2. La casa cerrada, siempre estaba cerrada (NADIE ENTRABA). La
“casa cerrada” estaba cerrada por un secreto, que un joven
descubrió. Era una madre viuda que se “encarceló“ junto a sus
dos hijas porque escondían a un ser deforme (el hermano) y el
joven que las conocía de su niñez, lo mató durante la batalla por
la defensa de Bs. As. en 1807. Nunca pudo olvidar el alarido de
la madre, que aún lo persigue.
3. Detrás de esa sombra, vi al ser
horrible. ¿Necesito
describírselo Reverendo Padre?
Se trataba indudablemente de
un hombre. De hombre, tenía la
cabeza barbuda, pero su
cuerpecito diminuto era el de
un niño, con excepción de las
manos grandes, cubiertas de
vello, obscenas. Clavó en mi los
ojos malignos, y por ello
reconocí su parentesco con las
muchachas. Era su hermano.
Ese monstruo era su hermano.
4. Eran tan hermosas,
Reverendo Padre con
una hermosura
blanquísima, de
ademanes lentos;
casi irreal. Las
mirábamos desde la
altura escondidos
por un enorme
jazminero, y se dijera
el perfume
penetrante ascendía
de sus cabelleras
negras, lustrosas,
tendidas al sol.
5. Detrás, en la sombra vi, al ser horrible. Su cuerpecito
diminuto era como el de un niño con excepción de las
manos grandes, cubiertas de vello. La madre se echó a
llorar. Gruñó el monstruo.
6. Hasta hoy me persigue el
alarido de la madre,
hasta hoy , como me
persiguió el 5 de julio de
1807 en mi fuga por la
calle de Santo Domingo
negra y roja de
cadáveres, lejos de la
casa cuyas puertas había
arrancado...“
7. En una ocasión – ellas
tendrían alrededor de quince
años – pude ver el rostro de
mis jóvenes vecinas.
Allí estaban sentadas en el
brocal del aljibe, peinándose.
Eran muy hermosas con una
hermosura blanquísima, casi
irreal. Las miramos desde la
altura, escondidos por un
enorme jazminero, y se
dijera que el perfume
penetrante descendía de sus
cabelleras negras, lustrosas,
tendidas al sol.
8. Hice un movimiento para
aproximarme y sosegarlas, y
las tres retrocedieron hacia
el fondo del cuarto que
yacía en penumbra.
Detrás de ellas se levantó
algo que no puedo definir
sino como un gruñido, un
angustiado gruñido de
animal.
9. Detrás de la sombra vi
al ser horrible. Se
trataba,
indudablemente de un
hombre. De hombre
tenía la cabeza
barbuda, pero su
cuerpecito diminuto
era el de un niño, con
excepción de las
manos grandes,
cubiertas de vello.
10. Cuando me detuve para cargar el
arma, me di cuenta de que a mi
lado estaba la señora. La
acompañaban sus dos hijas. Me
miraban con ojos dementes. Hice
un movimiento para
aproximarme y sosegarlas, y las
tres retrocedieron al fondo del
cuarto que yacía en penumbra.
Detrás de ellas se levantó algo
que no puedo definir sino como
un gruñido, un angustiado
gruñido de animal.
11. ¡Cuánto nos intrigó
a mis hermanos y a
mi la casa cerrada!
No necesito
decirles quienes
habitaban allí. Con
seguridad, si hace
memoria, la
recordará usted.
Harto lo sabíamos
nosotros: eran una
viuda todavía
joven, de familia
acomodada, y sus
dos hijas.
12. Todavía me
quedaba una bala
en el fusil.
Reverendo Padre,
cualquier hombre
hubiera hecho lo
que hice. Un tiro
seco, un solo tiro
seco…
13. Yo con mi fusil y una
última bala. Las mujeres
con sus ojos me dicen
dispárele y le disparé.
Cayó la cabeza
espantosa como en un
juego.
14. Hasta hoy me persigue el
alarido de la madre,
hasta hoy como me
persiguió el 5 de julio de
1807 en mi fuga por la
calle Santo Domingo
negra y roja de
cadáveres, lejos de la
casa cuyas puertas había
arrancado...
15. "Todavía me quedaba
una bala en el fusil.
Reverendo Padre,
cualquier hombre
hubiera hecho lo que
hice.
Un tiro seco, un solo tiro
seco..."