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Subtema 1
1. ¡El aire limpio es un derecho! Necesitamos
ciudades más verdes
Llevar una vida sana y activa ya no es garantía para mantener la
enfermedad a raya. El aire que respiras podría ser el causante de la
obesidad, la diabetes e incluso el cáncer.
Un reciente estudio confirma que la contaminación no solo daña los
pulmones, sino que inflama el hígado, eleva el colesterol LDL, los
triglicéridos y la resistencia a la insulina, y altera el sistema circulatorio.
Al favorecer la inflamación crónica, abre la puerta a multitud de
enfermedades que antes no se asociaban al aire sucio.
El 95% del territorio estuvieron expuestos a un nivel de contaminación
superior al recomendado por la Organización Mundial de la Salud
(OMS), según el último informe sobre calidad del aire de Ecologistas en
Acción de 2015.
Y causa cada año cerca de 27.000 muertes prematuras; siete millones
en todo el mundo.
Las enfermedades respiratorias suelen relacionarse con la
contaminación: asma, EPOC, cáncer de pulmón… Pero, aunque no lo
sospechemos, la toxicidad del aire que respiramos se traduce también
en ictus, cáncer de vejiga, leucemia y otros tumores hematológicos,
inflamación crónica y obesidad.
Además, hay claras evidencias de que contribuye a alteraciones del
sistema inmunitario: alergias respiratorias, cutáneas y oculares,
eccemas de contacto y trastornos autoinmunes.
Lo más preocupante es la constatación de su efecto en los niños: un
reciente estudio, dirigido por el doctor Jesús Pujol y coordinado por el
doctor Jordi Sunyer, codirector del Centro de Investigación en
Epidemiología Ambiental CREAL, ha concluido que la contaminación del
tráfico altera la conectividad cerebral infantil.