TEMA 3 DECISIONES DE INVERSION Y FINANCIACION UNIVERISDAD REY JUAN CARLOS
Recursos renovables y no renovables en colombia
1. RECURSOS RENOVABLES Y NO RENOVABLES EN
COLOMBIA
A Pesar del alza del petróleo en semanas recientes, no somos pocos los
colombianos que adoptamos una posición crítica frente a nuestro futuro petrolero.
Escépticos frente al síndrome de Cusiana, hemos dado nuestras razones para no
tragar entero al respecto. Claro está que el pie de monte llanero y concretamente
los yacimientos de Cusiana y Cupiagua son promisorios, pero, como lo anotaba
Juan José Turbay en recientes semanas, es necesario tener en cuenta que la
participación de la Nación en tales hallazgos está reducida a un 30 por ciento
sobre 500.000 barriles, que sería la meta alcanzable en unos cinco años. El Fisco
tendría derecho a 150.000 barriles. Se trata de un contrato de asociación en el que
la mitad de la producción corresponde a los socios extranjeros, es decir, la B.P .,
la Tripton y la Total . La cuenta hay que hacerla sobre 250.000 barriles diarios y
deducir la parte que les corresponde a los departamentos, a los municipios y a los
puertos de embarque que tengan
El impacto cambiario, tanto por el ahorro de divisas para el abastecimiento
nacional como por las exportaciones del crudo, será muy favorable para nuestra
economía, y los ingresos por otros conceptos, como regalías, impuestos directos y
contribuciones especiales, también nos permitirían una situación fiscal más
holgada que la presente; pero pensar, como lo hacen algunos políticos en
vísperas de elecciones, que donde haya un hueco fiscal se va a llenar con el oro
de Cusiana, es un exceso de optimismo.
Se advierte claramente que, como la lechera de marras, no han hecho cuentas.
Además, la experiencia reciente, con las licitaciones proyectadas para la nueva
política petrolera colombiana, si bien es cierto que no han fracasado del todo, no
han arrojado los resultados óptimos que eran de esperarse, en razón,
precisamente, de las cargas fiscales que el Estado colombiano, gradualmente, les
ha impuesto a las compañías multinacionales y, en no menor grado, por la
inseguridad propia de nuestras condiciones políticas.
2. Sea de ello lo que fuere, y, en contraste con nuestros recursos carboníferos, las
reservas colombianas de petróleo son insignificantes a nivel mundial y aun al
propio nivel latinoamericano, frente a México y a Venezuela. Salvo
descubrimientos de nuevos campos y una explotación menos precipitada que la
de Caño Limón, estaremos para el año 2020 de nuevo enfrentados a la necesidad
de importar petróleo.
Forzoso será, en consecuencia, buscar fuentes sustitutivas de divisas que nos
sirvan para pagar la factura de los combustibles.
Cualquiera podría pensar que el no producir petróleo constituye un obstáculo
insalvable para el desarrollo económico, pero basta el ejemplo de países como
Alemania, Francia, el Japón y, en nuestro continente, Chile, para llegar a la
conclusión de que no es así, si ante la inminencia de tener que importarlo en todo
o en parte nos anticipamos en un gesto de elemental prudencia a investigar otras
fuentes de divisas para superar la crisis previsible.
Serán nuestras exportaciones de carbón las que generen la moneda dura para
pagar el petróleo? No parece posible dentro de las perspectivas hulleras del siglo
XIX. Podrán entonces nuestras industrias exportar suficientes manufacturas para
pagar las importaciones de petróleo y gasolina? Tampoco se divisa en el horizonte
esta posibilidad. Las exportaciones no tradicionales sumadas al café y otros
productos agrícolas y pecuarios, pueden contribuir a financiar este déficit, pero la
verdadera fuente de divisas a que tendremos que apelar será a la exportación de
la madera de nuestros bosques que disfrutan de una ventaja comparativa.
Si en otros campos nuestra competitividad es cuestionable, no cabe duda de que
las condiciones del trópico nos son particularmente propicias para constituirnos en
exportadores de madera hasta llegar a hacer de este renglón algo comparable a la
exportación de café, si ponemos empeño en convertirlo en un propósito nacional.
Recientemente visitamos las plantaciones de Triplex Pizano en el Bajo
Magdalena, en jurisdicción de Zambrano (departamento de Bolívar). Son 23.000
hectáreas destinadas al cultivo de tres variedades de árboles productores de
3. madera: la Ceiba Roja, la Gmelina y, en menor escala, el Camajón, que es
autóctono. Estos árboles están en capacidad de generar trozas de madera de
excelente calidad en el solo curso de 11 años frente a los 20 años que demanda
un árbol semejante en la zona subtropical. Es o no esta una ventaja comparativa?
Países hay en el África ecuatorial, al estilo de Gabón, cuyo principal renglón de
exportaciones es una variedad de madera, el Okumé, que está supliendo nuestro
déficit maderero, pese a los grandes costos de transporte desde tan remoto puerto
de embarque.
Nadie ignora los grandes tropiezos que implica para la empresa privada
colombiana la reforestación. Demanda una inversión muerta y unos gastos
permanentes por espacio de 10 o más años durante los cuales las plantas están
expuestas a los factores climatológicos, a toda clase de plagas y al hacha de los
invasores. La verdad es que hasta el presente, sólo en casos excepcionales el
buen éxito ha coronado los esfuerzos de quienes se han comprometido en un
proceso de arborización. En Antioquia y en el Cauca se perdieron fortunas, dentro
del sano y patriótico propósito de hacer de la industria maderera uno de los
principales renglones de exportación. En muchos casos se debió a la
inexperiencia en el tratamiento de plagas que solamente aparecen cuando se
aglomeran los cultivos de una sola especie vegetal, y, en otros, a consecuencia de
las situaciones de orden público que obligaban a los propietarios de las
plantaciones a descuidarlas o abandonarlas definitivamente ante el peligro para
sus vidas y haciendas.
Digamos, de una vez, que estamos en pañales en materia de un recurso
renovable tan importante para nuestra economía como es la industria maderera;
pero no se puede desesperar. Un ejemplo reciente en nuestro continente ha sido
el caso de Chile. Las exportaciones de madera en 1974 no sobrepasaban los
30.000.000.00 de dólares y hoy se aproximan a los 2.000.000.000.00, gracias a un
empeño gubernamental, iniciado durante la dictadura de Pinochet, de fomentar
exportaciones que suplieran la carencia del petróleo. El haber alcanzado esta cifra
en menos de 20 años, que no son mayor cosa en la vida de una nación, constituye
un éxito incuestionable. Si se tiene en cuenta que el desarrollo de un árbol en
Chile demanda el doble de su correspondiente en nuestro suelo, es realmente una
hazaña digna de imitar.
4. La demanda mundial de madera y de sus sucedáneos no hace sino acrecentarse
puesto que no se ha encontrado todavía un sustituto para este recurso de origen
vegetal. El auge de la construcción en el Tercer Mundo hace aún más apremiante
la demanda de nuevas fuentes artificiales, fruto de la mano del hombre, en
momentos en que la protección de la naturaleza constituye una de las grandes
preocupaciones de la política de nuestro tiempo. En el caso colombiano, ejemplos
como el del departamento del Cesar, que ya ha comenzado a competir con los
Santander es en erosión de sus suelos, nos hace pensar que si no queremos que
el desierto de La Guajira invada todo el oriente colombiano de este lado de la
cordillera, es más imperativa que nunca una política de reforestación en gran
escala.
Se requieren grandes recursos económicos, investigaciones a fondo sobre las
variedades adaptables a nuestros suelos y a nuestros climas, pero, sobre todo,
desechar la idea de que basta con prohibir la tala de árboles y esperar
pasivamente los resultados de esta operación de carácter puramente negativo. Se
requiere arborizar no sólo de parte del Estado, como lo vienen haciendo algunas
corporaciones regionales, sino por parte de los particulares, con el apoyo decidido
del Estado. Si proseguimos una agresiva orientación en materia de reconstruir
nuestros bosques, no me cabe la menor duda de que, para acoger nuestros
excedentes, existen los mercados de ultramar, sin que sea menester pacto alguno
de cuotas.