Libro complementario | Capitulo 6 | Ilustraciones del Dios de jeremías
1. 6
Ilustraciones del Dios
de Jeremías
E
l Dios de Jeremías es un Dios que se revela, es decir, que se da a cono
cer. El libro de Jeremías, como toda la Biblia, debe su origen a la reve
lación y a la inspiración que Dios le dio a los escritores bíblicos. Pero
¿qué es la revelación? Los verbos traducidos como «revelar» son gala}i
(heb.) en el Antiguo Testamento y apokalupto (gr.) yfaneroo (gr.) en el Nuevo Tes
tamento. Estos verbos conllevan la idea de «manifestar», en el sentido de des
cubrir lo que estaba oculto. Basados en esta información podemos definir la
revelación sencillamente como el acto o el proceso a través del cual Dios se da
a conocer.
Más que necesaria, la revelación es indispensable para nuestra salvación. En
el Antiguo Testamento, el Dios de Jeremías nos dice: «No se alabe el sabio en
su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus ri
quezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme,
que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque
estas cosas me agradan, dice Jehová» (Jer. 9: 23, 24, énfasis añadido). Tal reve
lación alcanza su máxima expresión en la persona de Jesucristo (Mat. 11: 27).
Por eso es que en el Nuevo Testamento Jesús afirma: «Y esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado»
(Juan 17: 3, énfasis añadido).
Dios se da a conocer. El Dios de Jeremías se revela a sí mismo. Como huma
nos, finitos, y además afectados por el pecado, jamás podríamos conocerlo si
él no se comunicara, si no se revelara a nosotros. Pero porque él es amor, toma
la iniciativa y se manifiesta, entrando en relación con nosotros.
2. 66 • El D ios de Jeremías
Así pues, el gran propósito de la revelación de Dios es que le conozcamos.
Aun habiendo tenido un encuentro personal con él en el pasado, la revelación
busca que continuemos creciendo en su conocimiento. Por eso Pablo escribe:
«Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espí
ritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor» (Efe. 1: 17,
NVI). El Dios de Jeremías y nuestro espera que como resultado de su manifes
tación como Dios de amor, nosotros, sus criaturas, también le amemos, le ado
remos y le sirvamos.
¿Qué revela Dios? Dios nos revela:
1. Su carácter (Éxo. 34: 5-8).
2. Su palabra (1 Sam. 3: 7; Dan. 10: 1).
3. Planes ocultos desde la eternidad (Rom. 16: 25).
4. Sus secretos (Amos 3: 7) y misterios (Dan. 2: 19).
5. El futuro cercano (1 Sam. 9: 15, 16) y el distante (Dan. 2: 28).
6. Su justicia (Rom. 1: 17).
7. Su ira (Rom. 1: 18).
8. Sus propósitos (2 Sam. 7: 27).
9. Lo profundo, lo escondido y oculto (Dan. 2: 21-22).
10. Su brazo, es decir, su poder para salvar (Juan 12: 38).
11. Su justo juicio (Rom. 2: 5).
12. La verdadera fe (Gál. 3: 23).
13. Los pensamientos (Luc. 2: 35) y los sentimientos humanos (Fil. 3: 15).
14. la persona de su Hijo (Gál. 1: 15, 16).
15. La gloria de Cristo (1 Pe. 4: 13; 5: 1).
Revelación general y revelación especial. La revelación es comúnmente clasi
ficada en revelación general y revelación especial. La revelación general es la
que Dios hace de sí mismo a todas las personas en todos los lugares y en todos
los tiempos. Dios se revela a sí mismo de modo general a través de la naturale
za, a través de artos providenciales en la historia y también en el ser interior de
sus hijos. Esta revelación es general tanto por su accesibilidad universal como
por la generalidad de su contenido. La revelación especial es aquella concedida
a ciertos individuos en determinados momentos, lugares, y circunstancias.1
3. 6. Ilustraciones del Dios de Jeremías • 67
Para que el contenido o mensaje de la revelación especial pudiera llegar a estar
disponible para nosotros hoy, debió ser preservado por escrito, y la Biblia es su
manifestación universal.
La inspiración de la Biblia. En el propósito de Dios, de comunicamos su plan
para nuestra salvación, la revelación requiere de la inspiración. Son como las
dos caras de una moneda; complementarias e indispensables. ¿Por qué es la
inspiración necesaria? Es necesaria para garantizar que el beneficio del mensaje
revelado no quede limitado a quien lo recibe. Es decir, mientras que la revela
ción beneficia a quienes la reciben, su mensaje podría perderse para las genera
ciones siguientes. El registro inspirado de la revelación impide que eso ocurra.
El contenido de lo revelado podía ser transmitido oralmente, como a menudo
ocurrió entre el momento en que la revelación fue dada y el momento en que
se la puso por escrito; pero Dios, previendo que la preservación de su verdad
requería de algo más que un mensaje oral, proveyó la inspiración.2
La inspiración de la Biblia puede ser definida como la influencia sobrenatu
ral del Espíritu Santo sobre los escritores bíblicos que hizo que sus escritos
fueran un registro exacto de la revelación de Dios. Como resultado, lo que ellos
escribieron es la Palabra de Dios.3
Así pues, mientras que la revelación tiene que ver con la comunicación de
Dios con los seres humanos que la reciben, la inspiración tiene que ver con la
comunicación entre estos y sus semejantes. La inspiración es necesaria a fin de
que el mensaje dado por Dios a través de la revelación sea transmitido sin dis
torsión, es decir, de manera precisa y confiable.
La inspiración de la Biblia revela el amor de Dios porque presupone una
mente y una voluntad en disposición y acción comunicativas. Nos permite ver
la mente divina actuando por medio de su Espíritu en las mentes de sus men
sajeros escogidos. La influencia sobrenatural del Espíritu Santo sobre los escri
tores bíblicos hizo que lo que ellos escribieron bajo su dirección fuera no sola
mente confiable sino que, como Palabra de Dios, ese mensaje fuese autoritati-
vo.4 El Dios de Jeremías se revela como un Dios de amor al utilizar símbolos
gráficos e ilustraciones para transmitir su mensaje y así facilitarnos su com
prensión (véase, por ejemplo, Jer. 1: 11, 13; 18: 1, 2, etc.).
4. 68 • El Dios de Jeremías
La verdad expresada en símbolos
La palabra «símbolo» es un derivado de una antigua palabra griega que sig
nifica «hacer una comparación». Era costumbre que cuando dos personas ha
cían un trato, rompían un objeto en dos y cada contratante guardaba una de las
porciones (un symbolon) como prueba de identidad y compromiso. Cuando
tiempo después el uno y el otro presentaban sus partes, las dos eran entonces
comparadas. En su uso eclesiástico, la palabra fue fácilmente adaptada primero
para representar muestras de la confesión de fe de una persona5 o grupo de
creyentes, y más tarde, para representar enseñanzas o prácticas de la iglesia.
La Biblia es rica en símbolos, imágenes y figuras que ilustran verdades espi
rituales. Aunque generalmente los símbolos o ilustraciones bíblicas incluían
hechos y objetos comunes de la vida cotidiana, frecuentemente codificaban
verdades ante los oídos de quienes no estaban preparados para recibirlas. Esa
fue una de las razones por las cuales Jesús utilizó parábolas para transmitir sus
enseñanzas. Si bien los símbolos eran usados en los tiempos bíblicos con el
propósito principal de comunicar la verdad y hacerla clara, ocasionalmente
fueron también utilizados para ocultarla ante la presencia de elementos hosti
les a ella. Además, Dios hace uso de símbolos e ilustraciones con el propósito
de estimular la investigación de la verdad.
En todo caso el uso bíblico de símbolos revela el carácter comprensivo de
un Dios que conociendo nuestras limitaciones adapta sus sublimes verdades a
nuestra condición y capacidad de entendimiento. La serpiente de bronce levan
tada en el desierto (Núm. 21: 4-9; Juan 3: 14, 15) y, tanto los implementos así
como los ritos del santuario, proveen ejemplos de los abundantes símbolos
empleados por el Dios de Jeremías para ilustrar las preciosas verdades relacio
nadas con su amoroso plan para salvar a su pueblo.
El libro de Jeremías es rico en símbolos e ilustraciones, y una de sus carac
terísticas sobresalientes son las profecías actuadas o representadas. Veamos al
gunos ejemplos:
(1) La señal del yugo. Jeremías debía construir un yugo y, sujetándolo con sus
respectivas correas, ponérselo sobre el cuello y caminar con él por las calles de
Jerusalén a la vista de la gente; también debía entrar al palacio con el yugo
puesto sobre él a fin de ilustrar ante el rey el mensaje que había recibido de
Dios. El yugo, y el acto de llevarlo puesto, simbolizaban el plan de Dios de que
su pueblo, Judá, y también las naciones de alrededor, se sometieran voluntaria
y humildemente a Nabucodonosor (Jer. 27: 1-7). En dicha sumisión, por obe-
5. 6. Ilustraciones del Dios de Jeremías • 69
dienda al divino mandato, hallarían su paz y su salvadón. Pero «a la nadón y
al reino que no sirva a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no ponga su
cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada, con
hambre y con peste, dice Jehová, hasta que acabe con ella por medio de su
mano» (vers. 8). La desobediencia les traería peores dividendos que una sumi
sión acorde con el plan de Dios para ellos en ese momento histórico.
(2) La compra inusual de un terreno. Dios instruyó a Jeremías para que com
prara un terreno en Anatot, propiedad hereditaria de un pariente cercano suyo,
y guardara bien la escritura del mismo, a pesar de que el reino de Judá estaba a
punto de caer y las murallas de Jerusalén ya habían empezado a ser destruidas.
Ante la inminencia del desastre el negocio era tan inusual que el mismo Jeremías
le respondió a su Dios: «¡Ah, Señor Jehová!, cuando la ciudad va a ser entrega
da en manos de los caldeos, ¿tú me dices: "Cómprate la heredad por dinero y
pon testigos"?» (Jer. 32: 25). Pero Dios le ordenó que procediera con la compra
porque esta era una señal segura de que a pesar de la destrucción de la ciudad
y la caída del reino, Dios tendría misericordia de su pueblo y los haría regresar
a su tierra (vers. 37). Entonces volverían a comprar y poseer propiedades y así
serían establecidos y habitarían seguros.
El Dios de Jeremías, clemente y compasivo, es, además, un Dios fiel que
cumpliría su promesa: «Como traje sobre este pueblo todo este mal tan grande,
así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo. Poseerán heredad
en esta tierra de la cual vosotros deas: "Está desierta, sin hombres ni animales,
y va a ser entregada en manos de los caldeos". Heredades comprarán por dine
ro; harán escrituras y las sellarán, y pondrán testigos en tierra de Benjamín, en
los alrededores de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las ciudades de las
montañas, en las ciudades de la Sefela y en las ciudades del Neguev, porque yo
haré regresar a sus cautivos, dice Jehová» (vers. 42-44).
Entonces, cuando llegue el momento del cumplimiento de su promesa, él
les aseguró: «Ha de oírse aún voz de gozo y de alegría; voz de novio y voz de
novia; voz de los que digan: "¡Alabad a Jehová de los ejércitos, porque Jehová
es bueno, porque para siempre es su misericordia!"» (33: 11).
(3) Las piedras enterradas. En repetidas ocasiones, contrariando la voluntad
de Dios, el reino de Judá acudió a Egipto buscando refugio y protección. Des
pués de la caída de Jerusalén, el grupo de judíos que los babilonios habían de
jado en Judá, junto con algunos que habían regresado de diversos lugares a donde
habían sido esparcidos, decidieron, una vez más, emigrar a Egipto en procura
6. 70 • El D ios de Jeremías
de protección temiendo las represalias de los caldeos, a pesar de que habían
recibido el mensaje divino de no ir a Egipto para habitar allí. Llevándose tam
bién consigo a Jeremías, «entraron, pues, en tierra de Egipto, sin obedecer a la
voz de Jehová, y llegaron hasta Tafnes» (Jer. 43: 7), ciudad fortificada ubicada
al borde oriental del delta del río Nilo.
Entonces «vino palabra de Jehová a Jeremías en Tafnes, diciendo: "Toma en
tus manos unas piedras grandes y cúbrelas de barro en el enladrillado que está
a la puerta de la casa del faraón en Tafnes, a la vista de los hombres de Judá, y
diles: 'Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo enviaré y tomaré
a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas
piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. Vendrá y aso
lará la tierra de Egipto: los que a muerte, a muerte; los que a cautiverio, a cau
tiverio, y los que a espada, a espada. Incendiará los templos de los dioses de
Egipto; los quemará, y a ellos los llevará cautivos'"» (vers. 8-12). De este modo,
una vez más el Dios de Jeremías utilizó un anuncio profético actuado como el
medio más apropiado para ilustrar la certeza de su mensaje.
La arcilla del alfarero
Además de su taller, los alfareros necesitaban un campo para buscar el ba
rro, orearlo, mezclarlo con agua y amasarlo con los pies (Isa. 41: 25) hasta
convertirlo en buen barro de alfarero. Para preparar vasijas de cocinar, usual
mente le añadían arena o piedras molidas a fin de templarlo. El alfarero ama
saba por varias horas para eliminar todas las burbujas de aire. las impurezas en
el barro o un amasado insuficiente podían echar a perder las vasijas. El alfarero
hebreo, normalmente sentado al trabajar, giraba el barro dándole la forma de
seada con sus manos o sobre su meda de alfarero por lo general hecha de ma
dera. Si la vasija se estropeaba en el proceso, era hecha de nuevo transformán
dola en una diferente. Y las que se quebraban después de ser horneadas eran des
cartadas y tiradas en «el campo del alfarero» (Mat. 27: 7, 10).6
¿Qué lecciones podemos obtener de la labor del alfarero con la arcilla según
se describe en Jeremías 18: 1-10? Muchas. Veamos las siguientes:
La docilidad de la arcilla. El barro es frágil, nosotros también. Sin embargo,
fragilidad y docilidad no es lo mismo. La primera significa simplemente que
somos delicados, débiles; la segunda, que estamos listos para ser moldeados y
7. 6. Ilustraciones del Dios de Jeremías • 71
dispuestos a que se nos dé la forma que Dios desea. El Dios de Jeremías no solo
espera que reconozcamos nuestra fragilidad (Sal. 103: 14) sino que lleguemos
a ser dóciles, humildes, como la arcilla en las manos del alfarero.
No estamos exentos de reveses. Debido a nuestra fragilidad humana y a que
vivimos en un mundo afectado por el pecado, los hijos de Dios no estamos
exentos de sufrir reveses. Pero estos no necesariamente significan fracasos; más
bien fortalecen nuestro carácter y nos ofrecen oportunidades para comenzar de
nuevo, y para seguir creciendo.
Dios siempre está en control. Notemos que la vasija del alfarero se rompió en
sus manos. Si hemos puesto nuestra vida en las manos de Dios, nada ni nadie
podrá sacarla de allí (Juan 10: 27, 28). Así pues, pase lo que pase, él estará
siempre en control de la situación; y ¿quién como Dios, que puede hacer del
mal un bien?
El Dios de los nuevos comienzos. Cuando la vasija se echó a perder en manos
del alfarero, «él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla» (Jer.
18: 4). No solo la hizo de nuevo; la hizo mejor. Así como el Edén restaurado
superará al Edén perdido, Dios no solo remienda nuestras roturas sino que
hace de nosotros nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Cor. 5: 17).
Nada es imposible para Dios. ¿Si un alfarero pudo hacer así con suvasija, cuán
to más podrá Dios hacer con sus hijos? Mientras que el alfarero es un ser huma
no limitado, el Dios de Jeremías es todopoderoso y nada le es imposible. Eso
implica que si estamos en sus manos, nuestras posibilidades son ilimitadas.
Nuestro Dios gobierna el universo. Jeremías 10: 7 nos recuerda que Dios no
solo gobierna su pueblo sino todas las naciones; es el monarca del universo. Y
si Dios puede gobernar el universo, de seguro puede dirigir tu vida, y la mía, si
las confiamos en sus manos.
La condición del arrepentimiento. Arrepentimos cuando nos hemos apartado
del plan de Dios, de sus mandamientos y de su voluntad para nuestras vidas,
es la condición establecida por él para perdonamos y restauramos (vers. 8, 9).
Debemos apartamos del mal (vers. 10). Según la revelación de su carácter, dada
por el Dios de Jeremías a Moisés, él es «misericordioso y piadoso; tardo para la
ira y grande en misericordia y verdad, que guarda misericordia a millares, que
perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá
8. 72 • El D ios de Jeremías
por inocente al malvado» (Éxo. 34: 6, 7). Necesitamos recordar que «el que en
cubre sus pecados no prosperará pero el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia» (Prov. 28: 13). Tal es el Dios de Jeremías.
La sumisión de la arcilla. La arcilla «se somete» a la voluntad del alfarero. No
pretendamos ser el alfarero en la conducción de nuestras vidas. Somos simple
mente el barro. «¿Dirá el barro al que lo modela: "¿Qué haces?"» (Isa. 45: 9).
Nosotros hemos de sometemos confiadamente a la voluntad de Dios, nuestro
Padre (Isa. 64: 8; Sant. 4: 10).
La enseñanza central de la ilustración del alfarero es que la sabiduría y pro
videncia divinas son supremas. Dios está en el control y al final él triunfará,
muy a pesar de las intenciones humanas y de nuestras malas decisiones. El plan
de Dios triunfará en nuestras vidas aunque las circunstancias presentes indi
quen lo contrario; su amor revelado en la cruz es la garantía. ¡Qué esperanza
tenemos! Dios triunfará y estamos llamados a triunfar con él.
La degeneración de un pueblo
Mediante la ejecución de milagros portentosos en Egipto, Dios libertó a los
israelitas de una esclavitud prolongada, opresiva y degradante; y no solo los sacó
con mano fuerte y brazo extendido sino que los hizo salir con gran riqueza.
Dios visitó a su pueblo en cumplimiento de la promesa que le había hecho
siglos atrás a su antepasado ancestral, Abraham (Gén. 15: 13, 14). Era su plan
que los israelitas fueran una nación santa, un reino de sacerdotes, un pueblo
adquirido para que anunciaran las virtudes de Aquel que los sacó de las tinie
blas a su luz admirable. Era su propósito que Israel fuera para las demás nacio
nes un ejemplo de obediencia a Dios y una ilustración de cómo vive y luce un
pueblo que se rige por los principios del cielo.
Sin embargo, su pueblo escogido falló en mantenerse a la altura de esas
expectativas. Dios les había entregado en posesión la tierra de Canaán debido
a que la degeneración de los pueblos amorreos que la habitaban había llegado a
su colmo (Gén. 15: 16). Pero ellos llegaron a imitarlos en sus prácticas pecami
nosas. Se apartaron del Señor, ofrecieron incienso a dioses extraños, se entrega
ron a la injusticia y derramaron sangre inocente. Además, edificaron lugares para
adorar a Baal y sobre ellos ofrecieron a sus propios hijos en holocaustos (Jer.
19: 4, 5).
9. 6. Ilustraciones del Dios de Jeremías • 73
Lo mismo hicieron con Moloc, divinidad pagana adorada con repugnantes
orgías, entre ellas el sacrificio de infantes. En algunos lugares una imagen me
tálica de este dios era calentada al rojo vivo y los cuerpos de niños que acaba
ban de ser asesinados eran puestos en sus brazos.7Y, por increíble que nos pa
rezca, las imágenes de algunos dioses paganos fueron levantadas dentro de los
predios sagrados del templo de Dios en Jerusalén. En un viaje de estudios a
Israel pudimos observar ruinas de un santuario o templo construido con la
puerta en su costado occidental (al revés de lo que Dios había indicado) a fin
de que cuando los adoradores se presentaran delante de él, quedaran mirando
al nacimiento del sol, para rendirle culto.
La degeneración del pueblo en el culto reflejaba la degeneración en sus vi
das. Y la degeneración en sus vidas reflejaba la degeneración de su concepto de
Dios. En ese proceso descendente llegaron a ser como las demás naciones, y
como hemos visto, a veces aun peor. Con razón se ha dicho que ninguna per
sona o pueblo podrá elevarse más alto que el concepto que tenga de su Dios.
Cuán importante es, entonces, un conocimiento personal del Dios de Jeremías.
La vasija destruida
Dios le dijo a Jeremías que fuera donde el alfarero a comprar una vasija de
barro y que llevara con él a algunos de los ancianos tanto del pueblo como de entre
los sacerdotes. Luego debía salir al valle del hijo de Hinom, al costado oriental
de Jerusalén, el mismo lugar donde se llevaban a cabo las horrendas prácticas
rituales paganas, principalmente en honor a Moloc, que incluían los sacrificios
de infantes. En el Nuevo Testamento a ese lugar se le llama Gehenna (translite
ración aramea de la expresión hebrea «valle del hijo de Hinom»), y llegó a ser
símbolo del infiemo (Mat. 5: 29, 30). Una vez allí, Jeremías debía levantar su
voz y proclamar el mensaje que su Dios le había dado sobre el gran mal que es
taba por acontecer teniendo ese lugar como su epicentro y que incluiría a Jeru
salén y todo Judá (Jer. 19: 1-9).
Después de hacer esa proclamación Jeremías debía quebrar completamente
la vasija que llevaba, ante los ojos de los hombres que iban con él, quienes
como líderes espirituales debían ser testigos del acto simbólico, y decirles: «Así
ha dicho Jehová de los ejércitos: "De esta forma quebrantaré a este pueblo y a
esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar
10. 74 • El D ios de Jeremías
más [...]. Yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus aldeas todo el mal que
hablé contra ella, porque han endurecido su corazón para no oír mis pala
bras"» (vers. 11, 15).
¿Qué podemos aprender del Dios de Jeremías a partir de este acto simbóli
co? Podemos empezar notando que es un Dios a quien le interesa que capte
mos claramente sus mensajes de advertencia. Un Dios que no busca tomar a
sus hijos por sorpresa. «Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su
secreto a sus siervos los profetas» (Amos 3: 7). Y cuando envía sus mensajes,
estos son claros y tan gráficos como sea posible. Todo esto revela a un Dios
cuyo afán no es destruir sino captar la atención de sus hijos desobedientes para
que se aparten de su mal camino, sean perdonados y vivan (véase Eze. 33: 11).
Dios le pidió a Jeremías que llevara consigo a los ancianos y a los líderes de
los sacerdotes. El Dios de Jeremías toma en cuenta a los líderes espirituales de su
pueblo y los invita para que actúen de acuerdo con la responsabilidad que les
ha conferido. De otro modo, ellos compartirán con el pueblo las consecuencias
de la desobediencia.
El Dios de Jeremías es el Dios de la misericordia pero también es el Dios de
la justicia. Puede traer el bien pero también puede castigar. Exalta a quienes
con humildad le obedecen y quebranta a quienes endurecen su corazón para
no oír sus palabras. Hemos de recordar que el ser religiosos no nos exime de la
estricta obediencia a sus requerimientos sino que, por el contrario, esto nos
hace más responsables.
El cinto de lino
Dios le dijo a Jeremías que se comprara un cinto de lino y lo usara por un
tiempo, y el profeta así lo hizo. Dios le habló por segunda vez y le pidió que
fuera al Éuffates y escondiera el cinto en la hendidura de una peña. En los tiem
pos bíblicos el cinto formaba parte de la vestidura tanto de hombres como de
mujeres y podía ser de la misma tela que el vestido, o de cuero como el de los
profetas como Elias (2 Rey. 1: 8) y luego Juan el Bautista (Mat. 3: 4), de lana, o
de cuerda. Así que un cinto de lino era un objeto muy valioso.
Después de muchos días Dios le dijo a Jeremías que buscara el cinto escon
dido. Al hacerlo, descubrió que debido a la humedad el cinto se había echado
a perder a tal punto que ya no servía para nada. Entonces vino a él la palabra
de su Dios: «Así haré podrir la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusa-
11. 6. Ilustraciones del Dios de Jeremías • 75
lén. Este pueblo malo, que no quiere escuchar mis palabras, que anda en las
imaginaciones de su corazón y que va en pos de dioses ajenos para servirlos y
para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que ya no sirve para
nada» (Jer. 13: 9, 10).
Mediante este acto simbólico de su siervo, el Dios de Jeremías se propuso
darle a su pueblo otra ilustración objetiva de las consecuencias de su empeci
namiento en el pecado. El que Jeremías usara el cinto nuevo por un tiempo
antes de enterrarlo ilustraba el propósito de Dios para con su pueblo: que así
como el cinto se ajusta a la cintura, de la misma manera sus hijos debían man
tenerse muy cerca de él (véase el vers. 11) y que su cercanía a ellos fuera un
testimonio ante todos los demás pueblos (Deut. 4: 5-7). «Pero ellos no escu
charon».
La lejanía del lugar a donde Jeremías tuvo que ir para enterrar el cinto, el
Eufrates, era simbólica del amplio distanciamiento de él por parte de su pue
blo, al cual el cinto representaba. La pregunta es, ¿cuán cerca, o cuán lejos, es
tamos tú y yo del plan original de Dios para nuestras vidas? Y ¿cuán cerca nos
mantenemos diariamente a él como Persona?
Vislumbres adicionales del Dios de Jeremías
Del incidente del cinto obtenemos algunas vislumbres del Dios de Jeremías:
• El material del cinto escogido por él, lino, nos indica que para el Dios de
Jeremías somos muy valiosos; que ante sus ojos somos de grande estima (cf.
Isa. 43: 4).
• En su trato con su pueblo, el Dios de Jeremías resiste a los soberbios (Jer.
13: 9) y da gracia a los humildes (c/. Sant. 4: 6).
• El Dios de Jeremías no nos desecha. Fue su pueblo el que no quiso escuchar
sus palabras, siguió las imaginaciones de su propio corazón y se fue tras
dioses ajenos (Jer. 13: 10).
• Si finalmente insistimos en no escucharlo, él nos permitirá cosechar los
frutos de nuestra propia siembra (vers. 11; Gál. 6: 7).
• Una cosa es segura: Lo que el Dios de Jeremías hace, siempre está motivado
por su amor que procura cumplir sus buenos planes para con nosotros (13:11).
¿Cooperaremos con él?
12. 76 • El D ios de Jeremías
Referencias
1. Erickson, pp. 153, 154.
2. Ibíd., p. 200.
3. Ibíd., p. 199.
4. Cari F. H. Henry, «Bible, Inspiration of», CEDT (1991), p. 63.
5. Frederick W. Danker, «Symbolism, Symbolics», BDT (1960), p. 508.
6. Ibíd., NIVCDB, «Pottery, Potter».
7. Ibíd., «Molech, Moloch».