Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Conferencia EducacióNombre de la empresa
1. ACTITUDES Y
RESPONSABILIDADES DEL
EDUCADOR CATÓLICO
Semana de la Educación Católica
Arquidiócesis de Santo Domingo
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
Santo Domingo, D. N.
24 de Abril, 2009
Señores Miembros de la Mesa de Honor;
Señores Directores y Educadores Católicos;
Amigas y Amigos Todos:
Muy buenos días:
El estar con ustedes en esta mañana, en este maravilloso
encuentro, es para mí más que un honor, un privilegio. Y digo un
privilegio porque la ocasión de dirigirme más que a profesores, a
maestros que sirven en nuestra educación católica, me da la
oportunidad de compartir, en un ámbito de intimidad, mi
pensamiento y mis reflexiones sobre las actitudes y
responsabilidades que deben prevalecer en nosotros como
educadores de formación católica.
Agradezco pues, a los organizadores de este hermoso acto el que
hayan pensado en mí como persona comprometida con los
postulados de este tipo de formación, a la que le he dedicado los
últimos 50 años de mi vida.
El tema del maestro ha sido clave en mi pensamiento pedagógico y
en mi accionar educativo. Pienso, o más bien siento, que en la
labor que nosotros hacemos, ustedes en las aulas y yo en tribunas
pedagógicas, hablando en la formación y en la práctica docente, a
todos aquellos que tienen el compromiso de formar de manera
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
integral las nuevas generaciones de dominicanos, y de manera
especial, a los futuros líderes de nuestro país. En la formación de
ellos, construimos de manera transversal, los valores morales, los
principios éticos y la formación ciudadana que junto a los
conocimientos más avanzados que ustedes puedan transmitir y
facilitar, deben ser características inherentes a los dirigentes del
mañana.
Habiendo nacido la independencia de la República Dominicana en
los campos de batalla , con héroes gloriosos que nos legaron una
patria libre, hoy debe ésta renacer en las escuelas, en las que el
ambiente académico y físico estimule la generación de
conocimientos y actitudes que comprometan al maestro a vivir una
experiencia de vocación de servicio magisterial en la que nuestro
pensamiento se rija en función del compromiso que entraña el ser
un maestro que vive en su práctica diaria la fe de nuestra religión y
los principios y postulados que de ella emanan.
Por ello les digo, que 68 años después de haber nacido, les
aseguro con conocimiento de causa y con las vivencias que he
acumulado a lo largo del ejercicio de mi vocación magisterial, que
no hay profesión más digna y más noble, que no hay servicio
profesional más excelso, que el del maestro construyendo un
mundo mejor desde las aulas de una escuela. Y ese maestro al que
aludo en estas palabras, se hace inmortal si desempeña en la
sociedad el cometido para el que ha sido llamado perpetuando su
nombre para la eternidad en el corazón de todos sus alumnos.
Cuando me tocó dirigir los destinos de la educación dominicana
desde la posición de Secretaria de Estado de Educación desde el
1991 hasta el 1995, lo hice imbuida del espíritu del servicio a Dios,
sirviendo a la educación de mi país. En este tenor, conocí la escuela
pública, sus fortalezas y sus debilidades, sus alcances y sus
limitaciones, su riqueza y su pobreza y sobre todo conocí el drama
que vive el maestro de nuestras escuelas públicas. Y también
conocí la escuela pública dirigida y administrada desde la
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Jacqueline Malagón
perspectiva de una orden religiosa católica en una acción de co-
gestión en la dirección de esa escuela en la que nuestros religiosos
y religiosas ejercen su ministerio magisterial.
En esa perspectiva y visitando este tipo de escuelas y conociendo
al maestro que en ella desarrolla su quehacer cotidiano de docente,
llegué muy pronto a la conclusión de que las mejores escuelas
públicas del país están en las manos de nuestros religiosos y
religiosas. Igual puedo decir con conocimiento de causa, de los
centros de formación en la educación superior y en la educación
para el trabajo donde también se distinguen por estas mismas
características exitosas. Este comentario que responsablemente
hago no tiene visos de detrimento a la labor que laicos no
comprometidos con nuestra fe realizan día a día, también con
niveles de excelencia, al frente de la dirección de escuelas públicas
y colegios privados en cuyo accionar pedagógico también se
construye, con niveles de excelencia, el futuro de nuestra patria.
Aquí estamos celebrando y exaltando la labor docente del maestro
católico, del profesor comprometido con los principios que
subyacen en la doctrina católica y con las virtudes que enarbolan
los educadores católicos. Por ello, tenemos que analizar desde
varias perspectivas las actitudes y responsabilidades que tenemos
de frente nosotros como formadores a la luz de la fe católica.
Vivimos en la sociedad del conocimiento y de la comunicación.
Vivimos en una sociedad que trata de asimilar las últimas
tecnologías con las que deben asociarse y familiarizarse nuestros
estudiantes. Vivimos en la era de la Globalización, en la
internacionalización de los mercados, en un mundo sin fronteras, en
el que desde las más diversas identidades culturales asimilamos
experiencias y ofrecemos lecciones. Nos planteamos cómo actuar
en una educación que no funcione en virtud de la producción, de la
competitividad y de las ofertas y demandas de los mercados. Nos
planteamos cómo actuar en un mundo aterrorizado por la
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
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delincuencia, por la criminalidad, por el narcotráfico, por la
inseguridad ciudadana, por la inequidad social, por la corrupción
rampante que nos ahoga día a día.
Me pregunto cómo desestimular el inicio de la vida sexual en los
adolescentes cuando la televisión , el cine y las novelas la inducen y
la estimulan. Me pregunto cómo construir la honestidad, la
responsabilidad y la verdad en nuestros estudiantes cuando la
sociedad no entroniza estos valores. Me pregunto cómo predicar el
amor y la solidaridad cuando día a día presenciamos las batallas de
nuestros conciudadanos que actúan conforme a intereses
materiales que parecen ser el norte de sus vidas. Me pregunto
finalmente, cómo cimentar el valorar la vida, el respetar la vida y
exaltar la familia, cuando parece que no se despliegan esos valores
en el cotidiano vivir .
Pero estas preguntas que me hago compartiendo este momento
con ustedes no tienen respuestas negativas ni pesimistas. Todo lo
contario. Al plantearnos las mismas encontramos una nueva
motivación en nuestro quehacer educativo, que se fortalece día a
día, asimilando las enseñanzas de la palabra de Dios y las lecciones
que nos legara Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. A la luz del
compromiso y la solidaridad cristiana que prevalece en la conducta
del maestro católico, tanto en su ejercicio profesional como en su
práctica de vida, se deriva la doble responsabilidad que asume
como facilitador de aprendizajes en una nueva cultura del
conocimiento y en la formación espiritual de sus estudiantes,
impregnando de valores morales y de principios éticos su acción
pedagógica en las comunidades de aprendizaje en las que
interactúa.
Cómo hacer que esa actitud y ese compromiso responsable tengan
carácter de permanencia creciente? Amigos: Es posible y podemos
lograrlo! Como nos dicen en los Cursillos de Cristiandad: “Cristo y yo,
mayoría aplastante”. Sí, “Cristo y yo, mayoría aplastante” debe ser nuestro lema
en la acción de formar bajo la insignia de que “Educar es Enseñar a Vivir
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
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Mejor.” Una vida mejor que promovemos a la luz de las enseñanzas
que brindamos a diario, con el propósito de lograr en nuestros
educandos una formación integral en un hombre o una mujer en
quienes las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y
templanza) y las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) se
evidencien en una conducta y una disciplina cónsonas con lo que les
modelamos. Fíjense bien! No he dicho “cónsona con lo que les
enseñamos, ni cónsona con lo que les predicamos”. He dicho “con
lo que les modelamos”. Por qué resalto esta expresión con esta
connotación? Pues sencillamente porque el maestro católico debe
ser un modelo de conducta de vida! Debe ser un modelo de padre/
madre, debe ser un modelo de profesional, debe ser un modelo de
ciudadano/ciudadana, debe ser un modelo de dirigente al que todos
quieran imitar, con el que todos quieran identificarse.
Hoy en día, las nuevas corrientes pedagógicas postulan como
objeto de nuestro quehacer en el aula el modelar un “ser autónomo
moral”, dejando atrás la formación de seres heterónomos. Esto
está en los movimientos culturales que preconizan una nueva
pedagogía que apunte a la formación de seres capaces de actuar
por sí mismos, de razonar por sí mismos, de tomar decisiones por sí
mismos. Pero, ojo! Esto, encerrado en el ámbito de lo moral, en
función del bien y de la bondad. La escuela católica, la educación
católica, no puede construir seres heterónomos que actúen como
parte de un rebaño, que se dejan llevar y traer, que siguen al que
les hala o al que les empuja. Tenemos que crear ambientes de
aprendizaje en los que la excelencia humana se manifieste en toda
su magnitud, pero siempre siguiendo los cánones de una enseñanza
académica de altos niveles de calidad y la formación de jóvenes
modelos de las virtudes que he señalado precedentemente. La
educación que propugnamos se concibe en Aparecida en el
Congreso del CELAM “fundamentalmente como un proceso de
formación integral (que abarque todo el ser), mediante la
asimilación sistemática y crítica de la cultura.” Y nos siguen
diciendo nuestros Obispos en esa magna ocasión, “que ésta (la
cultura) entendida como rico patrimonio a asimilar, pero también
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
como un elemento vital y dinámico del cual forma parte. Ello exige
confrontar e insertar valores perennes en el contexto actual. De
este modo la cultura se hace educativa.” (6.4.6. La Educación
Católica. Documento del CELAM.)
La dimensión ética y la dimensión religiosa tienen que estar
presentes como propósitos del ministerio que ejercemos en las
aulas. Debemos promover la espiritualidad en los educandos y
trabajar para que logren la libertad ética. He ahí el ser autónomo
moral que les definía. Si ustedes, amigos educadores católicos, no
son capaces de abordar el ejercicio de su profesión con esta
intencionalidad, dejen su quehacer. Dejen las escuelas y los
colegios católicos en que ustedes se desenvuelven. No traicionen
la confianza que depositamos en ustedes porque los creemos
diferentes, más comprometidos con la formación que
preconizamos.
En Aparecida, en el Congreso del CELAM, encontramos que
refiriéndose a los centros educativos católicos, nos definen la
misión primaria de la Iglesia, de nuestra Iglesia, en función de
“anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre
fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto socio-
cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí.
Así procura (la educación en los centros católicos) ‘transformar
mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores
determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las
fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que
están en contraste con la Palabra de Dios y el designio de
salvación’”. He aquí el eje central de nuestra acción…he aquí el
motivo inspirador de nuestra vocación…he aquí donde debemos
centrar el ejercicio del maestro de un centro educativo católico.
Esto nos distingue, queridos amigos y amigas! Y debemos
enarbolar esta distinción, esta diferencia, frente a los estudiantes,
frente a los padres y madres, frente a las comunidades que
circundan la escuela, para identificarnos como servidores de Cristo
en la educación que ofrecemos en los centros católicos.
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Jacqueline Malagón
En la vivencia de este apostolado tenemos que cuidar con esmero
(y esto nos lo señalan los Obispos en Aparecida), que no es el
hablar de Cristo en nuestro quehacer, sino en recapitular todo en
Cristo para que generemos actitudes y conductas cristianas. Es
fomentar el servicio a Cristo, es actuar conforme a Su Palabra, a
sus enseñanzas, a su ejemplo. Es modelarlo y reflejarlo como
maestros y maestras comprometidos y comprometidas con la fe
que simboliza Cristo. Es, en otras palabras, vivir a Cristo en nuestra
práctica pedagógica y no como una transversalidad en nuestras
vidas, sino como esencia de nuestras vidas. Es hacer, en fin, que
el Evangelio y sus principios y enseñanzas se conviertan en normas
educativas, motivaciones interiores, metas finales que nos acerquen
a Cristo, que generen el amor a Cristo y el amor de Cristo. Juntos
todos, alrededor de la figura de Cristo, con El y en El, podemos
lograrlo!
Permítanme ahora abordar el tema de la formación de los
profesionales de la educación en esta sociedad globalizada, en esta
sociedad del conocimiento, en esta sociedad de la comunicación,
en esta sociedad en la que la innovación tecnológica lo permea
todo, y ante los nuevos desafíos que la profesión docente nos
presenta. En mis conferencias, presentaciones y seminarios en los
que hablamos sobre el tema de la formación docente, me
encuentro a menudo no sólo con los estudiantes de pedagogía sino
con los propios maestros en servicio, tanto en el sector público
como en el privado, con aquellos actores tan principalísimos en el
proceso educativo, que con un poco de vergüenza, o quizás más
bien, con cierto aire de ingenuidad, me confiesan su miedo a ser
sustituidos por la tecnología, por una máquina, por un software, por
un robot. Esto le puede parecer a algunos de ustedes exagerado o
inverosímil, pero créanme que muchos sienten de esta manera y en
un coloquio íntimo no temen expresar su miedo. Es el reto de
enseñar lo conocido para aprender sobre lo desconocido por no
decir lo que ignoramos alrededor del avance de la humanidad en
dimensiones que parecen superar “ene” veces la capacidad y la
limitación de nuestro intelecto.
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Jacqueline Malagón
Ante un panorama que les luce medio desolador, mi reacción
siempre ha sido de motivación, de estímulo para continuar
superándose en y fuera de las aulas, para continuar creciendo en lo
pedagógico, en lo técnico, en lo humano, en lo espiritual y con
convicción asegurándoles que el maestro jamás será sustituido.
Por inhumanos, o más bien, deshumanizantes, que puedan lucir los
procesos y los avances de la tecnología, mientras haya niños y
jóvenes a quienes educar, el maestro como facilitador y como
modelo siempre estará presente.
La tecnología avanza, la ciencia se hace cada vez más compleja y
demandante, la capacidad y la velocidad aumentan…pero siempre el
maestro trasciende! Trasciende en el servicio de una relación con
la que comulga en base a la solidaridad y al afecto que le generan
los niños y los jóvenes cuyos destinos muchas veces podemos
decir que tiene en sus manos. Y trasciende también haciendo
posible que los niños escudriñen en la historia, investiguen en la
ciencia, comuniquen en un lenguaje apropiado y que razonen con
lógica la complejidad de los números, convirtiéndose en seres
críticos, defendiendo sus principios y volcando un afecto que
genera felicidad en sus relaciones con el mundo que les rodea.
Créanme, no tenemos que tener temor porque podamos
desaparecer…No! desaparecemos solo cuando llegamos al fin de
nuestras vidas y no antes. O cuando decidimos abandonar “el
escenario de la vida útil” y vegetar en el mundo de los recuerdos.
En estos días, celebrando mis Bodas de Oro con la Educación
Dominicana, en una solemne eucaristía de acción de gracias que
me ofreció S.E.R. Monseñor Nicolás de Jesús Cardenal López
Rodríguez en la Catedral Primada de América, dije en unas palabras
que pronuncié al término de la celebración, que mi mayor gloria
será cuando mi voz calle para siempre, pero mi obra en la
educación dominicana, plasmada en un manojo de instituciones en
cuya creación y fundación he participado, mi alma les siga
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hablando, les siga enseñando aquello que con tanto amor, que con
tanto entusiasmo he compartido en experiencias como éstas. En
estas ocasiones en las que disfruto la compañía de aquellos que
construyen día a día con su trabajo intelectual una mejor nación, una
patria más digna, más justa, más progresista, que ofrezca
oportunidades de lograr un auténtico bienestar, en la que todos, sin
distinción de raza, color, credo u origen social o económico, puedan
crear riquezas y llevar una vida digna, formando familias en las que
prevalezcan los valores morales, la ética y en las que se fomente la
vida fundamentada en un verdadero espíritu cristiano.
Pero, volviendo al tema de la formación docente, permítanme
compartir con ustedes lo que leí y aprendí de un libro que me facilitó
mi querido Padre Néstor Pazos, con el título La Escuela del Futuro.
Ahí palpé, vi plasmado y expresado en palabras de manera
inteligente, el mundo que vive el maestro, en el que existen una
variedad de factores que de una u otra manera, directa o
indirectamente, afectan y condicionan el desarrollo de la
profesionalidad docente que los maestros queremos vivir.
En ese mundo que nos rodea, enfrentados a cambios sociales
constantes, propios de sociedades neoliberales de carácter
capitalista que vivimos en la mayoría de las democracias de hoy, en
las que el materialismo expresado a través de hábitos y costumbres
consumistas, florecen por doquier y se dejan sentir en la formación
de los maestros afectando, repito, condicionando, nuestra habilidad
para aprender a aprender de manera permanente. Las demandas
sociales, las demandas laborales, reclaman una mayor y una mejor
formación de nosotros en el ámbito de la pedagogía y del
conocimiento para cumplir con los cometidos de nuestro oficio y
enfrentar con una actitud y respuestas positivas los desafíos que
nos presenta la sociedad de hoy.
En ese libro que parece pequeño porque apenas llega a unas 250
páginas, se postula lo que la escuela tiene que conocer de todo
esto que a continuación la autora nos presenta. Cito:
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a. Las nuevas exigencias que la sociedad plantea, no para seguirlas de manera
indiscriminada y automática sino para analizarlas y discutirlas;
b. Los cambios que se producen en la sociedad de la información;
c. La diversificación y profundización que de forma constante y acelerada tiene lugar en los
campos científicos y profesionales;
d. Las exigencias del mundo laboral al que acudirán los alumnos al terminar su etapa
educativa.
Estos son retos que tiene la escuela de hoy. Y no me atrevo a
predecir o descifrar cuáles serán los retos que se le presentarán a
la escuela del 2020, o la del 2050, que está a la vuelta de la esquina
y cuyas demandas y presiones no viviré presencialmente, pero para
las cuales trabajo en la búsqueda de una educación de calidad, en
igualdad de oportunidades para todos, que anticipe dentro de lo
posible las consecuencias de los cambios que se imponen, de
manera que pueda el hombre y la mujer del mañana, que son el niño
y la niña de hoy, estar preparados para enfrentarlos con éxito,
gracias a la educación que estamos construyendo en la escuela de
hoy.
El presente se construye a partir de la historia…Es cierto. Pero el
futuro, impredecible en su inexistencia de hoy, se construye a partir
de lo que hoy soy trabajando para lo que mañana seré. En ese
mismo libro que les menciono, se citan autores que definen una
serie de factores que generan la presión y el cambio en nuestra
profesión y sobre la función docente. Ellos destacan como los más
importantes de estos factores los siguientes. Y cito de nuevo:
Aumento de las exigencias sobre el docente;
Inhibición educativa de otros agentes de socialización;
Desarrollo de fuentes de información alternativas a la escuela;
Ruptura del consenso social sobre la educación;
Aumento de las contradicciones en el ejercicio de la docencia;
Cambio de expectativas con respecto al sistema educativo;
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Modificación del apoyo de la sociedad al sistema educativo;
Descenso en la valoración social del profesor;
Cambios en los contenidos curriculares;
Escasez de recursos materiales y deficientes condiciones de trabajo;
Cambios en las relaciones profesor-alumno; y
Fragmentación del trabajo del profesor.
Tenemos entonces que convenir en la necesidad de interpretar las
nuevas demandas de la formación para educar en un mundo plural,
en una sociedad democrática, y en naciones sin fronteras.
Tenemos que definir un humanismo nuevo, tenemos que construir
un mundo mejor, en el que el ejercicio de la libertad imponga
nuevos paradigmas en la conducta del ser humano y en el que
actúe en función de su naturaleza humana y de su naturaleza
espiritual. En esta última, y en la educación que los maestros
católicos debemos ofrecer, debe producirse el encuentro sublime
del niño y del joven con Cristo, no sólo a través de la proclamación
de su evangelio, sino a través de la práctica del docente como
reflejo de Cristo, el Maestro.
Permítanme ahora hacer un recuento de las principales demandas
de formación de los profesionales de la educación en la era del
postmodernismo (y es mi última referencia al libro La Escuela del Futuro).
Las que encontré en sus páginas presentan de manera gráfica
cómo la formación docente tiene una significativa incidencia en toda
la magnitud del alcance de la escuela en su diario vivir y en su
organización. Cito:
Formación en interculturalidad;
El profesorado ha de estar preparado para educar a sus alumnos en unas
coordenadas nuevas de espacios y tiempos;
Al profesional hay que prepararle para aprender a aprender, para desaprender y
re-aprender;
La veloz implantación de las nuevas tecnologías de la información (NTI) exige
una formación para el profesional de la educación;
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La sociedad actual está reclamando la redefinición del trabajo del profesor, de su
formación y de su desarrollo profesional;
Profesionales que estén predispuestos a una revisión crítica de su propia práctica
educativa mediante procesos de investigación-acción, reflexión, etc;
Un profesorado abierto a los demás compañeros que aprenda de forma
colaborativa, participativa, lo cual supone un abandono del individualismo y
celularismo escolar;
Un profesional que se adapte a las necesidades de la comunidad educativa y al
anuncio de un cambio organizativo;
El profesional debe aprender a compartir el conocimiento que transmite con otras
instancias y medios sociales;
El profesional ha de desarrollar nuevas prácticas alternativas basadas en la
verdadera autonomía y colegialidad;
El profesional tiene que estar preparado para educar a todos: la comprensividad;
El profesional de la educación tiene que educar en la ciudadanía;
El profesional de la educación también tiene su papel en la formación continua;
El profesional de la educación debe estar abierto a todas las personas y edades;
El profesional de la educación y su papel en el entorno social y familiar de sus
alumnos.
Estas demandas tienen que ser encaradas por los profesionales de
la educación, gestores y maestros y también orientadores, de
manera responsable y con una actitud de permanente compromiso
de aprender. Si no nos mantenemos aprendiendo, bebiendo de las
aguas del saber, investigando sobre qué hay de nuevo en el área en
la que tenemos la práctica, cómo podríamos sobrevivir a la
competencia que enfrentamos día a día? Permítanme hacerles una
breve anécdota personal que ilustra cómo yo he asumido este
compromiso de permanente estudio y crecimiento profesional.
(Harvard Wide World).
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
En esta actitud que promuevo, en la que subyacen las actitudes que
se corresponden al asumir el aprendizaje a lo largo de la vida, debe
acompañarse la misma en el magisterio en una postura personal
que sea una consagración correlativa, casi sacerdotal, al estudio, a
la actualización y al perfeccionamiento docentes. Con esto quiero
decir que a todos, a ustedes como maestros y gestores, y a mí
como maestra de maestros, nos aguardan nuevas y nada pequeñas
tareas de superación profesional. No es pues detenernos porque
alcanzamos una licenciatura, una maestría o un doctorado. No! Es
permanecer en espíritu de aprender permanentemente tanto de lo
que enseñamos como de la pedagogía y la didáctica que se
desenvuelve en nuestro quehacer magisterial. La consigna es pues
que hasta el fin de los tiempos viviremos todos—cuanto más los
maestros—en capacitación permanente. Y todo esto lo que significa
es que la simple curiosidad y el permanente deseo de saber, genera una
obsesiva y sana necesidad de aprender.
Ustedes probablemente habrán oído hablar de Peter Drucker, el
gurú del mundo de los negocios, que en La Sociedad Pos capitalista
plantea la necesidad de que el aprendizaje sea una actividad
vitalicia, no algo que termina cuando uno está crecido o adulto. Y
créanme que las aulas tendrán que organizarse para el aprendizaje
vitalicio. En la época en que yo estudié, la escuela era una
institución para niños y adolescentes. A lo largo de los años esto ha
cambiado y vemos cómo la escuela se ha convertido en una
institución que también sirve a adultos. Por eso concluyo
diciéndoles que la asignatura que con más énfasis debe enseñarse
es y seguirá siendo: seguir siempre aprendiendo.
Y estas consideraciones, mis queridos maestros y maestras, no son
exclusivas para el área de la educación inicial, básica y media. No,
son también más que válidas para la formación del docente de los
centros de educación superior y de los centros de educación para
el trabajo. Porque es que tiene que producirse una transformación
también extraordinaria del docente de los centros de educación
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
superior. Ya hace más de ocho o nueve años en la UASD su
Consejo Universitario aprobó que para ingresar en ese centro como
profesor, hay que tener por lo menos un postgrado en la
especialidad propia.
Esa es la línea correcta. Y lo mismo aplica, repito, para el ámbito de
la educación para el trabajo con sus talleres bien instalados y su
educación técnico profesional que permite rápidamente dominar un
oficio que prepara para el ingreso inmediato al mercado laboral. Es
más, en el pasado sólo se le pedía al profesor universitario, cuando
más, que fuera un excelente conocedor de su especialidad. Hoy,
se le exige también gran competencia y actualización—y aun mayor
—junto con algo que estuvo inexplicablemente ausente de su
formación y de su ejercicio profesional: ser un buen comunicador y
tener una A en la didáctica de su especialidad. No es lo mismo,
amigos míos, saber economía que enseñar economía. En el aula,
no importa el nivel o la modalidad, no basta saber mucha
matemática, hay que saber facilitar el aprendizaje de la matemática.
Para ello hoy en día hay que estar al día en lo último de la
tecnología.
Y qué decirles del aula virtual, por la que todos queremos pasar con
frecuencia, siendo testigos privilegiados de una cirugía cerebral que
se teletransmite desde una sala de cirugía de X país en Europa o
Suráfrica, y en esta aula virtual interactuamos con los que dirigen la
cirugía siguiéndola paso a paso. Hay muchas escuelas que tienen
el sistema de cámaras instaladas en sus aulas y los padres y
madres de sus alumnos siguen minuto a minuto el proceso de
enseñanza que ocurre en la comunidad estudiantil de su hijo o hija.
Pero… ¿ven ustedes por dónde marcha la tecnología y la necesidad
de que el maestro esté preparado para ello?
La universidad dominicana de calidad, es decir, la que ofrece todo
lo que hoy gira alrededor de una oferta educativa de calidad, son
hoy líderes, mediante el aula virtual, no sólo en nuestro país sino en
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
el Caribe y Centroamérica. Y en estos casos, debe ser el propio
profesor titular el que más ayude a la nueva versión de sus
cátedras. Sus libros de texto están siendo acompañados ahora con
un CD complementario de ejercicios y soluciones de problemas. En
las escuelas, centros de formación para el trabajo y universidades
del futuro, los estudiantes serán en cierta medida sus propios
instructores. Habrá menos clases y cátedras ya que los alumnos
utilizarán como herramientas programas de computadoras. Es
cierto que muchas materias—elementales y de estudios superiores—
se aprenden hoy mejor por un programa o software en un
ordenador. Pero les aseguro, de nuevo, que el maestro NO desaparece NI
desaparecerá. El maestro, el profesor, dirige a esos estudiantes, los
orienta, los estimula. Es hoy, y será siempre, su líder y guía.
Y ya finalizando, no quiero dejar de decirles lo siguiente.
En el 1992, estuvo por última vez en este territorio el más egregio
de sus visitantes, uno de los dirigentes de nuestros 20 siglos de
existencia, con más influencia en el mundo: Su Santidad Juan Pablo
II, el Papa que más ha querido a la República Dominicana. Yo fui
testigo privilegiado y viviente, de manera presencial, en una
entrevista personal que sostuve con él. En ese entonces yo era la
Secretaria de Estado de Educación y el área de Cultos estaba en
nuestro dominio. La figura de Su Santidad el Papa Juan Pablo II
se alzó sobre los contornos de la antigua ciudad de Santo
Domingo como la estatua de Montesinos a la entrada del Ozama. Y
con ese mismo ademán y actitud de quien lanza un grito a todo el
Continente, dijo:
“ Hago un apremiante llamado a los responsables de la cultura en
América Latina para que intensifiquen sus esfuerzos a favor de la
educación, que es llave maestra del futuro.”
Desde esta perspectiva proclamo yo también mi mensaje, con el
recuerdo de uno de los momentos más gratos de mi vida espiritual,
personal y profesional.
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Actitudes y Responsabilidades del Educador Católico
Jacqueline Malagón
En la educación, mis queridos educadores católicos, está el futuro de la República
Dominicana: nuestro país será lo que sean nuestras gentes! Pero no tendremos la
educación que necesitamos, sin un ejército de maestros y
maestras, de profesores, de facilitadores y de instructores que
comulguen con estos principios y con estos postulados, que estén
imbuidos de un espíritu de moral, de un espíritu de ética, de un
espíritu de conocimientos que estén dispuestos a compartir. Hablo
de instructores que hagan suya la Misión 1000 X 1000: 1000 Horas
de Docencia en Cantidad…1000 Horas de Docencia en calidad,
convencidos de que ¡Juntos, Podemos!
En nuestra educación católica se doblan estos compromisos y les
aseguro que todos los sueños que construimos para nuestra patria,
al despertarnos y dedicarnos a trabajar para conseguirlos, para
hacerlos realidad, se facilitarán, se viabilizarán, si encaminamos
nuestras acciones pedagógicas y de gestión, de dirección,
orientadas al servicio a Dios, a la proclamación de Su Palabra, a
través de la educación que brindamos a los hijos de nuestro pueblo.
Que Dios les bendiga a todos…que bendiga a sus familias…que
bendiga su trabajo…y que bendiga nuestro país tan necesitado de
Sus Bendiciones y de Su Guía en estos tiempos. Que Su Amor se
manifieste en nuestras obras y prevalezca en el corazón de
nuestros educandos!
Muchas gracias!
Jacqueline Malagón
Santo Domingo, D. N.
24 de abril, 2009