Vanguardias del s. XIX y XX. Arte visual Plástico en el Perú.
36 surrealismo
1. SURREALISMO. El surrealismo heredó del dadaísmo su enemistad con
la burguesía y, en teoría, su oposición al arte tradicional. Pero mientras el
movimiento Dadá era anárquico y crítico destructivo, el surrealismo buscaba una
solución para la sociedad. Como su consigna fundamental es la de la libertad,
tampoco se presenta como una escuela artística sino como una propuesta de
liberar a la humanidad de las convenciones sociales y morales a través del arte.
En el “Manifiesto surrealista”, el escritor francés André Breton escribe:
“Surrealismo: sustantivo masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio
se intenta expresar, verbalmente, por escrito, o, de cualquier otro modo, el
funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la
intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o
moral.”(39)
A diferencia del dadaísmo, que minimizó el papel del artista, el
surrealismo lo reivindicó como el ser capaz de revelar su verdadera naturaleza a
través del automatismo y los sueños. Sin embargo, pese a la relevancia que el
inconsciente humano adquiere para el surrealismo, sus objetivos son diferentes a
los de Freud, ya que mientras que para él, había que hacer aflorar los deseos del
hombre para controlarlos y adaptarlo a la sociedad, para los surrealistas se
trataba de alentarlos para liberar al ser humano de toda forma de control.
Precisamente, en una ocasión Freud se negó a contribuir a una antología de
sueños organizada por Breton porque no veía el valor de una recopilación de esa
especie descontextualizada de las asociaciones y recuerdos infantiles de quienes
los habían soñado.
2. El surrealismo nació como un movimiento literario que practicaba el automatismo
(Breton aconsejaba escribir “[...] deprisa, sin tema preconcebido, [...] lo
suficientemente deprisa para no poder refrenaros, y para no tener la tentación de
leer lo escrito.”)(40) y encontró luego técnicas de aplicación de sus postulados a las
artes visuales, como los cadáveres exquisitos y el frotage. Los primeros son
creaciones colectivas en las que un artista dibuja figuras en un trozo de papel que
luego dobla para taparlas dejando únicamente extremos o pistas para que un
segundo artista continúe la obra ignorando cómo ésta empezó, pasándola luego a
un tercer artista, y así sucesivamente. Un ejemplo es Paisaje. Cadáver Exquisito
de Valentine Hugo, André Breton, Tristán Tzara y Greta Knuston. Los segundos
son combinaciones de texturas logradas a partir de la frotación de un lápiz sobre
una hoja apoyada en una superficie rugosa, en los que el autor asiste como
espectador al nacimiento de su propia obra. El Hábito entre las hojas, del
germano – norteamericano Max Ernt, es un frotado sobre madera con apariencia
de hoja nervada entre dos troncos.
En su búsqueda indisimulada de fama y dinero, el español Salvador Dalí se
autopromocionó desinhibidamente, gustando de hacer declaraciones tales como:
“Todas las mañanas cuando despierto experimento un placer supremo: el de ser
Salvador Dalí.”(41) Lo que más llama la atención en su obra es la aparente
paradoja de valerse del naturalismo más acabado para representar los fenómenos
intangibles del mundo onírico y/o inconsciente. Todas las técnicas ilusionistas
creadas por la razón humana para trasmitir aquello que escapa a la razón. Él
mismo definió sus obras como “[...] fotografías en color, pintadas a mano, de
imágenes superfinas y extrapictóricas de la irracionalidad concreta.”(42)
4. De hecho, lo que Breton rechazaba en la pintura anterior no era la imitación sino la
imitación de la realidad exterior. “La obra plástica – escribió – para responder a la
necesidad de revisión absoluta de los valores reales sobre los que hoy todos los
espíritus están de acuerdo, se inspirará, pues, en un modelo interior, o no podrá
existir.”(43) La mayoría de los cuadros de Dalí son el resultado de la aplicación de lo
que él llamaba método paranoico crítico y que consistía en recrear todas las
asociaciones obsesivas que una idea o imagen le sugiriese, plasmándolas en formas de
significación polivalente. Esto da lugar a series como las de las reinterpretaciones del
“Angelus” de Millet, cuyo origen relató el pintor así: “En una breve fantasía, a la que me
entregué en una excursión al cabo de Creus, cuyo paisaje mineral (al nordeste de
Cataluña) es un verdadero delirio geológico, me imaginé, talladas en las rocas más altas,
las esculturas de los dos personajes del Angelus de Millet. Su situación espacial era la
misma que en el cuadro, pero estaban totalmente cubiertas de fisuras. Muchos detalles
de las dos figuras habían sido borrados por la erosión, lo que contribuía a atribuirles un
origen muy remoto, contemporáneo al mismo origen de las rocas. El paso del tiempo
había deformado la figura del hombre, del que sólo quedaba el bloque vago e informe
de la silueta, una silueta, una silueta terrible y particularmente angustiosa.”(44)
Obsesionado con que bajo el aparente misticismo de la escena campesina latía la
presencia de la muerte, Dalí pidió al Louvre que realizara una radiografía del cuadro,
cuya ejecución reveló la presencia del contorno de un ataúd bajo la carretilla, pintado
inicialmente y deshechado por Millet. Dalí interpretó al difunto como el hijo de la pareja, y
lo plasmó en la figura del padre guiando al hijo de Homenaje a Millet. En Atavismo del
crepúsculo (obsesiones) el rastrillo del campesino se convierte en una roca – lápida,
complemento de la muerte que se refleja en su rostro – calavera.
7. En La persistencia de la memoria juega con el hecho de que en francés la
acción de sacar la lengua, “la montre molle”, significa también reloj blando. Dalí logra
en esta obra dos de los objetivos de la pintura surrealista: subvertir las relaciones
entre las cosas para precipitar una crisis de conciencia general y crear un mundo
maravilloso, liberado de las inhibiciones. Para eso se vale de la aproximación en el
cuadro de realidades disímiles, como la constitución blanda y un objeto material y
metafóricamente inflexible como es el reloj, aproximación inesperada que produce un
shock en el espectador y lo conduce por caminos de alucinación y de sueño, tal como
en la frase de Lautrémont, escritor francés nacido en Montevideo: “Bello como el
encuentro casual de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de
operaciones.” (45)
Opuesto al psicoanálisis y a las experiencias con automatismos de Breton
pero admirador de Lautrémont, el francés René Magritte busca contradecir las leyes
de la percepción. Así ocurre en Firma en blanco, que juega con el hecho de que
cuando vemos un objeto, éste nos está ocultando necesariamente lo que está detrás.
Acerca de este cuadro, el artista escribió: “Los objetos visibles pueden ser invisibles.
Cuando alguien va a caballo por un bosque, lo vemos un momento y luego lo
dejamos de ver, y sin embargo sabemos que está ahí. En “Firma en blanco” la jinete
oculta los árboles y los árboles la ocultan a ella. Pero nuestro intelecto comprende
ambas cosas, lo visible y lo invisible. Mi propósito al pintar es hacer visible el
pensamiento.” (46) El carácter intelectual de la obra de Magritte estaba por encima de
su carácter estético: aparentemente le resultaba más interesante pensarlos que
pintarlos.
10. Por otra parte, la interpretación surrealista pretendió aplicarse a obras a las que sus
autores no dieron ese carácter. Esto ocurrió con los cuadros de flores inspirados en los
primeros planos de la fotografía de la norteamericana Georgia O’Keefe, como
Narcissas Last Orchide, que para los críticos eran una expresión de femineidad, dado
que plasmaban el conocimiento subconsciente del propio cuerpo de la artista y
revelaban el apego de la mujer a la tierra, supuestamente mayor que el del hombre, así
como su particular capacidad de sufrir y gozar. O’Keefe rechazó con vehemencia esa
línea de crítica, por demás sexista, así como la mexicana Frida Kalho, se opuso a ser
identificada como surrealista, alegando que ella pintaba su realidad consciente, no sus
sueños. Por ejemplo, en La columna rota trata de trasmitir el dolor que aún le
producen las secuelas de un accidente de tránsito ocurrido en su adolescencia, que la
obligaron a guardar prolongados períodos de reposo, usar corsés y soportar
numerosos tratamientos y operaciones. Su tronco abierto se mantiene en su lugar
gracias al corsé y dentro de él vemos una columna jónica agrietada, rota como la suya
propia. El sufrimiento se expresa en las lágrimas, en los clavos que la hieren, y en el
paisaje árido y también agrietado, que al dolor le suma la soledad. Las referencias
cristianas de esta obra, como el paralelismo con el martirio de San Sebastián, tienen
que ver con la captación de la religiosidad popular mexicana y no con sus propias
ideas, ya que, como sus compañeros izquierdistas, Frida era atea y anticlericalista. En
su autorretrato Pensando en la muerte, aparece vestida y peinada a la usanza
indígena, sobre un fondo de ramas con espinas, símbolo prehispánico del renacer que
sigue a la muerte. La calavera que luce en su frente alude a la particular relación que el
pueblo mexicano tiene con la muerte y con su emblema. En el día de los muertos los
mexicanos comen calaveras de azúcar y hacen picnics en los cementerios para
celebrar en compañía de sus difuntos
14. A nivel tridimensional se destaca la obra de la alemana Meret Oppenheimer,
quien en Mi niñera asocia un símbolo femenino, los zapatos de taco, a la forma
en que se lleva a la mesa un pollo cocinado, estableciendo una relación entre el
consumo sexual y el alimenticio. La cuerda acentúa la idea de la subyugación de
la mujer, que es sometida a la voracidad masculina. Su Desayuno en piel sugió
del azar, en un desayuno con Pablo Picasso y Dora Maar, en el que
Oppenheimer llevaba un brazalete que ella había diseñado en piel y Picasso
comentó que cualquier cosa se podía recubrir con piel. Cuando el té se enfrió,
Oppenheimer le pidió al camarero “un poco más de piel”.
Texto Prof. Carola Wuhl