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Realismo y la cuestión femenina en el arte del siglo XIX
1. REALISMO
Junto a la “cuestión obrera”, nace la “cuestión femenina”, debate que puso de
relieve la incompatibilidad de la idea que la sociedad decimonónica tenía del papel de la
mujer y la realidad. En Gran Bretaña excedían en número a los hombres. Así sucedía
también en Estados Unidos como consecuencia de la guerra de Secesión (fracasado
intento separatista de los estados del Sur, de economía de plantación tropical con mano
de obra esclava ante la campaña abolicionista del presidente Abraham Lincoln) y de la
marcha de jóvenes hacia el oeste. De modo que el ideal matrimonial con frecuencia no
podía realizarse y aún concretado no implicaba en las clases medias (y por supuesto
entre los trabajadores) la posibilidad de mantener a las mujeres de la familia). Durante
el reinado de Victoria en Inglaterra (1837 – 1901), pese a la difusión de un ideal de
feminidad recatada y virtuosa, las mujeres obtuvieron el divorcio y la posibilidad de tener
bienes a su nombre.
En 1871, derrotado por los prusianos en la Guerra Francoprusiana iniciada en
1870, Napoleón III cae y es sustituido por una Asamblea Nacional, que inaugura la III
República y firma la paz con Prusia. En París se produce un levantamiento denominado
La Comuna, en el que los republicanos radicales y los socialistas, seguidores de
Blanqui (que había participado en los movimientos del 30 y el 48), Proudhon y
miembros de la Sección francesa de la I Internacional Socialista; luchan contra la
Asamblea Nacional, dirigida por Thiers, y son severamente reprimidos.
2. La “cuestión femenina” es puesta de relieve por la inglesa Emily Mary Osborn en
“Sin fama ni amistades”, donde el naturalismo, la gestualidad y la composición se
aúnan para destacar la situación de una joven artista desamparada, situada en el
cuadro entre dos caballeros que levantan con curiosidad la vista antes concentrada en
una mujer – objeto (la imagen de una bailarina), y un marchante que mira el cuadro que
ésta le ofrece sin mayor entusiasmo.
El gran tema de los pintores realistas son los trabajadores. La unidad temática no
implica una unidad de tratamiento: las obras realistas van desde la imagen testimonial
naturalista hasta la caricatura, expresionista por definición. Para los realistas, al menos
teóricamente, el artista debe carecer de toda idea preconcebida de belleza y considerar
a la realidad como inspiradora del arte. Cada ser u objeto tiene su propia belleza, que el
artista debe desentrañar y reproducir en su carácter esencial y específico, sin corregir o
embellecer el natural. En conclusión, no se admite otro modelo de belleza que la
realidad. Este cambio de sujeto produjo, como era de esperar, rechazo en el gran
público y en el Salón, institución oficial dedicada a juzgar y exhibir las artes plásticas
francesas.
Rechazado por el jurado del Salón, Gustave Courbet realizará la primera
exposición individual de la historia del arte. Militante socialista, amigo de Proudhon y
Director de Bellas Artes durante la Comuna de París, se lo compara con Caravaggio,
porque tampoco busca la belleza sino la verdad. Los picapedreros, obra hoy destruida,
representa, sin efectos compositivos estudiados, a un trabajador maduro seguido, en
esta jornada y en su destino, por uno joven. Esta obra, concebida como un manifiesto
político visual de denuncia de las condiciones de trabajo de estos seres anónimos
condenados de por vida, fue considerada revolucionaria como pionera de esta temática.
Proudhon se refirió a ella como “la imagen paradigmática de la explotación capitalista”.
5. Litógrafo (empleó la técnica del grabado en piedra) y caricaturista político, el francés
Honoré Daumier se caracteriza por la crítica social y la captación de la psicología
humana. Su fuente de inspiración no es la realidad material (no hacía estudios del
natural) sino las actitudes humanas. El vagón de tercera clase nos muestra en primer
plano una familia de trabajadores. El hombre mira al frente con su rostro demacrado,
agotado. La mujer, vestida sencillamente como él, lo acompaña en silencio. El niño
duerme como puede, acurrucado. Sin embargo, más que una ilustración del modo de
vida de los sectores humildes en contraste con el de los privilegiados, este óleo es un fiel
retrato de la condición moderna de viajar aislados colectivamente. Contemplando la
litografía El vientre del legislativo, no necesitamos de ninguna explicación para conocer
lo que el padre de la caricatura moderna opinaba del régimen de Luis Felipe, derrocado
años después por la Revolución de 1848.
Proveniente de una familia próspera y profundamente ligado a la tierra, el francés
François Millet tuvo por tema a los campesinos, en el trabajo (Las espigadoras) o en la
pausa (El Angelus). Aunque la indumentaria, los implementos de trabajo, y/o la acción
revelan su humilde condición, estos tipos humanos macizos son dignificados al
recortarse erguidos o agachados a contraluz sobre paisajes rurales dorados, en los que
un horizonte alto extiende considerablemente las tierras de labranza. Millet no registra
ningún incidente dramático ni anecdótico, sino la armonía de los cotidiano, donde una
estudiada y equilibrada composición proporciona la sensación de paz que seguramente
el campo aportaba al artista. Aunque Millet no estuviera políticamente tan comprometido
como Courbet y Daumier, sus cuadros contienen implícitamente una crítica a la
ociosidad de la burguesía que los contempla.
10. La inglesa Elizabeth Thomson logró aplicar el realismo al tema
bélico en “Pasando lista después de un combate. Crimea”, ofreciendo
con impecable tratamiento naturalista una visión antiheroica del
sufrimiento del soldado, que aparece desaliñado, herido o muerto entre la
nieve hostil y un cielo plomizo surcado de aves negras. La obra redefine
de esta manera a la guerra como una tragedia más que como una noble
demostración de valor.
Como en la pintura, en la escultura realista están presentes el
naturalismo testimonial de Proximus Tuus (tu prójimo), del italiano
Achille D’orsi, de título con connotaciones religiosas y tratamiento carente
de efectos estéticos que atenúen la imagen miserable del campesino; y la
caricatura grotesca del Busto del parlamentario Odier, de Daumier,
realizada además en un material tan poco ceremonial como la tierra
cocida coloreada.