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Instituto de Formación Docente Continua de Villa Regina
Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura
Residencias Pedagógicas IV
Secuencia Didáctica
Alumna residente: Paredes, Gisela
Tutores: Jorge Carrión, Cintia Fernández.
Co-formadora: Marta García.
Establecimiento: CEM N°34 (Ingeniero Huergo)
Tema: Realismo Mágico vs Lo Real Maravilloso Americano.
Año: 5to año.
Contenidos:
Propósitos: Que los alumnos logren:
 Reconocer la diferencia entre “Lo real maravilloso americano” y “Realismo
mágico” como conceptos con características diferentes.
 Producir textos ficcionales, en el que deberán incorporar las características
vistas.
 Conocer y trabajar con las Tic.
Fundamentación:
El Realismo Mágico es acuñado por primera vez en Europa, por el crítico alemán
Franz Roh (1923), en un artículo relacionado con la pintura de vanguardia. Este rótulo
es definido en Historia verdadera del realismo mágico por Seymour Menton como:
La visión de la realidad diaria de un modo objetivo, estático y ultra
preciso, a veces estereoscópico, con la introducción poco enfática de
algún elemento inesperado o improbable que crea un efecto raro o
extraño que deja desconcertado, aturdido o asombrado al observador
en el museo o al lector en su butaca. (Seymour: 1998: 20)
Uno de los primeros escritores en emplear este concepto es el venezolano
Arturo Uslar Pietri en 1948. Esto debido al nacimiento de la nueva novela
latinoamericana que trabajó el mundo de lo maravilloso, en palabras de Andrey
Kofman: “El realismo mágico fue percibido como algo muy propio y originario de la
cultura local” (Kofman: 2015: 10) Este “préstamo” de la cultura europea tiene
diferencias con la literatura latinoamericana debido a la transformación artística del
concepto. Como explica Kofman:
La diferencia principal –la que advierte cualquier lector, por ejemplo en
las obras de García Márquez-consiste en la correlación de lo real y lo
maravilloso. Si en la conciencia artística europea el milagro
habitualmente se interpreta como la superación de los límites de lo real
y la violación de lo habitual, en la literatura latinoamericana aparece
como si estuviera ligado a lo cotidiano que lo increíble parece natural, y
lo natural, increíble. (Ibíd. 10)
En Latinoamérica el origen del concepto “realismo mágico” tiene una disputa
entre tres corrientes literarias. La primera manifiesta que es parte de la cultura
folclórica y mitológica de América Latina (pero no podría ser así debido a que los
autores de textos no eran parte de dicha cultura).
La segunda visualiza los orígenes del término en el surrealismo francés, este
crítico es David Lagmanovich (1975). Este postula que uno de los primeros escritores
en emplear en su estilo mecanismos de la vanguardia mencionada fue Asturias. Esta
teoría fue respaldada luego por la mexicana Maura Ocampo (1978) quien a su vez,
plantea que Alejo Carpentier también es uno de los iniciadores del movimiento, ya que
residían en París en los años veinte en donde se estaba desarrollando dicho ismo.
Ahora bien, si bien Asturias y Carpentier se impregnan en el movimiento del
surrealismo francés, estos no siguieron al mismo puntualmente, sino que lo adaptaron
en relación con la propia cultura.
La última teoría nace de la mano de Carpentier, este considera el concepto de
lo real maravilloso americano por sobre el realismo mágico. Esto último debido a que
el término fue empleado como una creación europea y el crítico intenta diferenciarse, a
pesar de que después los conceptos se confundieron y se volvieron invisibles.
En efecto, Kofman postula que la génesis de esta estética, no puede ser
concebida con el nacimiento de la novela latinoamericana, ya que existieron antes de
ésta, escritores con sesgos similares. Por lo tanto, este autor presupone que los
primeros pasos fueron dados en la época de la conquista, en el que se pueden
encontrar documentos y cartas de los “conquistadores” en la que prevalen los temas
del milagro, y el asombro por la realidad que los rodea. Como explica el autor:
Se habla aquí de la maravilla y el paraíso terrenal, la naturaleza
abundante y la riqueza extraordinaria, las imágenes del “buen” y “mal”
salvaje, el sentido del desplazamiento de la norma europea, y lo más
importante, la oposición del Nuevo y el Viejo Mundo que subyace en el
realismo mágico latinoamericano. (Ibíd. 12)
Pese a la clara información que maneja este autor sobre el concepto y la
tensión entre las diferentes posturas, ya sea “Realismo Mágico” o “Lo Real Maravilloso
Americano”, el crítico no ve de forma negativa lo acontecido en el período de la
conquista. Esto se puede notar cuando hace mención a que la visión europea era
positiva en relación a América, y aunque reconoce que hubo un interés por parte de
los “conquistadores” de justificar su expedición, no es desde una visión crítica. Es
decir, que estas descripciones elaboradas por los occidentales dejan en evidencia que
la acción de escribir se encuentra supeditada a su objetivo primordial que es el de
descubrir y conquistar, y además poder argumentar ante la corona española la
importancia de su viaje. Como expone Mignolo Walter: “Escribir es secundario y, en
cierto sentido, una obligación” (Mignolo: 1982: 59)
Por lo tanto, a partir de las lecturas realizadas adhiero a la terminología de
Alejo Carpentier, quien la emplea como explica Arturo Uslar Pietri:
Se trataba evidentemente, de una reacción. Reacción contra la literatura
descriptiva e imitativa que se hacía en la América hispana, y también
reacción contra la sumisión tradicional a modas y escuelas europeas.
(Pietri: 2)
En consecuencia, lo que Carpentier quería implementar era un modo de
visualizar, descubrir, y pronunciar la realidad excepcional de América Latina que
permanecía desconocida por el discurso europeo. Como plantea el autor:
No era un juego de imaginación, sino un realismo que reflejaba
fielmente una realidad hasta entonces no vista, contradictoria y rica en
peculiaridades y deformaciones, que la hacían inusitada y sorprendente
para las categorías de la literatura tradicional. (Ibíd. 3)
Por otra parte, algunos de los representantes en Latinoamérica son: Miguel
Ángel Asturias de Guatemala, Alejo Carpentier en Cuba, Gabriel García Márquez, y
Uslar Pietri, entre otros.
Por consiguiente, a partir del recorrido de información recopilado en mi
investigación, adhiero al término empleado por Alejo Carpentier, es decir, “Lo Real
Maravilloso Americano” frente a la postura de Realismo Mágico, ya que evoca parte
de la cultura latinoamericana de la que forma parte. Sin embargo, no desestimo que la
categoría tiene su génesis con Franz Roh. Es por esto, que este contenido a enseñar
responde de alguna forma a una visión crítica de nuestra cultura que permite
deconstruir la mirada europea que sobre nuestro espacio se han elaborado. Por esto
considero relevante trabajar lo real maravilloso americano poniendo en evidencia la
problemática que existe en la génesis del término. En palabras del mismo Carpentier:
Lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de
una inesperada alteración de la realidad (el milagro) de una revelación
privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente
favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una
iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas
riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías
de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una
exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”
(Carpentier: 1976: 116)
Por otra parte, La enseñanza de la lengua es de gran importancia, ya que nos
encontramos inmersos en un contexto en el que el lenguaje y la escritura funcionan
como medios de poder. Por lo tanto, el no acceder a estos saberes posiciona a los
estudiantes y/o futuros profesionales en un estado de desventaja en relación con el
resto. Asimismo, la incorporación de las nuevas tecnologías de la información, los
medios masivos, el consumo, son nuevos dispositivos que funcionan como expone
Lopera: “proyectos globales de informatización de las sociedades y la creación del
ciberespacio como un nuevo entorno de interacciones sociales”. (Lopera: 1).
Es por esto que la creación de un espacio digital como el blog funcionaría como
un lugar de intercambio entre los alumnos y la sociedad en general como plantea
Vygotsky en el interaccionismo discursivo. Como explica Clara Tíscar el uso de blog
genera otro espacio de aprendizaje fuera del ámbito escolar, en el que se establece:
Un canal de comunicación informal entre profesor y alumno, promueven
la interacción social, dotan al alumno con un medio personal para la
experimentación de su propio aprendizaje y, por último, son fáciles de
asimilar basándose en algunos conocimientos previos sobre la
tecnología digital (Tíscar: 2005: 2)
Además, la finalidad de esta forma de trabajo busca desescolarizar los textos
elaborados en clase para que no haya un solo destinatario: el docente.
Es allí donde el docente debe funcionar como mediador entre la cultura de los
estudiantes y la cultura general, tratando de propiciar un pensamiento crítico en
referencia a los mismos. Ya que la nueva era tecnológica, es decir, la cibercultura es
parte de la vida cotidiana de los alumnos y de la sociedad en general. David Silver
define a la misma como:
“un metacampo de estudios enfocados en las interacciones entre ser
humano y computador, internet, sociedad de la información, cultura
digital y nuevos medios de comunicación” (Lopera: 2)
Por lo tanto, la enseñanza de este contenido posibilita que los estudiantes
realicen una reflexión sobre el uso del lenguaje en los diversos medios de
comunicación y, a su vez, problematizar sobre el empleo del mismo. Ahora bien,
considero que esto debe llevarse adelante junto con todo el grupo en diversas
situaciones en la que se generen debates. Por eso, el trabajo más enriquecedor se da
en conjunto con los demás y el docente a cargo como intermediario en el proceso de
enseñanza y el proceso de aprendizaje. Como expone Lopera:
Perspectiva es la cibercultura crítica, que está asociada con los agentes
y los movimientos sociales contra hegemónicos y de resistencia a los
intereses corporativos e imposiciones de grupos que se han apoderado
de ciertos sectores relacionados con el desarrollo de internet, tales
como las corporaciones multinacionales de software y hardware, y las
empresas que en la línea del capitalismo informacional se apoderan de
los procesos de producción de conocimiento y de la información para
el mercado, generando la radicalización de las exclusiones y limitando
el acceso a la información que hoy se ha convertido en un recurso
básico para las sociedades. (Lopera: 6)
De este modo, las diversas versiones abren un abanico de posibilidades y
miradas que un mismo texto permite mejorar aún más las interpretaciones y a su vez,
visualizar la perspectiva transaccional, en la que el sujeto y el objeto se transforman en
el proceso de conocimiento. Por otro lado, revisar críticamente los textos que allí
aparecen y poner en evidencia que Latinoamérica ha sido flanco de variadas
interpretaciones de los foráneos que, en la actualidad se han tratado de deconstruir
para dar nuestra propia visión sobre la colonialización.
Referencias bibliográficas:
 CARPENTIER, Alejo (1976), “De lo real maravilloso americano”, en Tientos y
diferencias, Buenos Aires, Arca.
 MIGNOLO, Walter. (1982) “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la
conquista” en Historia de la literatura hispanoamericana, Tomo I. Época colonial [Luis
Iñigo Madrigal, coord.], Madrid: Cátedra.
 KOFMAN, Andrey, (2015) “Las fuentes del realismo mágico en la literatura
latinoamericana”. En revista “La colmena 85”. Pp.9-17. ISSN 1405-6313.
 LOPERA, Luis Hernando (año) Espacio de formación “Ciberculturas, medios y
procesos educativos”
 RODRÍGUEZ VILLATE, Camila () “Realismo Mágico latinoamericano, aproximaciones a
su influencia en el periodismo de Héctor Rojas Herazo y Gabriel García Márquez.
Bogotá Colombia.
 SEYMOUR, Menton (1998) Historia verdadera del realismo mágico. México, F.C E.
 TÍSCAR, L. (2005) “Blogs para educar. Uso de blog en una pedagogía constructivista.
Recuperado de: http://tiscar.com/blogs-para-educar/
Clase N°1 (120 minutos)
Tema: Lo Real Maravilloso Americano y el relato fantástico.
Inicio:
Me presentaré nuevamente frente a los alumnos y dejará en evidencia la forma de
trabajo. Es decir, que deberán tener presente que lo solicitado deberá ser presentado
en tiempo y forma, de no ser así, se verá la forma de recuperar los contenidos con
algún trabajo extra de ser necesario. Asimismo, se les anunciará que se trabajará con
las Tic y sus diferentes abordajes dentro de la cátedra.
La idea de esta primera clase es recuperar las características del cuento fantástico.
Esto se hará a partir de la lectura de un microrrelato, “En la mina” de María Cristina
Ramos. La finalidad será la de anotar en el pizarrón lo que surja como rasgos
característicos del cuento fantástico y armar una definición. A partir de allí se les
llevará ejemplos de infografías y se solicitará hacer una sobre la definición
elaborada sobre el cuento fantástico, en este caso, podrán trabajar con Canva,
Word o Power Point para su elaboración, les llevaré un tutorial para el uso del
primero (20 minutos).
Luego se llevará a cabo la lectura sobre el origen del término del Realismo Mágico y lo
Real Maravilloso Americano, y, cómo se ha reelaborado el concepto por Alejo
Carpentier en Latinoamérica. (10 minutos)
El término “Realismo Mágico” fue introducido por el crítico alemán Franz Roh en el año
1923, en una revista relacionada con la pintura surrealista. Este concepto responde a
la definición elaborada por Seymour Menton como una manera de trabajar con la
realidad cotidiana de nuestra América latina, desde el asombro.
Sin embargo, en Latinoamérica, este concepto es reelaborado por Alejo Carpentier,
quien emplea “Lo real maravilloso americano” por sobre el “realismo mágico” como
una reacción contra el origen del rótulo creado en Europa. Asimismo, este autor,
propone lo real maravilloso como una nueva forma de describir y visualizar lo
americano desde su excepcional realidad hispanoamericana, junto con sus mitos y
leyendas. Por lo tanto, pese a que Carpentier se encuentra influenciado por Europa,
este lo adapta a su lugar de origen. En efecto, lo real maravilloso hace referencia a
una realidad en la que convive el milagro y lo cotidiano de una forma armónica, en
donde lo extraordinario parece normal y lo normal extraordinario, en la que los
personajes no se cuestionan sobre dicha realidad. Como expone Alejo Carpentier en
el prólogo El reino de este mundo: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una
crónica de lo real-maravilloso?”.
Por otra parte, algunos de los representantes en Latinoamérica son: Miguel Ángel
Asturias de Guatemala, Alejo Carpentier en Cuba, Gabriel García Márquez en
Colombia, y Uslar Pietri, entre otros.
Desarrollo:
Luego se abordará un texto que represente a lo real maravilloso, en este caso, Miguel
Ángel Asturias con “Leyenda del volcán”. Asimismo, se hará una breve introducción de
los datos e información de la narrativa del autor ya mencionado. (15 minutos)
La actividad se realizará en grupos de no más de 4 integrantes, en la que deberán
reconocer las características de ambos textos cuando se vayan trabajando (narrador,
temática, abordaje del tema, realidad planteada, entre otros rasgos que sean
evidentes) que se irán colocando en la mitad del pizarrón para que les quede en la
carpeta a los chicos. Con algunas preguntas orientadoras ¿Qué tratamiento se hace
de la realidad planteada? ¿Consideran que este texto es una leyenda? ¿Por qué? (si
no saben la diferencia repondré la diferencia) ¿Reconocen quienes son Cabracán y
Huracán? (20 minutos)
A continuación, les pasaré un video que habla sobre el origen maya, Pópul Vuh, la
idea es que reconozcan parte de la cultura que retoma el autor (20 minutos):
https://www.youtube.com/watch?v=1kAE_TW24a4 (Se les recomendará que si
necesitan descargar un video de Youtube podrán utilizar el programa “aTube
Catcher”. Se les explicará cómo hacerlo, mediante el uso del cañon con un video
tutorial.
Cierre:
Retomando el cuento visto de Miguel Ángel Asturias y a partir del video deberán
resolver la siguiente consigna:
1 ¿Pudieron reconocer en el cuento alguna de las categorías trabajadas sobre lo “Real
maravilloso Americano”? fundamentá con citas de la leyenda.
2. ¿Qué tipo de narrador utiliza? ¿El lector pone en cuestionamiento en alguna parte
del texto de lo que cuenta? (20 minutos)
Para finalizar: se hará la exposición de las respuestas elaboradas y entrega de un
trabajo por grupo. Estas se leerán en público (allí se realizaran devoluciones sobre las
respuestas de cada grupo). Asimismo, esto deberá estar en todas las carpetas, por
ende deberán copiarlas todos. (20 minutos)
Clase N°2 (120 minutos)
Tema:
Lo real maravilloso americano.
Inicio:
Se retomarán de ser necesario algún tipo de problemática en la redacción de
las preguntas solicitadas. (5 minutos)
Desarrollo:
Luego lectura socializada de “La lluvia” de Arturo Uslar Pietri. Allí se irán
haciendo pausas en el desarrollo que permitan ir reconociendo o no algunas
características de lo real maravilloso o según Ana María Barrenechea, una
tercera clasificación que mezcla lo fantástico con lo maravilloso. (Explicar que
existe una rigidez de exclusiones genéricas para clasificar y que, en la
actualidad se construyen géneros híbridos en el que éstas categorías aparecen
entrelazadas) (40 minutos)
A partir de allí postularé la lectura de otro cuento, sin embargo, esta será
silenciosa e individual, junto con preguntas que guíen la lectura. El texto para
trabajar será: “Un hombre viene bajo la lluvia” de Gabriel García Márquez
(1954) (20 minutos)
1. ¿Cómo se relaciona la pregunta que plantea Alejo Carpentier en referencia a
lo real maravilloso en este cuento? ¿Se podría clasificar solo en la categoría
que emplea el autor? (20 minutos)
Cierre:
Propuesta de escritura creativa en la que se llevarán las cartas de Vladimir
Propp junto con un número de la guía de San Cono que será sacado al azar de
una bolsa (00 al 99). Esto luego se utilizará como puntapié inicial para la
escritura de un relato en el que aparezcan los objetos o situaciones. Asimismo,
deberán integrar elementos de lo real maravilloso vistos en clase para su
narración. (Individual o en duplas) (40 minutos)
Ejemplo: “prohibición”, “partida” (de las cartas de Propp)
Número al azar: 15 (Niña bonita) (hacer el ejemplo)
*Deberán pasar las producciones creativas en el procesador textos que
tengan en sus computadoras, ya sea Word o alguno similar y guardarlas
como pdf. Luego se hará en clase una cuenta “Issuu” y a partir de allí se
subirán los trabajos. Asimismo, explicar que es un servicio en línea que
va a permitirles ver sus producciones de forma digital en una especie de
libro. A su vez, esto será subido al blog elaborado. La finalidad es que las
elaboraciones que realicen no quede solo en el aula y para un solo
destinatario, el docente.
Clase 3 (120 minutos)
Tema:
Lo real maravillo en Gabriel García Márquez.
Inicio:
Se retomará algún escrito que no haya sido expuesto la clase anterior (de ser
necesario).
Breve reseña del contexto histórico de Márquez y la influencia en su narrativa.
Aquí se pasará un video relacionado con el autor en la sala de informática
preparada para este tipo de proyecciones. (Esta parte de la clase se pasa a la
próxima) https://www.youtube.com/watch?v=D_l0lAR_i14&t=193s (30 minutos)
Desarrollo:
Se hará la lectura de “La Viuda de Montiel” de Gabriel García Márquez. (20
minutos)
A partir de allí deberán “discutir” en grupos sobre lo leído y como se relaciona
con lo visto. (15 minutos)
Cierre:
Luego deberán realizar un ensayo individual (ya que vieron su estructura, sin
embargo, repetiré la misma) sobre la narrativa de Márquez y en particular del
tratamiento en el texto. (40 minutos) recorreré los bancos para ayudar en la
elaboración del texto, de ser necesario podrán recurrir a información de
internet. (esto se invirtió de orden por complejidad, es decir, en primer lugar se
trabajará la reseña y luego el ensayo)
Clase N°4 (120 minutos)
Tema:
Lo real maravilloso en producciones propias y reseñas de los autores trabajados.
Inicio:
Se retomarán las producciones elaboradas con temática sobre lo real maravilloso en
sus textos. Ya que algunos estudiantes tenían pudor, les propuse que se intercambien
los escritos con sus compañeros para ser compartidos. Sin embargo, una alumna
decidió leer su propia escritura. (20 minutos para socializar debido a que la última
clase solo se leyó una).
Desarrollo:
Breve reseña del contexto histórico de Márquez y la influencia en su narrativa. Esto
debido a que en la última clase (10/10) tuvieron que realizar una segunda lectura de
un texto de Gabriel García Márquez en clase. La idea es conocer al autor de carne y
hueso que elaboró los textos vistos. Aquí se pasará una conferencia sobre el autor.
https://www.youtube.com/watch?v=D_l0lAR_i14&t=193s (30 minutos)
Luego se hará la lectura de “La Viuda de Montiel” de Gabriel García Márquez. (20
minutos)
A partir de allí deberán “discutir” en grupos sobre lo leído y como se relaciona con lo
visto. (10 minutos)
Cierre:
Se verán algunas reseñas elaboradas por los “Booktubers” relacionadas con algunos
de los autores vistos, como por ejemplo, Miguel Ángel Asturias, y Gabriel García
Márquez. El objetivo de esta selección está relacionado con el fin de captar el interés
de los estudiantes.
https://www.youtube.com/watch?v=2G6OYiTxZzg (7:37)
https://www.youtube.com/watch?v=Fq4FT9a9Twk (12:24) (30 minutos)
A partir de allí podrán discutir sobre las reseñas vistas. Por otra parte, les
avisaré que la próxima clase elaborarán una reseña tipo “Booktubers”. Tendrán
que atravesar las siguientes etapas:
 Elaboración de una reseña de forma escrita;
 Luego tendrán que hacer la puesta en escena de la reseña, se podrán
guiar con el texto. Esto lo harán en el software predeterminado que
tengan en cada celular.
 Si no se animan a mostrarse pueden utilizar títeres para la puesta en
escena con el material que ellos elijan.
 Estos videos serán subidos a Youtube y luego compartidos en el blog
elaborado en la cátedra. (10 minutos)
Clase N° 5 (120 minutos)
Tema:
Producción de reseñas informativas.
Inicio:
Se recuperarán las características de las reseñas vistas la clase anterior y les llevaré
un ejemplo (reseña sobre Roberto Artl). Esto para reconocer la estructura de este tipo
de texto. (20 minutos)
Desarrollo:
Deberán elegir un cuento de los trabajados hasta el momento y elaborar una reseña
informativa sobre el mismo. Si se animan podrán optar entre la forma escrita o similar
a las que vieron de los Booktubers. En la reseña tendrán que hablar sobre cómo
aborda la realidad el autor visto en su narrativa. El objetivo es que los estudiantes
realicen producciones de índole académico y a su vez reconocer qué opinión tienen
sobre los textos trabajados. (20 minutos)
A partir de allí, se trabajará sobre cuestiones formales que deberán incorporar a la
hora de pasarlo a word: título del ensayo, debajo el nombre completo del estudiante,
(esto deberá estar en parte superior derecha del Word); a continuación en el siguiente
apartado debe aparecer, el lugar de publicación de la obra elegida; la Editorial, año y
cantidad de páginas del libro. (Esto debe ir debajo del nombre pero en el lado
izquierdo del documento). El ejemplo del ensayo sobre Roberto Arlt servirá para
mostrar visualmente estas cuestiones formales. (20 minutos)
Asimismo, para la elaboración deberán poner atención a: conocer la obra que se
intenta reseñar (cómo se estructura el cuento por ejemplo), tener presente que el
público al que está destinado puede no haber leído la obra, por ello se tiene que
entender aquello que se está leyendo y que, a su vez, estos puedan encontrar ahí de
qué trata y porqué se lo relaciona con el movimiento ya trabajado en clase.
Luego deberán elaborar el plan del texto que podrá tener la siguiente lógica:
presentación del libro del que seleccionan el cuento, acompañado del año de su
publicación. A su vez dar datos de otras publicaciones, una hipótesis (pregunta que
deseen indagar sobre el autor (¿En qué se basa parte de la realidad que aparece en la
narrativa de Gabriel García Márquez?), luego los argumentos que necesiten para
ejemplificar su postura (material crítico de cada cuento que me encargaré de
seleccionar para ayudarlos y si no, podrán salir a la biblioteca, ya que allí hay conexión
a internet. Asimismo, una opinión sobre la obra seleccionada que puede ser negativa o
positiva, y por último un cierre del escrito. (40 minutos)
Cierre:
Continuarán luego del recreo con la escritura del primer borrador de la reseña. Iré por
los bancos para ver los avances de las producciones para que puedan entregarlos.
Extensión máxima una página A4 de Word, letra Arial N°11 o 12, justificado,
interlineado 1,5. La finalidad es subir estos textos al blog creado para que tengan
difusión por internet y, para que otras personas puedan consultarlos. (20 minutos)
Se hará una breve introducción sobre el uso del formato de Word en la sala de
informática (cañón). Los trabajos deberán ser tipeados en computadora.
Una vez pasados al procesador de texto que tengan en sus computadoras, las
reseñas podrán ser subidas al blog de la cátedra. Además se utilizará un tutorial
para registrar los derechos de autor en “Creative Commmons3”. Apartir de allí
se deberán crearse una cuenta para mantener no sólo sus derechos como
autores, sino aplicar esta licencia según el uso que deseen que se haga con el
texto.
Clase N°6 (120 minutos)
Tema:
Reseñas críticas
Inicio:
Se retomarán los borradores de las reseñas entregadas para socializar y dar tiempo
de una nueva entrega de ser necesario o terminar con las mismas. (20 minutos)
Desarrollo:
Lectura socializada de “Leyendas del sombrerón" de Miguel Ángel Asturias. (20
minutos)
A partir de allí se debatirá acerca de la narrativa de este autor y la influencia recibida
de sus propios estudios antropológicos y lingüísticos. (Llevaré información sobre este
autor para que trabajen, es decir, una ficha de cátedra y se les dará una biografía
sobre el autor para que puedan contextualizar su trabajo) (20 minutos)
Este escrito deberá ser similar en cuanto a estructura a la reseña informativa pero de
mayor extensión. Además, tendrán que ponerse de acuerdo en la producción en
duplas de la misma. (Extensión máxima dos páginas A4, letra Arial N°11 o 12,
justificado, interlineado 1,5) (20 minutos)
Cierre:
Luego se comenzará con la escritura de una reseña crítica grupal (dos personas) en la
que deberán incorporar la estructura anterior, pero se tendrán que poner de acuerdo
en qué se van centrar (datos del contexto del autor y la influencia en su narrativa, es
decir la realidad creada en sus obras) en este caso sobre Miguel Ángel Asturias. Acá
podrán elegir alguno que no hayamos trabajado sobre este autor o alguno de los
vistos. (Llevaré las demás leyendas del autor en formato pdf) (40 minutos).
Corpus literario completo de trabajo (clase 1 a 6)
Leyenda del volcán
Leyendas de Guatemala
[Leyenda - Texto completo.]
Miguel Ángel Asturias
Hubo en un siglo un
día que
duró muchos siglos
Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles: los tres que venían en el viento y los
tres que venían en el agua, aunque no se veían más que tres. Tres estaban
escondidos en el río y sólo les veían los que venían en el viento cuando bajaban del
monte a beber agua.
Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles.
Los tres que venían en el viento correteaban en la libertad de las campiñas sembradas
de maravillas.
Los tres que venían en el agua se colgaban de las ramas de los árboles copiados en el
río a morder las frutas o a espantar los pájaros, que eran muchos y de todos colores.
Los tres que venían en el viento despertaban a la tierra, como los pájaros, antes que
saliera el sol, y anochecido, los tres que venían en el agua se tendían como los peces
en el fondo del río sobre las yerbas pálidas y elásticas, fingiendo gran fatiga;
acostaban a la tierra antes que cayera el sol.
Los tres que venían en el viento, como los pájaros, se alimentaban de frutas.
Los tres que venían en el agua, como los peces, se alimentaban de estrellas.
Los tres que venían en el viento pasaban la noche en los bosques, bajo las hojas que
las culebras perdidizas removían a instantes o en lo alto de las ramas, entre ardillas,
pizotes, micos, micoleones, garrobos y mapaches.
Y los tres que venían en el agua, ocultos en la flor de las pozas o en las madrigueras
de lagartos que libraban batallas como sueños o anclaban a dormir como piraguas.
Y en los árboles que venían en el viento y pasaban en el agua, los tres que venían en
el viento, los tres que venían en el agua, mitigaban el hambre sin separar los frutos
buenos de los malos, porque a los primeros hombres les fue dado comprender que no
hay fruto malo; todos son sangre de la tierra, dulcificada o avinagrada, según el árbol
que la tiene.
-¡Nido!…
Pió Monte en un Ave.
Uno de los del viento volvió a ver y sus compañeros le llamaron Nido.
Monte en un Ave era el recuerdo de su madre y su padre, bestia color de agua llovida
que mataron en el mar para ganar la tierra, de pupilas doradas que guardaban al fondo
dos crucecitas negras, olorosas a pescado femenina como dedo meñique.
A su muerte ganaron la costa húmeda, surgiendo en el paisaje de la playa, que tenía
cierta tonalidad de ensalmo: los chopos dispersos y lejanos los bosques, las
montañas, el río que en el panorama del valle se iba quedando inmóvil… ¡La Tierra de
los Árboles!
Avanzaron sin dificultad por aquella naturaleza costeña fina como la luz de los
diamantes, hasta la coronilla verde de los cabazos próximos y al acercarse al río la
primera vez, a mitigar la sed, vieron caer tres hombres al agua.
Nido calmó a sus compañeros -extrañas plantas móviles-, que miraban sus retratos en
el río sin poder hablar.
-¡Son nuestras máscaras, tras ellas se ocultan nuestras caras! ¡Son nuestros dobles,
con ellos nos podemos disfrazar! ¡Son nuestra madre, nuestro padre, Monte en un
Ave, que matamos para ganar la tierra! ¡Nuestro nahual! ¡Nuestro natal!
La selva prologaba el mar en tierra firme. Aire líquido, hialino casi bajo las ramas, con
trasparencias azules en el claroscuro de la superficie y verdes de fruta en lo profundo.
Como si se acabara de retirar el mar, se veía el agua hecha luz en cada hoja, en cada
bejuco, en cada reptil, en cada flor, en cada insecto…
La selva continuaba hacia el Volcán henchida, tupida, crecida, crepitante, con estéril
fecundidad de víbora: océano de hojas reventando en rocas o anegado en pastos,
donde las huellas de los plantígrados dibujaban mariposas y leucocitos el sol.
Algo que se quebró en las nubes sacó a los tres hombres de su deslumbramiento.
Dos montañas movían los párpados a un paso del río:
La que llamaban Cabrakán, montaña capacitada para tronchar una selva entre sus
brazos y levantar una ciudad sobre sus hombros, escupió saliva de fuego hasta
encender la tierra.
Y la incendió.
La que llamaban Hurakán, montaña de nubes, subió al volcán a pelar el cráter con la
uñas.
El cielo repentinamente nublado, detenido el día sin sol, amilanadas las aves que
escapaban por cientos de canastos, apenas se oía el grito de los tres hombres que
venían en el viento, indefensos como los árboles sobre la tierra tibia.
En las tinieblas huían los monos, quedando de su fuga el eco perdido entre las ramas.
Como exhalaciones pasaban los venados. En grandes remolinos se enredaban los
coches de monte, torpes, con las pupilas cenicientas.
Huían los coyotes, desnudando los dientes en la sombra al rozarse unos con otros,
¡qué largo escalofrío…!
Huían los camaleones, cambiando de colores por el miedo; los tacuazines, las
iguanas, los tepescuintles, los conejos, los murciélagos, los sapos, los cangrejos, los
cutetes, las taltuzas, los pizotes, los chinchintores, cuya sombra mata.
Huían los cantiles, seguidos de las víboras de cascabel, que con las culebras
silbadoras y las cuereadoras dejaban a lo largo de la cordillera la impresión salvaje de
una fuga en diligencia. El silbo penetrante uníase al ruido de los cascabeles y al
chasquido de las cuereadoras que aquí y allá enterraban la cabeza, descargando
latigazazos para abrirse campo.
Huían los camaleones, huían las dantas, huían los basiliscos, que en ese tiempo
mataban con la mirada; los jaguares (follajes salpicados de sol), los pumas de
pelambre dócil, los lagartos, los topos, las tortugas, los ratones, los zorrillos, los
armados, los puercoespines, las moscas, las hormigas…
Y a grandes saltos empezaron a huir las piedras, dando contra las ceibas, que caían
como gallinas muertas y a todo correr, las aguas, llevando en las encías una gran sed
blanca, perseguidas por la sangre venosa de la tierra, lava quemante que borraba las
huellas de las patas de los venados, de los conejos, de los pumas, de los jaguares, de
los coyotes; las huellas de los peces en el río hirviente; las huellas de la aves en el
espacio que alumbraba un polvito de luz quemada, de ceniza de luz, en la visión del
mar. Cayeron en las manos de la tierra, mendiga ciega que no sabiendo que eran
estrellas, por no quemarse, las apagó.
Nido vio desaparecer a sus compañeros, arrebatados por el viento, y a sus dobles, en
el agua arrebatados por el fuego, a través de maizales que caían del cielo en los
relámpagos, y cuando estuvo solo vivió el Símbolo. Dice el Símbolo: Hubo en un siglo
un día que duro muchos siglos.
Un día que fue todo mediodía, un día de cristal intacto, clarísimo, sin crepúsculo ni
aurora.
-Nido -le dijo el corazón-, al final de este camino…
Y no continuó porque una golondrina pasó muy cerca para oír lo que decía.
Y en vano esperó después la voz de su corazón, renaciendo en cambio, a manera de
otra voz en su alma, el deseo de andar hacia un país desconocido.
Oyó que le llamaban. Al sin fin de un caminito, pintado en el paisaje como el de un pan
de culebra le llamaba una voz muy honda.
Las arenas del camino, al pasar él convertíanse en alas, y era de ver cómo a sus
espaldas se alzaba al cielo un listón blanco, sin dejar huella en la tierra.
Anduvo y anduvo…
Adelante, un repique circundó los espacios. Las campanas entre las nubes repetían su
nombre:
¡Nido!
¡Nido!
¡Nido!
¡Nido!
¡Nido!
¡Nido!
¡Nido!
Los árboles se poblaron de nidos. Y vio un santo, una azucena y un niño. Santo, flor, y
niño la trinidad le recibía. Y oyó:
¡Nido, quiero que me levantes un templo!
La voz se deshizo como manojo de rosas sacudidas al viento y florecieron azucenas
en la mano del santo y sonrisas en la boca del niño.
Dulce regreso de aquel país lejano en medio de una nube de abalorio. El Volcán
apagaba sus entrañas -en su interior había llorado a cántaros la tierra lágrimas
recogidas en un lago, y Nido, que era joven, después de un día que duró muchos
siglos, volvió viejo, no quedándole tiempo sino para fundar un pueblo de cien casitas
alrededor de un templo.
FIN
Leyendas de Guatemala, 1930
La lluvia de Arturo Uslar Pietri
La luz de la luna entraba por todas las rendijas del rancho y el ruido del viento en el
maizal, compacto y menudo como la lluvia. En la sombra acuchillada de láminas claras
oscilaba el chinchorro lento del viejo zambo; acompasadamente chirriaba la atadura de
la cuerda sobre la madera y se oía la respiración corta y silbosa de la mujer que
estaba echada sobre el catre del rincón.
La patinadura del aire sobre las hojas secas del maíz y de los árboles sonaba cada
vez más a lluvia, poniendo un eco húmedo en el ambiente terroso y sólido.
Se oía en lo hondo, como bajo piedra, el latido de la sangre girando ansiosamente.
La mujer sudorosa e insomne prestó oído, entreabrió los ojos, trató de adivinar por las
rayas luminosas, atisbó un momento, miró el chinchorro, quieto y pesado, y llamó con
voz agria:
—¡Jesuso!
Calmó la voz esperando respuesta y entretanto comentó alzadamente.
—Duerme como un palo. Para nada sirve. Si vive como si estuviera muerto...
El dormido salió a la vida con la llamada, desperezóse y preguntó con voz cansina:
—¿Qué pasa Usebia? ¿Qué escándalo es ese? ¡Ni de noche puedes dejar en paz a la
gente!
—Cállate, Jesuso y oye.
—¿Qué?
—Está lloviendo, lloviendo, ¡Jesuso! y no lo oyes. ¡Hasta sordo te has puesto!
Con esfuerzo, malhumorado, el viejo se incorporó, corrió a la puerta, la abrió
violentamente y recibió en la cara y en el cuerpo medio desnudo la plateadura de la
luna llena y el soplo ardiente que subía por la ladera del conuco agitando las sombras.
Lucían todas las estrellas.
Alargó hacia la intemperie la mano abierta, sin sentir una gota.
Dejó caer la mano, aflojó los músculos y recostóse en el marco de la puerta.
—¿Ves vieja loca, tu aguacero? Ganas de trabajar la paciencia. La mujer quedóse con
los ojos fijos mirando la gran claridad que entraba por la puerta. Una rápida gota de
sudor le cosquilleó en la mejilla. El vaho cálido inundaba el recinto.
Jesús tornó a cerrar, caminó suavemente hasta el chinchorro, estiróse y se volvió a oír
el crujido de la madera en la mecida. Una mano colgaba hasta el suelo resbalando
sobre la tierra del piso.
La tierra estaba seca como una piel, áspera, seca hasta en el extremo de las raíces,
ya como huesos; se sentía flotar sobre ella una fiebre de sed, un jadeo, que torturaba
los hombres.
Las nubes oscuras como sombras de árbol se habían ido, se habían perdido tras de
los últimos cerros más altos, se habían ido como el sueño, como el reposo. El día era
ardiente. La noche era ardiente, encendida de luces fijas y metálicas.
En los cerros y los valles pelados, llenos de grietas como bocas, los hombres se
consumían torpes, obsesionados por el fantasma pulido del agua, mirando señales,
escudriñando anuncios...
Sobre los valles y los cerros, en cada rancho, pasaban y repasaban las mismas
palabras.
—Cantó el carrao. Va a llover...
—¡No lloverá! Se la daban como santo y seña de la angustia.
—Ventó del abra. Va a llover...
—¡No lloverá!
Se lo repetían como para fortalecerse en la espera infinita.
—Se callaron las chicharras. Va a llover...
—¡No lloverá!
La luz y el sol eran de cal cegadora y asfixiante.
—Si no llueve, Jesuso, ¿qué va a pasar?
Miró la sombra que se agitaba fatigosa sobre el catre, comprendió su intención de
multiplicar el sufrimiento con las palabras, quiso hablar, pero la somnolencia le tenía
tomado el cuerpo, cerró los ojos y se sintió entrando al sueño.
Con la primera luz de la mañana Jesuso salió al conuco y comenzó a recorrerlo a paso
lento. Bajo sus pies descalzos crujían las hojas vidriosas. Miraba a ambos lados las
largas hileras del maizal amarillas y tostadas, los escasos árboles desnudos y en lo
alto de la colina, verde profundo, un cactus vertical. A ratos deteníase, tomaba en la
mano una vaina de frejol reseca y triturábala con lentitud haciendo saltar por entre los
dedos los granos rugosos y malogrados.
A medida que subía el sol, la sensación y el color de aridez eran mayores. No se veía
nube en el cielo de un azul llama. Jesuso, como todos los días iba, sin objeto, porque
la siembra estaba ya perdida, recorriendo las veredas del conuco, en parte por
inconsciente costumbre, en parte por descansar de la hostil murmuración de Usebia.
Todo lo que se dominaba del paisaje, desde la colina, era una sola variedad de
amarillo sediento sobre valles estrechos y cerros calvos, en cuyo flanco una mancha
de polvo calcáreo señalaba el camino.
No se observaba ningún movimiento de vida, el viento quieto, la luz fulgurante. Apenas
la sombra si se iba empequeñeciendo. Parecía aguardarse un incendio.
Jesuso marchaba despacio, deteniéndose a ratos como un animal amaestrado, la vista
sobre el suelo, y a ratos conversando consigo mismo.
—¡Bendito y alabado! ¿Qué va a ser de la pobre gente con esta sequía? Este año ni
una gota de agua y el pasado fue un inviernazo que se pasó de aguado, llovió más de
la cuenta, creció el río, acabó con las vegas, se llevó el puente... Está visto que no hay
manera... Si llueve, porque llueve... Si no llueve, porque no llueve...
Pasaba del monólogo a un silencio desierto y a la marcha perezosa, la mirada por
tierra, cuando sin ver sintió algo inusitado, en el fondo de la vereda y alzó los ojos.
Era el cuerpo de un niño. Delgado, menudo, de espaldas, en cuclillas fijo y abstraído
mirando hacia el suelo.
Jesuso avanzó sin ruido, y sin que el muchacho lo advirtiera, vino a colocársele por
detrás, dominando con su estatura lo que hacía. Corría por tierra culebreando un
delgado hilo de orina, achatado y turbio de polvo en el extremo, que arrastraba
algunas pajas mínimas. En ese instante, de entre sus dedos mugrientos, el niño
dejaba caer una hormiga.
—Y se rompió la represa... y ha venido la corriente... bruum... bruuuum... bruuuuuum...
y la gente corriendo... y se llevó la hacienda de tío sapo... y después el hato de tía
tara... y todos los palos grandes... zaaas... bruuuuum... y ahora tía hormiga metida en
esa aguazón...
Sintió la mirada, volvióse bruscamente, miró con susto la cara rugosa del viejo y se
alzó entre colérico y vergonzoso.
Era fino, elástico, las extremidades largas y perfectas, el pecho angosto, por entre el
dril pardo la piel dorada y sucia, la cabeza inteligente, móviles los ojos, la nariz
vibrante y aguda, la boca femenina. Lo cubría un viejo sombrero de fieltro, ya humano
de uso, plegado sobre las orejas como bicornio, que contribuía a darle expresión de
roedor, de pequeño animal inquieto y ágil.
Jesuso terminó de examinarlo en silencio y sonrió.
—¿De dónde sales muchacho?
—De por ahí...
—¿De donde?
—De por ahí.
Y extendió con vaguedad la mano sobre los campos que se alcanzaban.
—¿Y qué vienes haciendo?
—Caminando.
La impresión de la respuesta dábale cierto tono autoritario y alto, que extrañó al
hombre.
—¿Cómo te llamas?
—Como me puso el cura.
Jesús arrugó el gesto, degradado por la actitud terca y huraña.
El niño pareció advertirlo y compensó las palabras con una expresión confiada y
familiar.
—No seas malcriado —comentó el viejo, pero desarmado por la gracia bajó a un tono
más íntimo—. ¿Por qué no contestas?
—¿Para qué pregunta? —replicó con candor extraordinario.
—Tú escondes algo. O te has ido de casa de tu taita.
—No, señor.
Preguntaba casi sin curiosidad, monótonamente, como jugando un juego.
—O has echado alguna lavativa.
—No, señor.
—O te han botado por maluco.
—No, señor.
Jesuso se rascó la cabeza y agregó con sorna:
—O te empezaron a comer las patas y te fuistes, ¿ah, vagabundito?
El muchacho no respondió, se puso a mecerse sobre los pies, los brazos a la espalda,
chasqueando la lengua contra el paladar.
—¿Y para dónde vas ahora? —Para ninguna parte.
—¿Y qué estás haciendo?
—Lo que usted ve.
—¡Buena cochinada!
El viejo Jesuso no halló más que decir; quedaron callados frente a frente, sin que
ninguno de los dos se atreviese a mirarse a los ojos. Al rato, molesto por aquel silencio
y aquella quietud que no hallaba cómo romper, empezó a caminar lentamente como
un animal enorme y torpe, casi como si quisiera imitar el paso de un animal fantástico,
advirtió que lo estaba haciendo, y lo ruborizó pensar que pudiera hacerlo para divertir
al niño.
—¿Vienes? —preguntó simplemente—. Calladamente el muchacho se vino
siguiéndolo.
En llegando a la puerta del rancho halló a Usebia atareada encendiendo el fuego.
Soplaba con fuerza sobre un montoncito de maderas de cajón de papeles amarillos.
—Usebia, mira —llamó con timidez—. Mira lo que ha llegado.
—Ujú —gruñó sin tornarse, y continuó soplando.
El viejo tomó al niño y lo colocó ante sí, como presentándolo, las dos manos oscuras y
gruesas sobre los hombros finos.
—¡Mira, pues!
Giró agria y brusca y quedó frente al grupo, viendo con esfuerzo por los ojos llorosos
de humo.
—¿Ah?
Una vaga dulzura le suavizó lentamente la expresión.
—Ajá. ¿Quién es?
Ya respondía con sonrisa a la sonrisa del niño.
—¿Quién eres?
—Pierdes tu tiempo en preguntarle, porque este sinverguenza no contesta.
Quedó un rato viéndolo, respirando su aire, sonriéndole, pareciendo comprender algo
que escapaba a Jesuso. Luego muy despacio se fue a un rincón, hurgó en el fondo de
una bolsa de tela roja y sacó una galleta amarilla, pulida como metal de dura y vieja.
La dio al niño y mientras este mascaba con dificultad la tiesa pasta, continuó
contemplándolos, a él y al viejo alternativamente, con aire de asombro, casi de
angustia.
Parecía buscar dificultosamente un fino y perdido hilo de recuerdo.
—¿Te acuerdas, Jesuso, de Cacique? El pobre.
La imagen del viejo perro fiel desfiló por sus memorias. Una compungida emoción los
acercaba.
—Ca-ci-que... —dijo el viejo como aprendiendo a deletrear.
El niño volvió la cabeza y lo miró con su mirada entera y pura. Miró a su mujer y
sonrieron ambos tímidos y sorprendidos.
A medida que el día se hacía grande y profundo, la luz situaba la imagen del
muchacho dentro del cuadro familiar y pequeño del rancho. El color de la piel
enriquecía el tono moreno de la tierra pisada, y en los ojos la sombra fresca estaba
viva y ardiente.
Poco a poco las cosas iban dejando sitio y organizándose para su presencia. Ya la
mano corría fácil sobre la lustrosa madera de la mesa, al pie hallaba el desnivel del
umbral, el cuerpo se amoldaba exacto al butaque de cuero y los movimientos cabían
con gracia en el espacio que los esperaba.
Jesuso, entre alegre y nervioso, había salido de nuevo al campo y Usebia se atareaba,
procurando evadirse de la soledad frente al ser nuevo. Removía la olla sobre el fuego,
iba y venía buscando ingredientes para la comida, y a ratos, mientras le volvía la
espalda, miraba de reojo al niño.
Desde donde lo vislumbraba quieto, con las manos entre las piernas, la cabeza
doblada mirando los pies golpear el suelo, comenzó a llegarle un silbido menudo y
libre que no recordaba música.
Al rato preguntó casi sin dirigirse a él:
—¿Quién es el grillo que chilla?
Creyó haber hablado muy suave, porque no recibió respuesta sino el silbido, ahora
más alegre y parecido a la brusca exaltación del canto de los pájaros.
—¡Cacique! —insinuó casi con verguenza—. ¡Cacique!
Mucho gozo le produjo al, oír el ¡ah! del niño.
—¿Cómo te está gustando el nombre?
Una pausa y añadió:
—Yo me llamo Usebia.
Oyó como un eco apagado:
—Velita de sebo...
Sonrió entre sorprendida y disgustada.
—¿Cómo que te gusta poner nombres? —Usted fue quien me lo puso a mí.
—Verdad es.
Iba a preguntarle si estaba contento, pero la dura costra que la vida solitaria había
acumulado sobre sus sentimientos le hacía difícil, casi dolorosa, la expresión.
Tornó a callar y a moverse mecánicamente en una imaginaria tarea, eludiendo los
impulsos que la hacían comunicativa y abierta. El niño recomenzó el silbido.
La luz crecía, haciendo más pesado el silencio. Hubiera querido comenzar a hablar
disparatadamente de todo cuanto le pasaba por la cabeza, o huir de la soledad para
hallarse de nuevo consigo misma.
Soportó callada aquel vértigo interior hasta el límite de la tortura, y cuando se
sorprendió hablando ya no se sentía ella, sino algo que fluía como la sangre de una
vena rota.
—Tú vas a ver como todo cambiará ahora, Cacique. Ya yo no podía aguantar más a
Jesuso...
La visión del viejo oscuro, callado, seco, pasó entre las palabras. Le pareció que el
muchacho había dicho "lechuzo", y sonrió con torpeza, no sabiendo si era resonancia
de sus propias palabras.
—...no sé como lo he aguantado toda la vida. Siempre ha sido malo y mentiroso. Sin
ocuparse de mí...
El sabor de la vida amarga y dura se concentraba en el recuerdo de su hombre,
cargándolo con las culpas que no podía aceptar.
—...ni el trabajo del campo lo sabe con tantos años. Otros hubieran salido de abajo y
nosotros para atrás y para atrás. Y ahora este año, Cacique...
Se interrumpió suspirando y continuó con firmeza y la voz alzada, como si quisiera que
la oyese alguien más lejos:
—...no ha venido el agua. El verano se ha quedado viejo quemándolo todo. ¡No ha
caído ni una gota!
La voz cálida en el aire tórrido trajo un asia de frescura imperiosa, una angustia de
sed. El resplandor de la colina tostada, de las hojas secas, de la tierra agrietada, se
hizo presente como otro cuerpo y alejó las demás preocupaciones.
Guardó silencio algún tiempo y luego concluyó con voz dolorosa:
—Cacique, coge esa lata y baja a la quebrada a buscar agua.
Miraba a Usebia atarearse en los preparativos del almuerzo y sentía un contento
íntimo como si se preparara una ceremonia extraordinaria, como si acaso acabara de
descubrir el carácter religioso del alimento.
Todas las cosas usuales se habían endomingado, se veían más hermosas, parecían
vivir por primera vez.
—¿Está buena la comida, Usebia? La respuesta fue tan extraordinaria como la
pregunta.
—Está buena, viejo.
El niño estaba afuera, pero su presencia llegaba hasta ellos de un modo imperceptible
y eficaz.
La imagen del pequeño rostro agudo y huroneante, les provocaba asociaciones de
ideas nuevas. Pensaban con ternura en objetos que antes nunca habían tenido
importancia. Alpargatitas menudas, pequeños caballos de madera, carritos hechos con
ruedas de limón, metras de vidrio irizado.
El gozo mutuo y callado los unía y hermoseaba. También ambos parecían acabar de
conocerse, y tener sueños para la vida venidera. Estaban hermosos hasta sus
nombres y se complacían en decirlos solamente.
—Jesuso...
—Usebia...
Ya el tiempo no era un desesperado aguardar, sino una cosa ligera, como fuente que
brotaba.
Cuando estuvo lista la mesa, el viejo se levantó, atravesó la puerta y fue a llamar al
niño que jugaba afuera, echado por tierra, con una cerbatana.
—¡Cacique, vente a comer!
El niño no lo oía, abstraído en la contemplación del insecto verde y fino como el nervio
de una hoja. Con los ojos pegados a la tierra, la veía crecida como si fuese de su
mismo tamaño, como un gran animal terrible y monstruoso. La cerbatana se movía
apenas, girando sobre sus patas, entre la voz del muchacho, que canturreaba
interminablemente:
—"Cerbatana, cerbatanita, ¿de qué tamaño es tu conuquito?"
El insecto abría acompasadamente las dos patas delanteras, como mensurando
vagamente. La cantinela continuaba acompañando el movimiento de la cerbatana, y el
niño iba viendo cada vez más diferente e inesperado el aspecto de la bestezuela,
hasta hacerla irreconocible en su imaginación.
—Cacique, vente a comer.
Volvió la cara y se alzó con fatiga, como si regresase de un largo viaje.
Penetró tras el viejo en el rancho lleno de humo. Usebia servía el almuerzo en platos
de peltre desportillados. En el centro de la mesa se destacaba blanco el pan de maíz,
frío y rugoso.
Contra su costumbre, que era estarse lo más del día vagando por las siembras y
laderas, Jesuso regresó al rancho poco después del almuerzo.
Cuando volvía a las horas habituales, le era fácil repetir gestos consuetudinarios, decir
las frases acostumbradas y hallar el sitio exacto en que su presencia aparecía como
un fruto natural de la hora, pero aquel regreso inusitado representaba una tan
formidable alteración del curso de su vida, que entró como avergonzado y comprendió
que Usebia debía estar llena de sorpresa.
Sin mirarla de frente, se fue al chinchorro y echóse a lo largo. Oyó sin extrañeza como
lo interpelaba.
—¡Ajá! ¿cómo que arreció la flojera?
Buscó una excusa.
—¿Y qué voy a hacer en ese cerro achicharrado?
Al rato volvió la voz de Usebia, ya dócil y con más simpatía.
—¡Tanta falta que hace el agua! Si acabara de venir un aguacero, largo y bueno.
¡Santo Dios!
—La calor es mucha y el cielo purito. No se mira venir agua de ningún lado.
—Peo si lloviera se podría hacer otra siembra.
—Sí, se podría.
—;Y daría más plata, porque se ha secado mucho conuco.
—Sí, daría.
—Con un solo aguacero se pondría verdecita toda esa falda.
—Y con la plata podríamos comprarnos un burro, que nos hace mucha falta. Y unos
camisones para tí, Usebia.
La corriente de ternura brotó inesperadamente y con su milagro hizo sonreír a los
viejos.
—Y para tí, Jesuso, una buena cobija que no se pase.
Y casi en coro los dos:
—¿Y para Cacique?
—Lo llevaremos al pueblo para que coja lo que le guste.
La luz que entraba por la puerta del rancho se iba haciendo tenue, difusa, oscura,
como si la hora avanzase y sin embargo no parecía haber pasado tanto tiempo desde
el almuerzo. Llegaba brisa teñida de humedad que hacía más grato el encierro de la
habitación.
Todo el medio día lo habían pasado casi en silencio, diciendo sólo, muy de tiempo en
tiempo, algunas palabras vagas y banales por lo que secretamente y de modo basto
asomaba un estado de alma nuevo, una especie de calma, de paz, de cansancio feliz.
—Ahorita está oscuro —dijo Usebia, mirando el color ceniciento que llegaba a la
puerta.
—Ahorita —asintió distraídamente el viejo.
E inesperadamente agregó:
—¿Y qué se ha hecho Cacique en toda la tarde?... Se habrá quedado por el conuco
jugando con los animales que encuentra. Con cuanto bichito mira, se para y se pone a
conversar como si fuera gente.
Y más luego añadió, después de haber dejado desfilar lentamente por su cabeza
todas las imágenes que suscitaban sus palabras dichas: —...y lo voy a buscar, pues.
Alzóse del chinchorro con pereza y llegó a la puerta. Todo el amarillo de la colina seca
se había tornado en violeta bajo la luz de gruesos nubarrones negros que cubrían el
cielo. Una brisa aguda agitaba todas las hojas tostadas y chirriantes.
—Mira, Usebia —llamó.
Vino la vieja al umbral preguntando:
—¿Cacique está allí?
—¡No! Mira el cielo negrito, negrito.
—Ya así se ha puesto otras veces y no ha sido agua.
Ella quedó enmarcada y él salio al raso, hizo hueco con las manos y lanzó un grito
lento y espacioso.
—¡Cacique! ¡Caciiiique!
La voz se fue con la brisa, mezclada al ruido de las hojas, al hervor de mil ruidos
menudos que como burbujas rodeaban a la colina.
Jesuso comenzó a andar por la vereda más ancha del conuco.
En la primera vuelta vio de reojo a Usebia, inmóvil, incrustada en las cuatro líneas del
umbral, y la perdió siguiendo las sinuosidades.
Cruzaba un ruido de bestezuelas veloces por la hojarasca caída y se oía el
escalofriante vuelo de las palomitas pardas sobre el ancho fondo del viento inmenso
que pasaba pesadamente. Por la luz y el aire penetraba una frialdad de agua.
Sin sentirlo, estaba como ausente y metido por otras veredas más torcidas y
complicadas que las del conuco, más oscuras y misteriosas. Caminaba
mecánicamente, cambiando de velocidad, deteniéndose y hallándose de pronto
parado en otro sitio.
Suavemente las cosas iban desdibujándose y haciéndose grises y mudables, como de
sustancia de agua.
A ratos parecía a Jesuso ver el cuerpecito del niño en cuclillas entre los tallos del
maíz, y llamaba rápido: —"Cacique" —pero pronto la brisa y la sombra deshacían el
dibujo y formaban otra figura irreconocible.
Las nubes mucho más hondas y bajas aumentaban por segundos la oscuridad. Iba a
media falda de la colina y ya los árboles altos parecían columnas de humo
deshaciéndose en la atmósfera oscura.
Ya no se fiaba de los ojos, porque todas las formas eran sombras indistintas, sino que
a ratos se paraba y prestaba oído a los rumores que pasaban.
—¡Cacique!
Hervía una sustancia de murmullos, de ecos, de crujidos, resonante y vasta.
Había distinguido clara su voz entre la zarabanda de ruidos menudos y dispersos que
arrastraba el viento.
—Cerbatana, cerbatanita...
Entre el humo vago que le llenaba la cabeza, una angustia fría y aguda lo hostigaba
acelerando sus pasos y precipitándolo locamente. Entró en cuclillas, a ratos a cuatro
patas, hurgando febril entre los tallos de maíz, y parándose continuamente a no oir
sino su propia respiración, que resonaba grande.
Buscaba con rapidez que crecía vertiginosamente, con ansia incontenible, casi
sintiéndose él mismo, perdido y llamado.
—¡Cacique! ¡Caciiiique!
Había ido dando vueltas entre gritos y jadeos, extraviado, y sólo ahora advertía que
iba de nuevo subiendo la colina. Con la sombra, la velocidad de la sangre y la angustia
de la búsqueda inútil, ya no reconocía en sí mismo al manso viejo habitual, sino un
animal extraño presa de un impulso de la naturaleza. No veía en la colina los
familiares contornos, sino como un crecimiento y una deformación inopinados que se
la hacían ajena y poblada de ruidos y movimientos desconocidos.
El aire estaba espeso e irrespirable, el sudor le corría copioso y él giraba y corría
siempre aguijoneado por la angustia.
—¡Cacique!
Ya era una cosa de vida o muerte hallar. Hallar algo desmedido que saldría de aquella
áspera soledad torturadora. Su propio grito ronco parecía llamarlo hacia mil rumbos
distintos, donde algo de la noche aplastante lo esperaba.
Era agonía. Era sed. Un olor de surco recién removido flotaba ahora a ras de tierra,
olor de hoja tierna triturada.
Ya irreconocible, como las demás formas, el rostro del niño se deshacía en la tiniebla
gruesa, ya no le miraba aspecto humano, a ratos no le recordaba la fisonomía, ni el
timbre, no recordaba su silueta.
—¡Cacique!
Una gruesa gota fresca estalló sobre su frente sudorosa. Alzó la cara y otra le cayó
sobre los labios partidos, y otras en las manos terrosas.
—¡Cacique!
Y otras frías en el pecho grasiento de sudor, y otras en los ojos turbios, que se
empañaron.
—¡Cacique! ¡Cacique! ¡Cacique!...
Ya el contacto fresco le acariciaba toda la piel, le adhería las ropas, le corría por los
miembros lasos.
Un gran ruido compacto se alzaba de toda la hojarasca y ahogaba su voz. Olía
profundamente a raíz, a lombriz de tierra, a semilla germinada, a ese olor
ensordecedor de la lluvia.
Ya no reconocía su propia voz, vuelta en el eco redondo de las gotas. Su boca callaba
como saciada y parecía dormir marchando lentamente, apretado en la lluvia, calado en
ella, acunado por su resonar profundo y basto.
Ya no sabía si regresaba. Miraba como entre lágrimas al través de los claros flecos del
agua la imagen oscura de Usebia, quieta entre la luz del umbral.
Un hombre viene bajo la lluvia
Otras veces había experimentado el mismo sobresalto cuando se sentaba a oír la
lluvia. Sentía crujir la verja de hierro; sentía pasos de hombre en el sendero
enladrillado y ruidos de botas raspadas en el piso, frente al umbral. Durante muchas
nochesaguardóa que el hombre llamaraa lapuerta.Perodespués,cuandoaprendióa
descifrar los innumerables ruidos de la lluvia, pensó que el visitante imaginario no
pasaría nunca del umbral y se acostumbró a no esperarlo. Fue una resolución
definitiva,tomadaenesaborrascosanoche de septiembre,cincoañosatrás,en que se
pusoa reflexionarsobre suvida,yse dijo:"A este paso,terminaré porvolvermevieja".
Desde entonces cambiaron los ruidos de la lluvia y otras voces reemplazaron a los
pasos de hombre en el sendero de ladrillos.
Es ciertoque a pesarde su decisiónde noesperarlomás,enalgunasocasionesla verja
volvióacrujiry el hombre raspó otra vezsusbotas frente al umbral, como antes. Pero
para entonces ella asistía a nuevas revelaciones de la lluvia. Entonces oía otra vez a
Noel,cuandoteníaquince años,enseñandoleleccionesde catecismo a su papagayo; y
oía la canciónremota y triste del gramófonoque vendieronaun corredor de baratijas,
cuando murió el último hombre de la familia. ella había aprendido a rescatar de la
lluvialasvocesperdidasenel pasadode lacasa, lasvocesmás puras y entrañables. De
manera que hubo mucho de sorprendente y maravillosa novedad, esa noche de
tormenta en que el hombre que tantas veces había abierto la verja de hierro caminó
por el sendero enladrillado, tosió en el umbral y llamó dos veces a la puerta.
Oscurecido el rostro por una irreprimible ansiedad, ella hizo un breve gesto con la
mano, volvió la vista hacia donde estaba la otra mujer y dijo: "Ya está ahí".
La otra estaba junto a la mesa, apoyados los codos en las gruesas tablas de roble sin
pulir. Cuando oyó los golpes, desvió los ojos hacia la lámpara y pareció sacudida por
una terebrante ansiedad.
-¿Quién puede ser a estas horas?- dijo.
Y ella, serena, otra vez, con la seguridad de quien está diciendo una frase madurada
durante muchos años.
-Eso es lo de menos. Cualquiera que sea debe estar emparamado.
La otra se puso en pie, seguida minuciosamente por la mirada de ella. La vio coger la
lámpara.La vioperderse enel corredor.Sintió, desde la sala en penumbras y entre el
rumor de la lluvia que la oscuridad hacía más intenso, sintió los pasos de la otra,
alejándose,cojeandoenlossueltosygastadosladrillosdel zaguán. Luego oyó el ruido
de la lámpara que tropezó con el muro y después la tranca, descorriéndose en las
argollas oxidadas.
Por un momento no oyó nada más que voces distantes. El discurso remoto y feliz de
Noel,sentadoenunbarril,dándole noticiasde Diosasu papagayo.Oyóel crujidode la
rueda en el patio, cuando papá Laurel abría el portón para que entrara el carro de los
dos bueyes. Oyó a Genoveva alborotando la casa, como siempre, porque siempre,
"siempre encuentro este bendito baño ocupado". Y después, otra vez a papá Laurel,
desportillando sus palabrotas de soldado, tumbando golondrinas con la misma
escopetaque utilizóenlaúltimaguerracivil para derrotar, él solo, a toda una división
del gobierno.Hastallegóapensarque estavezel episodio no pasaría de los golpes de
la puerta, como antes no pasó de las botas raspadas en el umbral; y pensaba que la
otra mujerhabía abiertoysólo había visto los tiestos de flores bajo la lluvia, y la calle
triste y desierta.
Pero luego empezó a precisar voces en la oscuridad. Y oyó otra vez las pisadas
conocidas y vio las sombras estiradas en la pared del zaguán. Entonces supo que
después de muchos años de aprendizaje, después de muchas noches de vacilación y
arrepentimiento, el hombre que abría la verja de hierro había decidido entrar.
La otra mujerregresóconla lámpara,seguidaporel reciénllegado;lapusoenlamesa,
y él - sinsalirde la órbitade claridad - se quitóel impermeable,vueltohacialaparedel
rostro castigado por la tormenta. Entonces, ella lo vio por primera vez. Lo miró
sólidamenteal principio.Despuéslodescifróde piesacabeza,concretándolomiembro
a miembro con una mirada perseverante, aplicada y seria, como si en vez de un
hombre hubiera examinado un pájaro. Finalmente volvió los ojos hacia la lámpara y
comenzó a pensar: "Es él, de todos modos. A pesar de que lo imaginaba un poco más
alto".
La otra mujer rodó una silla hasta la mesa. El hombre se sentó, cruzó una pierna y
desatóel cordónde labota. La otra se sentójuntoa él,hablándoleconespontaneidad
de algo que ella,enel mecedor, no alcanzaba a entender. Pero frente a los gestos sin
palabras ella se sentía redimida de su abandono y advertía que el aire polvoriento y
estéril olía de nuevo como antes, como si fuera otra vez la época en que había
hombresque entrabansudandoalas alcobas,yÚrsula, atolondradaysaludable, corría
todas las tardes a las cuatro y cinco, a despedir el tren desde la ventana. Ella lo veía
gesticularyse alegrabade que el desconocido procediera así; de que entendiera que
después de un viaje difícil, muchas veces rectificado, había encontrado al fin la casa
extraviada en la tormenta.
El hombre empezó a desabotonarse la camisa. Se había quitado las botas y estaba
inclinadosobre lamesa, puesto a secar al calor de la lámpara. Entonces, la otra mujer
se levantó,caminó hacia el armario y regresó a la mesa con una botella a medio
empezaryun vaso.El hombre agarró la botellaporel cuello,extrajocon los dientes el
tapón de corcho y se sirvió medio vaso de licor verde y espeso. Luego bebió sin
respirar,conuna ansiedadexaltada.Yella,desdeel mecedor,observándolo,se acordó
de esa noche en que la verja crujió por primera vez - ¡hacia tanto tiempo! - y ella
pensóque nohabía en la casa nada que darle al visitante, salvo esa botella de menta.
Ella le había dicho a su compañera: " Hay que dejar la botella en el armario. Alguien
puede necesitarlaalguna vez". La otra le había dicho: "¿Quién?". Y ella: "Cualquiera",
había respondido. "Siempre es bueno estar preparados por si viene alguien cuando
llueve".Habíantranscurridomuchosañosdesde entonces.Yahorael hombre previsto
estaba allí, vertiendo más licor en el vaso.
Pero esta vez el hombre no bebió. Cuando se disponía a hacerlo, sus ojos se
extraviaronenlapenumbra,porencimade la lámpara, y ella sintió por primera vez el
contacto tibio de su mirada. Comprendió que hasta ese instante el hombre no había
caído en la cuenta de que había otra mujer en la casa; y entonces empezó a mecerse.
Por unmomentoel hombre la examinó con una atención indiscreta. Una indiscreción
tal vezdeliberada.Ellase desconcertóal principio;peroluegoadvirtióque tambiénesa
mirada le era familiar y que no obstante su escrutadora y algo impertinente
obstinaciónhabíaen ella mucho de la traviesa bondad de Noel y también un poco de
la torpezapaciente yhonradade su papagayo. Por eso empezó a mecerse, pensando:
"Aunque no sea el mismo que abría la verja de hierro, es como si lo fuera, de todos
modos". Y todavía meciéndose, mientras él la miraba, pensó: "Papá Laurel lo habría
invitado a cazar conejos en la huerta".
Antes de la media noche la tormenta arreció. La otra había rodado la silla hasta el
mecedor y las dos mujeres permanecían silenciosas, inmóviles, contemplando al
hombre que se secaba junto a la lámpara.
Una rama sueltadel almendrovecinogolpeóvariasvecescontra la ventana sin ajustar
y el aire de la sala se humedeció,invadidoporunabocanadade intemperie. Ella sintió
enel rostro la cortante orilla de la granizada, pero no se movió, hasta cuando vio que
el hombre escurrió en el vaso la última gota de menta. Le pareció que había algo
simbólicoenaquel espectáculo. Y entonces se acordó de papá Laurel, peleando solo,
atrincherado en el corral, tumbando soldados del gobierno con una escopeta de
perdigones para golondrinas. Y se acordó de la carta que le escribió el coronel
AurelianoBuendíaydel títulode capitánque papá Laurel rechazó,diciendo:"Díganle a
Aureliano que esto no lo hice por la guerra, sino para evitar que esos salvajes se
comieran mis conejos".
Fue como si en aquel recuerdo hubiera escanciado ella también la última gota de
pasado que le quedaba en la casa.
- ¿Hay algo más en el armario? - preguntó sombríamente.
Y la otra, con el mismo acento, con el mismo tono en que suponía que él no habría
podido oírla, dijo:
- Nada más. Acuérdate que el lunes nos comimos el último puñado de habichuelas.
Y luego, temiendo que el hombre las hubiera oído, miraron de nuevo hasta la mesa
perosólovieronlaoscuridad,sinlamesay el hombre.Sinembargo,ellassabíanque el
hombre estaba ahí, invisible junto a la lámpara exhausta. Sabían que no abandonaría
la casa mientras no acabara de llover, y que en la oscuridad la sala se había reducido
de tal modo que no tenía nada de extraño que las hubiera oído.
La viuda de Montiel
Los funerales de la Mamá Grande, (1962)
Cuando murió don José Montiel todo el mundo se sintió vengado, menos
su viuda; pero se necesitaron varias horas para que todo el mundo creyera que
en verdad había muerto. Muchos lo seguían poniendo en duda después de ver
el cadáver en cámara ardiente, embutido con almohadas y sábanas de lino
dentro de una caja amarilla y abombada como un melón. Estaba muy bien
afeitado, vestido de blanco y con botas de charol, y tenía tan buen semblante
que nunca pareció tan vivo como entonces. Era el mismo don Chepe Montiel
de los domingos, oyendo misa de ocho, sólo que en lugar de la fusta tenía un
crucifijo entre las manos. Fue preciso que atornillaran la tapa del ataúd y que lo
emparedaran en el aparatoso mausoleo familiar, para que el pueblo entero se
convenciera de que no se estaba haciendo el muerto.
Después del entierro, lo único que a todos pareció increíble, menos a su
viuda, fue que José Montiel hubiera muerto de muerte natural. Mientras todo el
mundo esperaba que lo acribillaran por la espalda en una emboscada, su viuda
estaba segura de verlo morir de viejo en su cama, confesado y sin agonía,
como un santo moderno. Se equivocó apenas en algunos detalles. José
Montiel murió en su hamaca, un miércoles a las dos de la tarde, a
consecuencia de la rabieta que el médico le había prohibido. Pero su esposa
esperaba también que todo el pueblo asistiera al entierro y que la casa fuera
pequeña para recibir tantas flores. Sin embargo, sólo asistieron sus
copartidarios y las congregaciones religiosas, y no se recibieron más coronas
que las de la administración municipal. Su hijo —desde su puesto consular de
Alemania— y sus dos hijas, desde París, mandaron telegramas de tres
páginas. Se veía que los habían redactado de pie, con la tinta multitudinaria de
la oficina de correos, y que habían roto muchos formularios antes de encontrar
20 dólares de palabras. Ninguno prometía regresar. Aquella noche, a los 62
años, mientras lloraba contra la almohada en que recostó la cabeza el hombre
que la había hecho feliz, la viuda de Montiel conoció por primera vez el sabor
de un resentimiento. “Me encerraré para siempre —pensaba—. Para mí, es
como si me hubieran metido en el mismo cajón de José Montiel. No quiero
saber nada más de este mundo.” Era sincera.
Aquella mujer frágil, lacerada por la superstición, casada a los 20 años
por voluntad de sus padres con el único pretendiente que le permitieron ver a
menos de 10 metros de distancia, no había estado nunca en contacto directo
con la realidad. Tres días después de que sacaron de la casa el cadáver de su
marido, comprendió a través de las lágrimas que debía reaccionar, pero no
pudo encontrar el rumbo de su nueva vida. Era necesario empezar por el
principio.
Entre los innumerables secretos que José Montiel se había llevado a la
tumba, se fue enredada la combinación de la caja fuerte. El alcalde se ocupó
del problema. Hizo poner la caja en el patio, apoyada al paredón, y dos
agentes de la policía dispararon sus fusiles contra la cerradura. Durante toda
una mañana, la viuda oyó desde el dormitorio las descargas cerradas y
sucesivas ordenadas a gritos por el alcalde. “Esto era lo último que faltaba —
pensó—. Cinco años rogando a Dios que se acaben los tiros, y ahora tengo
que agradecer que disparen dentro de mi casa.” Aquel día hizo un esfuerzo de
concentración, llamando a la muerte, pero nadie le respondió. Empezaba a
dormirse cuando una tremenda explosión sacudió los cimientos de la casa.
Habían tenido que dinamitar la caja fuerte.
La viuda de Montiel lanzó un suspiro. Octubre se eternizaba con sus
lluvias pantanosas y ella se sentía perdida, navegando sin rumbo en la
desordenada y fabulosa hacienda de José Montiel. El señor Carmichael,
antiguo y diligente servidor de la familia, se había encargado de la
administración. Cuando por fin se enfrentó al hecho concreto de que su marido
había muerto, la viuda de Montiel salió del dormitorio para ocuparse de la casa.
La despojó de todo ornamento, hizo forrar los muebles en colores luctuosos, y
puso lazos fúnebres en los retratos del muerto que colgaban de las paredes.
En dos meses de encierro había adquirido la costumbre de morderse las uñas.
Un día — los ojos enrojecidos e hinchados de tanto llorarse dio cuenta de que
el señor Carmichael entraba a la casa con el paraguas abierto.
—Cierre ese paraguas, señor Carmichael —le dijo—. Después de todas
las gracias que tenemos, sólo nos faltaba que usted entrara a la casa con el
paraguas abierto.
El señor Carmichael puso el paraguas en el rincón. Era un negro viejo, de
piel lustrosa, vestido de blanco y con pequeñas aberturas hechas a navaja en
los zapatos para aliviar la presión de los callos.
—Es sólo mientras se seca.
Por primera vez desde que murió su esposo, la viuda abrió la ventana.
—Tantas desgracias, y además este invierno —murmuró, mordiéndose
las uñas—. Parece que no va a escampar nunca.
—No escampará ni hoy ni mañana —dijo el administrador—. Anoche no
me dejaron dormir los callos.
Ella confiaba en las predicciones atmosféricas de los callos del señor
Carmichael. Contempló la placita desolada, las casas silenciosas cuyas
puertas no se abrieron para ver el entierro de José Montiel, y entonces se sintió
desesperada con sus uñas, con sus tierras sin límites, y con los infinitos
compromisos que heredó de su esposo y que nunca lograría comprender.
—El mundo está mal hecho —sollozó.
Quienes la visitaron por esos días tuvieron motivos para pensar que
había perdido el juicio. Pero nunca fue más lúcida que entonces. Desde antes
de que empezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de
octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y
pensando que si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo
de terminar el mundo.
—Ha debido aprovechar ese día para que no le quedaran tantas cosas
mal hechas —decía—. Al fin y al cabo, le quedaba toda la eternidad para
descansar.
La única diferencia, después de la muerte de su esposo, era que
entonces tenía un motivo concreto para concebir pensamientos.
Así, mientras la viuda de Montiel se consumía en la desesperación, el
señor Carmichael trataba de impedir el naufragio. Las cosas no marchaban
bien. Libre de la amenaza de José Montiel, que monopolizaba el comercio local
por el terror, el pueblo tomaba represalias. En espera de clientes que no
llegaron, la leche se cortó en los cántaros amontonados en el patio, y se
fermentó la miel en sus cueros, y el queso engordó gusanos en los oscuros
armarios del depósito. En su mausoleo adornado con bombillas eléctricas y
arcángeles en imitación de mármol, José Montiel pagaba seis años de
asesinatos y tropelías. Nadie en la historia del país se había enriquecido tanto
en tan poco tiempo. Cuando llegó al pueblo el primer alcalde de la dictadura,
José Montiel era un discreto partidario de todos los regímenes, que se había
pasado la mitad de la vida en calzoncillos sentado a la puerta de su piladora de
arroz. En un tiempo disfrutó de una cierta reputación de afortunado y buen
creyente, porque prometió en voz alta regalar al templo un san José de tamaño
natural si se ganaba la lotería, y dos semanas después se ganó seis fracciones
y cumplió su promesa. La primera vez que se le vio usar zapatos fue cuando
llegó el nuevo alcalde, un sargento de la policía, zurdo y montaraz, que tenía
órdenes expresas de liquidar la oposición. José Montiel empezó por ser su
informador confidencial. Aquel comerciante modesto cuyo tranquilo humor de
hombre gordo no despertaba la menor inquietud, discriminó a sus adversarios
políticos en ricos y pobres. A los pobres los acribilló la policía en la plaza
pública. A los ricos les dieron un plazo de 24 horas para abandonar el pueblo.
Planificando la masacre, José Montiel se encerraba días enteros con el alcalde
en su oficina sofocante, Mientras su esposa se compadecía de los muertos.
Cuando el alcalde abandonaba la oficina, ella le cerraba el paso a su marido.
—Ese hombre es un criminal —le decía—. Aprovecha tus influencias en
el gobierno para que se lleven a esa bestia que no va a dejar un ser humano
en el pueblo.
Y José Montiel, tan atareado en esos días, la apartaba sin mirarla,
diciendo: “No seas pendeja.” En realidad, su negocio no era la muerte de los
pobres sino la expulsión de los ricos. Después de que el alcalde les perforaba
las puertas a tiros y les ponía el plazo para abandonar el pueblo, José Montiel
les compraba sus tierras y ganados por un precio que él mismo se encargaba
de fijar.
—No seas tonto —le decía su mujer—. Te arruinarás ayudándolos para
que no se mueran de hambre en otra parte, y ellos no te lo agradecerán nunca.
Y José Montiel, que ya ni siquiera tenía tiempo de sonreír, la apartaba de
su camino, diciendo:
—Vete para tu cocina y no me friegues tanto.
A ese ritmo, en menos de un año estaba liquidada la oposición, y José
Montiel era el hombre más rico y poderoso del pueblo. Mandó a sus hijas para
París, consiguió a su hijo un puesto consular en Alemania, y se dedicó a
consolidar su imperio. Pero no alcanzó a disfrutar seis años de su desaforada
riqueza.
Después de que se cumplió el primer aniversario de su muerte, la viuda
no oyó crujir la escalera sino bajo el peso de una mala noticia. Alguien llegaba
siempre al atardecer. “Otra vez los bandoleros — decían —. Ayer cargaron con
un lote de 50 novillos.” Inmóvil en el mecedor, mordiéndose las uñas, la viuda
de Montiel sólo se alimentaba de su resentimiento.
—Yo te lo decía, José Montiel —decía, hablando sola—. Éste es un
pueblo desagradecido. Aún estás caliente en tu tumba y ya todo el mundo nos
volteó la espalda.
Nadie volvió a la casa. El único ser humano que vio en aquellos meses
interminables en que no dejó de llover, fue el perseverante señor Carmichael,
que nunca entró a la casa con el paraguas cerrado. Las cosas no marchaban
mejor. El señor Carmichael había escrito varias cartas al hijo de José Montiel.
Le sugería la conveniencia de que viniera a ponerse al frente de los negocios, y
hasta se permitió hacer algunas consideraciones personales sobre la salud de
la viuda. Siempre recibió respuestas evasivas. Por último, el hijo de José
Montiel contestó francamente que no se atrevía a regresar por temor de que le
dieran un tiro. Entonces el señor Carmichael subió al dormitorio de la viuda y
se vio precisado a confesarle que se estaba quedando en la ruina.
—Mejor —dijo ella—. Estoy hasta la coronilla de quesos y de moscas. Si
usted quiere, llévese lo que le haga falta y déjeme morir tranquila.
Su único contacto con el mundo, a partir de entonces, fueron las cartas
que escribía a sus hijas a fines de cada mes. “Éste es un pueblo maldito —les
decía—. Quédense allá para siempre y no se preocupen por mí. Yo soy feliz
sabiendo que ustedes son felices.” Sus hijas se turnaban para contestarle. Sus
cartas eran siempre alegres, y se veía que habían sido escritas en lugares
tibios y bien iluminados y que las muchachas se veían repetidas en muchos
espejos cuando se detenían a pensar. Tampoco ellas querían volver. “Esto es
la civilización —decían—. Allá, en cambio, no es un buen medio para nosotras.
Es imposible vivir en un país tan salvaje donde asesinan a la gente por
cuestiones políticas.” Leyendo las cartas, la viuda de Montiel se sentía mejor y
aprobaba cada frase con la cabeza.
En cierta ocasión, sus hijas le hablaron de los mercados de carne de
París. Le decían que mataban unos cerdos rosados y los colgaban enteros en
la puerta adornados con coronas y guirnaldas de flores. Al final, una letra
diferente a la de sus hijas había agregado: “Imagínate, que el clavel más
grande y más bonito se lo ponen al cerdo en el culo.” Leyendo aquella frase,
por primera vez en dos años, la viuda de Montiel sonrió. Subió a su dormitorio
sin apagar las luces de la casa, y antes de acostarse volteó el ventilador
eléctrico contra la pared. Después extrajo de la gaveta de la mesa de noche
unas tijeras, un cilindro de esparadrapo y el rosario, y se vendó la uña del
pulgar derecho, irritada por los mordiscos. Luego empezó a rezar, pero al
segundo misterio cambió el rosario a la mano izquierda, pues no sentía las
cuentas a través del esparadrapo. Por un momento oyó la trepidación de los
truenos remotos. Luego se quedó dormida con la cabeza doblada en el pecho.
La mano con el rosario rodó por su costado, y entonces vio a la Mamá Grande
en el patio con una sábana blanca y un peine en el regazo, destripando piojos
con los pulgares. Le preguntó:
—¿Cuándo me voy a morir?
La Mamá Grande levantó la cabeza.
—Cuando te empiece el cansancio del brazo.
Material teórico para trabajar reseña crítica
Adjunto el ejemplo de reseña en el mail.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
(1927-2014)
PHILIP SWANSON
Universidad de Sheffield, Reino Unido
Poco después del comienzo de la obra maestra de Gabriel García
Márquez, Cien años de soledad (1967), el fundador de Macondo (ese famoso
pueblo ficticio y polvoriento, epicentro del universo literario colombiano) les
enseña a sus hijos a leer y escribir presentándoles 'las maravillas del mundo':
"no sólo hasta donde alcanzaban sus conocimientos, sino forzando a extremos
increíbles los límites de su imaginación" (García Márquez, 1978:21). Esto
puede interpretarse como una suerte de modelo de escritura, y también como
la forma de leer el texto tan mágico y realista que el lector está por empezar.
Es allí donde yace la energía y la ambigüedad que hacen de la escritura de
García Márquez algo tan convincente. En esta, la primera novela de lo que
Occidente dio en llamar "los países en vías de desarrollo", se convoca al lector
a un acto de imaginación política, a abandonar la pasividad y atreverse a
inventar un nuevo tipo de realidad. A la vez sugiere que la literatura no puede
ser más que ficción, y cualquier realidad alternativa no pasa de ser fantasía. De
allí que, en las postrimerías de la novela, cuando la última persona de la
siguiente generación en creerse la verdad sobre una masacre -autorizada entre
murmullos oficiales- de huelguistas en una plantación bananera de propiedad
estadounidense (el momento político clave de la narración) le pregunta al cura
de su parroquia qué tan cierto fue aquel hecho, el cauto sacerdote responde "a
mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en este momento"
(García Márquez, 1978: 354).
Sin embargo, y a pesar de lo oscuro de algunos pronunciamientos de García
Márquez, sus convicciones políticas siempre fueron de vital importancia, aún
cuando tenían un deje de melancolía. En muchos casos, el tema central de su
trabajo y su visión de América latina es la forma en que los grandes sueños
casi siempre terminan convertidos en fracasos desastrosos. Los personajes de
García Márquez recrean este dilema en repetidas ocasiones, haciendo eco a
héroes del continente como Simón Bolívar o Ernesto "Ché" Guevara. De
hecho, el único intento de novela histórica del autor, El general en su
laberinto (1989), fue una reflexión sobre el mustio in de los días de un Bolívar
apocado cuyo sueño americano se había marchitado sin esperanza aparente -
quizá reflejando una valoración que tiempo después haría el mismo García
Márquez, muy a pesar de su sonada amistad con Fidel Castro, sobre el antiguo
líder venezolano Hugo Chávez.
Los hitos en la vida de García Márquez son muy conocidos: su brillante carrera
de periodista, su asociación cercana al Boom de la Nueva Novela
Latinoamericana y el culto al Realismo Mágico, su premio Nóbel en 1982 y la
época de celebridad posterior; finalmente, su transformación en ícono, seguida
por su adentramiento en la vejez. Después de su aparente victoria sobre el
cáncer, la novela semi-autobiográfica de Gabo del año 2001 irónicamente
llevaba por título un desafío: Vivir para contarla. El título evoca el final de una
de las novelas más famosas del autor, a menudo vista como celebración del
deseo amoroso desmedidamente optimista, El amor en los tiempos del
cólera (1985), en el que un Florentino Ariza envejecido jura que amará a
Fermina Daza durante el resto de sus vidas - "toda la vida" (García Márquez,
1985: 473). Lo que "toda la vida" pueda significar para un hombre de 76 años
que ha esperado casi 54 este momento sigue siendo un misterio. Empero, el
meollo es sin duda la dignidad. Lo que se encuentra en el núcleo de una gran
parte del trabajo de García Márquez es el sentido de adaptabilidad y templanza
inquebrantable del latinoamericano de a pie en tanto sus esperanzas sociales
caen en la desgracia de la dura realidad una y otra vez. Sí, fue un ícono
mundial y una influencia tremenda en la literatura (¿Acaso sin García Márquez
existirían las novelas de Salman Rushdie, John Irving, Toni Morrison, Ben Okri,
Arundhati Roy o Patrick Süskind?). Pero, además, en tanto le es posible a
alguien tan famoso, se conservó como hombre del pueblo. Algunos
colombianos hallaron decepcionante que las primeras honras fúnebres del
escritor tuvieran lugar en Méjico en lugar su tierra natal. Sin embargo, esto es
una muestra de cómo Gabriel García Márquez se convirtió en mucho más que
un novelista de Colombia, llegando a ser una voz de los pueblos
latinoamericanos y un paradigma de imaginación e independencia para el
mundo entero.
Disponible en:
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122-
82852014000200001
Gabriel García Márquez
(Aracataca, Colombia, 1927 - México D.F., 2014) Novelista colombiano, premio
Nobel de Literatura en 1982 y uno de los grandes maestros de la literatura
universal. Gabriel García Márquez fue la figura fundamental del
llamado Boom de la literatura hispanoamericana, fenómeno editorial que, en la
década de 1960, dio proyección mundial a las últimas hornadas de narradores
del continente.
Gabriel García Márquez
En todos ellos era palpable la superación del realismo y una renovación de las
técnicas narrativas que entroncaba con la novela europea y estadounidense de
entreguerras (Kafka, Joyce, Proust, Faulkner); García Márquez sumó a ello su
portentosa fantasía y sus insuperables dotes de narrador, patentes en la obra
que representa la culminación del realismo mágico: Cien años de
soledad (1967).
Biografía
Los años de su primera infancia en Aracataca marcarían decisivamente su
labor como escritor; la fabulosa riqueza de las tradiciones orales transmitidas
por sus abuelos nutrió buena parte de su obra. Afincado desde muy joven en la
capital de Colombia, Gabriel García Márquez estudió derecho y periodismo en
la Universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el
diario El Espectador.
A los veintiocho años publicó su primera novela, La hojarasca (1955), en la que
ya apuntaba algunos de los rasgos más característicos de su obra de ficción.
En este primer libro y algunas de las novelas y cuentos que le siguieron
empezaron a vislumbrarse la aldea de Macondo y algunos personajes que
configurarían Cien años de soledad, al tiempo que el autor hallaba en algunos
creadores estadounidenses, sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas
expresivas.
Comprometido con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez
siguió de cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959.
Amigo de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa
Latina, la agencia de noticias de Cuba. Al cabo de no pocas vicisitudes con
diversos editores, García Márquez logró que una editorial argentina le
publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más
importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien años de soledad (1967).
Gabo en la época de Cien años (Barcelona, 1969)
Incubada durante casi veinte años y redactada en dieciocho meses, Cien años
de soledadrecrea a través de la saga familiar de los Buendía la peripecia
histórica de Macondo, aldea imaginaria fundada por los primeros Buendía que
es el trasunto de su localidad natal y, al mismo tiempo, de su país y del
continente. De perfecta estructura circular, la novela alza un mundo propio,
recreación mítica del mundo real de Latinoamérica, de un modo que ha venido
a llamarse «realismo mágico» por el encuentro constante de lo real con
motivos y elementos fantásticos. Así, en el relato de la fundación del pueblo, de
su crecimiento, de su participación en las guerras civiles que asolan el país, de
su explotación por parte de una compañía bananera estadounidense, de las
revoluciones y contrarrevoluciones subsiguientes y de la destrucción final de la
aldea (que confluye con la extinción de la estirpe de sus fundadores,
condenada desde el principio a "cien años de soledad"), se entrelazan con toda
naturalidad sueños premonitorios, apariciones sobrenaturales, pestes de
insomnio, diluvios bíblicos y toda clase de sucesos mágicos, todo ello narrado
en una prosa riquísima, fluida y cautivadora que hacen de la lectura un
asombro y un placer inacabables.
Tras una temporada en París, Gabriel García Márquez se instaló en Barcelona
en 1969, donde entabló amistad con intelectuales españoles, como Carlos
Barral, y sudamericanos, como Mario Vargas Llosa. Su estancia allí fue
decisiva para la concreción de lo que se conoció como el Boom de la literatura
hispanoamericana, que supuso el descubrimiento internacional de los jóvenes
y no tan jóvenes narradores del continente: el peruano Mario Vargas Llosa, los
argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Julio Cortázar, los
mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes y los uruguayos Juan Carlos
Onetti y Mario Benedetti, entre otros. En 1972 obtuvo el Premio Internacional
de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años más tarde regresó a América Latina
para residir alternativamente en Cartagena de Indias y en Ciudad de México,
debido sobre todo a la inestabilidad política de su país.
Con anterioridad a Cien años de soledad, García Márquez había esbozado el
mundo de Macondo en novelas como La hojarasca (1955) y El coronel no tiene
quien le escriba (1961), y también en colecciones de relatos como Los
funerales de la Mamá Grande (1962). Después de Cien años su narrativa,
despojada en mayor o menor media de elementos fantásticos, mantuvo un
altísimo nivel; es el caso de novelas como El otoño del patriarca (1975), que
somete a alucinante tratamiento el tema del dictador
hispanoamericano; Crónica de una muerte anunciada (1981), relato de un
crimen de honor basado en sucesos reales que sobresale por su perfección
constructiva y ha sido considerado su segunda obra maestra; y El amor en los
tiempos del cólera (1985), extraordinaria historia de un amor que, nacido en la
adolescencia, no llega a consumarse hasta 53 años después, ya en la vejez de
los personajes.
Su prestigio literario, que en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le
confirió autoridad para hacer oír su voz sobre la vida política y social
colombiana. Su actividad como periodista quedó recogida en Textos
costeños (1981) y Entre cachacos (1983), compendios de artículos publicados
en la prensa escrita, y en Noticia de un secuestro, amplio reportaje novelado
editado en 1996 que trata de la dramática peripecia de nueve periodistas
secuestrados por orden del narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un
náufrago, reportaje sobre un caso real publicado en forma de novela en 1968,
constituye un brillante ejemplo de «nuevo realismo» y puso de manifiesto su
capacidad para cambiar de registro.
En el cine intervino en la redacción de numerosos guiones, a veces
adaptaciones de sus propias obras, y desde 1985 compartió, con el cineasta
argentino Fernando Birri, la dirección de la Escuela Internacional de Cine de La
Habana. Entre su producción posterior cabe destacar una novela histórica en
torno a Simón Bolívar, El general en su laberinto (1989); la colección de
relatos Doce cuentos peregrinos (1992); el volumen de memorias Vivir para
contarla (2002), que cubre los primeros treinta años de su vida, y su última
novela, Memorias de mis putas tristes (2004), sobre el amor de un nonagenario
periodista por una joven prostituta. Falleció en la ciudad de México en 2014,
tras una recaída en el cáncer linfático que le había sido diagnosticado en 1999.
Disponible en:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/garcia_marquez.htm
*Fragmentodel artículode laRevistaRedalychasta el apartado sobre el “Realismo en
hispanoamericana” (adjunto en el mail) disponible en:
http://www.redalyc.org/pdf/166/16613104.pdf
*Ficha de cátedra de la Revista Redalyc “La recuperación de la identidad en “Leyenda
del Cadejo”, de Miguel Ángel Asturias”. (Adjunto en el mail) disponible en:
http://www.redalyc.org/pdf/5138/513851506009.pdf
Material teórico para trabajar (ensayo)
Gabriel García Márquez, el maestro del realismo mágico
Enrique Fernandez
18 DE ABRIL DE 2014 12:00 AM
Pocos escritores alcanzan una extraordinaria reputación literaria y una aún mayor
popularidad.Unode losmás grandesdel sigloXX,el novelista,periodistayganadordel
Premio Nobel, Gabriel García Márquez, falleció el jueves a los 87 años de edad.
Gabo como le decían a García Márquez, incluso aquellos que no lo conocían, patentó
(si esque no inventó) unestilo narrativo —el realismo mágico— que fue asociado no
solocon la ficciónlatinoamericanasinotambiénconlapropianaturalezade laregión y
confirmado,aveces,porsucesosnoticiososque se asemejan a sus cuentos, como por
el ejemplo,el descubrimiento hace años de que un narcotraficante colombiano había
construido en la cordillera andina un submarino.
El libro que puso al realismo mágico en el radar, más allá de la reputación que
adquiriese en los círculos de críticos, fue “Cien años de soledad”, con su seductora
mezcla de fantasía y crudeza. Sin embargo, años después, el escritor, ya habiendo
obtenido el Nobel, confesó que estaba harto del libro con el que era asociado, y que
prefería su contemplativa narración sobre las dictaduras latinoamericanas, “El otoño
del patriarca”, o la maravillosa novela corta, “El coronel no tiene quien le escriba”.
Aun así, es fácil reconocer el estilo de García Márquez en todos sus libros, incluso en
losque no sonde ficciónyen su autobiografía. Esta última, que narra las penurias del
escritor colombiano durante sus años como periodista e incluye el principio de su
amistad con Fidel Castro, contiene personajes de la vida real que aparecen y
desaparecende escenaconsalidasocurrentes,dignasde Wilde oShaw.Yen su novela
biográfica sobre los últimos días de Simón Bolívar, una joven es llevada para pasar la
noche con el general enfermoperoal estaréste demasiadodébil parahacerle el amor,
le dijo a ella a la mañana siguiente, que se va tan virgen como llegó, a lo cual ella
responde:“nadie esvirgendespuésde unanoche conSu Excelencia”.Clásicodel Gabo.
Disponible en:
https://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&cad
=rja&uact=8&ved=0ahUKEwi5-I_jj-
7WAhUPmJAKHQ7TCWAQFggrMAE&url=http%3A%2F%2Fwww.elnuevoheral
d.com%2Fnoticias%2Fmundo%2Famerica-
latina%2Farticle2032865.html&usg=AOvVaw1xsvCCMJqWrWNb3MCfC-iO
Bibliografía consultada:
 FRISCHKNECHT, Alicia (coordinadora) (año) Hacer, saber hacer y reflexionar
sobre las actividades del lenguaje II. Cap. 7.
 JUAREZ, Laura “Roberto Arlt en los años treinta” Reseña disponible en:
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-46692011000200010
 PAMPILLO, Gloria (2004) Una araña en el zapato: La narración. Teoría,
lecturas, investigación y propuestas de escritura. Cap. N°10 “Escribir un
ensayo” por Augusto Albajari.

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  • 1. Instituto de Formación Docente Continua de Villa Regina Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura Residencias Pedagógicas IV Secuencia Didáctica Alumna residente: Paredes, Gisela Tutores: Jorge Carrión, Cintia Fernández. Co-formadora: Marta García. Establecimiento: CEM N°34 (Ingeniero Huergo) Tema: Realismo Mágico vs Lo Real Maravilloso Americano. Año: 5to año. Contenidos: Propósitos: Que los alumnos logren:  Reconocer la diferencia entre “Lo real maravilloso americano” y “Realismo mágico” como conceptos con características diferentes.  Producir textos ficcionales, en el que deberán incorporar las características vistas.  Conocer y trabajar con las Tic. Fundamentación: El Realismo Mágico es acuñado por primera vez en Europa, por el crítico alemán Franz Roh (1923), en un artículo relacionado con la pintura de vanguardia. Este rótulo es definido en Historia verdadera del realismo mágico por Seymour Menton como: La visión de la realidad diaria de un modo objetivo, estático y ultra preciso, a veces estereoscópico, con la introducción poco enfática de algún elemento inesperado o improbable que crea un efecto raro o extraño que deja desconcertado, aturdido o asombrado al observador en el museo o al lector en su butaca. (Seymour: 1998: 20)
  • 2. Uno de los primeros escritores en emplear este concepto es el venezolano Arturo Uslar Pietri en 1948. Esto debido al nacimiento de la nueva novela latinoamericana que trabajó el mundo de lo maravilloso, en palabras de Andrey Kofman: “El realismo mágico fue percibido como algo muy propio y originario de la cultura local” (Kofman: 2015: 10) Este “préstamo” de la cultura europea tiene diferencias con la literatura latinoamericana debido a la transformación artística del concepto. Como explica Kofman: La diferencia principal –la que advierte cualquier lector, por ejemplo en las obras de García Márquez-consiste en la correlación de lo real y lo maravilloso. Si en la conciencia artística europea el milagro habitualmente se interpreta como la superación de los límites de lo real y la violación de lo habitual, en la literatura latinoamericana aparece como si estuviera ligado a lo cotidiano que lo increíble parece natural, y lo natural, increíble. (Ibíd. 10) En Latinoamérica el origen del concepto “realismo mágico” tiene una disputa entre tres corrientes literarias. La primera manifiesta que es parte de la cultura folclórica y mitológica de América Latina (pero no podría ser así debido a que los autores de textos no eran parte de dicha cultura). La segunda visualiza los orígenes del término en el surrealismo francés, este crítico es David Lagmanovich (1975). Este postula que uno de los primeros escritores en emplear en su estilo mecanismos de la vanguardia mencionada fue Asturias. Esta teoría fue respaldada luego por la mexicana Maura Ocampo (1978) quien a su vez, plantea que Alejo Carpentier también es uno de los iniciadores del movimiento, ya que residían en París en los años veinte en donde se estaba desarrollando dicho ismo. Ahora bien, si bien Asturias y Carpentier se impregnan en el movimiento del surrealismo francés, estos no siguieron al mismo puntualmente, sino que lo adaptaron en relación con la propia cultura. La última teoría nace de la mano de Carpentier, este considera el concepto de lo real maravilloso americano por sobre el realismo mágico. Esto último debido a que el término fue empleado como una creación europea y el crítico intenta diferenciarse, a pesar de que después los conceptos se confundieron y se volvieron invisibles. En efecto, Kofman postula que la génesis de esta estética, no puede ser concebida con el nacimiento de la novela latinoamericana, ya que existieron antes de ésta, escritores con sesgos similares. Por lo tanto, este autor presupone que los
  • 3. primeros pasos fueron dados en la época de la conquista, en el que se pueden encontrar documentos y cartas de los “conquistadores” en la que prevalen los temas del milagro, y el asombro por la realidad que los rodea. Como explica el autor: Se habla aquí de la maravilla y el paraíso terrenal, la naturaleza abundante y la riqueza extraordinaria, las imágenes del “buen” y “mal” salvaje, el sentido del desplazamiento de la norma europea, y lo más importante, la oposición del Nuevo y el Viejo Mundo que subyace en el realismo mágico latinoamericano. (Ibíd. 12) Pese a la clara información que maneja este autor sobre el concepto y la tensión entre las diferentes posturas, ya sea “Realismo Mágico” o “Lo Real Maravilloso Americano”, el crítico no ve de forma negativa lo acontecido en el período de la conquista. Esto se puede notar cuando hace mención a que la visión europea era positiva en relación a América, y aunque reconoce que hubo un interés por parte de los “conquistadores” de justificar su expedición, no es desde una visión crítica. Es decir, que estas descripciones elaboradas por los occidentales dejan en evidencia que la acción de escribir se encuentra supeditada a su objetivo primordial que es el de descubrir y conquistar, y además poder argumentar ante la corona española la importancia de su viaje. Como expone Mignolo Walter: “Escribir es secundario y, en cierto sentido, una obligación” (Mignolo: 1982: 59) Por lo tanto, a partir de las lecturas realizadas adhiero a la terminología de Alejo Carpentier, quien la emplea como explica Arturo Uslar Pietri: Se trataba evidentemente, de una reacción. Reacción contra la literatura descriptiva e imitativa que se hacía en la América hispana, y también reacción contra la sumisión tradicional a modas y escuelas europeas. (Pietri: 2) En consecuencia, lo que Carpentier quería implementar era un modo de visualizar, descubrir, y pronunciar la realidad excepcional de América Latina que permanecía desconocida por el discurso europeo. Como plantea el autor: No era un juego de imaginación, sino un realismo que reflejaba fielmente una realidad hasta entonces no vista, contradictoria y rica en peculiaridades y deformaciones, que la hacían inusitada y sorprendente para las categorías de la literatura tradicional. (Ibíd. 3)
  • 4. Por otra parte, algunos de los representantes en Latinoamérica son: Miguel Ángel Asturias de Guatemala, Alejo Carpentier en Cuba, Gabriel García Márquez, y Uslar Pietri, entre otros. Por consiguiente, a partir del recorrido de información recopilado en mi investigación, adhiero al término empleado por Alejo Carpentier, es decir, “Lo Real Maravilloso Americano” frente a la postura de Realismo Mágico, ya que evoca parte de la cultura latinoamericana de la que forma parte. Sin embargo, no desestimo que la categoría tiene su génesis con Franz Roh. Es por esto, que este contenido a enseñar responde de alguna forma a una visión crítica de nuestra cultura que permite deconstruir la mirada europea que sobre nuestro espacio se han elaborado. Por esto considero relevante trabajar lo real maravilloso americano poniendo en evidencia la problemática que existe en la génesis del término. En palabras del mismo Carpentier: Lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro) de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite” (Carpentier: 1976: 116) Por otra parte, La enseñanza de la lengua es de gran importancia, ya que nos encontramos inmersos en un contexto en el que el lenguaje y la escritura funcionan como medios de poder. Por lo tanto, el no acceder a estos saberes posiciona a los estudiantes y/o futuros profesionales en un estado de desventaja en relación con el resto. Asimismo, la incorporación de las nuevas tecnologías de la información, los medios masivos, el consumo, son nuevos dispositivos que funcionan como expone Lopera: “proyectos globales de informatización de las sociedades y la creación del ciberespacio como un nuevo entorno de interacciones sociales”. (Lopera: 1). Es por esto que la creación de un espacio digital como el blog funcionaría como un lugar de intercambio entre los alumnos y la sociedad en general como plantea Vygotsky en el interaccionismo discursivo. Como explica Clara Tíscar el uso de blog genera otro espacio de aprendizaje fuera del ámbito escolar, en el que se establece:
  • 5. Un canal de comunicación informal entre profesor y alumno, promueven la interacción social, dotan al alumno con un medio personal para la experimentación de su propio aprendizaje y, por último, son fáciles de asimilar basándose en algunos conocimientos previos sobre la tecnología digital (Tíscar: 2005: 2) Además, la finalidad de esta forma de trabajo busca desescolarizar los textos elaborados en clase para que no haya un solo destinatario: el docente. Es allí donde el docente debe funcionar como mediador entre la cultura de los estudiantes y la cultura general, tratando de propiciar un pensamiento crítico en referencia a los mismos. Ya que la nueva era tecnológica, es decir, la cibercultura es parte de la vida cotidiana de los alumnos y de la sociedad en general. David Silver define a la misma como: “un metacampo de estudios enfocados en las interacciones entre ser humano y computador, internet, sociedad de la información, cultura digital y nuevos medios de comunicación” (Lopera: 2) Por lo tanto, la enseñanza de este contenido posibilita que los estudiantes realicen una reflexión sobre el uso del lenguaje en los diversos medios de comunicación y, a su vez, problematizar sobre el empleo del mismo. Ahora bien, considero que esto debe llevarse adelante junto con todo el grupo en diversas situaciones en la que se generen debates. Por eso, el trabajo más enriquecedor se da en conjunto con los demás y el docente a cargo como intermediario en el proceso de enseñanza y el proceso de aprendizaje. Como expone Lopera: Perspectiva es la cibercultura crítica, que está asociada con los agentes y los movimientos sociales contra hegemónicos y de resistencia a los intereses corporativos e imposiciones de grupos que se han apoderado de ciertos sectores relacionados con el desarrollo de internet, tales como las corporaciones multinacionales de software y hardware, y las empresas que en la línea del capitalismo informacional se apoderan de los procesos de producción de conocimiento y de la información para el mercado, generando la radicalización de las exclusiones y limitando el acceso a la información que hoy se ha convertido en un recurso básico para las sociedades. (Lopera: 6) De este modo, las diversas versiones abren un abanico de posibilidades y miradas que un mismo texto permite mejorar aún más las interpretaciones y a su vez,
  • 6. visualizar la perspectiva transaccional, en la que el sujeto y el objeto se transforman en el proceso de conocimiento. Por otro lado, revisar críticamente los textos que allí aparecen y poner en evidencia que Latinoamérica ha sido flanco de variadas interpretaciones de los foráneos que, en la actualidad se han tratado de deconstruir para dar nuestra propia visión sobre la colonialización. Referencias bibliográficas:  CARPENTIER, Alejo (1976), “De lo real maravilloso americano”, en Tientos y diferencias, Buenos Aires, Arca.  MIGNOLO, Walter. (1982) “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista” en Historia de la literatura hispanoamericana, Tomo I. Época colonial [Luis Iñigo Madrigal, coord.], Madrid: Cátedra.  KOFMAN, Andrey, (2015) “Las fuentes del realismo mágico en la literatura latinoamericana”. En revista “La colmena 85”. Pp.9-17. ISSN 1405-6313.  LOPERA, Luis Hernando (año) Espacio de formación “Ciberculturas, medios y procesos educativos”  RODRÍGUEZ VILLATE, Camila () “Realismo Mágico latinoamericano, aproximaciones a su influencia en el periodismo de Héctor Rojas Herazo y Gabriel García Márquez. Bogotá Colombia.  SEYMOUR, Menton (1998) Historia verdadera del realismo mágico. México, F.C E.  TÍSCAR, L. (2005) “Blogs para educar. Uso de blog en una pedagogía constructivista. Recuperado de: http://tiscar.com/blogs-para-educar/ Clase N°1 (120 minutos) Tema: Lo Real Maravilloso Americano y el relato fantástico. Inicio: Me presentaré nuevamente frente a los alumnos y dejará en evidencia la forma de trabajo. Es decir, que deberán tener presente que lo solicitado deberá ser presentado en tiempo y forma, de no ser así, se verá la forma de recuperar los contenidos con
  • 7. algún trabajo extra de ser necesario. Asimismo, se les anunciará que se trabajará con las Tic y sus diferentes abordajes dentro de la cátedra. La idea de esta primera clase es recuperar las características del cuento fantástico. Esto se hará a partir de la lectura de un microrrelato, “En la mina” de María Cristina Ramos. La finalidad será la de anotar en el pizarrón lo que surja como rasgos característicos del cuento fantástico y armar una definición. A partir de allí se les llevará ejemplos de infografías y se solicitará hacer una sobre la definición elaborada sobre el cuento fantástico, en este caso, podrán trabajar con Canva, Word o Power Point para su elaboración, les llevaré un tutorial para el uso del primero (20 minutos). Luego se llevará a cabo la lectura sobre el origen del término del Realismo Mágico y lo Real Maravilloso Americano, y, cómo se ha reelaborado el concepto por Alejo Carpentier en Latinoamérica. (10 minutos) El término “Realismo Mágico” fue introducido por el crítico alemán Franz Roh en el año 1923, en una revista relacionada con la pintura surrealista. Este concepto responde a la definición elaborada por Seymour Menton como una manera de trabajar con la realidad cotidiana de nuestra América latina, desde el asombro. Sin embargo, en Latinoamérica, este concepto es reelaborado por Alejo Carpentier, quien emplea “Lo real maravilloso americano” por sobre el “realismo mágico” como una reacción contra el origen del rótulo creado en Europa. Asimismo, este autor, propone lo real maravilloso como una nueva forma de describir y visualizar lo americano desde su excepcional realidad hispanoamericana, junto con sus mitos y leyendas. Por lo tanto, pese a que Carpentier se encuentra influenciado por Europa, este lo adapta a su lugar de origen. En efecto, lo real maravilloso hace referencia a una realidad en la que convive el milagro y lo cotidiano de una forma armónica, en donde lo extraordinario parece normal y lo normal extraordinario, en la que los personajes no se cuestionan sobre dicha realidad. Como expone Alejo Carpentier en el prólogo El reino de este mundo: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?”. Por otra parte, algunos de los representantes en Latinoamérica son: Miguel Ángel Asturias de Guatemala, Alejo Carpentier en Cuba, Gabriel García Márquez en Colombia, y Uslar Pietri, entre otros.
  • 8. Desarrollo: Luego se abordará un texto que represente a lo real maravilloso, en este caso, Miguel Ángel Asturias con “Leyenda del volcán”. Asimismo, se hará una breve introducción de los datos e información de la narrativa del autor ya mencionado. (15 minutos) La actividad se realizará en grupos de no más de 4 integrantes, en la que deberán reconocer las características de ambos textos cuando se vayan trabajando (narrador, temática, abordaje del tema, realidad planteada, entre otros rasgos que sean evidentes) que se irán colocando en la mitad del pizarrón para que les quede en la carpeta a los chicos. Con algunas preguntas orientadoras ¿Qué tratamiento se hace de la realidad planteada? ¿Consideran que este texto es una leyenda? ¿Por qué? (si no saben la diferencia repondré la diferencia) ¿Reconocen quienes son Cabracán y Huracán? (20 minutos) A continuación, les pasaré un video que habla sobre el origen maya, Pópul Vuh, la idea es que reconozcan parte de la cultura que retoma el autor (20 minutos): https://www.youtube.com/watch?v=1kAE_TW24a4 (Se les recomendará que si necesitan descargar un video de Youtube podrán utilizar el programa “aTube Catcher”. Se les explicará cómo hacerlo, mediante el uso del cañon con un video tutorial. Cierre: Retomando el cuento visto de Miguel Ángel Asturias y a partir del video deberán resolver la siguiente consigna: 1 ¿Pudieron reconocer en el cuento alguna de las categorías trabajadas sobre lo “Real maravilloso Americano”? fundamentá con citas de la leyenda. 2. ¿Qué tipo de narrador utiliza? ¿El lector pone en cuestionamiento en alguna parte del texto de lo que cuenta? (20 minutos) Para finalizar: se hará la exposición de las respuestas elaboradas y entrega de un trabajo por grupo. Estas se leerán en público (allí se realizaran devoluciones sobre las respuestas de cada grupo). Asimismo, esto deberá estar en todas las carpetas, por ende deberán copiarlas todos. (20 minutos)
  • 9. Clase N°2 (120 minutos) Tema: Lo real maravilloso americano. Inicio: Se retomarán de ser necesario algún tipo de problemática en la redacción de las preguntas solicitadas. (5 minutos) Desarrollo: Luego lectura socializada de “La lluvia” de Arturo Uslar Pietri. Allí se irán haciendo pausas en el desarrollo que permitan ir reconociendo o no algunas características de lo real maravilloso o según Ana María Barrenechea, una tercera clasificación que mezcla lo fantástico con lo maravilloso. (Explicar que existe una rigidez de exclusiones genéricas para clasificar y que, en la actualidad se construyen géneros híbridos en el que éstas categorías aparecen entrelazadas) (40 minutos) A partir de allí postularé la lectura de otro cuento, sin embargo, esta será silenciosa e individual, junto con preguntas que guíen la lectura. El texto para trabajar será: “Un hombre viene bajo la lluvia” de Gabriel García Márquez (1954) (20 minutos) 1. ¿Cómo se relaciona la pregunta que plantea Alejo Carpentier en referencia a lo real maravilloso en este cuento? ¿Se podría clasificar solo en la categoría que emplea el autor? (20 minutos) Cierre: Propuesta de escritura creativa en la que se llevarán las cartas de Vladimir Propp junto con un número de la guía de San Cono que será sacado al azar de una bolsa (00 al 99). Esto luego se utilizará como puntapié inicial para la escritura de un relato en el que aparezcan los objetos o situaciones. Asimismo,
  • 10. deberán integrar elementos de lo real maravilloso vistos en clase para su narración. (Individual o en duplas) (40 minutos) Ejemplo: “prohibición”, “partida” (de las cartas de Propp) Número al azar: 15 (Niña bonita) (hacer el ejemplo) *Deberán pasar las producciones creativas en el procesador textos que tengan en sus computadoras, ya sea Word o alguno similar y guardarlas como pdf. Luego se hará en clase una cuenta “Issuu” y a partir de allí se subirán los trabajos. Asimismo, explicar que es un servicio en línea que va a permitirles ver sus producciones de forma digital en una especie de libro. A su vez, esto será subido al blog elaborado. La finalidad es que las elaboraciones que realicen no quede solo en el aula y para un solo destinatario, el docente. Clase 3 (120 minutos) Tema: Lo real maravillo en Gabriel García Márquez. Inicio: Se retomará algún escrito que no haya sido expuesto la clase anterior (de ser necesario). Breve reseña del contexto histórico de Márquez y la influencia en su narrativa. Aquí se pasará un video relacionado con el autor en la sala de informática preparada para este tipo de proyecciones. (Esta parte de la clase se pasa a la próxima) https://www.youtube.com/watch?v=D_l0lAR_i14&t=193s (30 minutos) Desarrollo: Se hará la lectura de “La Viuda de Montiel” de Gabriel García Márquez. (20 minutos) A partir de allí deberán “discutir” en grupos sobre lo leído y como se relaciona con lo visto. (15 minutos)
  • 11. Cierre: Luego deberán realizar un ensayo individual (ya que vieron su estructura, sin embargo, repetiré la misma) sobre la narrativa de Márquez y en particular del tratamiento en el texto. (40 minutos) recorreré los bancos para ayudar en la elaboración del texto, de ser necesario podrán recurrir a información de internet. (esto se invirtió de orden por complejidad, es decir, en primer lugar se trabajará la reseña y luego el ensayo) Clase N°4 (120 minutos) Tema: Lo real maravilloso en producciones propias y reseñas de los autores trabajados. Inicio: Se retomarán las producciones elaboradas con temática sobre lo real maravilloso en sus textos. Ya que algunos estudiantes tenían pudor, les propuse que se intercambien los escritos con sus compañeros para ser compartidos. Sin embargo, una alumna decidió leer su propia escritura. (20 minutos para socializar debido a que la última clase solo se leyó una). Desarrollo: Breve reseña del contexto histórico de Márquez y la influencia en su narrativa. Esto debido a que en la última clase (10/10) tuvieron que realizar una segunda lectura de un texto de Gabriel García Márquez en clase. La idea es conocer al autor de carne y hueso que elaboró los textos vistos. Aquí se pasará una conferencia sobre el autor. https://www.youtube.com/watch?v=D_l0lAR_i14&t=193s (30 minutos) Luego se hará la lectura de “La Viuda de Montiel” de Gabriel García Márquez. (20 minutos) A partir de allí deberán “discutir” en grupos sobre lo leído y como se relaciona con lo visto. (10 minutos) Cierre:
  • 12. Se verán algunas reseñas elaboradas por los “Booktubers” relacionadas con algunos de los autores vistos, como por ejemplo, Miguel Ángel Asturias, y Gabriel García Márquez. El objetivo de esta selección está relacionado con el fin de captar el interés de los estudiantes. https://www.youtube.com/watch?v=2G6OYiTxZzg (7:37) https://www.youtube.com/watch?v=Fq4FT9a9Twk (12:24) (30 minutos) A partir de allí podrán discutir sobre las reseñas vistas. Por otra parte, les avisaré que la próxima clase elaborarán una reseña tipo “Booktubers”. Tendrán que atravesar las siguientes etapas:  Elaboración de una reseña de forma escrita;  Luego tendrán que hacer la puesta en escena de la reseña, se podrán guiar con el texto. Esto lo harán en el software predeterminado que tengan en cada celular.  Si no se animan a mostrarse pueden utilizar títeres para la puesta en escena con el material que ellos elijan.  Estos videos serán subidos a Youtube y luego compartidos en el blog elaborado en la cátedra. (10 minutos) Clase N° 5 (120 minutos) Tema: Producción de reseñas informativas. Inicio: Se recuperarán las características de las reseñas vistas la clase anterior y les llevaré un ejemplo (reseña sobre Roberto Artl). Esto para reconocer la estructura de este tipo de texto. (20 minutos) Desarrollo: Deberán elegir un cuento de los trabajados hasta el momento y elaborar una reseña informativa sobre el mismo. Si se animan podrán optar entre la forma escrita o similar a las que vieron de los Booktubers. En la reseña tendrán que hablar sobre cómo aborda la realidad el autor visto en su narrativa. El objetivo es que los estudiantes realicen producciones de índole académico y a su vez reconocer qué opinión tienen sobre los textos trabajados. (20 minutos) A partir de allí, se trabajará sobre cuestiones formales que deberán incorporar a la hora de pasarlo a word: título del ensayo, debajo el nombre completo del estudiante, (esto deberá estar en parte superior derecha del Word); a continuación en el siguiente
  • 13. apartado debe aparecer, el lugar de publicación de la obra elegida; la Editorial, año y cantidad de páginas del libro. (Esto debe ir debajo del nombre pero en el lado izquierdo del documento). El ejemplo del ensayo sobre Roberto Arlt servirá para mostrar visualmente estas cuestiones formales. (20 minutos) Asimismo, para la elaboración deberán poner atención a: conocer la obra que se intenta reseñar (cómo se estructura el cuento por ejemplo), tener presente que el público al que está destinado puede no haber leído la obra, por ello se tiene que entender aquello que se está leyendo y que, a su vez, estos puedan encontrar ahí de qué trata y porqué se lo relaciona con el movimiento ya trabajado en clase. Luego deberán elaborar el plan del texto que podrá tener la siguiente lógica: presentación del libro del que seleccionan el cuento, acompañado del año de su publicación. A su vez dar datos de otras publicaciones, una hipótesis (pregunta que deseen indagar sobre el autor (¿En qué se basa parte de la realidad que aparece en la narrativa de Gabriel García Márquez?), luego los argumentos que necesiten para ejemplificar su postura (material crítico de cada cuento que me encargaré de seleccionar para ayudarlos y si no, podrán salir a la biblioteca, ya que allí hay conexión a internet. Asimismo, una opinión sobre la obra seleccionada que puede ser negativa o positiva, y por último un cierre del escrito. (40 minutos) Cierre: Continuarán luego del recreo con la escritura del primer borrador de la reseña. Iré por los bancos para ver los avances de las producciones para que puedan entregarlos. Extensión máxima una página A4 de Word, letra Arial N°11 o 12, justificado, interlineado 1,5. La finalidad es subir estos textos al blog creado para que tengan difusión por internet y, para que otras personas puedan consultarlos. (20 minutos) Se hará una breve introducción sobre el uso del formato de Word en la sala de informática (cañón). Los trabajos deberán ser tipeados en computadora. Una vez pasados al procesador de texto que tengan en sus computadoras, las reseñas podrán ser subidas al blog de la cátedra. Además se utilizará un tutorial para registrar los derechos de autor en “Creative Commmons3”. Apartir de allí se deberán crearse una cuenta para mantener no sólo sus derechos como autores, sino aplicar esta licencia según el uso que deseen que se haga con el texto. Clase N°6 (120 minutos) Tema: Reseñas críticas Inicio: Se retomarán los borradores de las reseñas entregadas para socializar y dar tiempo de una nueva entrega de ser necesario o terminar con las mismas. (20 minutos)
  • 14. Desarrollo: Lectura socializada de “Leyendas del sombrerón" de Miguel Ángel Asturias. (20 minutos) A partir de allí se debatirá acerca de la narrativa de este autor y la influencia recibida de sus propios estudios antropológicos y lingüísticos. (Llevaré información sobre este autor para que trabajen, es decir, una ficha de cátedra y se les dará una biografía sobre el autor para que puedan contextualizar su trabajo) (20 minutos) Este escrito deberá ser similar en cuanto a estructura a la reseña informativa pero de mayor extensión. Además, tendrán que ponerse de acuerdo en la producción en duplas de la misma. (Extensión máxima dos páginas A4, letra Arial N°11 o 12, justificado, interlineado 1,5) (20 minutos) Cierre: Luego se comenzará con la escritura de una reseña crítica grupal (dos personas) en la que deberán incorporar la estructura anterior, pero se tendrán que poner de acuerdo en qué se van centrar (datos del contexto del autor y la influencia en su narrativa, es decir la realidad creada en sus obras) en este caso sobre Miguel Ángel Asturias. Acá podrán elegir alguno que no hayamos trabajado sobre este autor o alguno de los vistos. (Llevaré las demás leyendas del autor en formato pdf) (40 minutos). Corpus literario completo de trabajo (clase 1 a 6) Leyenda del volcán Leyendas de Guatemala [Leyenda - Texto completo.] Miguel Ángel Asturias Hubo en un siglo un día que duró muchos siglos Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles: los tres que venían en el viento y los tres que venían en el agua, aunque no se veían más que tres. Tres estaban escondidos en el río y sólo les veían los que venían en el viento cuando bajaban del monte a beber agua. Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles. Los tres que venían en el viento correteaban en la libertad de las campiñas sembradas de maravillas.
  • 15. Los tres que venían en el agua se colgaban de las ramas de los árboles copiados en el río a morder las frutas o a espantar los pájaros, que eran muchos y de todos colores. Los tres que venían en el viento despertaban a la tierra, como los pájaros, antes que saliera el sol, y anochecido, los tres que venían en el agua se tendían como los peces en el fondo del río sobre las yerbas pálidas y elásticas, fingiendo gran fatiga; acostaban a la tierra antes que cayera el sol. Los tres que venían en el viento, como los pájaros, se alimentaban de frutas. Los tres que venían en el agua, como los peces, se alimentaban de estrellas. Los tres que venían en el viento pasaban la noche en los bosques, bajo las hojas que las culebras perdidizas removían a instantes o en lo alto de las ramas, entre ardillas, pizotes, micos, micoleones, garrobos y mapaches. Y los tres que venían en el agua, ocultos en la flor de las pozas o en las madrigueras de lagartos que libraban batallas como sueños o anclaban a dormir como piraguas. Y en los árboles que venían en el viento y pasaban en el agua, los tres que venían en el viento, los tres que venían en el agua, mitigaban el hambre sin separar los frutos buenos de los malos, porque a los primeros hombres les fue dado comprender que no hay fruto malo; todos son sangre de la tierra, dulcificada o avinagrada, según el árbol que la tiene. -¡Nido!… Pió Monte en un Ave. Uno de los del viento volvió a ver y sus compañeros le llamaron Nido. Monte en un Ave era el recuerdo de su madre y su padre, bestia color de agua llovida que mataron en el mar para ganar la tierra, de pupilas doradas que guardaban al fondo dos crucecitas negras, olorosas a pescado femenina como dedo meñique. A su muerte ganaron la costa húmeda, surgiendo en el paisaje de la playa, que tenía cierta tonalidad de ensalmo: los chopos dispersos y lejanos los bosques, las montañas, el río que en el panorama del valle se iba quedando inmóvil… ¡La Tierra de los Árboles! Avanzaron sin dificultad por aquella naturaleza costeña fina como la luz de los diamantes, hasta la coronilla verde de los cabazos próximos y al acercarse al río la primera vez, a mitigar la sed, vieron caer tres hombres al agua. Nido calmó a sus compañeros -extrañas plantas móviles-, que miraban sus retratos en el río sin poder hablar. -¡Son nuestras máscaras, tras ellas se ocultan nuestras caras! ¡Son nuestros dobles, con ellos nos podemos disfrazar! ¡Son nuestra madre, nuestro padre, Monte en un Ave, que matamos para ganar la tierra! ¡Nuestro nahual! ¡Nuestro natal! La selva prologaba el mar en tierra firme. Aire líquido, hialino casi bajo las ramas, con trasparencias azules en el claroscuro de la superficie y verdes de fruta en lo profundo. Como si se acabara de retirar el mar, se veía el agua hecha luz en cada hoja, en cada bejuco, en cada reptil, en cada flor, en cada insecto… La selva continuaba hacia el Volcán henchida, tupida, crecida, crepitante, con estéril fecundidad de víbora: océano de hojas reventando en rocas o anegado en pastos, donde las huellas de los plantígrados dibujaban mariposas y leucocitos el sol.
  • 16. Algo que se quebró en las nubes sacó a los tres hombres de su deslumbramiento. Dos montañas movían los párpados a un paso del río: La que llamaban Cabrakán, montaña capacitada para tronchar una selva entre sus brazos y levantar una ciudad sobre sus hombros, escupió saliva de fuego hasta encender la tierra. Y la incendió. La que llamaban Hurakán, montaña de nubes, subió al volcán a pelar el cráter con la uñas. El cielo repentinamente nublado, detenido el día sin sol, amilanadas las aves que escapaban por cientos de canastos, apenas se oía el grito de los tres hombres que venían en el viento, indefensos como los árboles sobre la tierra tibia. En las tinieblas huían los monos, quedando de su fuga el eco perdido entre las ramas. Como exhalaciones pasaban los venados. En grandes remolinos se enredaban los coches de monte, torpes, con las pupilas cenicientas. Huían los coyotes, desnudando los dientes en la sombra al rozarse unos con otros, ¡qué largo escalofrío…! Huían los camaleones, cambiando de colores por el miedo; los tacuazines, las iguanas, los tepescuintles, los conejos, los murciélagos, los sapos, los cangrejos, los cutetes, las taltuzas, los pizotes, los chinchintores, cuya sombra mata. Huían los cantiles, seguidos de las víboras de cascabel, que con las culebras silbadoras y las cuereadoras dejaban a lo largo de la cordillera la impresión salvaje de una fuga en diligencia. El silbo penetrante uníase al ruido de los cascabeles y al chasquido de las cuereadoras que aquí y allá enterraban la cabeza, descargando latigazazos para abrirse campo. Huían los camaleones, huían las dantas, huían los basiliscos, que en ese tiempo mataban con la mirada; los jaguares (follajes salpicados de sol), los pumas de pelambre dócil, los lagartos, los topos, las tortugas, los ratones, los zorrillos, los armados, los puercoespines, las moscas, las hormigas… Y a grandes saltos empezaron a huir las piedras, dando contra las ceibas, que caían como gallinas muertas y a todo correr, las aguas, llevando en las encías una gran sed blanca, perseguidas por la sangre venosa de la tierra, lava quemante que borraba las huellas de las patas de los venados, de los conejos, de los pumas, de los jaguares, de los coyotes; las huellas de los peces en el río hirviente; las huellas de la aves en el espacio que alumbraba un polvito de luz quemada, de ceniza de luz, en la visión del mar. Cayeron en las manos de la tierra, mendiga ciega que no sabiendo que eran estrellas, por no quemarse, las apagó. Nido vio desaparecer a sus compañeros, arrebatados por el viento, y a sus dobles, en el agua arrebatados por el fuego, a través de maizales que caían del cielo en los relámpagos, y cuando estuvo solo vivió el Símbolo. Dice el Símbolo: Hubo en un siglo un día que duro muchos siglos. Un día que fue todo mediodía, un día de cristal intacto, clarísimo, sin crepúsculo ni aurora. -Nido -le dijo el corazón-, al final de este camino… Y no continuó porque una golondrina pasó muy cerca para oír lo que decía.
  • 17. Y en vano esperó después la voz de su corazón, renaciendo en cambio, a manera de otra voz en su alma, el deseo de andar hacia un país desconocido. Oyó que le llamaban. Al sin fin de un caminito, pintado en el paisaje como el de un pan de culebra le llamaba una voz muy honda. Las arenas del camino, al pasar él convertíanse en alas, y era de ver cómo a sus espaldas se alzaba al cielo un listón blanco, sin dejar huella en la tierra. Anduvo y anduvo… Adelante, un repique circundó los espacios. Las campanas entre las nubes repetían su nombre: ¡Nido! ¡Nido! ¡Nido! ¡Nido! ¡Nido! ¡Nido! ¡Nido! Los árboles se poblaron de nidos. Y vio un santo, una azucena y un niño. Santo, flor, y niño la trinidad le recibía. Y oyó: ¡Nido, quiero que me levantes un templo! La voz se deshizo como manojo de rosas sacudidas al viento y florecieron azucenas en la mano del santo y sonrisas en la boca del niño. Dulce regreso de aquel país lejano en medio de una nube de abalorio. El Volcán apagaba sus entrañas -en su interior había llorado a cántaros la tierra lágrimas recogidas en un lago, y Nido, que era joven, después de un día que duró muchos siglos, volvió viejo, no quedándole tiempo sino para fundar un pueblo de cien casitas alrededor de un templo. FIN Leyendas de Guatemala, 1930
  • 18. La lluvia de Arturo Uslar Pietri La luz de la luna entraba por todas las rendijas del rancho y el ruido del viento en el maizal, compacto y menudo como la lluvia. En la sombra acuchillada de láminas claras oscilaba el chinchorro lento del viejo zambo; acompasadamente chirriaba la atadura de la cuerda sobre la madera y se oía la respiración corta y silbosa de la mujer que estaba echada sobre el catre del rincón. La patinadura del aire sobre las hojas secas del maíz y de los árboles sonaba cada vez más a lluvia, poniendo un eco húmedo en el ambiente terroso y sólido. Se oía en lo hondo, como bajo piedra, el latido de la sangre girando ansiosamente. La mujer sudorosa e insomne prestó oído, entreabrió los ojos, trató de adivinar por las rayas luminosas, atisbó un momento, miró el chinchorro, quieto y pesado, y llamó con voz agria: —¡Jesuso! Calmó la voz esperando respuesta y entretanto comentó alzadamente. —Duerme como un palo. Para nada sirve. Si vive como si estuviera muerto... El dormido salió a la vida con la llamada, desperezóse y preguntó con voz cansina: —¿Qué pasa Usebia? ¿Qué escándalo es ese? ¡Ni de noche puedes dejar en paz a la gente! —Cállate, Jesuso y oye. —¿Qué? —Está lloviendo, lloviendo, ¡Jesuso! y no lo oyes. ¡Hasta sordo te has puesto! Con esfuerzo, malhumorado, el viejo se incorporó, corrió a la puerta, la abrió violentamente y recibió en la cara y en el cuerpo medio desnudo la plateadura de la
  • 19. luna llena y el soplo ardiente que subía por la ladera del conuco agitando las sombras. Lucían todas las estrellas. Alargó hacia la intemperie la mano abierta, sin sentir una gota. Dejó caer la mano, aflojó los músculos y recostóse en el marco de la puerta. —¿Ves vieja loca, tu aguacero? Ganas de trabajar la paciencia. La mujer quedóse con los ojos fijos mirando la gran claridad que entraba por la puerta. Una rápida gota de sudor le cosquilleó en la mejilla. El vaho cálido inundaba el recinto. Jesús tornó a cerrar, caminó suavemente hasta el chinchorro, estiróse y se volvió a oír el crujido de la madera en la mecida. Una mano colgaba hasta el suelo resbalando sobre la tierra del piso. La tierra estaba seca como una piel, áspera, seca hasta en el extremo de las raíces, ya como huesos; se sentía flotar sobre ella una fiebre de sed, un jadeo, que torturaba los hombres. Las nubes oscuras como sombras de árbol se habían ido, se habían perdido tras de los últimos cerros más altos, se habían ido como el sueño, como el reposo. El día era ardiente. La noche era ardiente, encendida de luces fijas y metálicas. En los cerros y los valles pelados, llenos de grietas como bocas, los hombres se consumían torpes, obsesionados por el fantasma pulido del agua, mirando señales, escudriñando anuncios... Sobre los valles y los cerros, en cada rancho, pasaban y repasaban las mismas palabras. —Cantó el carrao. Va a llover... —¡No lloverá! Se la daban como santo y seña de la angustia. —Ventó del abra. Va a llover... —¡No lloverá! Se lo repetían como para fortalecerse en la espera infinita. —Se callaron las chicharras. Va a llover... —¡No lloverá! La luz y el sol eran de cal cegadora y asfixiante. —Si no llueve, Jesuso, ¿qué va a pasar? Miró la sombra que se agitaba fatigosa sobre el catre, comprendió su intención de multiplicar el sufrimiento con las palabras, quiso hablar, pero la somnolencia le tenía tomado el cuerpo, cerró los ojos y se sintió entrando al sueño.
  • 20. Con la primera luz de la mañana Jesuso salió al conuco y comenzó a recorrerlo a paso lento. Bajo sus pies descalzos crujían las hojas vidriosas. Miraba a ambos lados las largas hileras del maizal amarillas y tostadas, los escasos árboles desnudos y en lo alto de la colina, verde profundo, un cactus vertical. A ratos deteníase, tomaba en la mano una vaina de frejol reseca y triturábala con lentitud haciendo saltar por entre los dedos los granos rugosos y malogrados. A medida que subía el sol, la sensación y el color de aridez eran mayores. No se veía nube en el cielo de un azul llama. Jesuso, como todos los días iba, sin objeto, porque la siembra estaba ya perdida, recorriendo las veredas del conuco, en parte por inconsciente costumbre, en parte por descansar de la hostil murmuración de Usebia. Todo lo que se dominaba del paisaje, desde la colina, era una sola variedad de amarillo sediento sobre valles estrechos y cerros calvos, en cuyo flanco una mancha de polvo calcáreo señalaba el camino. No se observaba ningún movimiento de vida, el viento quieto, la luz fulgurante. Apenas la sombra si se iba empequeñeciendo. Parecía aguardarse un incendio. Jesuso marchaba despacio, deteniéndose a ratos como un animal amaestrado, la vista sobre el suelo, y a ratos conversando consigo mismo. —¡Bendito y alabado! ¿Qué va a ser de la pobre gente con esta sequía? Este año ni una gota de agua y el pasado fue un inviernazo que se pasó de aguado, llovió más de la cuenta, creció el río, acabó con las vegas, se llevó el puente... Está visto que no hay manera... Si llueve, porque llueve... Si no llueve, porque no llueve... Pasaba del monólogo a un silencio desierto y a la marcha perezosa, la mirada por tierra, cuando sin ver sintió algo inusitado, en el fondo de la vereda y alzó los ojos. Era el cuerpo de un niño. Delgado, menudo, de espaldas, en cuclillas fijo y abstraído mirando hacia el suelo. Jesuso avanzó sin ruido, y sin que el muchacho lo advirtiera, vino a colocársele por detrás, dominando con su estatura lo que hacía. Corría por tierra culebreando un delgado hilo de orina, achatado y turbio de polvo en el extremo, que arrastraba algunas pajas mínimas. En ese instante, de entre sus dedos mugrientos, el niño dejaba caer una hormiga. —Y se rompió la represa... y ha venido la corriente... bruum... bruuuum... bruuuuuum... y la gente corriendo... y se llevó la hacienda de tío sapo... y después el hato de tía tara... y todos los palos grandes... zaaas... bruuuuum... y ahora tía hormiga metida en esa aguazón... Sintió la mirada, volvióse bruscamente, miró con susto la cara rugosa del viejo y se alzó entre colérico y vergonzoso. Era fino, elástico, las extremidades largas y perfectas, el pecho angosto, por entre el dril pardo la piel dorada y sucia, la cabeza inteligente, móviles los ojos, la nariz vibrante y aguda, la boca femenina. Lo cubría un viejo sombrero de fieltro, ya humano
  • 21. de uso, plegado sobre las orejas como bicornio, que contribuía a darle expresión de roedor, de pequeño animal inquieto y ágil. Jesuso terminó de examinarlo en silencio y sonrió. —¿De dónde sales muchacho? —De por ahí... —¿De donde? —De por ahí. Y extendió con vaguedad la mano sobre los campos que se alcanzaban. —¿Y qué vienes haciendo? —Caminando. La impresión de la respuesta dábale cierto tono autoritario y alto, que extrañó al hombre. —¿Cómo te llamas? —Como me puso el cura. Jesús arrugó el gesto, degradado por la actitud terca y huraña. El niño pareció advertirlo y compensó las palabras con una expresión confiada y familiar. —No seas malcriado —comentó el viejo, pero desarmado por la gracia bajó a un tono más íntimo—. ¿Por qué no contestas? —¿Para qué pregunta? —replicó con candor extraordinario. —Tú escondes algo. O te has ido de casa de tu taita. —No, señor. Preguntaba casi sin curiosidad, monótonamente, como jugando un juego. —O has echado alguna lavativa. —No, señor. —O te han botado por maluco. —No, señor. Jesuso se rascó la cabeza y agregó con sorna: —O te empezaron a comer las patas y te fuistes, ¿ah, vagabundito? El muchacho no respondió, se puso a mecerse sobre los pies, los brazos a la espalda, chasqueando la lengua contra el paladar.
  • 22. —¿Y para dónde vas ahora? —Para ninguna parte. —¿Y qué estás haciendo? —Lo que usted ve. —¡Buena cochinada! El viejo Jesuso no halló más que decir; quedaron callados frente a frente, sin que ninguno de los dos se atreviese a mirarse a los ojos. Al rato, molesto por aquel silencio y aquella quietud que no hallaba cómo romper, empezó a caminar lentamente como un animal enorme y torpe, casi como si quisiera imitar el paso de un animal fantástico, advirtió que lo estaba haciendo, y lo ruborizó pensar que pudiera hacerlo para divertir al niño. —¿Vienes? —preguntó simplemente—. Calladamente el muchacho se vino siguiéndolo. En llegando a la puerta del rancho halló a Usebia atareada encendiendo el fuego. Soplaba con fuerza sobre un montoncito de maderas de cajón de papeles amarillos. —Usebia, mira —llamó con timidez—. Mira lo que ha llegado. —Ujú —gruñó sin tornarse, y continuó soplando. El viejo tomó al niño y lo colocó ante sí, como presentándolo, las dos manos oscuras y gruesas sobre los hombros finos. —¡Mira, pues! Giró agria y brusca y quedó frente al grupo, viendo con esfuerzo por los ojos llorosos de humo. —¿Ah? Una vaga dulzura le suavizó lentamente la expresión. —Ajá. ¿Quién es? Ya respondía con sonrisa a la sonrisa del niño. —¿Quién eres? —Pierdes tu tiempo en preguntarle, porque este sinverguenza no contesta. Quedó un rato viéndolo, respirando su aire, sonriéndole, pareciendo comprender algo que escapaba a Jesuso. Luego muy despacio se fue a un rincón, hurgó en el fondo de una bolsa de tela roja y sacó una galleta amarilla, pulida como metal de dura y vieja. La dio al niño y mientras este mascaba con dificultad la tiesa pasta, continuó contemplándolos, a él y al viejo alternativamente, con aire de asombro, casi de angustia. Parecía buscar dificultosamente un fino y perdido hilo de recuerdo.
  • 23. —¿Te acuerdas, Jesuso, de Cacique? El pobre. La imagen del viejo perro fiel desfiló por sus memorias. Una compungida emoción los acercaba. —Ca-ci-que... —dijo el viejo como aprendiendo a deletrear. El niño volvió la cabeza y lo miró con su mirada entera y pura. Miró a su mujer y sonrieron ambos tímidos y sorprendidos. A medida que el día se hacía grande y profundo, la luz situaba la imagen del muchacho dentro del cuadro familiar y pequeño del rancho. El color de la piel enriquecía el tono moreno de la tierra pisada, y en los ojos la sombra fresca estaba viva y ardiente. Poco a poco las cosas iban dejando sitio y organizándose para su presencia. Ya la mano corría fácil sobre la lustrosa madera de la mesa, al pie hallaba el desnivel del umbral, el cuerpo se amoldaba exacto al butaque de cuero y los movimientos cabían con gracia en el espacio que los esperaba. Jesuso, entre alegre y nervioso, había salido de nuevo al campo y Usebia se atareaba, procurando evadirse de la soledad frente al ser nuevo. Removía la olla sobre el fuego, iba y venía buscando ingredientes para la comida, y a ratos, mientras le volvía la espalda, miraba de reojo al niño. Desde donde lo vislumbraba quieto, con las manos entre las piernas, la cabeza doblada mirando los pies golpear el suelo, comenzó a llegarle un silbido menudo y libre que no recordaba música. Al rato preguntó casi sin dirigirse a él: —¿Quién es el grillo que chilla? Creyó haber hablado muy suave, porque no recibió respuesta sino el silbido, ahora más alegre y parecido a la brusca exaltación del canto de los pájaros. —¡Cacique! —insinuó casi con verguenza—. ¡Cacique! Mucho gozo le produjo al, oír el ¡ah! del niño. —¿Cómo te está gustando el nombre? Una pausa y añadió: —Yo me llamo Usebia. Oyó como un eco apagado: —Velita de sebo... Sonrió entre sorprendida y disgustada. —¿Cómo que te gusta poner nombres? —Usted fue quien me lo puso a mí.
  • 24. —Verdad es. Iba a preguntarle si estaba contento, pero la dura costra que la vida solitaria había acumulado sobre sus sentimientos le hacía difícil, casi dolorosa, la expresión. Tornó a callar y a moverse mecánicamente en una imaginaria tarea, eludiendo los impulsos que la hacían comunicativa y abierta. El niño recomenzó el silbido. La luz crecía, haciendo más pesado el silencio. Hubiera querido comenzar a hablar disparatadamente de todo cuanto le pasaba por la cabeza, o huir de la soledad para hallarse de nuevo consigo misma. Soportó callada aquel vértigo interior hasta el límite de la tortura, y cuando se sorprendió hablando ya no se sentía ella, sino algo que fluía como la sangre de una vena rota. —Tú vas a ver como todo cambiará ahora, Cacique. Ya yo no podía aguantar más a Jesuso... La visión del viejo oscuro, callado, seco, pasó entre las palabras. Le pareció que el muchacho había dicho "lechuzo", y sonrió con torpeza, no sabiendo si era resonancia de sus propias palabras. —...no sé como lo he aguantado toda la vida. Siempre ha sido malo y mentiroso. Sin ocuparse de mí... El sabor de la vida amarga y dura se concentraba en el recuerdo de su hombre, cargándolo con las culpas que no podía aceptar. —...ni el trabajo del campo lo sabe con tantos años. Otros hubieran salido de abajo y nosotros para atrás y para atrás. Y ahora este año, Cacique... Se interrumpió suspirando y continuó con firmeza y la voz alzada, como si quisiera que la oyese alguien más lejos: —...no ha venido el agua. El verano se ha quedado viejo quemándolo todo. ¡No ha caído ni una gota! La voz cálida en el aire tórrido trajo un asia de frescura imperiosa, una angustia de sed. El resplandor de la colina tostada, de las hojas secas, de la tierra agrietada, se hizo presente como otro cuerpo y alejó las demás preocupaciones. Guardó silencio algún tiempo y luego concluyó con voz dolorosa: —Cacique, coge esa lata y baja a la quebrada a buscar agua. Miraba a Usebia atarearse en los preparativos del almuerzo y sentía un contento íntimo como si se preparara una ceremonia extraordinaria, como si acaso acabara de descubrir el carácter religioso del alimento.
  • 25. Todas las cosas usuales se habían endomingado, se veían más hermosas, parecían vivir por primera vez. —¿Está buena la comida, Usebia? La respuesta fue tan extraordinaria como la pregunta. —Está buena, viejo. El niño estaba afuera, pero su presencia llegaba hasta ellos de un modo imperceptible y eficaz. La imagen del pequeño rostro agudo y huroneante, les provocaba asociaciones de ideas nuevas. Pensaban con ternura en objetos que antes nunca habían tenido importancia. Alpargatitas menudas, pequeños caballos de madera, carritos hechos con ruedas de limón, metras de vidrio irizado. El gozo mutuo y callado los unía y hermoseaba. También ambos parecían acabar de conocerse, y tener sueños para la vida venidera. Estaban hermosos hasta sus nombres y se complacían en decirlos solamente. —Jesuso... —Usebia... Ya el tiempo no era un desesperado aguardar, sino una cosa ligera, como fuente que brotaba. Cuando estuvo lista la mesa, el viejo se levantó, atravesó la puerta y fue a llamar al niño que jugaba afuera, echado por tierra, con una cerbatana. —¡Cacique, vente a comer! El niño no lo oía, abstraído en la contemplación del insecto verde y fino como el nervio de una hoja. Con los ojos pegados a la tierra, la veía crecida como si fuese de su mismo tamaño, como un gran animal terrible y monstruoso. La cerbatana se movía apenas, girando sobre sus patas, entre la voz del muchacho, que canturreaba interminablemente: —"Cerbatana, cerbatanita, ¿de qué tamaño es tu conuquito?" El insecto abría acompasadamente las dos patas delanteras, como mensurando vagamente. La cantinela continuaba acompañando el movimiento de la cerbatana, y el niño iba viendo cada vez más diferente e inesperado el aspecto de la bestezuela, hasta hacerla irreconocible en su imaginación. —Cacique, vente a comer. Volvió la cara y se alzó con fatiga, como si regresase de un largo viaje. Penetró tras el viejo en el rancho lleno de humo. Usebia servía el almuerzo en platos de peltre desportillados. En el centro de la mesa se destacaba blanco el pan de maíz, frío y rugoso.
  • 26. Contra su costumbre, que era estarse lo más del día vagando por las siembras y laderas, Jesuso regresó al rancho poco después del almuerzo. Cuando volvía a las horas habituales, le era fácil repetir gestos consuetudinarios, decir las frases acostumbradas y hallar el sitio exacto en que su presencia aparecía como un fruto natural de la hora, pero aquel regreso inusitado representaba una tan formidable alteración del curso de su vida, que entró como avergonzado y comprendió que Usebia debía estar llena de sorpresa. Sin mirarla de frente, se fue al chinchorro y echóse a lo largo. Oyó sin extrañeza como lo interpelaba. —¡Ajá! ¿cómo que arreció la flojera? Buscó una excusa. —¿Y qué voy a hacer en ese cerro achicharrado? Al rato volvió la voz de Usebia, ya dócil y con más simpatía. —¡Tanta falta que hace el agua! Si acabara de venir un aguacero, largo y bueno. ¡Santo Dios! —La calor es mucha y el cielo purito. No se mira venir agua de ningún lado. —Peo si lloviera se podría hacer otra siembra. —Sí, se podría. —;Y daría más plata, porque se ha secado mucho conuco. —Sí, daría. —Con un solo aguacero se pondría verdecita toda esa falda. —Y con la plata podríamos comprarnos un burro, que nos hace mucha falta. Y unos camisones para tí, Usebia. La corriente de ternura brotó inesperadamente y con su milagro hizo sonreír a los viejos. —Y para tí, Jesuso, una buena cobija que no se pase. Y casi en coro los dos: —¿Y para Cacique? —Lo llevaremos al pueblo para que coja lo que le guste. La luz que entraba por la puerta del rancho se iba haciendo tenue, difusa, oscura, como si la hora avanzase y sin embargo no parecía haber pasado tanto tiempo desde el almuerzo. Llegaba brisa teñida de humedad que hacía más grato el encierro de la habitación.
  • 27. Todo el medio día lo habían pasado casi en silencio, diciendo sólo, muy de tiempo en tiempo, algunas palabras vagas y banales por lo que secretamente y de modo basto asomaba un estado de alma nuevo, una especie de calma, de paz, de cansancio feliz. —Ahorita está oscuro —dijo Usebia, mirando el color ceniciento que llegaba a la puerta. —Ahorita —asintió distraídamente el viejo. E inesperadamente agregó: —¿Y qué se ha hecho Cacique en toda la tarde?... Se habrá quedado por el conuco jugando con los animales que encuentra. Con cuanto bichito mira, se para y se pone a conversar como si fuera gente. Y más luego añadió, después de haber dejado desfilar lentamente por su cabeza todas las imágenes que suscitaban sus palabras dichas: —...y lo voy a buscar, pues. Alzóse del chinchorro con pereza y llegó a la puerta. Todo el amarillo de la colina seca se había tornado en violeta bajo la luz de gruesos nubarrones negros que cubrían el cielo. Una brisa aguda agitaba todas las hojas tostadas y chirriantes. —Mira, Usebia —llamó. Vino la vieja al umbral preguntando: —¿Cacique está allí? —¡No! Mira el cielo negrito, negrito. —Ya así se ha puesto otras veces y no ha sido agua. Ella quedó enmarcada y él salio al raso, hizo hueco con las manos y lanzó un grito lento y espacioso. —¡Cacique! ¡Caciiiique! La voz se fue con la brisa, mezclada al ruido de las hojas, al hervor de mil ruidos menudos que como burbujas rodeaban a la colina. Jesuso comenzó a andar por la vereda más ancha del conuco. En la primera vuelta vio de reojo a Usebia, inmóvil, incrustada en las cuatro líneas del umbral, y la perdió siguiendo las sinuosidades. Cruzaba un ruido de bestezuelas veloces por la hojarasca caída y se oía el escalofriante vuelo de las palomitas pardas sobre el ancho fondo del viento inmenso que pasaba pesadamente. Por la luz y el aire penetraba una frialdad de agua. Sin sentirlo, estaba como ausente y metido por otras veredas más torcidas y complicadas que las del conuco, más oscuras y misteriosas. Caminaba mecánicamente, cambiando de velocidad, deteniéndose y hallándose de pronto parado en otro sitio.
  • 28. Suavemente las cosas iban desdibujándose y haciéndose grises y mudables, como de sustancia de agua. A ratos parecía a Jesuso ver el cuerpecito del niño en cuclillas entre los tallos del maíz, y llamaba rápido: —"Cacique" —pero pronto la brisa y la sombra deshacían el dibujo y formaban otra figura irreconocible. Las nubes mucho más hondas y bajas aumentaban por segundos la oscuridad. Iba a media falda de la colina y ya los árboles altos parecían columnas de humo deshaciéndose en la atmósfera oscura. Ya no se fiaba de los ojos, porque todas las formas eran sombras indistintas, sino que a ratos se paraba y prestaba oído a los rumores que pasaban. —¡Cacique! Hervía una sustancia de murmullos, de ecos, de crujidos, resonante y vasta. Había distinguido clara su voz entre la zarabanda de ruidos menudos y dispersos que arrastraba el viento. —Cerbatana, cerbatanita... Entre el humo vago que le llenaba la cabeza, una angustia fría y aguda lo hostigaba acelerando sus pasos y precipitándolo locamente. Entró en cuclillas, a ratos a cuatro patas, hurgando febril entre los tallos de maíz, y parándose continuamente a no oir sino su propia respiración, que resonaba grande. Buscaba con rapidez que crecía vertiginosamente, con ansia incontenible, casi sintiéndose él mismo, perdido y llamado. —¡Cacique! ¡Caciiiique! Había ido dando vueltas entre gritos y jadeos, extraviado, y sólo ahora advertía que iba de nuevo subiendo la colina. Con la sombra, la velocidad de la sangre y la angustia de la búsqueda inútil, ya no reconocía en sí mismo al manso viejo habitual, sino un animal extraño presa de un impulso de la naturaleza. No veía en la colina los familiares contornos, sino como un crecimiento y una deformación inopinados que se la hacían ajena y poblada de ruidos y movimientos desconocidos. El aire estaba espeso e irrespirable, el sudor le corría copioso y él giraba y corría siempre aguijoneado por la angustia. —¡Cacique! Ya era una cosa de vida o muerte hallar. Hallar algo desmedido que saldría de aquella áspera soledad torturadora. Su propio grito ronco parecía llamarlo hacia mil rumbos distintos, donde algo de la noche aplastante lo esperaba. Era agonía. Era sed. Un olor de surco recién removido flotaba ahora a ras de tierra, olor de hoja tierna triturada.
  • 29. Ya irreconocible, como las demás formas, el rostro del niño se deshacía en la tiniebla gruesa, ya no le miraba aspecto humano, a ratos no le recordaba la fisonomía, ni el timbre, no recordaba su silueta. —¡Cacique! Una gruesa gota fresca estalló sobre su frente sudorosa. Alzó la cara y otra le cayó sobre los labios partidos, y otras en las manos terrosas. —¡Cacique! Y otras frías en el pecho grasiento de sudor, y otras en los ojos turbios, que se empañaron. —¡Cacique! ¡Cacique! ¡Cacique!... Ya el contacto fresco le acariciaba toda la piel, le adhería las ropas, le corría por los miembros lasos. Un gran ruido compacto se alzaba de toda la hojarasca y ahogaba su voz. Olía profundamente a raíz, a lombriz de tierra, a semilla germinada, a ese olor ensordecedor de la lluvia. Ya no reconocía su propia voz, vuelta en el eco redondo de las gotas. Su boca callaba como saciada y parecía dormir marchando lentamente, apretado en la lluvia, calado en ella, acunado por su resonar profundo y basto. Ya no sabía si regresaba. Miraba como entre lágrimas al través de los claros flecos del agua la imagen oscura de Usebia, quieta entre la luz del umbral. Un hombre viene bajo la lluvia Otras veces había experimentado el mismo sobresalto cuando se sentaba a oír la lluvia. Sentía crujir la verja de hierro; sentía pasos de hombre en el sendero enladrillado y ruidos de botas raspadas en el piso, frente al umbral. Durante muchas nochesaguardóa que el hombre llamaraa lapuerta.Perodespués,cuandoaprendióa descifrar los innumerables ruidos de la lluvia, pensó que el visitante imaginario no pasaría nunca del umbral y se acostumbró a no esperarlo. Fue una resolución
  • 30. definitiva,tomadaenesaborrascosanoche de septiembre,cincoañosatrás,en que se pusoa reflexionarsobre suvida,yse dijo:"A este paso,terminaré porvolvermevieja". Desde entonces cambiaron los ruidos de la lluvia y otras voces reemplazaron a los pasos de hombre en el sendero de ladrillos. Es ciertoque a pesarde su decisiónde noesperarlomás,enalgunasocasionesla verja volvióacrujiry el hombre raspó otra vezsusbotas frente al umbral, como antes. Pero para entonces ella asistía a nuevas revelaciones de la lluvia. Entonces oía otra vez a Noel,cuandoteníaquince años,enseñandoleleccionesde catecismo a su papagayo; y oía la canciónremota y triste del gramófonoque vendieronaun corredor de baratijas, cuando murió el último hombre de la familia. ella había aprendido a rescatar de la lluvialasvocesperdidasenel pasadode lacasa, lasvocesmás puras y entrañables. De manera que hubo mucho de sorprendente y maravillosa novedad, esa noche de tormenta en que el hombre que tantas veces había abierto la verja de hierro caminó por el sendero enladrillado, tosió en el umbral y llamó dos veces a la puerta. Oscurecido el rostro por una irreprimible ansiedad, ella hizo un breve gesto con la mano, volvió la vista hacia donde estaba la otra mujer y dijo: "Ya está ahí". La otra estaba junto a la mesa, apoyados los codos en las gruesas tablas de roble sin pulir. Cuando oyó los golpes, desvió los ojos hacia la lámpara y pareció sacudida por una terebrante ansiedad. -¿Quién puede ser a estas horas?- dijo. Y ella, serena, otra vez, con la seguridad de quien está diciendo una frase madurada durante muchos años. -Eso es lo de menos. Cualquiera que sea debe estar emparamado. La otra se puso en pie, seguida minuciosamente por la mirada de ella. La vio coger la lámpara.La vioperderse enel corredor.Sintió, desde la sala en penumbras y entre el rumor de la lluvia que la oscuridad hacía más intenso, sintió los pasos de la otra, alejándose,cojeandoenlossueltosygastadosladrillosdel zaguán. Luego oyó el ruido de la lámpara que tropezó con el muro y después la tranca, descorriéndose en las argollas oxidadas. Por un momento no oyó nada más que voces distantes. El discurso remoto y feliz de Noel,sentadoenunbarril,dándole noticiasde Diosasu papagayo.Oyóel crujidode la
  • 31. rueda en el patio, cuando papá Laurel abría el portón para que entrara el carro de los dos bueyes. Oyó a Genoveva alborotando la casa, como siempre, porque siempre, "siempre encuentro este bendito baño ocupado". Y después, otra vez a papá Laurel, desportillando sus palabrotas de soldado, tumbando golondrinas con la misma escopetaque utilizóenlaúltimaguerracivil para derrotar, él solo, a toda una división del gobierno.Hastallegóapensarque estavezel episodio no pasaría de los golpes de la puerta, como antes no pasó de las botas raspadas en el umbral; y pensaba que la otra mujerhabía abiertoysólo había visto los tiestos de flores bajo la lluvia, y la calle triste y desierta. Pero luego empezó a precisar voces en la oscuridad. Y oyó otra vez las pisadas conocidas y vio las sombras estiradas en la pared del zaguán. Entonces supo que después de muchos años de aprendizaje, después de muchas noches de vacilación y arrepentimiento, el hombre que abría la verja de hierro había decidido entrar. La otra mujerregresóconla lámpara,seguidaporel reciénllegado;lapusoenlamesa, y él - sinsalirde la órbitade claridad - se quitóel impermeable,vueltohacialaparedel rostro castigado por la tormenta. Entonces, ella lo vio por primera vez. Lo miró sólidamenteal principio.Despuéslodescifróde piesacabeza,concretándolomiembro a miembro con una mirada perseverante, aplicada y seria, como si en vez de un hombre hubiera examinado un pájaro. Finalmente volvió los ojos hacia la lámpara y comenzó a pensar: "Es él, de todos modos. A pesar de que lo imaginaba un poco más alto". La otra mujer rodó una silla hasta la mesa. El hombre se sentó, cruzó una pierna y desatóel cordónde labota. La otra se sentójuntoa él,hablándoleconespontaneidad de algo que ella,enel mecedor, no alcanzaba a entender. Pero frente a los gestos sin palabras ella se sentía redimida de su abandono y advertía que el aire polvoriento y estéril olía de nuevo como antes, como si fuera otra vez la época en que había hombresque entrabansudandoalas alcobas,yÚrsula, atolondradaysaludable, corría todas las tardes a las cuatro y cinco, a despedir el tren desde la ventana. Ella lo veía gesticularyse alegrabade que el desconocido procediera así; de que entendiera que después de un viaje difícil, muchas veces rectificado, había encontrado al fin la casa extraviada en la tormenta. El hombre empezó a desabotonarse la camisa. Se había quitado las botas y estaba inclinadosobre lamesa, puesto a secar al calor de la lámpara. Entonces, la otra mujer
  • 32. se levantó,caminó hacia el armario y regresó a la mesa con una botella a medio empezaryun vaso.El hombre agarró la botellaporel cuello,extrajocon los dientes el tapón de corcho y se sirvió medio vaso de licor verde y espeso. Luego bebió sin respirar,conuna ansiedadexaltada.Yella,desdeel mecedor,observándolo,se acordó de esa noche en que la verja crujió por primera vez - ¡hacia tanto tiempo! - y ella pensóque nohabía en la casa nada que darle al visitante, salvo esa botella de menta. Ella le había dicho a su compañera: " Hay que dejar la botella en el armario. Alguien puede necesitarlaalguna vez". La otra le había dicho: "¿Quién?". Y ella: "Cualquiera", había respondido. "Siempre es bueno estar preparados por si viene alguien cuando llueve".Habíantranscurridomuchosañosdesde entonces.Yahorael hombre previsto estaba allí, vertiendo más licor en el vaso. Pero esta vez el hombre no bebió. Cuando se disponía a hacerlo, sus ojos se extraviaronenlapenumbra,porencimade la lámpara, y ella sintió por primera vez el contacto tibio de su mirada. Comprendió que hasta ese instante el hombre no había caído en la cuenta de que había otra mujer en la casa; y entonces empezó a mecerse. Por unmomentoel hombre la examinó con una atención indiscreta. Una indiscreción tal vezdeliberada.Ellase desconcertóal principio;peroluegoadvirtióque tambiénesa mirada le era familiar y que no obstante su escrutadora y algo impertinente obstinaciónhabíaen ella mucho de la traviesa bondad de Noel y también un poco de la torpezapaciente yhonradade su papagayo. Por eso empezó a mecerse, pensando: "Aunque no sea el mismo que abría la verja de hierro, es como si lo fuera, de todos modos". Y todavía meciéndose, mientras él la miraba, pensó: "Papá Laurel lo habría invitado a cazar conejos en la huerta". Antes de la media noche la tormenta arreció. La otra había rodado la silla hasta el mecedor y las dos mujeres permanecían silenciosas, inmóviles, contemplando al hombre que se secaba junto a la lámpara. Una rama sueltadel almendrovecinogolpeóvariasvecescontra la ventana sin ajustar y el aire de la sala se humedeció,invadidoporunabocanadade intemperie. Ella sintió enel rostro la cortante orilla de la granizada, pero no se movió, hasta cuando vio que el hombre escurrió en el vaso la última gota de menta. Le pareció que había algo simbólicoenaquel espectáculo. Y entonces se acordó de papá Laurel, peleando solo, atrincherado en el corral, tumbando soldados del gobierno con una escopeta de perdigones para golondrinas. Y se acordó de la carta que le escribió el coronel
  • 33. AurelianoBuendíaydel títulode capitánque papá Laurel rechazó,diciendo:"Díganle a Aureliano que esto no lo hice por la guerra, sino para evitar que esos salvajes se comieran mis conejos". Fue como si en aquel recuerdo hubiera escanciado ella también la última gota de pasado que le quedaba en la casa. - ¿Hay algo más en el armario? - preguntó sombríamente. Y la otra, con el mismo acento, con el mismo tono en que suponía que él no habría podido oírla, dijo: - Nada más. Acuérdate que el lunes nos comimos el último puñado de habichuelas. Y luego, temiendo que el hombre las hubiera oído, miraron de nuevo hasta la mesa perosólovieronlaoscuridad,sinlamesay el hombre.Sinembargo,ellassabíanque el hombre estaba ahí, invisible junto a la lámpara exhausta. Sabían que no abandonaría la casa mientras no acabara de llover, y que en la oscuridad la sala se había reducido de tal modo que no tenía nada de extraño que las hubiera oído. La viuda de Montiel Los funerales de la Mamá Grande, (1962) Cuando murió don José Montiel todo el mundo se sintió vengado, menos su viuda; pero se necesitaron varias horas para que todo el mundo creyera que en verdad había muerto. Muchos lo seguían poniendo en duda después de ver el cadáver en cámara ardiente, embutido con almohadas y sábanas de lino dentro de una caja amarilla y abombada como un melón. Estaba muy bien afeitado, vestido de blanco y con botas de charol, y tenía tan buen semblante
  • 34. que nunca pareció tan vivo como entonces. Era el mismo don Chepe Montiel de los domingos, oyendo misa de ocho, sólo que en lugar de la fusta tenía un crucifijo entre las manos. Fue preciso que atornillaran la tapa del ataúd y que lo emparedaran en el aparatoso mausoleo familiar, para que el pueblo entero se convenciera de que no se estaba haciendo el muerto. Después del entierro, lo único que a todos pareció increíble, menos a su viuda, fue que José Montiel hubiera muerto de muerte natural. Mientras todo el mundo esperaba que lo acribillaran por la espalda en una emboscada, su viuda estaba segura de verlo morir de viejo en su cama, confesado y sin agonía, como un santo moderno. Se equivocó apenas en algunos detalles. José Montiel murió en su hamaca, un miércoles a las dos de la tarde, a consecuencia de la rabieta que el médico le había prohibido. Pero su esposa esperaba también que todo el pueblo asistiera al entierro y que la casa fuera pequeña para recibir tantas flores. Sin embargo, sólo asistieron sus copartidarios y las congregaciones religiosas, y no se recibieron más coronas que las de la administración municipal. Su hijo —desde su puesto consular de Alemania— y sus dos hijas, desde París, mandaron telegramas de tres páginas. Se veía que los habían redactado de pie, con la tinta multitudinaria de la oficina de correos, y que habían roto muchos formularios antes de encontrar 20 dólares de palabras. Ninguno prometía regresar. Aquella noche, a los 62 años, mientras lloraba contra la almohada en que recostó la cabeza el hombre que la había hecho feliz, la viuda de Montiel conoció por primera vez el sabor de un resentimiento. “Me encerraré para siempre —pensaba—. Para mí, es como si me hubieran metido en el mismo cajón de José Montiel. No quiero saber nada más de este mundo.” Era sincera. Aquella mujer frágil, lacerada por la superstición, casada a los 20 años por voluntad de sus padres con el único pretendiente que le permitieron ver a menos de 10 metros de distancia, no había estado nunca en contacto directo con la realidad. Tres días después de que sacaron de la casa el cadáver de su marido, comprendió a través de las lágrimas que debía reaccionar, pero no pudo encontrar el rumbo de su nueva vida. Era necesario empezar por el principio. Entre los innumerables secretos que José Montiel se había llevado a la tumba, se fue enredada la combinación de la caja fuerte. El alcalde se ocupó del problema. Hizo poner la caja en el patio, apoyada al paredón, y dos
  • 35. agentes de la policía dispararon sus fusiles contra la cerradura. Durante toda una mañana, la viuda oyó desde el dormitorio las descargas cerradas y sucesivas ordenadas a gritos por el alcalde. “Esto era lo último que faltaba — pensó—. Cinco años rogando a Dios que se acaben los tiros, y ahora tengo que agradecer que disparen dentro de mi casa.” Aquel día hizo un esfuerzo de concentración, llamando a la muerte, pero nadie le respondió. Empezaba a dormirse cuando una tremenda explosión sacudió los cimientos de la casa. Habían tenido que dinamitar la caja fuerte. La viuda de Montiel lanzó un suspiro. Octubre se eternizaba con sus lluvias pantanosas y ella se sentía perdida, navegando sin rumbo en la desordenada y fabulosa hacienda de José Montiel. El señor Carmichael, antiguo y diligente servidor de la familia, se había encargado de la administración. Cuando por fin se enfrentó al hecho concreto de que su marido había muerto, la viuda de Montiel salió del dormitorio para ocuparse de la casa. La despojó de todo ornamento, hizo forrar los muebles en colores luctuosos, y puso lazos fúnebres en los retratos del muerto que colgaban de las paredes. En dos meses de encierro había adquirido la costumbre de morderse las uñas. Un día — los ojos enrojecidos e hinchados de tanto llorarse dio cuenta de que el señor Carmichael entraba a la casa con el paraguas abierto. —Cierre ese paraguas, señor Carmichael —le dijo—. Después de todas las gracias que tenemos, sólo nos faltaba que usted entrara a la casa con el paraguas abierto. El señor Carmichael puso el paraguas en el rincón. Era un negro viejo, de piel lustrosa, vestido de blanco y con pequeñas aberturas hechas a navaja en los zapatos para aliviar la presión de los callos. —Es sólo mientras se seca. Por primera vez desde que murió su esposo, la viuda abrió la ventana. —Tantas desgracias, y además este invierno —murmuró, mordiéndose las uñas—. Parece que no va a escampar nunca. —No escampará ni hoy ni mañana —dijo el administrador—. Anoche no me dejaron dormir los callos. Ella confiaba en las predicciones atmosféricas de los callos del señor Carmichael. Contempló la placita desolada, las casas silenciosas cuyas
  • 36. puertas no se abrieron para ver el entierro de José Montiel, y entonces se sintió desesperada con sus uñas, con sus tierras sin límites, y con los infinitos compromisos que heredó de su esposo y que nunca lograría comprender. —El mundo está mal hecho —sollozó. Quienes la visitaron por esos días tuvieron motivos para pensar que había perdido el juicio. Pero nunca fue más lúcida que entonces. Desde antes de que empezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y pensando que si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el mundo. —Ha debido aprovechar ese día para que no le quedaran tantas cosas mal hechas —decía—. Al fin y al cabo, le quedaba toda la eternidad para descansar. La única diferencia, después de la muerte de su esposo, era que entonces tenía un motivo concreto para concebir pensamientos. Así, mientras la viuda de Montiel se consumía en la desesperación, el señor Carmichael trataba de impedir el naufragio. Las cosas no marchaban bien. Libre de la amenaza de José Montiel, que monopolizaba el comercio local por el terror, el pueblo tomaba represalias. En espera de clientes que no llegaron, la leche se cortó en los cántaros amontonados en el patio, y se fermentó la miel en sus cueros, y el queso engordó gusanos en los oscuros armarios del depósito. En su mausoleo adornado con bombillas eléctricas y arcángeles en imitación de mármol, José Montiel pagaba seis años de asesinatos y tropelías. Nadie en la historia del país se había enriquecido tanto en tan poco tiempo. Cuando llegó al pueblo el primer alcalde de la dictadura, José Montiel era un discreto partidario de todos los regímenes, que se había pasado la mitad de la vida en calzoncillos sentado a la puerta de su piladora de arroz. En un tiempo disfrutó de una cierta reputación de afortunado y buen creyente, porque prometió en voz alta regalar al templo un san José de tamaño natural si se ganaba la lotería, y dos semanas después se ganó seis fracciones y cumplió su promesa. La primera vez que se le vio usar zapatos fue cuando llegó el nuevo alcalde, un sargento de la policía, zurdo y montaraz, que tenía órdenes expresas de liquidar la oposición. José Montiel empezó por ser su informador confidencial. Aquel comerciante modesto cuyo tranquilo humor de
  • 37. hombre gordo no despertaba la menor inquietud, discriminó a sus adversarios políticos en ricos y pobres. A los pobres los acribilló la policía en la plaza pública. A los ricos les dieron un plazo de 24 horas para abandonar el pueblo. Planificando la masacre, José Montiel se encerraba días enteros con el alcalde en su oficina sofocante, Mientras su esposa se compadecía de los muertos. Cuando el alcalde abandonaba la oficina, ella le cerraba el paso a su marido. —Ese hombre es un criminal —le decía—. Aprovecha tus influencias en el gobierno para que se lleven a esa bestia que no va a dejar un ser humano en el pueblo. Y José Montiel, tan atareado en esos días, la apartaba sin mirarla, diciendo: “No seas pendeja.” En realidad, su negocio no era la muerte de los pobres sino la expulsión de los ricos. Después de que el alcalde les perforaba las puertas a tiros y les ponía el plazo para abandonar el pueblo, José Montiel les compraba sus tierras y ganados por un precio que él mismo se encargaba de fijar. —No seas tonto —le decía su mujer—. Te arruinarás ayudándolos para que no se mueran de hambre en otra parte, y ellos no te lo agradecerán nunca. Y José Montiel, que ya ni siquiera tenía tiempo de sonreír, la apartaba de su camino, diciendo: —Vete para tu cocina y no me friegues tanto. A ese ritmo, en menos de un año estaba liquidada la oposición, y José Montiel era el hombre más rico y poderoso del pueblo. Mandó a sus hijas para París, consiguió a su hijo un puesto consular en Alemania, y se dedicó a consolidar su imperio. Pero no alcanzó a disfrutar seis años de su desaforada riqueza. Después de que se cumplió el primer aniversario de su muerte, la viuda no oyó crujir la escalera sino bajo el peso de una mala noticia. Alguien llegaba siempre al atardecer. “Otra vez los bandoleros — decían —. Ayer cargaron con un lote de 50 novillos.” Inmóvil en el mecedor, mordiéndose las uñas, la viuda de Montiel sólo se alimentaba de su resentimiento. —Yo te lo decía, José Montiel —decía, hablando sola—. Éste es un pueblo desagradecido. Aún estás caliente en tu tumba y ya todo el mundo nos volteó la espalda.
  • 38. Nadie volvió a la casa. El único ser humano que vio en aquellos meses interminables en que no dejó de llover, fue el perseverante señor Carmichael, que nunca entró a la casa con el paraguas cerrado. Las cosas no marchaban mejor. El señor Carmichael había escrito varias cartas al hijo de José Montiel. Le sugería la conveniencia de que viniera a ponerse al frente de los negocios, y hasta se permitió hacer algunas consideraciones personales sobre la salud de la viuda. Siempre recibió respuestas evasivas. Por último, el hijo de José Montiel contestó francamente que no se atrevía a regresar por temor de que le dieran un tiro. Entonces el señor Carmichael subió al dormitorio de la viuda y se vio precisado a confesarle que se estaba quedando en la ruina. —Mejor —dijo ella—. Estoy hasta la coronilla de quesos y de moscas. Si usted quiere, llévese lo que le haga falta y déjeme morir tranquila. Su único contacto con el mundo, a partir de entonces, fueron las cartas que escribía a sus hijas a fines de cada mes. “Éste es un pueblo maldito —les decía—. Quédense allá para siempre y no se preocupen por mí. Yo soy feliz sabiendo que ustedes son felices.” Sus hijas se turnaban para contestarle. Sus cartas eran siempre alegres, y se veía que habían sido escritas en lugares tibios y bien iluminados y que las muchachas se veían repetidas en muchos espejos cuando se detenían a pensar. Tampoco ellas querían volver. “Esto es la civilización —decían—. Allá, en cambio, no es un buen medio para nosotras. Es imposible vivir en un país tan salvaje donde asesinan a la gente por cuestiones políticas.” Leyendo las cartas, la viuda de Montiel se sentía mejor y aprobaba cada frase con la cabeza. En cierta ocasión, sus hijas le hablaron de los mercados de carne de París. Le decían que mataban unos cerdos rosados y los colgaban enteros en la puerta adornados con coronas y guirnaldas de flores. Al final, una letra diferente a la de sus hijas había agregado: “Imagínate, que el clavel más grande y más bonito se lo ponen al cerdo en el culo.” Leyendo aquella frase, por primera vez en dos años, la viuda de Montiel sonrió. Subió a su dormitorio sin apagar las luces de la casa, y antes de acostarse volteó el ventilador eléctrico contra la pared. Después extrajo de la gaveta de la mesa de noche unas tijeras, un cilindro de esparadrapo y el rosario, y se vendó la uña del pulgar derecho, irritada por los mordiscos. Luego empezó a rezar, pero al segundo misterio cambió el rosario a la mano izquierda, pues no sentía las cuentas a través del esparadrapo. Por un momento oyó la trepidación de los
  • 39. truenos remotos. Luego se quedó dormida con la cabeza doblada en el pecho. La mano con el rosario rodó por su costado, y entonces vio a la Mamá Grande en el patio con una sábana blanca y un peine en el regazo, destripando piojos con los pulgares. Le preguntó: —¿Cuándo me voy a morir? La Mamá Grande levantó la cabeza. —Cuando te empiece el cansancio del brazo. Material teórico para trabajar reseña crítica Adjunto el ejemplo de reseña en el mail. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1927-2014) PHILIP SWANSON Universidad de Sheffield, Reino Unido Poco después del comienzo de la obra maestra de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (1967), el fundador de Macondo (ese famoso pueblo ficticio y polvoriento, epicentro del universo literario colombiano) les enseña a sus hijos a leer y escribir presentándoles 'las maravillas del mundo': "no sólo hasta donde alcanzaban sus conocimientos, sino forzando a extremos increíbles los límites de su imaginación" (García Márquez, 1978:21). Esto puede interpretarse como una suerte de modelo de escritura, y también como la forma de leer el texto tan mágico y realista que el lector está por empezar. Es allí donde yace la energía y la ambigüedad que hacen de la escritura de García Márquez algo tan convincente. En esta, la primera novela de lo que Occidente dio en llamar "los países en vías de desarrollo", se convoca al lector a un acto de imaginación política, a abandonar la pasividad y atreverse a inventar un nuevo tipo de realidad. A la vez sugiere que la literatura no puede ser más que ficción, y cualquier realidad alternativa no pasa de ser fantasía. De allí que, en las postrimerías de la novela, cuando la última persona de la
  • 40. siguiente generación en creerse la verdad sobre una masacre -autorizada entre murmullos oficiales- de huelguistas en una plantación bananera de propiedad estadounidense (el momento político clave de la narración) le pregunta al cura de su parroquia qué tan cierto fue aquel hecho, el cauto sacerdote responde "a mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en este momento" (García Márquez, 1978: 354). Sin embargo, y a pesar de lo oscuro de algunos pronunciamientos de García Márquez, sus convicciones políticas siempre fueron de vital importancia, aún cuando tenían un deje de melancolía. En muchos casos, el tema central de su trabajo y su visión de América latina es la forma en que los grandes sueños casi siempre terminan convertidos en fracasos desastrosos. Los personajes de García Márquez recrean este dilema en repetidas ocasiones, haciendo eco a héroes del continente como Simón Bolívar o Ernesto "Ché" Guevara. De hecho, el único intento de novela histórica del autor, El general en su laberinto (1989), fue una reflexión sobre el mustio in de los días de un Bolívar apocado cuyo sueño americano se había marchitado sin esperanza aparente - quizá reflejando una valoración que tiempo después haría el mismo García Márquez, muy a pesar de su sonada amistad con Fidel Castro, sobre el antiguo líder venezolano Hugo Chávez. Los hitos en la vida de García Márquez son muy conocidos: su brillante carrera de periodista, su asociación cercana al Boom de la Nueva Novela Latinoamericana y el culto al Realismo Mágico, su premio Nóbel en 1982 y la época de celebridad posterior; finalmente, su transformación en ícono, seguida por su adentramiento en la vejez. Después de su aparente victoria sobre el cáncer, la novela semi-autobiográfica de Gabo del año 2001 irónicamente llevaba por título un desafío: Vivir para contarla. El título evoca el final de una de las novelas más famosas del autor, a menudo vista como celebración del deseo amoroso desmedidamente optimista, El amor en los tiempos del cólera (1985), en el que un Florentino Ariza envejecido jura que amará a Fermina Daza durante el resto de sus vidas - "toda la vida" (García Márquez, 1985: 473). Lo que "toda la vida" pueda significar para un hombre de 76 años que ha esperado casi 54 este momento sigue siendo un misterio. Empero, el meollo es sin duda la dignidad. Lo que se encuentra en el núcleo de una gran parte del trabajo de García Márquez es el sentido de adaptabilidad y templanza inquebrantable del latinoamericano de a pie en tanto sus esperanzas sociales caen en la desgracia de la dura realidad una y otra vez. Sí, fue un ícono
  • 41. mundial y una influencia tremenda en la literatura (¿Acaso sin García Márquez existirían las novelas de Salman Rushdie, John Irving, Toni Morrison, Ben Okri, Arundhati Roy o Patrick Süskind?). Pero, además, en tanto le es posible a alguien tan famoso, se conservó como hombre del pueblo. Algunos colombianos hallaron decepcionante que las primeras honras fúnebres del escritor tuvieran lugar en Méjico en lugar su tierra natal. Sin embargo, esto es una muestra de cómo Gabriel García Márquez se convirtió en mucho más que un novelista de Colombia, llegando a ser una voz de los pueblos latinoamericanos y un paradigma de imaginación e independencia para el mundo entero. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122- 82852014000200001 Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 - México D.F., 2014) Novelista colombiano, premio Nobel de Literatura en 1982 y uno de los grandes maestros de la literatura universal. Gabriel García Márquez fue la figura fundamental del llamado Boom de la literatura hispanoamericana, fenómeno editorial que, en la década de 1960, dio proyección mundial a las últimas hornadas de narradores del continente.
  • 42. Gabriel García Márquez En todos ellos era palpable la superación del realismo y una renovación de las técnicas narrativas que entroncaba con la novela europea y estadounidense de entreguerras (Kafka, Joyce, Proust, Faulkner); García Márquez sumó a ello su portentosa fantasía y sus insuperables dotes de narrador, patentes en la obra que representa la culminación del realismo mágico: Cien años de soledad (1967). Biografía Los años de su primera infancia en Aracataca marcarían decisivamente su labor como escritor; la fabulosa riqueza de las tradiciones orales transmitidas por sus abuelos nutrió buena parte de su obra. Afincado desde muy joven en la capital de Colombia, Gabriel García Márquez estudió derecho y periodismo en la Universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador. A los veintiocho años publicó su primera novela, La hojarasca (1955), en la que ya apuntaba algunos de los rasgos más característicos de su obra de ficción. En este primer libro y algunas de las novelas y cuentos que le siguieron empezaron a vislumbrarse la aldea de Macondo y algunos personajes que configurarían Cien años de soledad, al tiempo que el autor hallaba en algunos creadores estadounidenses, sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas.
  • 43. Comprometido con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba. Al cabo de no pocas vicisitudes con diversos editores, García Márquez logró que una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien años de soledad (1967). Gabo en la época de Cien años (Barcelona, 1969) Incubada durante casi veinte años y redactada en dieciocho meses, Cien años de soledadrecrea a través de la saga familiar de los Buendía la peripecia histórica de Macondo, aldea imaginaria fundada por los primeros Buendía que es el trasunto de su localidad natal y, al mismo tiempo, de su país y del continente. De perfecta estructura circular, la novela alza un mundo propio, recreación mítica del mundo real de Latinoamérica, de un modo que ha venido a llamarse «realismo mágico» por el encuentro constante de lo real con motivos y elementos fantásticos. Así, en el relato de la fundación del pueblo, de su crecimiento, de su participación en las guerras civiles que asolan el país, de su explotación por parte de una compañía bananera estadounidense, de las revoluciones y contrarrevoluciones subsiguientes y de la destrucción final de la aldea (que confluye con la extinción de la estirpe de sus fundadores, condenada desde el principio a "cien años de soledad"), se entrelazan con toda naturalidad sueños premonitorios, apariciones sobrenaturales, pestes de insomnio, diluvios bíblicos y toda clase de sucesos mágicos, todo ello narrado
  • 44. en una prosa riquísima, fluida y cautivadora que hacen de la lectura un asombro y un placer inacabables. Tras una temporada en París, Gabriel García Márquez se instaló en Barcelona en 1969, donde entabló amistad con intelectuales españoles, como Carlos Barral, y sudamericanos, como Mario Vargas Llosa. Su estancia allí fue decisiva para la concreción de lo que se conoció como el Boom de la literatura hispanoamericana, que supuso el descubrimiento internacional de los jóvenes y no tan jóvenes narradores del continente: el peruano Mario Vargas Llosa, los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Julio Cortázar, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes y los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti, entre otros. En 1972 obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años más tarde regresó a América Latina para residir alternativamente en Cartagena de Indias y en Ciudad de México, debido sobre todo a la inestabilidad política de su país. Con anterioridad a Cien años de soledad, García Márquez había esbozado el mundo de Macondo en novelas como La hojarasca (1955) y El coronel no tiene quien le escriba (1961), y también en colecciones de relatos como Los funerales de la Mamá Grande (1962). Después de Cien años su narrativa, despojada en mayor o menor media de elementos fantásticos, mantuvo un altísimo nivel; es el caso de novelas como El otoño del patriarca (1975), que somete a alucinante tratamiento el tema del dictador hispanoamericano; Crónica de una muerte anunciada (1981), relato de un crimen de honor basado en sucesos reales que sobresale por su perfección constructiva y ha sido considerado su segunda obra maestra; y El amor en los tiempos del cólera (1985), extraordinaria historia de un amor que, nacido en la adolescencia, no llega a consumarse hasta 53 años después, ya en la vejez de los personajes. Su prestigio literario, que en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le confirió autoridad para hacer oír su voz sobre la vida política y social colombiana. Su actividad como periodista quedó recogida en Textos costeños (1981) y Entre cachacos (1983), compendios de artículos publicados en la prensa escrita, y en Noticia de un secuestro, amplio reportaje novelado editado en 1996 que trata de la dramática peripecia de nueve periodistas secuestrados por orden del narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso real publicado en forma de novela en 1968,
  • 45. constituye un brillante ejemplo de «nuevo realismo» y puso de manifiesto su capacidad para cambiar de registro. En el cine intervino en la redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias obras, y desde 1985 compartió, con el cineasta argentino Fernando Birri, la dirección de la Escuela Internacional de Cine de La Habana. Entre su producción posterior cabe destacar una novela histórica en torno a Simón Bolívar, El general en su laberinto (1989); la colección de relatos Doce cuentos peregrinos (1992); el volumen de memorias Vivir para contarla (2002), que cubre los primeros treinta años de su vida, y su última novela, Memorias de mis putas tristes (2004), sobre el amor de un nonagenario periodista por una joven prostituta. Falleció en la ciudad de México en 2014, tras una recaída en el cáncer linfático que le había sido diagnosticado en 1999. Disponible en: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/garcia_marquez.htm *Fragmentodel artículode laRevistaRedalychasta el apartado sobre el “Realismo en hispanoamericana” (adjunto en el mail) disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/166/16613104.pdf *Ficha de cátedra de la Revista Redalyc “La recuperación de la identidad en “Leyenda del Cadejo”, de Miguel Ángel Asturias”. (Adjunto en el mail) disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/5138/513851506009.pdf
  • 46. Material teórico para trabajar (ensayo) Gabriel García Márquez, el maestro del realismo mágico Enrique Fernandez 18 DE ABRIL DE 2014 12:00 AM Pocos escritores alcanzan una extraordinaria reputación literaria y una aún mayor popularidad.Unode losmás grandesdel sigloXX,el novelista,periodistayganadordel Premio Nobel, Gabriel García Márquez, falleció el jueves a los 87 años de edad. Gabo como le decían a García Márquez, incluso aquellos que no lo conocían, patentó (si esque no inventó) unestilo narrativo —el realismo mágico— que fue asociado no solocon la ficciónlatinoamericanasinotambiénconlapropianaturalezade laregión y confirmado,aveces,porsucesosnoticiososque se asemejan a sus cuentos, como por el ejemplo,el descubrimiento hace años de que un narcotraficante colombiano había construido en la cordillera andina un submarino. El libro que puso al realismo mágico en el radar, más allá de la reputación que adquiriese en los círculos de críticos, fue “Cien años de soledad”, con su seductora mezcla de fantasía y crudeza. Sin embargo, años después, el escritor, ya habiendo obtenido el Nobel, confesó que estaba harto del libro con el que era asociado, y que prefería su contemplativa narración sobre las dictaduras latinoamericanas, “El otoño del patriarca”, o la maravillosa novela corta, “El coronel no tiene quien le escriba”. Aun así, es fácil reconocer el estilo de García Márquez en todos sus libros, incluso en losque no sonde ficciónyen su autobiografía. Esta última, que narra las penurias del escritor colombiano durante sus años como periodista e incluye el principio de su amistad con Fidel Castro, contiene personajes de la vida real que aparecen y desaparecende escenaconsalidasocurrentes,dignasde Wilde oShaw.Yen su novela biográfica sobre los últimos días de Simón Bolívar, una joven es llevada para pasar la noche con el general enfermoperoal estaréste demasiadodébil parahacerle el amor, le dijo a ella a la mañana siguiente, que se va tan virgen como llegó, a lo cual ella responde:“nadie esvirgendespuésde unanoche conSu Excelencia”.Clásicodel Gabo. Disponible en:
  • 47. https://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&cad =rja&uact=8&ved=0ahUKEwi5-I_jj- 7WAhUPmJAKHQ7TCWAQFggrMAE&url=http%3A%2F%2Fwww.elnuevoheral d.com%2Fnoticias%2Fmundo%2Famerica- latina%2Farticle2032865.html&usg=AOvVaw1xsvCCMJqWrWNb3MCfC-iO Bibliografía consultada:  FRISCHKNECHT, Alicia (coordinadora) (año) Hacer, saber hacer y reflexionar sobre las actividades del lenguaje II. Cap. 7.  JUAREZ, Laura “Roberto Arlt en los años treinta” Reseña disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-46692011000200010  PAMPILLO, Gloria (2004) Una araña en el zapato: La narración. Teoría, lecturas, investigación y propuestas de escritura. Cap. N°10 “Escribir un ensayo” por Augusto Albajari.