1. ESTOY BIEN PERO ME SIENTO MAL…
Por : Lila Isabel Franco
Ph.D en Psicología
Especialista en Manejo Productivo de las Crisis
30 de junio de 2012
Responde sinceramente a cada una de las afirmaciones que están más abajo, con cero puntos
si consideras que no te describe en absoluto, 2 puntos si te pasa a veces, 4 puntos si lo has
sentido frecuentemente, 6 puntos si consideras que la afirmación es totalmente cierta para ti:
La gente cree que soy más competente de lo que yo creo
Estoy siempre comparándome con los demás
Me cuesta recibir cumplidos sobre mis logros
Me siento inseguro(a) de lo que lograré en el futuro
Me deprimo o me estreso con facilidad
Mis logros son inadecuados para la etapa de mi vida en que me encuentro
Me dan ataques de miedo de perderlo todo de golpe
Siento que todo el mundo espera mucho de mí
Mi ”Yo” privado es muy diferente de mi “Yo” público
Lo que he logrado es “demasiado bueno para ser verdad”
Ahora, los resultados:
Si sacaste de cero a 19 puntos: Tiene dudas saludables sobre tí mismo, no te crees “ni
muy-muy, ni tan-tan.”
De 20 a 39 puntos: ¡Cuidado! A veces subestimas sus logros y te “programas” para el
fracaso.
De 40 a 60 puntos: Dudas tanto de ti mismo que no disfrutas de nada de lo bueno que
has logrado.
Hace años leí un libro escrito por Joan Harvey cuyo título puede traducirse como “Si soy tan
bueno ¿por qué me siento tan mal?”. Allí se reseña que casi un 70% de los jóvenes exitosos
tienen serias dudas acerca de la legitimidad y la permanencia de sus éxitos. Es lo que los
2. psicólogos Suzanne Imes y Pauline Clance denominaron en 1978 el “Síndrome del
Impostor.” Es un patrón: gente brillante, exitosa, que desestima sus logros y tiene sentimientos
de incompetencia, no sólo como profesional sino como pareja, padre, amigo y casi cualquier rol
que desempeña. Está en crisis permanente. Aunque el Síndrome del Impostor ataca a todos los
profesionales exitosos en distintos grados, suele ser más frecuente en mujeres jóvenes que
están comenzando una nueva, y retadora etapa de sus vidas, especialmente en lo laboral.
Contribuyes a tu Síndrome del Impostor cuando:
Tienes una visión exageradamente perfecta de tu rol como trabajador, padre, pareja o
amigo. Cualquier aspecto que no llegue a ese nivel, hace que tu auto-imagen sufra al
punto de llevarte a concluir que no te mereces lo logrado o a sentir miedo injustificado
de que puedes perderlo todo de golpe.
Has pasado gran parte de tu vida productiva pensando que el “verdadero” éxito vendrá
después, no sabes cuándo y, mientras tanto todo lo que logra es pequeño, inferior. El
mayor riesgo que esto implica es que un día te darás cuenta de que la vida se te fue
esperando por lo “extraordinario”.
O has querido imitar a alguien admirado, pero sientes que siempre te queda a atrás. En
realidad, has tratado de parecerte a una imagen ideal de esa persona creada por ti, no
ves los errores que la otra persona cometió ni los sacrificios que ha tenido que hacer.
A veces es que te das cuenta de que el éxito en el trabajo no depende sólo de tus
conocimientos y experiencia, sino que hay juegos de poder, influencias y relaciones
políticas que no sabes manejar. Te da miedo lidiar con algo que no conoces y
desestimas tus verdaderas fortalezas.
Una cosa es la inconformidad saludable, producto de las ganas de crecer, prosperar y romper
barreras; otra cosa es el inconformismo desvalorizante con todo lo que has logrado gracias a tu
esfuerzo honesto. La primera te llevará a ser lo mejor que puedes ser. La segunda te sumirá en
el Síndrome del Impostor: Crisis permanente.
ACCIÓN: Para no caer en el Síndrome del Impostor:
Lleva una vida lo más integral posible: trabajo, amigos, pareja, deportes.
Plantéate metas en cada área que sean retadoras, pero alcanzables y que sientas placer
en tratar de alcanzarlas.
Ten claro que no puedes ser perfecto en todas las áreas al mismo tiempo. Si estás
dedicado a sacar una carrera, no pretendas ser campeón deportivo.
Escucha a tu gente cercana y lo que opinan de tus logros. Recibe feliz todos los
cumplidos, escucha atentamente las críticas.
Pero, no te dejes llevar por la sobre-exigencia egoísta de un colega o la malacrianza de
un familiar.
Y siempre ten tiempo para auto-felicitarte ante un éxito y descansar luego de un
esfuerzo.