante si se evalúa el contenido que puede otorgarse a los
conceptos y así se observa que la realidad no es algo que nos viene dado sino que, tal
como lo sostiene la teoría política del discurso propiciada por Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe, es el producto de una construcción social de sentido. Desde fines de los años
90 el clima se instaló en el debate: este modo de producción emite poco CO2 a la
atmósfera. Y fue un argumento de peso que Francia defendió en las discusiones de la
ONU, especialmente durante la Conferencia de Copenhague en 2009, y en los arcanos
de la Unión Europea: sólo un desarrollo masivo del sector nuclear permitiría
responder al desafío de la lucha contra el recalentamiento.
A estos dos argumentos recientes, se sumaban los ya conocidos: el de la
soberanía energética y menor dependencia respecto de los países productores de
hidrocarburos; el bajo costo de la electricidad así creada, y aunque parezca insólito en
el contexto actual, el de la seguridad, bajo el pretexto de que las 441 centrales
nucleares que hay en el mundo (la mitad de ellas en Europa Occidental), sólo han
padecido en los últimos cincuenta años, tres accidentes graves…
Es decir que después de casi una década de estancamiento, la industria nuclear
salió fortalecida de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de
Copenhague en diciembre de 2009. Sus defensores celebraban incluso un verdadero
renacimiento. Pero el accidente de Fukushima CAMBIÓ LAS REGLAS DE JUEGO.
Muchos países anunciaron la postergación de sus proyectos. Alemania y Suiza,
hasta ayer acérrimos defensores del átomo, decidieron su abandono progresivo.
Italia aplazó sine die la construcción de sus primeras centrales. Con lo cual se

5
refuerza la idea de un mapa nuclear dividido en dos: por un lado, países desarrollados
en donde el átomo marca el paso; por el otro, países en desarrollo, provistos de un
verdadero control sobre su política energética y de recursos financieros que se
vuelcan –entre otras cosas– hacia el sector nuclear, abriendo mercados a los
industriales occidentales.
Donde más golpeó la ola anti-nuclear fue en Alemania. Ya se advirtió en marzo
del 2011 cuando la revista alemana Der Spiegel quizás con algo de exageración tituló:
“Fukushima: El fin de la era nuclear”. A días del incidente japonés, la canciller Angela
Merkel revirtió su posición pro-nuclear y suspendió los planes del gobierno de alargar
la vida de sus 17 plantas nucleares hasta que se complete una exhaustiva
investigación de seguridad. Y ordenó el cierre de las siete plantas que iniciaron sus
operaciones antes de 1980. ¿Aplicación del principio de precaución? ¿Conveniencia
política ante la presión mediática o verdadera preocupación?
Durante la conferencia para un futuro no-nuclear organizada en Salzburgo
(Austria), el ecologista estadounidense Amory Lovins afirmaba: “La energía nuclear es
una energía del futuro que pertenece al pasado”. Este eslogan podría adquirir aún
más fuerza después de la catástrofe japonesa, el accidente nuclear más grave desde
la explosión de una planta en Chernobyl en 1986. Esta vez, ya no se trata de
ocultarse detrás del argumento de la decrepitud industrial de un imperio soviético en
decadencia: Japón es uno de los países más avanzados en el plano tecnológico, y las
réplicas políticas del sismo del 11 de marzo pasado sacuden seriamente los cimientos
de la industria nuclear.
Los argumentos anteriormente enunciados como justificación del desarrollo de
la energía nuclear –aunque no forzosamente absurdos– han quedado hechos añicos
tras la descomunal dimensión del desastre de Fukushima. El nuevo pánico, de alcance
mundial, se fundamenta en varias constataciones.
En primer lugar, y contrariamente a la catástrofe de Chernobyl, como ya algo
se mencionó –achacada en parte, por razones ideológicas, al fracaso de una
vilipendiada

tecnología

soviética–,

esta

calamidad

ocurre

en

el

MEOLLO

HIPERTECNOLÓGICO DEL MUNDO y en donde se supone -por haber sido Japón en
1945 el ÚNICO PAÍS VÍCTIMA DEL INFIERNO ATÓMICO MILITAR (recordamos ya el
bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki ordenado por Truman)- que sus autoridades y
técnicos han tomado todas las precauciones posibles para evitar un cataclismo nuclear
civil. Luego, si los más aptos no han conseguido evitarlo, ¿es razonable que los demás
sigamos jugando con fuego atómico? Hasta marzo de 2011, los ingenieros japoneses

6
estaban totalmente convencidos. “Acá no puede suceder –decían–. Esto no es la
Unión Soviética ni Ucrania. Nuestras centrales son seguras”.
La ironía no pudo haber sido mayor: el único país del mundo que sufrió en
carne propia las consecuencias de la bomba atómica se enfrentaba a un desastre
nuclear incitado por la naturaleza (y por supuesto facilitado por negligencia humana).
En segundo lugar, las CONSECUENCIAS TEMPORALES Y ESPACIALES del
desastre de Fukushima aterran. A causa de la elevada radiactividad, las áreas que
circundan la central quedarán inhabitadas durante milenios. Las zonas un poco más
alejadas, durante siglos. Millones de personas serán definitivamente desplazadas
hacia territorios menos contaminados, teniendo que abandonar para siempre sus
propiedades y explotaciones industriales, agrícolas o pesqueras. Más allá de la propia
región mártir, los efectos radiactivos repercutirán en la salud de decenas de millones
de japoneses. Y sin duda también, de numerosos vecinos coreanos, rusos y chinos.
Sin excluir a otros habitantes del hemisferio boreal, ya que partículas radiactivas
procedentes de Fukushima cayeron sobre Europa Occidental unos días después de la
catástrofe, y aunque las autoridades declararon que “no constituían ningún peligro
para la salud”, varios expertos subrayaron que al haberse acumulado en las
hortalizas, en particular en las de hojas amplias como las lechugas, el consumo de
éstas suponía un riesgo. Precedente cierto de que los efectos e impactos de un
accidente nuclear nunca son locales y sitiados, sino que siempre son de escala
planetaria por su capacidad destructiva.
En tercer lugar, Fukushima ha demostrado que la cuestión de la pretendida
“soberanía energética” es muy relativa. Ya que la producción de energía nuclear
supone una NUEVA SUPEDITACIÓN: la “DEPENDENCIA TECNOLÓGICA”. A pesar de su
enorme avance técnico, Japón tuvo que acudir a expertos estadounidenses, rusos y
franceses (además de los especialistas de la Agencia Internacional de la Energía
Atómica) para tratar de controlar la situación. Por otra parte, los recursos del planeta
en uranio, combustible básico, son muy limitados y se calcula que, al ritmo actual de
explotación, las reservas mundiales de este mineral se habrán agotado en 80 años. O
sea, al mismo tiempo que las del petróleo.
Un reactor nuclear no es más que un sistema para calentar agua. Para ello se
utiliza la fisión del átomo de uranio 235 (U235) que, al romperse, al fisionarse
mediante la denominada “desintegración nuclear”, produce una enorme liberación de
energía térmica. Hay que saber que:

7
 156 toneladas de roca aportan una sola tonelada de mineral de uranio del
que se obtiene un único kilo de uranio.

 De ese kilo, sólo un 0,7% es U235, el que se necesita en las centrales.
 O sea que para 7 GRAMOS DE U235 hay que remover MIL (1.000) KILOS
DE MINERAL y 156 TONELADAS DE ROCAS -Léase Eduard Rodríguez
Farré y Salvador López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobre
los efectos de la energía nuclear en la salud y en el medio ambiente -.
Entonces, un reactor nuclear modifica la estructura de la materia para liberar
calor, hacer hervir agua y poner en marcha una turbina; una muy alta tecnología para
un resultado, a fin de cuentas, trivial. Sin embargo, existen diferencias, especialmente
en materia de seguridad y de reducción del impacto sobre el medio ambiente en caso
de accidente, entre los reactores en servicio en la actualidad, llamados de segunda
generación, y tecnologías de tercera generación como el reactor presurizado europeo
(EPR) francés o el AP1000 nipón-estadounidense. Algunos militantes antinucleares no
ven en esta clasificación por “generación” más que un bluf destinado a dar una
imagen de progreso tecnológico en pos de sostener el paradigma de la seguridad
nuclear.
Con relación a este último punto los defensores de la energía nuclear subrayan
su eficiencia. “Hay que pensar que con un kilo de uranio se puede generar una
energía equivalente a la obtenida a partir de 100 barriles de petróleo, 20 mil m3 de
gas o 35 toneladas de carbón –indica Rodolfo Kempf, investigador en Combustibles
Nucleares de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)–. Además, implica
mucha más tecnología asociada, lo que supone un desarrollo más intensivo en
conocimientos. El uranio debe ser declarado estratégico, debe prohibirse su
exportación y sólo debe extraerse para ser utilizado como combustible nuclear.”
Estas múltiples interpretaciones denotan que no hay una sino variadas visiones,
opiniones e interpretaciones sobre el tema, y la crisis de Fukushima las multiplicó.
Organizaciones ambientalistas como Greenpeace redoblaron sus protestas y
volvieron a exigir la erradicación de la energía nuclear. Por ejemplo, Greenpeace
International propone que:

-

Para el año 2020 la energía nuclear utilizada en el planeta baje del 13%
del total energético actual al 7%;

8

Para llegar en 2030 al 3%;
Y en 2050 estar en 0%.
Por supuesto Greenpeace no es la única organización que ve en la energía
nuclear un peligro real e históricamente comprobado. “Las centrales nucleoeléctricas
no son una solución energética, son sólo un eslabón de una cadena de negocios que
tuvo su nacimiento a la par de la industria militar” –señala el ingeniero Pablo Bertinat,
director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la UTN de Rosario (Santa Fe,
Argentina) y coordinador del área de energía de la ONG rosarina Taller Ecologista.
No se ha resuelto el problema de los residuos más allá de los discursos y, en
Argentina por ejemplo, estos últimos 60 años de energía nuclear van a dejar desechos
que habrá que cuidar durante miles de años con sus costos asociados.
Un dato relevante a tener presente consiste en que Japón es un país
estrangulado energéticamente: No tiene petróleo, gas ni carbón ni las características
geográficas para construir grandes represas. Y no tuvo más opción que elegir la
energía nuclear que al año le aporta casi el 30% de su elemento vital, la electricidad.
La decisión adoptada conjuntamente por el gobierno y por Tepco (Tokyo Electric
Power, firma que operaba y administraba la planta) de implantar instalaciones
nucleares en el norte del país respondía a la voluntad de fomentar el crecimiento en
una región que, por razones históricas que datan del siglo XIX, mostraba un retraso
en su desarrollo económico. Se buscaba así evitar que la población siguiera emigrando
hacia las regiones más prósperas, en el sur de la isla principal. Pero al ver que la
economía regional está en crisis, que los efectos devastadores del cataclismo alcanzan
a todo el país y se extienden a la economía mundial, la opinión pública se pregunta si
fue razonable instalar una cadena de centrales nucleares a lo largo de un litoral
notoriamente expuesto a los tsunamis, en particular en la costa de Sanriku.
Que el grupo Tepco sea el único autorizado a realizar cortes de electricidad
programados a escala nacional desnuda los secretos que hasta ahora presidían las
relaciones

entre

intereses

comerciales

privados

y

organismos

públicos:

una

confortable asociación. Esa situación, denunciada desde hace mucho por las
asociaciones de consumidores, en el caso de la energía nuclear toma una dimensión
particular

y

nos

posiciona

frente

al

siguiente

interrogante

¿Cómo

deslindar

responsabilidades ante estos hechos catastróficos con consecuencias transfronterizas?
Ahora bien, en esta complicada situación ambiental, social, cultural y
económica, resta analizar la respuesta a un interrogante: ¿La firma Tokyo Electric
Power Company (Tepco) que administra la central nuclear de Fukushima, hizo todo lo
necesario para inspirar confianza a los japoneses? En septiembre de 2002, la
población del archipiélago descubrió que desde fines de la década de 1980 LA

9
EMPRESA HABÍA FALSIFICADO veintinueve (29) INFORMES destinados a la agencia de
seguridad nuclear. Se supo además que las autoridades japonesas disponían de esa
información desde el año 2000 pero no habían considerado necesario intervenir antes.
“Los documentos ocultaban los problemas registrados en ocho reactores
nucleares diferentes”, explica el semanario The Economist. Entre esos inconvenientes
se contaban “fisuras a nivel del sarcófago de acero que rodea el corazón de los
reactores como garantía de seguridad”. Esa revelación provocó la renuncia de Nobuya
Minami, presidente de la empresa, y de Hiroshi Araki, presidente del consejo de
administración y del comité de ética de la mayor federación patronal japonesa.
En julio de 2007, un terremoto obligó a Tepco a cerrar su central nuclear de
Kashiwazaki-Kariwa, por haber resultado dañada.
Tres años después, Masataka Shimizu (el nuevo presidente de la firma)
aseguró: “He aprendido la lección [del terremoto de 2007] y voy a hacer todo lo
necesario para que nuestras centrales, no sólo las nucleares, sean verdaderamente
resistentes”. No obstante, la conducta de la empresa no difiere mucho de la que
mostraba en el pasado. Tepco admitió que entre 2001 y 2011 NO CONSIDERÓ
NECESARIO REALIZAR LOS CONTROLES OBLIGATORIOS sobre la seguridad de sus
instalaciones. Los mismos recién se reanudaron a fines de febrero de 2011. La
acumulación de barras de uranio usadas en las piletas de almacenamiento –en
cantidad tres veces superior a los límites autorizados– no parece haberle preocupado
mayormente. Hasta el día del terremoto.
Tres de cada cuatro reactores en construcción son obra solamente de cuatro
países: China, India, Rusia y Corea del Sur.
Mientras que algunos reflexionan y otros construyen, EL PARQUE NUCLEAR
ENVEJECE. Según la AIEA -Agencia Internacional de Energía Atómica-, la edad
promedio de los reactores nucleares en el mundo es de veintisiete años (veinticinco
años para el parque francés); el 40% de ellos tienen hoy treinta años (y más). Y,
siempre confiando en el Worldwatch Institute, en 2015, la cantidad de reactores
para desechar debería superar la de los puestos en servicio. Extender la
duración de la vida de las instalaciones más allá de los cuarenta años no conduce sino
a diferir el fenómeno.
Haciendo foco en la segunda cuestión relativa al desarrollo y avance de la
energía nuclear para fines militares o de defensa nacional, cabe señalar que desde el
año 2006, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado resoluciones
vinculantes -1737 (2006), 1747 (2007), 1803 (2008) y 1929 (2010)- en respuesta a

10
los riesgos de proliferación mundial que presentaría el programa nuclear iraní.
Sanciones que llegaron a un embargo petrolero y financiero de Estados Unidos y de la
Unión Europea que aislaron a Irán (país sentado sobre las cuartas reservas mundiales
de petróleo y segundas de gas) del mercado mundial. Tal como sucedió con Cuba.
Irán parece haber entendido, por medio del uso de la fuerza intimidatoria que
debería contentarse, al igual que Japón, con dominar el proceso técnico científico sin
avanzar más allá hacia objetivos nuclear-militares.
Sin embargo se revela la lógica de negociación forzada y las “soluciones
diplomáticas” a que se acuden para resolver la cuestión nuclear
Ante esta coyuntura geopolítica de estrategias cívico-militares del orden
mundial estamos en condiciones de esbozar algunas preguntas ¿Qué haremos con
esos desechos radiactivos cuando su utilidad haya caducado definitivamente?
¿Estamos

cumpliendo

los

mandatos

del

tan

mentado

desarrollo

sostenible?

¿Satisfacemos nuestras necesidades actuales sin comprometer los recursos y
posibilidades de las generaciones futuras? Frente a estos peligros de destrucción
planetaria acudir al desarrollo de la energía nuclear ¿es entonces política sostenible?
Se trate de los reactores nucleares dispersos por el mundo para la generación
energética con fines civiles en el umbral de lo permitido; o sean avances tecnológicos
militares que con el porcentaje de enriquecimiento de uranio se ubican en el umbral
de lo prohibido; lo destacable es que en conjunto conforman una gran bomba atómica
mundial que estará latente, incluso cuando ya no podamos disfrutar de su utilidad y
se transformen en out put del proceso energético (desechos de los que debemos
hacernos cargo).
La educación e información (herramientas indispensables de gestión ambiental)
son el camino adecuado para que las comunidades democráticas puedan participar
decidiendo y eligiendo sus propios destinos ante estos acuerdos que se alzan en
discursos de intentos por la paz y seguridad mundial utilizando la intimidación, la
violencia y más terror.
Nos enfrentamos a la necesidad de poner sobre el tapete la discusión y el
debate sobre una verdadera y seria evaluación de los riesgos a que estamos
expuestos.

¿Qué

haremos

con

los

desechos

nucleares?

¿Son

estrategias

de

reconversión energética viables para el planeta? ¿Cuál es el legado que entregamos a
las generaciones futuras? ¿Y cómo pensamos que podrán desactivar ese gran gigante
nuclear que les entregamos?

11
No se trata aquí en estas líneas de vilipendiar la energía nuclear sino sólo de
sopesar la realidad de la situación socio-ambiental, sin dejarnos empujar ni convencer
por los instintos y la voracidad de los intereses de la industria nuclear, muy ligada por
cierto desde su nacimiento a fines bélicos y de armamentos de guerra.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

-

-

Entrevista de la Revista digital Salon.com a Noam Chomsky, Enero 2013:
http://www.salon.com/2013/06/04/noam_chomsky_america_is_acceleratin
g_the_apocalypse_partner/
Material audiovisual: Programa de Comunicación audiovisual CLACSO,
Diálogos para el pensamiento crítico, Entrevista a Noam Chomsky por Atilio

-

Borón, Octubre 2003: http://www.youtube.com/watch?v=ZXIquwkvoug
Greeneace, Las lecciones de Fukushima, 2012.
Recolección archivos Diario Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur:
a. Gareth Porter, El plan nuclear iraní en la encrucijada, Ed. 126, Dic. 2009.
b. Orozco-Soûel Paola y Delatte Constant, El espejismo nuclear francés, Ed.

c.
d.
e.
f.

127, Enero 2010.
Zajec Olivier, Agujeros en el “escudo” nuclear, Ed. 131, Mayo 2010.
Harootunian Harry, Japón Estado a la deriva, Ed. 142, Abril 2011
Ramonet Ignacio, La era pos-nuclear, Ed. 143, Mayo 2011.
Delbecq Abderrahim Kader, Tras la catástrofe de Fukushima. Sismos en

la industria nuclear, Ed. 145, Julio 2011.
g. Kukso Federico, El mundo debate, el país duerme, Ed. 147, Sept. 2011.
h. Bienvenu Hélène y Gobert Sébastien, Europa del Este quiere energía

i.

12

nuclear, Ed. 169, Julio 2013.
Ramonet Ignacio, ¿Hacia un acuerdo heroico?, Ed. 173, Nov. 2013.

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  • 1. CUANDO LA TIERRA NOS INDIQUE EL FIN DE LA ERA NUCEAR: ¿ESTAREMOS A TIEMPO DE DESACTIVAR LA BOMBA ATÓMICA MUNDIAL QUE YA HEMOS PUESTO EN FUNCIONAMIENTO? * Hacer referencia a la ENERGÍA NUCLEAR implica definir previamente la óptica de análisis desde la cual se planteará el objeto de estudio. Es decir que por un lado, podrán observarse los impactos medioambientales (a la par de los efectos sanitarios y sociales) ocasionados por una catástrofe de estos avances tecnológicos permitidos, cuando el hombre pierde el control sobre las herramientas que él mismo ha creado; mientras que por otro lado, la referencia podrá situarse en los intereses económicos y geoestratégicos que rondan al Tratado de No Proliferación Nuclear. La diferencia entre ambos extremos consiste básicamente en el uso (civil o militar) que se pretenda dar a este tipo de energía no renovable. Para analizar el primer supuesto tomaremos el CASO DE JAPÓN, potencia tecnológica de punta, que se satisface con dominar el proceso técnico de enriquecimiento de uranio hasta los niveles permitidos para usos civiles, y se detiene en el umbral de lo nuclear-militar (que implica un mayor grado de refinamiento y permite producir cabezas nucleares), permaneciendo bajo tutela y garantía de seguridad nuclear estadounidense. A su vez, como objeto empírico de conocimiento, analizaremos la CATÁSTROFE DE LA CENTRAL ATÓMICA DE FUKUSHIMA y los diferentes impactos globales que pueden ocasionar desastres de tal magnitud. En el segundo supuesto, la referencia está puesta en las CRISIS NUCLEARES DE IRÁN Y COREA DEL NORTE, capítulos de la “gran estrategia imperial” siguiendo la alusión que hace el gran lingüista, filósofo y analista político estadounidense, Noam Chomsky, las que conducen a Occidente a categorizar a estos Estados bajo el rótulo de terroristas y como la principal amenaza a la paz mundial, por ende y bajo esa categoría se justifica la actuación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas “para mantener o reestablecer la paz y la seguridad internacionales” tal como lo habilita el Artículo 39 del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Ello se contempla como parte de la estrategia de seguridad nacional de la administración del establishment. Haciendo alusión a las potencialidades dañinas de cualquiera de los dos casos señalados, el Profesor ut supra citado Noam Chomsky sostuvo en una entrevista realizada por la Revista Digital Salon.com hace ya un año, en Enero de 2013 1, que es 1*Por María Eugenia Perez Cubero. Abogada, Escribana, Maestranda en Derecho Ambiental (Universidad de Limoges, Francia) Carrera de especialización en Derecho Ambiental y tutela del patrimonio cultural (UNL, Santa Fe, Argentina), Asistente de investigación CIJS (UNC, Córdoba, 1
  • 2. la primera vez en la historia que la especie humana ha desarrollado la capacidad de destrucción masiva. Ello es así desde 1945. Ahora finalmente se está reconociendo que hay procesos más a largo plazo, como la destrucción ambiental, que nos conducen en la misma dirección (…). Hay procesos en marcha e instituciones justo en el lugar, como los sistemas de armas nucleares, que podrían conducir a una seria destrucción, o tal vez a la terminación de una existencia organizada. Afirmó de este modo que nos enfrentamos a la posibilidad de una guerra global, conflictos armados nucleares y desastres ambientales. “For the first time in the history of the human species, we have clearly developed the capacity to destroy ourselves. That’s been true since 1945. It’s now being finally recognized that there are more long-term processes like environmental destruction leading in the same direction, maybe not to total destruction, but at least to the destruction of the capacity for a decent existence. And there are other dangers like pandemics, which have to do with globalization and interaction. So there are processes underway and institutions right in place, like nuclear weapons systems, which could lead to a serious blow to, or maybe the termination of, an organized existence.” Señaló a continuación, como dato alentador, aquellas sociedades donde hay una mayor influencia de la población indígena, lo que conlleva a que se tomen posiciones más firmes para proteger al medio ambiente, y focaliza en los casos de Ecuador y Bolivia donde se proyectan constitucionalmente los derechos de la naturaleza. “In fact, all over the world —Australia, India, South America — there are battles going on, sometimes wars. In India, it’s a major war over direct environmental destruction, with tribal societies trying to resist resource extraction operations that are extremely harmful locally, but also in their general consequences. In societies where indigenous populations have an influence, many are taking a strong stand. The strongest of any country with regard to global warming is in Bolivia, which has an indigenous majority and constitutional requirements that protect the “rights of nature.” Ecuador, which also has a large indigenous population, is the only oil exporter I know of where the government is seeking aid to help keep that oil in the ground, instead of producing and exporting it — and the ground is where it ought to be.” Argentina), Pasante de investigación FICES (UNSL, Villa Mercedes, San Luis, Argentina). Contacto: eugenia.perezcubero@gmail.com/ CEL: (+54) 2657 580448. C.V. http://www.linkedin.com/pub/maria-eugenia-perez-cubero/70/466/41b Se recomienda acceder a la entrevista completa, en idioma inglés, mediante el siguiente link: http://www.salon.com/2013/06/04/noam_chomsky_america_is_accelerating_the_apocalypse_ partner/ 2
  • 3. En las últimas oraciones de este extracto el autor parece reseñar la propuesta del Presidente de Ecuador, Rafael Correa, en cuanto a buscar la ayuda y corresponsabilidad internacional para mitigar los efectos nocivos del cambio climático. Se trató de la iniciativa más conocida como el proyecto Yasuní ITT de conservar las reservas de petróleo del Parque Nacional Yasuní de la Amazonia Ecuatoriana bajo tierra, en lugar de producirlo y exportarlo, a cambio de la constitución de un fideicomiso internacional. Como no se llegó a recaudar el porcentaje exigido por el gobierno de ese país se dio luz verde a la actividad de extracción minera e hidrocarburífera. Para comenzar con el supuesto señalado en primer término, si bien se irán entrelazando ambas ideas, resulta interesante acudir a un párrafo que explica claramente la situación extraído de uno de los ejemplares del Diario Le Monde Diplomatique de Septiembre de 2011, luego de ocurrido el desastre. “Hay ciudades que tardan miles de años en levantarse y tan sólo segundos en desaparecer. O lo que es casi lo mismo: en convertirse en pueblos fantasma, zonas radiactivas completamente excluidas de cualquier mapa o guía turística. La ciudad ucraniana de Chernobyl se unió a este club el 26 de abril de 1986. Y no está sola: nadie se olvida de la isla estadounidense Three Mile Island (y del incidente nuclear de 1979). Y el 11 DE MARZO DE 2011 se sumó un nuevo integrante, un nuevo pueblo condenado: FUKUSHIMA, hasta entonces una localidad de 300 mil habitantes ubicada 200 kilómetros al noreste de Tokio, conocida por su increíble producción de seda y, desde su fundación en 1907, cargaba con un nombre que no hacía más que tentar a la historia (créase o no: “Fukushima” en japonés significa “isla de la buena fortuna”)”. (KUKSO Federico, Energía Nuclear, El mundo debate, el país duerme, Edición 147, Septiembre 2011). ¿Debemos hablar de error humano? ¿Errores de diseño y planificación territorial? ¿Tecnología fuera de control? ¿O posibilidad de aniquilación total propiciada por la naturaleza? La cuestión dicta que un terremoto de 9 grados en la escala Richter dejó sin electricidad a esta región de Japón y un posterior tsunami dañó los generadores diesel que son los que brindan energía eléctrica en caso de emergencia. Las imágenes que se transmitían eran desesperantes, explosiones que se podían ver en vivo por internet, nubes blancas que escapaban y se dispersaban por las partículas 3
  • 4. del aire de los edificios donde se situaban los reactores nucleares, e informes de radiación que comenzaron a circular, eran algunas de sus consecuencias inmediatas. Tanto el desastre de Chernobyl como el de Fukushima despertaron las mismas pesadillas y sueños de destrucción: EL MIEDO A LA TECNOLOGÍA FUERA DE CONTROL. La equiparación entre ambos desastres no es aleatoria, sino que lo ocurrido en Japón fue clasificado de nivel 7, o sea el más alto en la escala internacional de los incidentes nucleares (INES), comparable al de Chernobyl, por sus “efectos radiactivos considerables en la salud de las personas y en el medio ambiente”. Así, ante la presencia de casos de destrucción masiva e inminente de nuestro entorno, el interrogante se posa en torno a ¿cuál es el principio de responsabilidad de la especie humana frente al poder de que dispone actualmente, cuándo se enfrenta ante supuestos susceptibles de ser clasificados como de suicidio colectivo? Utilizamos en la pregunta conceptos del pensador alemán Hans Jonas, quien escribió sobre ello en 1975 ante el peligro real de extinción de la especie humana que se manifestó a partir de los ataques nucleares ordenados por Harry Truman, presidente de Estados Unidos, contra Japón el 6 y el 9 de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaky respectivamente, como símbolo de finalización de la Segunda Guerra Mundial y configurando la victoria de los Aliados. Son esos mismos países (Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido) que, en sus estatutos de potencias más avanzadas en la materia, deciden a comienzos de los años `50 fomentar una limitación a la carrera armamentista, una especie de confinamiento diplomático de control estatal sobre las armas atómicas dando origen a la idea del Tratado de No Proliferación Nuclear (en adelante TNP). En un primer momento se crea en 1956 en el marco de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Luego su accionar se hace indispensable ante la firma de un tratado vinculante que el organismo se encargaría de hacer respetar. Se trata de un instrumento con valor legal universal consistente en el TNP firmado el 1º de Julio de 1968 por 43 Estados (incluyendo en ese momento a Corea del Norte, que se retiró del mismo en el año 2003). Sólo tres estados no firmaron el acuerdo, hablamos de Israel, India y Pakistán. Por su parte, Corea del Sur y Japón constituyen países signatarios tardíos (1975 y 1976). Y por último Irán fue un país signatario, razón por la cual Estados Unidos lo acusó de violar compromisos asumidos. Luego de esta digresión que patentiza las vinculaciones entre los dos aspectos (o los dos usos) del desarrollo de la energía nuclear que, más bien por cuestiones 4
  • 5. metodológicas, preferimos diferenciar; retornamos a la primera cuestión, haciéndose necesario destacar algunos puntos relevantes para entender el contexto en el que se inscribe e inserta la citada catástrofe socio-ambiental. La industria nuclear, curiosamente, se hallaba viviendo su época más idílica con decenas de construcciones de centrales atómicas previstas en innumerables países. Las RAZONES QUE LO JUSTIFICABAN eran esencialmente dos. Primero, porque la perspectiva del “agotamiento del petróleo” antes de finales de este siglo, y el crecimiento exponencial de la demanda energética por parte de los “gigantes emergentes”, países del BRIC, (Brasil, Rusia, China e India) la convertían en la ENERGÍA DE SUSTITUCIÓN POR EXCELENCIA. Y segundo, porque la toma de conciencia colectiva ante los peligros del cambio climático, causado por los gases de efecto invernadero, conducía paradójicamente a optar también por una ENERGÍA NUCLEAR CONSIDERADA COMO “LIMPIA” NO GENERADORA DE CO2. Ello es interesante si se evalúa el contenido que puede otorgarse a los conceptos y así se observa que la realidad no es algo que nos viene dado sino que, tal como lo sostiene la teoría política del discurso propiciada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, es el producto de una construcción social de sentido. Desde fines de los años 90 el clima se instaló en el debate: este modo de producción emite poco CO2 a la atmósfera. Y fue un argumento de peso que Francia defendió en las discusiones de la ONU, especialmente durante la Conferencia de Copenhague en 2009, y en los arcanos de la Unión Europea: sólo un desarrollo masivo del sector nuclear permitiría responder al desafío de la lucha contra el recalentamiento. A estos dos argumentos recientes, se sumaban los ya conocidos: el de la soberanía energética y menor dependencia respecto de los países productores de hidrocarburos; el bajo costo de la electricidad así creada, y aunque parezca insólito en el contexto actual, el de la seguridad, bajo el pretexto de que las 441 centrales nucleares que hay en el mundo (la mitad de ellas en Europa Occidental), sólo han padecido en los últimos cincuenta años, tres accidentes graves… Es decir que después de casi una década de estancamiento, la industria nuclear salió fortalecida de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Copenhague en diciembre de 2009. Sus defensores celebraban incluso un verdadero renacimiento. Pero el accidente de Fukushima CAMBIÓ LAS REGLAS DE JUEGO. Muchos países anunciaron la postergación de sus proyectos. Alemania y Suiza, hasta ayer acérrimos defensores del átomo, decidieron su abandono progresivo. Italia aplazó sine die la construcción de sus primeras centrales. Con lo cual se 5
  • 6. refuerza la idea de un mapa nuclear dividido en dos: por un lado, países desarrollados en donde el átomo marca el paso; por el otro, países en desarrollo, provistos de un verdadero control sobre su política energética y de recursos financieros que se vuelcan –entre otras cosas– hacia el sector nuclear, abriendo mercados a los industriales occidentales. Donde más golpeó la ola anti-nuclear fue en Alemania. Ya se advirtió en marzo del 2011 cuando la revista alemana Der Spiegel quizás con algo de exageración tituló: “Fukushima: El fin de la era nuclear”. A días del incidente japonés, la canciller Angela Merkel revirtió su posición pro-nuclear y suspendió los planes del gobierno de alargar la vida de sus 17 plantas nucleares hasta que se complete una exhaustiva investigación de seguridad. Y ordenó el cierre de las siete plantas que iniciaron sus operaciones antes de 1980. ¿Aplicación del principio de precaución? ¿Conveniencia política ante la presión mediática o verdadera preocupación? Durante la conferencia para un futuro no-nuclear organizada en Salzburgo (Austria), el ecologista estadounidense Amory Lovins afirmaba: “La energía nuclear es una energía del futuro que pertenece al pasado”. Este eslogan podría adquirir aún más fuerza después de la catástrofe japonesa, el accidente nuclear más grave desde la explosión de una planta en Chernobyl en 1986. Esta vez, ya no se trata de ocultarse detrás del argumento de la decrepitud industrial de un imperio soviético en decadencia: Japón es uno de los países más avanzados en el plano tecnológico, y las réplicas políticas del sismo del 11 de marzo pasado sacuden seriamente los cimientos de la industria nuclear. Los argumentos anteriormente enunciados como justificación del desarrollo de la energía nuclear –aunque no forzosamente absurdos– han quedado hechos añicos tras la descomunal dimensión del desastre de Fukushima. El nuevo pánico, de alcance mundial, se fundamenta en varias constataciones. En primer lugar, y contrariamente a la catástrofe de Chernobyl, como ya algo se mencionó –achacada en parte, por razones ideológicas, al fracaso de una vilipendiada tecnología soviética–, esta calamidad ocurre en el MEOLLO HIPERTECNOLÓGICO DEL MUNDO y en donde se supone -por haber sido Japón en 1945 el ÚNICO PAÍS VÍCTIMA DEL INFIERNO ATÓMICO MILITAR (recordamos ya el bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki ordenado por Truman)- que sus autoridades y técnicos han tomado todas las precauciones posibles para evitar un cataclismo nuclear civil. Luego, si los más aptos no han conseguido evitarlo, ¿es razonable que los demás sigamos jugando con fuego atómico? Hasta marzo de 2011, los ingenieros japoneses 6
  • 7. estaban totalmente convencidos. “Acá no puede suceder –decían–. Esto no es la Unión Soviética ni Ucrania. Nuestras centrales son seguras”. La ironía no pudo haber sido mayor: el único país del mundo que sufrió en carne propia las consecuencias de la bomba atómica se enfrentaba a un desastre nuclear incitado por la naturaleza (y por supuesto facilitado por negligencia humana). En segundo lugar, las CONSECUENCIAS TEMPORALES Y ESPACIALES del desastre de Fukushima aterran. A causa de la elevada radiactividad, las áreas que circundan la central quedarán inhabitadas durante milenios. Las zonas un poco más alejadas, durante siglos. Millones de personas serán definitivamente desplazadas hacia territorios menos contaminados, teniendo que abandonar para siempre sus propiedades y explotaciones industriales, agrícolas o pesqueras. Más allá de la propia región mártir, los efectos radiactivos repercutirán en la salud de decenas de millones de japoneses. Y sin duda también, de numerosos vecinos coreanos, rusos y chinos. Sin excluir a otros habitantes del hemisferio boreal, ya que partículas radiactivas procedentes de Fukushima cayeron sobre Europa Occidental unos días después de la catástrofe, y aunque las autoridades declararon que “no constituían ningún peligro para la salud”, varios expertos subrayaron que al haberse acumulado en las hortalizas, en particular en las de hojas amplias como las lechugas, el consumo de éstas suponía un riesgo. Precedente cierto de que los efectos e impactos de un accidente nuclear nunca son locales y sitiados, sino que siempre son de escala planetaria por su capacidad destructiva. En tercer lugar, Fukushima ha demostrado que la cuestión de la pretendida “soberanía energética” es muy relativa. Ya que la producción de energía nuclear supone una NUEVA SUPEDITACIÓN: la “DEPENDENCIA TECNOLÓGICA”. A pesar de su enorme avance técnico, Japón tuvo que acudir a expertos estadounidenses, rusos y franceses (además de los especialistas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica) para tratar de controlar la situación. Por otra parte, los recursos del planeta en uranio, combustible básico, son muy limitados y se calcula que, al ritmo actual de explotación, las reservas mundiales de este mineral se habrán agotado en 80 años. O sea, al mismo tiempo que las del petróleo. Un reactor nuclear no es más que un sistema para calentar agua. Para ello se utiliza la fisión del átomo de uranio 235 (U235) que, al romperse, al fisionarse mediante la denominada “desintegración nuclear”, produce una enorme liberación de energía térmica. Hay que saber que: 7
  • 8.  156 toneladas de roca aportan una sola tonelada de mineral de uranio del que se obtiene un único kilo de uranio.  De ese kilo, sólo un 0,7% es U235, el que se necesita en las centrales.  O sea que para 7 GRAMOS DE U235 hay que remover MIL (1.000) KILOS DE MINERAL y 156 TONELADAS DE ROCAS -Léase Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y en el medio ambiente -. Entonces, un reactor nuclear modifica la estructura de la materia para liberar calor, hacer hervir agua y poner en marcha una turbina; una muy alta tecnología para un resultado, a fin de cuentas, trivial. Sin embargo, existen diferencias, especialmente en materia de seguridad y de reducción del impacto sobre el medio ambiente en caso de accidente, entre los reactores en servicio en la actualidad, llamados de segunda generación, y tecnologías de tercera generación como el reactor presurizado europeo (EPR) francés o el AP1000 nipón-estadounidense. Algunos militantes antinucleares no ven en esta clasificación por “generación” más que un bluf destinado a dar una imagen de progreso tecnológico en pos de sostener el paradigma de la seguridad nuclear. Con relación a este último punto los defensores de la energía nuclear subrayan su eficiencia. “Hay que pensar que con un kilo de uranio se puede generar una energía equivalente a la obtenida a partir de 100 barriles de petróleo, 20 mil m3 de gas o 35 toneladas de carbón –indica Rodolfo Kempf, investigador en Combustibles Nucleares de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)–. Además, implica mucha más tecnología asociada, lo que supone un desarrollo más intensivo en conocimientos. El uranio debe ser declarado estratégico, debe prohibirse su exportación y sólo debe extraerse para ser utilizado como combustible nuclear.” Estas múltiples interpretaciones denotan que no hay una sino variadas visiones, opiniones e interpretaciones sobre el tema, y la crisis de Fukushima las multiplicó. Organizaciones ambientalistas como Greenpeace redoblaron sus protestas y volvieron a exigir la erradicación de la energía nuclear. Por ejemplo, Greenpeace International propone que: - Para el año 2020 la energía nuclear utilizada en el planeta baje del 13% del total energético actual al 7%; 8 Para llegar en 2030 al 3%; Y en 2050 estar en 0%.
  • 9. Por supuesto Greenpeace no es la única organización que ve en la energía nuclear un peligro real e históricamente comprobado. “Las centrales nucleoeléctricas no son una solución energética, son sólo un eslabón de una cadena de negocios que tuvo su nacimiento a la par de la industria militar” –señala el ingeniero Pablo Bertinat, director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la UTN de Rosario (Santa Fe, Argentina) y coordinador del área de energía de la ONG rosarina Taller Ecologista. No se ha resuelto el problema de los residuos más allá de los discursos y, en Argentina por ejemplo, estos últimos 60 años de energía nuclear van a dejar desechos que habrá que cuidar durante miles de años con sus costos asociados. Un dato relevante a tener presente consiste en que Japón es un país estrangulado energéticamente: No tiene petróleo, gas ni carbón ni las características geográficas para construir grandes represas. Y no tuvo más opción que elegir la energía nuclear que al año le aporta casi el 30% de su elemento vital, la electricidad. La decisión adoptada conjuntamente por el gobierno y por Tepco (Tokyo Electric Power, firma que operaba y administraba la planta) de implantar instalaciones nucleares en el norte del país respondía a la voluntad de fomentar el crecimiento en una región que, por razones históricas que datan del siglo XIX, mostraba un retraso en su desarrollo económico. Se buscaba así evitar que la población siguiera emigrando hacia las regiones más prósperas, en el sur de la isla principal. Pero al ver que la economía regional está en crisis, que los efectos devastadores del cataclismo alcanzan a todo el país y se extienden a la economía mundial, la opinión pública se pregunta si fue razonable instalar una cadena de centrales nucleares a lo largo de un litoral notoriamente expuesto a los tsunamis, en particular en la costa de Sanriku. Que el grupo Tepco sea el único autorizado a realizar cortes de electricidad programados a escala nacional desnuda los secretos que hasta ahora presidían las relaciones entre intereses comerciales privados y organismos públicos: una confortable asociación. Esa situación, denunciada desde hace mucho por las asociaciones de consumidores, en el caso de la energía nuclear toma una dimensión particular y nos posiciona frente al siguiente interrogante ¿Cómo deslindar responsabilidades ante estos hechos catastróficos con consecuencias transfronterizas? Ahora bien, en esta complicada situación ambiental, social, cultural y económica, resta analizar la respuesta a un interrogante: ¿La firma Tokyo Electric Power Company (Tepco) que administra la central nuclear de Fukushima, hizo todo lo necesario para inspirar confianza a los japoneses? En septiembre de 2002, la población del archipiélago descubrió que desde fines de la década de 1980 LA 9
  • 10. EMPRESA HABÍA FALSIFICADO veintinueve (29) INFORMES destinados a la agencia de seguridad nuclear. Se supo además que las autoridades japonesas disponían de esa información desde el año 2000 pero no habían considerado necesario intervenir antes. “Los documentos ocultaban los problemas registrados en ocho reactores nucleares diferentes”, explica el semanario The Economist. Entre esos inconvenientes se contaban “fisuras a nivel del sarcófago de acero que rodea el corazón de los reactores como garantía de seguridad”. Esa revelación provocó la renuncia de Nobuya Minami, presidente de la empresa, y de Hiroshi Araki, presidente del consejo de administración y del comité de ética de la mayor federación patronal japonesa. En julio de 2007, un terremoto obligó a Tepco a cerrar su central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, por haber resultado dañada. Tres años después, Masataka Shimizu (el nuevo presidente de la firma) aseguró: “He aprendido la lección [del terremoto de 2007] y voy a hacer todo lo necesario para que nuestras centrales, no sólo las nucleares, sean verdaderamente resistentes”. No obstante, la conducta de la empresa no difiere mucho de la que mostraba en el pasado. Tepco admitió que entre 2001 y 2011 NO CONSIDERÓ NECESARIO REALIZAR LOS CONTROLES OBLIGATORIOS sobre la seguridad de sus instalaciones. Los mismos recién se reanudaron a fines de febrero de 2011. La acumulación de barras de uranio usadas en las piletas de almacenamiento –en cantidad tres veces superior a los límites autorizados– no parece haberle preocupado mayormente. Hasta el día del terremoto. Tres de cada cuatro reactores en construcción son obra solamente de cuatro países: China, India, Rusia y Corea del Sur. Mientras que algunos reflexionan y otros construyen, EL PARQUE NUCLEAR ENVEJECE. Según la AIEA -Agencia Internacional de Energía Atómica-, la edad promedio de los reactores nucleares en el mundo es de veintisiete años (veinticinco años para el parque francés); el 40% de ellos tienen hoy treinta años (y más). Y, siempre confiando en el Worldwatch Institute, en 2015, la cantidad de reactores para desechar debería superar la de los puestos en servicio. Extender la duración de la vida de las instalaciones más allá de los cuarenta años no conduce sino a diferir el fenómeno. Haciendo foco en la segunda cuestión relativa al desarrollo y avance de la energía nuclear para fines militares o de defensa nacional, cabe señalar que desde el año 2006, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado resoluciones vinculantes -1737 (2006), 1747 (2007), 1803 (2008) y 1929 (2010)- en respuesta a 10
  • 11. los riesgos de proliferación mundial que presentaría el programa nuclear iraní. Sanciones que llegaron a un embargo petrolero y financiero de Estados Unidos y de la Unión Europea que aislaron a Irán (país sentado sobre las cuartas reservas mundiales de petróleo y segundas de gas) del mercado mundial. Tal como sucedió con Cuba. Irán parece haber entendido, por medio del uso de la fuerza intimidatoria que debería contentarse, al igual que Japón, con dominar el proceso técnico científico sin avanzar más allá hacia objetivos nuclear-militares. Sin embargo se revela la lógica de negociación forzada y las “soluciones diplomáticas” a que se acuden para resolver la cuestión nuclear Ante esta coyuntura geopolítica de estrategias cívico-militares del orden mundial estamos en condiciones de esbozar algunas preguntas ¿Qué haremos con esos desechos radiactivos cuando su utilidad haya caducado definitivamente? ¿Estamos cumpliendo los mandatos del tan mentado desarrollo sostenible? ¿Satisfacemos nuestras necesidades actuales sin comprometer los recursos y posibilidades de las generaciones futuras? Frente a estos peligros de destrucción planetaria acudir al desarrollo de la energía nuclear ¿es entonces política sostenible? Se trate de los reactores nucleares dispersos por el mundo para la generación energética con fines civiles en el umbral de lo permitido; o sean avances tecnológicos militares que con el porcentaje de enriquecimiento de uranio se ubican en el umbral de lo prohibido; lo destacable es que en conjunto conforman una gran bomba atómica mundial que estará latente, incluso cuando ya no podamos disfrutar de su utilidad y se transformen en out put del proceso energético (desechos de los que debemos hacernos cargo). La educación e información (herramientas indispensables de gestión ambiental) son el camino adecuado para que las comunidades democráticas puedan participar decidiendo y eligiendo sus propios destinos ante estos acuerdos que se alzan en discursos de intentos por la paz y seguridad mundial utilizando la intimidación, la violencia y más terror. Nos enfrentamos a la necesidad de poner sobre el tapete la discusión y el debate sobre una verdadera y seria evaluación de los riesgos a que estamos expuestos. ¿Qué haremos con los desechos nucleares? ¿Son estrategias de reconversión energética viables para el planeta? ¿Cuál es el legado que entregamos a las generaciones futuras? ¿Y cómo pensamos que podrán desactivar ese gran gigante nuclear que les entregamos? 11
  • 12. No se trata aquí en estas líneas de vilipendiar la energía nuclear sino sólo de sopesar la realidad de la situación socio-ambiental, sin dejarnos empujar ni convencer por los instintos y la voracidad de los intereses de la industria nuclear, muy ligada por cierto desde su nacimiento a fines bélicos y de armamentos de guerra. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: - - Entrevista de la Revista digital Salon.com a Noam Chomsky, Enero 2013: http://www.salon.com/2013/06/04/noam_chomsky_america_is_acceleratin g_the_apocalypse_partner/ Material audiovisual: Programa de Comunicación audiovisual CLACSO, Diálogos para el pensamiento crítico, Entrevista a Noam Chomsky por Atilio - Borón, Octubre 2003: http://www.youtube.com/watch?v=ZXIquwkvoug Greeneace, Las lecciones de Fukushima, 2012. Recolección archivos Diario Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur: a. Gareth Porter, El plan nuclear iraní en la encrucijada, Ed. 126, Dic. 2009. b. Orozco-Soûel Paola y Delatte Constant, El espejismo nuclear francés, Ed. c. d. e. f. 127, Enero 2010. Zajec Olivier, Agujeros en el “escudo” nuclear, Ed. 131, Mayo 2010. Harootunian Harry, Japón Estado a la deriva, Ed. 142, Abril 2011 Ramonet Ignacio, La era pos-nuclear, Ed. 143, Mayo 2011. Delbecq Abderrahim Kader, Tras la catástrofe de Fukushima. Sismos en la industria nuclear, Ed. 145, Julio 2011. g. Kukso Federico, El mundo debate, el país duerme, Ed. 147, Sept. 2011. h. Bienvenu Hélène y Gobert Sébastien, Europa del Este quiere energía i. 12 nuclear, Ed. 169, Julio 2013. Ramonet Ignacio, ¿Hacia un acuerdo heroico?, Ed. 173, Nov. 2013.