1. LA LIEBRE Y EL ELEFANTE
Hace mucho tiempo vivía una liebre muy lista. Desde muy pequeña
iba siempre a jugar a la oriya del lago.
El agua de aquel lago era limpia y transparente; y todos los
animales del bosque iban a beber allí.
No lejos del lago había un árbol grueso. Los hombres habían
cortado aquel árbol y había brotado una capa de resina. La liebre
vio aquel ancho y cómodo tronco y al saltar para sentarse, se
quedo pegada a la resina.
¡Pobre liebre! No podía moverse de lugar donde estaba, ni siquiera
podía cambiar de posición.
Estaba muy asustada pensando que iba a morir allí. Pensaba en
cosas muy tristes cuando vio llegar al elefante que iba al lago a
tomar agua.
-este elefante me salvara la vida- pensó la liebre, y le grito – oye,
elefante, no bebas agua de hay el dueño del lago me dijo que me
quedara aquí a vigilar para que no bebiera nadie.
El elefante no hizo caso y la liebre, entonces, le grito con más
fuerza:
-¿Eres sordo? ¿No oyes? ¡Si te atreves a beber de mi agua te
arrancare la cabeza!
-Tú sabes bien que estas diciendo tonterías – respondió el elefante
-El agua no es tuya sino del lago.
-Si bebes de esa agua – amenazo la liebre- , te romperé la trompa
de una patada.
2. -¡Que liebre tan tonta! Cree que me puede desbaratar. La aplastare
y hare una mermelada con ella. El elefante se acerco a la liebre, la
agarro con la trompa, jalo y la arranco de la resina.
-Ahora- chillo el elefante- te aplastare de un golpe y te meteré bajo
la tierra.
-Mi querido hermano mayor, hace tiempo que tengo ganas de
morir, pues llevo ya miles de años viviendo, desde que se creo la
tierra. Pero como me das lastima. Te diré que ahí en todos mis
huesos un veneno mortal tan fuerte, que una sola gota mataría a
cualquiera. Si me golpeas con tu trompa, mi veneno se meterá en
ella, y si me pisoteas, el veneno entrara en tus patas y morirás. Yo,
en cambio, seguiré viviendo. Si de veras quieres matarme, tienes
que buscar un lugar cubierto de maleza, juncos y cañas. Déjame
allí y entonces si moriré.
El elefante cogió a la liebre con las trompa y la dejo en un sitio
cubierto de cañas. En cuanto la liebre se vio libre, salia huyendo
como una flecha.
Y mientras corría. Iba hablando sola:
- Mi hermano mayor, el elefante, cree que estoy muerta. Pero
cuando me vea entre los vivos, comprenderá enseguida que no
puede con mi picardía.