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ATAQUE AD HOMINEM DE UN SEDICENTE INTELECTUAL
COLOMBIANO HACIA UN JOVEN PENSADOR
Escrito por: ANÓNIMUS 1987
Los insultos son… una mezcla
de rabia y falta de argumentos.
Anónimo
Las injurias son los argumentos
de los que no tienen razón.
Jean Jaques Rousseau
Quien insulta pone de manifiesto
que carece de argumentos.
Garcilaso de la Vega
INTRODUCCIÓN
En filosofía se conoce con el nombre de argumento o ataque ad hominem al proceso de manifestar que una
afirmación o proceder carecen de validez acudiendo a la desacreditación (e, incluso, maltrato) de su ejecutor.
Es decir, se hace un ataque ad hominem cuando se busca invalidar un paradigma o una teoría, no atacando
dicho paradigma o dicha teoría, sino yéndose lanza en ristre contra el sujeto mismo.
Normalmente quienes utilizan este tipo de argumentos, que son totalmente inapropiados para una invalidación
teoricoparadigmática, son individuos que al verse incompetentes para defender sus tesis, descubiertas como
inconsistentes, pero que, por encima de la verdad, aman la fama y el poder, embisten, cual bestias
incivilizadas, contra aquellos que (teniendo altura lingüística, logicomatemática y moral [Gardner, H., 1983])
saben cómo demostrar y comprobar, sin salirse de la academia, lo teñida de faltas que están dichas tesis. Por
ello, es muy común ver a estos individuos volver enemistad una previa amistad, en virtud de desacuerdos
paradigmáticos y conceptuales; llevar al plano de lo visceral lo que amerita racionalidad (sea concreta,
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formal, o dialéctica); o hacer de un debate una polémica1
. Por este tipo de seres la academia termina
pareciéndose más a un mercado público que a un centro de reflexión profunda y tranquila.
Tanto más grave es dicho ataque cuanto más cercana ha sido la persona que señala, sanamente, las faltas
discursivas y procedimentales que suscitan en el destinatario la reacción injuriosa, cabalmente caracterizada por
el secuestro amigdalino (Goleman, 2012): una hiperactivación del funcionamiento limbicoemocional en
detrimento del funcionamiento lobulofrontal.
No obstante, todavía más antiético es el ataque ad hominem que se hace “tras bambalinas”: detrás de libros y
artículos, sin jamás dar la cara e, ipso facto, no dar la oportunidad al injuriado de defenderse, en público, a
través del debate. Estos personajes que así operan muestran, además de un profundo miedo, que de
intelectuales no tienen nada, pues dañan la imagen de aquel a quien Karl Raimund Popper (1902 - 1994)
consideraba como el incansable buscador de la verdad (el intelectual). A lo sumo serán estudiosos, pero jamás
intelectuales. El intelectual busca la verdad cueste lo que le cueste, no importándole que deba retractarse de
las tesis que antes defendía y reconocer en público las virtudes de quien o quienes lo corrigieron. El
estudioso busca con vehemencia el conocimiento, pero para tener la capacidad de satisfacer sus necesidades y
deseos inferiores (las influencias A de Gurdjieff [Ouspenski, P. 1921]). Por eso el estudioso puede ser
camaleónico, pero el intelectual no puede sino ser transparente, en honor a la verdad que busca, pues su
espontaneidad así se lo dicta. Lo importante para él es llegar a la verdad; lo importante para el otro es
convertirse en leyenda (a cualquier precio)
Siendo esto así, es menester dilucidar la razón de ser de este escrito: hacer públicos los ataques ad hominem
que el suscrito ha padecido, tras bambalinas, por parte de un autodenominado “maestro” (pues cuenta con
“discípulos”) de la ciudad (Barranquilla), que en vez de recibir con beneplácito las revisiones hechas a su
obra, corta cabeza a diestra y siniestra a través del ataque de marras (llegando incluso a buscar la rama
judicial del Estado para desacreditar aún más a sus detractores). Dejando claramente en evidencia que hasta lo
bueno lo ve malo.
I
Ante los correctivos hechos, desde la óptica hameriana, sobre la sycosis y la syphylis elizaldianas en tanto que
causantes directos de los síntomas corporales y mentales, apalancados en la simbología clínica dahlkeana2
, el
sedicente intelectual hizo públicos los siguientes ataques, que de academia no tienen absolutamente nada, para
invalidar mis argumentos acudiendo, además de las calumnias, a la edad cronológica que nos diferencia y
evitando nombrarme directamente (como si quienes leen no se dieran cuenta):
1) En la página 55 de su libro De la filosofía a la sabiduría (escapando de la razón) [2012] se lee: “Un
joven intelectual puede manejar a su antojo los mismos significantes que un anciano sabio; con igual
rigurosidad sintáctica y agradable dicción; ser lacónico y conciso, si se quiere, pero jamás y nunca será
suscinto, como sí podrá serlo el anciano aludido: porque lo suscinto apunta a la semántica, toda vez que
1
El debate es el intercambio comunicativo en el que se desarticulan las ideas del prójimo sin atacar la persona del prójimo. La
polémica es el intercambio comunicativo en el que el ataque ad hominem domina todo el cuadro y de forma superlativa.
2
Ver: Hamer, Dahlke y modelos afines: varios hechos diferentes para un mismo observable (epistemología de la simbología), tomado
de: http://documents.tips/documents/epistemologia-de-la-simbologia.html y Del holoparadigma a la nueva medicina germánica
(breve historia de toda patología), tomado de: http://myslide.es/documents/del-holoparadigm-a-la-nueva-medicina-
germanica.html.
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dicho adjetivo significa, decir mucho con pocas palabras; estas conllevan significados y aquí se inicia la
distancia entre el joven intelectual y el sabio anciano. Este habla con significados auténticos; aquél, con
un alto porcentaje de significados referenciados, invalidando su retórica, por vaga, impropia y falsa.
¿Qué puede decir de la vejez un joven si no conoce su propia vejez? Nada. Y si se atreve a decir algo,
tan solo será una sarta de zarandajas, las cuales le dejarán al descubierto su ignorancia, su infundado
orgullo y su carente auto-estima”.
2) En el mismo libro, pero en la página 85, se lee: “Pretensiones muy típicas de los jóvenes farfantones que
gustan de gritar a los cuatro vientos que sus conocimientos exceden en mucho lo que por edad otro
cristiano habría podido derivar de ella. Este es el caso de un jovencito que conozco muy bien y a quien
le place manifestar, con altisonancia y afrenta, que sabe mucho más de lo que ha vivido. Y se la pasa
insultando, irrespetando, agrediendo y calumniando a todo aquél que, por su mayor edad y mayor
conocimiento de la vida, le dé un sabio y oportuno consejo. No se percata, ni tiene con qué hacerlo, de
que los frutos de la sabiduría son la paz, la felicidad y el amor. Contenidos de los que él carece
palmariamente. Este joven conoce el mapa, pero desconoce totalmente el territorio: conoce la palabra,
pero no la puede diferenciar, en absoluto, del referente; maneja el símbolo, pero lo confunde
palmariamente con la Realidad y habla de la Verdad, creyendo vivir en armoniosa sintonía con ella. En
fin, ya el dolor lo habrá de poner de rodillas, porque solo el orgullo infundado es el causante de las
tragedias infra-humanas”.
3) En su artículo Exégesis de los mandamientos de Gurdjieff (2013)3
, página 11, escribió: “Hay jovencitos
que se destornillan los sesos, viendo cómo encontrarles sucedáneos a las crudas y dolorosas vivencias
del Ser, a través de lecturas de libros y reflexiones discursivas, como si eso fuere posible. Pero bueno,
son jóvenes y eso es muy particular de la juventud; lo grave es que una persona mayor tome en serio las
fanfarronadas de un jovenzuelo. En tal caso, tanto el uno como el otro estarían en malas condiciones de
salud intelectual y emocional”.
4) En su libro Tratado de medicina centáurica (atavismo mineral, ácidos y sales) Tomo III se lee: “A los
jovencitos farfantones, que a poco de leerse su primera veintena de libros y haber terminado un post-
grado, ya se creen sabios y con la autoridad de criticar a todos los que no son santos de su devoción, les
gustaría que la Sabiduría fuese transferible, como lo es el Conocimiento”.
5) En el mismo libro, pero en la página 17, dejó plasmado: “Otros descalifican mis ocho obras anteriores,
dizque por inconsistencias lógicas, y justamente no perciben que los inconsistentes son ellos, toda vez
que pretenden pasar por el deleznable rasero lógico-formal, nicho de su pobreza racional, obras basadas
en la compleja integración de cuatro niveles distintos de Realidad. Error gnoseo-epistémico que solo un
imberbe jovenzuelo, con ínfulas pontificiales, puede cometer”.
6) Más adelante (páginas 24 y 25), en el mismo texto, expresó: “Yo he sido el descubridor de las
estructuras epistémicas de interface y muy a pesar de ellos, me he visto en ocasiones en problemas,
durante algunos días, por no dar con los alterónimos específicos para construir dichas estructuras, con
las cuales he de fundamentar algunas inferencias de mi corpus identicopaticum. Como ningún otro, yo
conozco el tema, dado que es mío dicho descubrimiento. Pues bien, me ha tocado soportar la verborrea
de un imberbe jonvenzuelo que funge de criticastro de mi obra, quien al referirse a la ocasional
dificultad de la que hablé hace un instante, decía con pontificial autosuficiencia lo siguiente: ”Tales
estructuras están siempre, para mí, a la mano” . Y pensar que este jovenzuelo jamás y nunca, en su
corta vida académica, había oída hablar acerca de las mismas. Las leyó en mis libros, como muchas
3
Ver: http://www.eduardoeliaslasprilla.com/wpcontent/uploads/2016/04/LOS_MANDAMIENTOS_DE_GURDJIEFF.pdf
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otras cosas más, pero de las que no me ha dado el debido crédito jamás. Y no lo necesito, porque él en
su ignorancia no se percata de que cuando habla de lo que yo, mete las patas hasta las narices. Pero en
tanto y en cuanto sus interlocutores de turno son más ignorantes que él, tampoco aquellos, por supuesto,
se percatan del asunto. Esto le hace creer a este jovencito pendenciero y farfantón que como él, en este
mundo, no hay otro igual. Todos deben acatar sus descaminadas afirmaciones, dado que se concibe a sí
mismo como el nuevo mesías del mundo intelectual. No hay pensador, por grande que sea, o haya sido,
que no haya recibido la inclemencia de los desmadres de su aviesa pluma. Claro testimonio psico-
patológico de lo que se conoce como ego mesiánico. Vive en la ingenua ilusión de que el lenguaje
captura la Realidad, porque eso es lo que deja ver en sus inquisitoriales escritos, y por ello mismo solo el
dolor, si es que tiene suerte, lo sacaría de su ilusa y patológica fantasía. Pero yo me atrevo a dudarlo,
porque ese tipo de sujetos son genios y figuras hasta la sepultura, como lo deja bien en claro la
concepción atávica de la Enfermedad, pilar de la Identicopatía”.
II
Como el lector podrá darse cuenta, en ninguno de los escritos del autor, aquí citados, aparece una sana
contraargumentación de las tesis de mi autoría, expresadas en mis escritos Hamer, Dahlke y modelos afines:
varios hechos diferentes para un mismo observable (epistemología de la simbología), del año 2010, y, Del
holoparadigma a la nueva medicina germánica (breve historia de toda patología), del año 2011. Solo se
leen ataques contra mi persona muy cargados de desafecto (que recuerdan mucho la toxicidad del atavismo
protopático de arsénicum album) y, desafortunadamente, donde manda el desafecto, no arriba el
conocimiento (a decir de Freud).
Asimismo, dentro de dichos ataques ad hominem deja ver a las claras que, más que buscar la verdad,
quiere eliminar a cualquiera que ponga en peligro el “prestigio” que ha alcanzado, apalancándose en
calumnias (que mucho de proyección freudiana tienen [Freud, A., 1985]). Se nota diáfanamente que es un
estudioso, más no un intelectual.
Por otra parte, en dos de sus ataques (3.º y 6.º de primer apartado), llega hasta el punto de atacar, incluso,
a los adultos mayores que me brindan su apoyo y al resto de mis amistades. ¿Será que esos ataques pueden
venir de una persona que dice que la paz, la felicidad y el amor son frutos de su sabiduría? Los grandes
personajes de la historia han sido asesinados por quieres ponen en práctica el ataque ad hominem, no por
quienes tienen la suficiente academia para resolver sanamente las diferencias. A estos atacadores el planeta
les debe las peores barbaries.
CONCLUSIÓN
Quien ama la verdad jamás pondrá en práctica el argumento ad hominem. El intelectual ama la verdad.
Luego, el intelectual jamás usará este argumento.
Quien ama el prestigio y el poder usa el conocimiento para evadir y distorsionar las verdades que ponen al
descubierto sus entuertos. El estudioso ama el prestigio y el poder, por ello no escatima en nada para
destruir a quien se interponga. Luego, es el estudioso, en su inferioridad afectiva, quien hace uso del
argumento ad hominem.
La pobreza argumentativa, por más libros que se hayan leído y escrito, caracteriza al hombre primario,
jamás al hombre evolucionado. Un hombre así jamás podrá enseñar a otro cómo crecer internamente, pues
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él mismo en su internalidad no ha crecido. Nadie pude dar a otro crecimiento del que realmente tiene (Osho,
2006). Lo mejor que puede hacerse es alejarse de estos personajes.
REFERENCIAS
Freud, A. (1985): El Yo y los mecanismos de Defensa. Barcelona: Paidós.
Gardner, H. (2001): Estructuras de la mente (teoría de las inteligencias múltiples). Colombia: Fondo de
cultura económica.
Goleman, D. (2012): El cerebro y la inteligencia emocional (nuevos descubrimientos). España: B, S.A.
Lasprilla, E. (2012): De La Filosofía a la Sabiduría: escapando de la razón. Barranquilla.
Lasprilla, E. (2015): Tratado de medicina centáurica: identicopatía clínica (atavismo mineral, ácidos y
sales) Tomo III. Barranquilla.
Osho (2006): Un pájaro al viento (la sabiduría del zen). Colombia: planeta.
Ouspensky, P. D. (1921): Psicología de la Posible Evolución del Hombre. Internet: Libros Tauro.