1. Bitácora 28
Semana del 25 al 29 de agosto.
Steve sabía que tendría que volver a reunirse con ella para resolver un taller que su profesora
había asignado, aparte de ser bastante largo, para la joven era mucho más complejo.
Él, sin duda alguna, estaba feliz, pues la volvería a ver, y quizá, le declararía su amor, que hasta
para un ciego, era notorio.
Se dieron las dos de la tarde, y ella llegó; un saludo de abrazo y beso en la mejilla bastó para
alegrar su día, después de unos minutos de charla sobre el tema, Steve se dirigió a la cocina con la
excusa de un jugo para Karla, quien no le vio problema alguno a semejante ofrecimiento. Lo que
no sabía era que él aprovecharía ese momento para tomar aire y por fin adquirir el valor para
decirle lo mucho que le gustaba, desde hace meses.
El joven volvió a la sala, tragó salivas, miró un poco hacia toda dirección posible en cuestión de
segundos y se acercó a ella, sin dejarla de mirar, ni por un segundo. Con el jugo de naranja aún e n
su mano, dijo –volví- miró la mesa que había a su lado, lo dejó allí y estiró su mano temblorosa a
la chica, ella, un poco tímida pero dispuesta a hacer también lo que él le pidiera, estiró la suya y la
juntó con la de Steve.
En ese momento, ambos se sonrojaron, sintiéndose ya el uno del otro, se miraron como jamás
habían mirado a alguien, y lo único que les faltaba, lo proporcionó ella, sin más ni menos, se fue
acercando a él, hasta el punto de que ambos rozaran sus labios.
Los chicos, sorprendidos, retrocedieron, y sin necesidad de una sola palabra la intención quedó
bastante clara para los dos. Él la tomó de la cintura, le pasó su mano por el rostro, y nuevamente
le dio un beso. Ahí salió a flote la mirada más tierna, la sonrisa más dulce y un abrazo fuertísimo,
que dejó ver la atracción de ambos.