CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
El sapo gana la carrera a la astuta zorra
1. EL SAPO Y LA ZORRA
Un sapo cantaba a la orilla del río, cuando de pronto se presentó la astuta zorra.
¡Sapo! -le dijo- ¿qué haces?
Yo cazo mosquitos.
¿Y no te da vergüenza comer mosquitos? Si tú fueras mi sirviente, comerías alimentos delicados.
¿Cómo podré ser tu siervo, si tú ni correr de tus enemigos puedes?
¿Qué no puedo correr de mis enemigos, has dicho? No pretenderás que lo demuestre- bufó la
zorra.
No es por presumir dijo el sapo, pero en igualdad de condiciones corro mucho más que tú.
La zorra, herida en su amor propio, arregló una propuesta. El sapo debía correr bajo el agua y la
zorra por la orilla; cada cierto tiempo, la zorra llamaría al sapo y éste debía contestar.
Así fue. Partió la zorra a todo correr por entre juncos y cañas y después de algún tiempo se
detuvo, tomó aliento y gritó: ¡Sapo! ¡Sapo!
Toc, toc - contestó el sapo.
Partió de nuevo la zorra, río arriba, cruzando y salvando piedras. De nuevo preguntó: ¡Sapo!
¡Sapo!
Toc, toc- contestó el sapo.
Volvió a correr la zorra como el viento, la cola entre las piernas, las orejas tendidas y la lengua
afuera.
Toc, toc, toc- seguía cantando el sapo.
Muy arriba, la zorra se detuvo jadeando. Tenía la lengua morada, los ojos rojos como sangre, y
todo ella temblaba. Miró rabiosa el agua y quiso de nuevo seguir corriendo, pero no pudo: dio
unos cuantos pasos más y reventó.
A la vera del río, una larga fila de sapos cantaba a medida que iban saliendo los luceros de la
tarde:
¡Toc!, ¡toc!, ¡toc!
EL SAPO Y LA ZORRA
Un sapo cantaba a la orilla del río, cuando de pronto se presentó la astuta zorra.
¡Sapo! -le dijo- ¿qué haces?
Yo cazo mosquitos.
¿Y no te da vergüenza comer mosquitos? Si tú fueras mi sirviente, comerías alimentos delicados.
¿Cómo podré ser tu siervo, si tú ni correr de tus enemigos puedes?
¿Qué no puedo correr de mis enemigos, has dicho? No pretenderás que lo demuestre- bufó la
zorra.
No es por presumir dijo el sapo, pero en igualdad de condiciones corro mucho más que tú.
La zorra, herida en su amor propio, arregló una propuesta. El sapo debía correr bajo el agua y la
zorra por la orilla; cada cierto tiempo, la zorra llamaría al sapo y éste debía contestar.
Así fue. Partió la zorra a todo correr por entre juncos y cañas y después de algún tiempo se
detuvo, tomó aliento y gritó: ¡Sapo! ¡Sapo!
Toc, toc - contestó el sapo.
Partió de nuevo la zorra, río arriba, cruzando y salvando piedras. De nuevo preguntó: ¡Sapo!
¡Sapo!
Toc, toc- contestó el sapo.
Volvió a correr la zorra como el viento, la cola entre las piernas, las orejas tendidas y la lengua
afuera.
Toc, toc, toc- seguía cantando el sapo.
Muy arriba, la zorra se detuvo jadeando. Tenía la lengua morada, los ojos rojos como sangre, y
todo ella temblaba. Miró rabiosa el agua y quiso de nuevo seguir corriendo, pero no pudo: dio
unos cuantos pasos más y reventó.
A la vera del río, una larga fila de sapos cantaba a medida que iban saliendo los luceros de la
tarde:
¡Toc!, ¡toc!, ¡toc!